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martes, 17 de diciembre de 2013

RESUMEN SOBRE EL EXTRANJERO DE CAMUS



Por Carlos Valdés Martín

El estilo de la novela es fuertemente objetivo, con un tono marcado por expresiones cortas, carentes de adornos y casi desaliñado. Las frases breves al “estilo Azorín”[3] sirven para dar una impresión de puros hechos duros y rudos. La anécdota es descarnada y con un toque de violencia, aunque no se ubica dentro de los géneros negros. Primero la muerte de la madre del protagonista Meursault, quien se comporta frío y esquivo ante el deceso y funeral, diríase que sus emociones quedan anestesiadas. Con trivialidad el protagonista reinicia su trabajo y un amorío baladí con una chica conocida. Después sobreviene una cadena de acontecimientos casuales; ocurre el pleito de un recién conocido suyo, luego en un encuentro siguiente él mata a balazos a un árabe.
El personaje principal, Meursault carga con la narración mostrando el mundo en primera persona, bajo un manto de indiferencia y aislamiento[4]. Desde afuera, en gran medida parece un tipo normal, pero queda marcado por un asesinato casual, el cual —según su justificación— es provocado por un calor agobiante y la facilidad impensada de portar el revolver de un amigo casual[5]. En la otra mitad exterior, el personaje queda marcado por una imagen terrible de insensibilidad, su condición de habitante colonial y por la condena moralina al expresar un ateísmo ingenuo[6]. Una combinación de opiniones exteriores y la torpeza de Meursault para exponer su defensa en tribunal lo empujan hacia la pena de muerte. Este personaje merece el título de anti-héroe porque no manifiesta esa lucha típica contra la adversidad[7], sino una especie de hastío y angustia indiferente ante su castigo; al final, incluso desea que su acosamiento termine en la tumba.

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El estilo descriptivo corto y enérgico, carente de adornos resulta áspero y hasta decepcionante. Contamos con la explicación de que se narra desde un personaje sencillo, por tanto queda bien abandonar el estilo y dejarlo a ras de piso. También está el sello del ímpetu juvenil del autor y una pretensión realista del novelista[8]. Desde esa perspectiva, para convencernos de la verosimilitud, vale bien el recurso de un estilo tan seco. Por si fuera poco esas frases cortas y sin adornos se adaptan a la idea de un ambiente pobre y rodeado por un desierto, que es a la vez natural y humano.
Tampoco se piense que esta es una novela sin técnica narrativa o descriptiva, pero el autor optó por la sobriedad y sobre ese tono se mantiene. De hecho, la sencillez del fondo mediante la austeridad desértica (metafórica y de facto) sirve para resaltar lo esencial de la trama, evita las distracciones.
Merece recordarse la descripción de ambiente saturado de calor antes del asesinato, la cual se distingue por adquirir intensidad poética, en ese sentido ese es el símbolo natural de esta novela: calor agobiante y desértico[9].

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La enajenación recíproca expresada en la distancia y oposición entre personajes se expresa bien en el título. El protagonista es extranjero en su propia tierra colonizada por franceses; ante su madre fallecida hay un abismo; ante el árabe que mata se señala otra distancia; frente a los jueces que lo examinan y arrinconan en la culpabilidad hay otro precipicio[10]también hay otra ajenidad ante el sacerdote que lo presiona alarmado y desesperado porque el personaje es ateo; y, por último, la distancia de la muerte como final insondable.

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En alguna medida, esta novela incluye argumentos de relato policíaco aunque sin la típica investigación sobre hechos, en cambio expone una condena por las apariencias. Lo sucedido es evidente desde el momento en que ocurre, pero la motivación para perdonar o condenar a muerte mantiene una tensión más larga. En el argumento se atisba que la diferencia cultural y de creencias prejuicia a los jueces, sin embargo, tarda en resolverse el veredicto; de hecho la opinión del abogado parece ir en sentido opuesto y espera un fallo favorable. Cualquier relato policíaco se urde entre la ley y el delito, colocando al robo o la muerte como prendas de premio o castigo; en este caso es el sentido mortal lo que atraviesa la narración. La relativa eficacia del aparato de policía, deteniendo con facilidad y encerrando con eficacia, más que un halago significa un reproche por manejar a gentes como simples bultos. La tensión se centra en la decisión del tribunal, con un desenlace contrario a lo que consuela al público con la prevalencia de justicia; aquí importan las apariencias y el prejuicio racial para condenar al protagonista.

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Otro de los temas fundamentales es la facilidad de la muerte y la doble tragedia que implica el asesinato asequible. Primero nos presenta una muerte “natural” por vejez, que se toma sin lamentaciones, como un acontecimiento de la biología. Luego surge el crimen sin sentido, sucedido por una especie de mecánica de situaciones. Meursault ultima a quien no conoce ni siente rencor, es una trivial secuela de un pleito ajeno unida al largo argumento sobre el calor insoportable como motivación.  El personaje parece convencerse que el calor lo empujó al acto extremo y sin sentido de disparar a un extraño, es decir, cree en su irresponsabilidad.
El asesino está condenado a muerte antes de ser atrapado, pero la mecánica del juicio lo lleva hasta la conciencia aguda e inmediata del desenlace[11]. Además del juicio está el argumento filosófico de la mortalidad completa. En este caso se da un matiz filosófico sobre la muerte en la perspectiva del ateísmo, un final sin consuelo religioso. El contraste entre el creyente y el reo es convincente. Esa muerte abismal y sin consuelo resulta terrible. El tema visto en retrospectiva arrastra hacia las discusiones del existencialismo ateo de la posguerra y por eso resultó también una obra oportuna, ofreciendo un argumento para una discusión posterior: anticipaba el temperamento de la literatura francesa de posguerra, tan marcado por Sartre.

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El relato posee un matiz anti-colonial manejado con discreción. Recordemos que la novela se publicó en Francia durante la Guerra Mundial cuando esa nación quedó postrada ante el nazismo. Además Camus fue huérfano, hijo de un francés emigrado a Argelia, así que vivió y se identificó con la condición de pobreza de la población local, aunque desarrolló fuertes raíces intelectuales hacia el país galo. En ese sentido, la obra posee una crítica discreta y eficaz al sistema colonial, con su incomprensión hacia el nativo convertido en extranjero en la propia tierra. También en ese sentido, la novela es anticipatoria pues muy rápido surge el movimiento anticolonial[12] y el nacionalismo argelino logra independizar al país. De ese  modo, la obra se verá como una expresión de los nativos incomprendidos y arrinconados bajo el sistema colonial.

