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domingo, 27 de noviembre de 2011

EN AUSENCIA DE LOS DIOSES REINAN LOS FANTASMAS: REGRESO AL ROMANTICISMO





















   

Por Carlos Valdés Martín

El artículo de William Ospina "Los románticos y el futuro"[1]  es un texto interesante porque marca un diagnóstico de vigencia. Para afirmar que el romanticismo clásico está vigente, Ospina hace su propio balance del capitalismo y lo que debe de corregirse. El ensayista colombiano cree encontrar en el romanticismo una fuerza con la cual superar las maldiciones evidentes del presente. Por lo mismo, ese artículo representa un balance sobre el presente y las posibilidades de superarlo.


Romanticismo colosal
William Ospina considera que el romanticismo ha sido "el más alto momento del espíritu occidental" y esto no sólo es pasado e historia, sino como "tierra firme donde podrá sustentarse el esfuerzo de nuestra época por encontrar alternativas a la barbarie que crece sobre el planeta"[2]. La opinión de William Ospina indica que el romanticismo aporta la base esencial para una revolución de la modernidad, la plataforma para su transformación de fondo. Entonces contienen muchos méritos las ideas de los románticos, ya que Ospina les descubre la virtud de ser el talismán del cambio y la cura universal para los males presentes. Recordemos que esto se escribe en la década del noventa tras derrumbe del socialismo irreal, por lo que este discurso se ofrece, en su ambición transformadora, como sucedáneo del discurso revolucionario clásico.
Estas afirmaciones indicando una “revolución por el arte” parecerían simples excesos polémicos o afirmaciones dichas sin intención, pero no hay tal inocencia, sino que William Ospina pretende sustentar sus tesis sobre una argumentación lógica, aunque otros partidarios del sueño y la noche se saltarían con alegría ese requisito de argumentación rigurosa.

La modernidad: refinamiento de la barbarie
Este ensayista colombiano al racionalismo lo mira como fenómeno casi idéntico al capitalismo. Si el romanticismo es remedio a una modernidad bárbara, esto surge desde la idea de ese tiempo presente y la esencia de su malignidad. Para William Ospina la modernidad es barbarie refinada y muy poco más que eso. En cierto sentido, los siglos lejanos no eran mejores, también eran terribles; él los recuerda con Atila y sus hordas, pero los siguientes periodos son peores y los asocia con Hitler. Desde el punto de vista de la crueldad son más o menos lo mismo Atila y Hitler, pero existen agravantes. El racionalismo es una novedad moderna, pero Ospina cree que el racionalismo cuaja en un positivismo, cuya esencia es reducir todo a la utilidad y lo útil es desechable. El positivismo consiste en una operación de reducción de la valoración y para el positivismo el propósito único se convierte en el lucro, la utilidad económica. William Ospina mira ese utilitarismo como un extravío en las cosas sin sentido, donde el universo está desacralizado; un universo  "donde sobra toda religión"[3].
A partir del positivismo utilitario se genera la carencia de sentido, y la carencia de sentido es el paso al nihilismo, concepto extremo de la negación completa. El motivo de este paso desde el positivismo hasta el nihilismo obtiene su explicación en la decadencia de la moral y la religión. Ospina lo dice claramente: "Pero el triunfo del positivismo y el avance del nihilismo que lo sigue no son meros errores o caprichos de la historia. La caída de la era cristiana y desmoronamiento de los valores sobre los cuales se sustentó la humanidad durante siglos; la pérdida de un sentido trascendental de la historia; la muerte de la religión, con sus legislaciones y sus éticas, no pueden dejar de precipitar al mundo en una edad de vacío y de desconcierto"[4]. La ruta crítica indicada por William Ospina es clara, pero más adelante nos iremos adentrando en el modo de concebirlo.

