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miércoles, 28 de septiembre de 2011

LA LLAVE DE VENUS



Por Carlos Valdés Martín

El astrónomo sonrió cuando el planeta lanzó un destello en forma de cruz. La espera lo mantuvo tenso hasta alcanzar esa satisfacción: un meteorito tan grande que al contacto con la atmósfera venusina destelle hasta la distancia sideral. Con cuidado para no mover un pequeño telescopio auxiliar, se levantó y respiró con suavidad; ensanchó el pulmón y sintió frío. Pensó: “Este espectáculo hace olvidar que nuestro propio planeta está en riesgo. Un choque de esa magnitud en la Tierra sería un desastre; un acontecimiento previsible en el próximo millón de años. La atmósfera es un escudo, pero no imbatible: así desaparecieron los dinosaurios”.
La trayectoria errática y de difícil previsión desconcertó a investigadores, que desde algunos países rastrearon ese evento, así, el supremo instante de ese choque no fue previsto con exactitud, pues se esperaba desde hacía 48 horas; así que el astrónomo Wil pernoctó en el observatorio junto con sus colegas. El recinto era espacioso, con un gran telescopio principal, pero casi obsoleto.
No era la primera vez que debían montar guardia ante la expectativa de un evento estelar debido a un cálculo incierto, así que sabían evitar presiones familiares: bloquearon los teléfonos. El enclaustrarse del astrónomo resulta difícil de explicar a la pareja, pues ese pernoctar sin aviso es desquiciante para quien aguarda el regreso. La mayoría del grupo era de divorciados.
Si bien Wil Waste seguía casado, su situación marital naufragaba; desde hace varios años dormían en cuartos separado y el largo distanciamiento se desdibujaba en una niebla de recuerdos. Al principio, él contabilizó los días sin un abrazo, hasta que la tristeza le ganó a su gusto por las matemáticas. ¿Años sin que su mujer le diera entrada? Sí, varios desde que ella le descubrió en un flirteo que él no buscó ni consumó. En otra ocasión su esposa escapó de la casa con el hijo, permaneció con su madre durante una semana y tras la crisis vino una tregua, pero eran infelices.
Regresaría a la casa antes de la madrugada porque la cama del cuarto separado era más acogedora y extrañaba a su hijo… ¿Acudir con Eve? Lo mantenía atado una rutina y, además, ambos pretendían lo mejor para su chaval, que se mostraba inconsolable durante la separación. Tras las crisis Eve Cox regresaba por las súplicas del niño y no por los ruegos o reclamos del marido.
Con la cálida satisfacción de una observación astronómica excelente, Wil manejó rumbo a la casa. En el camino, tras media hora de manejo y cargando dos noches de vigilia sintió una súbita pesadez sobre los párpados y casi pierde el control del volante; entonces asustado por su torpeza decidió descansar un minuto sobre la orilla. Pareció transcurrir un instante de siesta cuando los pájaros silbaron desde las acacias. Despertó contento pues su sueño fue cálido y de colores intensos, hasta aromas nítidos sentía a su alrededor mientras estiraba el cuello y las piernas. Mantenía un fresco recuerdo de la diosa Venus condescendiendo a explicarle a él, simple mortal, el motivo del Olimpo para que un asteroide inquietara a su emblemático planeta. Según la explicación onírica ese meteoro servía para resquebrajar la dureza de carácter entre las hembras terrestres. La diosa señaló hacia una réplica monumental de la bóveda celeste engarzada sobre un lago púrpura y su signo planetario se levantó por los aires, para luego reproducir la silueta del choque del asteroide. Luego Venus señaló una escalinata de oro que escalando la montaña en línea recta se perdía en la lejanía; donde él encontraría una serie de estatuas con explicaciones para solucionar cualquier problema con “su” mujer.
De camino a casa meditando sobre esa visión se sorprendió por suponer a Eve como “su” mujer, pues los dos últimos años la consideraba en un sentido neutral como la mamá de su hijo, y para el niño sí marcaba un acento posesivo estricto. Desde entonces ya no se preocupaba en mejorar las relaciones maritales, pues bastaba con la existencia de dormitorios separados para mantenerse tranquilo. También le extrañó el anuncio de una escalera con estatuas para resolver problemas. ¿A qué se referiría eso? Alguna vez habían acudido a una consejera matrimonial como última tentativa de solución, pero fue un desperdicio completo.
Abrió la puerta de su casa a media mañana. Silencio en las estancias: el niño en la escuela y la mujer ausente. Él debía de haber dormido un par de horas sentado, así que todavía sentía un hondo cansancio; entonces tomó un somnífero para garantizar el descanso. En su mullida cama individual, se envolvió bajo las frazadas y se concentró hasta recuperar el hilo del sueño anterior.
Eve lo despertó con gritos furiosos: – ¡Qué egoísta! ¡No te importamos! ¡Desapareces tres días y apagas tu maldito teléfono! ¡Pensé que estabas muerto!–
Una chispa en los ojos verdes lucía hermosa, pero era una chispa de furia en la mirada de mujer madura. Eve traía la cabellera ligeramente despeinada y trazando suaves ondas que abanicaban su frente mientras gritaba; la tez de las mejillas sin pintura traslucía un aire lunar, y reflejaba las luminarias como ninfa recién resucitada en el espejo de un arroyo. El cuerpo estaba envuelto en una bata de seda china con un dragón azul en un costado y calzaba pantuflas de terciopelo naranja pero parecía flotar, arrastrada como sobre brisa nocturna; apenas si movía los pies y avanzaba con gestos amenazantes. Eve agarró libros que lanzó contra la pared y el suelo provocando un ruido seco.
Él pensó que continuaba dormido; Eve nunca había tenido un arranque de furia ni de celos, esa faz permanecía oculta. Y recobrado del pasmo él se levantó y empezó a dar explicaciones nerviosas como ya no lo hacía más:
– Calma, otra vez el reporte astronómico falló por unas 48 horas y todos nos quedamos; el equipo completo, y como siempre acordamos apagar las líneas telefónicas. Eso creo ya lo sabías… todos lo saben. Y por favor deja mis libros en paz.
Parecía que ella se calmaría con la explicación y dirigió la mirada hacia los volúmenes con temas de galaxias y supernovas tirados en el suelo; respiró un momento, lo miró con asombro pero una última oleada de roja exaltación arrastró su voluntad y se lanzó con las manos agitadas como para abofetearlo. Pero Waste pudo detenerla por las muñecas:
–¡Estúpido! … Estuve aterrada.
Luego ella dio pasos hacia la salida de esa recámara, bajó la mirada, tiró por la borda su iniciativa y sollozó sin lágrimas. Él se sentó sobre su cama y dijo conciliador:
–Ya, ya… estabas preocupada. Disculpa, de haber sabido que te interesaba sí aviso… Pero cálmate o vamos a asustar a Boby.
–No, dejé a Boby con mi madre. No se me ocurrió algo mejor, ya te había reportado con la policía como persona extraviada y te empecé a buscar... Creo que exageré. Perdona, maltraté tus cosas… pero no lo vuelvas a hacer.
Le pareció cansada, como rama encorvada y doblándose para caer:
– ¿Estás bien?
– Estoy cansada.
Ella se detuvo en el dintel de la puerta, como esperando algo y Wil se acercó e intentó abrazarla en señal de reconciliación, pero en el primer roce sobre el hombro sintió un flujo de electricidad atractiva que lo sorprendió e hizo retroceder; mientras ella con la mano hacía un ademán suave para alejarlo, pero con palabras agradeció la intención:
– Gracias, estoy cansada, pero en un minuto aviso a la policía para que no te busque y me recostaré.
El cuarto de soltero virtual volvió a la calma, mientras a la distancia Wil escuchaba la voz cancelando el reporte. Abandonado en su perplejidad, luego de esa escena de rabia o celos y con las rodillas molestándolo optó por darse un baño caliente en la tina. La vieja bañera forrada de porcelana era la única instalación que él adaptó en esa casita suburbana de dos pisos. El agua tibia y estancada definía un ritual de renacimiento que le enseñó su padre desde pequeño; un cálido baño en tina curaba dolores, extraía las penas y restablecía la calma.
