Por Carlos Valdés
Martín
La prestigiada historiadora Frances Yates muestra qué fue la herejía rosacruz y su ambiente. Recurre a los hechos comprobados y al rigor para mostrar la trayectoria del pensamiento europeo. Establece una perspectiva que amalgama la herejía con el sustrato de los
acontecimientos probados. Ella hace historia sobre un movimiento inédito y aplica un
método comprobado. Al escribir El
iluminismo rosacruz entronca diversas expresiones de pensamiento ordinariamente
catalogadas como variedades de ocultismo en el contexto de lo riguroso. A su vez, este libro forma parte de una mucho más amplia
investigación sobre las corrientes intelectuales,
culturales, artísticas y sociales de Europa, con especial énfasis en las
vertientes marginales desde el Renacimiento.
Para lograr este propósito Yates empieza por tratar con respeto y delicadeza
un tipo de pensamiento marginal (alquimia, metafísica, ocultismo) que fue sometido
a violentos ataques. Dichos ataques fueron motivados por anatemas religiosos o
simple desconocimiento, además ese cuerpo de pensamientos ocultistas ha sido
desestimado por el avance del pensamiento científico.
Sin embargo, la reconstrucción cuidadosa de las
corrientes del “iluminismo rosacruz” demuestra que las visiones ocultistas de
Europa, han habitado con regularidad a la cultura occidental. Además, este estudio revela que las
corrientes ocultistas no siempre se alejan del racionalismo, incluso también han
alentando el racionalismo y hasta la investigación científica. La investigación
histórica de Yates abarca un periodo sumamente agitado y fructífero, entre los
años1600 a 1650, centrado en la región norte de Europa, en la actual Alemania,
pero sin respetar fronteras fijas, y con especial interés con las vinculaciones
con los movimientos intelectuales y políticos de Inglaterra.
El eje intelectual son los manifiestos rosacruces aparecidos
aproximadamente entre 1612 que ocasionaron el “furor” durante una década. El
eje de narrativa histórica corresponde a un evento cercano, con la boda real
entre Federico V, Elector Palatino del Rhin, y la princesa Isabel hija del rey
Jacobo ocurrido en 1613, evento ligado a un conflicto dinástico en Alemania,
que desencadenó un breve reinado en Bohemia y su derrota militar a manos de una
coalición austriaca. Estos acontecimientos suceden entre los años 1619 y 1620,
por lo que su reinado fue recordado como un “breve invierno” de Bohemia. Ahora
bien, este breve reinado y su desenlace bélico, además de representar una lucha
dinástica, también se inscribe en la larga confrontación entre el
protestantismo y el catolicismo, que implicaba una lucha entre un liberalismo
naciente y el feudalismo más conservador, entre el capitalismo mercantilista y
el dominio agrario-feudal.
En el largo relato e investigación, nos damos cuenta de que las más
diversas manifestaciones culturales, se escudaban bajo el manto principesco del
bando protestante de estos reyes palatino-bohemios, de tal suerte que una
continuación del “espíritu” y fermento del renacimiento, estaba creciendo bajo
tal auspicio; en cambio, bajo la bandera de los Habsburgos católicos se
agolpaba una reacción religiosa, restauradora de un pasado cerrado, un pasado
destinado a fenecer. Sin embargo, el grupo del “pasado destinado a fenecer” era
muy poderoso, que empleó todos los recursos de la violencia para desterrar ese
extraño arcoiris cultural floreciente bajo el bando protestante.
El objeto de estudio: el
iluminismo rosacruz
La creación del objeto de estudio resulta una dificultad especial para la
historiadora al confeccionar esta obra, según ella misma reitera en varias
ocasiones, porque no existía tal “objeto de estudio” para la ciencia histórica
“seria”, sino que sólo resultaba aproximadamente aceptable para autores
informales de corte esotérico, creyentes ingenuos de la leyenda Rosacruz o
reeditores modernos de la fe antigua. Pero en el campo de los investigadores académicos
de historia, la materia misma y el objeto de este estudio no existía. El motivo
no se debe a la “inexistencia” de un evento, porque estaba registrado el
“hecho” de las publicaciones rosacruces alrededor de 1610, y se conservaban
copias en las bibliotecas especializadas de los dos principales textos
denominados por su nombre abreviado Fama
Fraternitatis y Confesio Fraternitatis.
