Por Carlos Valdés Martín
Sonaran unos balazos lejos de la Escuela Preparatoria y, tras un sobresalto, siguió la reunión de la célula política en estos términos:
—El entrismo del troskismo es comparable a la política de las dos caras del maoísmo o el frente popular estalinista, aunque ideada por el camarada Trosky para convertir a las organizaciones de masas burguesas o reformistas en auténticas organizaciones proletarias combativas, como un camino difícil, aunque exitoso para garantizar la inserción del partido revolucionario en las más amplias masas. Esto sin subestimar el riesgo de que los militantes débiles se adapten a la política corrompida y se pierdan definitivamente para la causa. Es un gran riesgo, la otra opción es mantenerse en la impotencia perpetua. Es el dilema entre el quijotismo y el oportunismo, que se rompe con la espada de Damocles de la acción revolucionaria.
Una pequeña reunión, únicamente de miembros estudiantiles que no sienten el transcurso del reloj ni el rumor en la ciudad. Se levanta una discusión acalorada en la que una mayoría no está conforme, sintiendo que ese viraje político abre las puertas al más rancio oportunismo. La objeción clásica:
—Quien siembra cizaña no va a cosechar trigo; para cosechar una organización revolucionaria con principios hay que mantenerse en el terreno de los principios.
Un puñado de jóvenes se decide por el entrismo y saben que por ello serán expulsados, tarde que temprano de la organización y tachados de desviacionistas y oportunistas. La crítica feroz que vendrá no significa que cederán ante la nueva táctica. Simultáneamente sienten la ilusión de una vía corta para lograr el acceso a las masas y, en simultáneo, repulsión por afiliarse al odiado partido oficial y militar en un sindicato charro. Ese puñado de jóvenes estudiante está liderado por Eliseo, de palabra elocuente y audacia práctica.
La madre de Eliseo regresa entrada la noche. Vive esta mujer, Eloína, en un cuarto miserable con sus tres hijos. Ella trabaja en la mañana como costurera industrial y en las tardes presenta promociones de telas, estambres y adornos disfrazadas de clases a domicilio entre señoras ricas. Eloína posee un porte sorprendentemente elegante, de labios finos y voz melódica. La frescura natural de la piel y la usencia de canas la hace parecer joven. Incluso su cultura y lenguaje son muy superiores al promedio, por lo que tiene facilidad para presentarse ante las damas de alta sociedad como una instructora confiable. Desde niña aprendió gran cantidad de técnicas de tejido, costura y confección que aprendió de su madre, una cadena de enseñanzas entre generaciones. Sus manos son extremadamente hábiles, por lo que su oficio se le facilita.
La madre explica a la hija menor cómo la pasó en su clase:
—El pespunte no es una técnica fácil, pues debes ver con exactitud dónde entra y dónde sale la aguja. El jalón del hilo también se debe medir con precisión, pues el jalar mucho luego arruga la tela, y dejarlo flojo también se nota. Ese es un secreto del zurcido invisible. Mira te voy a enseñar cómo se hace.
Más tarde habla con Eliseo:
—Está bien que entres a trabajar en una fábrica. Yo misma estoy en la industria, pero ten cuidado con la zona de torneros. Tu tío Lalo perdió un dedo en los tornos y nunca más volvió a trabajar en eso.
Eliseo mira a su madre como quien es invitado a la develación de una escultura de bronce. La siente lejana, inmutable y hasta perfecta. Lo mínimo que él pretende es un mundo perfecto donde las madres no sean molestadas con actividades rutinarias y tengan una mansión (aunque proletaria y pintada de rojo por fuera) para criar despreocupadamente a sus niños en un jardín con columpios. A la fecha, Eliseo había sido un estudiante de excelencia, aunque su urgencia de cambiar el mundo, lo empuja a dejar los estudios para embarcarse en una aventura política. El pretexto de un trabajo y contribuir a la economía doméstica es bastante, por más que Eloína le insiste que sería mejor si estudia y trabaja simultáneamente.
Entrar a trabajar en esa empresa y afiliarse al sindicato es una oportunidad para reconciliarse con el tío Lalo, quien tras perder la habilidad de su mano se acomodó como modesto dirigente sindical.
