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miércoles, 30 de octubre de 2013

EL PERDONAVIDAS EN LA LÍNEA RECTA



Por Carlos Valdés Martín
Se fue aficionando a narraciones con finales de infarto. Ambicionó dificultades como las de una película sobre boxeadores llamada Rocky, cuando el protagonista está agónico y tundido a puñetazos pero jamás desmaya. Aun así, él era tan capaz y dotado que necesitaba un reto, por eso debió subir el grado de dificultad hasta montar su final de película.
En mala hora se le ocurrió reducir el tanque de gasolina de su vehículo de carreras. Supuso que en los últimos cien metros el combustible escasearía y la máquina de competencias empezaría a toser, entonces el público se conmovería por su vehículo convertido en tetera enfermiza y el conductor amenazado por la mano invisible del Destino. El drama exigía acercarse a la meta y atravesarla defensa contra defensa del oponente. La idea era brillante, pero ¿cómo medir con tal precisión el consumo de combustible cuando se acelera a cientos de kilómetros por hora? Él creyó medirlo pero se equivocó. El vehículo desfalleció dos vueltas antes del final y nadie se preocupó por un finalista frustrado. Lo comprendió: solamente la lucha parejera entre el primero y el segundo capta las cámaras, roba la atención y conmueve a los corazones hasta las lágrimas.
Empezó a escribir un diario: El afecto de gente anónima importa más que el oro macizo de una medalla y los dólares contantes de un premio; al ganador lo aman las estadísticas y no lo olvidan, al que se queda en la raya lo idolatran…

El Perdonavidas amaba los vehículos veloces y sentía enorme frustración cuando la gente era indiferente hacia esa maravilla de la tecnología rodante. Para él era delicioso que una bella mujer curvilínea acariciando una carrocería brillante, aunque la dama lo haga por dinero y fingiendo: un homenaje artificial era mejor que la indiferencia. Esa visión de alguna rubia distante y estereotipada tras una pantalla televisiva fue el inicio de su pasión, y cada cual está destinado a poner su grano de arena cuando se apasiona. Sin embargo, él no sentía que su habilidad como corredor mereciera un aplauso especial; poseía reflejos rápidos y ahí estaba la clave entera. Por eso fue escalando lugares en las carreras. Claro, no es solo reflejos, también hay dedicación, estudio, temple y algo más, sin embargo, sería injusto obtener reconocimiento con tanta facilidad. No quiso seguir la ruta del aplauso fácil y se imaginó en una posición semejante a los inventores del teatro o la comedia; pues agregar ficción también trae el deleite de la novedad.
Después de que falló el truco del combustible bajo, el Perdonavidas siguió el recurso de amainar el paso cuando se colocó de puntero. Conforme se acercaba el final de la carrera menguó lo suficiente para que lo alcanzara el segundo y se dispuso a disputar rueda a rueda una gran final. Disfrutó segundo a segundo cuando su rival aceleraba al máximo y él daba alcance en las rectas, mientras la meta se aproximaba presurosa. La muchedumbre vibró a los costados de la meta mientras era imposible distinguir quién era el ganador en lo que se llama “un final de fotografía”.
Colocarse segundo en el podio era agradable, mientras conservara un secreto para sí mismo; pero el truco de reducir el paso fue tan obvio que el regaño de su equipo no se hizo esperar. Destapado el escándalo, el principal patrocinador lo insultó y un apostador lo amenazó de muerte. La amargura y la crítica lo azotaron y hasta la Federación de Carreras  lo amagó con un castigo ejemplar.
Juró en privado y prometió en público hacer su mejor esfuerzo.
Continuó su diario personal: …las multitudes. Euclides descubrió que el trayecto más corto entre dos puntos es una línea recta; si la existencia fuera tan sencilla aprenderíamos todo secreto sobre el vivir desde la escuela primaria; mi existencia aborrece el camino recto y sospecho que la naturaleza también…

En su fuero interno no estuvo satisfecho: debía encontrar una alternativa ante la reprimenda pública, su honor comprometido y su íntima resistencia para escalar al pódium con facilidad.
Sufrió noches de insomnio. Una guapa argentina lo acosaba, visitaba en el departamento de soltero, pero no importaba esa tentación y bajo las sábanas padeció semanas sin apetito sexual.
Volvió a correr y ganó limpiamente la cumbre del podio, pero el insomnio se volvió insoportable. Hasta sospechó de su hombría, pero —de modo inopinado como cae la nieve en el verano— el ánimo regresó en cuanto empezó a cavilar el modo para imponer un próximo final de fotografía.
En una tienda de curiosidades encontró un ingenio programable por tiempo, el cual reventaría una manguera de aceite y éste caería sobre el monoblock caliente provocando humareda y alarma. Si funcionaba ese ingenio su vehículo parecería averiado. El evento debería acontecer justo en la etapa final cuando amainaría el paso pero no saldría a pits. Surgiría el final dramático con un componente adicional: la máquina humeando cual dragón herido. 
La mañana antes de la competencia escribió: …lo hace. La multitud acepta la estadística pero la memoria humana es frágil, con el paso del tiempo se queda un nombre y el nombre más recordado será de quien muera en la raya por demostrar lo imposible. Hoy maldije a Bataille por reducir lo imposible a una mueca grotesca, y hoy demostraré ese evento prodigioso ante los ojos atónitos de quienes dejaron de soñar en lo imposible.

Colocó con discreción el dispositivo y aceleró en la carrera. Avanzaba con una delantera razonable en la última vuelta de pista. Antes del final detonó el dispositivo secreto y comenzó un hilo de humo bajo el cofre; el humo se hizo denso y fue creciendo.
El murmullo del público se convirtió en griterío y las manos señalaron hacia el humo saliendo del puntero. La gente se fue parando de los asientos para mirar mejor y el aire de una posible voltereta del destino vibró de boca en boca. Vista desde afuera la fumarola parecía amenazante, desde el puesto al volante para Perdonavidas era la corona de su logro íntimo.
Avanzando a cientos de kilómetros por hora, basta el aleteo de una mosca para distraer al conductor. Redujo la velocidad de modo convincente, esperó la proximidad del segundo corredor y volvió a acelerar; el escape también lanzó humo; un estertor del motor dio mayor convicción al momento… El juez de pista hubiera debido agitar una bandera de precaución para detener los rebases, pero no lo hizo porque estaba cohechado por Perdonavidas. Nariz con nariz dos vehículos se aproximaron a la recta final. La multitud dio alaridos expectantes sintiendo que mirarían un evento inigualable. Emparejados los dos vehículos corrieron como bestia herida junto a presa agónica en la lucha por sobrevivir. Llegando a la línea de meta resultaba imposible distinguir al ganador con la densidad del humo.

