Por Carlos Valdés Martín
Este
cuento de Julio Cortázar se integra al género fantástico, partiendo de un
ambiente enteramente realista, al intercalar dos perspectivas para contar la
misma historia desde la visión del protagonista. En la narración principal, el personaje
Marini trabaja como “steward”[1] (aeromozo, azafato) en una
aerolínea comercial en una posición rutinaria. La existencia del protagonista
transcurre sin preocupaciones ni sobresaltos hasta cuando mira una isla del Mar
Egeo por la ventanilla y queda impresionado.
Contexto literario
Este
cuento “La isla al mediodía” se publicó dentro de la colección Todos los fuegos el fuego en el año
1966. Esta colección surgió en una etapa de plena madurez cuando el argentino
había ya producido varios volúmenes como Bestiario,
Final del juego y Las armas secretas y, también, su obra
cumbre, Rayuela del año 1963, su
novela para armar.
Justamente
en la década de los sesentas surge el fenómeno de crecimiento del mercado
literario y consagración de íconos de la literatura Latinoamericana, llamado el
Boom. Sin que sea viable unificar en pocas líneas un gran movimiento literario,
la característica fusión de la realidad con la fantasía, aunado al interés por
la historia concreta, aparecen en Cortázar, considerado uno de los cuatro
grandes autores de ese auge.
Asimismo,
Argentina reunía un hervidero de talentosos creadores, de los cuales Julio asimiló
perspectivas e intercambió aportaciones. Además, el escritor se embarcó en una emigración
voluntaria que lo colocó en el escenario europeo tan proclive a las vanguardias
artísticas, que para el cuento “La isla a mediodía” resulta significativo.
La
afinidad personal de Julio Cortázar con las literaturas grecolatinas resulta
evidente desde su periodo de primeras creaciones, dando frutos como el curioso
poema que modifica el mito de Teseo contra el Minotauro sin alterar el
resultado, titulado Los reyes, o
cuentos de evocación a una anécdota de la Odisea
como “Circe”. En este relato la conexión está más en el ambiente y la
referencia indirecta hacia las peripecias de naufragios que inspiraron el
nacimiento de la poesía homérica.[2]
Ambiente histórico
Si
bien para las particularidades de este cuento los ambientes y resonancias
sociales y políticas dan referencias discretas,[3] en cambio el contexto de
la vida laboral, comercial y cultural sí implica interesantes conexiones. En
este cuento, el auge de la aviación comercial y el turismo proporcionan el
ambiente para su desarrollo, dando un toque de modernidad, opulencia y
situación límite. Con el éxito de la aviación comercial en los principales
países, el vuelo turístico o por trabajo se convierte en una realidad
cotidiana, pasándose desde la maravilla tecnológica hasta su normalización.
Para
el protagonista trabajar en una aeronave resulta bastante rutinario y los
compañeros comparten esa perspectiva. La tripulación forma un conjunto enrolado
en sus preocupaciones egoístas y que sonríe mecánicamente por compromiso
durante los vuelos: “todo un poco borroso, amablemente fácil y cordial y como
reemplazando otra cosa, llenando las horas antes o después del vuelo, y en el
vuelo todo era también borroso y fácil y estúpido”.[4] Los pasajeros dormitan más
interesados en las bebidas alcohólicas que en los paisajes que se divisan desde
las alturas y, en ese contexto de indiferencias cotidianas, el protagonista cultiva
una mirada maravillada ante una isla singular, llamada Xiros.
La
contraparte social son pescadores empobrecidos que siguen viviendo de la misma
manera que sus antepasados hace siglos, tejiendo redes y empujando botes
rústicos de madera. Sin embargo, este cuento no se interesa demasiado en el
detalle de la vida rústica ni en el contraste frente a una clase acomodada. Las
situaciones socioeconómicas contrapuestas entre los empleados satisfechos y los
rústicos pescadores sirven más como especie de pistas para un encuentro
fantástico.
