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domingo, 21 de marzo de 2010

SERVANDO O EL TRIUNFO DE LA X

Por Carlos Valdés Martín 

 

¿Qué clase de destino descubrimos en un hombre, procurando ser un santo y un mártir, pero sus restos terminaron exhibidos en una feria? . La anécdota de los restos mortales mostrados en una feria trashumante nos habla de la extraña sensibilidad de una época con morbosa fe en los cadáveres, así convertidos en reliquias. Un triste cuerpo momificado recorriendo las polvosas carreteras del México de mediados del siglo XIX, contiene un sentido de continuidad con la mentalidad destazadora colonial. Esa mentalidad novohispana, cuando por “estética del castigo” en la plaza principal de la ciudad de Guanajuato mostró las cabezas decapitadas de los insurgentes como trofeo y amenaza. Pero vayamos a los inicios de este hombre singular. La construcción original de la plaza hoy denominada Zócalo capitalino sacó a la luz algunos monolitos antiguos, entre los que destacaron ejemplos impresionantes del arte escultórico azteca. Salieron a la superficie dos piedras que se revelarían con un valor estético de símbolos: el Calendario Azteca y la Coatlicue. La pura e imponente figura de esos dos monolitos, sin necesidad de indagar, hechizaba a la imaginación, evocando una enorme potencia antigua y recuperando una existencia legendaria. Era el año de 1790 y algunos sabios novohispanos se interesaron por descifrar esos monolitos. Bajo el imperio absoluto de la religión católica pasó a primer término una interpretación teológica cristiana, para establecer una explicación para esas maravillosas esculturas de piedra. Un abogado de apellido Borunda retomando opiniones previas se lanzó por un camino escandalosamente herético, para los términos de su època. Él planteó que el Calendario Azteca describía la fundación de México por el Santo Tomás-Quetzalcóatl. Su argumento trataba de mostrar un pasado completamente cristiano entre los indígenas americanos. Al parecer, el abogado Borunda compartió sus ideas con Servando Teresa de Mier, en esos años uno de los más prometedores religiosos jóvenes de la jerarquía católica. Servando desarrolló los argumentos de Borunda, pero perfeccionando una teología, que incluía en este conjunto a la virgen de Guadalupe interpretada como metamorfosis católica de Teotenantzin o Tonantzin, la madre de los dioses aztecas. Este argumento lo apasionó, retomaba el sincretismo subyacente en la creencia guadalupana, pues la virgen morena revelada a los indígenas permitía su integración cultural hacia un nuevo universo según el argumento posterior de Octavio Paz. Entonces trataba de generar un nuevo argumento de raíces identificadas. La mente inquieta de Servando estaba tejiendo una nueva justificación de la esencia cristiana del mundo indígena, donde ya no se presentaba una contradicción originaria entre el mundo indígena y la salvación católica que sirviera para justificar la conquista y la conversión religiosa por medio de la violencia. Este argumento de la identidad entre Santo Tomás-Quetzalcóatl negaba el pecado original de los autóctonos y los consideraba candidatos inocentes para la plenitud de la salvación. Pero esa especulación apareció en una época colonial, y ese argumento estaba dejando fuera de lugar la justificación tradicional de la conquista y entonces desaparecía la excusa para la existencia de la sociedad colonial misma. El justificante aceptado era que los conquistadores hispanos habían traído la redención religiosa y la inmortalidad del cielo a los indios, con lo cual quedaba moralmente avalado el dominio colonial y las crueldades durante el proceso de conquista. La idea de Servando contenía una terrible herejía política endosada a la religiosa; lanzaba un atentado de pensamiento contra las bases institucionales de la Nueva España y su sistema institucional. Ignoramos si Servando se daba cuenta cabal de las consecuencias políticas de sus tesis, pero sabemos que estaba dispuesto a revelarlas de la manera más espectacular y osada. En base a su prominente carrera dentro de la Iglesia él fue encargado de pronunciar el discurso principal del aniversario guadalupano del año 1794. Con ese motivo preparó un discurso sobre la aparición de la virgen de Guadalupe causante de enorme escándalo. En su obra oratoria él planteaba que la piedra del Calendario Azteca revelaba una historia cristiana milenaria en estas tierras novohispanas; Quetzalcóatl era el apóstol Santo Tomás llegado a las tierras americanas con la palabra de Cristo; el culto cristiano del Tepeyac tenía una antigüedad de mil setecientos cincuenta años, por eso la tela milagrosa provenía del siglo I y entonces la virgen guadalupana había sido la santa patrona de estas tierras desde el principio de los tiempos. Ese discurso se convirtió inmediatamente un escándalo teológico, que costó a su autor una condena a cárcel en destierro por largos diez años. A Servando lo miraron como a un joven impetuoso de 31 años y tuvo suerte, o quizá la osadía de un júnior. La inquisición local casi resultó benévola en su caso, ya que era dirigida por un tío suyo; pero fue expulsado del país, y después tuvo una serie de encarcelamientos y escapes, durante 21 años continuó exiliado . Durante toda su vida, en lo esencial, Servando permaneció convencido de lo que había expuesto: la evangelización cristiana había ocurrido en los orígenes de la civilización indígena, que al transcurrir los siglos, las enseñanzas cristianas se habían corrompido y mezclado con la idolatría. Aunque luego expresó dudas al respecto de las fechas para los contactos y la identidad de los participantes, pues los datos presentaban diversas lagunas y fallas. En cambio, él estaba plenamente convencido de que las apariciones de la virgen en el Tepeyac narradas en el año de 1531 eran una completa falsificación, respecto de las cuales escribió su crítica: "La historia de Guadalupe es una farsa del indio Valeriano (maestro del colegio de Santiago Tlatelolco y dirigente de la comunidad indígena), forjada sobre la mitología azteca" . Aunque sufrió durísimos reveses en su vida, sellada por largos exilios, la vida de Servando contiene un fresco aire de triunfador. En su segundo exilio, en 1820, redactó una carta de despedida conteniendo una apasionada defensa de la escritura de México con "x", condenando una decisión de la Real Academia Española de la Lengua que planteaba una escritura con "j". El argumento de Mier plasmaba completamente raíces religiosas, pues interpretaba la grafía tradicional con "x" en el sentido de que esto daba a entender que el nombre significaba "donde es adorado Cristo", porque suponía que "Mexi" era la pronunciación indígena para el hebreo Mesías. Así, con la intervención de Servando la religión se convertía en un argumento patriótico, fundamento para sostener una nación independiente. Aunque la relación entre el náhuatl y el hebreo no contenga bases lingüísticas, de todos modos su propuesta defensora de la "x" resultó triunfante. La lucha por el nombre del país resultó doblemente airosa: México terminó siendo la forma gramatical triunfante de un país independizado.