Asimismo, existía una amplia literatura asociada a esto textos, y en la crónica
se incluían eventos y autores relacionados; sin embargo, eran eventos sin
importancia o sin vías para integrarlos dentro del cauce reflexivo de los
acontecimientos y del pensamiento europeo. Para el contexto del pensamiento
europeo, sobre el cual se creía marcado por un clara avance del racionalismo,
al historiador académico los “eventos rosacruces” le parecían una curiosidad
sin sentido, como un arcaísmo sin espacio propio en el contexto de progreso del
pensamiento. De hecho, unir dos partes contradictorias, como “iluminismo” (una
variedad herética de Ilustración) junto con el tema rosacruz, parecería un
sinsentido en la perspectiva anterior. Se requirió de audacia y de amplias
pruebas documentales para que una historiadora profesional, reuniera estas dos
puntas de una madeja. Frances Yates lo hizo, anudó la madeja entre la herejía
rosacruz y la historia profesional estableciendo un nudo firme, que luego de la
lectura del libro, ya resulta un nudo indestructible.
Uno de los descubrimientos más notables y consistentes de Frances Yates
se relaciona a la unidad estrecha entre esoterismo y progreso del
racionalismo científico, dos tendencias que se creían completamente
enemigas; resulta que en el contexto del siglo XVII resultan aliadas frecuentes.
Entonces, el avance del racionalismo filosófico y la autonomía de la ciencia
transita por una variopinta alianza con los autores esotéricos, como los
cabalistas, numerólogos, etc. y en particular con los promotores de las ideas
rosacruces. Un ejemplo, muy emblemático, donde la investigación de Yates es
reveladora, le corresponde al filósofo René Descares. El tema de la relación
entre el filósofo y la herejía rosacruz queda repetidamente como en la orilla,
y las conexiones entre Descartes y los rosacruces parecen casualidades o
disculpas. Según la única biografía autorizada, realizada poco después de la
muerte de Descartes, el filósofo se mostró marginal al pensamiento rosacruz y
hacia el esoterismo en general. Los
hechos de Descartes no confirman tan claramente esa hipótesis que alejó al
filósofo de las herejías. La participación militar del joven filósofo,
justamente termina con un relato sobre el bando vencedor de la Montaña Blanca,
la batalla en la que caen en fuga “los reyes de invierno”, los patronos del
protestantismo alemán y del esoterismo cortesano del Norte de la Europa
continental. Curiosamente, Descartes abandona la milicia después de la derrota
del bando protestante, siendo que el biógrafo afirmó que él supuestamente era miembro
del bando católico, pro Habsburgo. Después se indica que pasa algunos años
vagando sin rumbo fijo, y aparentemente sin tener una guía espiritual, aunque
Yates recupera la relación con un esotérico alemán. En
esos años sin ninguna guía aceptada, resulta que Descartes arma lo esencial de
su método, según se cree atribuible a tres sueños y a una visión de una
“virgen”, es decir, mediante ensueños y arrebatos místicos. Como narrativa
legendaria queda establecido el relato sobre el joven Descartes, pero ¿así se
forman los filósofos? Siempre asumimos que la filosofía se forma con estudios,
lecturas y demás acciones de aprendizaje, y no con arrebatos místicos. En el
contexto de crueles guerras religiosas y amenazantes persecuciones religiosas,
posiblemente ese relato fue un pretexto para proteger la actividad filosófica
de ataques desde el Estado o la Iglesia. También
resulta paradójico que durante su estancia en La Haya, Descartes trabara
amistad con la reina Isabel, exiliada de Bohemia y el Palatinado, justamente
una soberana contra la que supuestamente participó en la guerra, e incluso a
ella le dedica su obra los Pincipia
en 1644. Por si fuera poco, el año en que Descartes arriba a París después de
sus años de “vagancia” y de formación por los confines de Europa, es 1623,
justamente cuando aconteció un “pánico” por una anunciada visita de los
rosacruces a París. El filósofo debió
defenderse de acusaciones malintencionadas, ligándolo con los “magos rosacruces”. Ahora bien, resulta importante mencionar que
en los manifiestos rosacruces conocidos se narraba la existencia de una secreta
fraternidad de sabios dedicados a desentrañar los misterios del mundo, quienes
acumulaban un saber portentoso para la época y estaban próximos a revelar su
conocimiento para el beneficio del mundo. Era evidente que un sabio extranjero
en tales circunstancias parecería un mago a quien cuestionar, y acusar de prácticas
de brujería. De hecho, recordemos que la persecución de la Iglesia católica contra
el astrónomo Galileo fue cruel, y que al filósofo Giordano Bruno se le quemó
vivo en 1600. Un pensador brillante y original como René Descartes viajaba con
sumo cuidado para difundir sus aportaciones, y una de las medidas de cautela consistía
en alejarse de cualquier contenido que pareciera esotérico y relacionado con la
magia. Incluso Yates duda de las narraciones sobre le periodo juvenil de
Descartes, porque la evidencia apunta en otro sentido, hacia su vinculación con
las tendencias esotéricas y cabalistas antes de 1623. Sin
embargo, las declaraciones públicas de Descartes alejándose del esoterismo y la
magia no siempre resultaban sostenidas por los hechos, pues no existía una
definición de un campo vedado para la curiosidad espiritual. En un contexto
donde los cánones de la investigación intelectual están por definirse, las
condiciones de indagación las pone cada autor, y entonces los temas más extraños
y floridos se mezclan perfectamente con el racionalismo más estricto.
