
Por Carlos Valdés Martín
El error
económico clave de Marx late en su teoría de la plusvalía, basada en una radicalización de la teoría del
valor (Smith-Ricardo) combinada con un corazón bienintencionado, que
fantaseó en que el capital
personificaba una especie de Moloch sediento de sangre, que rige
metafísicamente al sistema, y que todas las personas son obligadas por su rol
en la clase social a actuar (en contra de cualquier moralidad, simple interés
económico). Estos errores incluyen dos equívocos teóricos, uno económico y otro
sociológico, que se combinan con otra falla garrafal política por ceguera
ante la (futura) corrupción de los jerarcas en un Estado tiránico. Ese error
triple fraguó la fórmula perfecta para que astutos líderes del siglo XX armaran
experimentos sociales desastrosos, porque Lenin y Mao sí eran sagaces como
políticos y líderes carismáticos, aunque otros seguidores de Marx fueron burdos
líderes ambiciosos y sin escrúpulos.
En Marx coinciden
los errores teóricos, económicos, sociológicos y políticos guiados por una
sincera indignación moral y buenas intenciones, que desembocan en un sistema
que, con algunas pequeñas modificaciones, se convirtió en un arma poderosísima
de tiranos, que surgen de una variedad, desde sinceros redentores del
proletariado que aceptaban sacrificar la vida por un ideal. El cóctel resultó
potente y, por si fuera poco, su destilado sigue funcionando como ideología,
aunque casi nadie confíe en sus recetas ideológicas. Algunos autores han
desmontado y desenmascarado sus fundamentos, pero las derivas populistas y
autoritarias, retoman lo peor de Marx y sus errores, en lugar de tomar la parte
positiva en sus investigaciones.
Por cuestiones de
espacio y atención, aquí me centraré en los errores económicos de Marx,
apuntando, hacia los fundamentos erróneos que traen consecuencias sociológicas
y políticas esenciales.
Confundiendo
al Capital con Cronos y Moloch
Desde la
perspectiva de las tragedias realistas de la revolución industrial era sencillo
fundir la presencia del capitalista personal y avaricioso con la figura mítica
y cruel de un Cronos que
devora a sus hijos (por pura precaución) y con Moloch que exige
horrendos sacrificios de niños inocentes. En este sentido, Marx es un autor
romántico del periodo victoriano sublevándose con indignación moral ante los
abusos del capitalismo. El error evidente de Marx es que él confunde el
extremismo con la identidad esencial del capital.
Ciego ante la
reforma laboral más importante de la historia moderna
Marx critica la
avidez real de individuos explotadores, que abusaban de niños, mujeres o
ancianos hasta los extremos laborales durante la revolución industrial inglesa,
pero comete la falla de tratarla como si fuera el promedio de la normalidad del capital. Lo
sorprendente es que Marx tiene ante sus ojos, justo en Londres donde él vive,
la evidencia de una reforma laboral masiva, la primera reforma laboral potente
y transformadora de la historia que contuvo con éxito las jornadas de 14 o más
horas, que combatía las condiciones insalubres y la afectación desde la tierna
infancia. Esa primera gran reforma laboral de la historia (de toda la historia
de todo el planeta) es la que abrió con rapidez el camino hacia una normalidad laboral con jornada de 8 horas
en el capitalismo, descanso dominical, vacaciones pagadas, prohibición
del trabajo laboral, jubilaciones, pensiones por incapacidad, servicios
hospitalarios para trabajadores, etc.
Debo recalcar,
Marx vio y describió la más colosal
reforma laboral en sus narices, en la propia Inglaterra, y la
descartó como si fuera un error de perspectiva, porque en “tiempo presente” o
“en vivo y a todo color” le rompía su esquema. De hecho, a la reforma laboral
inglesa Marx la utiliza sobradamente en El capital, pero haciendo como
si no sucediera nada de eso que testifica, porque él emplea con amplitud el
abundante material de los abusos que combatían los reformadores. La perspectiva de Marx ante la reforma laboral
masiva es peor que la ceguera, porque es una conversión en lo contrario,
pues el evidente y masivo efecto positivo de la reforma laboral él lo convierte
en prueba de que el horror capitalista continuará de cualquier manera y sin
detenerse.
Trascendencia
de un error de perspectiva
Si asumimos que
Marx era un genio del estudio y que se aplicaba en buscar la verdad, ¿por qué
motivo se retorcía con furia ante la evidencia de que el capitalismo avanzaba y,
además, que el sistema capitalista contenía una naturaleza reformista y que la
condición de la clase obrera
entraba en un carril de mejora sistemática? Cuando miraba la evidencia
se lamentaba del surgimiento de una “aristocracia obrera” o del “aburguesamiento
de la clase trabajadora”. Por extraño que parezca Marx se lamenta
profundamente que al proletariado inglés le comience a sonreír la fortuna. Repito
esto: el paulatino avance económico y social del proletariado europeo y
norteamericano a mitad del siglo XIX era evidente, pero a Marx eso le resultaba
lastimoso y prefería mantener la vista fija en lo peor del pasado reciente y el
desastre en otras regiones del mundo.
En opinión de
Marx, Inglaterra, el más burgués de los países estaba incubando un clase
obrera-burguesa. Esto generó una dualidad tremenda en su pensamiento, porque lo
que sus seguidores europeos se dividieron en dos bandos irreconciliables: los
reformadores (incluso con el pedigrí más ortodoxo Bernstein y Adler) y los
revolucionarios radicales (Luxemburgo y Lenin). En Europa occidental triunfaron
en la práctica los reformadores marxistas quienes luchaban por una mejora efectiva
de los pobres mediante luchas sindicales y políticas, que impusieron
rápidamente muchas leyes para el beneficiar a las masas. Mientras tanto, en la
Europa oriental, concretamente en la Federación Rusa, ganaron los radicales
comunistas de Lenin. Sin embargo, el triunfo comunista en Rusia (el país más extenso del mundo) fue
de tal magnitud y tuvo tantas
repercusiones que cambió el panorama mundial, por lo que la variante de
reformismo socialdemócrata perdió por décadas su relevancia sin desaparecer
como estructura política.
Integración de
detalles en un paradigma
Nadie ha sido
capaz de refutar en todo detalle a Marx porque él era un apasionado del estudio
e intentaba alcanzar a comprender hasta los detalles, por lo mismo, su
teoría está alimentada de datos precisos y estudios de caso (privilegiando
siempre cuando les resultaba mal a los proletarios), sin embargo, eso no
significa que esté en lo correcto. Donde mejor se nota esto ese en su teoría
económica que veremos a continuación.
Resulta muy
importante, entender que Marx tiene un enfoque integral, donde las dimensiones político-sociales están
arrastrando al estudio estrictamente económico, y, de hecho, el
pretendía estar generando una ciencia nueva, que llamó “materialismo
histórico”. Por materialismo histórico él y, más enfáticamente Engels como
su heredero intelectual y amigo fiel pretendían que era viable que en la cabeza
de Marx estuvieran integradas todas las ciencias sociales básicas. Aunque en
esto Marx y Engels no eran ultras que despreciaran la “ciencia burguesa”,
pero sí separaban entre los autores “clásicos” a los que admiraban o
respetaban, diferenciándolos de los “vulgares”, a los que despreciaban y
se burlaban. Esto quedó muy claro con su
aceptación de Adam Smith y David Ricardo como economistas clásicos, mientras
despreciaban a Malthuss y a Say.
Este paradigma de
un “materialismo histórico” al que se imagina superior es uno de los motivos,
por los que el marxismo más extremista desprecia y hasta hace tabla rasa de
todo lo que considera ciencia burguesa, bajo medidas extremas que horrorizarían
a propio Marx si viviera.
Coherencia
engañosa
Como teórico
sistemático, Marx es coherente en el desarrollo de sus errores, por lo que cada
parte, económica, sociológica y política está bien interconectada. Un error
fundamental se conecta con las partes más lejanas del sistema y esto no es
casual, porque intenta una sistematización permanente en su pensamiento. Por
esa coherencia, con facilidad sucede que con Marx “lo tomas o lo dejas”.
La coherencia del
pensamiento tiene sus ventajas y desventajas. Un incoherente intencional, por
ejemplo, Nietzsche destila brillantez sin ocuparse de la conexión de sus
diferentes teorías. En cambio, Marx (y Engels a su lado) debían preocuparse con
fuerza por la unificación sistemática de partes tan dispares como situaciones
de tribus antiguas, rituales de Grecia y Roma, costumbres de la invasión
bárbara, el feudalismo temprano, la situación colonial, la historia de la
tecnología, la naturaleza del arte, formas legales… Ellos siguen al extremo una
tesis de Hegel, que sin ser el corazón mismo de la dialéctica, sino una secuela
interesante: todo se conecta con todo de modo esencial.
De la
robinsonada y la naturaleza del dinero
Por ejemplo, Marx
conecta la ficción literaria que inventa Daniel Defoe en Robinson Crusoe
con el enfoque del estudio de algunos economistas cuando argumentaban
imaginando un tipo aislado que produce para sí mismo. Marx se burla de
escenarios hipotéticos que crean economistas pintando productores aislados, por
mera simplificación, llamándolos que imaginan “robinsonadas”. En lugar de eso,
Marx exige siempre considerar a individuos que producen en sociedad como el
punto de partida, desde La ideología alemana.
Cualquiera se da
cuenta que el dinero, en sí mismo, en su cualidad eficaz está el ser un
conector y eso es parte de su virtud. Si el dinero no es aceptado, entonces en
el extremo resultaría inutilizado y dejaría de poseer su naturaleza, como en
moneda de regímenes derrocados, que se funden para hacer adornos. La cuestión
es que Marx, ya enfocado, se lamenta incansablemente de esa naturaleza
conectora del dinero y, en un delirio poético, asume que lo que toca lo
desvirtúa, acabando con todo lo “sagrado” (en sentido metafórico) del mundo. Lo
nota Berman, al analizar Manifiesto Comunista, ante el lamento de que el
dinero al tocar el amor lo desvirtúa, inventando la prostitución y el
matrimonio por conveniencia. Aunque ahí el matrimonio está poco desarrollado,
pero vean La Ideología Alemana, donde se propugna por una “comunidad de
mujeres” para superar la propiedad sobre la mujer.
¿Curiosidades
literarias? Pues los partidarios del periodo temprano de la Revolución Rusa sí
intentaron poner a las mujeres en comunidad, compartiéndolas entre los
camaradas comunistas, como si fuera esa la liberación. Aunque, Stalin de
talante de moral conservadora dio marcha atrás a los experimentos de “nueva
moral sexual” con su
conocido salvajismo.
Dinero y culpa
en el marxismo
Para resumir lo
que es un análisis largo, en lugar de ser un instrumento económico más o menos
objetivo y neutral, para Marx el dinero se convierte en el portador de una
sustancia perversa, que termina por desvirtuar cualquier cuestión. Este enfoque
termina siendo casi una copia del enfoque cristiano medieval sobre el lucro
inmundo que es fuente inevitable de pecados. El tema del lucro inmundo no
es un análisis económico sino un enfoque moralista, que proviene de una
carga psicológica, por donde se descargaban frustraciones personales y
sociales. El propio Freud reveló insistentemente que algunos problemas
emocionales con el dinero derivaban de su asociación con el excremento, lo cual
proviene de una asociación de emociones que permanece inconsciente. Un discípulo
señaló que hay un carácter de acumulación anal ligado cierto tipo de fijaciones
psíquicas, que oscila entre la acumulación compulsiva del dinero y el derroche
que condena al dinero en sí mismo. Ese horror al dinero define una especie de
patología psicológica, que brota en los extremos de la culpa religiosa ante el
dinero. Una culpa que emplean hábilmente los dirigentes religiosos para
solicitar a los creyentes culposos que aporten mucho dinero a las iglesias. Por
su parte, los dirigentes políticos marxistas aprovechan para exigir que se
entregue todo el dinero del país, para no caer en su sucio negocio capitalista,
burgués y financiero.