martes, 16 de marzo de 2010

UTILIDADES DE LA HISTORIA: LA PELÍCULA Y EL TRASATLÁNTICO


Por Carlos Valdés Martín

1) Obtener la perspectiva: la distancia y el momento
La interpretación histórica opera mediante conjuntos, así recordemos la famosa tesis de Ortega y Gasset mostrando que “la persona forma unidad con su circunstancia” , además repetida por casi cada teórico de miras globales como Hegel, cuando indica que “solamente el sistema es verdadero” , o Marx cuando eleva a los sistemas sociales como el verdadero referente . Ahora bien, la sucesión histórica es un medio para generar un conjunto, mediante un conjunto-tiempo donde del periodo supera al instante, y sigue un trans-crecimiento, desde la perspectiva cotidiana donde lo funcional son las uniones en minutos, horas, días, semanas y meses, con la historia la perspectiva se convierte en mayor, para comprender los acontecimientos dentro del horizonte de años, atados a décadas o dentro de periodos multi-anuales (la Revolución Mexicana, la Gran Depresión, la Guerra Mundial), incluso dentro del siglos (el Siglo de las Luces, el Renacimiento, etc.). Este procedimiento de integrar unidades de tiempo nada tendría de extraño si no sucediera un cambio cualitativo ¿qué distancia cualitativa se presenta entre el segundo y el siglo? El cambio emerge tan evidente como difícil de establecer la continuidad. Ciertamente, ni la misma cotidianeidad la captamos en términos de segundos, la percepción la establecemos en términos de acontecimientos con cierta continuidad como la jornada laboral, una plática con un amigo, una comida sabrosa, disfrutar de una película, etc. Y en tales acontecimientos diarios, sus unidades mínimas de un instante percibido se pierden, disueltas en la apreciación del evento continuado; incluso cuando hablamos no percibimos tan distintamente cada letra pronunciada (la letra-segundo) ni cada palabra sino ya engarzadas dentro de una frase y la frase dentro del sentido de la conversación; incluso algunas palabras las dejamos de percibir y permanecen dentro de una especie de vacío sonoro, como en las denominadas muletillas, por ejemplo cuando usamos “esteee” o “eehh” mientras encontramos la ilación de una frase. Es decir, el segundo fragmentario está pegado, imbricado y completamente soldado dentro de un conjunto pequeño, el cual a su vez se relaciona con el siguiente. Indudablemente, esta relación entre los instantes y sus conjuntos también se relaciona con la percepción de ese discurrir, y la captación mediante la memoria, cuando recordamos la platica, no poseemos la cinta exacta de cada flujo de palabras y se genera una condensación. En ese sentido, la historia es la gran obra de la condensación, el recuerdo organizado para su percepción. Repito la historia es condensación, y por este término recuerdo la obra de la lluvia, cuando el vaporoso gas de las nubes se condensa en gotitas, las cuales quedan agolpadas y se precipitan para regresar a la tierra, dándonos la sensación tangible de la lluvia y ésta únicamente la distinguimos como evento-lluvia despreciando las gotas que la forman. La historia condensando hechos fugaces del pasado los convierte en tangibles, perceptibles y asimilables para nosotros.
Entonces, ya mostramos que ante la infinidad de instantes, la obra histórica convierte el tiempo en brevedad, sintetizando las efímeras pinceladas (las gotas del tiempo fugaz) en los grandes procesos, abarcando lapsos prolongados, tan largos como las grandes contiendas bélicas (la Conquista de América) y las grandes emigraciones (la Colonización de Australia). Además de la condensación del tiempo, se exige de la Historia otra enorme proeza de condensación, correspondiente a los actores participantes. Aquí parecería acontecer una arbitrariedad sobre la que ordinariamente he protestado, pues quedan en el escenario los pocos políticos dominantes (el Presidente, el Rey, el Ministro, el General, etc.) y la multitud palpitante de los pueblos parece oscurecerse hasta la desaparición completa. En ese sentido, el curso histórico se convierte en un teatro reducido, donde pocos personajes, incluso sin derechos suficientes, acaparan la atención y monopolizan el acontecer. Sin embargo, una buena parte de los historiadores profesionales rechazan esa modalidad de simplificación para darle una importancia crucial a Procesos, donde acontecen transformaciones estructurales; por ejemplo, el cambio de la estructura de las clases sociales o la modificación de las tecnologías, o hasta de las mentalidades y sensibilidades estéticas. Entonces en la interpretación histórica y su validación el fondo de las discusiones se relaciones con los Procesos cruciales que han cambiado en los periodos representativos, y con esto observamos la afectación de los actores sociales. Por ejemplo, los devotos (como yo mismo) de la importancia de la actividad económica, creemos que resulta más importante el establecimiento de los métodos de producción en masa que los nombres completos de los Presidentes de la Republica, y en cambio, solamente algunos Presidentes resultan muy relevantes por encabezar o representar las grandes transformaciones de una sociedad.


2) Proyectarse en escenarios ideales: el teatro del mundo, la figuración en situación.
Al conocer la historia estamos en situación de proyectarnos hacia situaciones reales, donde manifestamos una fantasía de diversos protagonismos, pero con la diferencia respecto de la literatura dramática y las películas del cine, que revivimos situaciones realistas, situaciones donde los personajes efectivamente existieron y murieron, las hipótesis nos colocan ante circunstancias realistas, de tal manera que revisamos las posibilidades de la existencia humana en situación. Así, imaginándonos con las togas romanas, ya sea como Julio César o sus contrincantes, miramos las entretelas del Poder cristalizando hacia el imperio, a una clase de Senadores arraigada, tan moralista como interesada, y dispuesta a conspirar contra su benefactor (el César), porque se estaba convirtiendo en la amenaza del sistema de poderes tradicional (la alianza de los nobles beneficiados como grupo unificado).
Esa continua proyección sobre los datos históricos nos debería proporcionar una habilidad importante para dominar los escenarios de la vida. Claro, nadie repetirá el exactamente papel de Julio César, ni de Cicerón, pero entre el continuo ejercicio de las personalidades históricas descubrimos constantes humanas continuadas en nuestro presente, así como diferencias irrepetibles. Decía, Maquiavelo que él se imaginaba dialogando con los próceres y líderes de los periodos remotos y así de esa sesión con espíritus inmortales obtenía las lecciones de política más sublimes. Así, estudiando la historia logramos lecciones y una inspiración cardinal.

3) La lección y la repetición: ejemplos para evitar errores.
Además, la mente humana posee la tendencia a repetir actos creyendo (tontamente) que los acaba de inventar, claro entonces la historia mata la vanidad propia de creerse original, pero al menos evita repeticiones inútiles y nos previene para esquivar caminos equivocados. Recordemos un ejemplo conocido y valioso sobre la ignorancia de Adolfo Hitler respecto de la historia militar. Resultaba de sobra conocido el caso de Napoleón quien subestimó el invierno ruso como factor militar y ahí surgió su perdición estratégica, pues el francés carecía de logística para sostener el avance dentro de la frontera rusa, mientras su enemigo efectuaba una política desesperada de “tierra arrasada” para privar de provisiones a las tropas napoleónicas. De hecho, Napoleón alcanzó Moscú, la capital zarista, pero atrapado por la falta de provisiones para su enorme ejército se vio obligado a retirarse antes del inclemente invierno. Hitler en su soberbia no aprendió la lección de historia y repitió el ataque contra el gigante ruso, sin precauciones logísticas. La historia se repitió, la resistencia de Rusia resultó más feroz, pero el resultado terminaría igual. Las tropas fascistas alemanas se quedaron a las puertas de Leningrado, Moscú y Stalingrado. Ese ejército alemán tampoco estaba preparado para el invierno, aunque el efecto no fue de inmediato desastroso porque el sistema de comunicación permitía un avituallamiento. El cambio climatológico afectó a los nazis deteniendo la primera fase de ofensiva militar, creando una situación empantanada durante el invierno y grandes batallas sangrientas en los años siguientes. El resultado de la imprevisión no se observó en la primera ofensiva, sino en los años siguientes. La guerra se prolongó tres años y, finalmente, a las puertas de Stalingrado la Segunda Guerra Mundial cambió de curso estratégico, durante el invierno. Las agrestes tierras invernales y un ejército numeroso de Rusia terminaron por tomar venganza sobre el ejército alemán, hasta ese momento de la Gran Guerra casi invicto.
En ese caso, la ignorancia de la historia militar cobraba su enorme factura.


4) Descubrir una legalidad: el evento y la repetición, lo forzoso y el empleo de las facultades libres.
Ahora bien, si lo histórico previo consiste en instantes únicos de eventos irrepetibles, el estudio del pasado consistiría en una especie de pasatiempo. Adquiere mayor importancia conocer la historia cuando descubrimos que el pasado forma estructuras, situaciones organizadas repitiéndose, configuración típicas que reencontramos a cada paso. La historia parece consistir en repetición de ordenaciones, duplicación de tipos, revivir de eventos similares, etc.
Claro, en gran medida la repetición define una tarea de análisis económico-socio-cultural. La historia económica estudia la formación de las organizaciones productivas, la generalización de las técnicas, la estabilización de los modos de producción, la formación de los grandes grupos humanos, el establecimiento de las urbes, el desarrollo del comercio… y dentro de esos fenómenos se buscan regularidades como ciclos de auge y caída, expansiones comerciales, ligazón de tendencias, etc. Interesa el largo plazo (las historias de siglos), pero también la figura de las coyunturas (los quiebres económicos, las fases expansivas). A su vez, la historia económica se liga con la social, con las formaciones de tipos de sociedades, las relaciones humanas típicas de los agricultores y cazadores, la evolución de esas relaciones… Asimismo, las historias políticas resultan evidentes y pasan por relatos de reinos, principados y repúblicas, la expansión de naciones y su agonía, los auges de imperios y sus alianzas, las sucesiones dinásticas y las conmociones políticas, establecimiento de poderes, ya sean tribales, dinásticos o constitucionales. Y no es menos importante el campo llamado de las culturas, donde se incluyen las grandes creencias como las religiones, las costumbres, los sistemas de parentesco, los lenguajes, los símbolos y creencias, el arte y parte de la vida cotidiana.
En ese contexto interesa enormemente la existencia de grandes pautas, preguntarnos y responder si existen líneas de progreso o resultan ilusorias, encontrar si están avanzando constantemente las fuerzas productivas sociales o se encuentran estancadas, Esta variedad de situaciones conviene descubrirlas y darles interpretación para responder si los seres humanos existen bajo un ámbito de libertad, donde transforman sus condiciones o son títeres de factores inamovibles, que a ellos los convierten en marionetas manipulables.