NOTA:




[1] El existencialismo es una corriente filosófica que se distingue a partir de la intervención de Kierkegaard, quien puso en el primer lugar de la filosofía el problema humano, confrontándose con el universalismo de Kant y G.W.F. Hegel, que eran corrientes relevantes en el centro de Europa al inicio del siglo XIX. En la Francia del siglo XX esta corriente adquiere un vuelco, para devenir en más bien atea y materialista. Cf. SARTRE, Jean Paul, El ser y la nada, El existencialismo es un humanismo.
[2] En ese periodo está a punto de triunfar por completo el “principio nacional” al romper el colonialismo europeo como presencia fundamental. Bajo esa nueva perspectiva de nacionalismo duro, entonces el paradigma de nacional-extranjero adquiere una preminencia desconocida en el periodo previo más imperial y dinástico-cosmopolita. Cfr. VALDÉS MARTÍN, Carlos, Las aguas reflejantes, el espejo de la nación.
[3] VIVALDI, Martín, Curso de redacción.
[4] El personaje del individuo aislado para la crítica literaria social de Lukács representa una clave del horizonte del capitalismo. Ese aislamiento le parece al crítico literario que contiene la clave del comportamiento amoral y falto de razonamiento, en otras palabras implica el arribo de la “conciencia cosificada”. Cfr. LUKACS, Georg, Significación actual del realismo crítico.
[5] En la perspectiva existencialista es un gran tema el absurdo de la vida y la ausencia de sentido; frente a ese vacío del mundo exterior, existe una contraparte del vacío interior que justifica la angustia como sentimiento básico de la existencia. Cfr. BIEMEL, Walter, Sartre.
[6] De modo sagaz el relato insinúa que la condena se debe más que nada al efecto de intolerancia religiosa y cultural, pues la pena de muerte resulta un veredicto inusual para los asesinatos.
[7] El héroe es posee una estructura psicológica y fenomenológica, cabría preguntarse por la definición de su figura opuesta, que no es propiamente un villano antagónico. Cfr. CAMPBELL, Joseph, El héroe de mil caras.
[8] Existe una larga tradición de distintos estilos realistas, en el siglo XX se formaron diversos.
[9] El desierto posee una compleja utilidad psicológica y simbólica; por tradición, el desierto permite la irrupción de la visión extraña, conjura espejismos, ángeles o demonios. Cfr. BACHELARD, Gastón, La tierra y los ensueños de la voluntad.
[10] El abismo y la separación es la condición fundamental del personaje, de ahí que la extranjería es separación, por tanto, una manera negativa y fatal de tomar el espacio; en términos posteriores me parece una “desterritorialización”, donde la persona pierde siempre la tierra, aunque esté bajo sus pies. Ningún consuelo o situación le da alguna apropiación al personaje. Cfr. DELEUZE, Gilles y GUATTARI, Felix, Kafka: por una literatura menor.
[11] Cualquier proceso judicial implacable e injusto, en el ámbito literario queda marcado por el hito de Kafka, aunque no sabemos si existió alguna influencia directa, ya que el checoslovaco tardó en ser difundido. KAFKA, Franz, El proceso.
[12] Como evento político cultural, también representa el repudio de los propios franceses a su propio colonialismo, sentido más como problema que como ventaja. Cfr. FANON, Franz, Los condenados de la tierra. “la aristocracia colonialista: no puede concluir su misión retardataria en Argelia sin colonizar primero a los franceses” p. 11.

sábado, 7 de diciembre de 2013

UN EXCESO DE NACIONALISMO





Por Carlos Valdés Martín

Cualquier cualidad humana contiene su extremo y cualquier tendencia su exceso. La voluntad encuentra la terquedad como su abuso, la alegría topa con la euforia enfermiza. Incluso la inocente y cristalina agua de beber con ingestión excesiva provoca la muerte, tal cual se rumora de Andy Warhol. El exceso de nacionalismo también alcanza a convertirse en un vicio colectivo y fuente de malestar.

Nuestro siglo XX se llenó de excesos y no queda atrás este XXI. A nivel de las comunidades nacionales el siglo anterior fue la explosión de los Estados soberanos, el planeta transitó desde el imperialismo típico sobre cualquier extensión de terreno hasta la Asamblea de las Naciones Unidas. Ese imperialismo fue una forma enfermiza de nacionalismo, pero exclusiva de quienes podían ejercer tal tipo de amor propio: los fuertes. Era evidente que los Estados dotados de grandes ejércitos y recursos económicos suficientes podían apoderarse de grandes extensiones, y ese “podían” lo marco en sentido de mera fuerza atroz. El lenguaje indica que ese paso desde la potencia al acto es prepotencia y marca un exceso. En el periodo previo de la historia se miró ese imperialismo casi con naturalidad y parecía hasta lógico que cualquier reino con suficientes recursos intentara apoderarse de extensiones y, sobre todo, de zonas territoriales de “ultramar”, que eran las regiones alejadas sobre las cuales pesaba un desconocimiento. Así, en el siglo XVI explorar tierras de ultramar se fue convirtiendo en sinónimo de apoderarse militarmente de ellas. Es decir, se ejercía fuerza imperial sobre las extensiones recién descubiertas.  A veces, cuando el gobernante era escrupuloso le solicitaba su bendición a la Iglesia Católica de Roma, tal como hicieron los gobernantes de Madrid y Lisboa. El Papa de Roma emitió una Bula, es decir, un acuerdo público entre su albedrío y el de los beneficiarios, entonces jamás se pensó en preguntarles a los habitantes de esos lejanos territorios si aspiraban a que los extranjeros tomaran por la fuerza el espacio donde habitaron sus antepasados durante miles de años.
Sin embargo, habrá que notar: esos viejos imperios eran escasa o nulamente nacionalistas. En efecto, después de 1492 desde Madrid se mandaba sobre un enorme imperio, pero el monarca pertenecía a la familia Habsburgo, de ascendencia austriaca y sin interés por el destino de España (entonces sin bandera ni himno). Después, la casa gobernante quedó en manos de los Borbones de cuño afrancesado. Esas dinastías establecían un híbrido entre sus raíces (exóticas y etéreas) y el suelo al que eran trasplantadas, lo cual no favorecía una integración nacional. ¿Cuántos siglos transcurrieron entre la reconquista de la península española bajo los Reyes Católicos y el primer himno nacional español? Quizá la Marcha Granadera sin letra no debe considerarse como un himno, sino como música de ceremonias oficiales y la Marcha de Riego surge justamente en contra de la monarquía, como canto de movimiento de Cortes liberales y libertadoras. Compárese esa lentitud dinástica ante el tema nacional, frente a la presteza con que las provincias americanas adoptaron un escudo e himno nacionales al quedar liberadas. 

De hecho, en el periodo de las grandes dinastías el nacionalismo era una baraja marginal y no existía un propósito nacionalista como se entendió después. Durante la colonización de América, en efecto, se privilegió al español por nacimiento y se oprimió al indígena, sin embargo, bajo un extraño “sistema de castas” que también escapa de las definiciones modernas de nación, pues no son dos naciones enfrentadas sino un abanico de grupos inferiores (súbditos en el sentido feudal) sometidos a una cúspide soberana y regulados bajo una religión única.

Algunas variedades del imperialismo dinástico presentan el vicio del nacionalismo en un sentido primitivo. La utilización de la fuerza bruta y hasta el exterminio contra poblaciones exóticas se facilitaba bajo una elevación del ego sobre el propio grupo, lo cual define una variación primitiva del nacionalismo.

Al perfeccionarse la integración nacional de los Estados, vino otra variación de ese exceso de nacionalismo que desembocó en agresiones hacia lo extranjero y exótico. Resulta demasiado conocida la xenofobia y racismo del nazismo alemán, aunque ese es un nacional-imperialismo, modalidad que pretende establecer territorios y someter a los exóticos. Esa variación fue también un retroceso hacia las pretensiones monárquicas de un Reich milenario.