¿Cómo hace
Marx para presentar un análisis económico que pretende ser objetivo mientras
embarra de sangre y culpas su argumento?
Lo hace de una
manera bastante directa e inocente, ayudado, por su interpretación única de la
teoría del valor trabajo. Marx tiene la ventaja de que la teoría del
valor-trabajo era una concepción bien establecida entre los economistas de la
época. Esa teoría no es en sí misma muy problemática y, por si fuera poco, no
forcejea con el análisis económico.
El problema de
fondo es que al valor-trabajo Marx le inocula un “veneno” que, una vez
integrado al sistema, ya no se sale y circula permanentemente en el sistema de
ideas. Ese veneno está formado de algunas partes, aunque él mismo únicamente
señala una que le interesa, que es la aparición del concepto plusvalía
entendida como explotación de trabajador.
El desmontar bien
el argumento de Marx requiere de varias partes, porque el problema no es que el
pensador alemán se haya equivocado en una parte o en otra, sino que de él se formó
un veneno ideológico de largo plazo que se ha reciclado en sus variaciones
leninistas, maoístas, castristas, “pol-pot-istas”, chavistas, etc.
Por tanto, hay
que detectar las piezas de este rompecabezas para descubrir dónde está la falla
y dónde, aunque haya partes correctas, se combina el veneno ideológico letal.
Falsa
objetividad: tiempo cristalizado
Para Marx el
valor es tiempo de trabajo socialmente necesario que está en el cuerpo de las
mercancías. Sin embargo, existe una dualidad sistemática clave en el sistema
conceptual económico desde Marx en donde él es muy enfático en su obra madura:
el valor-trabajo (al que también llama simplemente valor para simplificar) y el
valor de uso (el cuerpo de las mercancías) son realidades separadas
El valor-trabajo
existe como una especie de reino de la cantidad pura (el valor-trabajo
siempre se cuantifica, sin ello no existe) donde el único sentido se dirige
hacia el crecimiento cuantitativo y las relaciones están manejadas por
relaciones matemáticas, ligadas por las fórmulas de permutas. El valor de uso
existe como un reino completo de la cualidad, donde no existe el
valor-trabajo mismo, aunque el cuerpo de las mercancías y del dinero sea donde
habita el valor-trabajo. Para Marx el intercambio mismo establece la
conexión de los dos reinos de cantidad de valor-trabajo y la cualidad de valor
de uso, porque una camisa se cambia por cien pesos, o también dos naranjas se
cambian por un plátano.
El problema mismo
es que el trabajo cristalizado (el valor) no existe, porque el valor es un
valioso andamio para elaborar sistemas económicos (como lo demuestran
también Adam Smith en La riqueza de las naciones y David Ricardo en su famoso
Tratado). El problema es que una unidad de medida (el tiempo de trabajo
socialmente necesario para producir mercancías) que es una excelente idea para
comparar y aumentar fenómenos económicos, Marx lo convierte en otra cosa.
Vuelvo a la
primera afirmación: el trabajo cristalizado en las mercancías no existe,
lo que existe es el cuerpo de la mercancía. El flujo de tiempo que tarda
el panadero en hacer el pan se queda en el pasado y queda el bolillo recién
salido del horno. El flujo de tiempo requerido para hacer el bolillo puede
variar cada día según la cantidad de panes y charolas que coloque ese día
en el horno; el tiempo de vida del panadero dedicado a hornear se puede dividir
en un único bolillo o en varios centenares. Y lo importante no es que varíe,
sino que simplemente desaparece.
Error de
fondo: el tiempo mismo jamás se acumula
Que el tiempo
jamás se acumula en los objetos está previsto desde el marco clásico, pero como
se consideraban coordenadas absolutas, resultaba tentador pensar “como si se
acumulara” el tiempo. Como indicativo de procesos entre seres de la misma
naturaleza cualitativa y con un mismo curso probable la datación por tiempo
resulta consistente. Este vino tiene 5 años en barricas, es un “vino de cinco
años”, este niño ya cumplió 9 años. Ahí, no hay problema, pero sucede lo
contrario con objetos de naturalezas inconsistentes entre sí. En la misma
corteza de canela que está en el estante puede haber canelas que se formaron en
año (corteza de árbol) o en cien años considerando que el árbol puede ser joven
o centenario. Eso no lo evidencia el cuerpo de la mercancía ni importa. Es más,
la canela se hará polvo. El tiempo de años que dedican cuidadores de árboles
desaparece en un mismo polvo. Más aún, el consumidor europeo desconocía por
completo cuántas jornadas tardaban en Sri Lanka (Ceilán) en cuidar, cosechar y
transportar la canela. El costo en tiempo es un constante enigma, que
desaparece por completo. La aldea de Sri Lanka puede desaparecer en un Tifón y
el mercado de Londres lo ignora. El astuto comerciante agrega un poco de madera
de otro origen para degradar la canela y el consumidor descuidado jamás se
enterará de qué sucedió. El paladar gourmet se quejará de que esa canela no es
tan fina y quizá cambie de proveedor algún día, en cambio, la mayoría de
consumidores nunca se entera de la diferencia. Pero el tiempo de las jornadas en
Sri Lanka ha desaparecido en el fino polvo de la canela.
La justa queja
feminista sobre la jornada laboral invisible en el hogar es la misma que
destruye al argumento que fantasea en el tiempo cristalizado: cada día hay que
comenzar desde cero. ¿Siempre se requiere de tiempo de trabajo? Sí, se
requiere. Esa parte es cierta. ¿Se
conserva el tiempo dentro del bien producido? No, nunca, nada del tiempo de
trabajo previo se conserva, lo que emerge es el producto con sus rasgos
presentes (o el valor de uso, en específico).
Cronos: el
tiempo lineal desaparece en cada instante
La leyenda de Cronos refleja perfectamente
que desde la antigüedad existía una clara consciencia de que el tiempo no se
conserva, por más que se pretenda, y eso es una crueldad. Además, esto mismo
provoca confusiones y dolores constantes. El cruel dios Cronos se come a sus
hijos, porque sabe que alguno lo destronará. La esposa Rea se lamenta y
decide engañar al marido, envolviendo una piedra con pañales y, de esa manera,
salva a Zeus, quien crecerá más fuerte que su padre.
Marx asume que
Cronos no se “devora” a las mercancías, sino que el tiempo en sustancia se
preserva. El concepto de sustancia
lo retoma Marx de Spinoza y de otros, para indicar lo que se
sostiene por sí mismo y, en ese sentido, es indestructible.
¿Cómo funciona?
Según esto el valor-trabajo queda impregnado en la mercancía al ser producido.
De cada trabajador queda su horario completo. Digamos que este panadero en una
hornada de bolillo de ocho horas genera 80 bolillos, por lo que cada pan
contiene 6 minutos. Y ese tiempo no desaparece a menos que el pan muera o se
venda.
El economista
empírico rechazará a Marx diciendo que desaparecieron las horas trabajadas, lo
que hay son 80 bolillos, los cuales se venderán a precio de mercado. La
explicación sencilla no requiere de poner las horas trabajadas como si fuera el
único ingrediente en la sustancia de valor.
En algunos
pasajes, el propio Marx reconoce que la producción desaparece en el producto
y que, por tanto, el transcurso de tiempo trabajado desaparece por completo. Es
una absurda fantasía pretender que se conserva algún tipo de reloj con 6
minutos dentro del bolillo, pero sí sirve como una unidad de medida teórica,
que nunca alcanza a ser exacta, sino una aproximación. Para resolver en el
papel esta falla, Marx plantea la ficción de que el trabajo que opera posee una
doble naturaleza, al casi místico.
El
valor-trabajo fracasa cuando intenta aplicarse como tiempo puro
Los intentos de
aplicar un tiempo de trabajo puro (cronometrado) como medida de valor REAL, en
lugar de dinero, han fracasado, donde se ha intentando: se intentó en la URSS y
algún fantasioso socialista europeo inventó una Rosa para vender directamente
horas de tiempo en el mercado. Ambos intentos de utilizar una especie de vales
de horas de trabajo como unidad de medida fracasan, precisamente porque el
tiempo que se dedica a producir las cosas es un sistema complejo, que
desaparece en cuanto se materializan los productos.
Los seis minutos
para producir el bolillo son una simplificación, porque actualmente cada
producto es una larga cadena compleja de trabajos previos: el bolillo
requiere harina, pizcas de levadura y sal, además de agua; los costales para
cargar harina; el combustible para calentar, el horno donde se hacen, las
charolas donde se ponen; las bolsas donde se entregan y, por si fuera poco,
todo lo que implica el local donde se hace el pan (aunque seas una cocina
casera) y el transporte de todo ese proceso, etc. A su vez, el trabajador que
dedicó en promedio 6 minutos por pan requiere una infinidad de productos para
vivir. La reversión de costos de
materias e insumos del bolillo considerado en tiempo es un reto impráctico de
resolver y, fuera de marcos teóricos, carece de sentido.
Los ejemplos
históricos en la URSS son las aplicaciones de vales de horas de trabajo durante
el llamado enfoque de “Comunismo
de Guerra” de 1918 a 1920. El sistema fracasó provocando desabasto y
hambre, ahondando una crisis económica de posguerra, durante el gobierno
bolchevique y Lenin empujó reinstalar los mecanismos de mercado para salvar su
régimen comunista, estableciendo la NEP (Nueva Política Económica),
restableciendo el uso de la moneda y abandonando sus vales que pretendían
materializar el valor-trabajo.
Un intento más
sofisticado y curioso es la Rosa de Peters, por el nombre del
economista, es un modelo que pretende relacionar el producto presente en
tiempo, con todo el sistema de insumos, que se diagrama como una rosa con sus
pétalos cada vez más pequeños. Ese sistema implica una especie de cálculo fijo
pero infinito entre cada tipo de producto y la infinidad de insumos y servicios
que requiere cada tipo de producto, por lo que exigiría, un cálculo
computacional masivo para cada operación económica, para hacer un cálculo en
tiempo real. Obviamente, ese sistema se quedó en mera cuestión teórica y alguna
experimentación local fracasada.
Enfatizar: el
tiempo transcurrido desaparece en el proceso 01
Hay que hacer un
enorme énfasis en este aspecto material radical: el tiempo desaparece en el
proceso de crear cada objeto material. Ese es el punto que invierte Marx y es
ahí donde aparece un extraño contrabando de Hegel, únicamente algunos teóricos
marxistas o críticos han notado. En el bolillo que entrega el panadero, lo que
está es un cuerpo presente en el aquí y ahora. Las pocas o muchas jornadas
previas han desaparecido y están de “cuerpo presente” en el bolillo. Ahí, está
todo un concepto filosófico.