El banderazo final no indicaba ganador y los contendientes amainaron su aceleración, cuando se desencadenó lo inesperado: el aceite chorreado alcanzó los neumáticos de Perdonavidas que coleó arrastrando a su oponente.
El sonido de metales retorciéndose y un lamento produjo dos lugares vacíos en el pódium.
Al final de la senda, el triunfo y la derrota se imitan; cuando sobreviene el silencio —el largo y oscuro, el silencio abismal— entonces la línea recta y el punto final son tan semejantes.


martes, 22 de octubre de 2013

SOBRE EL PRINCIPIO DE "LA COMUNICACIÓN-MUNDO" DE MATELLART



                                                                                  Por Carlos Valdés Martín

Este es un texto de sumo interés que proviene de uno autor ícono del pensamiento de izquierda. La fama de Mattelart fue curiosa pues comenzó por una crítica a los cómics de Walt Disney[1] y, además, con su participación en la tragedia de la Unidad Popular en Chile. Por una parte, representa al marxismo del siglo XX y, al mismo tiempo, muestra el callejón de complejidades al que nos conduce la modernización de la modernización. El ánimo del autor está en la tradición de izquierda: contra el sistema y en favor del pueblo. Sin embargo, el tema elegido en La comunicación-mundo (historia de los sistemas de comunicación, como ideas y estrategias) está casi fuera de las preocupaciones de la izquierda: medios de comunicación, mensajes televisivos, los periódicos comerciales, Hollywood, cómics, las agencias de noticias, la carrera espacial, los satélites, etc. El método utilizado es mixto combinando el material empírico con la búsqueda de los nuevos conceptos, al estilo de los “futurólogos” y manteniendo lineamientos marxistas (la búsqueda de una totalidad, encontrar conexión con los sujetos colectivos, buscar base económica, crítica a la ideología, recurrir al término “imperialismo”, etc.) El tono es crítico, de cuestionamiento constante sobre el uso bélico de las nuevas tecnologías de la comunicación y la manipulación de masas[2]. Otorga importancia a las luchas políticas y el papel actor de los Estados, intentando descubrir el nuevo mapa de las confrontaciones, tal como emergerá en el siglo XXI. Una revelación importante es que el sistema de comunicación define una enorme rama de la producción (de mensajes, de ideología[3], de percepción, en fin, implica creación de realidad percibida). Otra revelación intenta descubrir las legalidades de los sistemas de comunicación y sus trayectorias, en especial encontrar los modos de manipulación de ese sistema[4], conexiones entre el poder político y el hacer técnico.

Sobre “I. La aparición de las redes técnicas”
En esta parte se explica el surgimiento del sistema de comunicación en muchas facetas y ofrece conexión social del acontecimiento. El evento con el que arranca el libro es el primer telégrafo de brazo inventado por Claude Chappe y aprobado por la Convención Nacional, crea su primer enlace en 1793 entre Paris y Lille. La finalidad es para la guerra. Poco después se aprobó un único uso civil, para difundir la Lotería Nacional[5]. De modo sistemático y acertado, Mattelart relaciona al telégrafo con la apropiación del espacio, pues este dispositivo favorece un esquema unitario del territorio, “proyecto conjunto del dominio del espacio”[6]. Ocurren diversos procesos de unificación, sirven para ordenar el flujo de mercancías y personas, entre los que destaca: de la administración, de la lengua, de impuestos, de leyes, de pesas y medidas. Señala como importante la primera oficina de estadísticas con vistas a formar una estadística general (la recogida universal de datos y su organización) la cual después liga con los censos. Por último, liga esa generación de datos (el censo y la estadística) con la institución de la exposición de productos de la industria francesa, que culminará con la exposición universal, tan aclamada en el siglo XIX, la cual para Mattelart posee un signo ideológico crucial, como el “relato” de la “utopía progresista”[7]
Comenta la intromisión del Estado que buscó controlar los mensajes, de modo evidente se censuró el correo y hubo “Gabinetes negros” dedicados al espionaje. ¿Motivo? “el temor a la conspiración —nacional o internacional— ha obsesionado a los gestores de las redes”[8] El correo posee antecedentes antiquísimos, y se catapultó con la difusión del papel y la imprenta.
Surge un nuevo sistema de telégrafos con el sistema eléctrico y la clave Morse. De nuevo surgen las restricciones del Estado, de nuevo el “temor” a que el público lo use para conspirar o para especulaciones ilícitas[9].
Anota la restricción del periodismo y la información en las operaciones militares del siglo XIX.
Primeras conferencias internacionales y organizaciones para el correo y los telégrafos; creación del sello de correos; baja del precio del correo; crecimiento explosivo de la correspondencia; crecimiento de las redes mundiales de tráfico en correos y telégrafos… Cita a Hobsbawm para el periodo 1875-1914 como la “era de los imperios”, donde el crece la brecha histórica entre mundo desarrollado y tercer mundo, interesante estadística, pasando de 2 a 1 en 1880, 3 a 1 en 1913 hasta alcanzar un 7 a 1 en 1970[10]. Resulta interesante la referencia, pues el historiador de corte marxista procuró sintetizar la modernidad, y el dato que interesa a Mattelart es “la brecha”, es decir, el crecimiento de la desigualdad. Sin revisar las fuentes (pues cabría objetar algo) baste decir que esa es una tesis de la izquierda marxista (la parte militante) que ha esperado la explosión por pauperización en el sistema. En Mattelart el atraso es resultado de una deformación estructural (el efecto imperial del capitalismo: teoría del subdesarrollo), aunque cabrían distintas interpretaciones, antes de sacar conclusiones[11]. Ese argumento hace más interesante el texto, pues solamente entretenerse con el surgimiento de tal invento y su expansión mundial parecería incoloro (simple descripción).
Surgimiento de la red telefónica, con ello el sistema de comunicaciones alcanza las empresas y hogares. La red de Norteamérica fue la primera en desarrollarse masivamente.
Relaciona la producción de cultura de masas con el sistema técnico. Comienza con las primeras agencias de prensa, antecesoras de las grandes cadenas nacionales; a partir de esos fenómenos también surge la mezcla de información y publicidad con lo que se forman precursores de los “grupos multimedia”[12] del siglo XX.
En el siglo XIX ya hay periódicos con tirajes millonarios. Surge el folletín como éxito del periodismo popular. Surgen los suplementos dominicales de los periódicos. En 1909, “Hearst crea el primer syndicate (…) cuya función consiste en vender material literario a los periódicos, artículos de divulgación científica, crucigramas, historietas.”[13]. La agencia se arroga derechos de autor y tiene estandarización de materiales. Este tema debería alcanzar gran trascendencia: densidad de la vanguardia de la ideología, que cobra cuerpo y se organiza para entrar en el tejido social, es decir, la llegada del nuevo congnitariado.
Es en el cine donde surge la primera gran internacionalización de la cultura de masas. Fundación de Hollywood y surgimiento de la primera star, inaugurando el star system.
Comenta el inicio legendario de la intervención de la prensa en la creación de realidades, con el caso Hearts-Cuba. Proceso que liga a la injerencia imperial y deja el cuestionamiento si la prensa es un demiurgo-Maquiavelo sin causa[14].
Expone el crecimiento del ferrocarril (el caballo de hierro), donde da importancia a la relación entre el crecimiento nacional y compara que “a diferencia del telégrafo (…) las redes que traza la locomotora (…) reconocen la rigidez de las fronteras, la separación de una era en la que la nación es la idea motriz.”[15] El tren “está comprometido con la construcción del Estado-nación industrial y de las burguesías nacionales.”[16] Respecto del crecimiento de los ferrocarriles contiene reflexiones interesantes sobre su liga con la estrategia militar, su uso colonial, etc.
Luego el ferrocarril desemboca en un objeto significativo —el cronómetro— donde analiza el control del tiempo y establece Mattelart la relación entre la empresa ferrocarrilera y el control del tiempo protagonizado por Taylor. En este tema el autor utiliza el objeto (cronómetro) como referente de la situación (control y ahorro de tiempo), para oponerlo con un deseo expresado por Lafargue con el hipotético derecho a la pereza. De modo sugestivo relaciona el objeto, la relación social y el tiempo[17].
La gestión de los grandes números nos mueve hacia otro “aparatito” y ahí está el nacimiento del ordenador con la obre a Hollerich para contar los censos. A su vez, esa masificación de la información de un modo industrial (la primera computadora es equiparada al telar mecánico)[18] la conecta con la cultura de masas y sus conceptos (como el “objetivo” refiriéndose al público consumidor) surgiendo con las primeras revistas femeninas[19], combinadas con el uso de la fotografía publicitaria. Al mismo tiempo (la coincidencia es de calendario y de enfoque), el sistema judicial y penitenciario busca medir y clasificar, surgiendo la “antropología criminal” y los métodos para identificar delincuentes, incluso la huella dactilar  en 1890. Que sea un argentino el precursor de la identificación dactiloscópica del delincuente a Mattelart le parece consistente, pues ahí hubo gran migración y esfuerzo por controlar delincuentes que “huyen de la justicia de sus países de origen”[20]
Para cerrar este capítulo, Mattelart se centra con fiereza sobre un aspecto de la internacionalización del siglo XIX manifiesto en las exposiciones universales. Insiste en que tales exposiciones han sido una mistificación centrada en esto: “no sólo en materializar, sino  también en idealizar, una noción de progreso de la civilización, de lo universal y del universalismo”[21] Claro, cada exposición universal es una mezcla (una colección sincrónica[22]), y de ellas a Mattelart le interesa destacar el aspecto militarista y de apología de supremacía europea y hasta racista. Ahora resulta inverosímil el gasto y la importancia dada a tales exposiciones, por ejemplo, una extensión de cien hectáreas para la de Paris, y en 1900 acuden a Paris un estimado de 51 millones de espectadores[23].

