Carlos Valdés Martín
Desarrollo
Cada ámbito de la historia y de la sociedad debe poseer su concepto
especial de desarrollo, pero existe un nivel general que concebido como nivel
civilizatorio[1] debe sustentarse
en la visión positiva de un desarrollo. El esquema total entre desarrollo y
decadencia, como las dos opciones extremas dibuja la visión total de la
dialéctica histórica. De alguna forma, la amplitud de estos movimientos de la
historia humana ya está presente desde el post- renacentista Giambattista Vico[2],
y luego alcanzó gran perfección conceptual en la dialéctica de la progresión
del espíritu en la historia con Hegel[3],
para luego ser materializada con Marx[4].
El problema consiste en que carecer de una visión completa de estos procesos dificulta
una evaluación del curso de la historia concreta, pues sin la visión panorámica
completa nos extraviamos entre un conjunto de árboles obstruyendo la visión del
bosque. La interpretación de las épocas[5]
en la Historia
describe figuras concretas para referirse a estadios de la vida social
(Antigüedad, Edad Media, Modernidad) o a modos de producción (Feudalismo,
Capitalismo), pero de cualquier manera la interpretación de lo ascendente o
decadente en las sociedades es crucial, como lo mostró José Ortega y Gasset en El tema de nuestro tiempo.
Si el concepto de desarrollo (o efecto temporal del “progreso”[6])
se debe colocar en primer lugar (antepuesto a la decadencia) no es debido a una
intención de optimismo a ultranza. El motivo, en este caso, también es teórico,
porque inicia desde la producción de la vida humana cuya estructura general
tiende hacia un avance de las fuerzas productivas. Otra teoría podría suponer que
el desarrollo existe por una bendición de la Providencia, de tal
manera que se tuvieran motivos diferentes, pero aquí interesan los propios
motivos (inmanentes de la sociedad). Partiendo de la separación del humano
respecto del “estado de naturaleza”, el ser humano debe producir materialmente
su vida, y entonces la tendencia de la producción es hacia la repetición y mejoría.
El proceso aparece enormemente lento en sus inicios, y las comunidades con un
bajo nivel de medios y aisladas son las más lentas para desarrollarse. Del aislamiento
se debe pasar al intercambio, a la integración de una red de grupos en una
división del trabajo, para que la tendencia hacia el desarrollo de la
producción material crezca tanto para alcanzar su evidencia completa. El código
genético, enraizado en las células del cuerpo, es ampliado hacia el código del
medio de producción y los códigos de la comunicación de los lenguajes que
producen comportamientos y recrean conocimientos. De manera convencional, la
prehistoria se separa de la historia por la invención de la escritura fonética;
bajo esta visión es correcto que ese invento sea la separación de los tiempos,
porque la escritura permite la continuidad y la expansión de los conocimientos.
Desarrollo no es lo mismo e idéntico que producción de la vida material,
sino que implica un movimiento temporal que emerge de esta condición de
producción, que convierte el devenir en una escalera positiva, donde hoy es
mejor que ayer, y luego también mañana será mejor que hoy. En el mundo natural
no tendría motivo porqué existir una evaluación de este tipo; esta evaluación es
una definición de la sociedad sobre sí misma. Como un remanente (efecto
secundario o colateral y casi siempre sin intención) surge una ventaja
adicional, pues el conjunto de la condición social mejora mediante su
producción; así, el efecto remanente de la producción afecta al conjunto social
y nos indica que (en cada peldaño de la escalera de la historia) hoy es mejor
que ayer como resultado (digamos casi automático, sin intención). Visto como
desarrollo, el resultado es tendencia del conjunto, la mejoría en el sistema
histórico acontece en la totalidad de
niveles[7] y
esto ocurre a partir de una mejor producción, por lo que se identifica el
simple crecimiento económico (superficialmente o con un equívoco) como un
desarrollo total. Y si comprendemos el desarrollo como ese movimiento de
conjunto, entonces luego comprenderemos la idea de progreso como su indicador
final, como la graduación de su medida y seña de dirección, de tal manera que comprender el desarrollo total (no como
simple acumulación de cifras económicas) nos permitirá captar la visión de un
progreso, uniendo el cambio material con el civilizatorio.
Decadencia
La fase decadente no interesa a los autores revolucionarios, por
ejemplo Marx, quien prefiere enfocarse hacia
la fórmula de las transformaciones rápidas. Son otro tipo de autores más
interesados en fenómenos de largo plazo, como los historiadores, que estudian
las largas decadencias de la
Roma Antigua o de la época feudal[8].
La situación de España, despertando de un largo marasmo decadente, es propicia
para que Ortega y Gasset reflexione en términos de decadencia[9].
Pero también otros pensadores de sociología positiva ya habían enfocado el tema
de la “decadencia de Occidente”[10].
La decadencia semeja una especie de
vejez[11],
una operación social total, que similar a la crisis no surge buscada por
ninguno de los actores sociales, donde la cadena de los acontecimientos indica
que el hoy resultó peor que el ayer, así como el mañana será peor que el hoy.