Sumergido como feto en líquido amniótico empezó a revisar los acontecimientos y una pieza interesante que faltaba era ese último sueño. Incluso le pareció que los gritos de Eve Cox se relacionaban con un recuerdo olvidado. Bajo el manto de aguas serenas recuperó por completo el hilo de la memoria y regresó la imagen de Venus, donde se vio sentado bajo un olivar fresco y de tronco nudoso curvado por los años, mientras una tristeza doblaba su espalda. A la sombra del árbol nudoso y viejo una pena lo obligó a derramar lágrimas, sintiéndose culpable de algo ominoso hacia las mujeres de su vida. Desde niño su existencia transcurrió en una especie de eclipse de féminas, comenzando desde que su madre abandonó la casa; en efecto, a los cinco años quedó a cargo de su tía, una joven dulce de 20 años. De su madre casi no guardaba recuerdos definidos, pero atesoraba imágenes de las pocas fotos que conservó su abuela. Su padre siempre trabajando fuera de la ciudad, lo veía un poco en vacaciones y cumpleaños. La tía también se alejó pronto, pues contrajo matrimonio un par de años después y entonces la abuela se hizo cargo de él. Pero ella era una señora enferma, que cada semana recaía y debía permanecer en cama; más bien, el niño de ocho años se sentía responsable y procuraba no molestar a nadie en la casa. La escuela y los juegos de infancia lo cobijaron hasta que inició su trabajo como profesor universitario y luego todo cambió cuando se interesó por una alumna: Eve Cox. Tímido y paciente esperó a que ella terminara la carrera, sin atreverse a tomar acción alguna, pero la fortuna le sonrió. Tras el rompimiento con un novio de juventud, ella se acercó y acorraló a este profesor alto y silencioso. Al inicio de la relación él era más un guardián que un novio, sin medios económicos para pretender un compromiso definitivo, dividía su semana entre un intenso trabajo de maestro y torpes esfuerzos por agradarla.
Al recordar sus motivos, él creía sufrir de una obsesión por Eve más que un enamoramiento, pues antes amanecía pensando en ella y dormía con su imagen. Desde la luna de miel Eve quedó embarazada y con el embarazo, ella sintió rechazo físico hacia su marido; pero en esos días ninguno de los dos le daba importancia, como si fuera un efecto biológico que duraría nueve meses. Sin embargo, tras del bebé siguió el desgano mutuo hasta que ella empezó a preocuparse, entonces buscó píldoras, leyó libros y fue a charlas; luego obligó al marido a leer manuales de autoayuda, tomar píldoras y acudir a pláticas, pero el cambio fue insignificante desde el punto de vista de Wil.
En fin, los recuerdos de una vida juntos corrían por el sueño de Wil que permanecía sentado y cabizbajo hasta que empezó a llorar. La diosa Venus sintió compasión y bajó desde su nubecilla hasta el nivel del prado y dirigió palabras de consuelo:
–Esa Luna menguante tuya de desgracias con las mujeres ya va a terminar. Las penas son aprendizajes, si supieras leer mi mente como yo leo la tuya sabrías que has sido siempre un pelmazo con ellas, sin la mínima chispa para encender su amor.
– Soy un fracaso, una nulidad. Eve me aborrece.
– Tranquilo y abre tu corazón que es la hora de cambiar. Hasta ahora ha estado cerrado tu cofre, pero yo tengo la “clavis” (como se dice en latín). Has creído conocer el amor, aunque sea por fuera, pero mantienes una venda sobre los ojos, pues hay mucho más.
De entre su holgado escote la diosa sacó un jeroglífico de luz, formado con el signo planetario de un círculo y una cruz, pero más alargados. Blandió el jeroglífico entre sus pulgar e índice y el aire vibró como si una turbina de avión se encendiera. Sonreía y blandía la llave arriba de su cabeza como jugando, cuando dijo: – Ya puedes dejar de lloriquear y estira la mano hacia esta llave.
De manera obediente Wil y con rapidez estiró el brazo en la dirección deseada, pero antes de tocar la llave sintió una descarga quemante sobre la punta del dedo índice y retiró la mano adolorida.
– ¡Vaya! No te dije que la tocaras, sólo que acercaras la mano en esta dirección. Pero no sucede nada malo en estos jardines, tu dolor es pasajero y los dones que entrego son perpetuos. Ahora te puedes encaminar hacia la escala de oro, ahí hay estatuas. ¿Recuerdas que anoche estabas ya dispuesto a recorrerlas? Esas efigies son los sentimientos y tú necesitas aprender sobre el sentir; has vivido anestesiado entre reportes de astronomía y trivialidades.
En el sueño, la diosa se elevaba sobre su nube a retozar entre espíritus celestiales y Wil de inmediato se encaminó, pues la distancia era pequeña y en instantes quedó franqueada. Al acercarse al sitio él vio dos estatuas sobre la entrada de la escalinata. Del lado izquierdo, la estatua representaba a una mujer con un solo brazo empuñando una daga; su materia parecía de oro y la leyenda a los pies indicaba: “furia contenida”. Al lado derecho, otra estatua con brillo de plata oxidada representaba a un hombre cargando un costal grande y el letrero: “tristeza guardada”.
Él intentó dar el primer paso sobre la escalera, pero la estatua femenina empezó a agitar la daga y a maldecirlo, y siguió así hasta que Wil se alejó unos pasos y eso la aplacó. Entre sus gestos agrios la estatua traslucía belleza de rostro, sutiles curvas y la fantasía de un cabello despeinado con suaves rizos juguetones. A cauta distancia él preguntó y la estatua dio sus motivos: – Una furia es una herida honda que no se ha curado. Es sencillo que una persona quede herida, pero las mujeres atesoramos mejor nuestros rencores. Me falta un brazo por la herida, y no lo encuentro porque nunca busqué mi extremidad. La daga la conservo oculta para vengarme, desconozco quién me hirió pero quiero desquite. Cuídate de mi rencor porque no cesa.
En eso desde el otro lado de la escalinata, respondió la estatua viril: —Con la tristeza guardada sucede lo mismo, ya no sabemos cómo deshacernos de ella. Cuanto más pasan los años, más nos acostumbramos a una pena y ya no nos ocupamos de perderla. Es más, si extraviamos esa pena nos sentimos vacíos; las heridas también sirven como justificaciones para quien no está satisfecho de amor y entusiasmo. La tristeza no parece agredir sino a quien la carga, pero es un pozo sin fondo, avanzando hacia un vacío peligroso no sólo para quien lo padece.
Y dirigiéndose hacia la estatua compañera le dijo:
—También la furia está en el peldaño más bajo, daña a otros y se lacera a sí misma. Aquí estamos frente a frente, somos dos caras de una moneda y no somos capaces de reconciliarnos. Yo la amaría tanto si pudiera renunciar a mi pena y ella sería tan feliz conmigo si tirara su daga al basurero; pero estamos petrificados ¡Vaya! El momento del Sol en el cenit ahora llega; debemos descansar y dejarte pasar, extraño viajero móvil.
Entonces las estatuas quedaron paralizadas por completo, sin ánimo ni vida, por lo que Wil empezó a subir los primeros peldaños hasta encontrar el siguiente grupo de efigies. Y en ese pasaje del sueño fue cuando Eve lo despertó.
Le hubiera gustado terminar el sueño pero el agua no era colchón propicio y además se enfriaba, así que decidió abrir el grifo del agua caliente para recuperar temperatura. Al tocar el grifo le dolió el dedo índice y sintió la yema ligeramente quemada, entonces la acercó a los ojos y no vio alguna herida; aún así confirmó una sensación hiriente. Puso su dedo entre los labios buscando alivio, lo sintió con intensidad mientras presionaba y una placidez descendió desde la boca hasta su muelle entraña.
Reconfortado miró desde una perspectiva amplia su situación y su panorama material parecía satisfactorio. Había logrado pasar desde un modesto puesto de maestro universitario, hasta el de investigador en astronomía; así tenía una profesión que le gustaba donde sus colegas lo admiraban y sus ingresos eran suficientes. Su hijo crecía fuerte y hermoso. Él mismo estaba sano y en razonable vigor físico. La llaga estaba en su corazón y pensó en el matrimonio a la deriva ¿qué oportunidad tenía de salvarlo? Si quería salvarlo ¿qué hacia en ese sentido? De pronto le pareció que su matrimonio ni siquiera había empezado; sin querer recordó una frase de una película cuando la reina se quejaba a gritos que el matrimonio anterior jamás se había consumado.
Varias veces le rebotó en el cerebro la frase “jamás consumado”; y mientras se vestía con una bata suave respiró la fragancia jabonosa antes de salir del baño. Al dirigirse a su habitación se cuestionaba “¿en lo emotivo se consumó nuestro matrimonio?” Quizá ella seguía distante, pero ese mismo día se había enfurecido, pues temió verlo muerto y demostró un sentimiento oculto, un vínculo que mantenía enterrado y, al menos, ella lo extrañaba.
Entonces Wil escuchó un resuello ligero que sonó a música primitiva y melancólica. Eve había dejado entreabierta su habitación cuando siempre la cerraba; entonces él se acercó con sigilo y abrió un poco más la puerta. En principio fue simple curiosidad, sólo atraído por el sonido y al acercarse sintió que existía un motivo. En la penumbra miró perfilarse el cuerpo recostado, con la tez de las mejillas iluminada por un tenue destello y sintió que adoraba a una leona dormida, como lo haría un aborigen africano, entregando alimentos al pié de la cueva o sobre un altar escondido en el bosque sagrado. Contempló el espectáculo de la suave luz sobre las curvas del perfil; apretó el puño con ansiedad, como si atesorara una llave hasta que sintió el efecto quemante de un círculo unido a una cruz sobre su palma. Hubiera deseado abrir la mano y soltar lo que fuera que apretaba, pero sólo era un recuerdo acalambrando su puño ansioso.
Estiró el cuello mientras contenía el aliento y esa leona dormida le pareció todavía más hermosa. Agachó la cabeza con una reverencia suave, como se alejan los creyentes de la mezquita, y al apagar la luz del corredor fantaseó con un recuerdo perfecto del porvenir.

