Por Carlos Valdés Martín
El artículo de William
Ospina "Los románticos y el futuro"[1] es un texto
interesante porque marca un diagnóstico de vigencia. Para afirmar que el
romanticismo clásico está vigente, Ospina hace su propio balance del
capitalismo y lo que debe de corregirse. El ensayista colombiano cree encontrar
en el romanticismo una fuerza con la cual superar las maldiciones evidentes del
presente. Por lo mismo, ese artículo representa un balance sobre el presente y
las posibilidades de superarlo.
Romanticismo colosal
William Ospina considera
que el romanticismo ha sido "el más alto momento del espíritu
occidental" y esto no sólo es pasado e historia, sino como "tierra firme
donde podrá sustentarse el esfuerzo de nuestra época por encontrar alternativas
a la barbarie que crece sobre el planeta"[2]. La opinión de William
Ospina indica que el romanticismo aporta la base esencial para una revolución
de la modernidad, la plataforma para su transformación de fondo. Entonces contienen
muchos méritos las ideas de los románticos, ya que Ospina les descubre la
virtud de ser el talismán del cambio y la cura universal para los males
presentes. Recordemos que esto se escribe en la década del noventa tras
derrumbe del socialismo irreal, por lo que este discurso se ofrece, en su
ambición transformadora, como sucedáneo del discurso revolucionario clásico.
Estas afirmaciones indicando
una “revolución por el arte” parecerían simples excesos polémicos o
afirmaciones dichas sin intención, pero no hay tal inocencia, sino que William
Ospina pretende sustentar sus tesis sobre una argumentación lógica, aunque otros
partidarios del sueño y la noche se saltarían con alegría ese requisito de
argumentación rigurosa.
La modernidad: refinamiento de la barbarie
Este ensayista colombiano
al racionalismo lo mira como fenómeno casi idéntico al capitalismo. Si el
romanticismo es remedio a una modernidad bárbara, esto surge desde la idea de ese
tiempo presente y la esencia de su malignidad. Para William Ospina la
modernidad es barbarie refinada y muy poco más que eso. En cierto sentido, los siglos
lejanos no eran mejores, también eran terribles; él los recuerda con Atila y
sus hordas, pero los siguientes periodos son peores y los asocia con Hitler.
Desde el punto de vista de la crueldad son más o menos lo mismo Atila y Hitler,
pero existen agravantes. El racionalismo es una novedad moderna, pero Ospina
cree que el racionalismo cuaja en un positivismo, cuya esencia es reducir todo
a la utilidad y lo útil es desechable. El positivismo consiste en una operación
de reducción de la valoración y para el positivismo el propósito único se
convierte en el lucro, la utilidad económica. William Ospina mira ese
utilitarismo como un extravío en las cosas sin sentido, donde el universo está
desacralizado; un universo "donde
sobra toda religión"[3].
A partir del positivismo
utilitario se genera la carencia de sentido, y la carencia de sentido es el
paso al nihilismo, concepto extremo de la negación completa. El motivo de este
paso desde el positivismo hasta el nihilismo obtiene su explicación en la
decadencia de la moral y la religión. Ospina lo dice claramente: "Pero el
triunfo del positivismo y el avance del nihilismo que lo sigue no son meros
errores o caprichos de la historia. La caída de la era cristiana y
desmoronamiento de los valores sobre los cuales se sustentó la humanidad
durante siglos; la pérdida de un sentido trascendental de la historia; la
muerte de la religión, con sus legislaciones y sus éticas, no pueden dejar de
precipitar al mundo en una edad de vacío y de desconcierto"[4]. La ruta crítica indicada
por William Ospina es clara, pero más adelante nos iremos adentrando en el modo
de concebirlo.
Aceleración del consumo evanescente
El consumo utilitario,
propio del capitalismo, lo observa perspicaz William Ospina como un nihilismo.
