Por Carlos Valdés MartÃn
“La vida es vasta estando ebrio de ausencia,
y dulce el amargor, claro el espÃritu.
“Los muertos se hallan bien en esta tierra
cuyo misterio seca y los abriga.”
Paul Valery, Cementerio marino.
La vida de Manfred Fritz Bajorat derivó de mal en peor cuando descubrió que sà amaba a su esposa sin remedio ni regreso atrás. Lo comprendió mejor cuando leyó un pasaje bÃblico, cuando lo mecÃa una brisa por barlovento. En un caso paralelo, la esposa de Lot[1], escapando de la ciudad, tuvo el desatino de voltear y convertirse en estatua de sal. Una momia marÃtima es una variante de esa mÃtica estatua de sal.
Volvamos al amor y sus dolores: él era un hombre cariñoso, inquiero y con problemas de pareja, caso común al principio del siglo XXI. Como se verá a continuación, un ejemplo trágico de amor sin remedio, aunque su gusto por la navegación resultó más que un pasatiempo, fue su vocación. Después de un largo viaje, cuando regresó a casa constató lo difÃcil que era convivir bajo noticias terribles. Su esposa, Claudia, habÃa recibido diagnóstico de cáncer. En este siglo, esa enfermedad ya no siempre es una condena, en especÃfico, el estudio de laboratorio correspondÃa con un tumor curable, en principio. La presión emocional de tal noticia sumada a las ausencias del señor Fritz, terminaron por enfriar más la relación.
El siguiente viaje volvió a confirmar al marinero solitario, montado en un velero que desafiaba los siete mares. Intentó aprender español, juntó canciones en ese idioma, sin faltar esa que dice: “Se marchó, y a su barca le llamó ‘libertad’” (la de José Luis Perales).
SeguÃa viajando cuando recibió noticias de que ella agonizaba. Creyó que habÃa tiempo suficiente o que podrÃa olvidarla, rehacer su vida y encontrar a alguien más afÃn. En la soledad sobre el inmenso océano se ocurren mil y una ideas.
Decidió continuar un largo viaje. A estas alturas de la vida, él era un auténtico experto para cruzar los mares y salir airoso.
Al año siguiente él seguÃa visitando puertos y pequeñas poblaciones costeras. Estaba al otro lado del planeta.
Un dÃa, fallaron las transmisiones a bordo. La comunicación remota vÃa una radio que poseÃa en el velero cesó por completo en el año 2009. Cuando terminaron las búsquedas por su paradero, se le dio por perdido y muerto a Manfred Fritz.
Por las mismas fechas, la esposa habÃa fallecido por el cáncer, en una evolución más agresiva y veloz. Mucho más rápido de lo esperado. Cuando él se enteró, navegaba en otro continente y ella ya habÃa sido velada y enterrada.
Por lo que ahora sabemos, ese pequeño velero siguió navegando sin ningún tripulante que lo guiara. Era un naufrago al estilo de los fantasmas, donde un efecto que parece sobrenatural sigue guiando la nave, recordando al Holandés volador (Flying Dutchman). Caen las hojas del calendario, pasan los años y las tormentas sin que el velero se hunda y sin que nadie repare en su presencia de naufragio vagabundo. El velamen no existe, la cubierta y el casco son un amasijo de maderas y metales cacarizos.
En el año 2016 unos pescadores filipinos descubrieron un velero desastrado a la deriva. La sorpresa fue encontrar al interior, en el camarote, una especie de estatua de sal. La vista es inquietante por su pose fija, como si una fuerza contranatural hubiera cristalizado. El cuerpo del marino Manfred se habÃa momificado y seguÃa sentado junto a una radio, con una carta, como si la acabara de escribir.
HabÃan transcurrido 9 años y la misiva únicamente contenÃa un principio interrumpido: «Treinta años estuvimos en el mismo camino. Luego el poder de los demonios fue más fuerte que el deseo de vivir. Te fuiste. Que tu alma encuentre paz. Tu Manfred»
Al parecer, recién supo de la muerte de la esposa o redactó su carta como si él se acabara de enterar. Atado su corazón a la amada después de la muerte y, además, derivando al otro lado del planeta; la escena apunta hacia un alma romántica y perseverante. Las últimas caricias del alma, antes del suspiro final, mientras la sal marina transforma su piel. Una lágrima de despedida convocando a las legiones de la sal marina para el adiós definitivo.
NOTAS:
[1] El personaje que protegió a los ángeles en Sodoma y recibe el privilegio divino de escapar con su familia.
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