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domingo, 3 de octubre de 2010

A CERCA DE LAS PASIONES DEL ALMA DE RENE DESCARTES, 1a Parte


Por Carlos Valdés Martín

Con esta obra Descartes redondea sus investigaciones sobre el ser humano, siendo su texto más amplio y sistemático sobre el tema. El programa de esta obra es ambicioso e interesante, porque en un trazado sintético recorre el arco completo desde la anatomía, la psicología, la pedagogía y la moral. Con sencillez se pregunta y responde cómo surgen las emociones, relacionándolas con las impresiones y la voluntad que manifiestan. Surgidas las emociones y los pensamientos ligados a ellas, también se pregunta por el modo de operación de cuerpo en esas pasiones y las modalidades de respuesta. La moral se basa en el conocimiento de las emociones, como la admiración, la envida, el odio, el deseo, que son denominadas pasiones y se debe convivir con ellas. No arma el cuadro de la moral misma, sino que lo deja implícito para integrar sus aplicaciones: es la virtud contra el vicio, el goce racional de la vida contra el sufrimiento de las pasiones.

Esta obra es una muestra clara de la aplicación de su método, que inquiere y separa en partes, para reconstituir la verdad. Realiza su estudio mediante artículos breves y definidos en número de 212, divididos en tres capítulos. Gran parte de su lenguaje resulta extraño, por cuanto actualmente sus términos de “sangre rarificada” y “espíritus animales” nos parecen imprecisos o fuera de foco. Ciertamente, una gran parte de sus interpretaciones padecen el sello de una biología, anatomía y medicina poco desarrolladas, esto motivado por una falta de conocimientos sobre los procesos de transmisión nerviosa y de recepción de sensaciones por el cerebro. En esos años se desconocían procesos que ahora son de sobra observados, y algunas explicaciones no resultan satisfactorias. Lo más sorprendente, ya visto en perspectiva de la distancia de siglos, se refiere al acierto, pues sus explicaciones rozan cerca de la verdad, mientras lo ordinario sería que contengan equivocaciones, porque no existía antecedente de observaciones de la operación de los nervios, sobre el cerebro y en ese campo lo planteado por Descartes nace desde una especulación pura sostenida con mínimas indagaciones anatómicas. En el terreno de las emociones y las reacciones humanas se mueve con mayor certeza y desenvoltura, pero ahí tenemos una dificultad con el lenguaje que utilizaba, pues prefiere referirse a “pasiones” en vez de sentimientos. Además le preocupa intensamente la manera como se relaciona el alma con el cuerpo; el tema de las dos cualidades (naturaleza pensante vs. extensión) que busca resolver mediante puentes sólidamente armados.

La primera parte aborda las pasiones (emociones) en general y tiene que explicar toda la naturaleza del hombre. La segunda aborda las seis principales pasiones, las nodales para este estudio. Luego va hacia las pasiones particulares, las manifestaciones variadas de las pasiones.

El motivo de esta obra se aclara en los artículos finales, ya que la opinión vertida nos dice que “de las pasiones depende todo el mal y todo el bien de esta vida” El control de las pasiones es la meta, el objetivo significa encauzarlas para el bien del alma y el gozo del cuerpo. Este objetivo ya no es medieval, sino moderno.


Las pasiones no son pensamiento, sino percepción y sentimiento
Estas pasiones no se definen como pensamiento puro sino como la siguiente región de las percepciones, sentimientos o emociones (que pueden acompañarse de pensamientos o ser pensamientos en un sentido más amplio). Estamos en ese precioso campo subjetivo que después sería el territorio liberado de la psicología como campo para estudios, sino que este territorio no tenía ninguna autonomía, no existía el territorio de estudios especiales. Este portento de la metodología que fue Descartes nos premia ofreciendo una tentativa de separación de las “pasiones” del alma, así que debemos entenderlas en un sentido más amplio, que el acostumbrado. Solemos usar esta palabra en un sentido más fuerte como “apasionamiento”, únicamente para describir las emociones fuertes, o las reiteraciones, como ser víctima una pasión inconfesada, o como una corriente que nos arrastra hacia la inconciencia, como ser víctima de las propias pasiones. Ciertamente esta palabra está conectada con la pasividad, la paciencia y el padecer, habría que investigar si el vínculo lingüístico es tan estricto como semeja. Independiente de esta relación, lo que anota D es que la pasión es el reverso de la acción, la primera el lado receptivo y la segunda el lado activo. La acción emana de un agente y la pasión la recibe un paciente, pero conviene que veamos la unidad de este momento, como dos caras de la misma moneda. Indica que “considero que todo lo que hace u ocurre de nuevo es generalmente llamado por los filósofos una pasión respecto al sujeto a quien ello ocurre, y una acción respecto a aquel que hace que ocurra; de suerte que, aunque el agente y el paciente sean con frecuencia muy diferentes, la acción y la pasión no dejan de ser siempre una misma cosa que tiene esos dos nombres, por los dos diversos sujetos a los cuales puede referirse.” Ahora bien, este sentido de pasividad indicado no se refiere a una actitud pasiva, sino a que está siendo recibido dentro del sujeto, porque el amor es una pasión, que puede generar toda clase de acciones, pero la recepción del amor, el enamoramiento, su sentir, es algo que recibe el alma, su impresión.