Aunque esta cadena decadente también está presente en antiguas concepciones
religiosas y míticas del tiempo[12], de suyo la cadena decadente adquiere una importante función en los
estudios históricos generales, porque la evaluación de un proceso de largo
plazo, que escapa a los actores individuales y de grupo debe contener un
resultado. El resultado de largo plazo, puede conducir a una decadencia cierta,
incluso ocurren “des-acumulaciones” de fuerzas productivas materiales, y
retrocesos parciales de la dialéctica histórica del conocimiento; y esto sucede
en contra de su tendencia general. El proceso que lleva del punto más alto de
la antigüedad esclavista a la transición feudal está caracterizado por una
serie de pérdidas en las fuerzas productivas (materiales e intelectuales);
aunque el feudalismo no es un retroceso absoluto de las fuerzas productivas
materiales, el retroceso en el periodo feudal de las potencias intelectuales grecolatinas
aparece más notable. Tardarán casi mil años para la que renovadas fuerzas
productivas intelectuales se pongan a tono o nivel comparable con los logros de
la Antigüedad,
y a eso se refiere el término corriente de Renacimiento, ya que en el siglo XV
los europeos se reconectaron con los antiguos y pudieron volver a dar
nacimiento a sus fuerzas productivas intelectuales[13]
(ellos no se referían a las fuerzas productivas materiales que también se
recuperaron en ese periodo).
La reflexión de Ortega y Gasset sobre la decadencia es muy interesante, la
define en base a un medidor especial que es la “altura vital”, dentro de lo
cual, las fuerzas productivas intelectuales, el nivel de la ciencia y la
cultura, juega el papel esencial. Pero la altura vital no está reservada a las
altas esferas del saber sino que abarca al hombre de la calle, que es el grupo
de masas de las transformaciones, el sujeto-objeto de los grandes procesos
sociales.
Estancamiento
El estancamiento estricto, pensado en el largo plazo y no como episodio
casual o intrascendente, resulta opuesto tanto al desarrollo como a la
decadencia. Expresa un estadio completamente diferente, aunque se pudiera
interpretar a la manera de la mecánica como un empate entre el desarrollo y la
decadencia, como una reproducción simple (igual escala que lo anterior)
diferente tanto de la reproducción ampliada (hacia un desarrollo) y de la
reproducción decreciente (en decadencia). La relación con el tiempo está
detenida o cortada por completo en el “estancamiento”, entonces aparece una
indiferencia ante el paso del tiempo. Eso sucede con las sociedades estrictamente
tradicionalistas, cuya veneración por la conservación de las tradiciones se
convierte en “inmutabilidad”, y esa fue la imagen que Occidente cultivó
erróneamente del conjunto de Oriente. En Marx ese tema se convirtió en la teoría
del modo de producción asiático, pero
él no fue el único autor que tuvo esa visión de la historia en Oriente, así él
fue rodeado de una estela de antecesores y continuadores, con diversos matices
en esta visión. El tema de por sí puede ser apasionante, porque la hipótesis
del “asiatismo”, implica la conversión de la historia (interpretada como
movimiento) en su contrario (interpretada como inmovilidad). Cabe la
posibilidad de una producción social aconteciendo de una forma tan circular y
cerrada que la repetición propenda al infinito y se presente una
"fosilización". Esa idea de la fosilización de la historia es la
transmutación de la vida en la falta de vitalidad. Al respecto son notables
los comentarios de Marx respecto de China, repetidamente tildada de "fósil
viviente" [14]. Esta explicación nos traslada a un terreno más amplio, pues el terreno de
la inmovilidad o fosilización asiática está en la base, en la existencia
autosuficiente de las comunidades campesinas, las cuales en su circularidad se
vuelven inmutables. "El sencillo organismo productivo de estas entidades
comunitarias autosuficientes, que se reproducen siempre de la misma forma, y
que cuando son ocasionalmente destruidas se reconstruyen en el mismo lugar, con
en mismo nombre, proporcionan la clave que explica el misterio de la inmutabilidad
de las sociedades asiáticas" [15]. La descripción es de una división del trabajo que se ha congelado a
partir de cierto punto, se ha cristalizado y hasta las leyes han sancionado esa
división del trabajo paralizada. Pero en la sociedad humana no existe la
parálisis perfecta, pues la anterior inmovilidad está "sorprendentemente
contrastada por la constante disolución y formación de los Estados asiáticos y
el cambio incesante de dinastías" [16]. El contraste contradictorio (el “oxímoron”) entre una base estancada y
una superestructura con tempestades, es el rasgo distintivo del asiatismo, que
incluso podemos también contrastar con desarrollos asiáticos fuera del campo
público, desarrollos en técnicas de medicina o con orientación espiritual, como
yoga y chi kung.