Argumento
El
protagonista, Marini se aburre de su cotidianeidad al servicio de una aerolínea
cuando descubre un pequeño punto en el océano que le fascina. Pronto la pequeña
isla de Xiros se convierte en una obsesión, entonces la repite mentalmente, así
como investiga su geografía. Marini luego de una decepción amorosa y tras
renunciar a cambiar de ruta aérea, termina decidiendo que visitará esa isla
solitaria que no forma parte de las rutas turísticas. Tras un breve viaje o
sueño[5] llega a Xiros donde queda
fascinado por el ambiente rústico y la naturaleza agreste; rápidamente decide
que abandonará su antigua existencia y se quedará ahí para siempre. De
inmediato sucede la tragedia, cuando mira al cielo y observa que un avión de la
ruta donde ha trabajado cabecea y se precipita en el mar. Sorprendido se lanza
a nadar hacia el desastre y descubre una mano agitada, dándose a la tarea
desesperada de rescatar a quien parece el único sobreviviente. Jala a un herido
y en misión portentosa lo arrastra hasta la orilla, comprobando que agoniza debido
a una abertura en la garganta.[6] Al alcanzar la orilla, el
viejo patriarca solamente observa un cadáver entre el grupo de isleños y esa
tragedia inusual. El final insinúa que la visita a la isla dibujó una ilusión
del steward que soñaba antes del
accidente.
La
peculiaridad fantástica de la trama radica en la hipótesis de una bifurcación
del argumento lineal, para que Marini en calidad de visitante en la isla se
rescate a sí mismo como náufrago de la tragedia aérea, para depositarse sobre
la playa convertido en cadáver. Bajo esa narrativa para que el tiempo se
mantenga en su línea de progresión única, mediante el ensueño se divide el
personaje tomando dos rutas distintas, que se encuentran en el desenlace
trágico.
Personajes
El
protagonista Marini[7] es
el único descrito a profundidad, mientras los demás son tratados con breves
pinceladas, en particular la serie de mujeres: Carla, Tania, Lucía, Felisa… que
confirman su rasgo de mujeriego superficial. Él es un joven empleado de línea
aérea que sirve en un oficio que no le interesa demasiado, cumple con su
cometido funcional hasta que descubre su pasión por ese lejano arrecife. Su
indiferencia con las mujeres se acentúa en el alejamiento de Carla, quien
revela está embarazada con un hijo suyo pero que prefiere no tenerlo y se
casará con otro sujeto. Entre todas ellas señala que quizá Felisa lo comprende
un poco. Su relación con los demás empleados es más superficial, aunque sirven
para la trama dando informes o abriendo oportunidades. Una vez descubierta su
pasión por la localidad Xiros, se dibuja un carácter obsesivo que es tragado
progresivamente por su objetivo. En ese punto, transita de la pasividad hacia
una decisión firme para viajar al sitio paradisiaco como para identificarse
ahí, hasta idear la manera de permanecer mimetizándose y la decisión de
rescatar al sobreviviente, que fusiona con su propia llegada fatal a la playa.
La
contraparte del protagonista es la “isla”, sobre la cual cabría valorar si
alcanza ese estatus de personaje. Por la manera en que la describe con figura
de tortuga, atribuyéndole verbos activos, por sus rasgos paradisíacos y huellas
del pasado inmemorial,[8] más sus efectos
transformadores y míticos sí merece tal categoría. Una naturaleza casi virginal
y mitológica transfigura al protagonista para mimetizarlo con la condición de
aldeano, mediante gestos rituales como quitarse la ropa y zambullirse a modo de
bautismo. El final paradójico nos indica que el sitio permanece inaccesible e
imposible la profanación para quienes no sean sus aldeanos.
Entre
el conjunto de los isleños destaca el patriarca, Klaios,[9] quien semeja un arquetipo
de sencillez y encarna el eje de una envidia naciente. La evocación hacia el
modelo del “buen salvaje” resulta patente, al concentrar este grupo cualidades
de sencillez y nobleza espontáneas. La visión final del cadáver y la
confirmación final por el narrador de la soledad de los isleños frente al
mundo, cierra perfectamente la narración: “Pero como siempre estaban solos en
la isla, y el cadáver de ojos abiertos era lo único nuevo entre ellos y el mar.”[10]
Símbolos de aislamiento y distancia: islas y aviones
Los
vuelos a través de miles de kilómetros también facilitan el establecer grandes
distancias en las separaciones. El propio autor se dirigió a Europa descontento
con la situación de su país: la velocidad aérea facilita la ampliación de las
distancias. Por su parte, la geografía de las pequeñas islas siempre ha
simbolizado la separación y el individualismo, tal como nos lo muestran los
relatos de náufragos, hasta se acuñó el adjetivo de “robinsoniano”. La teoría
social aseveró que la perspectiva del aislamiento individual se consolidó
recién hasta la época del capitalismo temprano, pues los antiguos tribus y pueblos
parecían incapaces de cultivarse en la soledad extrema.[11] Así, una isla con forma de tortuga que
despunta en la lejanía chispea cual espejo del individuo solitario, el
protagonista indiferente ante su propia rutina se la imagina espléndida.