Los encantadores reyes del
Palatinado, el corto invierno de Bohemia y las guerras
El eje de narrativa histórica corresponde a la boda real entre Federico
V, Elector Palatino del Rin, y la princesa Isabel hija del rey Jacobo ocurrido
en 1613, evento ligado a un conflicto dinástico en el centro de Europa, que
desencadenó un muy breve reinado en Bohemia y su derrota militar a manos de una
coalición austriaca, acontecimientos entre 1619 y 1620, por lo que su reinado
fue recordado como un “breve invierno” de Bohemia.
Federico V del reino Palatino con sede en Heidelberg, poseía una
posición dinástica en la región con su puesto denominado Elector, porque poseía
el privilegio de concurrir para la Elección del Emperador del Sacro Imperio
Germánico, la corona vacante de la entera región alemana. Facultado legalmente
para elegir y ser electo en la sucesión de esa posición imperial, la cual podía
terminar vacante por la falta de acuerdo entre los electores, en fin, por la
fragorosa lucha de poderes en la región. En el periodo relatado, la principal
potencia regional la representan los Habsburgos con sede en Viena, dinastía que
además poseía un parentesco directo y alianza clave con el imperio asentado en
Madrid, los Habsburgos españoles. Sin embargo, los demás príncipes europeos
alemanes rechazaban o recelaban del predominio de Viena. Al mismo tiempo,
existía un complejo juego de intereses políticos, de conflictos entre varias
casas reinantes. Un amplio comentario de la obra corresponde a la posición de
Inglaterra, nación dominantemente protestante y gobernada por el rey Jacobo. En
ese periodo estaba perfilándose un amplio y violento conflicto religioso entre
territorios y reinados protestantes contra los católicos y viceversa. La
antecesora de Jacobo, la reina Isabel de Inglaterra participó activamente en el
bando protestante, y tuvo la fortuna de que su marina derrotara al imperio
número uno del periodo, a los Habsburgos españoles, por lo tanto, se convirtió
en el baluarte del protestantismo. Entonces, en las regiones protestantes
alemanas se esperaba que el sucesor de la reina Isabel de Inglaterra se
convirtiera también en el campeón del protestantismo, y esta opinión se reforzó
por el matrimonio de su hija la princesa Isabel con el príncipe protestante
alemán, Federico V del Palatinado. Sin embargo, Jacobo de Inglaterra no deseaba
enfrentarse militarmente a España, y para evitar esa guerra mayor se abstuvo
sistemáticamente de apoyar al bando protestante europeo durante las guerras religiosas
siguientes. Posiblemente para la abstención de Jacobo también contribuyó la
rivalidad comercial creciente entre Inglaterra con la región de Holanda
protestante, de tal modo el antagonismo comercial contribuyó a esa determinación
de no vitalizar al bando protestante, porque eso favorecía la posición
estratégica de Holanda, enfrascada en una larga guerra contra España, la cual
reclamaba ese territorio para sí misma. Ciertamente, las fronteras del
conflicto no resultaban tan precisas, y los contendientes por razones tácticas
o subjetivas cambiaron de bando, pero el conflicto mezclaba una lucha
dinástica, la larga confrontación entre el protestantismo y el catolicismo, una
batalla entre un liberalismo naciente y el feudalismo más conservador, y un
hondo conflicto entre el capitalismo mercantilista y el dominio agrario-feudal.
