Por Carlos Valdés Martín
El genocidio intencionado es una afrenta a la humanidad y un caso terrible de
acto genocida fue el hambre provocada en Ucrania. Eso lo provocó el régimen de
Stalin en su periodo de colectivización forzada del campo. El peor año del hambre
fue en 1932, pero no era un hambre provocada por un suelo infértil o por
cataclismo naturales que impidieran la agricultura, sino una campaña deliberada
para diezmar a los “campesinos ricos” y a una nación orgullosa. La llanura ucraniana
es reconocida como el granero de Europa por sus suelos excepcionalmente ricos y
la abundancia de sus cosechas de alimentos, por lo mism sus tierras han sido
codiciadas por sus vecinos. Durante la construcción del llamado “socialismo en
un solo país”, Stalin decidió que controlar por completo la región ucraniana
era indispensable para garantizar sus objetivos. Mientras vivió Lenin fue
bastante amistoso con los ucranianos para ganarse su confianza, además que
muchos comunistas provenía de esa región como Trotsky; pero, al cambiar de
mando, Stalin viró y se enfocó de una manera más ruda hacia el campo. Comenzó
una etapa de colectivización forzosa para reunión la producción agrícola en
granjas propiedad del Estado, lo cual exigía despojar a los agricultores de sus
tierras y medios de subsistencia. En el contexto internacional, el gobierno soviético
tuvo éxito en que no fueran notables sus crímenes contra la población y que sus
atrocidades quedaran bajo el manto de sus intenciones socialistas. Después los acontecimiento
de la Segunda Guerra Mundial desdibujaron todas las denuncias anteriores contra
la URSS y Occidente tomó una ruta de cooperación, que luego se enfrió por
completo. Como fuera, las terribles revelaciones de la hambruna en Ucrania se
conservaron bajo el término Holodomor. Después de 1989, el interés de los propios
ucranianos por conocer su pasado recibió mayor simpatía en Occidentes, y el
asunto adquirió una mayor dimensión tras las invasiones de Putin. Después de
años de guerra y de propaganda descarada del régimen ruso, el tema del hambre
en Ucrania adquiere más interés por ser revelado.
Argumento negacionista, caso
del oscuro sindicalista Tottle
Basado en un activista
sindical canadiense, de nombre Tottle, quien no era especialista en Ucrania ni
historiador, sino un creyente en las bondades del socialismo soviético, antes
de que cayera el muro en 1989. Escribe un libro polémico dedicado de demoler
las versiones sobre un genocidio en Ucrania, que se llama Fraude, hambruna
y fascismo, el mito del genocidio ucraniano de Hitler a Harvard.
El libro se dedica a relativizar los
crímenes soviéticos, por la intención de alcanzar una sociedad mejor
(curioso, que eso mismo argumentaba la propaganda de Hitler). El único texto
notable de Tottle fue su negación del genocidio ucraniano, pero resulta ser un libro
raro que incluía documentación que únicamente poseían los soviéticos y cuya
publicidad fue promovida por las embajadas de la URSS. Lo cual mostró que
Tottle no investigó por su cuenta, sino que colaboraba con los soviéticos antes
de 1989. Una Comisión internacional sobre el genocidio ucraniano lo retó a Tottle
para que presentara sus argumentos y fuentes. Pero el canadiense Tottle evadió
la discusión, porque la comisión estaba recopilando desde las fuentes
originales sobre el genocidio ucraniano y el canadiense estaría en un
predicamento, de tener que revelar qué partes de su texto provenían de la
propaganda soviética.
El argumento de Tottle es
cuestionar toda información desagradable y en especial enfocarse sobre la
propaganda nazi contra la URSS que utilizó a Ucrania y le suma ampliamente la
pésima calidad del “periodismo” de Hearst. Un magnate del periodismo
norteamericano desde fines del siglo XIX, quien lanzó furiosos ataques a la
URSS, aprovechando informes vagos e inexactos sobre lo que sucedía en Ucrania,
retomando cualquier fuente, incluida la propaganda nazi, para apropiársela. Sin
embargo, casi toda la información de Tottle resulta también de mala o pésima calidad al reproducir
acríticamente cualquier informe de “amigos de la URSS”, sobre ese
régimen o la caza de nazis.
A final de cuentas, Tottle
no logra disipar la gigantesca masacre cometida contra los ucranianos por el
régimen soviético, sino simplemente poner en duda su cantidad, sus fuentes, sus
montos, sus motivaciones… de tal manera que él promueve un escepticismo total.
