Por
Carlos Valdés Martín
El
Diario de un seductor alcanzó la
popularidad al unir un enfoque novedoso con los escándalos de su época. A
primera vista redacta la confesión de un sinvergüenza, en seguida es el espejo
de una nueva filosofía y después aparecen más cualidades, una de las más
intrigantes es la relación entre la biografía del autor con la modernidad de
Europa. Como filósofo Soren Kierkegaard propuso un novedoso enfoque centrado en
la condición del individuo. Este Diario
de un seductor se presentó dentro de un proyecto filosófico de nuevo cuño,
uno que ahonda en conflictos emotivos y personales, que terminó por llamarse
“existencialismo”, porque desplaza su centro de interés. Este enfoque
propuesto por Kierkegaard se centra en la condición del individuo y sus
tensiones espirituales, desentendiéndose de las categorías y los temas más
abstractos, que se resume en su afamada queja de que los filósofos habitaban en
chozas: “La mayoría de los sistematizadores tienen la misma
relación con sus sistemas como el hombre que construye un gran castillo y vive
en la choza de al lado (…) Metafóricamente hablando, las ideas de una persona
deben ser el edificio en el que vive —de otra manera hay algo terriblemente
equivocado.”[1]
Ahora
bien, la literatura fabrica ilusiones y este Diario se arma para dar la impresión de veracidad, al explicarse de
manera verosímil por descubrimiento casual de un amigo, quien encuentra este Diario secreto y conoce el sufrimiento
de la joven seducida. De tal manera, que se justifica la casualidad en la cual
aparece esta obra y se hacen más creíbles sus circunstancias, lo cual permite
mezclar cuatro textos en una creación integrada que son: La aclaración del Prólogo,
donde el autor afirma haber encontrado casualmente el original, las Cartas de
Cordelia (tres al inicio) y las Cartas de Johannes intercaladas con el Diario. En el Prólogo asimismo explica
cómo se facilitó la integración y la publicación de las cartas, de tal manera
que los episodios adquirieron un hilo conductor.
Estilo realista y romántico
El
estilo epistolar sirve de vehículo para ofrecer un argumento de veracidad y de
esa manera generar una variedad del realismo. Recordemos que el siglo XIX
representó la culminación de estilos literarios realistas y naturalistas. El
objetivo de esos novelistas y modas literarias se interesó por mostrar la
realidad en sus expresiones más creíbles. El vehículo de “cartas” y “diarios”
son ingredientes para agregar la impresión de fidelidad al texto. El realismo estético corresponde con la condición
moderna y la relación efectiva entre los artistas con su “condición”. Hacia 1850
en Europa cundió la experiencia estética opuesta al romanticismo y su exceso
sentimental, cuando los grandes novelistas y cuentistas se propusieron emplear
una especie de aproximación “científica” a su ambientación, reflejándola con precisión. “El realismo enfocaba así la transformación del arte burgués en una
cultura proletaria por su forma nacional y por su contenido, legitimándose en
los albores de la ciencia, de la sapiencia, de lo Real y Verdadero. El realismo
es el reflejo de la condición de la modernidad.”[2] Sin embargo, Kierkegaard
parece mantenerse a medio camino entre realismo y romanticismo, por su
exaltación del sentimiento, que en él no están contrapuestos, sino en tensión
verosímil, mediante un juego entre la confesión sincera y el juego de la
experimentación por la manipulación del seductor.
El
primer narrador (el escritor) posee la posición de “narrador testigo”, pero con
el privilegio de acceder al “diario” más las cartas se convierte en un narrador
semi omnisciente, pues logra el don de la ubicuidad y entrometerse en las
entrañas del relato, justificando el ordenamiento de las cartas de las dos
partes y el tejido del “diario” con las cartas para entregar un panorama
completo.
Contexto filosófico literario: proyecto O lo uno o lo otro
El
proyecto filosófico de Kierkegaard se presentó con amplio texto, que al español
se ha traducido como O lo uno o lo otro,
donde él recorre la opción de dos vías posibles, estableciendo el dilema de
Estética o Ética, que el protagonista del Diario
de un seductor interpreta desde su perspectiva: “Bajo el cielo de la
estética todo es hermoso, alado, lleno de gracia; donde entre, en cambio, la
ética, el mundo se torna yermo, feo e indeciblemente aburrido.”[3] Sin embargo, la narrativa
señala que la estética crea un paraíso efímero, que alrededor de su
levantamiento y caída Kierkegaard construye su argumento. Ahora bien, la
ficción literaria se presenta como un recurso parcial, un episodio dentro del
análisis filosófico, engranando cual pieza de una relojería más compleja.
Ahora
bien, para esta perspectiva por principio el mundo está perdido para el ser
humano, que sustituye la desgracia del pecado original por una peculiar
alienación como su condición espontánea, pues el ser humano crece perdido en el
mundo y no encuentra una curación que lo reconcilie con su destino fácilmente. Las
soluciones tradicionales no colman el espíritu hambriento y la filosofía apenas
comienza a ofrecer una salida para el laberinto del malestar. En ese sentido,
Kierkegaard propuso un enfoque para abordar filosóficamente la existencia a fin
de descubrir la salida.