Unos días después, el tío alecciona al sobrino:
—Verás que el charrismo sindical no es tan malo como creías; ayudas a los jodidos y también te ayudas. Las dos partes salen ganando, basta con estar bien con tus jefes, que no son los empleados, sino el jefe sindical y él se entiende con el patrón. Así, que es mejor no revolver las cosas.
Por influencias del tío Lalo, a Eliseo le dan una tarea físicamente ligera y con ventajas marginales. En lugar de cargar las cajas, solamente supervisa la carga y descarga del almacén.
—No te pueden hacer tonto con ninguna caja, y ninguna caja debe estar ordeñada. A la menor sospecha de robo, debes reportarlo. Que no te van a despedir amenos que vean que eres tonto o cómplice del robo hormiga.
Eliseo desde el primer día descubre una caja a la que saquearon contenido. El chofer y los cargadores le ofrecen soborno y Eliseo se indigna. Se escandaliza al descubrir en vivo que hay obreros corruptos.
En las noches Eliseo lleva un diario de sus experiencias del giro hacia la industria: “Resulta cruel descubrir que la clase obrera está corrompida por el capitalismo; el obrero se vuelve un traficante, y cambia la primogenitura revolucionaria por el plato de lentejas de un robo hormiga. La decadencia ha alcanzado a penetrar en el proletariado a niveles que no sospechaba. Cambiando de tema: es muy satisfactorio recibir un salario y prestaciones que vienen de una cansada jornada. Ni una tarjeta he checado tarde y procuro salir después para que se note que soy un trabajador ejemplar. De eso se trata el entrismo, que nadie se dé cuenta que estoy empujando un proyecto revolucionario. Mi tío ya cree que estoy totalmente ambientado, y que la teoría antisistema que le expliqué ya está en el pasado. Lo importante en la táctica del entrismo es escalar dentro de la misma dirección sindical. Incluso le pregunté para afiliarme al PRI, pero como que no me entendió. Incluso creo que él no milita realmente en ese partido. Debe ser por eso de la afiliación forzosa, que en automático si eres del sindicato, ya te consideran del partido, y lo que sí es obligatorio es marchar en los desfiles oficiales, en las fechas como la Independencia y el día del Trabajo. Estoy ansioso con eso de que el tío ya quiere presentarme con el líder seccional del sindicato…“
El día domingo Eliseo se reúne con los dos camaradas que han optado por el entrismo revolucionario. Pequeña complicidad que aprovecha cualquier descanso para estudiar y compartir el proyecto. Entre ellos platican que deben buscar a los mejores elementos de las fábricas para atraerlos y formar una célula revolucionaria clandestina. A la siguiente semana sus amigos traen cada quien una novia recién conquistada de la fábrica. Eliseo se disculpa, pues en la empresa por doquier mira trabajadores corruptos y escasean las damas.
Dos años y medio de escuela preparatoria, conformándose con llevar el mínimo de efectivo y comiendo lo indispensable. El día de la quincena lo sorprende, por la cantidad de dinero que está en su sobre amarillo de pago. Por un momento Eliseo cree que hay una equivocación. Lo cuenta tres veces antes de convencerse que es real. Siente alegría por la cantidad y enfado por que “así compran la consciencia de los obreros”. El salario es mucho más alto que lo esperado, le pagan como a técnico especializado. El tío Lalo le explica que cuidar bien que la bodega no sea robada por los propios obreros recibe un escalafón alto, que está reflejado hasta en contrato colectivo de trabajo, que también la hace merecedor a una prima vacacional. El tío da más detalles de lo ventajoso que es ese puesto de trabajo, manotea y sonríe mientras explica. Espera una felicitación y del sobrino no recibe ni un mínimo “gracias”. Eliseo mira al cielo, y la mente lo lleva al tema sindical. Esta tarde irán a comer con el líder sindical. Debe estar enfocado en caerle bien y para integrarse en la estructura sindical, según sus planes, la ruta del “entrismo revolucionario”.
La comida con el líder sindical es en una cantina en el centro de la ciudad. Un ambiente ruidoso, amenizado por un grupo musical norteño. La decoración es inexistente y la botana es deliciosa.