El objeto que se consume aceleradamente vive ese ritmo en base al dictado de la
producción mercantil. El imperio de la moda implica que cada cosa pasará de
moda. Mientras la moda dicta las preferencias el consumo debe delimitarse en lo
actual y observamos una decadencia de los objetos consumidos. La acelerada
salida de moda y obsolescencia de los objetos se convierte en falta de creencia
en los sujetos, y eso lleva al nihilismo.
Por si esto fuera poco,
también está el dominio de lo superficial en el mundo moderno, donde la
apariencia domina. A este fenómeno William Ospina lo llama "el triunfo de
esa plétora de máscaras presurosas"[5], lo que recuerda el
"carnaval de la conciencia fetichizada"[6] planteado por los críticos marxistas de la
enajenación. Esto Ospina lo interpreta como una falsa abundancia, en el fondo,
un "culto del derroche" de la sociedad industrial avanzada. La
aceleración de la rotación del capital implica una peligrosa degradación de la
naturaleza, con soluciones siempre parciales. La denuncia es que la relación del
hombre moderno con el mundo se ha vuelto efímera y superficial.
La razón como culpable
Ahora pasemos a las
causas de tanta desgracia. De forma muy clara, y sin atenuantes, para Ospina la
causa de estos aspectos tan negativos de la vida humana es la razón, convertida
en racionalismo, en luz sobre el mundo; una razón cartesiana que explica, mide,
formula, ilumina y entiende. El autor cree que el racionalismo triunfó desde el
siglo XVII y que por ese mismo triunfo de la luz, luego despierta la oscuridad,
que por esa misma medicina racionalista luego la humanidad se enferma. Dice que
el triunfo del racionalismo es el "desencadenamiento de los demonios"[7], que son "fuerzas
desconocidas que gobiernan la historia", y como son desconocidas, entonces
para William Ospina esas fuerzas son fantasmas. De ese modo ocurre una especie
de venganza de la oscuridad contra la luz, y cita a Novalis quien indicó que
"en ausencia de los dioses reinan los fantasmas"[8]. Lo interesante y
también triste del argumento es que la razón triunfante instauraría la
irracionalidad reinante. Pero es un argumento que Ospina no sustenta, sino que
lo deja por aceptado que la razón es la
creadora de su contrario, y es la que genera la presencia de su opuesto.
Habría que demostrar que la razón genera a su contrario y no darlo simplemente
por sentado[9].
Partiendo de supuesto de
que la razón trae de la mano la sinrazón y la barbarie, Ospina toma partido. Como
consecuencia, él asume partido contra la razón a favor de sentimiento, la
fantasía, etc. Pero al abanderar ese partido también condena a la fantasía y al
sentimiento a la impotencia pues el sentimiento sin razón repta cual cuerpo lisiado:
postrado y sin piernas vigorosas. Este dilema de favorecer a la razón en contra
del sentimiento o viceversa, ya lo había resuelto el existencialismo, y ya claramente
Ortega y Gasset había advertido que el dilema no llevaba muy lejos, pues lo
trascendente era una síntesis de razón y vitalidad[10], porque el sentimiento
sin luces es derrotado y hacerlo vencedor resultaría un vano anhelo.
Racionalismo = utilitarismo = desacralización =
desilusión
Una parte del argumento
es la identificación de razón (en general, en absoluto) con el positivismo[11],
entendido como sistema reduccionista de la condición humana, en nombre de
cierta racionalidad. Cuando se profundiza, el positivismo resulta ser una forma
especial del pensar, pero con una manera limitada de comprensión. Entonces
existe una operación de aliar toda la razón con el universo mercantil-capitalista-consumista,
porque el positivismo interpreta al mundo de forma utilitaria[12]
(incluso extrema). La utilidad es el disfrute externo, propio de la relación
entre el individuo y su objeto; en nuestra sociedad gozo entre el propietario con
su mercancía. El utilitarismo implica la interpretación de las necesidades humanas,
que son complejas, como si se redujeran al consumo mercantil, al tráfico de
intereses privados.
La utilidad es la actitud
típica del consumidor de mercancías, por lo cual otros modos de apropiación no
utilitarios le son ajenos. En especial, le interesa a William Ospina resaltar
que el racionalismo ha desacralizado
el mundo, le ha quitado la magia y la ilusión, con el brillo de la noche, las
pasiones que esto lleva aparejado. Desacralizar es quitar el sentido sagrado e
implantar sentido el profano[13].