Aquello que a la distancia puede parecer inmóvil, a veces el estudio
detallado lo revela como objeto en movimiento. El estancamiento de la historia,
de debilidad de las condiciones de producción y el diseño de la sociedad, que
solamente posibilitan la reproducción, es un episodio que expresa pobreza de
las condiciones de producción de la existencia humana. Pero más allá de cierta barrera de pobreza de
la reproducción social, inicia un terreno en que el estancamiento es
incomprensible. De manera muy clara, podemos recordar que en las sociedades
antiguas y feudales no existía un objetivo de crecimiento económico, ni de
incremento de la riqueza anual; en cambio, dentro del capitalismo resulta
inconcebible un funcionamiento normal de la economía sin crecimiento y
expansión. En el capitalismo un crecimiento cero es un episodio desgraciado que
anuncia la caída de la economía o bien una señal de esperanza luego de los
números negativos de una crisis, entonces para este sistema económico no se
acepta el punto medio, la condición de placentera inmovilidad. A partir del
capitalismo el estancamiento resulta una condición económica e histórica inaceptable,
cuando para los sistemas socio-económicos previos parecía una situación normal
de conservación.
Auge
La más sonrosada de las fases y por lo mismo hasta resulta aburrida (para
el recuento retrospectivo), pero la existencia de esta fase de auge indica un
vuelco en las perspectivas históricas. El auge significa fase revolucionaria,
la etapa de revolucionamiento de las fuerzas productivas, de tal manera que el
nivel de la vitalidad histórica rebasa incansablemente las barreras que la cronología
previa le había colocado. El triunfo arrollador que representa una fase de
auge, por su misma existencia define un signo de interrogación y una crítica
sobre cualquier otra fase; la vitalidad desbordada (carro triunfal de los
desfiles festivos) de las sociedades lanza una bofetada para los periodos de
crisis o de decadencia. Por lo mismo, los periodos contrarrevolucionarios son
tan sangrientos, para cobrar sus afrentas al orgullo herido, en contra de los periodos-hijos
predilectos de Clío.
El auge puede ser o no revolucionario, por cuanto rompa o no con los
equilibrios del pasado. Pero la misma presencia del auge ya anuncia una
revolución por venir. El auge pacífico muestra, algo así como una paradójica revolución sin revolución, porque
mantiene cierta continuidad con las premisas de su pasado, pues al cumplir las
metas y expectativas de pasado, ese auge pacífico deja al pasado sin metas,
provoca un vacío discreto y abre la grieta para una obsolescencia social
acelerada. Sin las metas pasadas el espacio mental y material permite la
generación de nuevos objetivos y proporciona los medios para realizarlos, es
decir, abre la posibilidad para pasar del auge al desarrollo y el éste a la
revolución, con le paso de la acumulación de cantidad a la irrupción de la
cualidad.
El auge no solamente es mejoría sino aceleración, una alocada carrera hacia
adelante. Por lo mismo, emparienta con la figura de la revolución, pero el auge
puede (y hasta debe) antagonizar con la revolución por la continuidad de las
premisas previas, aunque este antagonismo no sería indispensable para un
concepto puro de auge: mera aceleración, mero crecimiento. Si el crecimiento de
auge es con cambios cualitativos (sin referirnos a rupturas o no) trae el
desarrollo, y si no acarrea los cambios cualitativos define una especie de
seudo o pre desarrollo. Si el crecimiento del auge arrastra la ruptura de los
sistemas anteriores anuncia una posterior crisis revolucionaria[17],
o él mismo ya es también una crisis revolucionaria. En este segundo caso, donde
el auge mismo esconde una revolución (no tan evidente como trastorno político y
conmoción), pero sí una revolución por cuanto revoluciona cualitativamente una
sociedad, entonces tenemos que evocar un esquema tipo periodo renacentista,
cuando la economía mercantil crece aceleradamente entre los poros del sistema
feudal. Ese auge sin aparentes conflictos interiores puede encerrar su
revolución, erosionando hasta destruir el régimen anterior y elevando el nivel
civilizatorio a un plano cualitativo superior.
Crisis
La perspectiva y acción optimista del conjunto de agentes económicos, (dispersos
y cada cual bajo su perspectiva individual, pero integrados por medio de un
mercado, que conecta pero no permite prever el futuro) debe atraer un
contragolpe. Siempre las sociedades mercantiles maduras deben encerrar algún
tipo de crisis periódica en su seno, pero el capitalismo ha mostrado su
consistencia en la generación de crisis económicas periódicas. Sin embargo, el
término crisis se usa también con otros sentidos, basta una reproducción en
caída, que quizá originada por eventos externos, pero entonces no hablamos de
una crisis tan propia ni tan integral y de sistema como la crisis económica
capitalista[18]. Por
ejemplo, las crisis agrícolas precapitalistas surgen por causas más bien
exteriores como las sequías o el deterioro de la fertilidad el suelo, aunque esas
causas externas también son inevitables para esas economías.