5) Encontrar el presente: el ahora concreto como posibilidad pletórica.
En el presente, constantemente las personas nos encontramos como el paseante extraviado en el bosque sin brújula ni mapas. Al inicio, el sitio le parece familiar aunque le resulta desconocido, entonces el paseante se confía y avanza por el bosquecillo sin los instrumentos de precaución; al rato, ya ha olvidado la ruta que ha seguido, con paso firme ha avanzado hacia delante, dando algunos requiebres según lo marcan las curvas naturales del sitio; luego no descubre que los puntos de referencia y se han confundido. Al rato avanza hacia donde creía retroceder pero se ha engañado, el sendero quedó perdido y empieza convencerse de que ese bosque no posee puerta de entrada ni de salida, que su excesiva confianza lo ha extraviado.
Las personas en la línea del tiempo también suelen perderse en su propio bosque mental. Esto acontece a los individuos y las colectividades, pues de pronto se imaginan que resulta posible seguir su camino confiado hacia delante, pero no encuentran una salida real, les atrapa una fuerza casi misteriosa. ¿Cómo promover un auge económico en mitad de una crisis o restablecer la naturaleza erosionada de las selvas o revivir a las especies extintas o congraciarse con el enemigo en mitad de una guerra? En fin, cuando se ha seguido un largo trecho sin un rumbo conocido, quizá ya las personas y los pueblos se han extraviado de sus metas.

Ahora bien, en este punto no quisiera colocarme en el horizonte pesimista. Si el paseante se ha perdido en el bosque es porque desconoce la dirección del próximo paso, si únicamente supiera la dirección correcta para cada paso, pues recorrería las distancias con seguridad. Por eso nos agradan tanto los caminos, le indican a cada paso cual es la ruta correcta. En este caso, existen con certeza una o muchas salidas para cada bosque, pero el perdido las ignora. Quien ha descifrado la contextura del bosque, por ejemplo mirando un mapa o ya sabiendo del sitio, pues está capacitado perfectamente para salir, incluso marca varias salidas alternativas. Entonces la facilidad de lograr metas, exige contar con requisitos.

La historia tomada como conjunto posee más bien la similitud de un vehiculo en movimiento, pero grande como un barco trasatlántico. La ruta global casi a todos les parece predeterminada, unos pocos “privilegiados” pueden modificar el rumbo y los demás solamente son “pasajeros”. Pero la gran nave ofrece variadas oportunidades a quienes reconocen su situación y cumplen su papel atinadamente. El gran trasatlántico sirve para infinidad de propósitos, pero comencemos por reconocer la funcionalidad del pasajero y el sentido de un destino final.

Mientras el pasajero sea un terco que desea utilizar el agua salada como su única bebida, quedará frustrado y amargado, incluso terminará fuera del barco. El viaje será muy distinto según cada cual vaya estableciendo su lugar y sus funciones en ese pequeño universo, que bajo una mirada pequeña resulta ya sometido a reglas pre-definidas. En el extremo, tampoco se descartan posibilidades inusuales, alguien podría suplantar al capitán, generarse un motín o encontrarse con el gigantesco iceberg. Debemos reconocer cada caso. La relativa amplitud y riqueza del gran barco marca las posibilidades.

En general, un aquí y ahora es un arsenal de posibilidades para la existencia. La cuestión depende de las herramientas intelectuales y emocionales. Uno de los primeros requisitos es distinguir el entorno, descubrir sus posibilidades actuantes y latentes. Bajo esa perspectiva, la existencia es un gran viaje en primera clase. Quien ignora completamente la situación y sus medios para lograr su viaje, permanecerá durante años encerrado en su camarote esperando hasta que se hunda el barco, y los años pasarán mientras el barco no se hunde. Si estuviera abordando el Titanic la situación sería extraña, quizá terminaría su encierro para intentar saltar a un bote o incluso el pasajero aferrado a su manía supondría que la colisión corresponde a sus alucinaciones solitarias.

La historia es una herramienta para descubrir las posibilidades efectivas del presente, porque tras los muros de la ignorancia, el conocimiento histórico nos permite mirar el horizonte de la actividad humana también en el ahora. El tiempo de hoy, ese irrepetible instante entre el pasado y el futuro anclando a la mitad de la cuerda, nos grita: ya actúa. Y esa acción resulta pletórica cuando descubrimos las herramientas precisas y los objetivos justos para su cumplimiento.

Conocer y develar la historia, nos permite claridad mental. Bastaría aprovecharla para disfrutar las enormes posibilidades concretas del ahora. Las posibilidades reconocidas integran una agradable película donde el tiempo fluye a tu favor.

martes, 9 de marzo de 2010

EL MAGNETISMO DE LA NACIÓN


Por Carlos Valdés Martín

Puede esa irradiación dibujarse con una línea invisible, más aún es mejor cuando su emanación permanece invisible, como las órbitas planetarias que durante milenios ocultaron su secreto de una fuerza gravitatoria enlazando al sistema solar. La irradiación de la nación, potencia oculta como motivación eficaz de los ciudadanos modernos, encierra un tema fértil para ricas discusiones. Sea como sea, existe una motivación gravada muy hondo hasta el nivel inconsciente de los ciudadanos, que hace de sus nacionalismo una pasión; sentimiento emocional vivaz y fácil de transformarse en actos, incluso en violencia y hasta guerra.

A nivel sicológico, la nación opera en el terreno colectivo, como el ser de “nosotros”. Existen diferentes “nosotros” a los que puede recurrir el ciudadano moderno, entre los cuales debemos mencionar a la familia, el barrio, la raza, la religión, el partido político, el grupo de aficionados deportivos o de pasatiempos, etc. Para la sicología el terreno estricto de la indicación nosotros aparece interesante y muy cuestionable. En cierto extremo se podría desechar el nosotros sicológico como una fantasía y su experiencia descartarse como la falsificación originada por una proyección del yo. Para Sigmund Freud también la experiencia del nosotros es esencialmente falsa, fruto de una proyección del yo individual. Un ejemplo típico, de esa proyección es cuando el aficionado a un deporte siente que "su" equipo ganó un encuentro, entonces debe de sentir una satisfacción porque "nosotros" ganamos; aquí se trata de una afinidad arbitraria, donde el aficionado proyecta su emoción hacia su equipo favorito y se imagina como si él fuera una parte integrante. También para algunos filósofos la percepción de un “nosotros” resulta equívoca, mientras que el individuo sí es realidad esencial, así, para J. P. Sartre en El ser y la nada la percepción del "nosotros" es una experiencia ilusoria ante la verdadera experiencia, ubicada en el yo individual; el nosotros es una experiencia para mí, no se puede acceder a una simultaneidad real, no hay conjunción eficaz de la otredad que indique un nosotros en sentido verdadero.
Sin embargo, sí existen situaciones diversas donde existe una vinculación real y el "nosotros" queda definido en una práctica, al mismo, tiempo la teoría social nos enseña que una de las determinaciones más importantes del capitalismo es el dominio de una enajenación social, que es un proceso por el cual se rompen los lazos sociales y la definición de un "nosotros" se convierte en conflictiva. Por ejemplo, la empresa es una organización económica real, que tiene un funcionamiento cotidiano que depende de actos materiales particulares de todos sus integrantes, desde el nivel inferior hasta la dirección general; en ese sentido, los involucrados pueden decir que nosotros "somos la empresa". Al mismo tiempo, la empresa es una institución económica capitalista, donde el mando está perfectamente delimitado y entonces la obediencia de los niveles inferiores el obligada; en el extremo, por motivos económicos las decisiones superiores se deben acatar y si existe una crisis las medidas correctivas incluyen los recortes de personal. La empresa deja de ser "nosotros" los empleados y se convierte en "las decisiones de ellos", que son propietarios o dirección general. Sin embargo, la dependencia del simple empleado hacia su trabajo en una empresa es completa y la fragilidad de su existencia está marcada por la posibilidad del despido, que rompe la imagen sicológica de "nosotros" y le regresa la soledad, que es uno de los significados de la enajenación. La situación de la empresa es ejemplar para mostrar la estructura de las relaciones prácticas del capitalismo.
La posibilidad de pérdida de las condiciones de vida está presente constantemente en la sociedad mercantil, donde la libertad se entiende también como abandono, como fragilidad. Sin embargo, la independencia del individuo en el sentido de no tener relaciones de dependencia con su entorno es imposible. Incluso las aparentes potencias exclusivas del individuo dependen de su vida social, como lo puede ejemplificar el idioma, que es una posesión privada de la persona en tanto él ha aprendido su uso, lo recuerda, lo habla, piensa en sus palabras, sueña en sus palabras; al mismo tiempo, es evidente que no existe un idioma privado, éste siempre ha sido el fruto de la comunicación entre personas, la simple existencia del idioma surge de la vida social.
La importancia para cada individuo de mantener el vínculo social, como la fuente de sus potencias particulares y universales, se refleja en la importancia que se le otorga a ciertas dimensiones colectivas, en las que se asume que somos "nosotros".
Desde el punto de vista sicológico, la primera relación que indica el nosotros es la compleja relación entre madre e hijo, que rápidamente pasa a complejizarse en relaciones familiares. Para el hijo pequeño la dependencia hacia una madre es completa, por lo que una persona (objeto-sujeto totalizador) está representado la integridad de las relaciones con el mundo. Quizá sea difícil aceptar o comprobar las especulaciones sobre la integración de la conciencia infantil que se concibe como unidad con la madre, y en ese extremo el nosotros sería anterior al yo , pero de cualquier manera queda la huella de cierto desbordamiento del yo hacia el nosotros, como lo ejemplificamos en las pasiones deportivas. En especial, se debe comentar que en las relaciones emotivas de los ciudadanos con sus naciones existen fuertes huellas afectivas de la relación con la madre y el padre. Podemos afirmar, que por la integración paulatina de los individuos y por la influencia del grupo sobre cada uno, es que el nosotros existe conflictivamente en la sociedad moderna, y “existencia conflictiva” no significa inexistencia.