Todas juntas estas dimensiones de conflicto se enlazaban y, además, se
empezaban a perfilar los fuegos de nuevos odios nacionales, aunque todavía no
se mostraban tan claramente las pasiones nacionalistas durante esta fase de los
conflictos.
Debido a las expectativas estratégicas de la región le matrimonio entre
Federico e Isabel causó un gran impacto en esos territorios. El matrimonio,
según la descripción de Yates generó un gozo superior al usual para tan regios
eventos, porque además de los enlaces dinásticos, emergían enormes esperanzas
de renovación. El aspecto renacentista de la cultura inglesa y las tendencias
protestantes se unieron para celebrar esta unión. Para el pensamiento
esotérico, esta pareja de reyes representó el emblema de unas “bodas
alquímicas” perfectas donde se conjugan los complementos para crear un nuevo
mundo, incluso la gracia y belleza de los consortes contribuía a generar emotividad
en tales perspectivas. La boda fue celebrada en febrero de 1613, con los
mejores despliegues conocidos para los festejos, ofreciendo eventos musicales,
obras de teatro y magnificentes juegos pirotécnicos.
Este matrimonio monárquico fue ampliamente aclamado por voceros del renacentismo,
denominado iluminismo rosacruz, pues representaba la esperanza de una victoria
inmediata en contra del oscurantismo papal y de los Habsburgos. La corte se
asentó en Heidelberg centro de gobierno en la región del Palatino.
Los acontecimientos de la sucesión de Praga precipitaron la entrada en
la escena política de estos gobernantes. El rey Rodolfo II, a pesar de ser un Habsburgo,
se inclinó por una decidida tendencia liberal, incluso esotérica y cobijó el
crecimiento de una Iglesia nacional en Bohemia, denominada Iglesia “husita”,
por su fundador Jan Hus. A su muerte, la sucesión normal (que correspondía Fernando
rey Habsburgo) causa descontento enorme en el territorio Bohemio, entonces la
nobleza local se subleva y deponen al sucesor. Los sublevados rompen con el
imperio de Habsburgo, argumentando que esa corona era electiva y no por
sucesión, decidiendo otorgársela a Federico V, lo cual ocurrió en 1619. En el
conflicto acontece el afamado episodio conocido como la “defenestración”
de Praga, donde dos representantes del bando católico fueron arrojados por una
ventana y, según la versión más aceptada, murieron de inmediato.
Además de una posición territorial, Praga representaba un voto adicional
en el sistema de Electores de Alemania, por lo cual significaba un doble reto
para los Habsburgo de Viena, quienes quedarían en minoría electoral para sus
aspiraciones imperiales. La decisión de Federico al aceptar la corona de Praga
representaba el riesgo inminente de guerra contra Viena, pero él aceptó esa
perspectiva y trasladó su corte a Praga. Federico V esperaba contar con una
amplia alianza de respaldo entre los príncipes protestantes alemanes, y además con
su suegro el rey inglés.
Sin embargo, la fortuna militar rápidamente se mostró contraria a
Federico, entonces el reinado de Bohemia y su capital Praga, se perdieron en la
batalla de la “Montaña Blanca” de noviembre de 1620. Ante una rápida catástrofe
militar Federico y su familia tuvieron que huir. En poco tiempo, también el
territorio del Palatinado fue vencido y arrasado, por lo que Federico e Isabel
permanecieron exiliados. Si bien, estos episodios marcaron el final de las
aspiraciones de Federico permanentemente, la lucha entre los Habsburgos de
Viena y sus aliados de España solamente empezaba, y entonces se prolongó en los
crueles episodios de la denominada Guerra de Treinta Años. De inmediato Bohemia
sufrió brutales estragos, y luego la región Palatina, las cuales fueron
arrasadas por la venganza imperial. Entonces la estancia del “corto invierno en
Bohemia” representó el inicio de una gran conflagración entre dos tendencias
europeas. En su aparición esta guerra semejaba un incidente de ambiciones
imperiales, con el tiempo significó la confrontación de una nueva época
abriéndose paso frente al oscurantismo feudal.