Contexto personal: los dramas de la separación
De
manera directa destaca que la vida privada de Kierkegaard tomó un sentido
contradictorio a lo señalado por el relato junto con un gran arco de afinidad.
Comprometido con el amor de su vida, Regine Olsen, debido a sus circunstancias
personales (en especial atribuidas a sus tendencias depresivas y ansiedades)
rompe con su compromiso adoptando una falsa frialdad, aunque seguirá siempre
vinculado emocionalmente a su primer y verdadero amor.
Lo
descrito forma una especie de espejo invertido sobre la ruptura, imaginando a
su personaje como un frío seductor, que alienta el aspecto romántico de la
doncella, para abandonarla en cuanto logra su satisfacción carnal. Aunque el
propio argumento de la novela se presta a deslices y matices, pues la relación
carnal resulta largamente pospuesta por el seductor, en aras de revalorizar
estéticamente el alma femenina que persigue.
Contexto europeo de 1843 con la modernidad y el
pensamiento
La
Europa de esos años se sitúa en una acelerada modernización capitalista,
fuertes movimientos democratizadores, expansión de la educación, cultura,
prensa moderna, nuevos medios de comunicación, industrialismo, mercado mundial,
colonizaciones extra-europeas, competencia entre las potencias, mientras se
expanden en paralelo las riquezas y miserias, las posiciones tradicionales
crujen bajo el piso o saltan en proceso revolucionarios; el ambiente se satura
de oportunidades y temores. Mientras una parte de las convulsiones europeas
señalaban en dirección de una convulsión material para escapar de las
contradicciones, las propuestas de Kierkegaard apuntan a la subjetividad, para
lo cual resulta un enérgico contraste su comparación con Marx, quien proponía
en sincronía un proyecto de revolución social. El paralelismo notable a nivel
de ideas radica en un distanciamiento respecto de Hegel en sentidos opuestos:
mientras Marx buscaría una resolución mediante un materialismo militante que
idolatraba al proletariado industrial y ensoñaba con un horizonte de cambios,[4] en cambio Kierkegaard
plantea un buceo en la subjetividad para descubrir una resolución auténtica. La
turbación creciente del conjunto social (señalemos las guerras napoleónicas que
azolaron Europa y la proximidad de las estallidos revolucionarios en la oleada
de 1848) posee su eco preciso en las convulsiones del espíritu individual,
siendo esto último la búsqueda del danés.
Valores tradicionales duales y la ruptura romántica
Esta
novela da gran importancia al establecimiento de valores, de tal manera que un
contraste dual de principios morales se juega de manera constante y proporciona
las intensidades del relato. En principio, el relato queda armado con la oposición
entre la doncella virgen e ingenua frente al seductor alevoso y astuto, de tal
manera que la tensión de la conquista recorre argumento de principio a fin.
Esta dualidad toma su fuerza de los matices en que se valoran temas de la
virginidad, el amor y el matrimonio, que mantienen fuertes polaridades como se
observará adelante; sin embargo, rebasa al relato tradicional para adosarle una
dosis más actual de romanticismo y reflexión puramente intelectual, procurando
decantar las opciones básicas de la existencia, para entroncar con el dilema
estricto de “o esto o lo otro”. El romanticismo europeo, en primer término,
logró intensificar las emociones y colocar al alma individual entre sus grandes
perspectivas, sin evitar lo oscuro ni lo desgarrador; en este caso nos inquieta
al señalar que el dilema amoroso cae hacia un abismo abrupto, pues el cumplir
los apetitos destruye la pasión de un modo instantáneo.
La Virginidad y la Deshonra
Ya
que la virginidad se mantiene en una alta cúspide es que la primera relación
sexual se enfoca hasta un nivel mitológico, tan tenso que el evento trastoca al
conjunto. Alrededor de este relato, incluso la virginidad rebasa las
consideraciones tradicionales para elevarse bajo una argumentación sutil y
hasta enredada, que gira alrededor de la tensión creciente del alma femenina
despierta y aguzada por la seducción, pero que no la ha convertido en
carnalidad. Bajo la argumentación de la novela, por virginidad se define como una
condición limítrofe porque adquiere la posición de choque entre una máxima potencia frente a una inexistencia
absoluta, la mera potencia que no es. En este aspecto, aunque este concepto
de virginidad entronca con la moral tradicional termina por rebasarla pues no
implica una funcionalidad de
“castidad para el matrimonio”, sino
como una tensión espiritual absoluta, a modo de arrebato por el gusto gratuito
de la intensidad.[5] La justificación del
Seductor precisamente radica en potenciar infinitamente a la virginidad, que
abandona el estatus de reclusión o de guardia efectiva contra el
desfloramiento, para convertirse en vuelo que arrastra al cuerpo. De manera
explícita la metáfora favorita de la novela es el vuelo o la ingravidez, como
lo muestra un comentario que relaciona el vuelo de Psiquis y la Asunción de la
Virgen[6] y después en la leyenda
del “Salto de la Virgen”, por la creencia en un vuelo realizado entre dos
enormes rocas.[7] Frente
a ese absoluto de la virginidad agitada su contraparte aparece como
relativizada, aunque tan efectiva como final súbito, por lo que cabría
sospechar que el elogio de la doncellez resulta demagógico o equívoco.[8]
El Matrimonio y los Amores ilícitos
El
mismo relato relativiza la institución matrimonial de principio a fin, aunque
el desenlace otorga una satisfacción para las interpretaciones tradicionales.