¿Marx cree en
serio que el tiempo transcurrido está presente en cada producto? En algunos
pasajes, por su materialismo estricto el propio Marx muestra que no, sin
embargo, su sistema económico completo se basa en una fe radical, donde el tiempo muerto pervive como la sangre del sistema…
Sangre y vida
del sistema: Valor trabajo
Por eso, en
muchos más pasajes Marx insiste en demostrar que el tiempo de trabajo
socialmente necesario es una sangre viva del sistema y que además fluye para
generar a los dos protagonistas de su esquema de lucha de clases: Capital
(Valorización de Valor) y Trabajo Asalariado (Valor nuevo que inyecta al
sistema). Por un lado, el valor es una Medida que luego es una Metáfora
explicativa, para por el otro lado, convertirse en el artífice del sistema,
mediante una vida vicaria o una Sangre (en el sentido de Jules Michelet).
El concepto
abstracto de valor-trabajo adquiere tal importancia en el sistema de Marx que
se vuelve en el hilo rojo que explica el comportamiento completo del
sistema y les asigna sus roles a Capitalistas y Proletarios.
Sin embargo, por
otro lado, ya vimos que el tiempo desaparece en producto… Aquí, con Marx,
jugando con otro de sus términos claves, tenemos un Fetichismo de la
concepción al “objetificar” a las personas y personificar a los objetos. Las personas se vuelven objetos (agentes del
Capital, a su vez agente de la Valorización, a su vez agentes de un Tiempo
inyectado en cada mercancía) y las formas económicas (mercancía, dinero,
capital) adquieren vida y se mueven por influjo. Aquí remarco que al hacer un
fetichismo se convierte a un objeto inanimado en una fantasmagoría viva.
Enfatizar: el
tiempo de trabajo ha desaparecido 02
El tiempo pretérito
ha transcurrido en el pasado que ha muerto, frente al ahora que es el tiempo
presente de la vida, en cada persona, el que lo revitaliza y continúa sus obras
según sus actuaciones presentes; sin embargo, Marx, en lugar de mirar
directamente ese proceso juega a que el tiempo no murió, sino que se preservó en sangre del sistema.
El argumento es romántico al extremo: la vida pervive en la roca y la nube, en
este caso, en el bolillo y en todas las pequeñas mercaderías del “mundo de la
mercancía”, convertida en la sangre del sistema. En unos pocos pasajes, Marx
sabe que esto sería una tremenda burrada, así, la crítica al fetichismo de la
mercancía debería aplicar a toda la construcción del “sistema de valor-trabajo”
perviviendo, pero esa elegante crítica la deja al principio, para olvidarla. El
propio Marx sabía desde sus Manuscritos económico-filosóficos de 1844
que la enajenación es entre personas, pero se ilusionan mediante los objetos y
los manejan como elementos de poder entre las personas. Algunos vimos una
esquizofrenia entre el Marx joven y el maduro, pero hay una completa operación
de contrabando. Hacia 1843 el propio joven Marx veía en la teoría del
valor-trabajo un sinsentido que mistificaba el análisis, pero luego descubre
una utilidad sorprendente: utiliza el Valor-Trabajo de manera mistificada. En
lugar, de asumir materialistamente que el tiempo fenece en el producto y
que su empleo es una medida aproximada, juega la carta falsa a que sí el tiempo
se ha conservado completamente en el producto y únicamente morirá ese tiempo (TTSN)
hasta que se consuma el producto.
¿Cómo dice
Marx que resuelve esta contradicción? Sustancia del trabajo abstracto
Por lo demás Marx
es cuidadoso y talentoso: planteando la doble naturaleza del trabajo, donde el
economista-filósofo afirma que en todo trabajo simultáneamente hay una doble
naturaleza: trabajo concreto y trabajo abstracto. Se define así, el trabajo
concreto, como el trabajo específico, cualitativo, realizado en una
forma particular para crear un valor de uso (la utilidad concreta de la
mercancía). Véase la cadena de realidad porque aquí aparece el trabajo:
cualitativo, concreto, específico, creando el cuerpo de cada mercancía o
servicio. Mientras el trabajo abstracto, lo define como trabajo general,
cuantitativo, independiente de su forma concreta, como gasto de fuerza de
trabajo humana en abstracto. Este trabajo abstracto no genera ni un átomo de
operación física, únicamente corresponde al tiempo transcurrido y, para más
enredo (birlibirloque), no el del cronómetro físico sino de un cronómetro
fantástico, llamado “Tiempo de Trabajos Socialmente Necesario” (TTSN). El
trabajo abstracto es desde donde fluye la “sustancia de valor” de las
mercancías, las cuales quedan impregnadas de modo permanente con esa sustancia.
Este término “sustancia” lo emplea Marx en un sentido
muy técnico filosófico, donde substancia es lo que se sostiene en sí y para sí,
formando una especie de absoluto. Al surgir del trabajo, el valor-trabajo posee
una vitalidad peculiar, formando lo que los analistas románticos llamaban la
sangre de un sistema, ese fluido que mantiene latiendo a la criatura. En este
caso, la sustancia del valor-trabajo mantiene vital a la economía social
completa. ¿Se hace ya evidente que este
giro de Marx es una magna metáfora romántica y no un análisis materialista
riguroso?
Resulta interesante, comparar este argumento de Marx donde
la única sustancia es el valor trabajo, con la idea lógica de Spinoza, donde la
única sustancia (lo que es en sí y se concibe por sí; única, infinita,
necesaria y causa de sí o causa sui) resultará ser Dios. Por lo anterior,
Spinoza es panteísta, porque Dios es la sustancia y resulta que lo único
evidente que persiste y pervive por sí, es la Naturaleza. De manera paralela,
siendo el trabajo directo la fuente de la Sustancia (Valor-Trabajo) el trabajador
directo, entonces es la Divinidad oprimida en su sistema, pues el proletariado
desencadenado, obrará la magia de redimir al sistema.
Crítica a la ilusión… de la dualidad al tiempo es morir 01
Falta hacer la crítica puntual… ¿Existe un trabajo abstracto
que entrega todo su tiempo, pero no modifica en sí ni un átomo de la mercancía?
Visto así se revela como una fuente quimérica. Visto con calma se trata de una
operación mental para dividir un acontecimiento real y forzoso: el panadero
trabaja su jornada, que da como resultado los panecillos. Separar el cronómetro
del día es tan astuto como contar las calorías implicadas en el proceso, es un
buen parámetro y unidad de medida para muchas cuestiones interesantes, pero eso
no convierte a que precisamente el tiempo sea una sustancia metafísica… a menos
que (Eureka) existe una concepción romántica y trágica del tiempo: es el goteo de la vida misma que nos
lleva hacia la tumba.
Esta cualidad romántica del trabajo como donación de vida es
filosóficamente muy importante y posee mucho sentido. Lo importante es hacerlo
explícito, sin embargo, Marx sin darle su papel filosófico desde donde lo
retoma, lo convierte en una especie de flujo perpetuo, para-científico.
Sin embargo, ese transcurrir hacia la tumba vista como el reloj de arena perpetuo
transcurre, ya sea trabajando o no haciéndolo. El ocioso también está
cavando su tumba. En este caso, no importa si el patrón del panadero está
durmiendo la siesta en una oficina o el ingeniero que hizo el horno panadero
anda de vacaciones. El patrón, el panadero y el ingeniero están gastando su
vida con un tiempo irreversible en la misma cantidad de horas que tarda la
fabricación del pan. Para Marx, el drama universal humano de la mortalidad se convierte en un
asunto exclusivo que pesa en el proletariado, como quien fuera el mesías
cargando la cruz hacia el Gólgota. Entonces, el proletariado para el marxista
se volvió el mesías oprimido que en cada gota de sudor entrega su vida, dando
la sangre del sistema, que vivifica a todos en la producción. Es una
romantización extrema del proceso productivo, que ha servido para tremendos
fines políticos. ¿Lo armó Marx con intención sesgada? Lo más probable es que
para él haya sido un descubrimiento deslumbrante y su interpretación (errónea)
es honesta. Las luchas obreras
y sociales hervían al rojo vivo en mitad del siglo XIX, él se apasionó
con las insurrecciones proletarias en Europa, se encandiló con el heroísmo de
la Liga de los Justo y les propuso que cambiaran su nombre a Comunistas,
mientras él les elaboraba en 1848 un Manifiesto Comunista que diera
coherencia y voz eterna a sus luchas.
Crítica a la ilusión… no cronómetro sino tiempo de trabajo
socialmente necesario 02
Buscando rigor y, también, enmascarando su mistificación
conceptual, Marx no asume que el tiempo directo de cada trabajador está
plasmada en horas directas de valor, sino que asume un complejo sistema de
equivalencia que llama el
tiempo de trabajo socialmente necesario. Esta operación mental es
indispensable para el rigor, porque es evidente que el trabajador muy
improductivo no mete el mismo valor que el productivo, pues los bolillos en una
misma plaza valdrán lo mismo (o más o menos). La producción más costosa o más
lenta será castigada, por lo que el mecanismo de mercado, de alguna manera,
hará los promedios. Esta gran discusión de cómo operan los mercados y la
competencia Marx la convierte en su fórmula del tiempo de trabajo socialmente
necesario, que sería lo que aporta cada trabajador con capacidad promedio en
condiciones técnico laborales promedio.
Esta formulación debería abrir la compuerta a problemas
político-existenciales, porque el trabajador no aporta sus horas personales,
digamos sus ocho horas amasando y horneando, sino un valor promedio que depende
de los demás establecimientos productivos, etc. Ahora bien ¿hay en Marx una
medida real (y subrayo real) del tiempo de trabajo socialmente necesario en sus
trabajos económicos? ¿Algo así como un cálculo científico de cuánto tiempo
promedio se emplea en la producción de cualquier mercancía particular, para
señalar que hay algo como “3.1416” unidades de minutos transcurridos que se
condensan en un bolillo? La respuesta es contundente: Marx jamás logró un
estudio real del TTSN de las mercancías para verificar que su hipótesis de
valor-trabajo era realista y, hizo algo más sencillo: supuso que los precios
reales de los ejemplos que se estudiaban eran un auténtico TTSN. Esto significa
que Marx toma las monedas menudas que cuesta la mercancía bolillo y las coloca
como si fueran valor-trabajo, y lo mismo para todas las mercancías. Esto
significa que emplea la pintura de la sustancia valor-trabajo sobre miles de
páginas de El capital, pero
no hay ninguna indagación que permitiera conectar realmente ese TTSN con el
costo en dinero. En otras palabras, simplemente pinta todo su argumento
de valor-trabajo como hipótesis, pero dando por sentado que sí se cumple como
realidad.
El problema con el procedimiento de Marx no es que sea
inviable emplear el tiempo de trabajo como una unidad de medida referente
(limitada), sino que él la ha convertido en una metafísica: sustancia de
vida, que además cumplirá funciones político-metafísicas, de garantizar la
condena moral contra todo capital y ofrecer un futuro luminoso al mesías
proletario del porvenir comunista.
Parecería un análisis económico muy normal, pero…
Simultáneamente, a esta metafísica del valor-trabajo y otras
maravillas ocultas, Marx dedicó a miles de páginas al análisis económico
concreto y no pareciera estar dedicado a la metafísica, sino a un “análisis
científico”. La operación de Marx al respecto es bastante sencilla, porque
establecida la teoría del valor-trabajo como sustancia del sistema la tiende a
desaparecer, para aplicarse en operaciones que también existen en la simple
contabilidad de cualquier empresa. Repito, a lo largo de miles de páginas, Marx
persigue cómo aparecen operaciones económicas normales: venta de mercancías,
aplicación de materias primas, instalación de máquinas, ventas al mayoreo y
menudeo, reglamentos fabriles, formas de pagar salarios, actos de venta
diferida, almacenamientos y una lista que actos que se multiplican casi al
infinito. De hecho, Marx intentaba retratar la totalidad de la economía
capitalista, inclusive sus ramas, y operaciones secundarias. Parece un análisis
económico simple, el secreto
es que la operación en dinero ya se ha equivalido a operación en
valor-trabajo. Y el centro de todo está en el tema de la
explotación.
