Por Carlos Valdés Martín
La abstención ante la llamada elección judicial no es signo de apatía, sino muestra de rechazo. La mayoría de quienes no acudieron a votar no lo hicieron por desinterés, sino por desacuerdo con el procedimiento entero y con la oferta del sistema.
Resultó una minoría la que sí participó, pues, además, se inflaron votos mediante acarreo, presión, pago de votos y uso de dinero público... Lo sucedido recuerda al Ensayo sobre la lucidez de Saramago.
La mayoría de México apuntó un NO a la farsa y, por tanto, se desmarcó del fraude anticipado. En este caso, sucedieron dos situaciones: la mayoría del electorado mexicano rechazó la elección y quedó patente un procedimiento fraudulento que introdujo la mano política y de “poderes fácticos” en el Poder Judicial.
El diseño no permitía una sana participación de los candidatos y dispersaba la atención de manera tremenda. Por lo mismo, este tipo de proceso no favorece la entrada de mejores elementos, pues tiene con las manos atadas a los aspirantes espontáneos y a los jueces y magistrados con carrera auténtica, favoreciendo a las figuras que tenían una previa imagen pública y a las favorecidas por partidos, gobernadores, narcos, empresarios, sindicatos, etc.
Todo lo anterior son principios opuestos a la participación democrática.
La proyección oficial de votos totales del INE, de entre el 12% y el 13%, se anticipa inflada por el descontrol, el acarreo, las urnas embarazadas y los votos anulados con intención (que se cuentan como si fueran participación). Así, al menos el 77% de los electores le dio la espalda a la elección judicial.
Escandaliza que el diseño dañó los elementales principios de equidad y que permitió una intervención política descarada, la cual estaba prohibida.
Resulta escandaloso que los auténticos candidatos sin compromisos que se colaron en la boleta no tuvieran ninguna oportunidad de ganar frente a la aplanadora de los partidos oficiales, sindicatos y mafias operando ilegalmente.
Los juzgadores que entrarán en funciones por este procedimiento cargarán con la ilegitimidad. Quien gane en la Suprema Corte tendrá tras de sí el apoyo de apenas el 0.60% (proyección con lo que va). Eso habla bien del abstencionismo y muy mal del pésimo diseño de esta jornada. Serán los Ministros de la Suprema Corte más contrapuestos a la voluntad popular en la historia del país y, en lugar de obtener la legitimación del voto, contarán con un amplio descontento garantizado, por su origen en un fraude.
La conclusión es que esta elección tuvo un pésimo diseño y no convenció. Demuestra que, en su inmensa mayoría, el pueblo de México no deseaba una elección judicial. Las consecuencias bren el espacio para un Poder Judicial más débil y menos legítimo. Una minoría se impuso mediante la trampa y la utilización del poder del Estado. Una minoría venció con trampa y no convenció. La falta de legitimidad durará, hasta que las fuerzas interesadas en participar encuentren una salida a este atolladero, donde nos metió la forzada Reforma al Poder Judicial actual.
Después del fraude y fracaso de la elección judicial, la mayoría en abstención requiere volverse una mayoría escandalosa para ser escuchada y que se respete la voluntad popular.
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