El mundo racional es profano y también el mundo económico es profano, porque se
toca, mientras que lo sagrado queda en lo inasible e intocado, en lo
esencialmente desconocido. Resulta que William Ospina lamenta mucho la pérdida
de lo sagrado, siente la muerte de los dioses, porque de cualquier forma han
quedado demonios y fantasmas en la modernidad. Cree Ospina que en lo sagrado
está un vínculo humano indisoluble, sin el cual la vida misma decae. Sin
embargo, estimo prudente comentar que la razón solamente busca las pruebas del
mundo, por eso no destruye lo “sagrado” en sí sino que destruye las ilusiones
de la “fe del carbonero”, la pueril creencia en milagros por doquier. La razón
no destruye intrínsecamente lo sagrado, sino que lo retira de los campos
mundanos que no le correspondían. El hecho de que muchas interpretaciones
racionalistas no crean en lo sagrado bajo ningún aspecto, no implica que todo
racionalismo sea enemigo de lo sagrado, como lo muestran las visiones del
racionalismo deísta[14].
El arte romántico: sensibilidad, entusiasmo
El romanticismo cantó a
la noche, contra los elogios de la luz; cantó al misterio, contra lo conocido;
cantó a lo fantástico, contra lo evidente; cantó al ansia de eternidad, contra
el sentido del tiempo. Esto significaba apelar a las emociones humanas, apelar
al mundo imaginario.
Estas calificaciones
románticas van en contra del torrente del mundo utilitario, sin embargo, observo que
también son el complemento del sentido utilitario. El romanticismo es
una reacción cultural muy propia de la época capitalista, donde la emoción
torturada se subleva, se levanta con vientos de protesta; por eso es una
importante corriente cultural de Occidente y no existe el romanticismo en otros
contextos.
Los elogios del
sentimiento, de la noche, del misterio y de la fantasía son valoraciones
propias de la actitud artística, convenientes a la explosión de la subjetividad
que reivindica sus derechos. Ante una sociedad más utilitaria y con creciente
pericia para manipular al entorno el artista apela a lo que resalta en el nuevo
fondo social, hace magníficas a las dimensiones ocultas de la vida interior.
La función del arte romántico: salvar la divinidad para
la vida humana
"Y allí donde se
cansa el viento, donde la razón encuentra sus límites, allí comienza lo divino,
y la función del arte es revelarlo, hacernos sensibles a su presencia y a su
influjo, avivar nuestra gratitud"[15]. Eso cree William Ospina
que es la función de los románticos, contrarrestar el utilitarismo, positivismo
y nihilismo: restaurar "los lazos vitales que nos unen con el misterio,
con la divinidad y con la naturaleza inmortal"[16]. En este punto se
confirma que Ospina ofrece una interpretación mística del romanticismo. Claro,
afortunadamente, la romántica sería una variedad altamente heterodoxa de
religiosidad, que diluye el ácido místico en un caos de fuentes contrastantes,
que acepta a la ondina y al duende tanto como al Dios judeocristiano.
Una vez dejado al lado
ese aspecto religioso debemos valorar contenidos positivos del ensayo, para que
el niño no caiga junto con el agua sucia de la bañera. En efecto, la emoción es
valor y fuente de valores, la imaginación es dimensión humana irrenunciable, que
posee hasta sus extremos, en la fantasía creída como realidad (lo cual también define
la verosimilitud del arte). La sensibilidad es un valor; que es llevado a su
extremo romántico, como emoción deseando la eternidad, tendiendo poderosamente hasta
ese límite de Cronos. Ospina cita al poeta Keats: “A thing of beauty is a joy for ever”, una cosa bella es alegría
por siempre. El arte, en su generosa generalidad, invoca el ansia de
permanencia y la objetivación perpetua de lo valioso. El entusiasmo es otro
valor propio del romántico, que mediante el arte busca caminos de recuperación
interior, rescatar sus propias emociones. La desilusión es una amargura, engranaje
integrante del cotidiano capitalismo profano, que se podría recuperar, bajo el
influjo del arte para convertirse en cuerpo y alma de las personas.