Dejemos esos aspectos exteriores para preguntarnos sobre el aura de justificación que contiene el nacionalismo. Su brillo extremo ha sido el halo de salvación de la Patria (en este caso con mayúscula intencionada) ante la invasión extranjera y la opresión extrema. Nuestra frase “me envuelvo en la bandera” evoca la leyenda de la defensa de Chapultepec, aunque no encontramos una situación extrema para aplicarla. De la mano con esto, la soberanía popular-nacional justifica al sistema político entero, así la ideología nacionalista es la base del Poder en cada país.

Por último nos dirigimos hacia lo cotidiano. La pertenencia común está motivando fiestas cívicas, gestos de respeto hacia símbolos patrios y consideración hacia las tradiciones asumidas como punto de referencia de la identidad colectiva. ¿Y en un aspecto más cotidiano? Sin considerar ni eventos públicos ni ese ligarse con el pasado. ¿Qué justifica el nacionalismo? Bajo la oleada de globalización parecería que es poco pues la oleada del mercado planetaria nos hace muy permeables hacia el consumo exótico. Es más, lo extranjero posee sus halos de estatus y lujo, resultando deseable consumir marcar afamadas. Incluso si el producto se produce “hecho en México”, la marca sobrepone el carisma de lo extranjero, como sucede con tantos automóviles. Bajo esa avalancha de productos desde los cuatro puntos cardinales, entonces parecería imposible ejercer un exceso de nacionalismo, por más que sigamos la ruta de nuestras raíces. En este contexto de país oprimido[1], cualquier “exceso” resultaría menudo ante la oleada de adoración por lo extranjero que nos propone el sistema mercantil planetario, sin embargo, debemos notar que —a lo largo de la historia contra el colonialismo— los pequeños han derrotado a los grandes, como metafóricamente indica la piedra de David contra Goliat. Cuando la semilla pequeña está preñada de justicia termina fructificando. A modo de ejemplo vivo y real Nelson Mandela, después de quedar recluido durante 27 años en una rigurosa cárcel política, tuvo la persistencia para disfrutar la caída del racismo en su país y nadie le reprochará un exceso de nacionalismo.



NOTAS:


[1] El exceso dependerá del contexto, si la propia comunidad posee condiciones de opresión sobre el extranjero, ese abuso surgirá con facilidad. Mientras mayor sea la prepotencia, más sencillo resultará adoptar la posición imperial. Cf. LENIN, V.I. El derecho de las naciones a la autodeterminación.

sábado, 30 de noviembre de 2013

LA LEY DEL EMBUDO EN LAS CALLES


Por Carlos Valdés Martín


Reflejando los dolores de los automovilistas atrapados en el tráfico y las agresiones contra la vialidad, esta es la parte 6ta de "Los automovilistas en peligro de extinción". 

Death end the Street (callejones sin salida) 

Cerrar calles en lugar de establecer vías abiertas representa una estrategia del urbanista vengativo contra los automovilistas. Si para el conductor ya genera zozobra cuidarse de baches y topes, más extraño le resulta descubrir súbitos cortes de calles, que convierte sus rutas habituales en callejones sin salida. A veces no se requiere de un callejón definitivo para frustrar una ruta, pues también existe una variedad de sentidos irracionales; pues si un vehículo se dirige hacia el sur y ninguna calle en una colonia posee esa dirección, debe establecer una ruta muy tortuosa. Quizá los lectores de otras latitudes no comprendan esa tendencia de algunos urbanistas de la Ciudad de México que insisten en repetir el mismo sentido en varias calles paralelas, frustrando al automóvil cuando pretenda salir de una colonia para tomar el rumbo deseado. ¿Liberad para elegir el rumbo? Eso es asunto de liberales no de urbanistas.
El asunto sería risible y sin ninguna importancia si no existiera la contaminación del aire. Injustamente se culpa al usuario individual de la calidad del aire, cuando los diseñadores urbanos arman un galimatías en las rutas, de tal modo que ni el auxilio de los mapas electrónicos resuelve el mal trazado de rutas.

Ley del embudo 

Por si el argumento de la falta de sentido en calles, que obligan a seguir un rumbo indeseado, todavía surge un fenómeno mayor. En algunos puntos, los diseñadores de vialidades, desean que una multitud de unidades desemboquen hacia un punto preciso sin una justificación. El diseño establece un sistema para convertir las avenidas de muchos carriles en embudos, que en su nivel límite son calles para un solo vehículo. El cuerpo humano con la sangre reconoce que eso es una enfermedad y que el exceso de sangre empujando contra venas muy estrechas causa enfermedades. 


domingo, 24 de noviembre de 2013

RESUMEN Y ELOGIO DE EL GRAN GATSBY



Por Carlos Valdés Martín

La excelente novela de Scott Fitzgerald con sobrada razón ha recibido tantos elogios y merecido versiones cinematográficas. El aplauso de la posteridad dirigido a esta obra no es casualidad. La novela El gran Gratsby es una obra de fina ingeniería literaria con bello estilo y estructura; con planos de acción empalmados con otros de pasión; mediante tersas anécdotas guiando la trama atadas a una evocación de mayor altura; simboliza el gran conjunto social y se enamora de los detalles; utiliza símbolos y evocaciones con puntería; dibuja los caracteres psicológicos de modo creíble; muestra la verdad paso a paso (el lado increíble de los antecedentes de Gatsby) manteniendo en interés del lector sin que decaiga; elabora personajes entrañables y edificados con elementos contradictorios; su crítica social no es un moralismo simplista; la adjetivación es afortunada; contiene frases inteligentes; el enredo en la trama se muestra paso a paso al lector pero mantiene suficiente complicación para sostener el interés; muestra un ambiente creíble en lo social y el cual enmarca con soltura la acción. Bajo ese conjunto de aciertos, ofrecer algunas alabanzas no cuesta ningún esfuerzo y quizá se descubran más tesoros escondido entre tantos méritos.