La forma más pura y verdadera del concepto de crisis es cuando las contradicciones internas de un sistema
son las generadoras del problema. En la economía capitalista las crisis periódicas
son un ingrediente típico de su complejo funcionamiento. La periodicidad misma
de las crisis económicas ha sido el objeto de las más divergentes explicaciones
y motivo de extrañas especulaciones. El regreso de cada crisis es motivo del
más tremendo desconcierto. Las políticas públicas y las predicciones de los
optimistas se han derrumbado junto con el regreso de cada crisis periódica del
capitalismo[19]. Ya
la temprana formación del capitalismo traía aparejadas sus crisis industriales
y el curso global del capitalismo no ha perdido la sombra de las crisis, hasta
llegar al terreno de las crisis mundiales simultáneas, con la simultaneidad
mundial de la crisis de 1974 y de 2008.
Procesos de cambio entre auge y
crisis
Se ha dicho que la crisis económica capitalista es la misma película del
auge pero proyectada en sentido inverso[20],
por la concatenación entre tasas de interés al alza y falta de créditos,
restricción de mercados y restricción de inversiones, caída de las expectativas
y ausencia de movimientos económicos importantes, etc. Las cadenas positivas
del movimiento durante el auge son las cadenas negativas de la crisis. Pero la
crisis, en la peculiar economía capitalista, no funciona como un tobogán de
caída sin fin, sino que establece el camino de saneamiento para el capital, de
tal modo que la crisis rebota hacia las condiciones del auge, destruyendo los
excesos de oferta, reduciendo los salarios, reduciendo las tasas de interés,
renovando la planta industrial, barriendo con los capitales ineficientes. En la
economía capitalista no existe una conexión directa entre la crisis y la
decadencia, porque son definiciones sobre terrenos diferentes. En la economía
capitalista el movimiento pendular transita del auge a la crisis y viceversa,
por lo que el auge no es ecuación idéntica con el desarrollo. El terreno de los conceptos de desarrollo y
decadencia no es el mismo que los conceptos de auge y crisis; los primeros se
refieren más al largo plazo y a la evaluación total de efecto civilizatorio, identificándose
con el efecto sobre las fuerzas productivas globales. Los conceptos de auge y
crisis se refieren al corto plazo, las oscilaciones entre uno y diez años, que
toman en cuenta solamente las fuerzas productivas inmediatas y exclusivamente
técnicas y económicas, por lo que una
civilización no queda evaluada con los términos de auge y crisis. Se
utiliza la frase “crisis de civilización” para criticar parcialmente al
capitalismo, pero sin un sentido específico, pues para avaluar a una
civilización en los términos de auge y crisis se debe hacer una aplicación de
estos conceptos a las totalidad social
(equivalente a civilización), sin embargo, difícilmente se hablaría de “crisis
de una civilización” si no se posee un punto de vista superior o una plataforma,
para hablar en nombre de una “civilización superior”. La pretensión de
colocarse sobre una civilización superior a la presente en el capitalismo no lo
ha intentado el marxismo clásico, pues su portaestandarte es una clase
revolucionaria proletaria, que de suyo sólo sería la semilla de una civilización
superior[21]. La
pretensión de criticar su entorno desde una civilización superior la intentó el
estalinismo soviético, pero éste nunca cristalizó una civilización superior al
capitalismo, sino una sociedad en competencia lateral, y el juicio histórico
nunca la definiría como una “civilización superior” sino como una rezagada[22].
De manera similar el hablar de un “auge de civilización” en términos de
presente (desde el ahora) carece de sentido, porque el punto desde el cual se mira
y habla debería de manifestar una afirmación en cambio acelerado, que
representaría tanto la continuidad de una misma civilización como su cambio
acelerado, pero si el cambio emerge tan acelerado implica la disolución de gran
parte de esa civilización[23].
En fin, el término auge no resulta adecuado para evaluar a una civilización y
más si se refiere al presente.
Revolución y contrarrevolución,
reforma y contrarreforma como procesos de cambio
En el terreno político y cultural los conceptos más adecuados para hablar
de cambios acelerados son los de revolución y contrarrevolución, y para hablar
de cambios de intensidad y ritmo menor utilizamos los términos de reforma y
contrarreforma. La diferencia entre reforma y revolución es de ritmo pero
también de grado. La revolución no sólo es más rápida que la reforma sino que
también implica directamente un cambio de sistema mediante ruptura del sistema.
La reforma implica cambio sin implicación directa en el sistema total, aunque
como resultado secundario y por sus efectos podría conducir hacia o señalar el
paso hacia la revolución.
Mientras que reforma y contrarreforma parecieran carecer de una evaluación
moral por sí mismas (en su generalidad no se evalúan en sí como éticas, aunque
cada caso se evalúe su contenido moral, por sus consecuencias benéficas o
perjudiciales), en cambio el tema de la revolución implica una evaluación moral
directa. Por su definición del sistema total de referencia de una sociedad el
tema de la revolución implica una toma de posición moral, implica obligación de
aceptar un conjunto (el statu quo presente) y por lo tanto denostar la
revolución o viceversa. De acuerdo a lo anterior existe una toma de posición,
por medio de la cual se acepta de antemano la revolución como panacea o se la
rechaza; el concepto de revolución propone un ultimátum de tómame o déjame.