PATRIA, LEGADO, PODERÍO.
Las huellas afectivas de la nación, como totalidad que inunda la conciencia son dos vías, son las dos caras de la moneda. Pero una larga historia milenaria de dominio, práctico y legal de los varones ha implicado que el término común haya sido el de patria, que es el derecho paterno entre los romanos. Este derecho era ley de la legitimidad de los hijos, la línea de la herencia, la recepción de los nombres. La mayoría de las sociedades más antiguas privilegiaron el derecho materno, la descendencia por la línea de las mujeres, sin embargo, por la posición económica superior de los varones en las sociedades agrícolas y la institucionalización de la propiedad privada, crearon las condiciones para que la herencia masculina se privilegiara. Establecer el apellido del padre era lo mismo que definir una línea de herencias materiales por el lado paterno, así que ambos procesos se acompañan, y esas instituciones se ligaban al establecimiento económico de la monogamia femenina.
Ahora bien, que la nueva generación reciba condiciones de reproducción es vital, y en las sociedades de clase se consideró que ese era el legado del padre, por eso lo que reciben los hijos es la patria, el derecho que otorga el progenitor varón para poseer su tierra, aquí entendiendo "tierra" como el conjunto de condiciones materiales para su vida, el arsenal de la existencia.

MATRIA, RAÍCES, LEALTAD.
Bajo la evidencia material y empírica de un mundo recibido para apropiarse queda un trasfondo, algo velado quizá, pero igualmente poderoso. El mundo que se puede heredar posee un eco efectivo, y afectivamente más poderoso, nos referimos a la raíz, a la fuente nutricia de la existencia. Ahí está el poderío afectivo que tiene la nación sobre los individuos, su sentido maternal. Si bien las mujeres, por milenios han sido el polo socialmente oprimido, en las relaciones de reproducción las hembras son el eje inmediato e irremplazable, así el fondo emocionalmente más fuerte. Por lo mismo, con el paso del tiempo, la "patria" de origen semántico en el padre, se transforma para convertirse en imagen de mujer; invariablemente la figura imaginaria de patria es de la mujer original, de la madre global de un pueblo. El papel masculino queda restringido a la mitología particular de ciertos próceres, convertidos en los padres de la patria. De modo contundente la patria se convierte en una mujer global, equivalente de las míticas diosas del mundo, como Maya la elefanta simbolizando el mundo, o las madres originales de los dioses.
Sobre ese fondo magnético, más allá de la materia concreta del legado de bienes terrenales, es que se erige una exigencia de lealtad avasalladora. La lealtad a la patria no es la defensa de ciertas casas y terrenos que se reciben como herencia, sino la pasión por un ente metafísico, más allá de lo sensible, que se desea mantener intocado. Podemos dar mil argumentos elegantes sobre el amor a la patria, por los infinitos dones que proporciona a sus habitantes, pero el psicólogo desconfiado agregará otro matiz. El tabú del incesto se transfiere en fiereza vengativa contra cualquier extranjero que mancille a la madre patria y no por casualidad Fromm considera que existe una asociación entre nacionalismo irracional y tendencias incestuosas inconscientes . El tabú está en la patria, su suelo es sagrado, y la afrenta se lava con sangre, pero como en un delirio de neurosis, la relación entre el crimen y el castigo está fuera de proporción, y trágicamente, la afrenta del extraño que mancilla a la patria se lava con sangre. Basta la existencia de extranjeros diferentes del “nosotros” nacional para que operen mecanismos de violencia delirante y militarismo.

LA TRASCENDENCIA EN EL NOSOTROS COLECTIVO
La conciencia, aunque sea ordinaria incluso, posee una función trascendente, un continuo escape y remisión hacia las dimensiones mayores. Respecto de la sencilla captación de los objetos, se observa el fenómeno llamado de la captación "sintética a priori", por lo cual el objeto inmediato, en su aquí y ahora, ya se presenta como una generalidad. Por ejemplo, el "aquí", la simple indicación de este lugar indicado, remite a la definición de un espacio. No puede existir un "aquí" sin su espacio, sin su ubicación como punto del espacio. La conciencia humana está preparada de tal modo, que la referencia hacia lo inmediato se dispara hacia lo general, pasa de la indicación precisa y sin desdoblamiento, hacia una determinación con línea de fuga, con salidas por varios horizontes. Esto no significa que las categorías ( propuestas por Kant) sean predeterminaciones de la conciencia, implantadas antes del saber, sino que éste por su estructura se orienta hacia la generalización y la lógica, por tanto, su función incluye sintetizar para conocer, generalizar para captar.
Pero también la conciencia presenta la reflexión, la captación de quien entiende, de quien está efectuando el pensamiento. Esta función también encuentra importantes resultados con su captación trascendente. Ciertas observaciones empíricas de la historia social revelan que el nosotros es anterior al yo, pues la comunidad primitiva es anterior a ciudadano. El asunto tiene diversas raíces, pero desde un punto de vista de la captación, parece atinado suponer que la trascendencia del yo hacia una indiferenciación colectiva sea una operación primaria, incluso anterior a una clara separación del yo respecto del mundo. El nivel más sencillo de pensamiento, como lo revela la Fenomenología, es también el más abstracto, abstracto en cuanto indiferenciado, pero las mismas conceptualizaciones que se usan para esto valen para aquello, así, cualquier lugar y cualquier tiempo es el "aquí y ahora". La primera autoconciencia se puede aceptar en términos de que "yo soy este mundo", como unidad de quien percibe y lo percibido. De esta manera, la conciencia colectiva (el sentimiento de nosotros en sicología hijo-madre) es muy primordial y previa a un sentimiento de separación entre yo y los otros. Ese sentimiento (conciencia) de nosotros es muy primitivo, pero en esa misma característica primigenia es que se debe considerarla como una percepción difusa, en ese "nosotros" cabe la madre, la familia, la hermandad, la pareja, la agrupación, la colectividad, la multitud, la tribu, la población, la nación, etc. Ahora bien, las dos formas modernas socialmente más aceptadas son la familia (consagrada por una aceptación privada, religiosa, etc.) y la nación (legitimada por una aceptación pública, política, etc.). Por lo mismo, en el lenguaje popular estas aceptaciones de "nosotros" deben ser comunes, entendiendo como "nosotros" desde esta familia hasta los compatriotas, los mexicanos.
Además, quizá, la designación moderna del "nosotros" es la más tensa de la historia. Este secreto ya lo había observado el joven Marx , cuando indicaba que ciertas épocas resultaban titánicas, por el desgarramiento entre la sociedad y el individuo, con las tensiones extraordinarias que traían aparejadas. Épocas titánicas caracterizadas por grandes dramas y grandes creaciones. En la modernidad, el lado social, el nosotros es tan difuso, pero tan poderoso, que tiene un magnetismo desquiciante. El lado individual, es tan concreto y tan acentuado, pero tan frágil que tiene una vitalidad angustiante. El "nosotros" como representación, tan inmediata como fantástica de la vida social, de continuo parece que se escapa o se subleva.