Narraciones de amor y pasiones secundarias
La trama principal es el amor romántico de Gatsby por Daisy, enredado con las relaciones secundarias del matrimonio de Daisy y Tom Buchanan, la aventura de Tom con Myrtle, el matrimonio de ésta con Wilson, y enmarcados por la relación secundaria del protagonista Nick Carraway con Jordan Baker. En este nivel, la pasión de Gatsby por Daisy es un romance clásico bloqueado por una trama de impedimentos. En el fondo existe un amor enorme que remarca el autor: el pasado cristalizó ese amor candoroso e inicial. El amor juvenil de Gatsby ya ha desaparecido hundido bajo la separación y el matrimonio de Daisy, de antemano está muerto y es imposible[1]. Él personifica un héroe necio que decide revivir ese amor y rescatar a su princesa soñada del dragón-Tom, para eso reinventa su existencia y se coloca como un potentado de la burguesía. La barrera del foso es también la diferencia de clases sociales, pues Tom es rico de abolengo, mientras Gatsby es un arribista que utiliza la corrupción del sistema (el alcohol es ilegal entonces y él es un candoroso capo de la mafia alcoholera). Gatsby ha atravesado una especie de muerte social y moral para reinventarse, pero no es el ave que cruzó sin mancha el pantano, por eso su tentativa termina fracasada. Al inicio Daisy cae en el encanto de Gatsby y la nostalgia por recuperar un amor romántico y puro, pero termina derrotada por la sombra ominosa de Gatsby y el interés por conservar a su familia.
El marido Tom juega el papel de un villano, al tiempo infiel y celoso por su esposa, funciona como un propietario privado sobre su consorte-cosa bella; así, encarna un tipo de machismo vulgar rodeado y amparado por la aureola del dinero. La situación de Myrtle marca el hedonismo de una chica sencilla, que está aburrida de su existencia y desea al rico Tom. El marido Wilson es la víctima propiciatoria de la ignorancia, redondeando el sacrificio doble de los personajes proletarios ante la indiferencia de los ricos.
La superficialidad del personaje narrador en su romance con Jordan es funcional por completo para no enturbiar la intensidad en la trama principal. Un amorío intenso o problemático entre Nick y Jordan causaría una complicación que opacaría lo importante, por tanto se mantiene como una aventura siempre funcional, con un romance que surge y desaparece como los bailarines comparsa ante los protagónicos.
Todas las muertes trágicas poseen un tono pasional y, en gran medida, inconsciente. Daisy maneja veloz el auto amarillo y la infortunada Myrtle se cruza esperando alcanzar a su amado Tom, entonces el accidente semeja un “acto fallido” de la psicología. El posterior asesinato de Gatsby sucede porque encubrió a la amada y de ahí un tono de sacrificio noble. La mecánica de la tragedia desemboca en la venganza pasional del Wilson y su suicidio bajo el acoso de la culpa. En ese sentido, la trama posee un aire de tragedia antigua, con rápido desenlace mortal después de los “pecados” cometidos.

Fascinación por la riqueza y juicio fulminante
De modo simultáneo, la novela nos muestra la fascinación de época sobre la riqueza y sus expresiones, con una evaluación de esa “vanidad de vanidades” que resulta inútil conforme las pasiones fundamentales del corazón se mantienen insatisfechas. El dinero fracasa ante el amor y, además, ante el tiempo por la imposibilidad de volver el pasado, entonces la riqueza es inútil contra una especie de destino. Si bien, la narración no se entretiene en el tema del “destino”, es claro que la complicada trama de casualidades refleja esa estructura que poseía el Destino en la tragedia griega.
La riqueza parece funcionar en cuanto se integra en la persona misma. El personaje de Daisy posee una identificación con el dinero, su voz de sirena es también “voz de dinero” con una extraña metáfora.  A manera de una aristocracia reciente pero ufana de su posición, las familias adineradas se sienten superiores a los demás; en ese sentido Tom Buchanan es clave en su interpretación altanera, utilitaria y racista. Es interesante que Scott Fitzgerald critica al racismo de Tom, casi prefigurando el nazismo[2], al proclamar una batalla ante las razas no blancas. El personaje de Gatsby señala la movilidad del dinero y cómo compra una imagen superior. La sociedad de los alrededores se deslumbra con las fiestas en la mansión de Gatsby, pero manifiesta desconfianza. Ahí, surge la leyenda ambigua de su fama: ¿rico excéntrico o heredero de algún desfalco? El rico misterioso genera un interés morboso por descubrir su lado oscuro y antecedente corrupto. En ese sentido, la presentación paso a paso de la biografía de Gatsby es excelente, pues muestra una serie de dobleces que mantienen el interés y obligan a oscilar entre el rechazo y la admiración por el personaje, hasta lograr el balance definitivo. Al final, resulta un Romeo deshonesto por su pasión obsesiva.
El texto insinúa ampliamente un sustrato corrupto en la sociedad entera, encarnado por la actividad del Gatsby y su turbio socio, que ostenta un diente humano como una joya. La identidad entre el diente y la joya dibuja todo un símbolo sobre la necrofilia social[3]. Queda como un tema secundario pero es un asunto importante el sostener que la sociedad se alimenta de su ilegalidad y disimula su corrupción. Son los años de la prohibición del alcohol cuando se publica esta novela, ahora su equivalente sería discutir el narcotráfico.
Al mismo tiempo, ofrece la alegoría de una sociedad muy oprimida a través de una región de cenizas, “una fantástica granja donde las cenizas crecen como el trigo (…) siluetas de hombres grises que se mueven apagadamente, desmoronándose a través de la polvorienta atmósfera”[4]
El mismo narrador y los personajes menores, de una u otra manera, están atrapados por el brillo de la riqueza. Dependen económicamente o están interesados por mantenerse en su órbita, los asistentes a las fiestas acuden por diversión y también por otro magnetismo proveniente del fasto de ese espacio: la mansión festiva. Ante el dinero, representado de tantas maneras el efecto es ambiguo, a veces es prometedor y también traicionero. Se podría interpretar que la sociedad entera es decadente por su dependencia por la riqueza o dejar una respuesta más abierta. Sin embargo, la triple muerte trae un juicio fulminante y no deja espacio para más especulaciones; ante la noche eterna el dinero es un equipaje estorboso. La mansión vacía en el sepelio de Gatsby indica la vanidad de la riqueza, sin un corazón latiendo y alegre el brillo dorado carece de sentido.

Arquitectura y objetos de la modernidad
Es relevante la evaluación simbólica, emblemática y emocional de las construcciones y objetos clave de la trama, como el automóvil y el faro verde. La mansión de los Buchanan es un objeto descrito con maestría y cobija a personajes, en especie de mímesis entre el residir y los ricos habitantes[5]. La describe como una “alegre mansión georgiana” y por ejemplo, “La fachada rompía su serena monotonía en una línea de balcones, abiertos de par en par, a la ardiente y ventosa tarde, cuyos metales, al choque de los rayos solares, brillaban con destellos de oro.”[6] La personalidad de la mansión corresponde a la alegre de Daisy, la brillante ama de casa, cascabel de gozo y confidencias. Y las cortinas bailando, parecen celebrar una fiesta privada para las residentes en un marco de festejo para presentar a Daisy y Jordan[7].
Sobre la mansión de Gatsby no se ofrece con una descripción contundente de un breve trazo, sino que se va presentando poco a poco. Es el recinto de la fiestas de antología, el eje de los arribos extravagantes de alimentos, autos y hasta hidroplanos. En distintos pasajes se muestra su opulencia, que no es tanto propia del sitio, sino un ímpetu prestado, pues la algarabía es también un escenario artificial para preparar el encuentro de Gatsby y Daisy. La mansión cobra más significado al final, justo cuando queda abandonada y para las honras fúnebres vacía, sin que acudan las multitudes festivas; el contraste ahí es evidente por su uso alternativo de celebración y funerario, donde se muestra la inutilidad de modo patético.
Otras arquitecturas también son interesantes, tenemos el emblemático anuncio de un oculista sobre el único edificio sobre la zona de la “granja de ceniza”, en ese aspecto, la amarga crítica sobre el efecto de una fábrica nos recuerda de modo sutil la literatura de intención socialista.  Resulta importante el espacio de un departamento en Nueva York donde arma su fiesta privada Tom con la amante y comparte con amistades casuales, como Nick y visitantes. Es el espacio de la pequeña fiesta de los humildes frente al boato de las fiestas monumentales de Gatsby.
Entre los objetos de novedad y lujo ocupa un sitio crucial el automóvil amarillo del accidente. Ahí se condensa el simbolismo de la modernidad tecnológica con su velocidad y peligro. La movilidad también da oportunidad para escapar, situación para confundirse e instrumento de muerte. El tipo de vehículo es una señal de época, una marca que identifica a la perfección cuándo están sucediendo las cosas: es el siglo de Ford y sus competidores. El automóvil está rediseñando los panoramas urbanos y es signo del estatus social, sin duda[8].
Por último, bastará mencionar al pequeño faro de luz verde frente a la mansión Buchanan. Ese no es objeto de modernidad, sino un artificio casi atemporal que pareciera no ser de utilidad sino un signo, más para marcar la distancia entre Daisy y Gatsby, dándole color de esperanza a quienes miren desde la otra orilla.