Federico e Isabel permanecieron exiliados en la ciudad de la Haya y montaron
una minúscula corte, mantenida con el subsidio del suegro inglés. A largo
plazo, los príncipes nacidos de este matrimonio recuperarán protagonismo,
porque sus descendientes terminaron por ocupar el trono inglés.
El contenido de los manifiestos
rosacruces
El lanzamiento de la doctrina rosacruz se condensa en dos manifiestos,
que por sus nombres abreviados se les conoce como Fama y Confesión, títulos
simplificados de la Fama de la
Fraternidad, etc. y Confesión de la
Fraternidad, etc. La publicación inicial
vio la luz hacia el año 1612, aunque ya un manuscrito circulaba en 1610 y la
fecha más tardía de la edición se estima en el año 1614.
En estas obras se plantea la leyenda de Cristian Rosencrutz o Rosacruz, un
mago y místico legendario,
quien aprendió todos los saberes materiales y espirituales viajando por Europa
y el cercano Oriente, manifestando enorme devoción y manejando las ciencias de
la época más allá de lo entonces conocido. Este personaje ya había fallecido,
pero fundó una fraternidad secreta, poseedora de todos sus conocimientos y
capaz de poner remedio a los males del mundo, denominada como Fraternidad de la
Rosa Cruz, integrada exclusivamente por sabios, con un conocimiento perfecto
revelado por Dios. Anunciaban la irrupción de una reforma universal, dispersándose
por los rumbos de Europa a partir de Alemania.
El arribo de los nuevos tiempos estaba ligado al descubrimiento de la
tumba de Cristian Rosencrutz, la cual representaba la apertura de la puerta de
Europa, indicaban que “la puerta que da acceso a esa cripta fue descubierta
milagrosamente, y simboliza la apertura de una puerta en Europa, como desean
vehementemente muchos.” Esta
cripta poseía otros elementos milagrosos, como la presencia de un “sol
interior” para iluminarla, sus muros poseían figuras geométricas, contenía
tesoros en libros, campanas mágicas, y canciones artificiales. Esta fraternidad
poseería ya su “Rota y su “libro M”.
Asimismo, en los muros aparecían los nombres de los hermanos rosacruces. Indicaban la aparición de “una nueva filosofía
que provocará una reforma general”, y
en efecto ya se acercaba en Europa el tiempo de una nueva filosofía insertada
en ese contexto ¿era claridad o casualidad? Como sea estos llamamientos,
resultaban vibrantes en ese contexto, y generaron una gran atención.
Le interesa sobremanera a Yates el tipo de saber propuesto por los
manifiestos rosacruces. La historia oficial a los autores rosacruces los había
encajonado dentro de un misticismo esotérico, sin embargo, Yates procura
demostrar exhaustivamente que ofrecen una perspectiva mixta, mezclando las
líneas esotérico-místicas con el interés de tipo científico, propugnando por el
conocimiento práctico y objetivo. Para tal demostración del cruce de
perspectivas utiliza una gran cantidad de autores de la época que comentaremos
adelante, como son John Dee (matemático y mago), Francis Bacon (precursor del
método científico) y Comenuis (vanguardia de la pedagogía).
La publicación de los manifiestos rosacruces causó revuelo y tuvo una importante
acogida, además contenían una invitación a ponerse en contacto con los hermanos
rosacruces, así que surgió un torrente de cartas y escritos pidiendo el
contacto de la fraternidad. Además de la comunicación adecuada con su entorno,
este tipo obras resulta apropiada para una coyuntura marcada por grandes
inquietudes místicas, esotéricas, religiosas, sociales, culturales, políticas,
filosóficas, etc. Incluso la aparición de nuevas estrellas en el firmamento
sobre las constelaciones del Cisne y la Serpiente contribuyó a su impacto. Conviene
hacer énfasis que en Fama y Confesión se plantea una reforma intelectual, un
arribo de conocimientos superiores para beneficio y redención de la humanidad,
es decir, anuncia la expansión del conocimiento verdadero, como amplificando el
aliento intelectual lanzado desde el Renacimiento, mediante la mejoría de las
diversas ciencias y artes. Respecto del conocimiento secreto lo declaran
sencillo de captar cuando se descubre el camino recto, pero inaccesible a las
mayorías, y sin intención de entregarlo al vulgo, sino a los selectos que se
acerquen a la Fraternidad.