Resulta evidente que la perspectiva del Seductor siempre es despectiva y
opuesta al matrimonio, pero el relato entero trae aparejadas las valoraciones
que esta institución arrastra. La contraparte balancea al amor ilícito, aunque
también sobre las situaciones previas o posteriores al casamiento. Que la
máxima valoración la coloque en la novia vestida para boda no nos debe
confundir,[9] ya que las estratagemas
del Seductor sirven para evadir tal posición. En otros términos, el corazón
europeo del siglo XIX abría el campo de batalla entre las convenciones
religiosas, las cuales establecían los valores del matrimonio y la castidad,
frente a la irrupción del romanticismo que exigía el amor antes que cualquier
institución, incluso como la única justificación del casamiento. Recordemos que
el matrimonio por conveniencia o por inercia resultaban costumbre del periodo
medieval, incluso el “derecho de pernada” implicaba un rechazo a cualquier
propensión al matrimonio pasional. En esta novela las posibilidades del amor
romántico son expuestas bajo la mascarada de una seducción, donde únicamente en
la perspectiva de la mujer crece el enamoramiento, mientras en el varón hay
hipocresía del Seductor o ingenuidad irremediable de Eduard, el otro pretendiente.
Hombres y Mujeres
Una
parte importante de la argumentación depende de las posibilidades presentes en
las mentes y pechos de los géneros opuestos. La paleta de colores del hombre
queda casi en posesión exclusiva del Seductor, donde la inteligencia práctica y
la resolución de carácter están acaparados, enfocándose hacia una actitud de
conquistador, con mezcla de paciente y taimado. Por tanto, el protagonista no
pretende demostrar al varón en todas sus opciones, contentándose con oponerse
hacia los que considera mediocres y fracasados como Eduard. Respecto de la
condición femenina la argumentación del Seductor resulta muy exhaustiva, de tal
manera que las afirmaciones son amplias y diversas, con la ventaja (o
agravante) de que la mujer es convertida en el “objeto estético”[10] por excelencia,
adquiriendo universalidad. Una parte significativa de los atributos de la mujer
corresponden a visiones tradicionales, aunque en ese contexto, cabe
considerarlas salpicadas de las novedades románticas. “Algún día trataré de
definir al ser femenino. ¿Y qué
definición puede adecuarse mejor? La de un ser cuya finalidad está en otro ser
(…) La razón de ser la mujer, la palabra existencia diría demasiado, ya que no
tiene vida propia, la comparan los poetas a una flor, expresión que recuerda
vida vegetal (…) no es, por tanto, libre más que de un modo estético.”[11] En este pasaje, se
encuentra el exceso que plantea el Seductor para definir la femineidad como la
pasividad extrema, de la cual quiere despertar a su pretendida; siendo que al
final, insinúa que ese “despertar” la convertiría en “hombre”, según la frase
final de la novela: “De ser un dios, haría con ella lo que hizo Neptuno con una
ninfa: la iba a transformar en hombre…”[12] En esta paradoja se
advierte con perfección, cómo la definición de cada parte afecta a la
contraria, así que la definición tan pasiva de un género, se refleja en el
otro.
El cristianismo y la inmoralidad
Siendo
que la religión cristiana en la variedad local danesa dominaba los criterios y
hasta políticas del país, los argumentos de Kierkegaard son incisivos aunque
cautelosos. De modo explícito demuestra que la divinidad deja a los humanos
cometer los desvaríos que gusten y hasta les permite juramentos en vano, sin
pretender que el pecado supere la religiosidad, al dejar asentado un final
trágico para la doncella. En ese sentido, la inmoralidad no amenaza a la
religión misma, sino que la complementa, a manera de un pecado contumaz. Desde
el presente los planteamientos del filósofo parecen cautos e imbuidos de la
educación religiosa, sin embargo, para el contexto de época recordemos que él
fue rudamente atacado y motivo de escarnio, aunque también retó a la revista
“El corsario” para que lo satirizara[13] y al final de su vida se
enfrascó en una polémica frontal contra la iglesia dominante en Dinamarca.
La Naturaleza y el Trasmundo
La
novela ofrece un constante contraste entre lo natural (directo sencillo,
gozoso, útil…) con lo trasmundano de las emociones y el espíritu (mente).