Eficacia de los dos enamorados
La novela depende de que, desde inicio, nos encandilemos un poco de Daisy y, si no acontece una completa seducción, con esta Julieta norteamericana, al menos quedemos deslumbrados con su lado positivo: alegre, emotiva, dispuesta. Ella es una elegida de los dioses para mostrar lo excelsa que es la existencia, la primavera se ha posado en ella y nunca la abandona. Estas cualidades no implican acumular perfecciones y ella posee defectos propios o ajenos. Está sometida a Tom y lo sufre, sin encontrar alternativa al principio. Frente a su condición desgraciada de esposa engañada, derrocha encanto y alegría, busca disfrutar de sus días y transmitir felicidad a quienes la rodean. Aun así, ruega por una dosis mayor de estupidez para no reconocer su desgracia, por eso desea que su hija sea tonta, para no sufrir: “lo mejor en este mundo para una chica es ser bonita y tonta”[9].
El acercamiento al personaje Gatsby es pausado y cauteloso. La presentación es cuidada y lo mantiene en la sombra y el misterio, cuando lo empieza a presentar lo hace de modo indirecto mediante la mansión, las fiestas y los rumores sobre él. El camino es indirecto y tortuoso, se van dando los rasgos. Luego se superponen impresiones contradictorias y versiones limitadas de su biografía. La primera versión posee bastante de mentira y se mantiene el interés por develar la verdad. Las versiones iniciales son suficientes para ganar la confianza del protagonista, pero a cada capítulo se revela algo más, en el atractivo gradual de la escala, como indicó Descartes cuando se nombró caballero de la “escala”[10].
A plenitud el personaje termina luchando por su amor a brazo partido y parece que triunfará, pero mantiene una falla. En el “juicio público” ante Tom termina derrotado por su origen de clase y la sombra de negocios ilegales que le siguen. A final de cuentas, el destino se precipita y los últimos rasgos terminan por dibujar a este personaje contradictorio, pero redimido por su pasión sincera ante los ojos del narrador.
De modo antagónico, Daisy pierde algo de su brillo al caer en la trampa de la situación y conformarse con escapar con Tom. En la circunstancia queda una denuncia de egoísmo y cobardía, sin embargo, el personaje nunca se anuncia como valiente sino como encantadora. En la situación final huyendo con el marido, ya el encanto no importa.
La muerte le otorga una belleza trágica a Gatsby y un halo de perdón. La presencia del padre dando el saludo final al hijo, tan lejano y extraño frente al viejo, refuerza ese efecto de perdón que muestra el narrador. ¿Qué debemos reclamar a los caídos? Nada queda por reclamar, pues como personaje Gatsby cumple a cabalidad.

Efecto del narrador-personaje
El narrador es un testigo privilegiado, colocado a la orilla de la narración pero tan cerca  (vecino de Gatsby, primo de Daisy, compañero de parranda de Tom, asistente a las fiestas) que es convincente en todo momento. Es un narrador participante con tendencia a ser “omnisciente”, pero sin serlo por completo… En este relato no debe ser omnisciente por entero ya que la personalidad de Gatsby es indispensable presentarla paso a paso, como un misterio descubierto por capas. Otro aspecto importante es que el narrador sea confiable para el lector y así nos parece Nick, quien siempre procura decir la verdad y ser honesto, aunque esté envuelto entre las maquinaciones de los personajes y acepte algunas, en especial, colabore para acercar a Gatsby con su prima. El resultado es que el narrador se mantiene muy próximo al lector, sugiriéndole que vea y sienta como uno más de los participantes en los eventos, lo cual logra con efectividad, pues como lector sí te sientes involucrado en la narrativa.

Estilo emotivo y elegante
La novela posee una adecuada dosificación de descripciones para lugares y eventos, junto con los diálogos y la acción. El balance es interesante, siempre parece haber cosas que harán los personajes y misterios que develarán, nunca queda la narración en el punto muerto donde pierde eficacia.
Ya comentamos la descripción de sitios y la complementamos con la descripción emocional de personajes y situaciones. Una primera pieza clave es Daisy mezcla de encanto, belleza y dependencia (hacia Tom y las circunstancias), esa típica unidad entre esplendor y fragilidad otorgan un sentido pleno al personaje. Las cualidades descritas son físicas y también subjetivas, como la importancia dada a su voz y plática: por eso la llaman una sirena moderna.  “La suya pertenecía a aquella clase de voces cuyo tono es seguido atentamente por el oído, como si cada palabra fuera una composición musical que jamás se volviese a interpretar. Su rostro era triste y hermoso, lleno de encantos; brillantes pupilas y una fresca y apasionada boca. En su voz latía una excitación que difícilmente olvidaban los hombres que la habían amado: una cantarina vibración…”[11] Como se observa la emociones y los rasgos se colocan con gracia y clara descripción, nos indica el rasgo junto con el significado emotivo del rasgo.
El novelista utiliza ligeras exageraciones para dar un toque más emotivo a sus pasajes, sin caer en la caricatura o saltar al realismo fantástico. A veces ese exceso está en el comentario de un personaje, en este caso Nick:
“—¿Me echan de menos? —preguntó radiante.
“—Toda la ciudad (se refiere a Chicago) está desolada. Los coches llevan pintada de negro la rueda de recambio (entonces su usaba en la parte exterior del vehículo), como si fuera una corona (de muertos), y por las noches se oye un incesante gemido a lo largo de la orilla norte (la ciudad de los vientos suele escuchar el murmullo del viento)…” Ahí termina la pequeña exageración que sirve para contrastar entre la ciudad desconsolada y la alegría irradiada por Daisy[12].
Otro rasgo de estilo, es un detalle de la adjetivación cuando el texto aparea rasgos que no son idénticos y sirven para definir con elegancia. En el ejemplo anterior el rostro de Daisy es “triste y hermoso”, la boca es “fresca y apasionada”. La boca de Jordan es “irónica y atractiva”[13]. Al cumplir treinta años, Nick piensa que “se extendía el portentoso y amenazador camino de una nueva década”[14].
De modo constante se entrelazan las descripciones y los diálogos variando el predominio sucesivo ente el aspecto hablado y descriptivo. De modo preciso los diálogos se colocan en nudos de confrontación, como la lucha entre Tom y Gatsby por la decisión de Daisy, de ese modo, las confrontaciones son vivaces y con ritmo adecuado.