Apéndice
El escrito de Ospina recoge
una feliz selección de citas de obras románticas, que merecen destacarse y
comentar.
Hölderlin: "El
hombre es un dios cuando sueña/ y sólo un mendigo cuando piensa"
Ciertamente los palacios
del sueño son increíbles, tan amplios, tan variados, tan ilimitados en formas,
colores y brillos, tan a la disposición del soñador y sin problemas previos ni
posteriores. Los palacios del sueño son encantadores y no pagan renta, más amplios
que cualquier mansión. ¿Pero es tan pequeña e incómoda la choza del filósofo[17]? ¿El pensamiento
racional está al nivel de suelo, sin elevaciones de ningún tipo? Digamos que en
lejanos tiempos el instrumental del intelecto era demasiado pobre, pero esa
alborada quedó atrás. Ahora hablamos de un poder racional perfeccionado, una
capacidad de la Razón
(ahora con mayúscula) acrecentada por siglos de cultura y ciencia. Aún así,
Hölderlin considera que el pensamiento racional es una miseria[18]. Entonces, para él la
unidad de medida entre riqueza-miseria debe radicar en la fantasía misma,
tomada del sueño mismo. En su extremo el sueño esconde la omnipotencia dándose
la mano con la impotencia. Se ha registrado que muchos paralíticos tienen propensión
a soñar que son omnipotentes[19]. En ese sentido, no se
trata de la verdad sencilla, sino el deseo sobre lo ausente. Ser dios es la
omnipotencia, trascender lo humano y es lo opuesto a lo humano. La divinidad es
límite ideal, porque cada potencia de este mundo (en cada persona) está
delimitada, y hasta la imaginación que es sobrepasar lo existente, está referida
a lo existente. Resulta entonces que durante un sueño, estrictamente los humanos
parecemos dioses; pero ahí semejamos los dioses que nunca somos.
Pero si nos quedamos
dentro del sueño, dentro del discurso de la fantasía, entonces el hombre es lo
que imagina, pero solamente en el breve momento en que no existen elementos que
lo distraigan; porque cualquier distracción frente al reino de fantasía, es su
derrumbe. La afirmación de Hölderlin mantiene alguna validez, mientras se
mantenga —estrictamente— en el terreno del sueño, al salirse de ahí pierde esa
validez.
Hölderlin: “Quien ha
pensado lo más hondo/ ama lo más vivo"
El poeta Hölderlin
fundador del romanticismo alemán no despreciaba la razón con ligereza, sino que
la consideraba seriamente (recordemos que él fue discípulo del gran filósofo
clásico Fichte e interlocutor de Hegel y Schelling). Porque el camino del
pensamiento, en sentido casi espontáneo, es hacia la profundidad, de tal manera
que el utilitarismo del pensar indica una condición parcial y hasta una seudo
interpretación racional. La razón, en su movimiento propio o su dialéctica,
avanza más allá de la superficie utilitaria. Profundizar con el intelecto no es
disecar y apartarse de la complejidad, sin hacer pie en la complejidad y
habitar entre lo alto y el abismo. El pensamiento no tiene porqué detenerse en
la superficie utilitaria, sino que debe de profundizar al bucear entre las
contradicciones, alcanzar las emociones[20]
y restablecer la unidad de los contrarios. La vida sólo logra concebir adecuadamente
a niveles de unidad, complejidad y variedad infinita de desarrollos. Esta
unidad, nuevamente, me hace pensar en la propuesta de Ortega y Gasset de unir
los polos contrarios, para dar a luz a una razón
vital, que escapara de la frialdad de los momentos meramente racionalistas
(inhumanos) de la existencia[21].