Eliseo no ha aprendido a beber alcohol y a la segunda copa de ron Bacardi está exaltado, ocurrente y gracioso. Cuenta chistes picantes en vez de responder directamente alguna pregunta. Elogia la bondad de su tío y el puesto recibido; elogia al líder sindical y se ríe con sus ocurrencias. El líder está contento con la recomendación del sobrino:
—Cuando cumpla los 3 meses y le den su basificación, ya lo puedes considerar para que esté en el equipo sindical.
El tío Lalo le explica a Eliseo que el puesto sindical implica un dinero adicional a su trabajo. Por eso el tío tiene automóvil y departamento propio.
—Mediante el instituto de la vivienda puedes sacar un crédito barato. Mi hermana sigue rentando, por eso trabaja el doble y no tienen un sitio propio.
La perspectiva es seductora para Eliseo. En su diario escribe: “En la lucha anticapitalista, lograr pequeños triunfos pasa por ganar un lugar para vivir. Son migajas que el obrero puede arrancar al régimen, pero eso dará mejores condiciones para seguir con la lucha.”
En la semana, una recepcionista saluda a Eliseo con extremada amabilidad. Él lo nota y se acerca al terminar el horario laboral. Resulta que ella milita en una agrupación de tendencia maoísta que también intenta reivindicar al proletariado. Ella se dio cuenta que él es un rojo y se lo dice abiertamente. Él la invita a platicar en privado en la primera lonchería del camino.
—Se nota demasiado que eres diferente. No platicas de fútbol, eres demasiado serio con la mayoría. No albureas con los compañeros. Solamente eres muy amable con los del sindicato. Son demasiados indicios. Si quieres perdurar debes parecerte más a los demás.
Le incomoda que una chica que le haga ver sus errores, aunque acepta el magnífico consejo. Además, ella es guapa y la invita a su reunión de célula el domingo.
En la reflexión estelar de esa reunión Eliseo propone adecuarse más al entorno, incluso procurar mimetizarse:
—Camaradas, hemos cometido errores básicos. La política del entrismo nos exige mimetizarnos más y mejor con la clase trabajadora y su ambiente sindical. Si nos mantenemos como estudiantes con aspiraciones pequeño burgueses seremos vomitado por esta clase oprimida. Entonces tenemos no únicamente que trabajar como proletarios, sino hablar como el entorno, divertirnos como proletarios, sudar como ellos, ir a las procesiones religiosas como ellos, acudir al estadio de fútbol con ellos, rondar las cantinas… en fin, volvernos uno mismo con la carne proletaria.
Surge una diferencia que va creciendo. Anselmo, uno de los 3 no está conforme y siente que Eliseo está desviándose de los principios:
—Nada como pato, grazna como pato, se menea como pato, pero pretende ser un león. Esa tesis cae en el frente populismo y la desviación teórica, rebajándose al nivel de las masas para abandonar el papel de la vanguardia combativa. Eso lo llamo “hacerse pato”.
La reunión termina con ambiente ríspido y sin acuerdos. La recepcionista maoísta no emite ninguna opinión, pero quiere conocer el lugar donde vive Eliseo. Él se niega, pues siente una súbita vergüenza por lo precario de su vivienda. De pronto siente que en sus manos está darle una vida mejor a su familia. Es una idea imprecisa que choca contra su ideología de estudiante rebelde recién ingresado al proletariado. Por lo común se sentí orgulloso de su cuna humilde, de ser huérfano de padre y que su madre se partiera el lomo con trabajos dobles o triples. Por su corazón fluye una ventisca helada súbita que rompiera algunas ideas y las sustituyera por vergüenza ante la recepcionista maoísta.
La siguiente reunión de la pequeña célula política resulta más tormentosa. Él acusa a su oponente, Anselmo, de caer en la enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, desviación pequeñoburguesa que se engolfa en el preciosismo de sus falsos principios para no comprometerse a fondo. La respuesta del oponente es la acusación de degeneración oportunista, adaptacionismo a las coyunturas que concede los principios en manos de una socialdemocracia que se convierte en social-burguesía.
Eloína regresa enojada esa noche, aunque sí está de humor para platicar sus amarguras. Le explica a Eliseo que la dueña de la casa (donde fue a dar una clase de macramé de ganchillo) sin motivo la acusó de haberse bebido media botella de Cinzanno, un licor dulce. La señora había sacado esa botella y había compartido con sus amigas presentes. Varias tomaron y también a ella le sirvieron, pero Eloína que no toma. Eloína no entendía cómo se imaginó la dueña del domicilio que fuera posible que alguien bebiera a escondidas mientras daba un curso de tejido.