Personaje central, crítica y gran perspectiva
Con mesura y de modo claro, el autor nos entrega una dosis de crítica social y enfoque de perspectivas. Los problemas y sufrimientos son de personajes singulares sin una aspiración hacia lo grandioso, pero la obra los coloca para cuestionar la condición humana y el contexto del sueño americano. Así, se cuestiona de modo claro cuáles son las posibilidades de las personas en esa América de horizontes[15]. El final es bastante explícito a ese respecto y se pregunta sobre la ambición humana desde los lejanos emigrantes, que miran por primera vez una tierra de promesa. También llega a conclusiones muy críticas sobre la riqueza y la situación de los dueños de la sociedad, a quienes considera que están pisando al prójimo sin darse cuenta. El tema de la riqueza, además, mantiene un tono de sospecha[16], ya sea por su origen o consecuencias.
Una pieza clave de la narración es la doble imposibilidad: de salvar el pasado tal cual y la futilidad de saltar la barrera de clase social[17]. La vuelta al pasado adquiere el tono de una exageración, pues el objetivo de Gatsby no sólo es rescatar a la amada, sino borrar su periodo de abandono y restablecer su momento perfecto: “—¿El pasado no puede volver?—gritó lleno de incredulidad— ¡Claro que sí!”[18] La diferencia entre la nostalgia usual y esa extrema ingenuidad de quien pretende derrotar a Cronos, es clave para anticipar la derrota de Gatsby, quien pretende algo que ningún humano ha conseguido.
La barrera social felizmente salvada por el amor es el argumento típico de la novela rosa, precisamente el tono rosa indica que sí es posible saltar las barreras, mientras el dramático indica la inviabilidad. Bajo esos supuestos se mantiene la centralidad del personaje Gatsby, quien es reivindicado como el gran individuo en su fracaso. De modo sincero el narrador-personaje expone que en su punto de vista final, Gatsby fue el mejor de todos y su pasión lo salva del ocaso de la mediocridad. ¿Es convincente? Al menos es necesario para la estructura de la novela, el personaje central está en claroscuro pero siempre mantiene una vitalidad. ¿Se convierte en un modelo a repetir? Eso es dudoso, pero ¿los nuevos ricos tras el canto de su sirena no son nuevos Gatsbys? En ese sentido, aunque ofrece cierta perspectiva crítica, también embona en una perspectiva encantada con su entorno y presente, existe cierta oda a la América de los esplendores y decadencias.
Esa crítica no pretende ser grandilocuente y simplemente saca conclusiones a partir de los hechos de la narración e, incluso, queda seducida por la belleza de su ambiente. En ese sentido no es radical, sino compadecida del destino particular de las personas en un contexto adverso y enamorada de su farol verde siempre encendido en la lejanía romántica.

NOTAS:




[1] Entra en la psicología del amor imposible y su efecto estético. Cf. CARUSO, Igor, La separación de los amantes.
[2] “la raza blanca será… será totalmente desbordada (…) hemos de vigilar a las demás razas, si no queremos que sean ellas las que nos dominen” p. 20.
[3] La honda decadencia y repercusiones de la necrofilia está explicado en El corazón del hombre de Erich Fromm.
[4] Dramática representación del proletariado norteamericano, sosteniendo penosamente el brillo de la alta sociedad, que no se fija en su existencia. P. 29.
[5] SENNETT, Richard, Vida Urbana e Identidad Personal (1970), es una obra pionera en relacionar la arquitectura con la psicología social, atribuyendo una relación directa entre los espacios modernos y la identidad. El tema se repite en la literatura como aquí exponemos. Véase también mi “De la inmoralidad al rascacielos”.
[6] El gran Gatsby, p. 13.
[7] El gran Gatsby, p. 15.
[8] BAUDRILLARD, Jean, El sistema de los objetos y Economía política del signo. Las “cosas materiales” poseen una trama compleja y su consumo es una creación del estatus social.
[9] El gran Gatsby, p. 24.
[10] De acuerdo a la biografía de Baillet, el fundador del racionalismo se denominó caballero “Du Perron”, es decir, la escalera, lo cual se debe interpretar como la gradualidad del saber conforme al método.
[11] El gran Gatsby, p. 16.
[12] Otro ejemplo curioso, es la escena de calor y discusión, donde el narrador indica con evidente exageración: “mi ropa interior se puso a reptar, cual húmeda serpiente” p. 132.
[13] El gran Gatsby, p. 86.
[14] El gran Gatsby, p. 142.
[15] Las posibilidades reales se mistifican y convierten en una ideología vana de las libertades; los horizontes pueden ser también grandes ilusiones. Cf. SARTRE, Jean Paul, El ser y la nada.
[16] La sospecha-suspicacia representa un subtema. La gente habla mal de Gatsby sin conocerlo, pero bajo ese lodo de la sospecha se oculta un valor superior, de ahí la función de la pasión más allá del tiempo. “El escepticismo, dijímoslo ya, no es sólo intelectual, sino moral también, es una atrofia, una enfermedad crónica de toda el alma. Un hombre vive de creer en algo, no de argumentaciones ni de discurrir sobre infinitas cosas. ¡Desgraciada situación la suya el día en que todas sus creencias se reduzcan a comer, a digerir, a atesorar! No podrá ya descender más bajo.” CARLYLE, Thomas, Los héroes, p. 190.
[17] Las posibilidades concretas de los individuos son el signo inequívoco de las estructuras sociales, Cf. LUKÁCS, George, La significación actual del realismo crítico.
[18] El gran Gatsby, p. 116.

domingo, 17 de noviembre de 2013

¿MÉXICO EN METAMORFOSIS O HACIA SU DESAPARICIÓN?





 Por Carlos Valdés Martín


Con motivo del desayuno del Foro Ave Fénix presenté una breve ponencia sobre identidad nacional aplicado a México. De esa exposición oral conservé las notas de ese día y en lo que sigue las mejoré para su lectura. El título completo es “La identidad nacional a través de sus símbolos… ¿México en metamorfosis o hacia su desaparición?”

1. Es tiempo de saber la verdad sobre el tema nacional. Por fortuna, este es un tema familiar y todos ponen su parte en las piezas del rompecabezas. En mi opinión, la cuestión nacional ha quedado de lado en el espacio académico convencional y los motivos son el objeto de estudio, pues el tema “Nación” abarca varios campos: economía, política, historia, filosofía… En especial, parecería que los historiadores han abordado el tema, pero lo hacen como evento pasado y por tanto no resuelven sino una mitad del rompecabezas, ya que lo interesante de cada nación es que está viva y posee proyección hacia el futuro.
La verdad es un término sólido y brillante, aunque polémico, las modas posmodernas prefieren colocarle una etiqueta de debilidad, indicando que es “verdad relativa”. Sin embargo, lo importante de la verdad es que lo sea y como tal nos traiga la conformidad de nuestra razón con un objeto, de tal modo que el concepto que tenemos de la “cosa misma” sea certero.
Un artista plástico tuvo la brillante idea de poner la verdad a la cabeza de la nación. La operación fue alabada, pero luego disimulada. ¿Adivinan qué sucedió? En la Columna de la Independencia está la diosa griega Niké del triunfo con la guirnalda en la mano, pero nuestro pueblo católico asumió que era un ángel ligado a la Independencia.

2. La nación nos es muy familiar, entonces preguntamos ¿Por qué no se sabe de ella su verdad de un modo bastante espontáneo? Por lo mismo que del aire respirado no se conoció su composición y propiedades desde el amanecer de la humanidad. Debemos de tomar distancia respecto de lo familiar, para que nos lo sea menos y comprender sus rasgos evidentes mirándolos como extraños, y —viceversa— viendo sus rasgos extraños bajo una repetición. Lo familiar, no por serlo resulta lo mejor conocido, al contrario cuando nos acostumbramos a una presencia casi dejamos de notarla.