Cualquier empresa para terminar viva debe, al menos, pagar
sus gastos y obtener una ganancia. Eso cualquiera lo mira y hay muchos
“secretos” en esa operación, pero todos los economistas y contadores lo han
abordado. ¿Qué diferencia aportó Marx al abordar la relación capital-trabajo?
Que lo hace para demostrar algo que está en su esquema desde el principio: que
todo es explotación, de principio a fin, y que esa explotación es el corazón
del sistema. El objetivo
explícito de Marx es enraizar la indignación moral en la piedra granítica de
la ciencia. Ya vimos, que cometió un error, al inventar un fluido
inexistente, para gobernar al sistema. Luego lo que hará es emplear ese fluido
para conectar cada parte del sistema. El capitalismo es un sistema de
mercancías, con millones de actos de compraventa a cada instante. La empresa en
un mecanismo que opera sobre el mercado, pero a Marx le interesa bajos sus
propios términos, por lo que su operatividad le interesa pintarla en sus
términos de valor-trabajo en la clave de inventar una plusvalía forzosa.
Para Marx su “¡Eureka!” fue la plusvalía, para que el sistema además de
vivificado en valor-trabajo, además está oscurecido por un flujo perpetuo de
explotación, ya que toda empresa genera plusvalía extraída de trabajo
abstracto.
La pintura del valor-trabajo aplicada
Esta pintura del valor-trabajo sobre el análisis económico
permite una primera operación: deja que los análisis empíricos permanezcan, tal
como ya sucedía en Adam Smith y David Ricardo, quienes también emplearon su
propia teoría de valor. En ese sentido, esta teoría no violenta el material
económico y por eso gran la obra de Marx permanece dentro de la “literatura
científica” de la economía. Sin embargo, sucede una segunda operación, cuando
se asume que en el proceso empresarial capitalista, opera una “sustancia” de
las características mencionadas. Mientras los otros economistas aplicaban una
noción de valor, buscando una medida de valores y marcos de referencias de
procesos, por su parte Marx lo que está dibujando es la generación perpetua de
su concepto clave, que es la plusvalía entendida como explotación forzosa de la
fuerza de trabajo. Mientras Smith o Ricardo señalan cómo funcionan los mercados
y las empresas en sus operaciones, la intención de Marx no se refiere a lo que
funciona en el proceso real, sino a revelar que todo el tiempo el sistema
implica explotación del trabajador. Y esto no es un concepto de que el obrero
gana poco o se le reparte poco de las ganancias. El tema es que, para la teoría
forjada por Marx, aunque el obrero gane como príncipe, con altos salarios y
prestaciones de lo más variadas que le proporcionen bienestar de largo plazo,
junto con su familiar… ese conjunto no importa, pues siempre hay una explotación de plusvalía,
sin importar lo mucho que obtenga el obrero.
En la plática intuitiva por explotación se piensa como mala
remuneración de una parte, mientras el patrón gana muchísimo. La explicación de
Marx no es la intuitiva, para él la explotación está en su definición misma. Marx considera que el 100% de la
riqueza la aporta la actividad del obrero y que el capitalista (y otros
administradores) no aporta nada. Es obvio que Marx omite que una empresa no se
formó espontáneamente, sino que se estructura por una operación del dueño y los
directores, que reúnen todos los factores para hacerlos productivos, luego
vender y mantener una administración suficiente, para ganar. Marx finge que las
grandes industrias se forman como solitas y que basta el sudor obrero reunido
para hacer el sistema productivo. Por ejemplo, Microsoft en 2025 cuenta con
unos 228,000 empleados y Marx mantiene su hipótesis que el 100% del valor de
empresa se ha creado autónomamente por sus obreros, sin importar su dirección
capitalista. La realidad es muy distinta, pues la creación de valor (el
conjunto de flujo de riqueza) no
es separable en sus partes, es el conjunto de la empresa que crea esos
ingresos.
Quien se pone los anteojos del valor-trabajo unido a la
teoría marxista de la explotación, entonces mirará la historia del capitalismo
como una larga expropiación de los productores materiales, como si una figura
parásita estuviera siempre robando la sangre del sistema económico.
Conversión del
Valor-trabajo en Personaje activo y Protagonista
Al momento, no ha
quedado tan claro cómo es que el Valor-Trabajo en Marx se convierte en una
metafísica muy completa y compleja, pero terminará por ser completamente claro.
Sin embargo, así funciona toda la explicación de El capital. Y,
adelantando el argumento de Marx, la Unidad de Medida (horas trabajadas) se
transforma en el Sujeto automático, pues el Capital mismo es
Valorización-del-Valor. En principio, esto último suena abstracto, pero
intentemos contrastar entre una empresa real con patrón y obreros, y el perfil
metafísico que adquiere bajo la teoría de Marx.
Cualquier empresa
contrata empleados y busca un nivel suficiente de beneficio, para pagar todos
sus gastos y obtener un extra. Con una ganancia cero, pero cubriendo todos sus
gastos, la empresa subsiste sin crecer ni satisfacer a su propietario. A partir
de la ganancia es que Marx observa que se trata de una empresa capitalista.
Visto en la retrospectiva del largo plazo, sabemos que prácticamente todas las
empresas tienen un ciclo de vida, pero para Marx eso no tiene sentido, pues hay
una sustancia en este proceso y es el valor, que al pasar del obrero al patrón
genera una metamorfosis, surgiendo el valor auto-valorizado. Para Marx eso es
propiamente el capital: una relación social de explotación, donde el valor se
autovaloriza creciendo, de tal manera que opera como un ente de corte inmortal,
es una personificación, no una persona. En este nivel, la relación social
funciona como una especie de
espíritu maléfico encarnado, un Mumra el Inmortal, villano de
caricatura. Para Marx, ese capital está especializado en extraer esa fuerza
vital que se destila en el tiempo de trabajo y quedarse con una parte. Esa es
la conversión de la relación capital-trabajo bajo Marx, una especie de
parasitismo, y en eso es bastante explícito.
Cuando comenzó su
análisis económico, Marx reconoció que el capital era parte activa en el
desarrollo de una productividad e industrialización jamás vista en la
historia, por tanto, había una misión positiva en el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas.
Sin embargo, tiene la impresión que la empresa material se vuelve un ente
autónomo, donde el capital termina aportando poco que no sea una presión
explotadora, por la sed de ganancias. De ahí surge la ilusión marxista de
que como el capital es parasitario sería lindo despojarlos de las empresas,
las cuales seguirían funcionando mejor, sin esos tábanos que están molestando
por obtener más sangre. Resultó que esa afirmación era ilusoria y no existe
algo así como un funcionamiento del “jinete sin cabeza”, en especial, porque los intentos de
expropiación general (URSS, China roja, Cuba, etc.) lo que crean es otro
sistema económico, con otros problemas de centralismo y opacidad, que no
abordaré aquí.
Valor de la
fuerza de trabajo
Estima Marx que
el valor de la fuerza de trabajo es el conjunto de alimentos, techo, etc. para
el obrero y su familia, marcada según la costumbre de un periodo determinado.
En ese sentido, inferior a la que aporta el obrero empleado en la industria. Para
él la diferencia entre el costo de la fuerza de trabajo y su utilización en la
jornada laboral es el secreto completo de la explotación, entendida como una
diferencia cuantitativa entre lo que se paga por una masa de trabajo vivo y lo
que recibe el capitalista por la venta total de la masa de lo producido. Para
el sistema de Marx no importa el nivel salarial ni la retribución total, sino
que siempre hay una parte de valor que se quedará en manos del capitalista, que
llamará plusvalía en lugar de ganancia, como un término más técnico en base a
su sistema conceptual de valor-trabajo.
Sucede algo
único: el unicornio blanco del capitalismo
Lo anterior implica que para Marx deja de interesar el nivel
de vida del asalariado, para interesarse únicamente en esa diferencia, que
llama plusvalor y que para él es explotación. En el mundo, real se concibe como
explotación al salario mísero y las condiciones laborales pésimas; sin embargo,
eso estaba desapareciendo ante la mirada de Marx, pues la revolución industrial
inglesa permitió una elevación masiva y espectacular de las condiciones de vida
del proletariado inglés. Por
primera vez en la HISTORIA DE LA HUMANIDAD, con la revolución
tecnológica bajo el sistema capitalista, surgiría una masiva Riqueza de las
Naciones que va a repartirse en todo el sistema económico, permitiendo una
rápida, real y permanente elevación del nivel de vida proletario. Para el
sistema mental de Marx esta elevación rápida y sin posibilidad de una vuelta
hacia atrás del nivel de vida de los proletarios en el capitalismo, no era una
buena noticia, sino un aumento de la explotación.
El efecto del desarrollo masivo de la productividad es un
resultado inesperado del capitalismo, en el sentido que ningún capitalista
individual planeó ese efecto masivo y transformador en toda la producción.
Sucede ese progreso como un “efecto emergente” en el conjunto. El propio Marx
observa con claridad que la
industria capitalista está revolucionando el mundo y trayendo una época nueva
de ciencia y tecnología aplicadas, unos torrentes de riqueza accesibles
hacia todas las clases. Esto lo observa tan temprano como en el Manifiesto
comunista de 1848 y también en apuntes anteriores, como en La ideología
alemana. Sin embargo, no le agrada y tiene la esperanza que la miseria
masiva se mantenga inalterada, propiciando un salto cualitativo de la historia,
en un efecto resorte, de negación de la negación, para alcanzar una sociedad
superior y muy humana, que él llama (siguiendo costumbres políticas de su
época) socialista y comunista (la segunda sería la etapa superior).
Ceguera de Marx y rechazo ante la mejora real del nivel
de vida proletario
¿Por qué Marx a la elevación espectacular y sistemática del
nivel de ingresos del proletariado la considera un aumento de la explotación?
Porque Marx ha elaborado su paradigma de sistema económico en base a una conversión de una forma de medición
(la ley del valor trabajo) en una metafísica filosófico-política (el valor como sangre absoluta del sistema,
siendo expropiado en su totalidad por el capital individual). Cualquier
pensador normal que vea una revolución material de la producción sacando a las
masas de la más abyecta miseria, hacia un nivel de vida suficiente para esa
época, estaría saltando de gusto y gritando vivas por un futuro prometedor.
¿Cómo Marx refuerza su ceguera en este aspecto? Muchos
pensadores del siglo XIX europeo estaban radiantes de optimismo al mirar los
progresos materiales y se ocupaban de las reformas urgentes para la redención
de las clases menesterosas. Ese optimism se traslucía con Comte, Stewart Mill,
Proudhom, Spencer, Saint-Simon, etc. De hecho, Marx (y Engels al unísono) ataca
sistemáticamente a todos los que sacan conclusiones optimistas o esperanzadas
dentro del sistema capitalista (o incluso trascendiendo al sistema, como los
llamados utopistas), para reforzar su ilusión sobre un movimiento
revolucionario de efecto resorte: mientras peor sea, se llegará más directo
hacia el objetivo mejor. Los ataques contra los autores que ven esa redención
parcial del proletariado dentro de capitalismo son sistemáticos dentro de los
textos económicos, y El capital está saturado de esos ataques a los
autores optimistas (Mill, Say, etc), en general, considerándolos vulgares
apologistas del capitalismo, mientras respecta a los economistas clásicos como
Smith y Ricardo.