Asimismo, plantea que el vehículo del cambio es un grupo de sabios, uniendo el
elitismo con la agrupación, indicando una visión diferente a un
individualismo extremo (la persona del Salvador), sino el grupo entregando el
nuevo tiempo, ofrecen la figura mediadora entre la persona y la masa,
integrando el grupo de acción o, según el código politizado del siglo XIX, el
“partido” de la intelectualidad militando a favor del mundo. Asimismo, los
manifiestos rosacruces invocan un desafío ante los poderes establecidos,
especialmente los religiosos, saliendo a contra-flujo del dominio del Papa,
pero sin establecer una reforma religiosa, sino procurando declararse sencillamente
como buenos cristianos, es decir, procura una reforma moral sin la
confrontación religiosa directa.
Un tema específico investiga la autoría de esos manifiestos anónimos Fama y Confesión. La mayor sospecha
recae sobre Juan Valentín Andreas, quien también debió ser el autor de las Bodas alquímicas de Christian Rosencrutz
del año 1616, una obra posterior relativa al mismo tema. Como buena historiadora
de una tendencia empírica inglesa Yates busca el terreno firme de las
situaciones y las pruebas, por lo mismo, en este caso sus conclusiones no son
siempre contundentes.
Posible paternidad inglesa de los
rosacruces: John Dee y Francis Bacon
Por su propio origen, para Yates las hipótesis de una procedencia
inglesa del pensamiento rosacruz le resultan interesantes y las sigue con sumo detalle.
Respecto de John Dee, demuestra un fino conocimiento, para mostrarnos en una
compleja dimensión a esta especie de mago Merlín del periodo isabelino, un
personaje que alcanzó las cumbres de su periodo y después terminó entre el
desprecio y un olvido sellado bajo tenebrosas sospechas. Su obra cumbre la Monas hieroglifica, fue anterior al
movimiento rosacruz, por lo que pueden establecerse los puentes desde su
pensamiento y las vertientes de coincidencia mediante su pensamiento hermético
y cabalístico. El estudio más detallado de este autor y su obra lo presenta
Yates en su texto de La filosofía oculta
en la época isabelina, por lo que soslayaré dedicarle pormenores.
Baste comentar que John Dee viajó al norte Europa continental difundiendo sus
atrevidas posiciones esotéricas, antes del periodo de Fama y Confesión, en el periodo de su mayor influencia.
Respecto de Francis Bacon la historia más divulgada ha rescatado su
vertiente como promotor de la visión científica, justamente se le ha concedido paternidad
en los nuevos enfoques científicos, por sus obras El avance de la ciencia de 1605, el Novum Organum de 1620, y la Nueva
Atlántida. Bacon propugnó constantemente por defender la ciencia y sus
posibles aplicaciones benéficas, sin embargo, este aspecto no se alejaba de
otra clase de intenciones, como la fraternización de los sabios, o las
revelaciones divinas en el porvenir, mostradas en su Nueva Atlántida,
contribuyendo a un mito, luego interpretado como un continente perdido.
Ahora bien, con estos autores no se termina el vínculo rosacruz con
Inglaterra y Yates considera conexiones de pensadores ingleses posteriores de
corte hermético iluminista que se relacionaron con Alemania en esa época, para
recibir la influencia, como Fludd y Ashmole.
El recurso de Descartes: las
interrogaciones de la negación
La historia oficial ha recabado como verdadera una añeja negativa sobre
la relación entre René Descartes y los rosacruces. Curiosamente las negaciones
explícitas, miradas con detenimiento parecen una cortina de humo en contra de
una verdad, también bastante evidente. Una vez que tomamos conciencia de la
relación de las aventuras de los reyes del Palatinado con el movimiento
rosacruz resulta absolutamente asombrosa la puntualidad de Descartes para
relacionarse con el itinerario, aunque haya declaraciones negándolo. En el
periodo de juventud se reconoce que el filósofo se embarcó como mercenario en
le bando católico, según sus propias informaciones, y pareciera que su
intervención culminante finaliza con la batalla de la Montaña Blanca, cuando el
rey del Palatino y de la Bohemia fue derrotado. Y justamente entonces Descartes
se desinteresa de la milicia, y durante un par de años vaga por las regiones el
conflicto, y entonces recibe sus “inspiraciones” y sus famosos “sueños” donde
se convence del camino de la filosofía, sin haber tenido una educación formal
ni un mentor que lo llevara por esa senda. Reconoce que buscó a los hermanos
rosacruces en ese periodo, aunque no define si los conoció, se impresionó por
la inteligencia de Faulhaber, otro autor alemán quien también había buscado a
la fraternidad rosacruz. Después de viajar por varias regiones centroeuropeas
regresa a París en 1623, lugar donde se había anunciado misteriosamente el
próximo arribo de los rosacruces. Como tal anuncio causó pánico en la ciudad,
Descartes debió aclarar que él no era ni conocía de tal sociedad, y que la
prueba de su inocencia consistía en ser una persona visible, pues tales personajes
se habían anunciado como entidades “invisibles”. Esta versión de completa
inocencia se creyó con más fuerza además porque uno de sus mejores mentores y
amigos, el clérigo Mersenne, luego fue un detractor abierto de los rosacruces y
de cualquier tipo de esoterismo herético.