—Es una alucinación digna de los estudios de la medicina psiquiátrica. ¡Hay tanta gente rara entre los ricos!
Para alegrar a su madre, Eliseo soltó como un hecho lo que resultaba una perspectiva futura:
—Voy a comprar un departamento para que vivamos mejor.
Al principio Eloína no puede creer que su niño, recién salido del cascarón, tenga tal capacidad. En la plática Eliseo, muestra lo que ha ahorrado.
—No quería gastar, sino ahorrar mucho, para darte una sorpresa, pero el tío Lalo ha sido bueno. Y cuando tenga también puesto del sindicato puedo dobletear, entre salario y un extra. El tiempo pasará volando y estaremos mejor.
Cuando Eliseo escribió en su diario notó sus contradicciones: “No es posible oponerse y dar la vuelta entre tantas urgencias proletarias, enfrentadas con las perspectivas revolucionarias. Las mejoras paulatinas del proletariado también son cuestión de vida o muerte. El término de aburguesamiento del proletariado es una concepción engañosa, parte de la enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo. Lograr una plataforma sólida dentro de la estructura corporativa no implica una deshonra, sino una conquista de un posicionamiento dentro de una perspectiva revolucionaria.” Esa noche Eliseo tiene un ataque de insomnio pertinaz y hasta la madrugada logra dormir.
En el trabajo está cansado y bastante irritable. Cuando descubre otro robo hormiga de un estibador, levanta una queja escandalosa y hasta pide que encarcelen al ladrón. Había subido de tono el pleito de tal manera, que empujo personalmente al ratero hasta la gerencia de la empresa. El gerente lo felicitó por su celo ante el robo.
Eliseo anotó brevemente en su diario: “La clase obrera degenerada se solaza con el robo y se aparta por completo de cualquier dirección. La ausencia de ímpetu revolucionario y la tendencia a la rapiña van de la mano. El engaño del entrista debe ser tan perfecto, que no se note su afán revolucionario, sino hasta el enraizamiento pletórico entre las masas, que se reconstituyan en un sentido radical. Conclusiones: cantina, estadio, iglesia, parque de diversiones, sindicato es la exigencia del camaleón entrista”
Esa noche Eliseo comunica a las otras células entristas con las que ha mantenido contacto que ha decidido la expulsión definitiva de su rival, Anselmo. La respuesta resulta decepcionante, su rival se había adelantado y ya había solicitado que él fuera expulsado, siendo que el asunto no se decidirá fácilmente, pasa a manos de una Comisión de Honor Revolucionario, que sesionará clandestinamente y si no hay una solución definitiva, el tema terminará en una Asamblea nacional. Sin embargo, la Asamblea nacional se ha pospuesto un año por la aguda división entre entristas con giro obrerista y los partidarios de profundizar en el frente electoral, mediante la alianza con un partido legal de izquierda. La frustración de Eliseo crece hasta un rencor afilado contra su rival.
Con disciplina Eliseo, cada tarde, toma la ruta para compartir con diferentes trabajadores la cotidianeidad. Cerca de la empresa hay una cantina económica que se abarrota los viernes. Entre semana el mercado cercano es la mejor alternativa a las comidas baratas del “comedor industrial” en la misma planta. Los fines de semana hay equipos de fútbol y uno patrocinado por la empresa. Entrar a rezar en la pequeña iglesia de la colonia le recuerda que el materialismo radical de Marx mira esa práctica como “el opio del pueblo”. En su diario escribe: “Ahora sí me siento mimetizado con la clase obrera mexicana, hasta sueño con tacos de canasta y partidos de fútbol llanero, con los programas de televisión más simples y hasta las telenovelas… Pronto habrá nombramientos en el sindicato.”
En la empresa la mayoría de los trabajadores no lo estima, por consecuencia de su enfrentamiento con quienes han intentando el robo hormiga. En especial, Fabián lo odia porque han despedido a su hermano carnal. En varias ocasiones ha querido provocar a Eliseo, intentando meterle el pie, literalmente mientras estaba caminando cerca. Eliseo no ha caído en la zancadilla y se han hecho de palabras retadoras. Eliseo no cree que Fabián se anime a retarlo a golpes: se equivoca.