Nietzsche: "El
desierto está creciendo/ desventurado el que alberga desiertos"
Esta frase la interpreta
Ospina como que Nietzsche se refiere al nihilismo moderno y la negación
escéptica de todo. El nihilismo es una especie de anarquismo negativo del
pensamiento que rechaza cualquier valoración de este mundo, que se cristaliza
en el momento escéptico del pensamiento. La duda y el cuestionamiento has sido
necesarios para el avance de cualquier análisis, pero esa cristalización en la
negación conduce al vacío. El vacío del nihilismo lo imagina Nietzsche como un
desierto, como un mundo sin atractivos[22], aunque el pasaje citado
se puede aplicar más estrictamente como crítica a lo europeo en general y como
crítica de la civilización occidental.
Existe una perspicacia
adicional, los sistemas de pensamiento semejan al introducir objetos definidos
dentro del cerebro; en especial, un pensamiento estéril se convierte en una
fuerte de vacío cerebral porque no es activo. Claro, que Nietzsche, como
pensador posromántico, cuestionaba al desierto nihilista europeo casi tanto
como a la selva de la religión cristiana. En ese sentido, la obra del filósofo
alemán no se encaminaba a rescatar a la divinidad para el humano, al contrario.
La relación de Nietzsche con lo místico, aunque es amplia mediante su personaje
Zarathustra, es bastante compleja y en la memoria colectiva ha permanecido su
famosa negación de “Dios ha muerto”, porque en él predomina la negación
sistemática de la divinidad, rechazo del sentido de lo sagrado a cambio de recuperar
“el sentido de la tierra”.
NOTAS:
[1] William Ospina "Los románticos y el
futuro, en La jornada semanal, Num.
254., pp. 32-37, después recopilado en el libro Es tarde para el hombre de Ed. Mondadori. Escritor y ensayista
colombiano, creador de una amplia obra que ha recibido varios
reconocimientos.
[2] William Ospina "Los románticos y el
futuro, en La jornada semanal, Num.
254., p. 33. La numeración de páginas corresponde a la revista, no al libro.
[6]Lúkacs, G. Significación actual del realismo crítico.
[7]William Ospina "Los románticos y el
futuro, en La jornada semanal, Num.
254., p. 34.
[9] En un sentido analítico este argumento
debe de ser el eje de la discusión, pero Ospina lo pone como su supuesto. Este
argumento también lo han asumido algunos pocos pensadores como Jorge Juanes en Los demonios de Occidente.
[10]Ortega y Gasset, José, El tema de nuestro tiempo.
[11] Ospina interpreta este positivismo en un sentido un tanto laxo, como
cualquier racionalismo de corte más o menos materialista y utilitario, por
tanto no se delimita al positivismo en sentido técnico, como teoría de Comte.
[12] Por utilitarismo, Ospina tampoco se
refiere a la filosofía utilitarista como tal, ni a un concepto especial de
utilidad, sino a una visión más social, del exceso utilitarista en la sociedad
de consumo. Desde un punto de vista más general, la utilidad es más sencilla,
es la simple apropiación del objeto por la conciencia. Cf. Hegel, Fenomenología del Espíritu.
[13] Esta idea es muy afín a la
Dialéctica de la ilustración de Horkhaimer y
Adorno, y por completo acorde a la idea de la desacralización de Marshal Berman
en Todo lo sólido se desvanece en el aire.
[14] Por ejemplo, la cumbre del racionalismo, Descartes se ufana de haber
encontrado una prueba nueva de la existencia de Dios, que agrega a las
tradicionales de la escolástica, argumentando la idea de perfección.
[15]William Ospina "Los románticos y el
futuro, en La jornada semanal, Num.
254., p.37
[17]Tema de Kierkegaard en contra de Hegel a
quien acusa de constructor de palacios y habitante de chozas.
[18]Tomado del Hiperión.
[19]CANETTI, Elías, Masa y poder.
[20] También es significativo que Platón abordada el alma en sus variados
pliegues y que Descartes culminara sus días cavilando sobre Las pasiones del alma. Razonar es
encontrase con el sentimiento cara a cara.
[22]En Así
hablaba Zaratustra, pasaje “Entre las hijas del desierto”, p. 339.
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