UNA IMAGEN PARA EL CONJUNTO
La consideración de que existe una imagen plástica para cada conjunto nacional, está plasmada con elegancia en Masa y Poder de Canetti. En ese texto, Canetti indica que las naciones deben contar con una imagen colectiva, que sintetice su identidad, entendida como esa complicidad que reúne un sentimiento nacional. Como artista que es el autor, indica que conviene la síntesis de una imagen plástica, una especie de metáfora adecuada al grupo, de tal modo que el grupo mismo se describa a nivel de imagen visual; algo así como una fotografía adecuada al inconsciente. Con esa fotografía del grupo nacional se revela una posición esencial ante la existencia por parte del mismo grupo. La simplicidad de la misma fotografía del grupo permite su continuidad en el tiempo, porque no se trata de la existencia de individuos particulares o la situación histórica coyuntural, sino de plasmar una posición de grupo ante la vida, que pude permanecer durante siglos. Este concepto nos llevaría hacia una imagen visual colectiva de la identidad nacional. Propone como ejemplo a Estados Unidos, a Inglaterra y a Suiza. Los suizos le parecen que se identifican con su entorno natural, de tal modo que ellos están identificados con los Alpes y el conjunto humano se percibe como un grupo de montañas, de tal manera que asumen como sus rasgos la fuerza, la estabilidad, la pureza y una cohesión inalterable; entre las montañas puede haber separación, una individualidad fuertemente independiente, pero que como cordillera encierran un acuerdo, que no pone en peligro su individualidad. Según Canetti ese es el retrato sicológico de la nación suiza, un caso peculiar de unidad entre gentes provenientes de razas diferentes y con distintas lenguas, que respetan su individualidad en la colectividad. Los ingleses le parecen que se identifican con los tripulantes de un barco, con su isla como el barco mismo, y los habitantes fuertemente unidos contra los elementos hostiles, desplegando una gran disciplina ante la naturaleza peligrosa, y desplegando a confianza ciega de devotos marineros para sus capitanes y así arribar a puerto seguro. Los estadounidenses le parece que se identifican con lo mismo que revela su bandera nacional, ellos se perciben como un conjunto de estrellas, porque el individualismo extremo de ese pueblo le hace desear que “everyone star”; a pesar del egoísmo estelarista, se mantienen coligados en un pacto de unión de estrellas; entonces se retrataría una interpretación de la nación acorde al “american way of life”. Además podríamos agregar que las estrellas son estimadas como las luminarias más elevadas del firmamento, lo cual los colocaría en una aspiración de supremacía mundial, por estar destacando en el cielo entero, sin conformarse con brillos locales. La peculiaridad extrema de esta interpretación es que la bandera del país efectivamente estaría captando el mensaje inconsciente del pueblo, que desea el firmamento como su estilo de vida.
Dejemos a Canetti para volver la mirada al caso de México, donde el problema de las secuelas de la conquista y la imagen negativa basada en una forma de inferioridad debe haber afectado esta imagen colectiva. En este caso, como en muchos otros, es más fácil apresurar un juicio sobre los territorios extranjeros y extraños, porque estar adentro y autodefinirse implica la doble tarea de pensar y actuar. La situación histórica de la conquista, sin duda nos llevaría hacia una imagen colectiva de una masa de vencidos, hacia la colectividad de prisioneros. Si nos dirigimos hacia el periodo independiente, entonces las imágenes colectivas más poderosas brotan de masas en ebullición que luchan por su libertad, como la plebe independentista y la masa de los revolucionarios; pero ambas masas, en sentido inmediato fueron derrotadas. Si relacionamos ambas masas estaríamos ubicados en una tensión, dualidad entre la masa de prisioneros y la de sublevados; más todavía, el sublevado es una tensión metamórfica entre la ruptura de su cadena (negación del prisionero o del colonizado) y la vía hacia la superación definitiva del estado de no-libertad o el regreso hacia el mismo, pues la sublevación es un estado dinámico, inestable, de rápido tránsito. En cierto sentido, la imagen de la masa revolucionaria fue la imagen oficial siglo XX de la consolidación de la nación, pero esta imagen oficial implicaba una derrota de las masas sublevadas y la conversión hacia lo contrario, por lo que la “revolución institucionalizada” era el regreso hacia la obediencia. Permitiéndonos una hipótesis veloz, indicamos que los acontecimientos que condujeron a la masacre de estudiantes de la plaza de Tlaltelolco eran una clara indicación, de que la objetividad de la integración nacional (modernizadora y exitosa) conducía hacia una nación obediente, como de prisioneros, signo de una identidad nacional traumatizada por un Estado muy opresivo, sin interés profundo por la libertad social. Sin embargo, aquí el sujeto de la identidad colectiva debe ser la masa poblacional misma de una nación, el Estado solamente es una anécdota, una indicación de la situación de la masa profunda.
La hipótesis de la identidad nacional cuajada en una imagen colectiva de masa de prisioneros tiene otro emblema, en una anécdota histórica extraña e inquietante. La arquitectura austera, rayana en la fealdad del Palacio Nacional de México, cuenta como explicación una anécdota, que narra una simple coartada o la frontera de una leyenda. Según esta anécdota el Palacio Nacional de México y la Cárcel de Lima se diseñaron conjuntamente en tierras ibéricas por reconocidos arquitectos, quienes enviaron al Nuevo Mundo los planos originales por barco en un largo viaje trasatlántico, con la curiosa y traviesa casualidad de que los planos se confundieron. El resultado, si la narración fuese verídica, sería que el sombrío diseño de una cárcel colonial quedaría albergando la sede típica del poder político en México, de tal manera la cúspide gobernante tendría como sello distintivo asentarse dentro de un diseño carcelario. Pero ¿quién confunde el habitar con el encarcelar?
Debo indicar que la imagen de la masa de prisioneros, que nos emparentaría tan de cerca con los judíos del holocausto, señala una hipótesis extrema que no corresponde con el fenómeno completo de la identidad nacional mexicana. Afortunadamente, ese lado oscuro del sometimiento de la masa nacional en condiciones de opresión, constantemente es desafiado. Utilizo esta hipótesis extrema como un llamado de atención ante las enormes taras que siguen ahogando nuestra vida nacional. La imagen colectiva de la nación mexicana posee elementos antagónicos en el signo carcelario. Nuestra imagen colectiva ha ido cambiando con el paso lento de la historia y tendrá que transformarse radicalmente con avance del siglo XXI. Este argumento no se refiere a una conjura de fechas cabalísticas, sino a la necesaria transformación de una identidad colectiva, en base a las luchas sociales y a los cambios en la base. La gesta de Independencia corresponde a una tentativa por transformar a una masa de prisioneros cautivos producto de una conquista y colonización, la gesta heroica se repite con la Revolución como tentativa redentora del sector más oprimido de los peones acasillados (de nuevo la imagen cercana al esclavo), y ante cada extremo de opresiones las aspiraciones por una mejor imagen colectiva se manifiestan. Superar un pasado de oprobio se mantiene como motivación esencial y la dirección única posible a lo largo de siglos. La metamorfosis positiva parece postergada, pero no pierde su fuerza de evocación. Plantear que aspiramos vagamente a mejoras en el país no es suficiente, es también necesario convencernos de que debemos escapar, como de una peste, de las posibilidades negativas impuestas en el pasado, como la imagen nefasta de integrar una masa de esclavos, conducidos como reces al sacrificio inútil ante la avidez del sinsentido. El magnetismo de la nación también se forja como una huida hacia adelante escapando y remontado el vuelo (como el águila) sobre lo que nunca queremos ser, nunca jamás. Y con alegría descubrimos el efecto de un magnetismo propio de una metáfora celeste, el cual nos eleva como nación, sobre alas metafóricas hacia un espacio sublime, también un espacio propio de las imágenes nacionales.

jueves, 4 de marzo de 2010

EL CULTO AL ROBLE Y EL ÁRBOL SAGRADO COMO EJE DE LA EXPERIENCIA PRIMERA


Por Carlos Valdés Martín

Entre la gama de las culturas de raíz lingüística “aria”, como romanos y eslavos, el roble es el árbol central, y a su vez el culto del árbol siempre es importante en esa y otras tradiciones religiosas. El roble se asocia con el dios supremo como el latino Júpiter y el escandinavo Thor, dioses del rayo y la lluvia, elementos naturales vinculados con la vegetación y las copas más altas de los bosques.