Las pasiones del alma no son las del cuerpo.
Esta obra distingue cuidadosamente alma de cuerpo, por lo que no se refiere a las pasiones del cuerpo, pero para entenderlas debe ejercer la distinción precisa entre alma y cuerpo. D propone una regla de reparación muy sencilla, por simple exclusión, dando que “todo lo que hay en nosotros y que no concebimos en modo alguno pueda pertenecer al cuerpo, debe ser atribuido a nuestra alma.” La separación entre dos partes resulta bastante práctica, y para este caso, sumamente sencilla. De un lado tenemos al cuerpo con su materialidad, cualquier parte que podamos definir en su mecánica, y del otro lado el alma como un gran receptáculo definido por negación. La oposición entre parte tiene definición recíproca, en este caso alma y cuerpo quedan en ese tipo de oposición, y lo que gane el cuerpo sale de pertenecer como propio del alma. Ciertamente, Descartes es reconocido por ampliar el campo de estudio del mundo material y sus discípulos llegaron a hablar de un hombre máquina como una creación completamente material, que debía explicarse por ningún principio trascendente. El propio autor está en el terreno conocido del alma trascendente, como la partícula divina del cuerpo, pero también como un complejo campo operativo, correspondiente a la moderna psicología, que él se propone develar. De hecho, su investigación la vemos como ampliando el concepto del cuerpo mismo, por ejemplo, se llagaba a creer que el alma infundía movimiento y calor a cuerpo, opinión que rechaza Descartes por estimarla inexacta. Entonces estima que el calor y movimiento proviene exclusivamente del cuerpo, que para tal operación no requiere del alma, entonces el alma no es la vida misma, sino que es un área más restringida.

Del conocimiento esencial del cuerpo (el mecanismo autónomo o la máquina de reloj corporal).
Descartes estima que una parte de las funciones del cuerpo se han confundido con las del alma procede a explicar esas operaciones del cuerpo, con los conceptos a su alcance, para describir lo que llama la máquina del cuerpo. Estas explicaciones son muy importantes porque van a mostrar los modos autónomos del cuerpo y sus relaciones con el alma. En sus trazos debe mostrar los sistemas, en la medida que son conocidos, como operaciones tanto autónomas como interconectadas. Recordemos la idea antigua de “alma” que estaba sirviendo para explicar la operación de cada parte viva, así en la interpretación anterior y dominante en su época, el alma asistía las diversas operaciones corporales para darles vida, porque alma y vida debían entenderse como sinónimos.
Ahora Descartes intentará una explicación dual, por un lado las operaciones de varios mecanismos autónomos interconectados del cuerpo y en el otro campo al alma. De ese modo Descartes explica las relaciones de la nutrición con la circulación y la operación cerebral como un encadenamiento de sistemas autónomos. No resulta extraño que se cuelen diversas equivocaciones, ya que cualquier autor depende del “estado de la ciencia” de su tiempo. Así, Descartes no propone una visión exacta del corazón, pues lo percibe como una especie caldera de expansión de fluidos , y visto como la fuente del movimiento del cuerpo. De forma similar, está convencido de la importancia del cerebro para generar el movimiento del cuerpo y para recibir las impresiones de los sentidos. A falta de otras explicaciones, elabora una hipótesis de “espíritus animales” , los cuales son minúsculos cuerpos, funcionando como la llama de una antorcha, y siendo cuerpos tan pequeños viajan para transmitir del cerebro, vía los nervios hasta los músculos y sentidos. Esta explicación significa una aproximación a los impulsos nerviosos, pero sin ayuda de la anatomía y sin conocer los principios de la electricidad.
Gran parte de estas operaciones se presentan de forma automática, sin que intervenga el alma, y a este automatismo incluso lo denomina como una “máquina de nuestro cuerpo” . Esta manera de referirse al cuerpo está correspondiendo con un nuevo modelo conocimiento del cuerpo, diferente a lo planteado en periodos anteriores, sin que esto signifique aceptar una epistemología creando las ideas. Esta “maquinalidad” del cuerpo entendida por Descartes se relaciona con el modo en que su mueven las partes. Ahora bien, esta maquinaria resulta muy especial, diferente de las máquinas conocidas en su tiempo, y le interesa relacionar esta máquina con mando en el alma. La designación de máquina la relaciona directamente con el reloj, entonces máxima obra de la ingeniería, por lo que indica que los movimientos “animales” del cuerpo se generan “de la misma manera que el movimiento de un reloj es producido únicamente por la fuerza del resorte y la forma de sus ruedas.” Está acentuando Descartes los movimientos que no dependen de la voluntad, operando de manera autónoma, entonces le sirve el ejemplo del reloj donde se transmiten movimientos, convirtiendo un tipo de movimiento en otro distinto, porque justamente el problema a explicar es el paso de un tipo de movimiento a otro, y su conversión desde un extremos del movimiento (calor, nervios) hacia otros (músculos, desplazamientos).
Entonces Descartes cree que los movimientos autónomos de las partes del cuerpo semejan al mecanismo del reloj. Entonces las funciones corporales, la circulación, el movimiento, el calor, la recepción de impresiones, etc., corresponden al terreno del cuerpo, integrando un conjunto de operaciones autónomas o auto-movidas. Ya algunos autores han creído que esta concepción novedosa se basó en el ejemplo de la técnica de relojería, es decir, la posibilidad de la manufactura abre el campo al modelo mental, sin embargo, sería un periodo temprano para considerarlo manufacturero, todavía no arribaba la revolución industrial .
Las claras afirmaciones de Descartes ha llevado a algunos autores a creer que el francés solamente estimaba al cuerpo como una posible máquina, sin embargo, representaría una máquina extraña, ya que vincula un alma paciente y actuante, uniendo le pensamiento con el cuerpo y su mundo circundante. Entonces la naturaleza de máquina del cuerpo es parcial, además de que implica mecanismos complejos, solamente hipotéticamente lanzados por Descartes, como sus “espíritus animales” que sirven para comunicar las funciones y partes del cuerpo con el alma.

La comunicación del alma con el cuerpo
Si bien le parece al filósofo que existe una unión general del alma con el cuerpo, también existe una forma de unidad más precisa. El alma, repite Descartes un argumento que ve al alma no de naturaleza extensa, no existe en el espacio, ni tiene relación con las propiedades de la materia, mientras que el cuerpo se define completamente por esas propiedades de la material. Del alma no se puede concebir un tercio o mitad, ni se hace pequeña si el cuerpo se mutila. La relación alma con cuerpo es de conjunto, porque cesa cuando el cuerpo muere. El alma vive completamente en el cuerpo, pero sus funciones son más bien el pensamiento (en toda su gama) por lo que su unidad tiene relaciones. Le parece a Descartes que el sitio de residencia especial para las funciones del alma está en una pequeña glándula en el centro del cerebro. Le parece a Descartes que la sede es una glándula central porque “las otras partes de nuestro cerebro son dobles” y el alma debe recibir las impresiones unitariamente y operar unitariamente, por lo que “éstas imágenes u otras impresiones se juntan en esta glándula” Entonces resulta interesante este argumento, pues le parece justamente esa clave inserta en la unificación, y en ese punto de unificación es una pequeña glándula al centro del cerebro, que hemos identificado como pituitaria, aunque (ahora sabemos) no es la única glándula al centro del cerebro. Entonces afirma un pequeño punto, un área biológica privilegiada y minúscula la sede del alma, el lugar especial para cumplir con las funciones del pensamiento. Ciertamente la neurofisiología moderna prefiere una interpretación menos localizada de las funciones intelectuales y de alma, considerando al conjunto del cerebro como una entidad indispensable, claro que regiones cerebrales se pueden dañar localmente, con diversos efectos. Resulta interesante la importancia al argumento unificado: ya que el pensamiento es unitario, también el alma lo es, y por lo tanto le debe corresponder un órgano unitario. También el corazón resulta órgano unitario, pero este órgano lo rechaza como sede por otras razones fisiológicas, ya que no corresponde a las funciones intelectuales. Prefiere la pituitaria además por su pequeñez y lo pequeño es sutil: el mismo tema de la conexión alma-cuerpo se identifica con lo sutil.
Ahondemos en este asunto de las funciones dobles del cerebro. Resulta una observación de evidencia empírica por la dualidad de los órganos de recepción principales: ojos, oídos y manos. Esta dualidad de órganos la interpreta como dos imágenes emitidas al cerebro convertida en una misma imagen al mismo tiempo, “un único y simple pensamiento de una misma cosa al mismo tiempo” . Estas dos imágenes originales se combinan, por lo que Descartes estima debe existir un lugar orgánico donde se junten “antes de llegar al alma”, para que solamente reciba una impresión el alma. Este lugar de juntura, este “sintetizador” de dos vistas en una, dos sonidos en uno, etc., es la glándula. Ejemplifica con vista, que dos imágenes se sobreponen, en una correspondencia de punto por punto, con lo que se recuerda la complejidad técnica de la televisión antigua, donde una sucesión de puntos exacta integra una imagen. De entrada el tema invita a una maravilla y sorpresa ¿cómo se logra tal correspondencia, si la visión tiene movimiento constante, y los ojos en su vista periférica perciben con ángulos diferentes, con variaciones cada uno? En este texto no se busca una respuesta precisa, ni se consideran las excepciones de la “vista doble”, etc.
Sigamos con el tema de la unidad. El alma es unitaria al considerar los pensamientos unitarios, pero podemos cuestionar al filósofo que en la orilla el pensamiento no resulta tan unitario. En los extremos del aquí y ahora, existen partes desintegradas del pensamiento. En el extremo pasado lo más obvio son los recuerdos borrados, las formaciones de carácter ignoradas, y la psicología “profunda” se ha basado en este problema de los fragmentos perdidos del alma, las partes del “yo” extraviadas. Por si fuera poco, en el tiempo del “ahora” el campo de la percepción también se puede presentar doble, cuando descubrimos las “sugestiones subliminales” que solamente la parte inconsciente de la mente alcanza a “descifrar”. Siendo la unidad del alma, una evidencia tan contundente como la unidad del cuerpo, puede ser sometida al bisturí crítico y ofrecernos varias relatividades, que pueden tener su oferta extrema en la esquizofrenia, la dualidad de la personalidad, mediante la cual las fragmentaciones de las percepciones se convierten en fragmentaciones del “yo” perceptivo, el supuesto núcleo del pensamiento unitario, el fondo del alma.

