Por Carlos
Valdés Martín
Una especie en
peligro de extinción: la nueva empresa mexicana
El altísimo nivel de muerte de empresas nuevas en México implica
un fracaso del ambiente económico nacional. Un ambiente donde en dos años muere
más del 80% de las empresas generadas o nuevas, implica una situación de
hostilidad extrema de tipo anti-empresarial. En el marco de los esfuerzos para
recuperar la economía y dinamizarla en un sentido modernizador, encontramos estas
revelaciones de una mortalidad empresarial anormal y muy por encima de los
promedios mundiales
Lo que muere no es la informalidad, la cual sobrevive junto
a los semáforos vendiendo chicles y cacahuates, pues esas “empresas” de la
marginación siguen reproduciéndose sin parar. Y tampoco está en peligro de
extinción el llamado “torero”, que pone su mísera mercancía ilegal en un metro
cuadrado de acera (incluso causando una competencia anómala contra el comerciante
establecido). Tampoco está agonizando esa especie de empresa gris que llamamos
sindicato, que corre a instalar un letrero en cada nueva construcción, bajo el
chantaje de fabricar una huelga fantasma.
Ni está amenazada por ningún desafío la mega-empresa monopólica, siempre
que sea trasnacional.
La especie en peligro de extinción es la empresa pequeña mexicana
formal, que emplea trabajadores mexicanos y arriesga capital de muy pequeños y
medianos empresarios, integrando recursos nacionales, procurando pagar sus
impuestos de forma regular o como puede. Esa empresa que recibe pesadas cargas
fiscales (las grandes cargas directas Federales como IVA, IETU e ISR y las de
seguridad social como Infonavit, SAR, IMSS; además de las cargas fiscales
locales como Predial, a Nóminas, Usos de Suelo, Parquímetros, contribuciones a
Basura, Seguridad; y además de otras cargas fiscales ocultas pero reales como
los altos costos de Electricidad, Gasolina, Agua, Parquímetros, Carreteras
concesionadas, etc.). Y, por si faltara algo, también soporta esta mini empresa
créditos extremadamente caros cuando los comparamos con el costo del crédito en
los países de la matriz (EUA, España, etc.) de los grandes Bancos asentados en
México. A esto todavía debemos agregar los elevados costos surgidos de
distorsiones monopólicas como los ya famosos costos de la Telefonía fija y celular.
Los incrédulos en la
mortandad empresarial
Un colega especialista reveló en un estudio comparativo que
el índice de sobrevivencia y mortandad de empresas nuevas durante los dos
primeros años en Irlanda se acercaba a 9 de cada 10, en Israel 7 de cada 10, en
EUA eran 5 de cada 10, mientras que en México nos llevamos un récord negativo de
menos de 2 de cada 10 empresas sobreviviendo al final del periodo.
A reserva de contrastar estos datos mediante un estudio
alternativo, convendría preguntarnos por el fondo de la cuestión. ¿En qué se
diferencia el ambiente económico de México con el de Irlanda, Israel o Estados
Unidos de Norteamérica? Y no intentemos indagar en todas las diferencias del
ambiente económico, sino únicamente en los aspectos que matan a las empresas.
Al menos, la retrasada y bucólica Irlanda (ese rincón de los conflictos
religiosos de la Europa
tradicional) no parece marcar modelo para seguir ni un estándar para
ambicionarse. ¿Por qué las empresas en el ambiente de Irlanda sobreviven y en
el de México perecen? ¿Poseen los duendes y tréboles de cuatro hojas un hechizo
para la sobrevivencia de las empresas irlandesas? Claro que no. Debemos buscar
las diferencias en el ambiente institucional y de competitividad interna. Las
diferencias radicales para la mortalidad o sobrevivencia de empresas entre
México e Irlanda deben ubicarse en impuestos, marcos regulatorios alevosos y
otros fenómenos peculiares de nuestro contexto (sindicatos defensores de sus
privilegios y no de los derechos obreros, monopolios, etc.).
Pero sin conocer sobre esa excesiva y prematura mortalidad
empresarial, los nuevos emprendedores se lanzan a una embravecida mar económica
nacional y colocan sus flamantes empresas. Cada año surgen decenas de miles de
empresas, pero hoy 9 de cada diez arriesgados marineros están destinados a
terminar hundidos en el fracaso. Un nivel tan alto de muerte empresarial no
resulta de una responsabilidad individual. El cierre de miles de empresas no es
fría estadística, también se pierden en el vacío millares de días y noches de
proyectos empresariales nuevos. Se arruinan por completo los patrimonios
personales y familiares. Y con las empresas quebradas crece el desempleo.