Si además de lo planteado por Yates, se revisa la biografía de Descartes
propuesta por Bailet, se descubrirá que está cuajada de interesantes alegorías,
la cuales invitan a pensar que sus negaciones no resultan siempre de hechos,
sino descripciones de la intención de Descartes, del caballero de Perron (la
Escalinata) quien muestra, como él mismo confesó, vivía bajo “una máscara”.
Entonces afirmar su nacimiento dentro de la zanja de un cementerio y sus sueños
deben ser revisados como indicaciones de una narrativa velada, para evitar
complicaciones con la iglesia y enviar señales a quienes merecían entenderlas.
Continuando con la historia que nos interesa, años después en 1644 Descartes
se dirigió a La Haya en Holanda y permaneció lo suficiente para reunirse con la
reina exiliada del Palatinado, ya viuda, pero muy interesada en temas
intelectuales. La afinidad de Descartes con la reina exiliada resultó tan
significativa que a ella también le dedicó su obra los Principia, y además mencionó a su difundo esposo como el rey de
Bohemia, reconociendo el título perdido. Además pocos años después un hijo de
Isabel recuperó el reino del Palatinado en 1649, y Descartes fue invitado a
vivir en ese reino, sin embargo el filósofo prefirió dirigirse a Suecia, a la
corte de la reina Cristina, donde entre sus motivos personales expuso que residiría
en Suecia para defender “la causa de la reina Isabel y el Palatinado allí.” Esto
implica un partidismo activo por la causa de los reyes del Palatinado, cuando
en su periodo de París afirmó haberlos combatido militarmente aunque sin percatarse
de los bandos, como simple soldado de fortuna.
Justamente esta circunstancia le parece del todo sospechosa a Yates, y
yo concuerdo con esa opinión.
Resulta más plausible que el filósofo evitara complicaciones con las autoridades
religiosas, mediante pretextos y narraciones imprecisas, antes que confesar sus
afinidades con herejes y dar referencia precisa de personajes tratados en su
periplo centroeuropeo durante su juventud.
Comenius y el iluminismo rosacruz
De nombre Juan Amos Komensky o Comenius (nombre latinizado de acuerdo a
las costumbres de los eruditos con estudios religiosos) nace en 1592, en la
región Bohemia, epicentro de las luchas políticas y religiosas de la época.
Estudia con reformadores religiosos, él mismo se integra en una orden de la
iglesia reformadora denominada “husita” por el nombre de su líder Jan Hus. Este
Comenius ha sido recordado principalmente por sus aportaciones a la pedagogía,
en particular por su método de asociar figuras con el aprendizaje de las
letras. Este autor se interesó por todos los campos, ya muy pronto había
elaborado un sistema de pan-sofía, es decir, un sistema enciclopédico de
sabiduría. Hacia 1614 empezó a trabajar en una obra de pansofía a la que llamó Teatro
o Anfiteatro, para indicar que abarcaba el mundo entero. Padeció los
rigores de la guerra que derrotó al Federico V y lo expulsó de Bohemia, pues su
pueblo fue atacado y su casa quemada, por lo que debió escapar y durante el
viaje murió su mujer y un hijo. Quedó refugiado en la ciudad de Brandeis, y ahí
reinició su obra. Resulta sumamente interesante su escrito El laberinto del
mundo, el cual plantea una gran ciudad dividida entre muchos barrios y
lugares, los cuales representan todas las áreas del conocimiento, las ciencias y
las ocupaciones, entonces representa un “sistema mnemónico arquitectónico”, con
lo cual se confirma su perspectiva en las aportaciones a la mnemotecnia. El texto
merece un amplio comentario de Yates porque incluye un capítulo sobre la
impresión causada por el “furor rosacruz” hacia 1612. En esos textos Comenius
muestra el interés por un ideal de una “sociedad ilustrada y filantrópica”. La
otra obra comentada de Comenius es Lux in
tenebirs, ilustra la actitud de Comenius ante Federico V, y también un sub-tema
sobre las profecías de un clérigo de nombre Koetter, quien tuvo visiones sobre
el corto reinado mediante alegorías de leones y estrellas, etc.