Uno de sus mayores esfuerzos para justificar, es la llegada de una epidemia de
tifus, y diluir la responsabilidad de los gobernantes con la enfermedad que
contribuyó a diezmar a la población hambrienta.
Además, Tottle procura
justificar las violaciones sistemáticas de todo derecho bajo los lemas de la
propaganda usual, como la búsqueda de una sociedad mejor, la industrialización
acelerada, las ventajas del progreso impuesto a la fuerza, etc. Por ejemplo,
con alegría o casi euforia señala: “Los logros de la construcción socialista
son aún más notables a la luz de los problemas y dificultades muy reales de la
década de 1930. Casi en sí mismos mienten a las acusaciones de 7 a 15 (millones
de) muertes por hambre masiva que habían ocurrido solo seis a siete años antes”
En el año, 1984 de publicación del libro de Tottle, era natural que un activista
sindical creyera en la propaganda soviética, que decía ellos eran ya la Gran
Potencia Socialista, que estaba a punto de rebasar al occidente decadente por
sus enormes progresos, pero no tardó en derrumbarse la fantasía.
La Comisión internacional
de 1990
Debido a que en Norteamérica
existía emigración ucraniana, el tema de la hambruna y la represión durante el
periodo soviético despertó un renovado interés. Hubo una Comisión Internacional formada por juristas reconocidos
para estudiar el tema, que culminó su informe. El activista Tottle fue invitado
a presentar su posición antagónica, pero nunca acudió. Esta Comisión confirmó
la opinión de que sí hubo un ominoso crimen del Estado soviético donde murieron
millones de personas. La cifra exacta era imposible de precisar y a la fecha sigue
habiendo fuertes dudas, que paulatinamente están siendo disipadas por los
historiadores ucranianos. De esa Comisión la cifra de muertes directas por el
hambre está en 3 millones de fallecimientos directos, y otros 3 millones como
baja de la población estimada.
La Comisión Internacional
de 1990 siguió varias líneas de investigación, dilucidando el origen del
problema y el tipo de intervención de las autoridades soviéticas, como generadoras
del problema y cómplices para encubrirlo. El contexto fue un salto en las
políticas colectivizadoras del campo de Stalin, integradas con sus ambiciosos
planes de industrialización forzosa, como se verá adelante. El tema se mezcla
con un giro en la política de nacionalidades, pues mientras Lenin y el primer
periodo soviético es muy permisivo al favorecer que las nacionalidades no sean
oprimidas por el “nacionalismo gran ruso”,
como el marxista lo llamaba. Pero Stalin no estaba interesado en favorecer al
nacionalismo ucranianos, sino que modificó esa línea, para volver a privilegiar
al ruso.
La colectivización
forzada y el hambre para el control político
La colectivización
forzada de las tierras por el Estado soviético significaba que a los campesinos se les despojaba de toda
propiedad productiva, incluyendo alimentos, y se les reubicaba en
granjas colectivas recién instaladas. Hay que señalar que los despojos eran
actos de política forzosa decididos desde Moscú y que eran de completa obligatoriedad,
entonces quien se resistiera a la colectivización se volvía en automático
kulak, enemigo del Estado y un “contrarrevolucionario burgués” sin derecho
alguna. Contra los opositores se aplicaban cualquier medida represiva que se
considerara más efectiva: deportaciones a gulags en Siberia, fusilamiento,
encarcelamiento, reubicación, etc. “En febrero de 1930, en muchas partes de
Ucrania -como en algunas otras regiones de la URSS-, algunas de las acciones
contra las granjas colectivas comenzaron a convertirse en acciones contra el
poder soviético23. De hecho, Ucrania lideró las revueltas, con unos 2.945 incidentes sólo en marzo
de 1930”
El gran problema se
centró en la colectivización forzada y el afán soviético para destruir a los “campesinos
ricos” llamados kulaks, sin embargo, el gobierno estalinista consideró a cualquiera
que poseyera un par de vacas, como kulak, para reprimirlos y obligarlos a
despojarse de todo, reubicándolos en granjas colectivas. El resultado fue una gran catástrofe surgida de
la persecución y los conflictos emergentes. La ironía radica en que las tierras
ucranianas son consideradas las más ricas y productivas de Europa para producir
trigo y otros alimentos.
La rigurosidad de los castigos
por los estalinistas resulta asombrosa vista a la distancia. Por ejemplo, la
llamada “’Ley de las 5 Espigas’.