Resulta extraño que en un área geográfica tan extensa, la longitud completa de Europa (desde Italia hasta Lituana o más allá), y durante un periodo histórico tan largo (desde los albores históricos griegos hasta las últimas manifestaciones del paganismo nórdico europeo) dentro de los cultos populares el roble haya conservado un papel tan significativo. La combinación de un área extensa y diversa (Europa) y un periodo tan prolongado y significativo (desde la Antigüedad hasta la modernidad) justamente debe llamar la atención al historiador para nombrar esto como un “hecho contundente”. La combinación de enorme extensión de espacio y tiempo debe titularse como una “evidencia incuestionable”.

A la distancia, desde las gafas de las civilizaciones urbanas, no parece que se distinga claramente un árbol central, como el árbol entre los árboles, el árbol sabio o el rey de los árboles. Podemos aceptar ciertas cualidades materiales de tamaño, longevidad y dureza pero no se nos representan tan distintivas. Efectivamente el roble pudo ser más alto, longevo y duro, pero es difícil que eso quede perfectamente asentado en la conciencia práctica de las personas de perfil urbano.

Lo único evidente resulta de la vista y es el tamaño del roble. Por tamaño se podría aceptar que un árbol mayor fuera superior al resto. Pero no siempre lo grande merece el culto y la veneración. Pero su mero tamaño no parece tan extraordinario frente a otras especies de árboles grandes como los altos y espigados pinos. La dureza de la madera es apreciada, pero será un tema de especialistas, un secreto propio de los carpinteros, quienes recurren a diversas maderas, y no siempre la dureza suprema es mejor y más conveniente, porque se dificultan los trabajos. Finalmente, la longevidad tampoco es algo demasiado evidente para la vida de un individuo. Una gran variedad de árboles ya eran viejos antes que cada persona naciera y seguirán de pié al morir la persona.

Existieron razones suficientes para seleccionar al roble, y debemos notar que se le selecciona dentro de un culto, por lo tanto, estos árboles representaban, incluso, dioses vivientes. Quizá el término “dioses” excede y no representa la visión de todos los pueblos. En algunos pueblos, sí los consideran como dioses, y en los demás, al menos, significaban espíritus, entidades intermedias entre lo sagrado absoluto y el reino terrenal, a los cuales respetar y venerar, temer y aplacar.

Dentro del conjunto “robles” además destacaban a ciertos árboles, como el árbol totémico o el sagrado, el de comunión con el más allá, el árbol shamánico. Reiteradamente el bosque con robles era un lugar apropiado para ritos religiosos. Pero seleccionaban comúnmente a un árbol como protagonista, como interlocutor, ahí se concentraba el poder de lo sagrado del ser arbóreo o boscoso. Al macizo sagrado elegido como interlocutor debe respetársele, jamás lastimarlo y hasta le entregaban ofrendas. Resulta central en los cultos ese árbol que se ha convertido en “individuo” completamente aparatado de lo natural, para destacarse como la encarnación de lo sobre-natural.

En especial, al árbol se le asocia con la lluvia, y se sigue afirmando hasta nuestros días, aunque sin la tonalidad religiosa, que de la forestación depende la precipitación fluvial en las campiñas. Las zonas desforestadas peligran convertirse en desiertos. En el culto de los arios, el roble era el intermediario para conceder las lluvias.

En la etapa primitiva, los reyes fungían como magos y los magos ascendían a reyes. Para los pueblos agrícolas la necesidad de la lluvia resultaba vital y el árbol era el interlocutor para atraerla. Ante el roble el pueblo acudía a pedir la lluvia y comúnmente los reyes locales se encargaban de esta labor. El rey debía traer la lluvia mediante la oración ante el roble sagrado, destacado individuo en el bosque.

La antigua corona del rey romano era una guirnalda de robles (no de laureles) y el cetro una vara de roble . El símbolo del atributo real venía del roble. El roble era el rey entre los árboles y confería los atributos de realeza. Incluso conviene sospechar que existe relación etimológica latina entre “noble” y “roble”, al menos el roble resultaba el árbol noble.

El otro polo de la situación del árbol es el rayo, por constituir el pararrayo natural. Las descargas eléctricas de los rayos confirmaban una vinculación del árbol con el dios del rayo. Este es otro polo de la relación, donde la vida se manifiesta como fuerza extrema. Ignoro si en particular los robles sobrevivan a las descargas de rayos, porque esa peculiaridad del sobreviviente ha sido deificada por los pueblos; pues quien sobrevive al rayo se considera como “tocado por dios” y se integra en el ámbito mágico.

Del rayo proviene el fuego, y al principio el rayo debió ser la fuente única del fuego, porque transcurrió un periodo extremadamente primitivo cuando se ignoraba la manufactura artificial del fuego. Cuando se encontró la forma de hacer flama artificial, la fuente principal consistió en la mera fricción de maderas. En este caso, el culto del fuego es sostenido por el árbol y de ahí se establece una relación de sacralidad incrementada. Siendo el fuego tan importante para las regiones nórdicas, durante milenios fue la madera su materia prima ideal y principal.

Se afirma correctamente que las herramientas definen el registro del avance de la historia humana. Las “épocas” humanas se han determinado por el material del que se fabricaron los instrumentos, así se inició la producción con la piedra. Pero si nos detenemos un poco encontramos, que la herramienta primera es “piedra con madera” y después cuando aparecen los metales, en gran medida siguen siendo “metal con madera”, y pasarán milenios hasta que la madera deje de cumplir ese papel indispensable y complementario del metal para la confección de las herramientas (palas, picos, hachas, macanas, palancas, ruedas, trabes, poleas, etc.) y los enseres (tablas para muebles, barcos, carretas y casas). En ese sentido, la madera “dura” resultaba esencial para la calidad de las primeras herramientas humanas y lo siguió siendo durante milenios. En ese sentido, la calidad de la madera resultaba un principio evidente y práctico que abarcaba la vida cotidiana completa y no se restringía al especialista de su producción.

Entonces nos encontramos que alrededor del árbol aparecían los extremos de la vida, en diversas fases. Eran extremos diferentes y también, evidentemente entrelazado para quien podía darse cuenta completa de su operación. En torno al roble sagrado y al árbol profano descubrimos extremos tan diversos:
• de lo sagrado (el asunto de los dioses) y lo utilitario (la fabricación de las herramientas);
• de la conservación del material (madera dura para herramientas y enseres resistentes) y de su aniquilación (el fuego);
• de lo espacialmente alejado (los santuarios de los bosques lejanos en valles y montañas) y lo central, integrado al seno de la tribu (el fuego como eje del hogar y el mango del palo al centro de la mano);
• de la fuente de poder (el árbol de roble como atributo de la realeza) y de lo fútil del mundo (la ceniza de la madera después del fuego);
• la conexión con lo inalcanzable (la relación con el cielo en la lluvia) y su naturaleza alcanzable (el tronco a la mano porque está inmóvil enraizado en la tierra);
• la dirección del cielo (la copa del árbol) y la dirección de la tierra (la raíz del árbol);
• capacidad de la empatía con lo natural (asumir al árbol como ente “pensante”) y facultad de enajenación para mirar como simple ser inerte (reducción a mera madera, puro material de elaboración);
• aceptación de lo inmóvil (el tronco como el extremo inmovilista del ser vivo) como vehículo de movimiento (al ser interlocutor de la naturaleza con el más allá);
• fusión de los cuatro elementos primigenios enlazando el ciclo de agua, tierra, viento y fuego.

Este conjunto de extremos además indica un complejo y rico movimiento, respecto de los cuales el ente arbóreo pareciera jugar el papel de eje, permitiendo o patentizando las transformaciones que transitan hacia los extremos de la vida. En ese sentido ofrece la imagen viva de lo que forma un “eje”, el centro de todas las direcciones.