Las dos vinculaciones del alma con el cuerpo y el poderío del alma sobre el cuerpo
Ya consideramos el vehículo sutil de la comunicación del alma con el cuerpo, cumplida mediante la glándula, sin embargo esta es la punta del final de una montaña, y la montaña misma corresponde al cuerpo completo. Aquí Descartes nos ofrece cierta paradoja de que “el alma está verdaderamente unida a todo el cuerpo… y… es de una naturaleza que no tiene relación alguna con la extensión ni con las dimensiones o con las propiedades de la materia de que el cuerpo se compone, sino solamente con todo el conjunto de sus órganos” Esto implica que está integrada con la entera materia del cuero, al mismo tiempo no lo está, ya que el alma se concibe de otra materialidad, la especial del espíritu. Esta “materialidad del espíritu” no tiene espacio, no empequeñece, ni se puede dividir a la manera de la insistencia de la mónada, pues “no se podría en modo alguno concebir la mitad o tercera parte de un alma” . Esto implica que el alma espiritual integra una unidad completa que no posee “espacio” alguno. Si bien carecería el alma de ningún espacio, no ocupando ninguna extensión (opuesta a la “res extensa”, debe colocarse en una sutil “res cógitans”). Pero el alma requiere de una relación completa con los órganos del cuerpo, pues “se separa completamente de él cuando se disuelve el conjunto de sus órganos.” Entonces resultan dos maneras de vincularse: la general (hacia el conjunto de órganos) y la específica (el canal por medio de la glándula). La manera general de vinculación también tiene sentido por cuanto el alma se descubre vinculada hacia el conjunto de órganos y se encuentran las terminaciones nerviosas extendidas hacia la totalidad de los órganos.
Ahora bien, aunque la relación pudiera ser diversa, el alma en su lado activo (la voluntad) posee una naturaleza completamente libre, con lo cual se convierte en la premisa sin determinación previa, indicándonos Descartes, que “la voluntad es tan libre por naturaleza, que no puede ser jamás constreñida” , con lo cual se coloca también como vanguardista, más radical respecto de las visiones usuales de su época, las cuales delimitaban el alcance de la libertad, bajo la forma nula de predestinación o la forma limitada de libre albedrío. El modo de iniciarse de tal voluntad o acción del alma da la impresión de lo indeterminado, y así afirma que “toda la acción del alma consiste en que, sólo con querer algo, hace que la pequeña glándula a la que el alma va estrechamente unida se mueva de la manera necesaria para producir el efecto que esa voluntad quiere.” Ya comentamos que el mecanismo de transmisión del alma resulta ser la glándula pituitaria, parte unitaria del cerebro, que conecta con su transmisión mediante espíritus animales, los cuales llevan su mensaje a los músculos y las demás partes; sin embargo, ese querer primero resulta como indeterminado, un “primer motor” libre de determinaciones, las cuales solamente corresponden al aspecto de las “pasiones”, lo que recibe el alma.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La psicología tal como la aplicó Descartes...
Lo actual es la "Filosofía aplicada", una corriente que aplica las enseñanzas del pensamiento al alma...
https://www.araliavaldes.com/podcast/episode/79e890ca/07-que-es-la-filosofia-aplicada-con-jose-barrientos-rastrojo