Aunque la mente mantiene varios lazos armónicos secretos o evidentes con el
medio ambiente hay una tensión interior. Los lazos son fuertes, por ejemplo,
las estaciones se ligan con el ánimo de manera intensa, así el relato transcurre
entre la primavera y el otoño, cuando explícitamente el protagonista anuncia el
final.[14] Ahora bien, un gran tema
de este relato son la gradaciones y las situaciones que saltan por entero;
mientras la natural pareciera una continuidad lo humano posee sus saltos. En el
extremo el impulso continuado para presionar a la virginidad hasta agitarla
románticamente, en este relato parece implicar un llamado al trasmundo,
estiramiento más allá de la naturaleza, incluso a la condición fantasmal, que
en el relato se presenta con la alusión al poema Leonore.[15] Antes de ese extremo
aparece la zona perfecta, pues ese estirar la naturaleza, cuando es perfecto,
se plantea como el cielo de la estética, pues ahí “todo es hermoso, alado,
lleno de gracia” contrapuesto al deber ser moral, pues con “la ética, el mundo
se torna yermo, feo e indeciblemente aburrido.”[16] Ahora bien, ese
estiramiento no se afirma que provenga orgánicamente del mundo natural, sino
que hasta se sospecha de la naturaleza misma que posea un “pecado original”
llamado Caos, como un abismo original, que bajo las dulzuras naturales se
mantiene latente; paradoja que explica magistralmente en este pasaje: “¿No está
el clamor, quizá, mezclado con una secreta ansiedad que tenemos por la
naturaleza? Pues su armonía procedió del caos salvaje, su seguridad de la desdicha
de los elementos. (…) Lo mismo debe ocurrir en el amor para que tenga valor: es
una flor que nace de una noche profunda y espantosa. Así posa su blanco cáliz
el nenúfar en la superficie del agua, mientras las raíces se hunden abajo, en
una oscura sombra de la que huye la mirada.”[17]
Argumento
Un
testigo anónimo descubre el diario del seductor, Johannes, y recibe las cartas
de la seducida, Cordelia. El testigo, con premiso de ella, copia y ordena las
cartas junto con el diario, para darle el mayor claridad, señalando que los apellidos
son seudónimos. Entonces ofrece un penoso caso real apenas disimulado. Desde el
Prólogo, el testigo aclara lo que ha
sucedido en términos generales, señalando que hay interés en revelar el
“corazón tenebroso de aquel ser corrompido”[18] y que la confianza de
Cordelia le otorga a las revelaciones un interés personal.
Las
cartas de Cordelia las coloca juntas, son generales y solamente esbozan los
sentimientos ante lo sucedido sin dar demasiadas explicaciones, sin embargo,
preparan al lector perfectamente para que asimile la exposición detallada del
protagonista literario, el seductor Johannes. Esa es la parte más larga y está
pegada entre fragmentos del Diario y las cartas en orden cronológico. El relato
comienza cuando Johannes descubre casualmente en la calle a Cordelia y
despierta su interés; luego explica su búsqueda y las muchas estratagemas para
seducirla, las cuales son pausadas y con grandes rodeos. La situación alcanza
hasta un compromiso matrimonial, que con ardides él logra que ella lo rompa,
aunque continúa la ronda de seducciones hasta que él la reconquista y
termina abruptamente el relato, pues junto con la culminación desaparece el interés
de inmediato. La mayor parte del relato se explican las búsquedas y las
tácticas de Johannes para influir y modificar a Cordelia, situaciones que va
logrando de manera consistente, pues se confirma que él es un seductor muy
experimentado.
En
la actualidad llama la atención la lentitud
intencional de Johannes para la seducción que se justifica por la época y
las tendencias del protagonista, que busca perfección durante el proceso
previo. Esa perfección se mide por el
placer de una manipulación discreta y pausada, que gradualmente vaya
trastocando el ánimo de su cortejada; si bien, resulta válido incluir esa
perfección del cortejo dentro de una tendencia romántica, su naturaleza resulta
sui géneris, pues no pretende la sublimidad directa del amor (en sentido
lineal) sino un juego en el borde mismo, cuando exalta a la mujer para
enamorarla, pero rompe la línea justo en la relación carnal, bajo un código
tradicionalista (de la dama deshonrada por el sexo mismo). En las primeras
fases la intención es mantener oculto al protagonista (en posición de espía) y
disimular sus actos. En la tarea del cortejo abierto, también pareciera que el
código prefiere una ambigüedad, en
especial, al deshacer el compromiso matrimonial para que el logro no sea
evidente ni conforme a una lógica lineal.
El
final resulta abrupto, con el cumplimiento del objetivo sobre Cordelia y sobreviene
el súbito desinterés del seductor, como si la descarga erótica terminara todo
vínculo de inmediato. En términos del protagonista sucede lo advertido desde
inicio: “El amor es hermoso, sólo mientras duran el contraste y el deseo; después,
todo es debilidad y costumbre (…) Ni siquiera deseo despedirme; me fastidian
las lágrimas, y las súplicas de las mujeres”[19].
Protagonista Johannes
Personaje
construido en correlación a la figura del Don Juan, el galán conquistador de la
literatura española. Aquí sirve para continuar y darle un giro más local, a la
vez, que más ejemplar para la demostración filosófica del “callejón sin salida”
de la vida estética, que forma una de las opciones de O lo uno o lo otro. Y, en un tercer nivel muy significativo, es un
espejo invertido para abrir la herida del drama personal de Kierkegaard. Por lo
mismo, el protagonista Johannes se desliza en una ambigüedad constante que
oscila entre la sinceridad más escandalosa (para verter la condena moral sobre
su figura), una mala fe implícita (en el sentido de doblez de consciencia) y un
romanticismo de tutos para jovencitas, intentando despertar las almas femeninas
dormidas del provincialismo timorato. En
principio cabe describir a Johannes como un individualista inteligente,
únicamente interesado en su gusto egoísta, que se enmascara para practicar una
especie de cacería privada, procurando seducir doncellas bajo sus peculiares
reglas. Su disfrute es estético en amplio sentido disfrutando las apariencias
femeninas, que le parecen un ramillete multicolor de belleza; con un tinte
específico en el “despertar del alma”, donde sus manipulaciones para estimular
e incitar a la doncella son la materia predominante de la trama. En un aspecto
este galán manifiesta un culto a la virginidad en el tránsito hacia su tálamo,
a un nivel notorio; sobre lo cual debemos notar que la ideología religiosa
tradicional concordaba con la primera parte de ese discurso. El segundo aspecto
está en el juego de intensidades emocionales y hasta intelectuales durante el
despertar de la doncella bajo el influjo de la seducción. En general, el
personaje parece coherente aunque al llegar a su eje de interés, en el contacto
directo, o el devaneo ante otras bellezas, pareciera mantener un doblez de
“mala fe”, que le permite jurarse amor hacia Cordelia mientras coquetea con
otra prospecta, aunque se contiene.[20] Debajo del prolongado
acorralar a su presa cabe afirmar una especie de sadismo light, para ahogarla con requerimientos y un proceso de
transformación que parece tan bonachón como inquietante, incluso la frase final
juguetea con la homofilia.[21]
Personaje Cordelia
A
excepción de las tres breves cartas, al personaje lo conocemos únicamente por
la perspectiva interesada del seductor, que además Johannes tiende a
considerarla más un “ejemplar” de lo femenino que una individualidad. Al
principio, incluso él olvida su apariencia y ese síntoma de borrarla se repita;
así, en una de las cartas, afirma “lo veo todo como sumergido en un mar de
niebla del que surgen seres femeninos y vuelven a hundirse en él; todos esos
seres te asemejan.” Lo cual suena a su verdadera posición, pero de inmediato,
da un paso atrás, para halagar a Cordelia: “Y no te veo a ti a quien busco;
pero me siento feliz porque hay algo que me recuerda tu persona.”[22] No parece una declaración
sincera, cuando en sus reflexiones privadas, estudia el “rayo femenino”, en una
especie de generalidad que invade la variedad de situaciones.[23]
La
primera situación que nos llama la atención es la juventud de 16 años y la
fragilidad por una situación de orfandad, es hija de un capitán de marina
fallecido algunos años atrás y también ha perdido a su madre, quedando al
cuidado de una tía. Se llama Cordelia Wahl, pero el relato aclara que el
apellido es falso. Asimismo, cabe señalar que para la época los esponsales a la
edad señalada de Cordelia están dentro de las costumbres y la legalidad.
Según
este relato, ella sí resulta transformada por el influjo de la pasión, quedando
enredada sin enterarse que ha sido manipulada, sino hasta el final, y maldice
ese desengaño. El seductor afirma que ha logrado agitar y avivar el espíritu de
Cordelia, volviéndola más libre y audaz, con una serie de logros que son
incitantes y hasta valiosos en sí mismos, pero que están destinados a
quebrantarse en el desenlace. El escritor confirma la metamorfosis la indicar:
“Al engañarla, él cometió una falta muy grave, pero peor aún fue el
desarrollarla estéticamente”[24]
En
particular, la fase final Johannes trama darle un matiz nuevo pues “Cordelia
debe sentirse fortalecida en la actualidad; sobre todo, hay que inspirarle un
excéntrico desdén por los hombres y por todas las cosas acostumbradas.”[25]. De ahí viene el
desenlace material de la seducción y el giro súbito de Johannes que la abandona
sin dar ni una despedida. Las cartas de ella marcan su estado de desesperación
y abandono, demostrado en esta afirmación “aunque te retires a los confines del
mundo, seré tuya (…) Sí, soy tuya, tuya, tuya: soy tu maldición.”[26]
Personaje escritor
El
Prólogo es elaborado por el “escritor” quien se presenta como un descubridor de
la villanía del seductor Johannes, ya que casualmente accedió al “diario del
seductor” que estaba a la mano y se dio a la tarea de copiarlo. Asimismo,
mantiene amistad con Cordelia, quien lo autoriza a revelar, incluso sus cartas.
Por lo que sabemos de Kierkegaard es un alter
ego suyo que modifica en catarsis su tormentosa relación con su amada
Regina Olsen, ante quien decidió romper mantener su compromiso, fingiendo una mascarada de frialdad.[27] Entonces el escritor
convierte a su propia sombra en el villano Johannes que destroza la vida de la
doncella al abandonarla, que en el juego de espejos de la psicología simboliza
más al autor que a la amada.
Personajes secundarios
Los
personajes secundarios casi no poseen existencia propia y están supeditados a
la trama. Destacan dos de ese grupo por su mayor presencia que son el
pretendiente Eduard y la tía de Cordelia (quien la cuida). Ambos se
caracterizan por ser manipulables ante el protagonista, en especial el
pretendiente, quien es primero animado a lograr su compromiso, para después
arrebatarle su ilusión, con el agravante de que eran amigos. Eduard primero es
alentado al romance y hasta ayudado con atinados consejos, pero ya que están
enrolado, la astucia de Johannes los desplaza, y termina rompiéndole el
corazón, sin que por ello se mantenga manipulable.[28] Por su parte, la tía
funciona como madre sustituta de Cordelia y busca su bienestar, mientras se
gana la vida de manera honesta. Este personaje nos muestra las relaciones
familiares, con su fuerza, en cuanto la generación de adultos tutela
estrictamente a las mujeres jóvenes.
Dilemas de narración y desdoblamiento del mundo
El
escritor señala la dualidad que se
desprende de las tensiones del mundo, que en sí misma se convierte en un
enigma: “Más allá del mundo en que vivimos, en un
fondo lejano existe todavía otro mundo y ambos se encuentran más o menos en
idéntica relación que la escena teatral y la real. A través de un delgadísimo
velo, distinguimos otro mundo de velos, más tenue pero también de más intenso
carácter estético que el nuestro y de un peso distinto de los valores de las
cosas.”[29]
Siendo que Kierkegaard en principio es un filósofo, esta observación adquiere
ese valor, pues la “dualidad” del pensamiento había adquirido una mayor hondura
con las figuras de las tendencias alemanas. Mientras los antiguos como Platón y
Aristóteles no se preocuparon demasiado por esa dualidad del mundo, Emanuel Kant
logró mostrarla de manera sistemática y Hegel jugar con sus polos opuestos en
el movimiento dialéctico. La singularidad de Kierkegaard logra ampliar y
manifestar el dramatismo individual de tal “dualidad del mundo”, ya que viviendo en angustia y con desesperación se buscan las soluciones, sin
descubrir ningún sendero fácil. En particular, para la visión del danés se
divide entre tendencia estética y la ética que se contraponen en resolución,
pero también entre esa apariencia y la esencia íntima de quien percibe,
amplificada por el desgarramiento entre el individuo talentoso (o sensible o
emotivo o…) frente a la muchedumbre insensible y conformista.
La continuidad y la ruptura (problema de las
gradaciones)
Pareciera
que la novela es una larga saga sobre las posibilidades imposibles de las
continuidades y las gradaciones, donde impera una honda dualidad filosófica
oponiendo la vida ética (en esta novela casi inexistente) y la estética (el
tema de fondo). En el relato explícito esta oposición filosófica no es tan
evidente como la contraposición entre masculino y femenino, que biológica y
espiritualmente se asume como imposible, pero la frase final, señala una
tensión para cerrar ese abismo. “De ser un dios, haría con ella lo que hizo
Neptuno con una ninfa: la iba a transformar en hombre…”[30] Señala una vana fantasía,
con ironía que se refuerza la opinión sobre la mujer cual entidad terminada,
ejemplificada con Minerva naciendo de la cabeza de Zeus y de Venus brotando
madura de la espuma marina; situación contrapuesta al varón que se va formando.[31] El tema de la gradación y
su composición lo plantea con elegancia alrededor de la explicación del “beso”,
para concluir que la diferencia magnífica yace en el “primer beso”, refleja la
creencia cultural alrededor de esta novela, con el mito de la desfloración de
la virgen; pues sin tal creencia la intensidad del relato se desvanecería. Como
sea, el relato sí cree en el acceso a una jerarquía, ya sea como ascenso o
caída, en doble vía; de tal manera que el seductor “inicia”[32] a la pretendida en su
estado alterado mucho antes de la realización carnal, de facto, ahí está
completo el juego de las tensiones y los descubrimientos, los deleites privados
y las sutilezas, antes de la caída en el abismo. Asimismo, la hipótesis de una
ruptura y una salida para la contradicción entre la pasión de la doncella y que
su amante permanezca bajo el influjo del amor, queda perfilada en la metáfora
de la levitación: “Aun cuando los Padres discuten la Asunción de la Virgen, no
lo estimo inconcebible; pero la vaporosa ligereza de una muchacha supera los
límites de lo concebible y se mofa de la ley de gravedad.”[33]
Subtema: la contención intencionada que marca la
perversidad
Mientras
hay contenciones intencionales en la situación del cortejo, marcadas por el
objetivo del matrimonio, la compulsión moral y cautela ante la procreación, en
este relato hay una inversión de los ritmos marcada por la astucia. Al
contrario de tales lentitudes convencionales, Johannes practica una lentitud
perversa que busca provocar su placer y alterar las emociones de su doncella.
Más aún, el seductor juega a revertir el compromiso matrimonial para alargar su
juego y de esa manera ocultar mejor su villanía ante su entorno. Esto implica
que la jerarquía convencional o natural se dilata o hasta invierte en favor de
un ego juguetón, por tanto se confirma una ruptura de dos órdenes aceptables
(el tradicional por vía matrimonial y el romántico donde la pasión justificaría
el cortejo).
La eternidad es efímero instante de conquista
y la paradoja de profanación: basta tocar para destruirlo
La
barrera insalvable para este relato aparece en la eternidad perdida, porque
solamente un instante posee la plétora de cualidades, para condensar esa suma
de virginidad (tradición) y libertad (la doncella espiritualizada). Por eso el
máximo entusiasmo del Johannes aparece justo en la antesala y compara esa
situación a lo eterno: “Ahora ella vuela, como el águila, hacia el sol, llena
de nostálgicos anhelos, fuerte, atrevida, divina (…)Yo la volví ligera, ligera
como el pensamiento (…), ahora, ese instante equivale a la eternidad.”[34] Hasta que se cumple ese
arco de tensiones y acumulaciones la amada adquiere el máximo valor y está
preparada para la entrega; sin embargo, el relato está aprisionado por esa
parte de la concepción tradicional donde el tocar lo sagrado significa
profanarlo y destruirlo. Este relato es cómplice con la visión tradicional del
burlador Don Juan, que empuja a la perdición a quien toca; unas proposiciones
que han avalado teóricos muy posteriores como Bataille.[35]
Contraste entre la existencia pública y privada
En
general, esta novela implica un alegato en favor del abismo entre la existencia
privada frente al medio social y sus convenciones. La posición del seductor
sirve para desdoblar más las apariencias de tal manera que lo escuchado y visto
posea siempre segundos significados que dominan sobre la apariencia. Si bien la
actividad astuta de Johannes marca ese doblez, el relato entero nos revela que
no implica una posición extraordinaria, sino que la sociedad entera teatraliza
sus equivocaciones, por tanto el conjunto supremo, la humanidad misma, se
enfoca con suma ironía. Cuando refiere el cortejo de una muchacha por un
teólogo disimulado, se decide a una discreta intervención y afirma que hace un
bien, por tanto en bien de la humanidad “¡Qué idea más hermosa y más
edificante! ¡Actuar en nombre de toda la humanidad, tener un poder tan amplio!”[36] En este relato
particular, el nudo de la contraposición entre lo público y privado gira
alrededor de la institución del matrimonio frente a la situación de noviazgo
atípico y la grieta para la seducción. Si el relato no presenta ninguna
conclusión sobre el matrimonio mismo, sí insinúa que hay motivos para
despreciarlo, sin que exista una justificación moral para tal proceder.
Conclusiones
Bajo
la forma de un relato intimista, mediante el diario y las cartas, Kierkegaard
nos expone el callejón sin salida de la “vida estética”, mostrando que la
pasión del seductor conforme logra su objetivo, termina bajo una maldición del
tipo Sísifo arrastrado a una caída. Conforme el protagonista supone que
permanece ileso, su relato no justifica el daño a su seducida, por tanto
resulta un juego vacío. El comportamiento del individuo dedicado a disfrutar al máximo
se muestra como un callejón sin salida. Bajo un estilo realista y con agudas
reflexiones, el autor provoca diversos cuestionamientos en los lectores,
para mirar las relaciones humanas desde otra perspectiva, lo que después
terminó llamándose enfoque existencialista.
NOTAS:
[2] GUTIÉRREZ MARTÍNEZ, Daniel, op. cit., p. 9.
[4] En especial,
sorprende el paralelo opuesto de los Manuscritos económico filosóficos de 1844
cuando elabora una audaz extensión de la teoría de la enajenación en sentido
materialista; mientras el proyecto filosófico del danés se adentraba en los
dilemas de la existencia.
[5] En este sentido, la
intensidad de la Virginidad aquí desplaza al Orgasmo o éxtasis sexual, que se
disuelve en esta pre-Intensidad, como si la meseta alcanzara una altura muy
superior a las montañas; ofreciendo una metáfora de intensidades que resulta
excepcional, a menos que nos refiramos a Deleuze y Guattari con sus nociones de
sexualidad sin centro. En Lógica del
sentido.
[6] “Me parecía tan leve, que hubiera podido levantarla con una
mirada, leve como Psiquis, a quien, según dicen, podían llevar los Genios, pero
aún más leve puesto que se llevaba a sí misma. Aun cuando los Padres discuten
la Asunción de la Virgen, no lo estimo inconcebible; pero la vaporosa ligereza
de una muchacha supera los límites de lo concebible y se mofa de la ley de
gravedad.” P. 20.