Esta idea del árbol especial concentrando el eje del mundo aparece revelada por aquéllas religiones que veneran un enorme roble pues constituye el vínculo entre la tierra y el cielo . Y la otra manera de afirmar esta visión aparece cuando un árbol sagrado sostiene el mundo.
Entonces aparecen como benditos los árboles que nos muestran la dinámica completa del mundo en su simple material y bendito el roble como estandarte del mundo arbóreo todavía a nuestro alcance.

martes, 2 de marzo de 2010

EL CHAMAN COMO COGNITARIADO: REFLEXIONES EN TORNO A LAS ENSEÑANZAS DE DON JUAN, UNA FORMA YAQUI DE CONOCIMIENTO DE CARLOS CASTANEDA

 

Por Carlos Valdés Martín 

 

El lugar sería común si no fuera extraordinario, porque el relato de Carlos Castaneda se inicia en un terreno de simples descripciones, casi sin maña ni literatura ni pretensiones de estilo, porque la trampa de la telaraña debe tenderse invisible, para atrapar al insecto cuando se ha adentrado. La fórmula llana, sin adornos, arma la carta de entrada para una pretensión de realidad absoluta, que jamás se comprobaría; porque el escrito, corresponde a la literatura pero ofrece ese género extraño de literatura-realidad, ese entramado que mezcla las pretensiones de “diario estricto de hechos” con ficciones elaboradas; de tal manera que el “hambre de realidad del lector” se entrampa con esa mezcla (¡alucinógena!) de realidad a ras de suelo atada con el antagónico de lo cotidiano: los estados alterados, la sicodelia del más allá, “la otra realidad”. La fuente auténtica (el chamanismo, la brujería en general) y supuesta (una persona particular, Don Juan) define lo antagónico al proceso de conocimiento claro y distinto que abrió el camino del progreso técnico de Occidente; es decir, la fuente es el manantial del oscurantismo, el mundo arcaico, el mundo en vías de extinción a golpes de chimeneas y cemento. La materia del relato señala también el antagónico al proceso racional y lógico, es la realidad alterada, el desafío completo a las leyes de la razón, el terreno propio de la magia (que paradójicamente se describe como no-magia); es decir, la materia del relato escapa a la razón y a la lógica. Sin embargo, a pesar de la fuente y la materia antagonistas con el saber y la razón, el conjunto del relato, de principio a fin y de manera metódica en sus apéndices, nos guía hacia la conclusión de que entrega un proceso de conocimiento “especial”, manifestándose mediante sujetos que buscan un “conocimiento” como la meta más elevada, y casi única por su entera existencia. El chamán yaqui se convierte en la figura del sabio, el sujeto dedicado al conocimiento. La primera edición de este libro marca el año 1968 y en Estados Unidos; lo cual indica una empresa, paradójica pero consistente, de reapropiación de lo irracional (por antonomasia, por excelencia) mediante una operación literario-racionalista. Castaneda frente a Lukács Con el libro de Carlos Castaneda se comprueba y se rebate simultáneamente la tesis de Lukács ; este autor húngaro sostiene que el irracionalismo asalta la Occidente, que la decadencia burguesa generalizada provoca que la razón clásica decaiga y se acepte lo antirracional como la guía. Este libro significa literatura-estudio, curiosa mezcla y ya por ese lado es irracionalista, pero también es una clara muestra de una fórmula para dominar un terreno que había sido dejado de lado por el racionalismo occidental, abandonado como si existiera una rendición de antemano ante los “poderes” de lo irreal. Lo que no había intentado la filosofía occidental, de dominar y explicar el chamanismo como “otra racionalidad y un aprendizaje” lo intenta Carlos Castaneda. En cuanto tentativa, independientemente del juicio de si Carlos Castaneda logró su meta, el esfuerzo por mostrar al chamanismo como una educación lo convierte en una avanzada del racionalismo, en el mismo sentido que la sicología freudiana es la avanzada para que la razón penetre en la irracionalidad sicológica. Así, en cuanto tentativa Carlos Castaneda rebate a Lukács, y todavía más, permite cuestionar los motivos por los que el campo de la razón que acepta Lukács no se había propuesto codificar “desde el interior” al chamanismo. La respuesta a la pregunta del racionalismo de Lukács implica un formalismo: su fórmula de la razón es poderosa, pero estrecha, porque solamente una forma de la razón de occidente, le parece verdaderamente racional, porque su fe en el marxismo como la única expresión verdadera de la continuidad de la filosofía clásica (y demás fuentes) debido a que enraíza en una clase social revolucionaria, convertida en un “punto de vista de clase”, como consciencia de clase (unidad de cuerpo y mente en verdad absoluta) resultaría definir la única variedad acertada de razón, frente a la cual lo demás dibuja una pseudo-razón. La definición de seudo razón (o racionalismo fetichista y cosificado) es una interpretación del marxista Lukács que se enfoca para combatir las creaciones mentales de la burguesía y del capitalismo, pero también las formas previas; entonces las emanadas del precapitalismo no salen bien libradas, están en el terreno de la ideología y no merecen siquiera un estudio interior, ni significan vías de acceso alternativas a (ni un mínimo de) verdad. En fin, para Lukács como clásico del marxismo, el tema chamanismo ni siquiera valdría la pena tomarlo en cuenta, entonces en esa perspectiva lapidaria más bien, la consideración del tema es una muestra clarísima de la decadencia ideológica y el irracionalismo de quien abordarse el tema. Claro, aunque esta discusión cae en el campo de las suposiciones porque Lukács no tenemos noticia que haya discutido el chamanismo. Cuando las referencias al chamanismo parecen por el campo de la “antropología”, el mero hecho de que quien integra el estudio sea un antropólogo, ya implica una desviación del campo del marxismo estricto, pues la antropología ahí no tenía ninguna cabida, sino describe una actividad trazada sobre una materia prima (en bruto o “empiria”) no presupuesta por el marxismo, por tanto inaceptable. *** 

El chamanismo como práctica 

Para Carlos Castaneda el chamanismo es conocimiento práctico, para lo cual el regreso a las descripciones nos muestra una diligencia mental asombrosa, porque ofrecen una colección detallada e impresionante, si la observamos como mera práctica, como simples reglas detalladas de una acción y no lo etiquetamos (de antemano) como magia. En mitad del relato Castaneda explica con detalle la preparación de un tabaco con hongos, en forma minuciosa y operacional. El escéptico debe entender que los detalles implican la superstición, que el exceso ritual saca al evento de la práctica operativa, pero debemos recordar que las oportunidades de acción están delimitadas en el espacio y tiempo. En ese pasaje que vale la pena recordar, desde un inicio se aclara que presenciamos una enseñanza de Don Juan para que el alumno aprenda a preparar una mezcla. La meta no desemboca en el objeto (el tabaco mezclado), no pretende producción directa sino aprendizaje. Reconoce el personaje chaman al objeto natural, las matitas y los hongos, para lo cual indica un tiempo absoluto, exactamente el día de las ánimas (quizá el exceso o la justeza en la fecha). El alumno aprende a reconocer, a manipular en cortes y a preparar, dejando secar esos productos. Como procedimiento cuenta con varias etapas. Después acontece el encuentro, el juntar las partes. Existe la acotación del peligro mortal con el producto, que no se minimiza como detalle pintoresco, sino que debe verse como un elemento crucial de esa práctica: su rango también lo confiere su peligrosidad. En el riesgo se aquilata correctamente al saber, porque con un error de cálculo aparecería la muerte. Esa supuesta práctica cala hondo para cambiar al sujeto, porque da libertad y permite ver. Mediante un proceso tan rústico y sencillo (en apariencia) en el relato se afirma un prodigio, pues ocurre un cambio para la totalidad del practicante, entonces el alumno se puede iniciar como un “hombre de conocimiento”, que se caracteriza por conquistar su límite, accediendo hasta el filo último donde se encuentran los secretos del poder y el conocimiento. ***

 Segundo round: Lukács contra Castaneda 

Si comparamos la circunvalación implicada en ese proyecto chamánico transitando desde el alumno ignorante hasta el “hombre de conocimiento” o chamán nos encontramos con un símil (microcósmico, personal) con la entera historia de Occidente, que describe el avance de las fuerzas productivas, el ascenso desde la impotencia al poder (entendido como práctica total, la transformación de la materia según fines subjetivos) por medio del paso desde la ignorancia al saber (porque el conocimiento constituye la principal herramienta en el avance de las fuerzas productivas). Resulta curioso que la meta individual del chaman, el individuo no occidental y no práctico, resulta resumiendo la meta del gran progreso. En vez de individuo caprichoso y fantasioso, según este relato y otros más , el chaman se convierte en lo contrario, en personificación de la necesidad histórica. Esta elevación del chamanismo marginal e incomprendido hasta una práctica de saber y poder resulta esencial en la obra de Carlos Castaneda, porque es la reinterpretación del “otro” (marginal, indígena, no occidental) en “lo mismo” (o incluso lo mejor), sin que esta conversión pretenda implicar una conquista y una negación de chaman, sino todo lo contrario, el seductor y el conquistador es el chaman. El chaman en el relato realista representa un mundo alterno, otro cosmos rechazado por el mundo cotidiano, la para-realidad del chaman es un mundo existente y no únicamente como estado de consciencia, sino también como vehículo entre las práctica humanas. El chaman irrumpe en la ideología occidental desde los ’60 como seductor y conquistador, pareciera que la mentalidad de Occidente se cansa de su cotidianeidad y anhela el vehículo para escapar , ese mundo alterno posee sus propias leyes que delimitan en la fantasía, pero suponen un mundo exclusivo, accesible por medio de la más estrecha de las puertas y el chamán dice poseer la llave. Si seguimos con las comparaciones y volvemos con Lukács, donde el relato de Carlos Castaneda nos trae a la mente dos dimensiones: totalidad, mundo cósico y acceso al punto de vista privilegiado. La analogía de la separación del chamán frente a la realidad ordinaria y el discurso de Lukács parece sorprendente. Para conquistar la visión de la: 1) totalidad del mundo (única posición verdadera) es menester romper con la visión, 2) visón enajenada del mundo (la ideología ordinaria capitalista) y entonces se llega por medio de una única vía, que debe pasar por arduo y ortodoxo aprendizaje del marxismo, para llegar a una 3) posición de clase privilegiada y radical (el punto de vista de la clase revolucionaria ), que cuando se tiene se logra un punto de vista que rebasa lo aparente, llega a la realidad, y abraza la totalidad. Esta estructura de la crítica radical del mundo y la conquista de una posición para abrazar la totalidad verdadera está también presente en el relato del chaman, la pretensión es similar, aunque de muy diferente y opuesto calibre: 1) la totalidad del mundo es la unidad de esta realidad con la otra, donde la otra realidad no es simple fantasía sino un mundo con reglas, entonces 2) el camino es solamente el que tiene corazón, se logra por manipulaciones precisas y un aprendizaje riguroso, dominio de las plantas con sus aliados, y después del aprendizaje se arriba a 3) ser hombre de conocimiento, el chaman, que domina, el saber y el poder, quien usa en exclusiva los secretos de ese trasmundo para dominar también éste. Estableciendo esta curiosa analogía entre Lukács el marxista materialista y Castaneda el literato fantasioso del chamanismo es porque ambos describen un proceso de conocimiento crítico, en contra de la presencia dominante, aunque sus métodos y metas son radicalmente diferentes. Entonces un “punto de vista” anteriormente inexistente es generado mediante una construcción. *** 