Hacia 1641 escribe otro libro “El
camino de la luz” en el cual manifiesta sus expectativas de alcanzar un
“arte de las artes, una ciencia de las ciencias, una sabiduría de la sabiduría
y una luz de la luz”, es
decir está previendo un salto cualitativo del saber y las artes, un amanecer de
la humanidad en base a tales avances. En esto se observa una afinidad directa
con las opiniones de Bacon, sobre el avance de la ciencia.
El iluminismo rosacruz y la
masonería
Documenta Yates la existencia de investigaciones históricas sobre la
relación entre la masonería y los rosacruces. Nos dice que la obra histórica
mas antigua la cual establece una relación es del alemán J.G. Buhle de 1804 y
reproducida por Thomas de Quincey en 1824. Buhle afirmó que los eventos de los
manifiestos rosacruces de 1612 fueron el origen de la masonería, aunque parece
estimaba que el relato de los rosacruces manaba de una parodia de Andreas. Quincey
mantuvo el argumento estimando que “la masonería no es otra cosa que las
doctrinas rosacruces tal como fueron modificadas por quienes las trasladaron a
Inglaterra”. De Quincey cree que el
protagonista del traslado de las ideas rosacruces a Inglaterra fue el doctor
Robert Fludd, quien había viajado a tierras alemanas con anterioridad, y además
tiene un estimado de los años de tal trasplante considerándolo entre 1633 y
1646. Entonces en ese periodo un sabio inglés, Robert Fludd viajó por tierras
alemanas durante los años previos a la Guerra de Treinta Años, justo durante el
periodo de la “manía rosacruz”, adoptó esas ideas y luego las modificó a su
regreso a Inglaterra, y promovió la generación de una nueva sociedad secreta de
sabios mediante la renovación de la masonería “aceptada”. Ciertamente, este
tema del origen de la masonería moderna ha sido discutido ampliamente. En
realidad, fuera del periodo mítico, para ya el siglo XVII, existen pocos documentos
fidedignos sobre actividades masónicas en logias de aceptación (las logias de
no operativos). Con personajes relevantes se menciona la admisión de Elías
Ashmole en una logia según su diario de 1646 y la admisión de Robert Moray el
20 de mayo de 1641. En el año 1638 aparece una referencia bastante clara en una
canción inglesa donde indica “Porque somos los hermanos de la Rósea Cruz/
Tenemos la palabra del masón y una
segunda vista…” La primera indicación
impresa existente de una reunión entre logias de masones es un anuncio de una
cena entre “masones aceptados” y grupos afines como una “hermandad de la Rósea Cruz”.
Ciertamente, con mucha anterioridad existían sociedades de masones operativos (los
gremios) y tenemos antecedentes de “constituciones escritas de la masonería”, las
cuales todavía corresponden a un periodo operativo, pero donde ya aparece la
mitología masónica de los arcanos de la sabiduría y el legado de los geómetras
y arquitectos desde los tiempos de Salomón y su arquitecto Hiram. Cuando se
estableció la Constitución de 1723 con James Anderson, ésta pasó a servir de fuente
oficial para la historia de la masonería, sin embargo, ahí no se establecen indicaciones
precisas sobre la generación masónica precedente. Yates se pregunta sin obtener
una respuesta precisa sobre las posibles organizaciones secretas del periodo
rosacruz, o bien de antes durante la época isabelina cuando florecieron —tanto
ideales de caballería como esoterismo— encarnados en personajes identificados
como John Dee, o bien existen interrogantes sobre los alcances de Bacon como
especie de “masón primitivo”.
Respecto de la masonería del siglo XVII y su conexión con los rosacruces han ido
aumentando las investigaciones posteriores a este libro de Frances Yates, el
cual sin duda, aporta un panorama muy amplio.
NOTAS: