viernes, 30 de noviembre de 2012

EL GENIO FALSAMENTE ARROGANTE





Por Carlos Valdés Martín



Existe un tal “Misántropo”, quien imita la misantropía del autor de El mundo como representación y voluntad. Ese libro que es un monumento cristalizado y filtrado mientras Schopenhauer envidiaba al otro talento, al filósofo Hegel (quien, por desgraciada coincidencia, habitaba en la misma ciudad de Berlín y se dedicaba a la misma profesión: pensaba mucho). El misántropo dice odiar a su hermano (un Caín de palabras) mientras permanece en su piel demasiado humana.


Evoco con falsedad al misántropo, pues su odio de frases y palabras es falaz resultado de un despecho perpetuo.


El verdadero genio (quizá un Hegel ignorando a sus vecino Schopenhauer) es diferente del misántropo, aunque pertenecen a la misma familia.


El genio no es arrogante ni humilde. Esas fronteras pertenecen exclusivamente al ciudadano ordinario.


Cuando aparenta ser el más humilde, el genio te está engañando: recuerda a Montaigne.


Cuando el genio aparenta ser arrogante, es porque coloca una trampa para los "ingenuos aspirantes a genio": recuerda a Beethoven.


Quien pretende seguir las huellas de otro terminará en un callejón sin salida: el de la mediocridad disfrazada.


El primer paso para escapar de la mediocridad es realizar un extraño ejercicio: montarse en los hombros de uno mismo. ¿Qué altura se logra entonces? Por hoy no lo revelaré y permitiré que te siga engañando el genio.


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