El enfoque del capítulo primero y las conclusiones finales
Como se observa en el primer capítulo, Mattelart se enfrenta a una dificultad enorme para sintetizar las corrientes de la variedad presentes en la comunicación moderna. Debe: 1) Enfocar nuevas ramas de la producción como economía (la materia del telégrafo, ferrocarriles y periódicos masivos) así como su interconexión y efectos con la economía general. 2) Mostrar la gestión del Estado y su poder (financiando, gestionando, prohibiendo, espiando, censurando, monopolizando) con la utilización manipuladora del sistema de comunicaciones para fines dictatoriales-militaristas (tácticas de guerra, espionaje, etc.). 3) Éxito o fracaso de esos sistemas materiales en relación a temas específicos de comunicación (viabilidad del tipo de telégrafo, sistemas morse, etc.). 4) Especificidades de esos sistemas de comunicación como el mito de creación pura de realidades (Hearst y la guerra de Cuba[24]) y la importancia de este sistema de comunicación, donde adquiere un papel protagónico como “gestión invisible”[25] de la sociedad. 5) Interpretación-denuncia del uso manipulador de diversos efectos del sistema de comunicación como cultura de masas, entretenimiento (incluso su enorme efecto sobre el lenguaje, el arte moderno, etc.). 6) Narración de las ideas sobre el sistema de comunicación. Ahora bien, ya colocamos las líneas de análisis-explicación de Mattelart ¿es posible mantener una línea explicativa al estilo marxista? Al parecer no sucede falta el elemento de predominancia (la economía como unidad fuerzas-productivas y relaciones de producción) y el diagnóstico del cambio. Aunque su análisis posee riqueza, está faltando la estructura del cuadro de la ciencia social. Parece filo-marxista o una derivación (un posmarxismo), pero no es casual que termine su exposición con más preguntas que otra cosa, de hecho su conclusión la denomina Mattelart como “EL ENIGMA”[26], en la cual no queda de otra que dejar pasar (casi en el sentido liberal-económico, de dejar ser sin asumir) la hipótesis de Habermas de tres distintas estructuras del todo social: lenguaje (expresiva), trabajo (económica) y poder (retórica de legitimación/deslegitimación)[27]. Sin embargo, esta interpretación de Mattelart queda “a medio caballo” y no es concluyente, porque él es deudo de Marx: teórico de una totalidad social mono-coherente, donde las ideas no tienen historia (como declara tajantemente en La ideología alemana[28]). En cambio, Mattelart intenta hacer una historia de “las ideas y las estrategias” (ese es el subtítulo del libro). Para Marx el hilo rojo de la historia está en su materialidad, y entiéndase el ámbito económico-social (las fuerzas productivas enlazadas con las relaciones de producción que son dos dimensiones de un ser-humano-material, pues para él, la producción hace al hombre en la misma medida que la producción lo hace[29]). Para “armar” la “comunicación-mundo”, el autor debe centrarse en esa cosa expansiva que es la “comunicación”, la cual es tan economía como discurso (ideas presentadas en medios impresos o electrónicos). Esto conduce a señalar que la visión del todo social, propuesta por Mattelart alberga un gran hueco, pues supone la mono-explicación (según la coherencia extrema de Marx) y se obliga a la dispersión empírica[30], tejiendo con elegancia y mediante una valiosa investigación en la cual está superponiendo los diversos aspectos (economía, poder, medios, ideas…) para proponer una historia (más narrativa aunque sí explicativa). Repito que en este excelente libro lo que extrañamos es la ausencia de interpretación sistemática del “todo social”, cuando ofrece conceptos que presuponen esa sistematicidad ¿En la izquierda, cómo se percibe el término capitalismo sino como el sistema total? Los términos usuales de Mattelart nos remiten a esa sistematicidad ausente, y su investigación se encarrila en otro sentido, más plural y dando espacio a lo novedoso de su tema.
Sin duda, la historia narrativa de Mattelart nos muestra la explosión (velocidad más extensión) del sistema de comunicación y sus saltos cualitativos. En términos de los siglos XVIII y XIX el fenómeno resultaba casi imprevisible (incomprensible, inesperado, indiferente) para la ciencia social, únicamente adecuado para la naciente (entonces reciente y novedosa) ciencia ficción literaria, después hacia la mitad del siglo XX (con la carrera espacial, satélites, televisión, computación) resulta tan importante que domina distintos campos y ninguna área escapa a su influencia.