De manera general aunque sin constituir leyes estrictas, la revolución está
ligada a la crisis y la reforma al auge. La revolución es la sombra de la
crisis, por cuanto la crisis ya proyecta oscuridad. La crisis dibuja la caída
del sistema económico, su desmoronamiento súbito, la llegada de las contra-finalidades
en medio de un afán de progreso económico. Sobre la noche de la crisis se
levanta la sombra de la revolución, que es el método de profundizar en las
contradicciones hasta romper el sistema y por medio de la salida del sistema
total se accede a la nueva luz. Bajo este concepto, la revolución es la imagen
tradicional del paso de la noche al día, que profundiza la oscuridad para salir
hacia la nueva claridad, precisamente, porque existe una claridad nueva, un día
siguiente[24].
Por su naturaleza de arreglo parcial, la reforma es una operación
cosmética, un arreglo de los detalles en el conjunto (aunque los detalles sean
enormes). El auge indica, a su manera, que el conjunto está bien, porque abre
en camino de las mejorías, aumentan las fuerzas productivas, las posibilidades
del futuro se abren. Al mismo tiempo, crecer es cambiar de piel, algunas partes
deben quedar disfuncionales en el conjunto, y ahí es donde las reformas operan
con su plena potencia.
Evaluación de los cambios
concretos
Cualquier evento concreto de la historia lo debemos considerar en su
integración múltiple entre sus niveles civilizatorio, económico, político y
cultural. En esos el conjunto de esos planos observamos el despliegue completo
de la historia humana.
Debemos estimar si los procesos representan desarrollo, decadencia o
estancamiento para la civilización global, entendida como conjunto de las
fuerzas productivas. Esta evaluación de un nivel de civilización no es
inmediata por eso se mantendrá la polémica de los historiadores y de los
filósofos. Será más sencillo y objetivo evaluar el auge y la crisis económica,
por contarse con datos concretos, pero en algunos ejemplos hasta la evaluación
concreta de los indicadores económicos resulta polémica, como lo muestra el
antagonismo de estimaciones sobre los antecedentes de la Revolución Francesa[25]. A su vez, las estimaciones de reformas y revoluciones en el plano
político y cultural, aunque sean evidentes por sus acontecimientos, siempre
serán discutidas por su significado ético y cultural, y esto se aplica incluso
para los eventos revolucionarios lejanos.
Por ejemplo, en 1995 Estados Unidos decreta nuevas medidas de bloqueo
económico contra la Cuba
“socialista” de Fidel Castro, continuando con una larga cadena de conflictos
desde 1960. En el plano de la civilización, Estados Unidos y Cuba ¿corresponden
a dos civilizaciones distintas? Aunque esto no se ha discutido demasiado, la
mayoría piensa que sí los constituyen, pero cabría dudarlo. El antagonismo
político y económico evidente no implica una diferencia de civilización[26]. En caso de ser distintas civilizaciones ¿cuál de las dos se mueve hacia la
decadencia? La retórica general de la
izquierda y la particular del régimen de Cuba han sostenido la decadencia
imperial desde 1960, pero desde entonces lo que desapareció fue el Bloque
socialista, plataforma de justificación y soporte material de Cuba. Para los
norteamericanos la decadencia del llamado “socialismo” resulta evidente; pues sin
un bloque socialista mundial los meses de una Cuba independiente están contados.
Ahora bien, que el capitalismo resultara triunfante de su enfrentamiento con el
Bloque socialista no significa que el sistema basado en el mercado posea el
desarrollo civilizatorio, y así los Estados Unidos podrían estar en decadencia
mientras ganan la batallas cotidianas, como ocurría con la India mogol del siglo XVII,
que era decadente en el contexto mundial pero se mantenía como un rival combativo
contra sus vecinos.
Más fácil es determinar que desde la caída del Bloque socialista la
economía de Cuba sufre una crisis casi permanente, pero es imposible opinar así
de pesimista sobre la economía capitalista mundial que saneó sus condiciones de
reproducción, aunque una fracción de la izquierda imagine apocalípticamente. El
bastión indudable del nuevo auge del capitalismo son los Estados Unidos, y su
diferencial de poderío económico parece tan abismal que no se debe comparar con
la pobreza de Cuba. A pesar de la debilidad objetiva de Cuba, los EUA han combatido
a su economía como si se tratara de un rival de respeto, tomando medidas enérgicas
para aislar a la isla, para separar a los cubanos del mundo. Pero
paradójicamente el régimen de Cuba nace aislacionista del mercado mundial, y la
ocurrencia de EUA sirve para radicalizar la tendencia estructural de Cuba a la
separación[27].