En otras palabras, el robo de cantidades ínfimas de alimentos se podría
castigar con diez años en un campo de trabajo forzosos o con la muerte”
El robo podía ser real o imaginado, pues que el campesino poseyera alimentos o animales
ya era prueba de delito, por más que ellos los hubieran criado, pues ya el
Estado se consideraba dueño de todo lo que tuvieran los kulaks y cualquier
campesino que tuviera alimentos era considerado kulaks. Esto significo el apresamiento
y la muerte de los campesinos que intentaban evadir el hambre, ya que poseer
comida era un delito. Además, los estalinistas impusieron un pasaporte interior
para los campesinos ucranianos,
de tal manera que tenían prohibido
salir de su localidad o acudir a las ciudades vecinas para adquirir
alimentos o cualquier producto.
Hacia 1933 las políticas
estalinistas llegaban a su clímax, mandando brigadas armadas para requisar a
los campesinos todo el alimento que encontraran, incluso lo que estuvieran en
ese momento comiendo: “Se soltaron por todas partes y se llevaron todo, hasta
el último grano. Corrieron por el pueblo “como la muerte negra” gritando
“Campesino, ¿dónde está tu grano? ¡Confiesa!”. Las brigadas se llevaron todo lo
que se parecía a la comida, incluida la cena de la estufa, que se comieron
ellos mismos”
“De este modo, la
hambruna ucraniana alcanzó su apogeo en la primavera de 1933”.
Sin embargo, el objetivo del régimen soviético no era desaparecer a todos los agricultores,
sino obligarlos a servir al régimen. Conforme la catástrofe del hambre en el
año 1933 era insostenible, hubo decretos para dar más comida a los campesinos
ucranianos. Al año siguiente, 1934 volvió la tensión de nuevas requisiciones, más
hambruna y un poco de aflojamientos de la presión soviética.
La caracterización de ese
mecanismo de la hambruna es que “Stalin usó el hambre para forzar la colectivización en las gargantas de
los campesinos que de inmediato lo percibieron como una ‘segunda
servidumbre’” Ahora
bien, el periodo del hambre en Ucrania se considera que terminó hasta 1939,
cuando estalla la Guerra Mundial y la relación del régimen soviético con su
población también da un gran vuelco, caracterizado por el esfuerzo militar.
Mientras en Ucrania, la invasión alemana implica un capítulo especial de estudio.
Noticas del Holodomor bloqueadas
en el extranjero
El desarrollo del
fenómeno de la URSS de manera espontánea proporcionaba barreras a la
comunicación exterior (hostilidad política, idioma, propaganda, totalitarismo
del Estado). En la década de los años 1930 el país vecino con más lazos entre la
población Ucrania era Polonia; sin embargo, durante esa década, el gobierno
polaco tuvo un enorme interés por pactar con la URSS. El gobierno polaco, en
efecto, sí pactó en 1932, por lo que evitó cuestionar de modo oficial a las
políticas estalinistas.
Por lo mismo, fueron grupos privados
polacos quienes se ocuparon de denunciar la hambruna en Ucrania. “En 1933 los
ucranianos de Galitzia —territorio en este momento de Polonia—, dirigidos por
Milena Rudnytska, formaron el Comité Comunitario Ucraniano para el Rescate de
Ucrania. Esta mujer, activista que defendía la nacionalidad ucraniana dentro
del Estado polaco, fue una de las principales figuras encargadas de dar a
conocer al mundo el Holodomor.” Esta denuncia llegó a la Sociedad de Naciones,
pero no alcanzó mayores efectos prácticos ni encontró muchos medios de
difusión.
Desde tiempos de Lenin el régimen soviético tuvo un enorme
aprecio por la propaganda y Stalin siguió invirtiendo recursos para
obtener espacio político internacional, tanto gestionando la “vanguardia
proletaria” mediante la Tercera Internacional Comunista. Además de la
propaganda por una revolución comunista mundial, el gobierno de Stalin estuvo oscilando
con acuerdos y promesas con todos los grupos burgueses del mundo, incluyendo sus escandalosos acuerdos con Hitler.
En particular, escandalosos para los propios comunistas occidentales que eran
víctimas del nazismo y el fascismo.
Durante el periodo de la hambruna, las agencias de propaganda y los partidos comunistas occidentales se
esforzaron en ocultar y desvirtuar la hambruna en Ucrania y otras
regiones, utilizando los variados recursos que acostumbraban: informes
amañados, visitas de distracción, propaganda directa, etc. Un ejemplo excelente
de ese tipo de propaganda “fue el caso de la visita durante unos días en agosto
de 1933 del antiguo Primer Ministro de Francia, Edouard Herriot. Quien afirmó
que los informes de hambruna en Ucrania eran burdas calumnias y denunció todo
lo que se hablaba de la ella como propaganda nazi.”