Asimismo, un fragmento de tierra rodeado de la inmensidad marina también levanta
un emblema de la esperanza, cuando no se posee el alma de marinero; aún
diminuta, una porción de tierra concentra las cualidades de refugio y hogar
ante las inmensidades azuladas de los mares.
Cabe
destacar también la fuerte humanización de la propia isla, que va adquiriendo
rasgos de personalidad, en especial por el modo de describirla, mediante verbos
activos que le dan categoría de sujeto: “en el óvalo azul de la ventanilla entró el litoral de la isla (…) las
colinas que subían hacia la meseta
desolada”[12] Este
efecto de personalización de la isla resulta consistente desde el punto de
vista de una revelación de Deleuze sobre otra novela robinsoniana.[13]
El
vuelo y los aviones sirven para simbolizar a la imaginación que despliega alas
y se aleja del mundo, aunque con esa superioridad de las alturas suele aparecer
el miedo. El relato de Dédalo e Ícaro muestra el arquetipo de los temores ante
el vuelo,[14]
pues acercarse al Sol nos derrite la cera con que tramamos nuestras aventuras,
por lo que una caída suele asociarse con tal escenario. Por más que la aviación
comercial logra récords aceptables de seguridad, un artista animoso jamás ignorará
ese lejano horizonte fatídico. La presencia de un motivo jerárquico siempre ha
indicado que el cielo merece ser la morada de los dioses, por lo que la
aviación posee un toque de gesto sacrílego, por tanto, el temor ordinario se
duplica.
La indiferencia y el encuentro
Por
más que aerotransportándose viajen a velocidades inauditas para acercarse a sus
destinos físicos, el ánimo interior resulta refractario antes los sucesivos
acercamientos; ocurre una indiferencia que intrigó al existencialismo y, a
veces, se denomina “enajenación”. Mientras para el protagonista los encuentros
físicos con el sexo opuesto le resultan accesibles, el amor elude a su radar
personal. Ninguna lo comprende, quizá un poco lo hace Felisa, pero Carla se
aleja embarazada y dispuesta a ligarse con otro. El protagonista se sabe
remplazable, por eso cuando afirma que permanecerá en la isla, él: “imaginó a (…)
su reemplazante, tal vez Giorgio o alguno nuevo de otra línea, alguien que
también estaría sonriendo mientras alcanzaba las botellas de vino o el café.”[15] La línea de la
indiferencia crece con rapidez hasta abarcar el planeta con excepción de una
pequeña mancha de tierra con forma de tortuga que se llama Xiros, por eso desde
la lejanía de una ventanilla de avión el protagonista decide su nuevo hogar.[16]
La
indiferencia termina por convertirse en un resorte apretado contra el alma,
entonces la escala de la indiferencia se convierte en lo contrario, cuando la
borrosa referencia geográfica trasmuta en el deseo de habitar, adquiriendo un
sitio propio bajo el sol, aunque sea alejado de cualquier comodidad y
civilización. En ese sentido, buscar la isla se convierte en un encuentro
amoroso, donde el steward se
convierte en el amado que cortejó largamente a la pretendida. La descripción de
la llegada a Xiros está plena de contactos físicos como “La piel le quemaba de
sol y de viento cuando se desnudó para tirarse al mar desde una roca; el agua
estaba fría y le hizo bien (…) Se dejó caer de espaldas entre las piedras
calientes, resistió sus aristas y sus lomos encendidos (…) Bajó a toda carrera
por la colina, golpeándose en las rocas y desgarrándose un brazo entre las
espinas”[17]
Los sentidos a plenitud son sacudidos y revitalizados por la naturaleza, de ahí
que se convierta en un paraíso comparado con lo que abandona y resulta
inevitable la elección de permanecer en ese sitio. De ahí la decisión
definitiva: “Supo sin la menor duda que no se iría de la isla, que de alguna
manera iba a quedarse para siempre en la isla”[18] El protagonista ha
encontrado su paraíso perdido, pero también la nube de la ambigüedad o la
tragedia.