¿Dónde está la revolución en el mundo presente? Por ejemplo, como régimen
emanado de una revolución (ahora distante en décadas), el cubano ya no acontece
dentro de una revolución, se muestra extremadamente conservador y evita los
cambios profundos casi a cualquier precio. A su vez, como régimen emanado de
una revolución fundacional ya muy añeja (bicentenaria), el régimen
estadounidense aborrece las revoluciones recientes, y no acepta las
convulsiones sociales como un medio para restablecer un orden de justicia;
sobre sus bases capitalistas, el gobierno norteamericano se muestra conservador,
cuidadoso del establishment. Ya en el
siglo XXI quizá en ningún gobierno mandando un país aparece completa la figura de la revolución
(sólo se mantiene parcial). Varios regímenes han surgido con la movilización de
masas y parecieran legitimarse desde una revolución, pero sus curvas de
desenvolvimiento, muy rápido los muestran como regímenes neo-conservadores o
hasta retardatarios, como aconteció con varios nacionalismos y con el
movimiento de fundamentalismo islámico.
¿A algún régimen del siglo XXI se le aproxima una revolución? Pareciera que
el régimen cubano se acerca a un callejón sin salida, pero eso no es una
experiencia de neto avance, sino un regreso al seno maternal del capitalismo,
quizá sea preciso llamarlo una contrarrevolución o una vuelta de tuerca. Varios
países atrasados presentan enorme debilidad en sus sistemas políticos y
resultan viables para golpes de timón, cambios hacia políticas sociales
extremas, pero esto no implica un modelo de cambio del sistema mundial, sino la
repetición de sistemas ya probados. El conjunto de las potencias del primer
mundo parece bastante estable en su sistema político y social, sin embargo, la
tragicomedia de la sucesión presidencial de EUA en el año 2000, donde ese país
estuvo cerca de quedarse sin presidente, indica que también la superpotencia
mundial necesita de una actualización (si no es que de una revolución) de su
sistema político.
Algunos de estos temas comparativos podrían estar envueltos en la polémica,
pero son eslabones indispensables para alcanzar una conclusión en la historia
concreta. Sin la resolución de los parámetros generales de la historia, la
descripción carece de interpretación profunda. La historia no es una colección
de acontecimientos sin valor y sin conexión[28].
La historia es la interpretación total de los hechos singulares. Los conceptos de desarrollo, decadencia,
crisis, revolución... son las herramientas básicas para interpretar los
acontecimientos, y así volverlos eventos concretos, con la integración
completa de sus determinaciones.
Visión de Progreso y la medida
del avance de la Civilización
Abriéndose camino entre las oleadas de cambio histórico (sus fases de
desarrollo, decadencia, etc.) la eje del Progreso se encumbró en el pensamiento
ilustrado y conservó su prestigio dentro del liberalismo (siglo XVIII y XIX) y una
parte del socialismo (siglos XIX y XX). Su ventaja peculiar consiste en que
sirve para unificar idealmente el sinuoso movimiento de las economías y
culturas (imbricadas como totalidades poseedoras de conjuntos de cualidades),
abriéndose paso entre las complejas valoraciones coyunturales, para proponer
una línea de avance. En contra del círculo cerrado de la no historia (tiempos
míticos) el Progreso propone la visión de un avance posible, quizá no constante
ni inevitable, pero sí ya una línea de fuga transitable para abrir el sendero
de un avance. Al mismo tiempo, el Progreso entrega la idea de una medida de
valoración para unificar la cantidad
y la calidad de las civilizaciones,
para ofrecer una regla de juicio histórico.
Si partimos de la consideración de la presencia de un Desarrollo como
movimiento total de las sociedades que avanzan en su conjunto material
(producción, educación, etc.), ese Desarrollo requiere de una síntesis para
graduar sus avances y para señalar su dirección, y no caer en una mera
acumulación de cantidades (una sucesión de índices de Producto Interno Bruto)
como medio de interpretación. Proponiendo una medida ideal superior al simple
oscilar casi-dialéctico del presente (auges, caídas, revoluciones y
contrarrevoluciones) permite un eje hacia donde marcar el rumbo de las
transformaciones, evitando caer en el mero relativismo sin perspectiva de a
dónde ir.
Esta idea de Progreso descubre su fundamento en la realidad social
cambiante y con sentido de avance, se
relaciona directamente con el Desarrollo palpable y los cambios sociales en
curso. Claro, que tal medida del concepto Progreso no se eleva sobre la propia
perspectiva de quien la elabora, y juega la paradoja de un futuro abriéndose
paso desde el cual se habla, porque quien sostiene la idea de Progreso, ya él
es progresista y por ello también está con un pié en el futuro, y desde ese
futuro progresado condena la escoria de su época presente. Incluso el pensador
progresista habla en nombre de una hipotética época futura[29],
mientras esta época no la haya inventado arbitrariamente por sus gustos superfluos
y mediante equívocos ideológicos. Y como los cambios están ocurriendo y el
Desarrollo acontece, resulta indispensable poseer brújula y medida de los
cambios, incluyendo un sentido de las proporciones y los ritmos del cambio,
para lo cual resulta tan importante una visión de Progreso.