2.1 Hemos perdido sensibilidad ante nuestro ambiente nacional. Ejercicio para recuperar la sensibilidad ante nuestro “ambiente nacional”, imaginemos ese espectáculo ahora casi perdido de los hermosos lagos rodeados de volcanes y montañas, tierras fértiles y clima templado en lo que se llamó la región más transparente en la recreación poética de Alfonso Reyes[1] y repetida en la prosa de Carlos Fuentes[2]. Con la megalópolis eso se convirtió en una ironía. Sin embargo, gran parte de esa belleza sobrevive en las visiones de los volcanes tocadas por luces de mañana o tarde, por los arcoíris en los días de lluvia. Incluso la vista del tapete de luces nocturno visto en un avión acercándose al Valle de México, que es una visión con ventaja a la “ciudad luz”. 
2.2 Nuestro ambiente está pletórico de maravillas y suelen ser los extranjeros quienes nos vienen a recordar esas maravillas, que las miramos con ojos de trivialidad. ¿Quiénes popularizan a los chamanes de México? Gordon Wasson visitando a María Sabina, y Carlos Castaneda inventando a Don Juan. Poner más ejemplos de extranjeros mostrando las maravillas de nuestra tierra. Lo mismo sucedió en siglos pasados, cuando siendo todavía colonia la visión de Humboldt sobre nuestra riqueza y pujanza, conmovió a la entonces llamada Nueva España. Las atrocidades del periodo de Porfirio Díaz tomaron un mayor realce cuando las relató John Kenneth Turner en México Bárbaro. Las hazañas de Pancho Villa se dieron a mayor fama bajo la pluma de John Reed el periodista norteamericano. Todavía hoy le prestamos especial atención a lo que se dice de nuestro país en la prensa extranjera, como si nos entregaran una verdad especial. 
2.3 Parecemos beduinos del desierto que todo lo vemos cubierto de arena. La repetición nos vuelve insensibles: por eso ahora estamos colocados entre dos insensibilidades. La repetición del aroma nacional nos insensibiliza como oler siempre lo mismo, lo llaman el “efecto de la rana cocida”.
Como muestra el ejemplo de la rana cocida, la insensibilidad alcanza niveles peligrosos. Y también la repetición de la invasión masiva de influencias extranjeras en la economía y la cultura (mucho es más en la incultura) nos insensibiliza ante ese fenómeno.

3. Previo. La identidad es un asunto de conciencia… algunos pueblos se han identificado fácilmente con su entorno natural y con ese sello han crecido. El entorno natural se convierte en un símbolo de su destino y carácter. Así, lo pueblos del desierto se han identificado con el reto y la aventura, su problema para sobrevivir y capacidad de desplazamiento ha sellado su destino peculiar como se muestra en árabes, judíos y mongoles. Ese juego entre un pueblo y su entorno da tintes interesantes. ¿Han notado una afinidad entre los suizos y Alpes?  La solidez de las montañas, la claridad de las nieves, la previsión ante la adversidad. ¿Notan la afinidad entre los brasileños y el Amazonas? Tropical, desbordante y generoso. La situación de los grandes lagos en las alturas es un fenómeno excepcional, que marcó la trayectoria náhuatl. La toponimia de las aguas nos sigue acompañando… Anáhuac significa al lado de las aguas.
Se narró con brevedad la leyenda de Narciso y Eco, pues ahí se muestran los extremos de la conciencia y sirven como partida para comprender la gran conciencia colectiva implicada en la nación. En ese relato, se muestra cómo el reflejo del agua sirve para la conciencia.

3.1 El sentido etimológico de México, ahora se asume como “en el ombligo de la luna”. Se va a explicar esa leyenda y mostrar que tiene sentido. El ciclo del nacimiento de Huitzilopoztli es la explicación de esa leyenda, palabra que no se usa en sentido despectivo sino como en su origen “legenda”[3] que es lo leído.

3.2 La nación se refiere a un objeto-colectivo, es decir, a un grupo humano de características muy importantes que afectan al individuo. En ese sentido, existe una correspondencia compleja entre cualquier individuo y una o varias naciones; viceversa, existe un efecto complejo de la nación sobre multitud de individuos. Este tipo de objetos grupales no son tan sencillos de estudiar y su conocimiento está en el campo de la ciencias sociales. Por su naturaleza la nación no ha entrado por completo en alguna de las ciencias sociales académicas como la economía, la política, la sociología, la historia, etc., al mismo tiempo que entra en la consideración de todas ellas. Esta falta de estudio suficiente por la academia es comprensible pues la complejidad del tema y su intersección de materias exige complementar los enfoques.

4. Adelantando la definición de nación, el término se refiere a un grupo humano grande en el cual los miembros aceptan que pertenecen a él, conteniendo algún tipo de identidad y compartiendo algunos de estos elementos como: origen étnico común, tradiciones comunes, idioma común, economía común, cultura en común, sistema político en común y una voluntad de mantenerse unidos. Lo peculiar es que casi nunca existen todos los elementos juntos en las formaciones de nacionales. Eso plantea una irregularidad en la formación de las naciones y una discusión interesante sobre cuáles son los elementos más importantes y su dinámica.

5. La nación es un tema de emociones. Recibe amores y aborrecimientos; es una especie de pantalla colectiva donde se proyecta lo mejor y peor de las colectividades. Debido a esa gran fuerza emocional del tema es que brota el orgullo nacional.

En nuestro país el sentimiento nacionalista ha mantenido un tinte positivo y ha sido la fuerza que ha movido a la gente, en los momentos de debilidad como cuando sucedió la invasión francesa. Todos los grandes movimientos en México han adquirido ese matiz de emoción patriótica: la Independencia (forjadora de la nación, aunque comenzó con cautela); la Reforma combatiendo a la intervención francesa y al imperio; y la Revolución con su redescubrimiento de nuestro país.

6. Al menos en tres ocasiones nuestro estado-nación ha sufrido cirugía mayor o hasta amenaza de desaparecer en el siglo XIX. En un corto periodo ocurrieron la invasión norteamericana de 1847; la amenaza separatista de Yucatán de 1846 y la rebelión maya iniciada también en 1847 (para mí finalizada en 1934 con el reparto agrario de Lázaro Cárdenas); y la invasión francesa (comienza en 1862 y finaliza en 1867).  Cuando el sistema Estatal fue colonial durante tres siglos y, en sentido estricto, la nación mexicana estaba “suspendida” aunque cabría una discusión sobre ¿qué tipo de comunidad existió en ese periodo?
Afirmación: una nación vigorosa se muestra por que sobrevive ante la adversidad. Los judíos sobrevivieron al éxodo, diáspora y al campo de exterminio nazi. ¿Quién duda hoy que los judíos representan una nación fuerte? La nuestra sobrevivió a la enorme amputación territorial y, por eso mismo, renace más allá del Río Bravo.
Quizá buscamos una nueva prueba suprema, otra travesía por el desierto desde Aztlán. ¿Requerimos perder nuestra nación para que renazca el patriotismo? Coloquialmente eso es llama ser “hijos de la mala vida” y luego buscar la redención. 
6.1 Después del trance de las guerras con pérdida territorial del siglo XIX y la cruel Revolución Mexicana, el sentido del nacionalismo mexicano se recuperó con una fuerza antes desconocida. De pronto se agruparon circunstancias y se definió un fuerte perfil para nuestra nación, al que yo denomino el perfil clásico. Esa imaginación de charros, adelitas, sombrerudos revolucionarios y campesinos indígenas con calzón de manta es tan robusta que nuestra modernización llega a percibirse erróneamente como una traición.
Resulta curioso que luego de un debilitamiento evidente surgió un fortalecimiento que todavía nos parece ejemplar. Es una oscilación que no es rara: los países que han liderado al mundo también son presas de subidas y bajadas. Los EUA tuvieron su cruel Guerra Civil que los mantuvo divididos y sangrados durante el siglo XIX; resurgieron para colocarse como la superpotencia. Francia transitó sus momentos de debilidad y agonía: perdedora ante Prusia y luego ocupada por Alemania en la Segunda Gran Guerra.