Las aguas de la transfiguración y la ambigüedad
En
las diferentes tradiciones culturales las aguas proporcionan el marco y la
fuerza para transfigurar, ya sea para una regeneración o para un cambio inopinado,
ya que el simbolismo propio de las aguas se identifica con la femineidad
siempre tan productiva como inesperada.[19] Que una isla permanezca
invicta en medio del océano indica también que las facultades generativas de
las aguas han de despertar.
La
travesía, todavía turística, hacia la Xiros corre con la velocidad de un
suspiro: “la escala en Rynos, la negociación interminable con el capitán de la
falúa, la noche en el puente, pegado a las estrellas, el sabor del anís y del
carnero, el amanecer entre las islas. Desembarcó con las primeras luces, y el
capitán lo presentó a un viejo que debía ser el patriarca”[20] Una transportación tan
fugaz que hasta resulta casi inverosímil para una embarcación. Una vez en el destino prometido una
zambullida confirma que las aguas limpian y transforman: “la isla lo invadía y
lo gozaba con una tal intimidad que no era capaz de pensar o de elegir(…)
cuando se desnudó para tirarse al mar desde una roca; el agua estaba fría y le
hizo bien; se dejó llevar por corrientes insidiosas hasta la entrada de una
gruta, volvió mar afuera, se abandonó de espaldas, lo aceptó todo en un solo
acto de conciliación que era también un nombre para el futuro”.[21] La felicidad repentina
resultó una tregua breve ante el desenlace con la caída del avión que deja a un
náufrago moribundo, para que en una alocada inmersión Marini arrastre al
cadáver. Paradójico encuentro, que dramáticamente insinúa el colapso entre dos
aspectos del protagonista, el afortunado que renunció al mundo y el
desafortunado tripulante que fallece con una herida en la garganta. Las aguas
juegan a la confusión, cuando la transfiguración y la fatalidad se aferran de
las manos.
Mediodía representado
La
hora del mediodía que marca el título del cuento posee una gran carga
simbólica, por cuanto la describe el autor como una hora mágica y ambivalente.
Esa hora del sol pleno, este relato la relaciona especialmente con la palabra
de saludo griego “Kalimera” porque se
refiere exclusivamente al día, pues en la mañana y la tarde el saludo es
distinto. A diferencia de interpretaciones más literales como una hora de
plenitud sin más, este mediodía corresponde a esa curiosa congelación del
tiempo por la contraparte de la medianoche de las brujas. Aquí, esa hora es
cómplice de un portento en la duplicación del personaje colocado
simultáneamente en la isla y en el avión caído, como inyección de fuerza que
trastoca los órdenes normales. Semeja al mediodía simbólico de la añeja
masonería, donde la hora sin sombras alinea perfectamente a la plomada, para
levantar los muros de las catedrales e impedir su caída.[22] Es el mediodía cuando la
falta de evidencias y sombras, para el enceguecido por luz levanta la sospecha
suprema. Como sea, de esa manera funciona la literatura, convirtiendo la
evidencia trivial en un efecto
deslumbrante, para dar claridad a dimensiones insospechadas.
Un sacrificio con sentido
Más
allá de la ambigüedad, este relato convierte una existencia trivial en el viaje
único de un enamorado para alcanzar a la su amada. Si la opción más obvia nos
convence, entonces el empleado sobrevive a la catástrofe pero únicamente lo
suficiente para alcanzar la plaza y morir acariciando su tierra adorada.
Entonces, el protagonista semeja al soldado de Maratón que corrió el camino
para avisar a sus conciudadanos sobre la batalla y, cumplida su misión,
desfallece en el umbral.[23] En este cuento, el amante
maniático que admiraba el sitio a la distancia recibe la bendición de un
accidente aéreo que lo deposita en su “tierra prometida”; la muerte accidental
se convierte en el sacrificio buscado y el encuentro perfecto. Si preferimos seguir
una de las caras del argumento, sí viajó Marini por su cuenta hasta la isla y
su espíritu se ha liberado, el agónico náufrago con la garganta cortada recibe
su piedad. Si al final, el patriarca y los isleños ya no lo observan es porque
el visitante oculta un designio singular y se ha mimetizado [24]. Como sea, el relato ha
proporcionado un sentido singular a una existencia abatida por lo ordinario,
dando paso a lo extraordinario.