Claro que en un periodo de cambios materiales y culturales acelerados,
resulta difícil trazar con precisión cada punto del vértice de avance del
Progreso, en gran medida porque esta zona
(compleja) de vanguardia (primero punto, vértice de avance, luego línea,
ampliándose a un área triangular para representar el avance, y luego
cristalización en una materia multidimensional) surge del efecto de una obra
colectiva y no proviene de una mente individual, además la obra
colectiva-social es efecto de una lucha de contrarios y la batalla impone un
resultado a los participantes diferente a sus intenciones originales[30].
Como individuo resulta sencillo engañarse y convertirse en conservador o
excéntrico (porque en un periodo de cambios contradictorios no cualquier cambio
genera un sentido de avance, sino que muchas veces resulta simple distracción,
moda vana y evanescente[31]),
de ahí las curiosas paradojas del conservadurismo de los regímenes comunistas
que se auto-proclamaban como progresistas y vanguardia mundial. El futuro
también sirve de disfraz del pasado, y a diferencia de las revoluciones como la Francesa, donde los
rebeldes se disfrazaban de antiguos romanos[32],
después los equivocados conservadores “comunistas” se disfrazaban con un ropaje
sobre-modernista, creyéndose la vanguardia de una locomotora futurista (la
revolución social).
Y sin importar los disfraces y los equívocos, en el presente sigue
avanzando un vértice de Progreso[33],
donde observamos muy claros adelantos en términos de civilización, en términos
de cultura, ampliación de derechos humanos, aumento del nivel educativo,
condiciones de bienestar material, etc. Correspondería a un análisis más
detallado estudiar el contenido de tal Progreso para colocarlo en su justa
dimensión. Desde el punto de vista de un fundamento, bastará observar el
vertiginoso avance de fuerzas productivas, desde donde el ser humano se renueva
y mantiene más vigente, creando condiciones para su despliegue de
potencialidades y abriendo el espacio para una comunidad compleja y humanista[34].
NOTAS:
[1] Claro que el concepto mismo de civilización posee su propia discusión, por
ejemplo la peculiar visión de Marcuse quien cree descubrir un fundamento
represor en la capa de civilización, pues estaría fundamentada en la represión
excesiva de los instintos y del Eros, por tanto, representa un fundamento de
represión y miseria social. Cf. Eros y
civilización. Dice: “Si la ausencia de represión es el arquetipo de la
libertad, la civilización es entonces la lucha contra esta libertad” p. 30.
[2] VICO, Giambattista, Principios de
ciencia nueva. 1725. La descripción y conceptualización de épocas resulta
muy importante para la evaluación histórica, por lo que representan un escalón
estratégico para entender el devenir humano. Al italiano se le ha atribuido en
parte esta contribución para pensar épocas históricas.
[4] MARX, Karl, Contribución a la crítica
de la Economía Política,
en especial Introducción, y Grundrisse.
[5] Por tanto, no tomamos “civilización” como un periodo histórico concreto, a
la manera de Morgan, citada aprobatoriamente por Engels, y donde “sociedad civilizada”
equivale a la sociedad divida en clases, y dice: “la
civilización es, pues, el estadio de desarrollo de la sociedad en que la
división del trabajo, el cambio entre individuos que de ella deriva, y la
producción mercantil que abarca a una y otro, alcanzan su pleno desarrollo y
ocasionan una revolución en toda la sociedad anterior” p. 149, en El origen de la familia, la propiedad
privada y el Estado. El concepto de civilización lo utilizamos como un
contenido meta-positivo, contenido en los diferentes periodos de la historia,
que también está presente en Engels, por ejemplo: “Siendo la base de la civilización la explotación de una clase por otra, su
desarrollo se opera en una constante contradicción” p. 151.
[6] El concepto de Progreso muy estimado desde la Ilustración, cayó en
desuso y descrédito por su interpretación como un avance automático, sin
trabas, generando un proceso civilizador y de mejoras continuas. Luego el
concepto de Desarrollo viene a suplir la función conceptual del Progreso y en
otros casos se utiliza la
Revolución como su sustituto, pero puede mantener su
especificidad y diferencia.
[7] Sin que esto signifique una armonía celestial entre los niveles, pues un
ámbito puede avanzar mientras otro se estanca o retrocede, de ahí la intensión
de sintetizar las leyes de la dialéctica en un concepto central de “desarrollo
desigual y combinado” con León Trotsky, donde se pone énfasis en las
contradicciones del cambio, conservando su unidad sistémica.
[8] Una excepción entre los marxistas es Perry Anderson, quien en sus Transiciones de la Antigüedad al
Feudalismo y El Estado Absolutista,
también se enfoca al largo término y a la interesante fase decadente del
imperio romano.