Sobre el concepto de totalidad y el mundo comunicado
Desde el principio Mattelart intenta atrapar la totalidad y por eso en su título nos habla de una “comunicación-mundo”. No me parece se enamore del tema —la “comunicación-mundo”— sino que lo presenta como un andamio, para mantenerse enfocado sobre la perspectiva global mientras avanza en la descripción concreta. De modo curioso, vale anotar que “mundo” suele usarse como un término concreto (el planeta) y no tan conceptual, como la totalidad (filosófica). Hoy partimos desde una visión donde la redondez del mundo es una evidencia y la interconexión también es auto-evidente; pero él no quiere caer en obviedades. Con este tema existe un subtema de la evidencia de la “aldea global”, donde la cosa-comunicación se ha atribuido como el eje de tal mundialización, en especial en la telecomunicación planetaria.
Sin embargo, en la tradición filosófica existen diferentes maneras de comprender la totalidad: 1) Hipostasiada, donde la totalidad es superior a las partes y está presupuesta e inalterada, como en la teoría del Ser de Parménides. 2) Desagregada, sin integración final, donde el todo no alcanza a ser integrado y las partes no se ajustan jamás con el todo, ni entre sí. 3) Trascendental, donde el todo es finalmente inalcanzable e incomprensible, como en el nóumeno de Kant. 4) La modalidad dialéctica de interacción estructurada entre el todo y las partes[31].
Debemos anotar que desde la posmodernidad el todo se visualiza, preferentemente bajo las modalidades 1 a 2 (incluso combinada). La noción de globalidad tiende a presentarse como hipostasiada, al modo de una totalidad superior a las partes, donde cada región debe someterse al “destino global” (modalidad 1); al mismo, tiempo la globalidad permite que las partes jueguen su juego separado, sin ser afectadas ni explicadas por completo por ese todo. A veces, la globalidad recibe el matiz de un trascedente incomprensible e inalcanzable, como cuando se habla de la imposibilidad de sustraerse a la crisis global. Al parecer, Mattelart está predispuesto a buscar una visión del tipo 4, donde se estructuran partes con el todo y viceversa, con una estructura dinámica y explicativa. El problema radica la teoría social actual la cual carece de una teoría de la totalidad social predominante[32]. La comunicación pareciera escapar del ámbito de la producción simple, para abarcar la producción de contenido (la cultura misma, las ideas), de tal modo que la reducción a tiempo de trabajo socialmente necesario resulte poco relevante y sea más significativa la reconfiguración del mundo. ¿En efecto la  comunicación cambia al mundo? Por momentos, no tiene duda Mattelart[33], pero también parece definirla a nivel de simple medio o un espejo que refleja para otros ámbitos.
El tema sería más sencillo, pero las “partes” clave de la ciencia social presentan diversos grados de “crisis”. En el texto hace énfasis en situaciones de crisis del Estado, pero también importa el destino de las naciones, como los trozos geo-políticos básicos, en esas cosas que son “Estado-nación”. Si está en cuestión el alcance del Estado-nación, entonces la referencia al mundo es empírica, ese “mundo” sirve como un “costal” conceptual para que no escapen las piezas.


 NOTAS:



[1] MATTELART, Armand y DORFMAN, Ariel, Para leer al Pato Donald.
[2] “Los manuales de guerra psicológica dicen más sobre el tema que la mayoría de los textos…” MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, p. 18.
[3] La búsqueda-denuncia de ideologías y mitos (falsas representaciones) puede caer en sustituciones implícitas. Por ejemplo, su búsqueda por derribar la ideología-mito del progreso remite a una implícita: un meta-progreso representado por un proletariado-multitud-pueblo en un sistema social-democrático transcendente. Aunque Mattelart lo teje con cautela y termina su texto con preguntas sin respuesta, por ejemplo, remite hacia la duda razonable de Borges sobre si existe la representación perfecta, en el cuento “El Congreso” de El libro de arena. Op. cit. p. 342.
[4] Aunque las teorías de manipulación suelen dejar un interrogante hacia ¿quién manipula? En ese sentido, la explicación-denuncia de las “estrategias” y usos de la comunicación, remiten a un relato ordinario de Estados y políticos aprovechando, donde la cosa misma (la comunicación) pierde especificidad y está en riesgo (conceptual) de disolverse y terminar convertida en puro mensaje.
[5] Resultaba vital evitar una desventaja entre la difusión de resultados y la administración, por eso la Lotería Nacional de Francia subvencionó al telégrafo.  MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, p. 25.
[6] MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, p. 26.
[7] MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, p. 28. Siguiendo una criticismo (Foucault, etc.) se “cura en salud” ante la ideología del progreso, sin conseguir reemplazo.
[8] MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, p. 30. Se refiere a la “prehistoria de la modernidad”, pero el motivo para la censura parece seguir inalterado.
[9] Una y otra vez el Estado restringe el potencial de la técnica, con regulaciones que restringen operaciones, libertades, en fin, sirve de freno ante las fuerzas productivas desbocándose.
[10] Tomado de HOBSBAWM, E., La era de los imperios (1875-1914).
[11] Caben varias hipótesis que siguen discutidas por los historiadores económicos: el éxito de la parte adelantada (apología de la metrópoli), las taras de la parte atrasada (tesis de condena a los pueblos coloniales), y muchas variaciones complejas.
[12] MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, p. 41.
[13] MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, p. 42
[14] Rompería “el círculo vicioso de la causa y del efecto”, pero “nos negamos a considerarlo” de ese modo, MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, p. 45. Sin duda, se convertiría a la prensa en el protagonista autónomo, nuevo amo del mundo, lo cual atentaría contra una visión de sistema como pretende Mattelart.
[15] MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, p. 46.
[16] MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, p. 47.
[17] “Aparatos para controlar a los obreros” MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, p. 52.
[18] Equipara la perforadora-contadora de Hollerich con el telar de Jacquard, MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, p. 53.
[19] Hacia 1870 con las primeras revistas femeninas, MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, p. 53.
[20] MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, p. 55.
[21] La cita, en estricto sentido, relaciona la presencia de los avances en telecomunicaciones con su muestra en las exposiciones universales del siglo XIX, MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, p. 56.
[22] ¿Podría ser de otra manera? Una colecta enorme, aderezada con las tendencias dominantes, como el expansionismo militar de Europa. Véase MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, pp. 57-60.
[23] MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, p. 57. Cabría preguntarse si no se trata de un efecto general del Poder exhibiéndose para obtener el efecto de majestad y calibrar el enfrentamiento, como el efecto del desfile triunfal romano, mostrando la potencia.
[24] Mattelart supone que atribuir a Hearts la invasión contra Cuba sería desaparecer el fenómeno imperial, pero indica que se trata de un mito sobre los medios de comunicación.
[25] Véase los capítulos 2 y 3 de Mattelart, donde notamos que estos nuevos sistemas de comunicación son estructura clave para gestionar y/o moldear a las sociedades modernas, donde su protagonismo compite con las tradicionales directrices del movimiento del capital y la lucha de clases.
[26] MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, pp. 338-342. Con humildad reconoce que no tiene las respuestas para definir el horizonte fundamental del tema y quedan tres escollos, que son 1) los múltiples sentidos y la expansión real del término comunicación, 2) el problema de lo internacional y 3) el reto de caer en un eurocentrismo y la problemática de la representación que implica el término de nación. 
[27] también implican cómo describimos la estructura de la totalidad social, por eso se remite a Habermas, que “reúne en la trilogía, lenguaje, trabajo, poder.” MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, p. 338. Ese parce ser el verdadero problema: la estructura tríadica del ser social, poco aceptado por la sociología materialista que aspiró a unificar en una sola praxis el todo social. Este tema encaja bien, como mi interpretación reciente sobre los tres campos del todo social en su especificidad imposible de reducir: pensamiento, emoción y cuerpo, lo cuales se implican como ideologías, poderes y economía, sin que por ello cualquiera de estos niveles pueda funcionar en solitario.
[28] De modo claro y tajante Marx y Engels declaran fracasado cualquier intento de hacer un estudio (autónomo) de historia de las ideas, pues éstas son dependientes de su contexto material: los hombres produciendo en sociedad. Cf. La ideología alemana, cap. I.
[29] Para Marx, el primer principio clave consiste en seres humanos que producen en sociedad y, desde ahí, armar el edificio con un “materialismo militante”, al mismo tiempo que niega la historia autónoma del pensamiento —que es referido como ideología de clase social— y desconoce la psique. Cf. La ideología alemana.
[30] Exigencia de superar ese marxismo empírico que solicitó el último Poulantzas cuando redactó su Estado, poder y socialismo, señalando que esa era su búsqueda: superar la captación empírica del poder, sin fundamento alguno.
[31] KOSIK, Karel, Dialéctica de lo concreto. Esos esquemas se vuelven forzosos y predisponen al pensamiento para colocarse bajo esa totalidad que orienta su pensamiento.
[32] Por ejemplo, Lyotard pretende que la teoría global dependería de un consenso del pensamiento que no se ha alcanzado ni se alcanzará, sustituye la búsqueda de la verdad por un acuerdo relativo, en La condición posmoderna. Por tanto, la totalidad no existiría como tal.
[33] “la comunicación ha creado un nuevo mundo para nosotros”, MATTELART, Armand, La comunicación-mundo, p. 62, citando a un autor de 1901, cuando luego eso sería casi una obviedad. 