NOTAS:
[1] Dejar el
término en inglés, es una elección deliberada, Julio Cortázar fue un traductor
experto, celebrado por su versión de los cuentos de Edgar Allan Poe. La palabra
inglesa steward posee más amplitud
que lo correspondiente a aeromozo y azafato, siendo utilizada en gran variedad
de posiciones, desde administrativas superiores u ordinarias, de vigilancia
física y custodia, camareros, representantes, rituales masónicos o
eclesiásticos, ayuda doméstica, etc.
[3] El simple
título y geografía proporciona un sinfín de evocaciones por la referencia a la
Cuba revolucionaria como una “isla” material y de excepción política en el
contexto latinoamericano, mientras la referencia directa queda en otro cuento
de Todos los fuegos el fuego.
[4] Cortázar,
“La isla a mediodía”. También hay distancia y desprecio, incluso a sus espaldas
llaman a Marini “el loco de la isla”.
[5] Las
hipótesis de que el viaje a la isla resulta un sueño resalta el lado fantástico
y le agrega dramatismo al final del relato, siendo la muerte del náufrago
Marini el desenlace.
[6] En la
anécdota es un accidente, pero en la evocación es un punto de sacrificios (el
degüello ritual) y un eje de la comunicación misma, cumpliendo también con un
símbolo de castración múltiple: avión caído y herida en garganta, con un
cadáver a los pies del patriarca local.
[8] Destacan
los jeroglíficos en dos piedras talladas empleadas como pilotes, que por la
situación fronteriza de esa plaza trágica nos evocan a las columnas que
flanqueaban el Templo de Salomón.
[9] El
significado griego de “klaio” es lamentar o sollozar con fuerza. Esta elección
adquiere sentido en la escena final del cuento.
[11] Marx y
Engels teorizaron abundantemente alrededor de esa hipótesis sobre la
inexistencia de un verdadero individualismo pre-capitalista, por ejemplo, en
Engels, Origen de la familia, la
propiedad privada y el Estado, y Marx en su Contribución a la crítica de la Economía Política.
[13] Deleuze en Lógica del sentido al analizar la novela
de Michel Tournier calibra el efecto de la desaparición del otro, para la
eclosión de la isla desierta como un Ello emergente, por tanto eje de otro tipo
de placer, diferente al habitual.
[14] Ovidio, Metamorfosis. Otro aspecto refiere al
miedo primigenio ante la técnica, de la cual Dédalo representa al iniciador, en
Jorge Veraza, Karl Marx y la técnica
desde la perspectiva de la vida.
[16] “todo era
borroso y fácil y estúpido hasta la hora de ir a inclinarse sobre la ventanilla
de la cola” Cortázar, “La isla a mediodía”. El anhelo por habitar crece
conforme se ha despojado de un sitio propio para el individuo.
[24] Desea
aniquilar al patriarca del sitio para ocupar su lugar, el protagonista piensa:
“No sería fácil matar al hombre viejo, pero allí en lo alto, tenso de sol y de
espacio sintió que la empresa era posible.” La mímesis absoluta se conjetura en
otros relatos de Cortázar como Axolotl.
Qué querrá decir el autor cuando el protagonista del cuento habla sobre "No sería fácil matar al hombre viejo, pero allí en lo alto, tenso de sol y de espacio, sintió que la empresa era posible."
ResponderEliminarYo al principio me he dejado llevar por no sé qué causa que Marini quiere asesinar a Klaios. Después he pensado que en el fondo de lo que se trata es de un intento de rejuvenecimiento por parte de Marini hacia sí mismo, que el mediodía aquí también simboliza el punto vital donde las personas comienzan a dejar de crecer para empezar a envejecer. Esto lo he deducido porque previamente a ese pensamiento del protagonista, Marini consulta su reloj de pulsera y luego lo guarda en su pantalón de baño. Es decir, no puede detener el tiempo, sería absurdo romper el reloj, no tendría sentido, pero si se deja de estar maniáticamente pendiente de la hora es más probable que seamos más felices cada instante. Esto podría ser una hipótesis. No sé, cuantas más veces leo el cuento más puertas se me abren, en lugar de llegar a concretarlo se me desparrama cada vez más en multitud de visiones o interpretaciones.
Así es, con "matar al hombre viejo" se refiere a la vieja versión de si mismo, su vida antes de llegar a la isla.
ResponderEliminarAlguien me podria decir si ¿Segun el cuento y tu persepcion de este: Crees que la Isla fue real o solo imaginacion de Marini?
ResponderEliminarFue real
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