Aceleración del consumo evanescente
El consumo utilitario, propio del capitalismo, lo observa perspicaz William Ospina como un nihilismo. El objeto que se consume aceleradamente vive ese ritmo en base al dictado de la producción mercantil. El imperio de la moda implica que cada cosa pasará de moda. Mientras la moda dicta las preferencias el consumo debe delimitarse en lo actual y observamos una decadencia de los objetos consumidos. La acelerada salida de moda y obsolescencia de los objetos se convierte en falta de creencia en los sujetos, y eso lleva al nihilismo.
Por si esto fuera poco, también está el dominio de lo superficial en el mundo moderno, donde la apariencia domina. A este fenómeno William Ospina lo llama "el triunfo de esa plétora de máscaras presurosas"[5], lo que recuerda el "carnaval de la conciencia fetichizada"[6] planteado por los críticos marxistas de la enajenación. Esto Ospina lo interpreta como una falsa abundancia, en el fondo, un "culto del derroche" de la sociedad industrial avanzada. La aceleración de la rotación del capital implica una peligrosa degradación de la naturaleza, con soluciones siempre parciales. La denuncia es que la relación del hombre moderno con el mundo se ha vuelto efímera y superficial.

La razón como culpable
Ahora pasemos a las causas de tanta desgracia. De forma muy clara, y sin atenuantes, para Ospina la causa de estos aspectos tan negativos de la vida humana es la razón, convertida en racionalismo, en luz sobre el mundo; una razón cartesiana que explica, mide, formula, ilumina y entiende. El autor cree que el racionalismo triunfó desde el siglo XVII y que por ese mismo triunfo de la luz, luego despierta la oscuridad, que por esa misma medicina racionalista luego la humanidad se enferma. Dice que el triunfo del racionalismo es el "desencadenamiento de los demonios"[7], que son "fuerzas desconocidas que gobiernan la historia", y como son desconocidas, entonces para William Ospina esas fuerzas son fantasmas. De ese modo ocurre una especie de venganza de la oscuridad contra la luz, y cita a Novalis quien indicó que "en ausencia de los dioses reinan los fantasmas"[8]. Lo interesante y también triste del argumento es que la razón triunfante instauraría la irracionalidad reinante. Pero es un argumento que Ospina no sustenta, sino que lo deja por aceptado que la razón es la creadora de su contrario, y es la que genera la presencia de su opuesto. Habría que demostrar que la razón genera a su contrario y no darlo simplemente por sentado[9].
Partiendo de supuesto de que la razón trae de la mano la sinrazón y la barbarie, Ospina toma partido. Como consecuencia, él asume partido contra la razón a favor de sentimiento, la fantasía, etc. Pero al abanderar ese partido también condena a la fantasía y al sentimiento a la impotencia pues el sentimiento sin razón repta cual cuerpo lisiado: postrado y sin piernas vigorosas. Este dilema de favorecer a la razón en contra del sentimiento o viceversa, ya lo había resuelto el existencialismo, y ya claramente Ortega y Gasset había advertido que el dilema no llevaba muy lejos, pues lo trascendente era una síntesis de razón y vitalidad[10], porque el sentimiento sin luces es derrotado y hacerlo vencedor resultaría un vano anhelo.