[11] Conviene aclarar, que no acepto que las sociedades operen biológicamente,
como plantea el isomorfismo de
Spengler, como si la decadencia fuera la vejez de las fuerzas vitales, próximas
a la muerte. Las sociedades no son una única entidad viva sometida al designio
de vida-muerte, pasando por su infancia, madurez y vejez. Esa relación
solamente es una metáfora, pues justamente la sociedad trasciende al individuo
biológico e impone una legalidad distinta, digamos una legalidad
meta-biológica.
[13] Cf. ANDERSON, Perry, El Estado
Absolutista, quien pone de relieve la importancia de la recuperación de las
obras intelectuales de la
Antigüedad para el camino de recuperación de la Europa renacentista.
[14] MARX, Karl, "Cosas chinescas", en China: ¿fósil viviente o transmisor
revolucionario?, KNAUTH, Lothar, compilador, Ed. UNAM, México, p. 188.
[15] MARX, Karl, El capital, Tomo I, capítulo XII "División del trabajo y manufactura",
Siglo XXI editores, México, 1975, p. 436.
[17] En algunas discusiones sobre los procesos revolucionarios de Francia y
México, los autores han puesto de relieve que una premisa de la revolución ha
sido también un periodo previo de fuerte crecimiento económico y social, es
decir, de un auge previo, el cual luego se ve frustrado o frenado por el
régimen político y social imperante. SCHAFT, Adam, Historia y verdad, y GILLY, Adolfo, et. al, Interpretaciones sobre la Revolución Mexicana.
[18] CASTELLS, Manuel, La teoría de las
crisis económicas y las transformaciones del capitalismo, Ed. FCE.
[19] La tendencia principal de los partidarios del capitalismo había sido negar
la existencia o la próxima aparición de las crisis, pero con el cambio de clima
ideológico, la tendencia intelectual ha variado y ahora parecen aceptables. Cf.
SOROS, Georges, La crisis del capitalismo
global..
[21] En El origen de la familia, la
propiedad privada y el Estado, Engels coquetea con una crítica de la
civilización, partiendo del legado de Fourier. El término del dilema marxiano
de “barbarie o revolución” al estilo de Rosa Luxemburgo, implica un horizonte
de crítica de civilización, por la amenaza de caída del capitalismo en una
regresión, de tipo fascista.
[22] MARCUSE, Herbert, El marxismo
soviético, precisamente el autor cuestiona a esta sociedad por su
homogeneidad civilizatoria, entre el capitalismo y la URSS, considerando el autor
que se trata de un único sistema de civilización industrial.
[23] En ese sentido, Toffler se mantiene cauto, y no pretende hacer una apología
del capitalismo, sino una apología del cambio mismo y observar las grandes
tendencias, emergentes en la sociedad. La
tercera ola y El cambio del poder.
[24] La religión mazdeísta de Babilonia representaba la lucha eterna entre el
día y la noche por el combate entre un toro negro y un león amarillo. Este
ciclo natural se repetía y era una hazaña cósmica, que se repetía en las
cuestiones humanas. Cf. CAMPBELL, Joseph, El
héroe de mil caras.
[25]Cf. Adam Shaff, Historia y Verdad. Ahí ejemplifica las interpretaciones antagónicas
sobre los antecedentes de la Revolución Francesa, que para unos se basa en un
auge económico y para otros en una crisis económica.
[26]En El
marxismo soviético, Herbert Marcuse, concluye que los bloques aparentemente
antagónicos y cerrados (los Soviéticos contra los Imperialistas) de los años
sesentas al fin de cuentas pertenecen a una misma civilización industrial.
[27] Es una tendencia recurrente de las economías de mando central, recurrir a
un aislamiento ante el mundo, que no es tan evidente, porque el exterior
capitalista ataca a esos países, y el fenómeno empezó con el “socialismo en un
solo país” de Stalin.
[29] El historiador actúa como un verdadero profeta laico, al descubrir las
estructuras del pasado moviéndose en el presente hacia un cambio, establece las
pautas y estructuras de un tiempo, inventa lo actual como un deber ser. Cf.
ORTEGA Y GASSET, José, El tema de nuestro
tiempo.
[31] LUKACS, George, Significación actual
del realismo crítico. Posee esta crítica estética una parte de razón, pero
su propuesta global desconoce los méritos de muchas vanguardias artísticas.
[33] Cf. Interesantes ideas de Fromm en el sentido de definir el horizonte
civilizador de los cambio por venir, por ejemplo, La revolución de la esperanza. Este autor unifica lo mejor del
psicoanálisis, el marxismo y un amplio abanico de cultura humanista, para
establecer una perspectiva de humanización hacia el futuro, donde la naturaleza
individual (la psicología) se integra con la naturaleza social (el marxismo) y
hace entronque con los valores (la ética humanista desplegada en la historia de
la filosofía). Cf. Ética y psicoanálisis.
[34] En concordancia con la visión de Marshall Berman sobre la continuidad
futura del modernismo, como sociedad cambiante, sometida a las tensiones
propias de la transformación. Todo lo
sólido se desvanece en el aire.
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