jueves, 22 de septiembre de 2011

LA MOMIA DE LA REVOLUCIÓN


Por Carlos Valdés Martín

La peregrinación interminable. En la imagen final de su experiencia de la revolución rusa Trotsky relata una curiosa costumbre de ciertos peregrinos religiosos. Esos peregrinos, al aproximarse a la iglesia, daban unos pasos adelante y casi los mismos pasos hacia atrás, de tal modo la llegada a la meta se volvía lentísima, como si la conquista de lo anhelado fuera un proceso interminable. Esa imagen desesperante contenía el balance del proceso revolucionario, que había incubado en su seno un proceso de contrarrevolución que retrocedió a la sociedad soviética casi tan atrás como su punto de arranque .

El osado salto hacia el futuro propuesto por la revolución bolchevique se desfiguró en su continuación al mando de Stalin y resultó en un movimiento de terror contrario al cambio iniciado y entonces el Secretario General gobernó y en su auxilio convocó a los fantasmas de lo arcaico. Se evidencia una peculiar oscilación entre cambio y retroceso en este proceso, entre vida y muerte, entre personas y fantasmagorías, entre ateísmo y religión.

La permanencia y el cambio. Existe una relación general entre vida y muerte arraigada en la estructura del proceso de trabajo , que define el horizonte entre la continuidad y el cambio. El trabajo vivo se plasma en productos, los cuales incorporan todo un código de finalidades y éstas últimas habrán de respetarse en el siguiente proceso de trabajo, circulación y consumo (como regla pero en un caso extremo también subvertir). Por ejemplo, una lata de conservas trae inscrito en su cuerpo que está destinada para abrirse, y de hecho arrastra un “estilo de vida”, pues ese producto indica un cocinado más corto, señal de la comida prefabricada. Asimismo, ese estilo de vida supone un tipo de situación económica (un mercado para el producto, una división del trabajo) y de consumidor (de masas, comprando mercancías tipicas…). En especial el código de finalidades previas queda plasmado en el medio de trabajo, que trae inscrita una finalidad . La energía dedicada a producir la existencia también estable los carriles definidos para incitar a una reproducción, que mantenga una fuerte continuidad. En general, toda la vida humana requiere de las premisas del trabajo previo, que establecen los cauces del porvenir y le delimitan el horizonte de posibilidades, dentro de los cuales está la coacción para generar más de lo mismo anterior y, así, a ajustarse dentro de una continuidad.
A un nivel más basto, la sociedad humana misma es el único gran producto del trabajo humano. Cada sociedad y su organización política tienen plasmados un conjunto de condiciones reales y finalidades, que los seres presentes tendrán que asumir para dar continuidad o rechazar para generar su cambio. Pero, incluso el rechazo y el cambio, que siempre es una contribución del trabajo vivo, surge desde las premisas puestas, parte desde los productos de las generaciones pasadas. Por eso, hasta el cambio más acelerado, lo cual podríamos visualizarlo con la imagen de una "revolución permanente", siempre es una partir de premisas anteriores, que sobre un horizonte posible de continuidades y cambios, son los estados alterados los que se vuelven presentes.

Del Estado postrevolucionario al conservador. El Estado que resulta de una revolución o de su aparente continuidad (en una contrarrevolución) no escapa a este sello, pues del rechazo a la situación anterior predominante se puede pasar a la opción contraria. Es una tentación de Estado sacralizar los cambios ocurridos y condenar los que pudieran venir, incluso se llega a creer que las innovaciones han sido demasiadas y que es momento de estabilizarlo. Con curiosa facilidad la política del Estado emanado de una revolución se convierte en la cesación del movimiento. En el México posterior a 1920 el gobierno planteó que debía de "pasar a la etapa constructiva de la revolución"; mientras en Rusia el lema era "avanzar al socialismo con paso de tortuga" o "construir el socialismo en un solo país" . La complejidad radica en que los dirigentes del gobierno emanado de una revolución, casi por reflejo, cuando actúen como conservadores o contrarrevolucionarios deberán encubrir el hecho. Incluso se lo ocultarán ellos mismos. Así, un regreso al pasado puede estarse sirviendo en copa nueva, bajo los lemas de "acercamiento al futuro" .