Una segunda operación mental de Marx es centrarse únicamente
en las miserias y abusos del capitalismo. Cuando masivamente la propia sociedad
inglesas del siglo XIX aporta y participa para frenar los abusos fabriles,
mediante leyes progresistas y las investigaciones fabriles con inspectores,
para Marx eso no es prueba de una mejor consistente y sin retorno, sino que le
parece que es comprobación total. Marx se comporta como quien pasea por la
morgue y exclama con ingenuidad “¡todos en la ciudad están ya muertos!” En los
últimos años de su vida, Marx mira retrospectivamente el avance de la condición
de vida de la clase obrera inglesa, por lo que se lamenta que en el país más
burgués, también el proletariado se ha aburguesado. En un Prólogo al primer
tomo de El capital en 1867, Marx exclama con irónica decepción: "Desde 1848-49, la clase obrera
inglesa ha ido mejorando física, moral e intelectualmente en una escala nunca
vista. Pero este progreso material ha tenido un precio: el obrero
inglés se ha aburguesado. El proletariado inglés se ha convertido en el más
burgués de todos los proletariados. En el país más burgués del mundo, el
proletariado se ha vuelto también burgués."
Esta misma línea de pensamiento, la sigue Engels, quien
vivió muchos años más que su amigo, para lamentarse de que ese aumento de nivel
de vida proletario se extendía por otros países de Europa. “La situación de la
clase obrera inglesa en 1844 era excepcional. [...] Ahora, el proletariado
inglés es el más aburguesado de todos los proletariados. Pero lo que en
Inglaterra era un fenómeno nacional se ha convertido en internacional. El
capital inglés ha exportado su monopolio industrial a otros países, y en la medida
en que estos se industrializan, su proletariado también comienza a aburguesarse. En Francia, en Alemania,
en Estados Unidos, ya se ve la misma tendencia: el trabajador privilegiado, el
'obrero respetable', que mira con desprecio al lumpenproletariado y se
alinea con la burguesía contra la revolución."
Al mirar el ambiente del final del siglo XIX, se notará que el radicalismo
social-comunista dio paso a una tendencia dominante en Europa occidental, que
creó una socialdemocracia de corte reformista, para ampliar las ventajas en la
condición de vida del proletariado europeo, la cual fue muy exitosa.
Notemos que los comentarios de Marx y Engels señalan un
rechazo a la mejora del nivel de vida del proletariado dentro del capitalismo,
ilusionados por un salto cualitativo hacia otro sistema, que fuera mejor en un
sentido radical.
Estado dictador
y patrón total
En retrospectiva,
Marx “ni se olió” que al desarrollar su hipótesis de una revolución proletaria
(tipo Comuna de París) el resultado lógico sería un régimen estatal despótico, aunque
resultaba peor al capitalista-patrón individual por ser un monopolio patronal-capital
totalitario. Fantaseó con
una “dictadura revolucionaria” del proletariado, sin sospechar que daba el
combustible para la dictadura roja (el patrón-capital unificado) sobre y contra
el proletariado. La dictadura roja resulta peor que la mala dictadura burguesa,
porque además ella misma se vuelve el patrón total. Los males parciales que sí
suceden en el capital individual (avaricioso, egoísta) se concentran y hasta
multiplican con el capital
único monopolizando un mal unificado, pues se pasa del individuo privado
con un poder limitado sobre su empleado proletarios hacia el colectivo patronal
con un poder ilimitada sobre todos los empleados proletarios.
Marx (en ecos de
Lenin, Mao…) fantaseó con que en el acto revolucionario los proletarios
dispersos recuperarían sus
propiedades robadas, tomarían en sus laboriosas manos las fábricas
dispersas y cooperarían virtuosamente entre todos para establecer una gestión
racional. Marx lo señaló claramente al señalar que el objetivo era “expropiar
al expropiador”,
entiéndase que, para él, resultaba que el capitalista estaba expropiando
diariamente a cada trabajador, por lo que el acto lógico de la historia,
traería una socialización
posterior del capital individual.
Ahora bien, el término “socialización” es amplio
y ambiguo, el hecho político de un Estado totalitario apoderándose de
todo medio de producción importante mediante violencia revolucionaria (Rusia
1917 en adelante y otros, el más conocido en América es Cuba después de 1960)
es una peculiar interpretación de “socialización”. El universal cobro de
impuestos a las empresas es una forma de socialización del capital individual,
las leyes que protegen al trabajador y al consumidor (universalmente aceptadas)
son otras tantas diferentes formas de socialización del capital individual, que
en su funcionamiento está atravesado por relaciones con el ambiente colectivo.
En la estricta realidad, todo
capital individual (por más autónomo y egoísta que sea) siempre está atravesado
por coordenadas sociales como el dinero, las leyes mercantiles, el mercado
mismo, etc. La radicalización de Marx del “expropiar a los
expropiadores” se volvió un juguete
rabioso en manos de políticos sin escrúpulos vestidos de
revolucionarios.
Vacuna ante la
enajenación cultural: despertar del Espíritu activo en sus 3 fases (y su 4
sustento), de tal manera levantar un movimiento de masas liberal-popular
post-populista
Marx se quedó
atorado ante el segundo capítulo de la Fenomenología del Espíritu, pues
no comprendió que la lucha por el reconocimiento tenía una ruta sólida de
formación, que unificara tanto el desafío valeroso ante la muerte (el señorío)
y el transformar la naturaleza (el trabajo) que materializa el espíritu (crea
cultura), formando una ética (estoicismo), que se sigue desplegando… sin
atorarse en las contradicciones. En lugar de unificar al amo, como Estado que
es la respuesta de Marx, se requiere de religar al esclavo, para que su
asociación implique el mutuo reconocimiento y la cultura permanente. Por tanto,
la política revolucionaria es en tres campos reales y manteniendo la aportación
de todo trabajo-consumo. Marx volvió al trabajo en sustancia trágica, un valor
para ser devorado por Cronos; pero neutralizó su valor Dionisíaco, pues siempre
está ese trabajo destinado a ser consumido (lento o rápido) o quedar
desperdiciado (enfoque vacío).
La tarea perpetua
es dignificar la inteligencia, el sentimiento y entregar la materia
(producción), en un flujo ordenado y perpetuo, que no excluya a ninguna
persona… pues el excluido es candidato a la muerte (Marx: ejército industrial
de reserva sobrante, destinado al matadero).
Fase de
reconocimiento-educación: El primer cimiento es despertar la consciencia,
mediante las bases de reconocimiento (humano, con humano, premiando al
bienhechor) y premiando la tarea educativa presente (en una cadena infinita).
Sin teoría del
valor en economía, es lo mismo
El estudio de la
economía se puede realizar sin utilizar para nada una teoría del valor, la cual
es un sistema de referencias, con valor teórico-filosófico-cultural, pero su
ausencia no invalida los estudios económicos. Hay importantes estudios a todos
los niveles que para nada emplean una visión de valor como medida y teoría
económica, incluso el propio Marx antes de 1844 rechazó la teoría del valor
como una construcción artificiosa,
para después abrazarla apasionadamente con los giros específicos que él mismo
le injertó. Arriba demostré porqué esa teoría del valor de Marx fracasa y hay
que agregar que prácticamente el
99% de los estudios marxistas jamás se ocupan de hacer un ajuste de
valor-trabajo en su análisis, sino que simplemente utilizan la
contabilidad capitalista en dinero y las cuentas nacionales capitalistas en
dinero, para pretender que están realizando un estudio basado en valor-trabajo,
cuando todo su estudio es simple transcripción de la realidad monetaria del
capitalismo. Es increíble lo fácil que basta pintar de “rojo Marx” un análisis
ordinario de la economía capitalista para declarar que hay explotación, cuando
una economía no está señalando algo específico e, incluso, lo que hay es un
crecimiento económico espectacular con aumento del salario obrero y mejora de
vida de todos los grupos en la economía de mercado. De hecho, en algún momento
el marxismo en crisis teórica en la mitad del siglo XX,
se refugió en “nuevos sujetos” para abordar a los países atrasados o
descolonizados, como si fueran la sustitución de la miseria masiva del
proletariado, como señala la elegante retórica de Franz Fanon en Los
condenados de la tierra o, con mayor fondo teórico, señala Marcuse, en El
hombre unidimensional y muchas otras obras, que ya no importa la miseria
material (desapareciendo de Europa y EUA) sino una enajenación de fondo. Se les
llamó neomarxistas por su cambio de enfoque, criticando otros problemas reales
y contemporáneos, pero fingiendo que representan la misma teoría de Marx sobre
la explotación al proletariado con potencial revolucionario.
Volver a la
teoría del valor: solo hay dos opciones
La resistencia de
los neomarxistas para abandonar la teoría del valor trabajo de Marx, poseía más
raíces políticas y afectivas que una motivación teórica, y para diferenciarse
de la corriente principal de los economistas que se adaptaban a las
expectativas optimistas del capitalismo. Los economistas más teóricos encontraron dos
opciones de teoría del valor: la teoría objetivista del valor-trabajo y una
teoría rival subjetivista del valor-consumo. Esta última encontró mucho agrado
entre los defensores del sistema capitalista, y también es una manera de
conectar la subjetividad con el proceso objetivo, pero arrastra una visión
filosófica antagónica. Mientras el valor-trabajo marxista vuelve al
proletariado un Cristo que entrega su sangre en cada segundo laborado, la
visión del valor-consumo vuelve al consumidor un curioso legislador que marca
la vida y muerte de las valuaciones de un deslizamiento, que va desde la
urgencia de la primera cucharada en el plato de sopa hasta la saciedad final en
la última cucharada de la sopa. La teoría del valor-consumo contiene una
curiosa ventaja (relativa) al estar ligada a un fino instrumental matemático
para calcular los rendimientos decrecientes, que se pueden graficar y estudiar
en las universidades.
Aunque la teoría
de valor-consumo en lado práctico se integra en la mercadotecnia y en
decisiones productivas sobre cuánta cantidad de un producto se puede vender al
consumidor, esto no se convierte en una operación clave de la economía.
Fuera de algunas
cuestiones técnicas interesantes, tampoco la teoría de valor-consumo o
subjetiva, es un requisito significativo para comprender la economía y hacer
análisis económicos, los cuales se hacen con los mismos parámetros de datos
normales de las empresas o de los agregados nacionales (PIB, encuestas de
producción, empleo, tipo de cambio). Sin embargo, ha sigo significativa porque
esta teoría del valor también encierra toda una concepción
filosófico-político-cultural, que se centra en la autonomía del individuo. Para
el valor-consumo no hay clases sociales productivas y un consumidor resulta
igual a otro. El más miserable se colmará mucho con el primer sorbo de la
cuchara con sopa y ya no deseará consumir más sopa después del último sorbo. De
manera idéntica se comportará el rico, aunque deguste la sopa más exquisita, la
primera cucharada importa mucho y después de la última ya no querrá ninguna
gota más de esa sopa, por más que se la sirvan en plato de oro y en el
restaurante más lujoso. En esta teoría el consumidor es una especie de rey efímero
que se satisface en el tiempo, las satisfacciones pasadas caen como hojas
muertas en el otoño, hasta que se alcanza un nirvana donde ya no se desea
consumir eso que se estaba degustando con avidez. Y esta teoría de valor-consumo ha sido muy
estimada porque sirve para adornar una hipótesis de los partidarios acérrimos
del capitalismo, cuando afirman que el mercado posee una tendencia al
equilibrio perfecto (Walras), la cual no voy a abordar aquí. Solamente haré
notar, que una teoría del equilibrio de mercados se puede elaborar con series
numéricas de dinero real y no requiere de una teoría del valor subjetivo ni
objetiva.