El tipo de cognitario contenido en el chaman 

Utilizo este término de “cognitario” para designar al individuo sostenido por su conocimiento, antes que cualquier otra propiedad o herramienta . A pesar de las diferencias radicales, entre las sociedades agrícolas y las actuales, queda en evidencia que el chaman aparece como un congnitario, y no tanto por el relato de Carlos Castaneda, sino desde tiempos inmemoriales, el chaman aparece en una posición entre el sacerdote y el médico, entre el farmacólogo y el mago. Esta convergencia de cualidades implica un conjunto de técnicas decisivas en la formación de la existencia individual y de la figura social de los pueblos. El antiguo chaman corresponde a sociedades agrícolas en extinción, pero su figura ha trasmutado, especializándose como el sacerdote y el médico, figuras tan cargadas de autoridad y esenciales para la organización social concreta de los pueblos civilizados. Este recordatorio nos permite observar que el punto decisivo está en que el concepto cognitariado (el poseedor moderno del saber) no debe entenderse tan racional como parecerá que se interpreta. El cognitariado configura la “clase” que maneja el saber de una sociedad dada, pero el conocimiento es muy diverso, no delimitado a saberes racionales, claros y distintos como los quería Descartes, sino que incluye saberes de hecho, incluso opuestos a la misma racionalidad (el instrumento universal por excelencia) y dedicados a la devoción religiosa, la percepción del trasmundo, la visión del propio cuerpo (la salud, la belleza). Los saberes de hecho se comprueban con su mera existencia y hasta por su resultado, pero esto no significa que su trama (diseño, motivo, esencia, estructura) de eficacia esté clara y distinta para sus mismos actores, los portadores del saber. El artesano cuando elabora una vasija quizá cree que la dureza del material la garantiza por su ritual de veneración al barro y no por la temperatura del horno que emplea; el médico brujo cree que la curación del enfermo proviene de la invocación de espíritus curativos sin importar las propiedades químicas de la hierba suministrada (incluso ignora la existencia de componentes químicos). Pero el ejemplo del chaman aparece el más problemático, porque el término conocimiento (cogni) en nuestro tiempo ha tomado el sentido laico y terrenal como su esencia; de manera instintiva asociamos el conocer con una situación más racional y operativa. Si el medio y el objeto del saber no son racionales, de entrada rechazamos la presencia de algún tipo de conocimiento. Por lo mismo, Carlos Castaneda insiste demasiado que su Don Juan Matus es un maestro, que esa experiencia elabora un aprendizaje, que la brujería chamánica integra un saber, pues las dificultades y la rareza de ese saber no esconden su verdadera naturaleza; más aún, la meta del chamanismo es “el conocimiento” tal cual y quien busca esa meta resulta un “hombre de conocimiento”. *** 

Hambre de realidad y aprendizaje 

El hambre de realidad aparece como la necesidad manifiesta del éxito de Carlos Castaneda. Esta peculiar hambre resulta muy comprensible en una época con excesivos mensajes, desmedidas fantasías, abrumadoras creencias destrozadas, sutiles falsificaciones perfectas, multitudinarios engaños masivos, frecuentas ilusiones rotas, portentosas escenificaciones estéticas pero falaces y descorazonadores equívocos sutiles. Gran parte de la experiencia vital cotidiana del capitalismo queda plagada de apariencias seudo-reales, especialmente porque el sistema de comunicación permanece cruzado por un sistema de mensajes de comercio, espectáculos públicos y despliegues políticos que se adivinan como desviando la cruda situación. De entrada, por principio y de antemano el consumidor-espectador-ciudadano se reconoce consumiendo por medio de productos-shows-discursos conteniendo sesgos de falacia, que distorsionan su percepción y sensación de realidad. De alguna manera resulta perceptible (o hasta evidente) que el comercial y la envoltura sirve para desviar la atención del producto mismo; el grado de materialidad del producto está alterado por el entorno y proceso que lo vende y esta operación se repite en el conjunto del sistema. Sobre cualquier producto hay una capa tan densa de publicidad, logística, mercadotecnia, envolturas, mensajes y consideraciones que la materialidad del producto mismo se minimiza. Por eso emerge una sensación de irrealidad, una percepción sutil de que los individuos están separados del mundo por una cortina de mercadotecnia, glamour y de espectáculos . Un mérito enorme de Carlos Castaneda es ofrecer el consumo de una ficción pero aparentando una realidad llana, especialmente, cuando describe la ficción de otro mundo, que se percibe como trasmundo invadiendo nuestro presente. La cotidianeidad misma se ha desdoblado en el relato , para irse abriendo camino, poco a poco, la nueva realidad, la densa evidencia reservada a los iniciados, a los metódicos del aprendizaje de una sicodelia privada (por inaccesible al público). Entonces la literatura descubre el cosmos de lo oculto, tan oculto como un tesoro inaccesible para el ignorante, accesible por un aprendizaje metódico (¿pero esta dificultad para alcanzar la verdadera realidad no estaba ya preparado por la figura de la ciencia, figura de un saber arduo y especializado, fuera del alcance?). Precisamente, los lectores no conocen esa “realidad aparte”, ellos son los consumidores ávidos de ese otro mundo, guardado bajo las llaves del brujo yaqui. Así, los lectores urbanos y ajenos al pueblo yaqui y sus chamanes leen extasiados; así, el libro es vehículo de una fantasía del aprendizaje abreviado, ensueño de la fórmula mágica para presenciar las transmutaciones más fantásticas (¿pero este acceso acelerado a otras realidades por medio de un objeto sencillo y manipulable, no está presente ya en todo la estructura tecnológica del capitalismo, que con la adquisición de ciertos bienes se puede llegar a los diferentes confines de lo asombroso?). *** 

El suelo fértil para la semilla del chaman 

Son los lectores del año 1968 en adelante quienes manifiestan la necesidad de saber, de encajar el diente en ese trasmundo chamánico, asimilándolo como un tipo especial de discernimiento. El interés (extraordinario) de los lectores modernos sobre el texto de un brujo yaqui y su aprendiz son una confesión de la modernidad paradójica. Después de muchos siglos el chamanismo vuelve a aceptarse seriamente como un aspecto del saber y como una operación mental válida. Durante siglos el chamanismo estuvo condenado como entre brujería y como antagonista de la religión y del racionalismo. Aunque los motivos racionalistas y los motivos religiosos del ataque contra la brujería eran diametralmente opuestos, el resultado era el mismo: el anatema contra la brujería resultaba unánime entre las buenas consciencias del occidente cristiano. La brujería de los pueblos indios mostraba un resabio del pasado, una costumbre arcaica destinada a desaparecer, la cual no merecía ninguna atención. Únicamente, después de muchos siglos de racionalismo, parece posible que el chamanismo sea aceptado dentro del campo de los saberes alternativos, estimado dentro de las experiencias humanas que incluyen algún grado de conocimiento.