Desde el punto de vista de la biología de las especies mercantiles
casi toda nueva empresa mexicana nace como un pequeño pececillo, nacido para
quedar devorado por los tiburones del mercado. Esta situación de tan marcada
indefensión debe llamarnos a la reflexión. En particular, deberá reflexionar la
autoridad con seriedad cada vez que lanza nuevos mecanismos regulatorios. Por
ejemplo, cuando las autoridades de la
Ciudad de México insisten en imponer una revisión del Uso de
Suelo cada dos años ¿se han dado cuenta de que esto crea más incertidumbre en
muchas empresas y que favorecen la mortalidad empresarial?
Efecto macro
Una década perdida para el desarrollo económico en 1980,
otra década perdida en 1990 y ahora cumplimos una tercera década perdida en
desarrollo económico a partir del 2000. Si bien algunos analistas culpan al
factor externo y a las grandes pautas macroeconómicas como factores de crisis,
pocos se han dado cuenta que la destrucción de las empresas y su muerte masiva
(en exceso tremendo y más allá de una medida correspondiente a su ciclo de vida
propio) es la causa de la parálisis económica. El gobierno y los analistas se
alarman cuando el resultado global del PIB aparece en ceros o con números
negativos, pero no se inquietan cuando miran al pasar por la calle que la
oficina de su vecino cerró hoy y que la tienda de la avenida próxima está
clausurada. La suma masiva de pequeños y medianos negocios marca una pauta de
fracaso. El cierre masivo de pequeñas tiendas y oficinas que colapsan en
silencio, cuando se acumulan resulta un PIB paralítico o en caída. En fin, la
suma de esa elevadísima y anormal mortalidad de las pequeñas y medianas
empresas es la sustancia de la crisis casi permanente en que se ha sumido la
economía mexicana.
Buscamos por una sobrevivencia, al menos, normal y no una
sobrevida artificial o de campeonato mundial para la nueva empresa. Cuando en
México se recomponga un ambiente económico favorable a una sobrevivencia normal
tendremos un resultado automático: desaparecerá el estancamiento y la crisis
como resultado directo. Si cada pequeño agente económico resulta capaz de salir
adelante y prosperar, el resultado será un efecto emergente, la economía
volverá a los tiempos del Milagro Mexicano; con nostalgia recordemos con
optimismo ese ciclo virtuoso de crecimientos económicos promedio hasta arriba
del 7% cada año. Y ya no serán necesarias las importaciones de grandes
capitales extranjeros ni las intervenciones heroicas del Estado para reactivar
la economía, porque la economía tendrá un flujo constante de riqueza
fundamentada desde su producción diaria: millones de empresas trabajando y
generando una sana cadena de producción-consumo.
Los responsables de
la mortandad empresarial
Si usted conoce la muerte de una pequeña o mediana empresa
hágale la autopsia. Pregúntele con sinceridad y los oídos abiertos al conocido
que la dirigió sin éxito qué o quién mató a su empresa. ¿Quedó la empresa
paralizada de muerte por una nueva regulación de gobierno que le impidió seguir
operando? ¿Se fue desangrando paulatina pero rápidamente por un crédito
impagable por las altas tasas de interés? ¿Una obra vial mal planeada bloqueó
su entrada del negocio durante dos años y tuvo que cerrar? ¿El último
incremento de impuestos o una auditoría fiscal desalentó al empresario quien
decidió rematar todo? ¿La inseguridad pública lo abrumó?
Cada empresario que ha sufrido en carne propia el fracaso
puede contar una historia diferente. Descubriremos un ambiente multifactorial (con
muchas causas) que destruye la empresa, la cual que no cuenta con recursos
propios suficientes, ni créditos accesibles, ni incentivos fiscales, etc.
Una muerte masiva de las nuevas empresas ya no es obra de la
casualidad y tiene sus responsables principales. Cada pequeño empresario sólo
es responsable directo de su propia negociación. El marco regulatorio y del
ambiente económico depende de diversos actores, pero la autoridad federal y
local es responsable de muchos factores que son modificables. El problema
radica en que la “gran discusión” sobre las reformas del país, ha dejado de
lado los temas que ocupan y preocupan a los pequeños actores de la economía
doméstica.