A veces los
economistas se sienten obligados a decidir entre teoría objetiva del valor
trabajo y otra teoría subjetiva del valor-consumo como quien debería optar por
el mal menor, aunque a la hora de hacer sus análisis de realidad particular o
coyuntura las guarden en el cajón. Ya señalé que los de afinidad marxista han
conservado la teoría del valor trabajo y en sus análisis concretos se imaginan
que la están aplicando, cuando denuncian que hay bajos salarios en los países
tercermundistas. En ese ejemplo y en sentido estricto, Gunder Frank en Teoría
de la dependencia (por ejemplo) no hace un análisis de valor-trabajo en el
subdesarrollo, sino un estudio de realidades empíricas de pobreza, donde
identifica malos salarios con las hipótesis del valor-trabajo sobre precio de
fuerza de trabajo distinto de su producción de ganancias. En realidad, es un estudio
empírico con datos en dinero, sin ningún amarre completo con el “valor
trabajo”. Unos pocos intentan atar los cabos y vincular datos económicos reales
con supuestos de valor trabajo,
sin que hayan aportado nada notable al análisis, porque el valor-trabajo es una
medida hiptética, no una cosa material demostrable.
En fin, reitero
hay dos opciones para una teoría de fondo tras la operación aparente para el
nivel del valor, o bien, utilizar, el valor-trabajo objetiva (Smith, Ricardo,
Marx, Robinson), o bien, el utilizar el valor subjetivo (Jevons, Menger,
Walras) ampliándolo al mecanismo de mercado (Marshall, Böhm-Bawerk).
Ante el dilema,
la mayoría de los prestigiados economistas prácticos se han desecho de ese
tramado teórico, y existen los cánones neo-clásicos, neo-keynesianos,
cuantitativos, etc. Entre la pastilla roja y azul de la Matrix, los estudios
concretos funcionan sin valor-trabajo y sin valor-consumo, aunque los afamados
economistas pinten de rojo-Marx o de azul-marginalista sus análisis. ¿La teoría
económica requiere de sutileza y grandes miras? Cierto que cualquier teoría
requiere de aportar descubrimiento, profundidad y amplios horizontes.
Hay una larga teoría
de valor trabajo no marxista o hasta anti-marxista
Sí la hay, de
hecho, Smith y Ricardo son grandes teóricos que incluyen el valor-trabajo en
sus sistemas, sin pintarlo con la incidencia trágica que le pone Marx. También
hay algunos neo-ricardianos que utilizaron el valor-trabajo de una manera más
como los viejos clásicos, que no asumen todo el sistema de Marx, al contrario,
lo cuestionan, como Sraffa (fundador del neoricardianismo), Joan Robinson,
Pasinetti, etc.
En todo lo
anterior, no he pretendido desarmar exhaustivamente a la teoría del
valor-trabajo, siendo que a su nivel es una interesante teoría de la medida
económica, que ha mostrado su utilidad en diversos autores. Lo que cuestiono de
fondo es la filosofía trágica
y el error metafísico de Marx, al dar una versión de valor-Cronos que
satura de una explotación maléfica a la visión del sistema completo, alentando
una visión fantasiosa de la Revolución comunista, como un resorte que invierte
las tendencias, y que por arte de magia, entregan a un Estado tiránico todos
los capitales, por esos mismo de caer en lo peor, abre las compuertas de la
redención proletaria, avanzando hacia un reino celestial en la tierra. El
establecer correlaciones
conceptuales entre el tiempo de trabajo y las productividades, así como las
dinámicas económicas, es un ejercicio de inteligencia y puede permitir
esclarecer hechos y tendencias. Pero es una teoría de la medida social que
conecta la producción con otros aspectos del ser social, lo cual también se ha
empleado correctamente, aunque sea como aproximación, para diversos fenómenos.
En ese sentido, la teoría del valor-trabajo no es un “perro muerto” ni un largo
desperdicio de ingenio, sino una manera de operar para integrar los factores de
la producción y el consumo. Hay muchos temas filosófico-político-culturales en
el fondo de las teorías económicas, y el valor trabajo en la manera de Adam
Smith, por ejemplo, sirve para elevar la importancia de lo que aporta el
trabajo vivo y la clave de su integración en la empresa y el mercado, con el
complejo arrastre. Muchas veces cuando se discute el sistema financiero en sí mismo, se olvida la producción
real-material, efectuadas por personas vivas todos los días, que están
interconectadas. La teoría del valor-trabajo sirve para que las teorías
financieras no escapen a la estratósfera, que no se recuerda la base real,
hasta que el sistema financiero se estrella contra el piso, como en la crisis de 2008 de las hipotecas
subprime, cuando se especuló sobre una ilusión de hipotecas,
desprendiéndose las finanzas de su base real de las operaciones en la base, en
este caso, las compra-ventas e hipotecas del sector inmobiliario, para atorarse
en las ilusiones de movimientos financieros puros de bonos crecientes.
Periódicamente, la inflación financiera se acomoda con la realidad de la
producción mediante crisis, devaluaciones, quiebras, etc. La teoría del valor
trabajo debería ser una dosis de realidad, pero con Marx se convirtió en un
elixir de fantasía, una dosis de veneno para potenciar la indignación social y
sus imaginaciones revolucionarias.
Reconvertir al
valor como integrante espléndido
Lo anterior, por
mucho que destroza el aspecto equivocado de Marx, no por ello desvanece los efectos vivificantes de la teoría
del valor-trabajo. Reconocer que todo bien y servicio producido proviene
de trabajo vivo, el cual revitaliza el acumulado de trabajos previos (los
medios de producción, el capital) da un enfoque vibrante al análisis económico,
y puede aplicarse sin traicionar la debida objetividad que requiere el estudio
del sistema económico o sus principales particularidades (empresa, sector
financiero, etc.). De hecho, el efecto multiplicador de trabajos claves intelectuales, científicos y técnicos
en el campo de la informática y la comunicación están en el corazón de
las revoluciones económicas del final del siglo XX al presente. Estamos en este
torbellino de transformaciones, que lo miramos vía las máquinas deslumbrantes
con la Inteligencia Artificial, pero atrás y por debajo está el cúmulo de
trabajo que crea y a los constados ese flujo de consumo impresionante.
La indignación
ante la explotación de Marx (y muchos otros) por más que sea un sentimiento
ético, no resulta una coartada suficiente para alterar el sistema de ideas,
para embarcarse en tentativas absurdas que intensifican el mal (la explotación
misma) y lo amplifican (la tiranía ampliada al Estado totalitario). Son una
serie de errores teóricos en cadena los que convierten la teoría del
valor-trabajo en una especie de veneno ideológico, hábilmente utilizado por los
seudo-marxistas prácticos, para justificar cualquier barbaridad cometida por un
Estado totalitario al que llamaban
Socialista-Comunista-Soviético-Revolucionario. Hay errores teóricos de origen
en Marx y la ambición desmedida de poder de los sucesores, que se
auto-engañaron y engañaron a las masas en una aplicación demagógica de los
lemas originales de Marx. El propio Marx carga con una gran responsabilidad al
haber sostenido la insensatez
de una Dictadura del Proletariado,
como si fuera un recurso válido, oprimir políticamente bajo un pretexto noble,
y luego está el enredo con la interpretación errónea del valor-trabajo expuesta
en El capital.
Fuera de esos
enredos, la referencia al trabajo y al consumo son importantes y válidas, por
eso hay espacio para incursiones en teorías de valor-trabajo y valor-consumo.
Los instrumentos matemáticos de marginalismo se han aplicado sin problemas de
fondo. En fin, lo que es más importante, es revisar el fondo filosófico que
yace bajo toda producción. Bajo la producción capitalista en la época de irrupción de la Inteligencia
Artificial (por señalar sólo la última moda) resulta todavía más
importante señalar el
trasfondo humano de producción y consumo para no extraviarse en
las imágenes engañosas, para obtener el concepto completo de la realidad,
estableciendo las estrategias adecuadas para su mejor operación.
La sangre
vital recorriendo el cuerpo económico
Mirar únicamente
al dinero como la parte refulgente de la economía ha arrastrado un largo
problema, que los casi incontables críticos del sistema han notado desde
diferentes perspectivas. El dinero
en sí mismo es únicamente una funcionalidad del sistema mercantil y su
brillo metálico es una de sus caras, que a veces deslumbra, pero también
muestra sus miserias. Sin embargo, el sistema de mercado ha sido capaz de
mostrar la cornucopia de la riqueza fluyendo en millones de formas distintas. Para
Marx ese flujo bondadoso de la cornucopia se limitaba a una faz material, que
llamó el valor de uso, las figuras concretas de las mercancías satisfaciendo
necesidades. El antecesor Adam Smith miró más allá de la apariencia y señaló la
unión entre esa plétora de mercaderías surgiendo con su fuente sistemática en
dotaciones portentosas de trabajo operando el sistema. Marx permaneció
obsesionado y crítico ante las miserias masivas (y artificiales) del ascenso
del capitalismo, fingiendo que no importaba que la maquinaria masiva de esa
economía generase una plétora de mercancías. El sistema capitalista estaba
naciendo y Marx ya (con anticipación desesperada) ya deseaba verlo morir. En su
vejez Marx sospechó que no vería a luz una auténtica revolución como se
imaginó. Si hubiera durado un par de siglos, habría dado opiniones muy
interesantes ante los engendros totalitarios levantados en su nombre, aunque esto
último es pura especulación.
Retomando: la
producción mundial de mercancías de todo tipo, monitoreadas como un PIB
acumulado, representa una efervescencia de producción jamás antes semejada por
todas las sociedades. Hacia el siglo XXI la milenaria batalla contra la pobreza
comienza a ser ganada de una manera clara, cuando las masas de China e India
salen de la pobreza extrema y algo semejante sucede en muchos otros países,
como menos población y resultados menos espectaculares. Sin embargo, con tales
resultados la mayoría de la población mundial escapa de la línea de la pobreza
y el PIB per cápita mundial está alrededor de 17,000 dólares anuales. El
incremento de riqueza realmente se dispara después de 1950, cuando estaba en 2,050
dólares. ¿Quién fue más profeta Adam Smith en 1776 señalando que había una ruta
para crear la riqueza de las naciones? Una ruta sencilla permitiendo que la
población desarrollara sus talleres y empresas de manera autónoma, aplicando
sencillos principios de división de trabajo y eficiencia, sin mayor intervención
del Estado, para que se desarrollara la inventiva y la creatividad. ¿O resultó
más profeta Marx? Señalando el final dramático del capitalismo mediante una
revolución proletaria que arrancara la propiedad privada de los capitalistas,
para cumplir una socialización que surgía desde la producción material, pero se
cumplía con una revolución proletaria. Sí hubo revoluciones populares y
proletarias en el siglo XX, pero los regímenes no semejan la promesa y las
acciones fueron burdas expropiaciones masivas que fortalecieron Estados
tiránicos, no rescataron los medios de producción para el proletariado, sino
que perpetuaron regímenes de trabajo asalariado sometido a un patrón, que
amplió sus funciones al ser el Estado unificado, bajo lemas marxistas, pero sin
ese contenido revolucionario ideal. Resultó mejor profeta Adam Smith, porque su profecía es más difusa
y sencilla: basta dejar obrar a los talleres y empresas para tener resultados
espectaculares en crecimiento de la riqueza. Bajo esa perspectiva de Smith, esa
vitalización difusa es un flujo de trabajo original que terminará en el
consumo, a la manera de una rueda virtuosa que lleva los satisfactores a todos
los rincones del sistema. ¿Por qué el sistema de mercado no se disgrega
sencillamente y todos tienen algo que ofrecer? Lo mínimo a ofrecer es la
capacidad de trabajo, lo mejor es ya ofrecer mercancías hechas, lo excelente es
ofrecer dinero o contar con propiedades (los rentistas de la tierra). Todos tendrían algo que ofrecer,
con las contadas excepciones de los marginales, incapaces de trabajar, que
quedarían a cargo de las familias, la beneficencia o del Estado. Y hasta los
desposeídos tienen algo que ofrecer porque el trabajo, pasando de la potencia
al acto, posee algo valioso que ofrecer, y su cualidad permanece en la
mercancía, de ahí la noción de valor-trabajo. A toda acción corresponde una reacción,
basándose en la misma física de Newton, el sistema de Smith ya señala que la
producción corresponde al consumo, el trabajo infinitamente dividido se conecta en el taller y el
mercado, que se vuelven tejidos infinitos.