sábado, 5 de octubre de 2013

LO QUE TODOS DEBEN SABER SOBRE LA REPRESIÓN


Por Carlos Valdés Martín
El revolucionario Víctor Serge escribió un breve volumen sobre Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión.  ¿Solamente los revolucionarios deben saberlo? No, pues es un tema que ocupa a cualquiera. El belga Serge se comprometió con la causa revolucionaria en los años rudos y crudos del inicio del siglo XX, bajo la causa marxista y bolchevique. En los años mozos muchos lo leímos buscando fórmulas prácticas para defenderse de perseguidores y escapar del acoso represivo. Lo escrito no es un manual de cocina contra la represión, aunque algunos lo estimaron así y junta las recomendaciones prácticas con una reflexión de más alcance.

Las fuentes de la policía política
Se encuentra material interesante y verídico, en especial, la retroalimentación con los informes de la temida Ojrana, el nombre de la policía política del Zar ruso. Leer con detenimiento informes de laa policía secreta es tentador, cualquiera siente curiosidad por las vilezas de una organización con facultades ilimitadas y facilidades para cometer cualquier villanía: perseguir, torturar, espiar, falsificar o robar. La vitrina transparente sobre la temida Ojrana resulta interesante y permite lecciones sobre la mecánica y enfoque de la persecución. Dentro de las vilezas descubiertas en esa policía zarista está la presencia de los agentes dobles, los entonces llamados agentes “provocadores”. Ellos fueron el equivalente de los espías, pero con una perversa tendencia a inflar e inflamar a las organizaciones revolucionarias (o simplemente oposicionistas), para promover que cometieran acciones más arriesgadas y hasta belicosas. El tema es harto interesante y nos habla de la psicología oculta desde el poder ¿engendrar a sus propios oposicionistas mediante agentes provocadores? ¿controlar al enemigo mediante una intriga de títeres infiltrados entre el enemigo? Cabría suponer a un gobernante absolutista ansioso por controlar todo, de tal modo coloca a sus propios provocadores para incendiar la pradera de la protesta y luego aplastarla. El caso es extraño, pero existen testimonios y los bolcheviques juraban que los archivos extraídos a la Ojrana eran verídicos, incluso sirvieron para hacer juicios y desmantelar a la policía derrotada.

Paranoia y psicología del provocador
Hasta donde conozco, esa operación de agente provocador se ha repetido en otras latitudes y situaciones. De vez en vez, surgen reportes de esos agentes dobles que servirían de correa de transmisión desde el Poder hacia las entrañas de la oposición. En el extremo esa idea del provocador es paranoica y parte de las más burdas teorías de la conspiración: el provocador haría creer que la oposición jamás es real, sino una maniobra desde el poder. El tema encaja perfecto con la visión paranoica para la cual todo es conspiración que enreda sus hilos en una sola mano poderosa. Sin embargo, el paranoico está equivocado de antemano, porque él muestra el mapa del ego al cual conducen todos los hilos. Imaginar al Estado como la mente de un paranoico es un error teórico y una ingenuidad…
La noción del provocador es la de un títere extremo. Mientras el espía es imaginado desde la autonomía del individuo aislado donde su entorno es el enemigo natural y su fidelidad a un espacio distinto resulta explicable; en cambio, el provocador es un títere extremo sin dosis de convicción moral ni de dignidad, siendo la máquina del engaño y sometida a un poder externo sin corazón. En ese sentido, la palabra “agente” adquiere el sentido extremo de cosa que sirve maquinalmente a una potencia extraña; entonces el provocador es el agente por excelencia, sirviendo como mera representación simulada. Además la revisión de expediente le otorga a la actuación del provocador un tinte patético que linda en la escoria humana caricaturizada por la gran literatura rusa[1].
Por si fuera poco, la recluta de la provocación no es un evento aislado, sino toda una rama de la “burocracia” policiaca. En el punto máximo, Serge estima entre 30 y 40 mil provocadores reclutados por la policía política. De modo breve, estima dos tipos de reclutas por el perfil psicológico: 1) el cobarde que cae en las redes de la persecución y por chantaje/amenaza cede a convertirse en servidor del Estado represor y 2) el aventurero que pierde principios (o nunca los tuvo) y se enrola en la emoción aventurera de servir al enemigo simulando ser el héroe de la causa revolucionaria[2].