Un viernes lluvioso, en la calle empedrada de la salida de la empresa lo espera Fabián con un cómplice. El otro se acerca para distraer a Eliseo preguntándolo sobre una reposición en la bodega, cuando Fabián se acerca por la espalda y le pega un primer golpe en la nuca. Por reflejos Eliseo da un brinco hacia un lado y Fabián lo comienza insultar con un “Cobarde, mariquita, te voy a partir la madre.” Eliseo eleva los puños para defenderse, mientras vocifera: “Serás despedido por asaltar a tu supervisor”. Hay más de 20 empleados caminando en la cuadra que se aproximan curiosos, algunos, gritan “¡Ea! ¡Ea! ¡Ea!” despertando la atención. Fabián lanza un golpe que se estrella en el pecho de Eliseo, quien no está tan decidido a presentar pelea. Fabián vuelve a proferir el “¡Cobarde!” El puño de Eliseo da en la cara de Fabián que, por la adrenalina, no siente la dureza del golpe.
Alrededor los empleados se van acercando lentamente, pero en dirección hacia los rijosos. Las exclamaciones de quienes se acercan son variadas, unos tienen el sentido de alerta, otros de júbilo y unos más de llamado a la calma. Con lentitud se va formando un círculo de espectadores.
Fabián intenta una patada que se pierde en el aire, mientras Eliseo retrocede. Fabián siente que Eliseo le teme, pero se equivoca. En Eliseo hay alguna precaución, pues imagina que la pelea también lo afecta ante la empresa. Atina a decir: “Eres un traidor, me atacaste por la espalda, sin provocación.” Fabián sigue repitiendo “Cobarde”, y cada vez está más fuera de sus casillas, con los ojos enrojecidos.
El griterío provoca la atención de una patrulla que desde la distancia comienza a sonar su sirena de policías. El ruido espanta a Fabián que emprende la huida. Por su carácter rijoso Fabián ha sido detenido antes por pleitos callejeros y prefiere desaparecer del sitio. Una parte de los espectadores abuchea a quien huye, decepcionados de no contemplar la pelea callejera. El vehículo policial sigue sonando su sirena, pero se detiene a la distancia, midiendo si hay motivos para pedir refuerzos.
En simultáneo un encargado del sindicato se acerca corriendo para enterarse a detalle de lo sucedido. Eliseo insiste que está ileso, que no requiere pasar a la enfermería, pero que sí quiere regresar para reportar la agresión y levantar un acta de incidentes, acompañado por un representante sindical.
Eliseo escribe en su diario: “Lo peor de la clase obrera se manifiesta en el envilecimiento de sus elementos corrompidos. Eso no impedirá que continúe en mi labor revolucionaria.”
El tío Lalo insiste en venderle un automóvil a crédito. Uno bastante usado y económico, que tiene el propósito de que no entre y salga a pie de la empresa, pues se rumora que Fabián, al ser despedido, lo esperará para sorprenderlo fuera de la empresa.
Eloína está feliz por el automóvil, que viejito, pero es volver a contar con un vehículo en la familia, desde que rematara un Volkswagen del difunto marido hace 10 años. Después estará orgullosa porque su hijo consiguió un crédito para comprar un departamento. Aunque pasados los años no le sorprendió que él quitó todos los viejos posters de izquierda y tiró libros. Ella no sabía que el entrismo troskista había pasado a la etapa de mimetismo final. Eliseo nunca le comentó abiertamente a Eloína que él perdió en la lucha de facciones políticas de su organización y que el entrismo terminó siendo expulsado. Ahora él seguía mimetizado con el proletariado, y se acordaba de las pullas de su adversario, cuando le decía que caminaba como pato y graznaba como pato.
Eloína elaboró un bordado enorme para celebrar que Eliseo obtenía un puesto sindical destacado. Aplicó el pespunte, dobladillo oculto, bordado, ganchillo artístico y otras técnicas. Su hijo quedó complacido, en gran medida, por el tiempo que ella dedicó a la elaboración. En el textil plasmó el perfil de su hijo; arriba unas guirnaldas de laureles y olivas; abajo el nombre del sindicato y el periodo de la gestión. Eliseo le pidió que en la parte de abajo agregara un lema que no contenía explicaciones: “1981: Entrismo — Giro a la Industria”.