El círculo milagroso entre producción-consumo
Cuando cada
mercadería y trabajo se conectan será porque ya poseen su sustancia común, su
origen de trabajo y su destino de consumo, el círculo milagroso está preparado de antemano.
Cada instante presente que se vuelca en un producto contiene el valor vital que
no se detiene hasta que sea consumido o se enfrente a la ciega destrucción del
olvido. Entre producción y realización
hay un abismo, pues lograr el resultado (producto) de un proceso productivo no
está garantizado antes de su realización, porque el trabajador pudiera morir de
infarto, romperse erróneamente la dura roca de mármol ante un golpe descuidado,
accidentarse la mano cuando no sujeta bien el cincel, zafarse el mango del
martillo desgastado… Una vez salvado ese abismo, entre la roca pulida y lista
para colocarse en la catedral, también
hay otros obstáculos: el comprador religioso se quedó sin dinero, los de
la religión contraria invadieron el valle, el perezoso constructor se descuidó
mientras levantaba la roca que cayó antes de ser colocada, etc. Puede haber mil
obstáculos entre producción y consumo, aunque para la teoría económica interese
en especial ese salto del mercado: el producto se queda sin comprar. En este ejemplo, imaginemos que
se anticipó un cantero más industrioso y colmó el mercado con un remate de
piedras más baratas, entonces todas las piedras para la catedral fueron
compradas a otro. El cantero que talló esa piedra, difícil y única, ya no
encuentra comprador. No vende, entonces no come, debe alquilarse en otro
trabajo y abandona esa cantera. Es el drama de la crisis económica: los
vendedores no encuentran compradores, se rompe el ciclo. Lo anterior se puede
mirar en un panorama y, lo usual, es mirarlo como un PIB que baja, pero hay
algo más. Las personas vivas como trabajador frustrado y como consumidor
enfocado, que luego cambian sus papeles: el cantero ya no tiene para consumir,
hasta que cambia de actividad, una donde sí llegan sus productos vía el
consumidor al mercado. Hay una tragedia y una comedia, tristeza y alegrías… cambio
de posiciones y algo que las unifique, por eso a los economistas clásicos les
agrada pensar en términos de
valor-trabajo, señalando el papel activo que no se pierde por completo.
Un tanto de desperdicio aquí y allá, pero se compensa con los éxitos, de ahí
tanto revuelo con la noción de una “mano invisible” del mercado, que por
tanteos ciegos y correcciones continuas logra que funcione el sistema. Se
pierden las jornadas gastadas en las piedras que ya no se comprarán, pero el
nuevo día trae su jornada y (dada una productividad media) se logrará producir
para restituir al obrero y su progenie. El error de cálculo individual se hace
evidente rápido y hay manera de corregir, en cambio, para el Estado el error de
cálculo es imposible de observar rápido (el tirano puede y prefiere bloquear
todo el sistema de comunicación que debería darle las alarmas, porque todos en
el país son sus empleados que le deben obediencia, y al tirano no le agradan
las malas noticias; así, que como todo se maquilla de buenas noticias, entonces
de los fracasos nadie se entera, hasta que se hunde el país entero en un
fracaso colosal). El error de cálculo es un gran drama, no hay manera de volver
el tiempo hacia atrás, pero los errores dispersos se castigan (fracaso en
ventas, cierre de negocios, despidos) y hay oportunidad de rectificar con
alguna rapidez, aunque no tanta velocidad como se esperaría en un mundo de
fantasía. Los ultra-defensores del mercado imaginan que la corrección podría
ser casi instantánea, el más ligero análisis señala que el mercado no es un
sabio perfecto. Como el humano es imperfecto, el mercado que es un ente emergente donde coincide la individualidad
y la colectividad, lo cual nunca debe presumir de perfección automática.
La pretensión de corregir al mercado, en actos adicionales a su mecanismo
espontáneo, también requiere análisis, intervenciones, rectificaciones,
impuestos, subvenciones, legislaciones, promociones, publicidad, seguridad, etc…
pero esas intervenciones
dentro del mercado no deben significar “matar a la gallina de los huevos
de oro”, como pretenden los fans del colectivismo a ultranza. Las políticas
económicas exitosas son el relato de las intervenciones afortunadas para sacar
adelante a la economía de mercado, según sucedió con la moda keynesiana
salvando al mercado mundial de la crisis de 1929.
Imperfección
de la acción humana es imperfección del mercado
Las acciones
humanas están sujetas a una condición de imperfección desde el punto de vista
de las consecuencias. Cuando se come la sopa que puse de ejemplo, puede ser que
la comida total de esa persona sea alta en carbohidratos y azúcares, con una
tremenda ausencia de nutrientes y esté enfermando a la persona. El puro instinto o racionalidad del
consumidor no
le garantiza sino una cadena de satisfacciones inmediatas que arruinen
su salud y lo mismo sucede con el productor (ya sea el trabajador inmediato y
el empresario capitalista). El impulso del trabajador es hacia trabajar menos y
con más facilidad, dejándose llevar con ocurrencias que pueden estar destrozando la productividad del
trabajo. Durante miles y miles de años, los cazadores se ocupaban de
bendecir sus armas y hacer rituales interesantes de cacería sin ocuparse con
eficiencia por mejorar sus técnicas de cazadores. Una vez que lograban
suficientes habilidades y técnicas para cazar lo suficiente para vivir no había
demasiados incentivos para desarrollar conocimientos técnicos que les
permitieran vivir mejor. El empresario del carbón del siglo XIX no se ocupaba
con seriedad de las condiciones de seguridad de sus propias minas, y cuando
mucho mandaban un canario, que mostrara que el gas escapado estaba matando, por
la simple lógica que no perder fuerza de trabajo. Estaban más allá de los
empresarios de la minería esa capacidad técnica para salvaguardar las minas de
carbón, para que no explotaran y enterraran vivos a sus obreros y sus ganancias.
Pero los ejemplos se pueden multiplicar al infinito, donde en muchos puntos el
empresario es incapaz de tener un proceso productivo que no sea dañino. En medio
de las limitaciones de la acción humana, resultó una maravilla que el proliferar
de la división del trabajo potenciara la productividad y los beneficios como ninguna
economía lo ha hecho jamás. ¿Qué es el mercado sino el proceso de intercambio
que surge desde la división del trabajo? Y la división del trabajo surge a
partir de las limitaciones de la acción humana, que muestran su contraparte
benéfica: cada persona y agrupación (taller, empresa, localidad) logra su máxima
eficiencia, eficacia y productividad haciendo una actividad especializada. Smith
mostró que la actividad especializada
potenciaba la productividad de una manera tan espectacular, que descubrió
que así sí se crearía La riqueza de las naciones, una idea que en miles
de años casi nunca se abordó con claridad, bloqueada por ciertas relaciones
sociales.
El controlador
del mercado es más difícil de controlar
El enorme
problema es que el gobernante y su aparato total (el Estado) que sería en
encargado oficial de arreglar la imperfección, está sujeto a las mismas imperfecciones
potenciales, pero multiplicadas. Las imperfecciones de la acción humana del
político que gobierna se potencian en razón de su jerarquía y, más todavía,
conforme logra una mayor concentración de poder. En eso radica un error clave
de Marx, que no se dio cuenta cabal que la gran tarea es controlar al controlador global, porque
la imperfección de la acción del político con facilidad supera a las infinitas pequeñas
imperfecciones de la acción humana. El éxito en controlar al controlador forma
democracias, que, por definición, casi siempre triunfaron en naciones pequeñas
y minoritarias. Las pequeñas democracias griegas derrotaron a los grandes
imperios asiáticos (persas) y africanos (egipcios); la pequeña democracia de
Roma se convirtió en un gigante devorando el Mediterráneo y más allá; las
pequeñas 13 colonias de Norteamérica, desde una humilde democracia radical, se
convirtieron en la potencia dominante, que sigue a la cabeza de la economía
mundial del siglo XXI. Sin embargo, las democracias pueden alimentar imperios,
como el filósofo Aristóteles instruyó a Alejandro Magno, que desde la minúscula
Macedonia conquistó los confines de su mundo conocido. Algo parecido sucede con
la Francia revolucionaria que da a luz a un Napoleón, conquistando toda Europa,
en una veloz carrera hacia el fracaso. El glamour de la monarquía inglesa
dificulta observar, que, para su ascenso mundial, abajo se estableció (desde el
siglo XVII) un sistema de democracia parlamentaria cobijado bajo la monarquía.
Las monarquías constitucionales representan un predominio de la democracia bajo
el manto monárquico. Por si fuera poco, muchos de los sistemas monárquicos han
cobijado bajo su estructura sistemas democráticos parciales, a manera de
agrupación de guerreros y/o de ricos, formas parciales.
Un problema con
Marx y los dilemas políticos desde el siglo XX (y que siguen) está basado en
que, bajo la realidad de la imperfección del mercado, las fallas se convierten
en el pretexto idóneo para encumbrar a políticos que venden la ilusión del control total (casi siempre
bajo marca marxista, aunque no únicamente) y la ejercen como poder brutal
contra sus poblaciones.
La totalidad sí
existe, de ahí la nación-república-reino y luego su gobernante-controlador
también existe
El tema filosófico
es que la totalidad sí existe, por tanto, la división del trabajo profundizada
conduce hacia un mercado, que en su perfeccionamiento forma un mercado mundial. El mercado mundial es
la totalidad de los productores del mundo entrelazados por lazos mercantiles. El
mercado mundial se alcanzó como hipótesis de realidad en el siglo XVI con el
viaje de circunnavegación, aunque era una aspiración de la práctica desde mucho
antes, con los grandes pueblos con magníficos mercaderes aventureros como los fenicios,
chinos, vikingos o venecianos.
El mercado es
indispensable para la existencia, en cuanto se define alguna división del
trabajo más allá del grupo minúsculo (la tribu familiar) que se podía
auto-gestionar en el amanecer de los tiempos. Y una vez establecida la
potencialidad del mercado, viene la lucha por su gestión y control. Desde los
más remotos tiempos los reyes y demás gobernantes descubrieron que incidiendo
sobre el mercado era como obtenían enormes recursos. Una de las primeras
maneras de incidir fue la acuñación de monedas, que fue una prerrogativa
principesca y también la primera fuente de alteración de la calidad del dinero.