El acosado pero triunfador
El contexto general del periodo zarista y de guerras (y posguerras) es de acoso por parte de un Estado represor. Si el provocador representa una mentalidad paranoica, la situación de la dictadura y la guerra expresa la encarnación de ese miedo universal. La situación del revolucionario bajo la dictadura expresa el temor perpetuo y no superficial, entonces la posibilidad de ser encarcelado y golpeado es presente e intensa.
Sin embargo, esta situación de peligro es compensada con una presunción de triunfo. Serge escribe su libro en el contexto de triunfo de la Revolución Rusa. Cierto ambiente de euforia y hasta candoroso satura el texto. De varias maneras, es un texto de triunfadores que dicen: “sí, hemos sufrido persecución, pero somos los ganadores, al final cualquier penalidad obtiene recompensa…” El resultado es un apasionante drama de lucha y victoria: representación modernista del “melodrama realista”[3] y del arquetipo del héroe mítico, donde el chico ordinario se convierte en héroe bajo las circunstancias más adversas[4]. El componente más esencial de ese “melodrama” es que debe contener los tonos de realidad plena, pues el “mundo entero conspira” para dar ese resultado estableciendo una “época revolucionaria”[5].
Lo que nadie le explicó a Víctor Serge fue que regresaría el “mal pleno” desde su propio campo, pues él fue perseguido y asediado por los triunfadores encumbrados, cuando la Ojrana se convirtió en Checka (GPU y KGB) la policía política del estalinismo, y cuando el zar de “todas las Rusias” se convirtió en Stalin (bajo el culto a la personalidad del Padre de los Pueblos)[6] la continuidad de lo ominoso devoró al principio de esperanza.

El factor de persecución
De modo claro y con los ejemplos evidentes de lo sucedido, Serge expone las actividades de la policía política rusa, cuando seguía y clasificaba a los inconformes de Rusia, bajo los términos del “Gabinete Negro”. Expone la enormidad y oprobio de la persecución, cuando la policía secreta sigue y acorrala sin piedad a cualquier opositor, primero de modo velado y luego de modo abierto. ¿Existía entre finales del siglo XIX y principios del XX la posibilidad de pasar por completo desapercibido a los ojos de la policía secreta? Me parece que la respuesta de Serge no resulta tan tajante. Este revolucionario no maneja un romanticismo de la clandestinidad para suponer que los clandestinos sí son capaces de esconderse ante el poder y que los públicos caerán; más bien sigue el complejo recetario de Lenin (el triunfador por excelencia): mezcla de discreción clandestina revolucionaria y trabajo público, bajo una férrea disciplina de la organización[7]. La respuesta revolucionaria es que la protección proviene más de la estructura revolucionaria misma y de la clase ascendente proletaria, la cual se complementa con una suficiente precaución. Serge no hace culto de la conspiración, pues los métodos de clandestinaje extremo son miel para un aparato represor, que se lanzará sobre ese dulce, por ejemplo, si los textos de comunicaciones internas de un grupo revolucionario son cifrados, la policía política se esforzará en descifrarlos. De acuerdo a la experiencia Serge estima que la Ojrana siempre pudo descifrar los textos encriptados, por tanto encriptar textos es una precaución casi inútil, nos dice: “Pero ¿y si los revolucionarios utilizaban claves en sus cartas? Entonces la Ojrana le encargaba a un investigador genial que descifrara el mensaje. Y se me certifica que jamás falló…”[8]
En resumen, Serge indica que no existe un antídoto perfecto para evitar la persecución, sin embargo, cree (con fe ingenua surgida en su contexto) que el movimiento comunista es imbatible.
Una nota de alerta interesante es el salto desde los gobiernos democráticos hacia las medidas dictatoriales de modo súbito. Con la llegada de la Primera Guerra Mundial todos los Estados involucrados tomaron medidas extremas y abatieron libertades que parecían sólidas;  para Serge lo regímenes representaban dictaduras militares con pocas excepciones y, para él eso eran: excepciones [9]a la regla. Ese argumento resultó fuerte en el ambiente revolucionario, cualquiera que está moviéndose en un sistema legal, puede terminar declarado ilegal por sus pretensiones revolucionarias. Esa alerta no deja de ser preocupante. ¿Regresará la barbarie? De cualquier modo, las recomendaciones de los viejos opositores resultan interesantes para cualquiera involucrado en actividades políticas[10].

El factor de triunfo, el sabor de la victoria
El texto inicia con una frase dedicada a la victoria: “La victoria de la revolución en Rusia puso en manos de…” Repite el término varias veces y el enfoque completo está bañado por esa iluminación de entusiasmo, cuando un bando se siente ganador, tras muchas penalidades. Debo insistir en este punto pues también Serge repite y termina indicando un último párrafo: “Aquellos que lo vieron saben que la revolución es invencible aun antes de vencer.”[11] Ese entusiasmo sobre el triunfo como argumento definitivo fue común a la versión leninista del marxismo y del periodo posterior, aunque no tan característica de los fundadores[12].
No es el estilo de un entusiasmo fácil o simplista, sino del combatiente convertido en ganador, efecto de la justa retribución y casi “justicia poética”[13]. Esa corroboración práctica en la fecha de publicación parece evidente y unos años después se revela ilusoria. Y la convicción humana requiere de la retroalimentación práctica, con lo cual según un elogio marxista, se convierte en sublime “praxis”[14]. En el momento del triunfo cualquier sacrificio y dificultad del camino se desvanece en la mente del ganador; en ese sentido, el escalador y el revolucionario comparten una emoción sintética, para la cual la ruta se desvanece en la cumbre. En parte, ese enfoque se basa en los procesos generales (cualquier proceso de producción se sintetiza en su producto, muere el proceso previo en las arenas del tiempo y pervive el producto en el presente). Aun así, esta obra no es resultado de una persona son conciencia, al contrario, en el texto saltan las chispas de crítica sin que se conviertan en las señales de alerta, sobre el futuro. Es evidente que “al calor de la victoria” sería vano entristecerse con dudas y sombras sobre el difícil camino, ni sobre lo que vendrá. Con doble razón, la retrospectiva debe alertar a los ganadores sobre el “mareo de la soberbia” que se repite en la historia, pues resulta fácil sobrestimar los triunfos propios en el momento de la victoria.

Cuando escribe Serge se imagina colocado entre la multitud victoriosa de proletarios, agrupados con firme unión desafiando al capitalismo destructivo. Esa sensación de marea ascendente parece justificar hasta lo injustificable como se señala adelante. Unos años después él es un exiliado, escapando con dificultad del terror estalinista, que es el eco de esa marea de lodo que Serge ver sin mirar, que anota sin alcanzar a entender su extensión ominosa. La curva de su existencia trágica semeja a la de Trotsky —el ejemplo más cimero, del líder clave de la Revolución Rusa, quien termina asesinado en el exilio— y también me recuerda la situación de Walter Benjamin. El intelectual alemán, en la euforia de la oleada de descontento proletario alemán, escribe su aclamado Para una crítica de la violencia, y, aunque el texto es rebuscado, deja lugar para la justificación de la violencia fundadora cuando proviene de una causa justa, en especial por la rebeldía proletaria. 