7. Cuando los gobiernos buscan manipular a las masas utilizan el tema nacional, aunque por excepción ese utilitarismo resulta benéfico, como en la resistencia ante la opresión extranjera. El imperialismo se define como conquista y apoderamiento de pueblos ajenos, se abandera en un nacionalismo de una potencia agresiva. Al mismo tiempo, un discurso imperial pretende desbaratar el nacionalismo de los pueblos oprimidos, incluso ha negado la humanidad de los indígenas rojos, amarillos y negros para no otorgarles ningún derecho. Y eso ha ocurrido hasta hace poco tiempo: en la mitad de siglo XX todavía gran parte del globo eran colonias descaradas. Hoy el discurso imperialista se viste de globalismo: basta conquistar la economía y silenciar el orgullo de los pueblos subordinados para someterlos a dictados imperiales. Pregunto: ¿Qué sería hoy de un espía mexicano que tuviera la osadía de merodear a los líderes de EUA y Europa como lo han hecho los norteamericanos? Calentaría el cemento tras las rejas de alguna prisión de máxima seguridad.

8. En el siglo XIX la conquista imperial operaba territorial-militar, en el XXI es principalmente económica. La venta de la cervecería FEMSA (marcas corona, etc.) tiene un equivalente monetario a un país pequeño como El Salvador. Por un simple intercambio de acciones una fracción del país queda en manos extranjeras sin disparar ningún disparo. El tema podría ser tolerable si existiera una equivalencia, un intercambio internacional de fragmentos económicos. Que los Slim o los Zambrano posean fragmentos de la economía de muchos países ¿nos da una satisfacción nacional? Quizá compensen flujos de capitales y balanzas comerciales, pero jamás restituyen al país como tal.

9. Las mejores definiciones de verdad que aplican a la nación son: idea clara y distinta que por su evidencia es aceptada por la razón. La idea o concepto corresponde al objeto y convence a la razón con su evidencia. Cuando respiramos y nos movemos en una atmósfera nacional su existencia es evidente, pero su claridad y distinción no emerge tan sencilla. La misma presencia constante de la nación nos anestesia y por eso debemos recuperar la sensibilidad sobre el tema… Una vez recuperada la sensibilidad separamos las partes no relevantes y enfocamos su parte clara e indisoluble: el grupo humano que se reproduce.

10. La reproducción humana es diferente a la de especies biológicas y posee sellos característicos. De ahí la falla enorme de las “teorías” racistas sobre la nación y de las tentativas de eugenesia. Las visiones racistas de suyo son argumentaciones falaces que no crean teoría en sentido estricto, sino divulgan ideologías imperiales. La reproducción humana requiere de conciencia: unidad de pensamiento, lenguaje y cultura. La reproducción humana requiere de emoción: la voluntad para mantener lazos, comunicación en el lenguaje y una cultura vital arraigada en tradiciones. La reproducción humana requiere de materia: una economía de sustento, un espacio-territorio de vida y un poder para garantizar la continuidad material de la comunidad.
El origen étnico común no garantiza la presencia de todos los elementos de la reproducción humana. Cuando el mismo origen étnico sucede en contextos adversos, entonces faltarían casi todos los elementos de conciencia, emoción y materia para no conformar una nación. De facto, la humanidad entera posee un origen étnico común pero está dividida firmemente en grupos nacionales dispersos, los cuales son las agrupaciones de la reproducción humana.

11. El límite de una nación es la voluntad grupal activa: mientras un grupo manifieste y actúe para agruparse como nación sí existirá. Lo contrario: la decisión activa y colectiva de disociarse es suficiente para acabar con una nación. Pero esas decisiones voluntarias convertidas en acción provienen de los estratos profundos: emociones y materias. ¿Están materialmente unidos? ¿Están mentalmente unidos? Como bien señala Anderson la unidad mental proviene de procesos reales: periódicos, revistas, colegios, grupos educativos, lenguajes, gramáticas, diccionarios, acción del Estado… La manifestación límite de una nación surge claramente en las guerras de liberación nacional, donde arriesgar la vida y arrastrar las penurias consecuentes demuestra la contradicción al extremo: morir los individuos para que viva la colectividad. Las guerras imperiales, para imponer un poder ajeno al vecino, es la declaración relativista al extremo: una nación contigua no existe para el vecino bélico, sino que representa el potencial de su desaparición.

12. El viaje desde Aztlán con su travesía por el desierto hasta alcanzar una tierra prometida evoca los límites superados y el triunfo. Cualquier situación humana encuentra límites y el tránsito sobre ellos marca el rumbo de la reproducción posible. El cruzar desiertos tras la frontera… eso es repetir un arquetipo de sobrevivencia y triunfo.

13. Existe el tema de las naciones viables e inviables, incluso, algunas hasta desaparecidas… En el siglo XIX se discutió el tema de las naciones viables, preocupándose por descubrir el tamaño mínimo que requería una nación para convertirse en viable. Además del tamaño importan otros factores, quizá algunos imperios enormes tenían pies de barro y naciones pequeñas se han mantenido unidas en el trayecto de milenios.

14. El tema de la "X" de México como encrucijada. La palabra para designar al país recién independizado fue discutida y ganó la posición de Servando Teresa de Mier, pero esa opinión también nos trae una metáfora. La figura de la “X” nos provoca la imagen plástica del cruce de fuerzas contrarias, con lo mismo que se arma la palabra “encrucijada”. Esas fuerzas contrarias generan conflictos, pero también indican la posibilidad de elección, pues cuando fuerzas contrarias se equilibran en su antagonismo entonces una decisión debe cambiar el cuadro. Estar ante la “X” representa la oportunidad de decidir. Si esta exposición empezó con una pregunta se debe a que nuestro contexto representa una encrucijada: ¿una metamorfosis viable o desaparecer? ¿ascender al nivel superior o caer en agonía?... Mantenerse en agonía es insufrible y la desaparición inaceptable; queda un único camino para la nación aguijoneada por la adversidad, levantar la cabeza y nunca  cejar hasta redimirse.



 NOTAS



[1] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac.
[2] FUENTES, Carlos, La región más transparente.
[3] FOUCAULT, Michel, Las palabras y las cosas.