Racionalismo = utilitarismo = desacralización = desilusión
Una parte del argumento es la identificación de razón (en general, en absoluto) con el positivismo[11], entendido como sistema reduccionista de la condición humana, en nombre de cierta racionalidad. Cuando se profundiza, el positivismo resulta ser una forma especial del pensar, pero con una manera limitada de comprensión. Entonces existe una operación de aliar toda la razón con el universo mercantil-capitalista-consumista, porque el positivismo interpreta al mundo de forma utilitaria[12] (incluso extrema). La utilidad es el disfrute externo, propio de la relación entre el individuo y su objeto; en nuestra sociedad gozo entre el propietario con su mercancía. El utilitarismo implica la interpretación de las necesidades humanas, que son complejas, como si se redujeran al consumo mercantil, al tráfico de intereses privados.
La utilidad es la actitud típica del consumidor de mercancías, por lo cual otros modos de apropiación no utilitarios le son ajenos. En especial, le interesa a William Ospina resaltar que el racionalismo ha desacralizado el mundo, le ha quitado la magia y la ilusión, con el brillo de la noche, las pasiones que esto lleva aparejado. Desacralizar es quitar el sentido sagrado e implantar sentido el profano[13]. El mundo racional es profano y también el mundo económico es profano, porque se toca, mientras que lo sagrado queda en lo inasible e intocado, en lo esencialmente desconocido. Resulta que William Ospina lamenta mucho la pérdida de lo sagrado, siente la muerte de los dioses, porque de cualquier forma han quedado demonios y fantasmas en la modernidad. Cree Ospina que en lo sagrado está un vínculo humano indisoluble, sin el cual la vida misma decae. Sin embargo, estimo prudente comentar que la razón solamente busca las pruebas del mundo, por eso no destruye lo “sagrado” en sí sino que destruye las ilusiones de la “fe del carbonero”, la pueril creencia en milagros por doquier. La razón no destruye intrínsecamente lo sagrado, sino que lo retira de los campos mundanos que no le correspondían. El hecho de que muchas interpretaciones racionalistas no crean en lo sagrado bajo ningún aspecto, no implica que todo racionalismo sea enemigo de lo sagrado, como lo muestran las visiones del racionalismo deísta[14].

El arte romántico: sensibilidad, entusiasmo
El romanticismo cantó a la noche, contra los elogios de la luz; cantó al misterio, contra lo conocido; cantó a lo fantástico, contra lo evidente; cantó al ansia de eternidad, contra el sentido del tiempo. Esto significaba apelar a las emociones humanas, apelar al mundo imaginario.
Estas calificaciones románticas van en contra del torrente del mundo utilitario, sin embargo,  observo que  también son el complemento del sentido utilitario. El romanticismo es una reacción cultural muy propia de la época capitalista, donde la emoción torturada se subleva, se levanta con vientos de protesta; por eso es una importante corriente cultural de Occidente y no existe el romanticismo en otros contextos.
Los elogios del sentimiento, de la noche, del misterio y de la fantasía son valoraciones propias de la actitud artística, convenientes a la explosión de la subjetividad que reivindica sus derechos. Ante una sociedad más utilitaria y con creciente pericia para manipular al entorno el artista apela a lo que resalta en el nuevo fondo social, hace magníficas a las dimensiones ocultas de la vida interior.

La función del arte romántico: salvar la divinidad para la vida humana
"Y allí donde se cansa el viento, donde la razón encuentra sus límites, allí comienza lo divino, y la función del arte es revelarlo, hacernos sensibles a su presencia y a su influjo, avivar nuestra gratitud"[15]. Eso cree William Ospina que es la función de los románticos, contrarrestar el utilitarismo, positivismo y nihilismo: restaurar "los lazos vitales que nos unen con el misterio, con la divinidad y con la naturaleza inmortal"[16]. En este punto se confirma que Ospina ofrece una interpretación mística del romanticismo. Claro, afortunadamente, la romántica sería una variedad altamente heterodoxa de religiosidad, que diluye el ácido místico en un caos de fuentes contrastantes, que acepta a la ondina y al duende tanto como al Dios judeocristiano.
Una vez dejado al lado ese aspecto religioso debemos valorar contenidos positivos del ensayo, para que el niño no caiga junto con el agua sucia de la bañera. En efecto, la emoción es valor y fuente de valores, la imaginación es dimensión humana irrenunciable, que posee hasta sus extremos, en la fantasía creída como realidad (lo cual también define la verosimilitud del arte). La sensibilidad es un valor; que es llevado a su extremo romántico, como emoción deseando la eternidad, tendiendo poderosamente hasta ese límite de Cronos. Ospina cita al poeta Keats: “A thing of beauty is a joy for ever”, una cosa bella es alegría por siempre. El arte, en su generosa generalidad, invoca el ansia de permanencia y la objetivación perpetua de lo valioso. El entusiasmo es otro valor propio del romántico, que mediante el arte busca caminos de recuperación interior, rescatar sus propias emociones. La desilusión es una amargura, engranaje integrante del cotidiano capitalismo profano, que se podría recuperar, bajo el influjo del arte para convertirse en cuerpo y alma de las personas.