Consejos prácticos al militante
Serge recomienda mantenerse alertas respecto del seguimiento físico, dando rodeos al destino, “mirando sobre el hombro”, cambiar las rutas y mantener cuidados elementales, aunque debe evitarse “la manía de ver un soplón a todo el que pasa”[15]. Aunque con la vigilancia tecnológica esta parte resulta casi obsoleta.
También recomienda encarecidamente evitar las notas inútiles. Si no se va a anotar debe reforzarse  la memoria. Las notas deben contar con enmascaramiento sencillo, como indicar generalidades o alteraciones del sentido literal, por ejemplo, usando iniciales o referencias indirectas. Recomienda de modo directo el evitar las precisiones en las cartas sobre la actividad, evitando con cuidado referencias de tiempo, persona, modo y lugar[16].
Exige desconfiar de los teléfonos y estudiar bien los sitios de cita, advirtiendo los puntos discretos y rutas de fuga.
Respecto de la actividad militante recomienda no saber de más, evitar dar o recibir información que no se deba: en fin, recomienda un silencio prudente en la actividad política.
A los detenidos les recomienda evitar declaraciones, lo menos posible se habla y se exige la presencia de un abogado defensor. Evitar impresionarse por la suposición de que lo “sabemos ya”. En caso de juicio, recomienda no intentar restablecer la verdad de los hechos, pues ese puede ser un hilo de la persecución; al revolucionario debe bastarle su “verdad histórica”. En esa coyuntura el detenido debe ser más bien un propagandista que alguien interesado en probar tal o cual inocencia reconstruyendo los hechos.

Patética defensa de la represión revolucionaria
No es que el texto sea patético, sino que la evidencia histórica posterior así lo planteó. El texto termina en los “alegres años veinte” del siglo XX, ante de captar la ominosa situación del ascenso de Stalin. En descargo moral de Serge se debe indicar que no había descubierto el triunfo de ese lado oscuro dentro del bando revolucionario cuando escribió una larga justificación sobre la “represión revolucionaria”. El tema es más significativo cuando se debe reconocer que Serge no perteneció a la estirpe sanguinaria ni de adaptación al poder burocrático y dictatorial, con los años él sería un perseguido de Stalin, y debió morir exiliado y miserable en México en el año 1947.  
Hecha la aclaración, Serge justifica la represión revolucionaria a modo del mal menor (o el fin justifica los medios[17]). Dice contundente: “La Cheka es tan necesaria como el Ejército Rojo o como el Comisariado de Avituallamiento”[18] Reitera, recalca e insiste que resulta indispensable un ingrediente de persecución y represión en un régimen revolucionario, pues está rodeado de enemigos y amenazado militarmente y saboteado. Este intenta que sea una evidencia mayúscula “No negaremos que el terror es terrible. Amenazada de muerte, la revolución proletaria lo utilizó en Rusia durante tres años, de 1918 a 1921.”[19] En algunos pasajes hasta parece un apologista del mal cuando desdeña los procesos judiciales y las pruebas, cuando se trata de defender al régimen bolchevique y exonerar a los revolucionarios franceses del llamado Terror[20].  
En ese contexto, Serge procura trivializar la extensión de la violencia como el ambiente de siglos de dominación burguesa, para exponer que no resulta imaginable escapar de eso sin otra dosis de “violencia revolucionaria”. Algunos de sus pasajes, vistos a la distancia, incluso resultan grotescos[21].   Bajo el entusiasmo y la retórica de justificar todo lo que proviene del Estado revolucionario, Serge se mantiene como un espíritu noble que intenta establecer diferencias y contener el mal. Su argumento crucial es que la “terapia” del Estado socialista va contra las causas y no contra los efecto del mal, en ese sentido sería una terapia dolorosa curando los males milenarios de la humanidad. El buen Serge se equivocó de modo completo: se encontró con otra vuelta de tuerca cuando creyó en una solución final. Se plantea como un apologista ingenuo del Estado, cuando sus orígenes ideológicos son de “anarquista” convertido en marxista leninista. Señala: "El Estado soviético, al concentrarse sobre las causas del mal, tiene evidentemente menos necesidad de la represión. Mientras más se desarrolle, más su acción económica será eficaz, concertada, previsora, y menos necesidad tendrá de la represión, hasta el día en que una inteligente gestión de la producción suprima, con la prosperidad, males sociales tales como la criminalidad, cuyo contagio se esfuerza en aminorar por medio de la coercion...”[22] Un argumento así lo firmaría cualquier Stalin y sus comisarios represores, ahí está la ilusión de una dictadura solamente pintada. Claro, que Serge en ese momento no lo podía saber a ciencia cierta.

Una débil barrera ante la marea represora
Anotemos en descargo del autor, sí tiene conciencia y reconoce como lamentándose de los exceso en la “justicia revolucionaria” después del 1917 ruso. Dice: Repitámoslo: el terror es terrible. (…)la Cheka de la Revolución Rusa juzgaba irrecusable, implacablemente a sus enemigos de clase; (…)Se trataba más bien de golpear una clase a través de sus hombres que de sopesar hechos concretos. La justicia de clase no se detiene en el examen de casos individuales sino en los períodos de calma. Los errores, los abusos, los excesos nos parecen funestos sobre todo frente a los sectores sociales que el proletariado debe tratar de agrupar: campesinado medio, capas inferiores de las clases medias, intelectuales sin fortuna; de igual manera con respecto a los disidentes de la revolución”[23] En el contexto de la pos-revolución rusa, Serge lamenta los excesos y los justifica, no encuentra otra solución que la aplicación del terror rojo contra el terror blanco. Explica que se deben tomar precauciones, por ejemplo, colocar a los hombres más escrupulosos en esa tarea infame, Para la represión revolucionaria no queda -y es una causa de errores y de abusos- más que un personal subalterno bajo la jefatura de hombres que deben buscarse entre los más firmes y puros (lo cual hizo la dictadura del proletariado en Rusia -Djerjinsky- y en Polonia -Otto Corvin). Los asuntos de la defensa interior de una revolución son los más delicados, los más difíciles, los más dolorosos y a veces los más espantosos. Los mejores de entre los revolucionarios con elevada conciencia, espíritu escrupuloso y carácter firme se le deben consagrar.”[24] El marxismo que tanto se queja del idealismo del enfoque burgués, de pronto queda por completo atorado en eso mismo que ha combatido. Si nos preguntamos ¿basta colocar a una persona honorable para que una avalancha de lodo sea detenida? La respuesta la dio la misma historia: las medidas provisionales de represión se comieron al naciente Estado revolucionario hasta convertirlo en Estado burocrático y tiránico en contra del proletariado, porque la empresa entera de la Revolución de Octubre era fantasiosa y anti-materialista en el más puro sentido. Colocar como director de la policía política bolchevique a Djerjinsky no detendría el advenimiento de un régimen total policíaco, pues era el Estado quien se estaba apoderando de toda la operación económico-política, dejando al proletariado con vanas promesas de amor. De modo casi profético e inocente, Serge describe esta misma situación, cuando plantea su capítulo ¿cuándo es eficaz la represión? Muestra como patético al “cordón” de policías políticos de la Ojrana intentando salvar al Zar y detener la marejada de la Revolución. Ya sabemos que la Cheka no detuvo el problema, sino que se convirtió en parte del problema con la llegada de la dictadura de barniz rojo. En lo general, Serge plantea una fórmula casi neutral y razonable para el tema doloroso: “La represión es eficaz cuando complementa el efecto de medidas eficaces de política general.”[25] No por ser eficaz, resulta menos oprobiosa.
Imaginemos al cordón humano de buenos y abnegados revolucionarios sirviendo como contención ante una marea de lodo que ellos mismo han desatado, a la cabeza está el primer director de la Checka y a su lado abnegados revolucionarios; algunos no alcanzan a ver la inundación completa, el lodo sepultando a la Revolución Rusa. Los mejores murieron antes de que terminara la inundación o por causa de la misma, casi todo el Comité Central de la Revolución Rusa murió a manos del terror de Stalin. Y los cálculos sobre el terror indiscriminado de Stalin contra su pueblo rebasan la cifra de millones de muertos. Bajo las impresiones inmediatas de un experimento social colosal, no es sencillo utilizar la ventaja de la distancia ni tampoco está justificado el repetir los errores manifiestos. Victor Serge tuvo el vigor para oponerse al lodazal, mientras Stalin y sus esbirros se aprovechaban del esa marea. Serge murió en el exilio y la pobreza, haciendo balances de lo sucedido y literatura que denunciara el oprobio postrevolucionario del estalinismo.