Este ejemplo, resulta interesante, pues décadas después el esfuerzo de Tottle para
desvirtuar la historia real del hambre en Ucrania, repite los mismos argumentos
de la vieja propaganda soviética.
Otro ejemplo, de la propaganda defensora del régimen soviético, fue el
corresponsal del New York Times, Walter Duranty.
A pesar de los gastos en
propaganda y la publicidad de sus militantes pro-soviéticos, algunos periodistas
serios lograron difundir reportes amplios sobre esta hambruna en Ucrania. Casos
notorios de denuncia y relatos informados fueron la canadiense Rhyea Clyman en
1932 expulsada de la URSS,
el inglés Garret Johnes
y el también inglés Malcom Muggeridge
Huellas censales y otras
fuentes sobre el hambre ucraniana
En la medida que la
actividad económica y evolución poblacional se registraban en la URSS, la
catástrofe debió reflejarse y también denotar su ocultamiento. “Los inspectores
de la Dirección Central de Economía Nacional y Contabilidad, que abarcaba toda la URSS, reclasificaron
sistemáticamente las muertes catalogadas inicialmente como “por inanición” en
la categoría de “causa de muerte desconocida” o “por agotamiento”.”
El procedimiento de alteración burocrática de la realidad política fue el
procedimiento sistemático del régimen estalinista y su continuación oficial.
Hasta la caída del régimen cambió el ambiente, asimismo, la independencia de
Ucrania, generó un nuevo campo para los estudios.
Debido a que los datos de
origen están alterados, desplazando los datos de muerte por hambre (la
inanición) a una generalidad indefinida, entonces la investigación de las
cifras se ha vuelto ardua y objeto de discusiones. La mayoría de estudios
estadísticos estima los
muertos de inanición por hambre entre 3 y 6 millones; siendo que la cifra más
aceptada son 4 millones de fallecimientos. “La mayor parte del resto de
investigaciones oscilan entre las cifras dadas por este autor, aunque durante
los últimos años la cifra que más consenso reúne es de alrededor de unos 4
millones de decesos directos por el Holodomor.”
Un aspecto importante es
que el hambre se extendió a otras provincias rusas que no se consideran parte
de Ucrania, muchas de las cuales, por considerarse parte de Rusia no han mostrado
la misma motivación para investigar los crímenes del pasado estalinista.
Conclusiones
Tras la invasión de
Rusia, el tema de Ucrania subió al escenario internacional. Quizá jamás en la
historia este del Este de Europa tuvo suficiente atención en las reuniones
mundiales. Desde antes del siglo XIX a Ucrania se le miró como ligada a Rusia, basada en las conquistas
territoriales zaristas y a la integración de una parte de la élite local
ucraniana, destacando muchos talentosos ucranianos. Nacieron o se criaron en
Ucrania algunos de los líderes políticos de la Revolución Rusa, como Trotski, y
de la URSS clásica, como Nikita Khrushchev y Leonid Brezhnev, lo cual dificultó
comprender la diferencia nacional y el antagonismo entre estas poblaciones. Tras
la invasión de 2022, los temas de las heridas históricas en Ucrania adquirieron
una nueva dimensión y se han convertido en una explicación para la feroz resistencia nacional de los
ucranianos.
Mientras crece el conocimiento
internacional de lo que sucede en Ucrania y la importancia de su historia, al
mismo tiempo, la propaganda del Kremlin se esfuerza en desvirtuar y atacar a todo
lo que huele a ucraniano. Los propagandistas
favorables a Putin, se vuelven negacionistas de la hambruna ucraniana de
la década del treinta, cumpliendo una tarea inmoral y contraria a la
investigación científica. De hecho, el viejo texto de Tottle resulta un clásico
de la propaganda anti ucraniana por la ligereza de sus argumentos y su enfoque
para calumniar en diferentes acontecimientos, cuando intenta reducir la
realidad de millones de muertos de inanición para caricaturizarlos como una irrelevante
propaganda nazi.
El hambre masiva, cuando
resultó de políticas deliberadas sí es un objeto de actualidad y gran interés. ¿Cómo
una política pública basada en el ideal de una sociedad superior se convierte en una masacre
despiadada que arrasa con los hipotéticos beneficiarios? La muerte masiva
por hambre no es una anécdota sino un crimen de lesa humanidad, por lo que jamás
debe tratarse de manera ligera.