[7] “En un lugar de
montaña, sobresalen dos rocas sobre un espantoso abismo que las separa. Ningún
hombre se atrevió jamás a dar ese salto; en cambio, la realizó, según cuentan
en la región, una muchacha, motivo por el cual la llaman el Salto de la Virgen.
Creo en esa leyenda sin vacilar (…) Cordelia debe aprender a moverse en el
espacio sin límites, a volar y acunarse por sí misma en una plenitud de
sensaciones” p. 53.
[8] Debido a que las
tres cartas de Cordelia, que aparecen al principio resultan bastante breves y
con opción para la interpretación ambigua no hay un veredicto definitivo al
respecto de qué tan efectiva resulta la deshonra a largo plazo. De momento el
coito termina la aventura, pero ¿no trasmutó la chica largamente preparada por
una gran agitación previa? La entera narración sugiere que sí cambió
íntimamente.
[9] “Creo que nunca es tan seductora como en el día de la boda.
Cuando la muchacha se ha puesto ya su vestido de esponsales y el esplendor de
las ropas palidece ante el esplendor de su belleza y ella misma se muestra
pálida (…) cuando el esposo ya espera, ese instante es aquel en que la muchacha
está más seductora.” P. 78.
[10] “Cuando a los ojos
de la mente se me aparece el sol de la belleza femenina, que resplandece y se
divide en infinidad de irradiaciones, siento en el alma un inefable deleite (…)
Mis ojos jamás se cansan de contemplar las irradiaciones de la belleza
femenina, infinitas y dispersas. Cada muchacha es una de ellas y aun siendo una
parte, es un ser completo en sí mismo y por eso, feliz, alegre y bello” P. 73.
[13] Breve biografía de Søren
Kierkegaard por Luis Guerrero.
[14] “Si la primavera es
la época más hermosa para enamorarse, el otoño es preciso para alcanzar el fin
deseado. En otoño hay una melancolía que responde a esa sensación de desaliento
que nos envuelve cuando pensamos en la satisfacción de nuestros deseos.” P. 80.
[15] Poema Leonore (traducido Eleonora) de 1773 por Gottfried August Bürger, relata que una
doncella abrumada por la partida de su amado hacia la guerra, desespera
blasfemando, por lo que el prometido regresa en modo fantasmal y la conduce en
una loca carrera sobre un corcel, que termina en el cementerio y en una
tragedia gótica.
[16] P. 39. Sin embargo,
la obra filosófica de Kierkegaard representa un enorme y continuo esfuerzo por
reconciliarse con la ética y con una nueva versión del cristianismo en La enfermedad mortal o Ejercitación del cristianismo.
[17] P. 70. Por estas
cualidades expresivas y las sombras bajo el relato, también se conecta este
relato con los aspectos góticos y sombríos, paralelos al contemporáneo Alla
Poe.
[18] Kierkegaard, Diario de un
seductor, p. 1.
[20] En la escena del pañuelo de Carlota Hahn de quien señala una
indiscreción que lo está distrayendo de su objetivo amoroso.
[21] En un siglo que
resultaba inaceptable la homosexualidad, la terminación “De ser un dios, haría
con ella lo que hizo Neptuno con una ninfa: la iba a transformar en hombre…” P.
85.
[23] “Todo rayo de
femineidad resplandece con su particular belleza, encierra en sí una propiedad esencial;
sonrisas alegres, miradas maliciosas, ojos escrutadores, cabeza inclinada,
liviandad desenfrenada…” P. 74.
[24] P. 4. Esta
afirmación cabe señalarla como muy sintética, ya que la “vida estética” representa una de las ramas de la concepción de
Kierkegaard sobre las dos opciones de la existencia.
[27] “Un año después del
compromiso Kierkegaard rompía definitivamente… aunque no quiso explicarle a
Regina las verdaderas causas, pues eso hubiera acrecentado su dolor… por el
contrario, Kierkegaard aparento un comportamiento frívolo y de cierta indiferencia,
con la intención de que ella pudiera rechazarlo más fácilmente.” Luis Guerrero,
Breve biografía de Søren Kierkegaard.
[28] Por ejemplo, “pese a
lo enfadado que está conmigo, no da un paso sin dirigirse a mí en busca de
consejo” p. 44.En ese sentido, Eduard sirve para representar la mediocridad del
ambiente que se conforma con poco y no alcanza a comprender el sentido de las
circunstancias.
[31] En ese sentido, el
drama también se explica por la oposición entre la gradualidad rastrera del
varón, frente al salto abismal en la naturaleza femenina, en ese “todo o nada”.
[32] Hay dos referencias
paralelas, la del escritor que sabe el secreto del seductor, y la de Cordelia
que ya mira el mundo de otra manera antes de ser tocada, en p. 5 y en p. 60.
[33] P. 20. También el
llamado salto de la doncella recuerda este mismo principio, la fantasía de
vencer la caída.
[35] La concepción de
Bataille supone que alcanzar el objeto deslumbrante del deseo implica un deseo
transgresor para manchar y rebajar. Véase de Georges Bataille El erotismo.
[36] P. 48.
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