Apéndice
El escrito de Ospina recoge una feliz selección de citas de obras románticas, que merecen destacarse y comentar.

Hölderlin: "El hombre es un dios cuando sueña/ y sólo un mendigo cuando piensa"
Ciertamente los palacios del sueño son increíbles, tan amplios, tan variados, tan ilimitados en formas, colores y brillos, tan a la disposición del soñador y sin problemas previos ni posteriores. Los palacios del sueño son encantadores y no pagan renta, más amplios que cualquier mansión. ¿Pero es tan pequeña e incómoda la choza del filósofo[17]? ¿El pensamiento racional está al nivel de suelo, sin elevaciones de ningún tipo? Digamos que en lejanos tiempos el instrumental del intelecto era demasiado pobre, pero esa alborada quedó atrás. Ahora hablamos de un poder racional perfeccionado, una capacidad de la Razón (ahora con mayúscula) acrecentada por siglos de cultura y ciencia. Aún así, Hölderlin considera que el pensamiento racional es una miseria[18]. Entonces, para él la unidad de medida entre riqueza-miseria debe radicar en la fantasía misma, tomada del sueño mismo. En su extremo el sueño esconde la omnipotencia dándose la mano con la impotencia. Se ha registrado que muchos paralíticos tienen propensión a soñar que son omnipotentes[19]. En ese sentido, no se trata de la verdad sencilla, sino el deseo sobre lo ausente. Ser dios es la omnipotencia, trascender lo humano y es lo opuesto a lo humano. La divinidad es límite ideal, porque cada potencia de este mundo (en cada persona) está delimitada, y hasta la imaginación que es sobrepasar lo existente, está referida a lo existente. Resulta entonces que durante un sueño, estrictamente los humanos parecemos dioses; pero ahí semejamos los dioses que nunca somos.
Pero si nos quedamos dentro del sueño, dentro del discurso de la fantasía, entonces el hombre es lo que imagina, pero solamente en el breve momento en que no existen elementos que lo distraigan; porque cualquier distracción frente al reino de fantasía, es su derrumbe. La afirmación de Hölderlin mantiene alguna validez, mientras se mantenga —estrictamente— en el terreno del sueño, al salirse de ahí pierde esa validez.

Hölderlin: “Quien ha pensado lo más hondo/ ama lo más vivo"
El poeta Hölderlin fundador del romanticismo alemán no despreciaba la razón con ligereza, sino que la consideraba seriamente (recordemos que él fue discípulo del gran filósofo clásico Fichte e interlocutor de Hegel y Schelling). Porque el camino del pensamiento, en sentido casi espontáneo, es hacia la profundidad, de tal manera que el utilitarismo del pensar indica una condición parcial y hasta una seudo interpretación racional. La razón, en su movimiento propio o su dialéctica, avanza más allá de la superficie utilitaria. Profundizar con el intelecto no es disecar y apartarse de la complejidad, sin hacer pie en la complejidad y habitar entre lo alto y el abismo. El pensamiento no tiene porqué detenerse en la superficie utilitaria, sino que debe de profundizar al bucear entre las contradicciones, alcanzar las emociones[20] y restablecer la unidad de los contrarios. La vida sólo logra concebir adecuadamente a niveles de unidad, complejidad y variedad infinita de desarrollos. Esta unidad, nuevamente, me hace pensar en la propuesta de Ortega y Gasset de unir los polos contrarios, para dar a luz a una razón vital, que escapara de la frialdad de los momentos meramente racionalistas (inhumanos) de la existencia[21].