Debido a que la
totalidad existe (en su conjunto o subniveles) es que hay un mando en la
gestión y para el conjunto del país o reino, surge la figura gestora, siendo la
más sencilla alguna aproximación al mando único (que suele tener algunas
delimitaciones, incluso baso la figura de reyes). De ahí el gobernante en su
nivel superior, que para lo que nos interesa, posee algunas facultades para
gestionar o hasta intentar el
control total del mercado, siendo la URSS el primer intento (fracasado
al extremo) de gestión total del mercado, supliéndolo con el Estado.
Fracaso de la gestión
estatal (mala, por cierto)
El mercado es la
expresión de una producción de división del trabajo y ésta no está
desapareciendo, ni existe ningún argumento (fuera de las fantasías de los
falansterios y algunas comunas utópicas) para su disolución. Las estatizaciones
o cooperativas (cualquier forma más o menos social) no desaparecen la división
del trabajo misma. El someter a un taller o empresa a un director que reporta a
un gobernante vuelve a esa unidad improductiva o irracional (con motivos
políticos antes que económicos), por lo que no desaparece la misma división del
trabajo, sino que se le coloca a un canal de conexión artificioso, que
provocará más problemas. En la URSS no desapareció la división del trabajo,
pues Lenin y Stalin se ocuparon de una industrialización a marchas forzadas,
que fue repetir los esquemas de la empresa capitalista, sometida a burócratas
que desconocían el arte de la productividad y arruinaron a país mientras halagaban
a su Jefe Supremo. De ahí, tras
cumplir todos los planes quinquenales de desarrollo, la URSS con el
territorio más enorme del planeta y recursos casi infinitos estaba exhausta y
en colapso económico, pues el mercado bajo (la apariencia) gestión estatal,
estaba dando pésimos resultados: estantes llenos de productos indeseables,
salarios sin productos que consumir, etc. Nótese que la gestión estatal monopólica aparenta éxito,
mediante un sistema de propaganda y de gestión de poder (lo mismo desde los
Faraones, Reyes, Emperadores, Dictadores y el Secretario General del Partido
Comunista) que simula lograr el máximo éxito, sin conexión con sus hechos
reales. Por eso, la gestión estatal monopólica cae estrepitosamente y sin previo
aviso.
El
neoliberalismo juega a la ilusión de un mercado perfecto
Las tendencias
neoliberales, confrontadas con el marxismo y hasta con la gestión liberal de la
economía, han intentado convencerse de que el mercado es casi perfecto, por lo
que debería reducirse la intervención estatal hasta un mínimo difícil de
imaginar. La idea de que “Cuanto más pequeño sea el gobierno,
mejor”, está en el fondo de este argumento. Hay
mucha razón en cuanto el Estado mismo es un problema y su descontrol es
más peligroso que un mercado descontrolado, no por ello resulta posible
desaparecer al Estado de un plumazo ni es tarea fácil el entregar los bienes públicos
a privados sin causar otros problemas (como las modalidades del capitalismo
mafioso al estilo de Putin o capitalismo de compadres corruptos que se derivó del
neoliberalismo aplicado a privatizaciones en países atrasados). Mientras el marxismo y sus variantes
populistas juegan a ampliar el Estado tanto como sea posible, los neoliberales
juegan a tener tan poco Estado como seas indispensable para que los grandes capitales
se muevan a sus anchas en el mercado.
Desmoronamiento
de la ilusión de libre comercio total con Tratados de Libre Comercio
Un mercado muy regulado, es bastante evidente
que funciona muy mal,
como lo demuestra la larga historia del socialismo-comunismo con sus
regulaciones fracasadas y la persecución contra los productores (trabajo
forzado, gulag, mercado negro). Incluso muchas gestiones Estatales del
capitalismo desarrollado se convierten en fracasos estrepitosos, de ahí la crisis
del neokeynesianismo. La intención de no regular nada del mercado con facilidad
crea desastres de seguridad, de calidad, de ecología, de cuellos de botella, de
fracasos de la competitividad nacional ante el extranjero, etc. El proyecto de los Tratados de Libre Comercio mundiales
está en un proceso de colapso generalizado en el presente, porque ese absoluto
libre comercio se convierte en una ilusión, basada en esa misma idea de un
mercado perfecto. Intentando resumir: el mercado es el mejor sistema económico
disponible, pero nunca es perfecto. La única manera de regular al mercado es
mediante el Estado, pero es todavía más imperfecto y los políticos son una
pesadilla, cuando tienen demasiado poder para imponer sus ocurrencias.
Quizá sea
evidente que la idea misma de libre comercio, si requiere de un Tratado entre
Estados para su existencia, posee bastante de ilusorio, como si la libertad
misma requiriese de mantener un contrato para garantizar la no-esclavitud. Lo
cual no significa que los Tratados de Libre Comercio sean tinta mojada o un
instrumento inútil, sino que están sujetos a luchas de poderes y a los tantos
factores que interfieren en el mercado.
El mercado
pervive y funciona
El Estado no
desaparecerá por antojos y, cuando intentan destruir al mercado, éste regresa
desde el subsuelo de la economía cada vez que se ha pretendido aniquilarlo. La
URSS desapareció su sistema político para volver a un mercado, bajo una de las
peores modalidades de capitalismo de mafiosos y Estado militarista, lo más
próximo al fascismo en el siglo XXI. El comunismo total de China se disolvió en
lo económico, generando un
capitalismo de mercado acelerado y competitivo, pero controlado por una
dictadura comunista (con sus islas de gestión democrática en la base, como
sucedía con los feudos y cuidades libres dentro del feudalismo). Los
fundamentalismos religiosos derivados del islam, se permiten cualquier
atrocidad sin preguntarse si hay mercado o no, lo que les importa es la
sumisión total de los ciudadanos a una religión de corte terrorista. Estos
ejemplos históricos recientes nos muestran que el mercado funciona muchísimo mejor que su ausencia,
sin embargo, la figura del Estado que lo gestiona sí importa, que puede oscilar
en tantas figuras, en la actualidad bajo las modas populistas de derecha e
izquierda.
Mejorías al mercado
desde buena la gestión pública
El mercado
funciona, aunque no he abordado el cómo funciona mejor. Revisando la historia
lejana y cercana, resulta bastante evidente que hay gobiernos con políticas económicas y obras facilitadoras
que han favorecido de manera enorme al mercado. Basta observar la
gestión del Estado inglés o norteamericano durante siglos. Hay muchas
actividades que las manos privadas no abordan de manera espontánea sin fuertes
empujes, concesiones o subsidios del Estados. En algunos periodos han sido los
sistemas de comunicación, que desde el añejo Correo (ahora tan rebasado) y los
medios de transporte: impulso estatal a los Ferrocarriles, las Carreteras (desde
la via Romana hasta el sistema de Freeways), los Puertos, los Aeropuertos, etc.
El sistema financiero exitoso también ha requerido la gestión de los Estados
desde la acuñación ordenada de la moneda (las Casas de Moneda del reino
Habsburgo o Borbón) y del dinero Fiduciario (los billetes) con sus gestiones
legales y la Banca Federal (la Reserva, el Banco Central, la Legislación sobre
el dinero). El desarrollo tecnológico es clave y también la reunión de talentos
en Universidades y Centros de Investigación ha recibido enormes subsidios del
Estado, o bien incentivos diversos (fiscales, beneficios) que han ayudado al
desarrollo de los mercados.
¿Por qué el
mercado es tan fuerte y débil a la vez?
El mercado ha
resistido ante los mayores imperios y frente a las tentativas más sistemáticas de
socialización (incluso las tentativas despiadadas de los experimentos soviéticos
sin reparar en el costo de millones de vida). El mercado es tan poderoso porque
es la expresión vital de la unión entre la actividad dispersa de todos los
seres productivos y sus organizaciones, coincidiendo con los miles de millones
de gestos de consumo, unificados precisamente en el proceso del mercado. La
dispersión de la humanidad productiva hace tan fuerte y vital esa vinculación
en el intercambio. El mercado
es fuerte como el aire que nos rodea y como el mar que en sus extensiones
jamás rebasa las orillas de la tierra. Y de la misma manera es débil para
empujarlo sin sentirlo como el aire o sacar impunemente baldes de agua de mar. Asimismo,
el mercado representa la
debilidad de la acción humana, bastan un solo factor en la operación
para dañar al mercado, por ejemplo: de tiempo, dinero, atmosférico, salarial,
de intereses, etc. Dice la leyenda que el magnífico rey Jerjes castigó a un río
mandándolo azotar por no comportarse como le convenía a sus tropas, de la misma
manera el Estado que golpea al mercado termina torpedeando la salud económica
de la nación que mantiene al mismo Estado.
Mejorías al
mercado desde la gestión individual y de pequeños grupos
Una ventaja
interesante del mercado es que está disponible a la acción y, ante su variedad
y extensión, cualquiera le puede meter mano, a menos que está muerto. De hecho,
existe una larguísima historia
de mejoras posibles al mercado desde muchas perspectivas. La larga
marcha de las organizaciones de filantropía y de beneficencia se
encargan de perfeccionar al mercado imperfecto, llevando recursos clave hacia
donde el mercado no los conduce automáticamente. Un amplio tropel de iniciativas
de asociación y cooperativismo han modificado el panorama, donde hay
fracasos y algunos éxitos de largo plazo, en especial, con las cooperativas de
consumo, que bajan precios y facilitan la vida a los consumidores de menos
recursos. El simple cambio de costumbres individuales de las personas
que deciden alejarse de los excesos del consumismo y enfocarse a compras de más
calidad, provocan cambios positivos. Las asociaciones de compradores
conscientes que se preocupan por abatir el trabajo infantil y la explotación
desmedida, también hacen cambios puntuales para mejorar el mercado. Las iniciativas
para obtener créditos baratos van surgiendo una y otra vez, mostrando
que es fácil mejorar condiciones inmediatas, evitando el costo excesivo del
crédito. Las intervenciones de autoayuda que enseñan a generar los propios
ahorros y esquivar las tentaciones de tarjetas de crédito excesivas, salvan de
la pobreza. Contar con seguro de gastos médicos y de jubilación
equilibra el mercado de muchas maneras positivas. Las participaciones universitarias
enfocadas a tecnologías que dan grandes beneficios a la población mejorar
el mercado. Las leyes laborales protectoras mejoran el mercado laboral. Promociones
desde las aulas para generar hogares económicos o dotaciones de agua potable en
zonas marginadas, mejora el mercado. Facilidades para el comercio internacional
mediante iniciativas de amistad entre países y ciudades. Patrocinios de grandes
reuniones de productores y consumidores, etc.
De hecho, existen
miles de maneras de mejorar el mercado, que constantemente están atravesando la
realidad de todos los países, y eso no proviene de la perfección absoluta del mercado,
sino de su debilidad y accesibilidad. Esa misma debilidad y penetración de iniciativas
en el mercado, permiten las iniciativas de perfeccionamiento. Lo anterior no
significa que los intentos de ayudar al mercado sean correctos y exitosos por
el mero hecho de suceder. Habrá que analizar si las intenciones siguen los procedimientos
correctos para lograr resultados. Por todo lo comentado arriba, lo que siempre
hay que evitar es matar a la gallina de los huevos de oro: matar al mercado es destrozar la
economía entera.
Marx, La guerra civil en Francia
y en Crítica del programa de Gotha dice “Entre la
sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la
transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período
político de transición cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura
revolucionaria del proletariado."