 NOTAS:




[1] Notorio el caso de Julia alias la “Verdadera” esposa de un diputado oposicionista, que sirve a la policía política; cae en desgracia y suplica por subsidios; su caso es patético en los detalles de mujer desesperada y estafadora, caída en decadencia moral extrema y desamparada, que busca seguir siendo una provocadora hasta que se hunde en la niebla de la narración. Cf. SERGE, Víctor, op. cit., pp. 7-8.
[2] Como el caso más notable cita a un tal Malinovsky (no confundirlo con el famoso poeta) quien fue un jefe del partido, que al triunfar la revolución exige ser procesado por su negro pasado. Cf. SERGE, Víctor, op. cit., p 11.
[3] Por la polarización entre personajes malos y buenos con máxima tensión de emociones, no por la utilización de la música o argumentos simples.
[4] CAMPBELL, Joseph, El héroe de mil máscaras.
[5] De modo magistral, Georg Lukács muestra que el ingrediente esencial para el marxismo es que la época se defina como revolucionaria en actualidad. Cf. LUKáCS, Georg, Lenin: la coherencia de su pensamiento.
[6][6] TROTSKY, León, La internacional comunista después de Lenin.
[7] CF. LENIN, V.I. ¿Qué hacer? MANDEL, Ernest, Teoría leninista de la organización.
[8] SERGE, Víctor, Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión. Además afirma que un famoso descifrador fue contratado por el nuevo régimen revolucionario. Con absoluta inocencia, el autor parece halagar ese “mantener” al personal y las viejas habilidades dentro del nuevo régimen.
[9] “No quedan en Europa más que los países escandinavos, Inglaterra, Francia y algunos pequeños países donde el movimiento obrero todavía goza del beneficio de la legalidad democrática” Serge, p. 28.
[10] Al activista Serge le recomienda “jamás ser ingenuo”.
[11] Se refiere en particular a una exposición sobre los archivos de la temida Ojrana expuestos en el Palacio de Invierno, pero la frase se aplica a la perspectiva entera de Serge en la página 25.
[12] Son conocidas las afirmaciones de Marx y Engels sobre lo lejos que estaba la revolución socialista de su presente, después de la oleada de revoluciones de 1848 o luego de la derrota de la Comuna de París. Cf. MARX, Karl, La guerra civil en Francia.
[13] Véase la interesante diferencia de enfoques entre esa facilidad del “ganador” y el esfuerzo del “combatiente, con quien el mismo Ortega y Gasset se identifica. Cf. La espala invertebrada.
[14] SÁNCHEZ VÁZQUEZ, Adolfo, Filosofía de la praxis. Con lo cual el “activismo” revolucionario adquiere el barniz de la sublime praxis revolucionaria, con la auto-evidencia de la realización cumbre. De nuevo, el tiempo mostró la debilidad de una evidencia —en el fondo— tan pragmática y con falta de crítica aunque no del todo acrítica.
[15] SERGE, Víctor, op. cit., p. 31.
[16] Serte, Víctor, op. cit., p. 32.
[17] Vale anotar que la aspiración de Serge es por un mundo sin Estado, esa parte de la ideología comunista le conmueve, pues él inicio como anarquista. “como marxistas, estamos contra todo Estado” p. 46. A modo de objeción, contra todo jesuitismo se debe anotar que para cosechar menos Estado no se debe sembrar el más grande de todos los Estados, uno que controla la economía y sociedad enteras. Cf. TROTSKY, León, Su moral y la nuestra. Cuando critica el principio de justificación por “fines”.
[18] Serge, Víctor, op. cit., p. 37.
[19] Serge, Víctor, op. cit., p. 37.
[20] Cita a Dantón durante el Terror: “¿Qué me importa ser llamado bebedor de sangre? Bebamos, si es necesario, la sangre de los enemigos de la humanidad?” Recordemos que luego Dantón fue guillotinado también por los líderes de la fracción revolucionaria. Serge, Víctor, op. cit., p. 37.
[21] “Frente a la ley proletaria, ser rico incluso dentro de los estrictos límites en que durante la NEP (siglas de Nueva Política Económica) se permitía el enriquecimiento es siempre una circunstancia agravante” p. 41. También anota el asesinato masivo de los policías y provocadores como si fuera una simple tarea de higiene urgente: “Los policías, un día de disturbios, huyeron entre el griterío de la muchedumbre; a los que se logró agarrar por el pescuezo se les zambulló, definitivamente en los canales de Petrogrado; en su mayoría los funcionarios de la Ojrana fueron fusilados. Todos los provocadores que se pudo identificar corrieron la misma suerte.” P. 25.
[22] Serge, Víctor, op. cit., p. 41.
[23] Serge, Víctor, op. cit., p. 43.
[24] Serge, Víctor, op. cit., p. 44.
[25] Serge, Víctor, op. cit., p. 45. Al final, otros cuestionan hasta cualquier resabio de “racionalismo” en el uso de la violencia, por ejemplo Fromm en El miedo a la libertad. Por mi parte, pregunto ¿no es la tarea del pensador pugnar por minimizar el uso de la violencia, acotar a los grupos o al Estado en el uso de la fuerza?