La momificación como signo. Aunque los protagonistas del proceso pretendan ocultarse a ellos mismos ese salto (que parecía encaminado hacia la noche y resultó al vacío…) desde la fase de cambios hasta la etapa de política conservadora , de cualquier manera se presentan signos, la alteración nunca se oculta por completo: bajo el peso de la propaganda sólo se disimula. El regreso de una práctica faraónica al seno del “comunismo” ha sido un indicio revelador y escandaloso. Desde hace milenios la presencia de la muerte en forma de cadáver es problemática y las culturas ofrecen diversas estratagemas para alejar esa súbita derrota anunciada en cada despojo muerto. Una solución preferida es montar una ceremonia, que salde las deudas de los vivos con los muertos y que congracie a los mortales con la divinidad, para finalmente alejar ese cuerpo, enterrándolo o cremándolo. La práctica de momificar para establecer un culto público del poder se ha presentado en ocasiones, indicando que ciertos cuerpos adquieren y mantienen la majestad del poderío (especialmente en un sentido sacro y adecuado a las aristocracias) hasta la eternidad. Entonces se requirió la inocencia de los protagonistas de la primera gran revolución socialista encabezada por políticos ateos, para que Lenin fuera momificado y su cuerpo inanimado sirviera para un culto estatizado . Los políticos ateos menos perspicaces no creyeron que ese tipo de actos inauguraran una religión de Estado, pero los críticos de la oposición sí lo captaron. El culto al líder encontró su reliquia más preciada en el cuerpo muerto en Lenin y su edificación en un mausoleo . La unidad de un líder muerto a la manera de función exclusiva mantiene una única dirección de Poder hacia un sucesor (el Secretario General en turno) y un espacio detenido (el Estado completo como respuesta a la metáfora del mausoleo). En esas "ceremonias oficiales" se presentaba el regreso de una idea ritual muy arcaica, la idea de que el cadáver de un personaje mantiene el rango semidivino, como un “reliquia”. En las largas filas de visitantes al mausoleo de Lenin se presentaba la admiración, pero también el regreso del mundo mágico donde la gente recibe un efecto bienhechor por mera proximidad; y, cuando terminó el régimen soviético, la asistencia se mantuvo como una gran curiosidad turística, semejante a las tumbas de tantos personajes afamados. Este culto a la personalidad soviético, debemos distinguirlo del “culto a los héroes” patrios y precursores tan generalizado desde el siglo XIX en todo el orbe . Existe un salto cualitativo de ese “culto a la personalidad” pues en el régimen de tipo estalinista es un mecanismo esencial del poder, eje para la justificación de la tiranía, que separa al pueblo llano de los dirigentes.
Ahora bien, la momificación y el culto público del líder no resultan de un capricho , pues deben coincidir situaciones de poder y reconocimiento; dadas las coincidencias, entonces surge una necesidad imperiosa . A pesar de su enorme poder personal, la momificación de Stalin debió cancelarse a los pocos años. Con la caída del sistema unipartidista en Bulgaria, terminó el culto y mausoleo a Gregori Dimitrov, en cambio, se ha mantenido con éxito el mausoleo de Mao y en Argentina en una tumba más discreta yace Eva Perón, luego de que sus restos regresaron de un “exilio” . Para la cristalización de este tipo de culto público se requiere tanto del poder del Estado como un efectivo reconocimiento en un país, no bastan las decisiones dictatoriales para inventar ese “culto”.

El conservadurismo enmascarado. Ese mausoleo de la revolución, con su huésped incluido, representó otra tentativa fallida del “fin de la historia”, y por efecto de los espejos imposibles, se convirtió (hasta el provisional presente) en la vidriera de un turismo, de tipo “darketo” o rojo. La situación se vuelve compleja para un Estado emanado de una revolución, que comenzó comprometido con cambios, si luego se decide (a manera de un evento global y no una elección individual) por el inmovilismo, porque entonces debe operar una alteración embozada, bajo otra modalidad del cambio. Esa extraña característica del cambio contra el cambio para instaurar una sociedad conservadora es lo que sucedió en la Unión Soviética, que a partir de Stalin se convirtió en profundamente conservadora, con un régimen totalitario que perseguía los vientos del progreso . En la economía había movimiento (planes quinquenales, industrialización, alfabetismo, urbanización) pero en la cultura y la política se producía la parálisis. Una congeladora bajo fachada de revolución socialista determinaba una contradicción íntima, que sin embargo, se convirtió en un modelo con algún éxito, pues tuvo sus ecos y se reprodujo durante unas décadas. En el juicio posterior se ha puesto mucho énfasis en el lado totalitario del régimen soviético, pero muy poco en su característico inmovilismo .

No por esta afirmación, de que el modelo soviético estalinista era conservador, se debe entender que no tenía ninguna idea del futuro. Imperó fieramente la creencia que el movimiento comunista atrapó el porvenir, mediante la construcción del socialismo-comunismo. La tarea de la “construcción del socialismo” definía un futuro "encapsulado" donde la libertad era un lema vacío, pues todo estaba bajo control del Estado, que se encargaba de "construir la felicidad", agregando tabiques de más de lo mismo. Administrando la escasez y cumpliendo sus propios planes la burocracia se creía justificada y hasta presumía que ella creaba el futuro para la Humanidad entera . Pero un tiempo burocráticamente controlado no posee Futuro, sino que es otra vuelta de tuerca a la dialéctica de predominio del Pasado sobre el Futuro. Cuando el Estado, pretende que consagrando el proyecto de los fundadores del socialismo puede controlar la vida entera de sus ciudadanos, lo que hace es cancelar la vía al cambio social, someter el presente al pasado y condenar la utopía a una vana copia del presente.
Claro que el argumento de la burocracia gobernante se convierte en una larga cadena de equívocos y falacias. La visión de los gobernantes era equívoca, porque en ningún texto de Marx y Lenin se puede encontrar una concepción de dictadura desnuda de partido y Estado totalitarios . El argumento del gobierno estalinista era falaz pues ninguna revolución significa la consagración del origen (falseado), pues esa consagración del origen corresponde al “milenarismo”, que es una visión religiosa .
Bajo estas mascaradas del siglo XX se impuso una cruda realidad de novedades inesperadas: un totalitarismo disfrazado con manto innovador y la conversión de la revolución en conservadurismo. La "peregrinación" hacia una sociedad superior se convertía en un círculo que conducía al atraso. Al final del drama histórico, también el inmovilismo estalinista fue derruido por sus propias contradicciones; sin embargo su duración no fue casual, obtuvo cierta legitimidad y partidarios. La misma visión de los defensores de la U.R.S.S. revela otro aspecto de la paradoja descrita: un gran salto que conduce a la congelación. Tendremos que cuestionar contra ese ánimo ideológico que (quizá) nos anestesiaría hasta creer que basta una gran salto para cesar cualquier brinco y congelar las modificaciones, para extirpar esos agitados episodios (revolucionarios) que se perciben desde hace dos siglos .

NOTAS:
1 TROTSKY, León, La revolución traicionada, Ed. Juan Pablos
2 Una metáfora que interesaba también a Kafka, por ejemplo, en El castillo: “Porque ese camino, esa calle principal de la aldea, no conducía hacia el cerro del castillo: tan sólo se acercaba a él; y luego, como si lo hiciese adrede, doblaba, y si bien no se alejaba del castillo, tampoco llegaba a aproximársele.” Citado en DELEUZE Gilles y GUATTARI, Felix, Kafka, por una literatura menor, p. 18.
3 El mérito de mostrar este proceso está en Marx, proceso revelado y oculto en las densas páginas de El capital.
4 Esto nos lleva al tema tan interesante del "pánico social" que se generó en la imaginación de principios del siglo XIX respecto de las máquinas, donde se captaba como cuerpo metálico de la tiranía. La situación se repite con el "temor y temblor" que ha despertado en la imaginación moderna la irrupción de las computadoras, donde la huella de las intenciones anteriores y la posibilidad de que los humanos queden atrapados en una cadena de obligaciones indeseadas, pero impuestas por decisiones pasadas, es una constante en la ciencia ficción.
Tesis de Nicolai Bujarin sobre las dificultades de la reactivación económica y las políticas hacia el campo.
Esta es la divisa estaliniana, que ocultaba una política profundamente nacionalista y de renuncia al socialismo, en la medida en que tal palabra implicaba justicia y derechos de los trabajadores para decidir sus destinos.
Un ejemplo pertinente es el estudio de Reich sobre la "contrarrevolución" en el terreno de la moral sexual ocurrido durante el periodo estalinista. En los primeros años de la revolución rusa se presentaron importantes cambios que liberalizaron ese terreno, y con el triunfo de Stalin, bajo el pretexto de una "nueva moral comunista" se impuso una persecución sexual al estilo de las instituciones religiosas medievales. Cf. REICH, Wilhelm, La función del orgasmo.
En la dialéctica general del cambio y la conservación, debe considerarse una dialéctica particular en la conciencia. Entre el cambio real y su conciencia se levantan múltiples malentendidos y hasta abismos. En una época de cambios se levanta un peculiar anhelo de estabilidad, un deseo de inmutabilidad peculiar porque se han perdido las bases materiales de esa permanencia. La tragedia ocurre, en el ejemplo que estamos comentando, cuando ese anhelo de eternidad cobra cuerpo en la casta política que gobierna totalitariamente una sociedad cambiante. En las antiguas sociedades de los faraones ese deseo de inmutabilidad podía avenirse bien con una base social que, efectivamente, cambiaba poco, donde predominaba la tradición, como la repetición fatal de más de lo mismo. Pero ese espíritu faraónico renació en un terreno de tragedia, en el terreno de la estabilización de la revolución rusa.
Algunos de los bolcheviques de entrada ya manifestaban su rechazo a los cultos mortuorios. Por ejemplo se puede ver la opinión de Rhiazanov, importante historiador bolchevique, sobre la decisión afortunada de Engels de que fuera cremado y sus cenizas arrojadas al agua. Cf. RHIAZANOV, David, Curso de marxismo, Ed. Cultura Populares.
Contra la disposición del propio Lenin, quien deseaba ser enterrado, Stalin decide la momificación y exhibición pública.
Claro que el proceso de formación de cultos estatizados es más general y también, aunque no exista cuerpo a la disposición, se convierte a los fundadores del marxismo en seres sagrados y sus textos en biblias, imposibles de tocar pues sería sacrílego. Esa consagración indica, precisamente en lo que queremos mostrar la parálisis en la dialéctica entre lo vivo y lo muerto, donde solamente queda a la humanidad del presente repetir lo del pasado, sacrificarse para cumplir con una misión revelada por los fundadores. Todo lo cual subvierte hasta la raíz las ideas de tales fundadores sobre la libertad.
Este culto a los próceres no parece ofender la inteligencia y más bien pareciera servir de puntal para recordarnos las aportaciones de las generaciones previas. Véase su exaltación al límite en Carlyle, Thomas, Los héroes.
Y como capricho parecería irrelevante la decisión de Stalin de colocarlo en el mausoleo y optar por la momificación, pero no resulta tal capricho sino efecto de una situación más profunda, pues Stalin se alía con el muerto lanzando su culto, y así expropia al personaje a favor del Estado, de Stalin mismo como su personificación.
Esto significa que el culto al líder se necesita para ese sistema soviético y acontece cuando el líder está vivo o cuando se le entierra de una manera más discreta. Claro, los matices son diferentes y en el caso más discreto desaparecería el “culto” para descender hasta una simple “admiración”.
Un exilio metafórico, pues no resulta propio aplicar el término de exilio para los restos del personaje, que debieron salir del país por motivos de la coyuntura política. Quizá esta ha sido la única momia “exiliada” de los tiempos modernos.
Muy pocos autores creyeron que la U.R.S.S. y las sociedades de "modelo soviético" fueran conservadoras. La crítica liberal veía su lado totalitario, pero no el conservador; únicamente una minoría de críticos desde la izquierda, como Sartre o Deutcher, alimentaban esa crítica. Son raras las opiniones perspicaces como la de Toffler, quien ya hace años había detectado que ahí ocurría una "contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción conservadoras". Cf. TOFFLER, Alvin, Avances y perspectivas.
Una mención especial merece Karl Wittfogel con su tesis del despotismo hidráulico, como un sistema de producción despótico, que emparentaba a las sociedades precapitalistas de corte “oriental” con la URSS y China post-revolucionarias. Su obra principal es Despotismo oriental: estudio comparativo del poder totalitario.
Aunque salga un poco del tema la pregunta subyacente de porqué el cambio se convierte en conservadurismo tiene que responderse en términos de la misma sociedad. Una de las razones de evidente importancia era una situación de penuria, donde el Estado administra la miseria y se convierte en "capataz universal" de los obreros, su nuevo patrón.
Claro que este punto se puede someter a los mayores debates porque esa es la interpretación corriente que se le dio al término de "dictadura del proletariado" entendida como "dictadura del partido de Estado sobre el proletariado". El término original únicamente se refería a que se excluye del poder a una minoría de burgueses, pero para la mayoría debería ser la "conquista de la democracia".
20 HOBSBAWM, Eric, Rebeldes primitivos.
21 Si bien, coloca el acento en una “novedad” en cómo se oculta el Estado dictatorial, también debemos recordar que el Estado se disfraza y el Estado dictatorial se disfraza más cómica y trágicamente, porque la forma dictatorial carece de mecanismo para frenar la mentira del Estado. Un Estado que miente en una carrera para incrementar sus mentiras es una comedia montada sobre una tragedia.
22 Cf. BERMAN, Marshall, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La "aceleración del tiempo" se remonta hasta el periodo renacentista, pero la época específicamente capitalista, inaugurada con la revolución industrial, solamente cuenta con dos siglos. Para Berman es Marx quien expone claramente esta paradoja del pensamiento y sensibilidad modernos: entre la vida inmersa en las transformaciones y la alternativa de un futuro que termina con las contradicciones desgarradoras implicadas en tales cambios. Aunque Trotsky suponía que el objetivo era llegar a un ideal distinto, pues se arribaba a una “revolución permanente”.

domingo, 18 de septiembre de 2011

OSCILACIÓN ENTRE EL QUIJOTISMO Y EL OPORTUNISMO


Por Carlos Valdés Martín

Las relaciones entre la política y la ética poseen una larga historia que surge desde sus orígenes. Por principio la reflexión de la política gira en torno a la buena comunidad y a la virtud aplicada en la vida pública, de tal modo que la ética estaba contenida en la política. Lo anterior está perfectamente claro en los griegos antiguos y también lo ejemplifican las tradiciones chinas del Tao Te King, donde la guía de la filosofía moral también ofrece orientaciones de bien actuar para los gobernantes. Entonces es posible argumentar, siguiendo las evoluciones (e involuciones) del pensamiento político que desde Maquiavelo se inaugura la separación entre la ciencia política y la moral, para que la política se convierta en objeto autónomo de estudio y se declare regida por sus propias leyes objetivas (en principio “leyes” sólo ajenas a la ética, pero a veces hasta antagónicas).

Existen bases objetivas para la amoralidad y autonomía de la política en la sociedad de la propiedad privada universal, ello no significa que la política quede establemente quieta con su divorcio de la moral, sino que por múltiples vías se intenta la reintroducción de la moralidad en el corazón de la política. La división de la actividad social en esferas contradictorias y ajenas recíprocamente, implica que la política se convierte en una esfera especializada que deja actuar sola a la economía de mercado, de tal manera que la política económica se convierte esencialmente en pasiva, en tendencia a dejar hacer dejar pasar, pues el Estado se retira de las intervenciones económicas esenciales para dejarlas en manos de la burguesía, de tal modo que la política se redefine. Antes la relación política feudal era directamente económica por la definición de las jerarquías sociales y las obligaciones de tributación o de prestaciones personales directas. En el capitalismo la relación intervención del Estado se podría limitar a resguardar la propiedad privada y a sancionar el cumplimiento de los contratos privados, mientras los mecanismos económicos entre las clases quedan fijados como decisiones particulares, ajenas a la operación política activa.

Las diversas tendencias políticas activas son tentativas para moralizar la acción pública, pues persiguen transformaciones que contienen un código ético como su juicio previo. La misma instauración del Estado como separado de la economía, en su tiempo, fue una bandera moral para rechazar una opresión insoportable de los monarcas. El liberalismo del siglo XVIII y XIX ofreció una interpretación de la superioridad moral del mercado automático sobre la arbitrariedad de los monarcas absolutos.

Quijotismo como figura de moral individualista, escisión y lucha contra el mundo
El quijotismo representa una imagen del más puro individualismo, porque es el individuo aislado conectado con su personalísimo código de ética, quien se levanta y blande contra el conjunto del mundo, contra la totalidad concreta de la humanidad; sin que esto signifique que un Quijote sea antagonista contra todas las personas, pero sí que la estructura esencial del mundo le repele por una falta de virtud , y que el común de los mortales también le repelen, aunque no fuesen malos, pues su pasividad implica una complicidad con la maldad dominante. La posición personal de un Quijote es activa, convirtiendo la indignación en acción, transformando la crítica de la ética en la crítica de las armas; aunque lo característico es que sus armas (incluso las más letales) son inútiles al final, porque la virtud pura no se debe convertir en realidad. Un Quijote conserva superioridad al ser diferente, su radical diferencia con el mundo es lo que confirma su superioridad moral, y si se percibiera como parecido con el prójimo pierde su sello distintivo, se destiñe su color característico. Un Quijote no debería aprender nada del mundo malo para mantener su pureza, pues si percibe algo es como dato objetivo y no significativo, sobre el cual debe operar su crítica fulminante; como nada necesita aprender, su discurso preferido es la perorata moral, la retahíla de indignación sobre las bajezas de sus adversarios. Un Quijote puede pedir refuerzos para la ocasión, pero no le agradan los aliados, las multitudes le interesan como un foro de oídos y de manos que aplaudan, pero no debe identificarse con una masa, porque perdería su signo distintivo. El código de la virtud quijotesca es un a priori, porque existe antes de la experiencia humana concreta, lo que interesa a ese código de virtud es repeler, criticar y confrontar. El origen de este código se debe a un acto de olvido, porque lo quijotesco radica en ignorar que la moral también nace hija de este mundo, una emanación exótica en medio de lo práctico utilitario. La acción quijotesca está enamorada de la derrota; sus batallas son dramáticas porque no conducen al triunfo (aunque se presenten episodios de emoción pírrica: triunfos que llevan a derrotas); por lo mismo carga los dados de sus batallas en su contra, especialmente, escogiendo enemigos de talla enorme (efectivos dragones que tengan el tamaño del mundo, efectos emblemáticos de la totalidad), de tal modo que la batalla será contra entes históricos enormes como el capitalismo o la modernidad, atacando estructuras abstractas elusivas como la maldad humana o la prosaica vida cotidiana, combatiendo espectrales males generales como el pecado o la corrupción. Posiblemente no resulte tan evidente que lo anterior describe luchas que están cargadas de una derrota en su sentido absoluto, porque las fronteras del objeto a combatir son tan dilatadas que el triunfo resulta inviable. La lucha contra el capitalismo o la modernidad como sistemas globales contiene el sesgo quijotesco, aunque podría no ser quijotesca cierta lucha contra este específico régimen o contra tal manifestación de lo moderno. Todavía más evidente es el caso de las religiones luchan contra “el pecado” desde hace miles de años sin que se observe la posibilidad de la erradicación de los actos pecaminosos de la faz de la tierra; contra esta o aquella acción pecaminosa las religiones obtienen algún éxito, pero cada vez que el objeto de la lucha se convierte en demasiado general, entonces la batalla no termina en victoria.

La interpretación leninista de la moral política
El llamado leninismo es una interpretación de la política con un estricto código ético adosado. El leninismo basado en una concepción de la lucha política revolucionaria en el corto plazo, plantea una serie de exigencias prácticas, que conforman la moral del militante y las obligaciones de la devoción por la causa proletaria. Ya muchos autores han observado que el partido leninista semeja a una orden religiosa y que su lenguaje operativo está emparentado con el ejército, conformando una especie de milicia monástica laica dedicada a la causa de la revolución proletaria. Efectivamente, el fragor y la intensidad de la lucha política de principios del siglo XX favorecieron la creación de un tipo de organización partidaria combativa, semi-clandestina, revolucionaria, organizada, adoctrinada en las ideas de Marx y ligada a las clases proletarias. Si bien el comunismo marxista aparentaría una utopía debido a la perfección prevista en el mundo futuro, la formulación práctica de la liberación de las clases proletarias favoreció la formación de una política concreta, templada a medio camino entre las aspiraciones justicieras de un mundo mejor y las tareas prácticas, con objetivos concretos y realizables encaminados hacia la dirección deseada. Este buen temple entre la utopía política y la efectividad práctica lo marcó el sello personal de Lenin y acompañó a una generación de revolucionarios afortunados (periodo de ascenso) pero luego ese temple terminó trastocado por la ironía de la historia: domino de la estrechez estalinista sobre cualquier ideal.

Definición de Lenin del oportunismo y su utilización
La definición de Lenin de oportunismo se incubó en una delimitación precisa: para su combate de fracciones contra el reformismo de la socialdemocracia europea. La parte mayoritaria de la socialdemocracia europea, quienes eran los herederos del marxismo, estaba modificando su política para adaptarla a las condiciones del capitalismo avanzado, y en vez de luchar por la supresión del sistema estaba enfocándose en obtener mejores condiciones de vida para las masas trabajadores. En suma, los partidos y sindicatos socialdemócratas se estaban convirtiendo en médicos del sistema y abandonando el papel de sus enterradores; ahora bien la posición diferente entre médico y sepulturero Lenin creía que dependía de una elección directa, porque sostenía que las condiciones para la destrucción del sistema capitalista ya estaban maduras. Ahora bien, este enfoque original del oportunismo derivó hacia un panorama general, porque estaba implicando una confrontación moral, entre los políticos consecuentes (en adelante marxista-leninistas) opuestos con los políticos oportunistas, caracterizados sistemáticamente por su adaptación a las condiciones imperantes del sistema capitalista y por imponer alianzas entre el proletariado y la burguesía. El correlato político a lo que en paralelo ético existe entre bien y mal entonces sería la línea abismal que separaba al “consecuentismo” revolucionario y al oportunismo reformista. Además se agrupa entero un estilo alrededor de la política socialdemócrata así tachada de oportunista: organizaciones sindicales de masas, representación parlamentaria importante, presencia pública abierta, lucha por reformas económicas elementales, importancia de la seguridad social, utilización esencial del voto, presión política, militancia laxa, participación en gobiernos burgueses, defensa de la patria nacional aliados con la burguesía, dominio de la inmediatez sobre la doctrina, enfoque utilitario y predominio del realismo sobre las perspectivas, sometimiento de la emoción a las conveniencias, respetabilidad creciente, etc. El estilo del marxismo-leninismo también estaba definido: predominio de partidos, mínima representación parlamentaria, militancia abnegada, confrontación política, predominio de las perspectivas sobre los datos, sometimiento de las conveniencias a una emoción guiada por las perspectivas, ilegalidad recurrente, lucha por reformas económicas maximalistas, “ritualización” creciente de la política, etc. Sin embargo, es indispensable mencionar que el marxismo-leninismo no permaneció como una isla ética apartada el mundo; en muchos casos conservó una inocencia virginal de las prácticas y de las intenciones, pero también apareció una semilla de negación de la negación, y una dialéctica de la conversión en su contrario, que abandonando esa crítica moralizante también resultaba en oportunismo.

Oscilación del quijotismo a su contrario
Desde mi perspectiva el leninismo marca un caso límite del quijotismo, porque pretende rebasarlo, tanto al buscar una base propia de sustentación científica de la indignación moral, como por buscar una efectividad sistemática sobre el mundo, conversión de la teoría en realidad. Por lo mismo, el mismo Lenin no fracasa en la realidad donde actúa, sino que triunfa y es después de su triunfo cuando estalla un contragolpe de la realidad, una operación de enajenación entre la intención y el resultado, que convierte a la política ética en su contrario.
El hecho de que el leninismo (y su plataforma marxista) busque contar con una base científica para transformar la realidad no significa que logre obtenerla como verdad acabada. Las carencias conceptuales del marxismo ruso, por ejemplo como la falta de la comprensión del papel del Estado y la dinámica social, aunada a la complejidad de una revolución (en este ejemplo, la Rusa), facilitan un trastrocamiento moral. Sin embargo, la lucha política es compromiso e inserción en mitad del fragor de la batalla, y sobre todo, en medio de la hora victoriosa es imposible retirarse. El triunfo del bolchevismo redobla la gravedad de su compromiso, sus promesas estaban al rojo vivo, en la máxima tensión entre la realidad y el deseo que parecía cumplirse. La ética consecuente de los planteamientos sólo se comprueba en las acciones, y además cuando las acciones se cumplen entronizadas desde la máxima estructura de poder, entonces sus repercusiones se amplifican hasta su máxima intensidad. Ahí se dan las condiciones para conversión del idealismo político en su contrario práctico, porque las decisiones de los sujetos entonces repercuten en toda la sociedad, son la clave que se enfrenta a la prueba de fuego: paso de la intención a la acción.
Ahora bien, quien actúa en el mundo puede seguir imaginándose comprometido con su código ético intacto, cuando está dictando sentencias de muerte y destrucción a diestra y siniestra. Ese sería un simple caso de ceguera, pero quien mirara más claramente a su alrededor y observara que su acción está provocando lo que detesta, que él mismo se ha comprometido con el lado tenebroso del mundo, entonces caería en el asco por su propia persona y desconocería su obra. Siguiendo con el mismo ejemplo, los dirigentes bolcheviques más importantes fueron barridos por la reacción estalinista después de la Revolución Rusa.
En el caso de la ceguera radical ante los resultados, puede ocasionar que un Quijote se convierta en un verdugo porque no comprende que su acción rompe las marras éticas y entonces queda atado al servicio de las peores causas. En el caso de una visión más clara el Quijote atrapado en ese vaivén, en su interior luego oscila hacia el arrepentimiento y la decepción. Los dos resultados deben considerarse una conversión del quijotismo en su contrario, ya sea por anestesia ante la realidad o por descorazonamiento.

Mantenimiento en un eje templado sin quijotismo ni oportunismo
La estructura general de la política plantea la posibilidad de una acción realista, que no caiga ni en utopismos ni oportunismos. La pregunta de fondo es si resulta justificado mantener un horizonte tan radical como el marxista, en cuanto presupone, que la sociedad presente está al borde del precipicio y está lista para emerger la nueva sociedad. La respuesta evidente es que ese horizonte tan radical ha sido un quijotismo, que conduce hacia callejones sin salida (Rusia, Cuba) o a bordar en el vacío (Eurocumunismo). El paso de una sociedad a la siguiente, como estructuras sucesivas, no depende de la voluntad, y esto ya lo previó Marx. El problema del marxismo-leninismo ha sido creer en un modelo de “salto-resorte” como vía de cambio social, cuando el conjunto de la experiencia histórica nos muestra lo contrario: cambio molecular de un nuevo principio, hasta alcanzar la acumulación suficiente para el advenimiento de la nueva sociedad, tal como sucedió con el paso del Feudalismo a la Modernidad.
Entonces, de entre los objetivos deseables, la primera gran responsabilidad consiste en determinar los objetivos viables y contenido ético para el tiempo presente. Por fortuna contamos con excelente ejemplos de políticos transformadores, que han planteado objetivos viables y de elevado contenido moral para su coyuntura histórica, tal como aconteció con los libertadores del yugo colonial (Bolívar, Hidalgo, Martí, Gandhi), los defensores de una república de leyes en contra de la monarquía (Juárez, Altamirano), los reformadores que acabaron con el latifundio agrario (Cárdenas, Mújica), etc. Con esos ejemplos, descubrimos casos de gran valía para colocar el objetivo suficientemente alto para que represente un progreso y no tan elevado que se frustre en la irrealidad.
Los objetivos viables se resumen en las reformas del capitalismo actual con la derrota del neoliberalismo y su capitalismo salvaje, una modernización exitosa con democracia avanzada, integración de la sociedad del conocimiento con justicia social, relaciones sociales pacíficas y equitativas, igualdad de oportunidades con solidaridad social, etc. Un conjunto de transformaciones que permitan la sobrevivencia de la civilización en un contexto de fuertes transformaciones tecnológicas en el siglo XXI. Si esos son los objetivos más avanzados posibles y definen la única línea del progreso actual, entonces cualquier política con ética debe estar ajustada a lograr esas metas, con los métodos más efectivos y congruente con sus ideales.

NOTAS:
1 Esta perspectiva y definición del quijotismo corresponde a un pasaje de la Fenomenología del Espíritu de Hegel.
2 Esta virtud pura es contradictoria con la virtud greco-romana la cual representaba la fuerza para la actuación del individuo en su “polis”.
3 El término de “utopismo” indica la correspondencia con el quijotismo en términos marxistas, pues el utopismo se presenta como una crítica arbitraria del presente, a partir de inclinaciones subjetivas hacia un mundo mejor. Sin embargo, el mismo quijotismo renace en las diversas tendencias, y el mismo marxismo no está exento de quijotismo.

sábado, 10 de septiembre de 2011

SOL DE SOLEDADES


Por Carlos Valdés Martín


Así, tras una edad de tristeza arribó un profeta con pretensión de levantar la maldición de la comarca entera.

El disco celeste parecía congelado desde hacía décadas y en vez de cálidos rayos enviaba soledades blanquecinas sobre el valle. Desde ese tiempo de los Padres quedó sin brío y como agotada su fuerza, por un maligno ataque de tristeza, signando un color sin tonos ni brillos. Así, desde las alturas, contagiaba al pueblo entero con un ánimo menguante.

Los enormes árboles perdieron su verdor y hasta las grandes peñas se mostraban contagiadas de caliza, tan débiles que semejaban más natas cuajadas que rocas.

El amanecer carecía de ánimos, ni el gallo se atrevía a cantar al alba ni los pájaros entonaban alegrías matinales. Y el manto de la noche se retiraba discreto, dando espacio para labores y tareas pero aconteciendo sin calor ni claridades.

El mediodía no traía mejoras, bastaba esa luminosidad para ocultar las sombras, pero bajo los objetos un fantasmal remedo de oscuridades se disimulaba como una acusación por un Sol ausente. Y en vez de cálido momento, un rayo gélido surcaba los campos y un reflejo mortecino salpicaba las crestas marinas.

Quizá invierno perpetuo o tristeza se anunciaban desde el amanecer y la hora del ocaso no otorgaba la graciosa paleta de amarillos y naranjas fogosos, al contrario, era una niebla de olvidos que retiraba las claridades de esa tierra.

La rutinaria calma fue sacudida por quien decíase nieto de Zaratustra, el último sucesor de aquél osado que lanzó su maldición contra los espíritus mediocres. Este extranjero arribó gritando entre una polvareda:
–¿Dónde se ocultan los mediocres? Aquí traigo una espada para abrir sus venas, por donde no corre sangre sino hielo líquido. ¿Dónde se esconden los mediocres? Están huyendo de mi mano, corren a refugiarse entre el trigal húmedo y oscuro.
Caminó por la vereda, provocando revuelo con sus gritos y amenazas. Los niños y los ociosos se aproximaron a curiosear, hasta que se adueñó de la pequeña plaza del pueblo. Incluso una villa pequeña como la nuestra posee una placita empedrada con una fuente central, donde es costumbre que una rotonda de piedra encierre una pirámide cónica y fluya un hilo de agua cristalina. Ahí sació su sed de viajero y se encaramó sobre el borde para hacerse más notorio.

Algunos adultos curiosos se acercaban sin dirigirle la palabra y bajando la mirada, los niños sí vimos directamente sus ojos azules pero con temor. Por los encajes dorados de su ropa los ancianos sospechaban que el profeta era un enviado del lejano Rey, por eso no lo expulsaron a palos y evitaron las murmuraciones bajo un silencio reverente.

Desde el borde de la fuente, el profeta siguió con sus vocerías y exigió la presencia del jefe local.
Terminaron las horas del mediodía antes de que un tendero gordo poseedor del título de jefe local se aproximara al forastero. 

Arrastrando los pies y con sombrero gris entre las manos sudorosas, el jefe se aproximó con cautela y aconsejado por los ancianos mantuvo su distancia. Avanzó cauteloso por creerlo enviado del Rey y porque en el cinturón del extraño asomaba la empuñadura de una espada. Saludando con suavidad preguntó si traía algún mensaje desde la capital del reino.

Sin intentar responder esa pregunta el profeta dijo:
–La triste oscuridad viene de los corazones pálidos y sin vida. No es este Sol un astro que muere, sino los corazones sin brillo me decepcionan y ofenden. Vengo aquí para que me entreguen a los cobardes entre los cobardes y a los temerosos entre los débiles, así terminaré con su sufrimiento.

El jefe creyó escuchar una orden proveniente desde el lejano Rey, así que se apresuró a obedecer y sin dilación reclutó a pobladores con mala fama. El jefe local eligió y pensó rápido en deshacerse de un villano pendenciero casado con una hermosa lugareña, del heredero de un predio que ambicionaba y del más pobre del pueblo.