Nietzsche: "El desierto está creciendo/ desventurado el que alberga desiertos"
Esta frase la interpreta Ospina como que Nietzsche se refiere al nihilismo moderno y la negación escéptica de todo. El nihilismo es una especie de anarquismo negativo del pensamiento que rechaza cualquier valoración de este mundo, que se cristaliza en el momento escéptico del pensamiento. La duda y el cuestionamiento has sido necesarios para el avance de cualquier análisis, pero esa cristalización en la negación conduce al vacío. El vacío del nihilismo lo imagina Nietzsche como un desierto, como un mundo sin atractivos[22], aunque el pasaje citado se puede aplicar más estrictamente como crítica a lo europeo en general y como crítica de la civilización occidental.
Existe una perspicacia adicional, los sistemas de pensamiento semejan al introducir objetos definidos dentro del cerebro; en especial, un pensamiento estéril se convierte en una fuerte de vacío cerebral porque no es activo. Claro, que Nietzsche, como pensador posromántico, cuestionaba al desierto nihilista europeo casi tanto como a la selva de la religión cristiana. En ese sentido, la obra del filósofo alemán no se encaminaba a rescatar a la divinidad para el humano, al contrario. La relación de Nietzsche con lo místico, aunque es amplia mediante su personaje Zarathustra, es bastante compleja y en la memoria colectiva ha permanecido su famosa negación de “Dios ha muerto”, porque en él predomina la negación sistemática de la divinidad, rechazo del sentido de lo sagrado a cambio de recuperar “el sentido de la tierra”.


NOTAS:


[1] William Ospina "Los románticos y el futuro, en La jornada semanal, Num. 254., pp. 32-37, después recopilado en el libro Es tarde para el hombre de Ed. Mondadori. Escritor y ensayista colombiano, creador de una amplia obra que ha recibido varios reconocimientos. 
[2] William Ospina "Los románticos y el futuro, en La jornada semanal, Num. 254., p. 33. La numeración de páginas corresponde a la revista, no al libro.
[3]Ibid. p. 33.
[4]Ibid.p. 33.
[5]Ibid., p. 34. Semejante a las ideas contra la enajenación de Lúkacs, Sartre, Gorz, etc.
[6]Lúkacs, G. Significación actual del realismo crítico.
[7]William Ospina "Los románticos y el futuro, en La jornada semanal, Num. 254., p. 34.
[8]Ibid., p.34.
[9] En un sentido analítico este argumento debe de ser el eje de la discusión, pero Ospina lo pone como su supuesto. Este argumento también lo han asumido algunos pocos pensadores como Jorge Juanes en Los demonios de Occidente.
[10]Ortega y Gasset, José, El tema de nuestro tiempo.
[11] Ospina interpreta este positivismo en un sentido un tanto laxo, como cualquier racionalismo de corte más o menos materialista y utilitario, por tanto no se delimita al positivismo en sentido técnico, como teoría de Comte.
[12] Por utilitarismo, Ospina tampoco se refiere a la filosofía utilitarista como tal, ni a un concepto especial de utilidad, sino a una visión más social, del exceso utilitarista en la sociedad de consumo. Desde un punto de vista más general, la utilidad es más sencilla, es la simple apropiación del objeto por la conciencia. Cf. Hegel, Fenomenología del Espíritu.
[13] Esta idea es muy afín a la Dialéctica de la ilustración de Horkhaimer y Adorno, y por completo acorde a la idea de la desacralización de Marshal Berman en Todo lo sólido se desvanece en el aire.
[14] Por ejemplo, la cumbre del racionalismo, Descartes se ufana de haber encontrado una prueba nueva de la existencia de Dios, que agrega a las tradicionales de la escolástica, argumentando la idea de perfección.
[15]William Ospina "Los románticos y el futuro, en La jornada semanal, Num. 254., p.37
[16]Ibid., p.37.
[17]Tema de Kierkegaard en contra de Hegel a quien acusa de constructor de palacios y habitante de chozas.
[18]Tomado del Hiperión.
[19]CANETTI, Elías, Masa y poder.
[20] También es significativo que Platón abordada el alma en sus variados pliegues y que Descartes culminara sus días cavilando sobre Las pasiones del alma. Razonar es encontrase con el sentimiento cara a cara.
[21] Ortega y Gasset, José, El tema de nuestro tiempo.
[22]En Así hablaba Zaratustra, pasaje “Entre las hijas del desierto”, p. 339.

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