Al llegar a la placita, los tres elegidos temieron lo peor y entonces lloraron y se revolvieron por el suelo, suplicando por sus tristes vidas. El profeta los increpó y, en efecto, sacó una espada brillante de una empuñadora, mientras les hablaba:
–Los llevaré a la montaña perdida, mas no irán en vano sino a enfrentar el peligro y redimirse por completo. Si regresan a su hogar quedarán cubiertos de alegría y también de honores. ¡Abandonen cualquier temor!

Habló con brevedad pero con tanta energía que los elegidos quedaron calmados y los vecinos sonrieron, pues no se dieron cuenta que ese futuro regreso resultaba sometido a un “si” condicional.

Los tres empolvados y todavía temblorosos siguieron a su líder desconociendo su destino. Casi todo el pueblo los miró alejarse hasta desaparecer como un punto en el horizonte.

Al anochecer la población del lugar quedó en vilo, angustiada e intrigada con el destino final de los vecinos. En lugar de rutina y melancolía el espanto y la inquietud avanzaron como el fuego sobre la pradera seca. En la noche los adultos del pueblo mediante una improvisada y agitada asamblea deliberaron, cayendo en cuenta que había sido un error entregar a los elegidos como corderos de sacrifico ante un desconocido, sin preguntar antes en la lejana capital del reino. Las últimas palabras del extraño, al ser reflexionadas adquirieron la turbulencia de un peligro y la incertidumbre de una amenaza. La esposa de uno de los elegidos, la hermosa Áurea mostró a sus hijas pequeñas mientras lloraba amargas lágrimas e increpaba a los lugareños por sacrificar a su marido. Los padres ancianos del otro elegido se apersonaron y soltaron un enternecido reclamo, recordando que a quien despreciaron como cobarde, también era el más amoroso de los hijos. Luego de deliberar, los habitantes recapacitaron y sintieron que habían cometido un grave error; lamentaron la decisión precipitada (y taimada) del jefe, pero en esa villa no poseían caballos para perseguirlos. Sin ningún remedio práctico, aferrando una delgada esperanza, rogaron con tristeza y rabia a sus dioses antiguos y a los espíritus del campo para devolver ilesos a sus vecinos.

Caminaban con prisa, obligados por el profeta, quien tenía urgencia de enfrentar al destino. Al caer la tarde su líder ungía a sus elegidos con un oloroso aceite rojo, picante como la canela, mientras recitaba oraciones para extraer el miedo y la debilidad de los corazones. Al terminar sus ritos repartía en partes iguales la escasa provisión que cargaban y daba la orden de dormir. Tan exhaustos como sorprendidos, los elegidos no tuvieron intención de escapar o de sublevarse contra un guía que los trataba con extraña consideración.

Luego de tres agotadoras jornadas el profeta los condujo hasta una montaña rocosa y deshabitada, anunciando que se encontraban en el punto geométrico preciso. Antes del ocaso, entre grandes monolitos pétreos les señaló una abertura y dijo:
–Ahí se esconde el más terrible monstruo. Si ahora osan cruzar ese umbral quizá nunca regresen, pero si vuelven a la superficie victoriosos habrán salvado a la comarca de esta terrible debilidad, porque del otro lado del mundo, el Sol está moribundo y necesita de quien le entregue un nuevo aliento. No los culparé si mis plegarias todavía no destierran el temor de sus corazones y entonces rehúsan entrar. Si regresan a su pueblo sin afrontar el peligro nadie lo sabrá, pues yo mismo nunca pisaré sobre mis huellas. Si se atreven a ir más allá del umbral su comarca y el reino entero serán salvados. Yo cruzaré primero y no miraré atrás, síganme y serán bienvenidos en la oscura calma debajo de la tierra.

Antes de partir el profeta dijo estas enigmáticas palabras:
–Basta un martillo y un cincel para crear otro mundo, pero falta la mano audaz de un aprendiz que ahora me acompañe. 

Puestos en la urgente encrucijada de seguirlo o escapar, cada uno razonó su situación.
El primero dijo:
–No es que tema por mí, pero tengo hijas pequeñas. Si yo falto será su desgracia. No iré.
El segundo dijo:
–En esta jornada he reflexionado y me he convencido: yo poseo una pequeña parcela, hasta ahora descuidada pero es mi legado y debo a mis padres esas tierras, así que regresaré al pueblo.
El tercero dijo:
–Ni hijos ni esposa ni tierra tengo, el más pobre y olvidado en la comarca soy. En el pasado me espantó la miseria y el abandono. Si falto creo que nadie me extrañará. En fin, no sé si entraré esperando lograr una hazaña o porque le he tomado afecto al profeta. Como sea, yo sí entraré.

Sin más palabras el tercero se despidió de sus compañeros con un abrazo y luego sus pasos se perdieron entre la oscuridad de la caverna. Ante la decisión, el profeta sonrió y sin dar más explicaciones se escurrió por el hueco negro y el eco de sus pasos se fue reduciendo con rapidez, hundiéndose en lo profundo de la montaña.

Conforme los últimos ecos de pasos perdidos entrando hacia la caverna se escurrían desde el fondo, también brotaban un viento fétido y ruidos indescifrables. Consternados, los cautelosos se prometieron aguardar por señales de un regreso. Pronto  la oscuridad se hizo espesa y ruidos tenebrosos escapaban de la oquedad de la montaña, luego brotaron murciélagos amenazando con más desgracias, entonces los cautelosos optaron por apresurar una difícil travesía de regreso.

Extrañados y asustado, regresaron pero su mente permaneció agitada por terrores nocturnos y el látigo de las palabras del profeta. En el solitario trayecto sin Luna, tropezaron con rocas, sintieron cómo las aves nocturnas rosaban su piel y el ruido metálico de bandoleros convertidos en animal de presa los asechaba. La Luna desapareció por entero y las nubes bloquearon a las estrellas; así, que dos manos se entrelazaron para guiarse mutuamente, a tientas entre los peligros del desierto. Cien veces imaginaron que demonios del subsuelo los perseguían y el lento avance creció en intensidad. En su recuerdo observaron un combate y agonía mortal entre el profeta y los demonios malignos que encadenaban al Sol. Sin descansar y magullados por los tropiezos, al amanecer encontraron el camino hacia la aldea y, en esa ruta, compartieron sus ensoñaciones hasta aderezar lo sucedido.

Al llegar a su pueblo se quedaron maravillados por el efusivo recibimiento. Jamás en sus grises existencias había ocurrido algo semejante, pues en ese lugar ya habían olvido la existencia de fiestas desde la implantación del largo invierno.

Mostraron sus heridas por el amargo trayecto, balbucearon su versión y entonces el jefe del lugar explicó que el grupo completo entró en la caverna y adentro apareció un gran demonio, al cual abatieron, ellos a pedradas y el extraño profeta con su espada, pero en la agitada lucha los demás cayeron en un abismo negro y ellos salvaron el pellejo.

La narración resultó tan conmovedora y con el pueblo entero como testigo que pronto desde la lejana capital vino una recompensa, pues los sobrevivientes quedaron investidos cual sacerdotes del culto local.

En lugar de rutinaria tristeza renació un fervor devoto entre los lugareños que contagió a los pueblos vecinos. En honor a los caídos un cantero repujó un hermoso mármol blanco donde colocó la leyenda: A su “profeta del Sol” y al pobre cordero “óbolo sacro”.

Los sobrevivientes tan contentos como culpables recibieron los dones y como primer precepto del nuevo sacerdocio impusieron un tabú: nunca acercarse a la caverna donde se plasmó la última huella del profeta y su sacrificio.

Tras tantas agitaciones fue un niño de ojos verdes quien primero notó el cambio: un círculo amarillo intenso cubría el cielo. Cuando ese septuagenario invierno terminó y el astro recobró su antiguo colorido, los habitantes se sintieron emocionados y por la mente del más anciano surcó esta extraña idea sobre el Sol: “Lamiendo flores y argentando arenas”[1].





[1] GÓNGORA Y ARGOTE, Luis, Fábula de Polifemo y Galatea.