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martes, 30 de abril de 2024

POMPAS DE JABÓN Y CARICATURAS DEL CHANGO


 


Imagen: Detalle de una caricatura de Ernesto "el Chango" García Cabral, que retrata al político Querido Moheno.

Por Carlos Valdés Martín

 

Lo primero que intenté fue tomar con las manos una pompa de jabón y fracasé. Entonces era un niño que admiraba y agradaba tanto su sutileza y colorido, que con un soplo ligero se formara y que siguiera las ondulaciones de una brisa que venía desde el bosque. Mi padre estaba divertido, soplando y mirando las reacciones de su crío. Acompañados por una amiga silenciosa y tímida que aplaudía y reía. La facilidad con la cual un simple soplo crea un cuerpo esférico merece celebración y regocijo. La sonrisa del niño juguetón surgía en un afán por tomar las jabonaduras con la mano antes de que reventaran.

Desde épocas inmemoriales hay un gusto fascinante por la belleza fugaz. Encuentro testimonio de quienes deseaban conservar chispas para que no desaparecieran. Incluso se atribuye esa cualidad a Prometeo, el ladrón del fuego, castigado tan duramente por Zeus. Hay testimonio de quienes intentan atrapar el humo de varitas de incienso, en el momento que dibuja ondas elegantes empujada por un movimiento cadencioso.

Otra manera de divertirse con la sutileza está en los dientes de león, que al soplarse flotan con ligereza antes de convertirse en semillas fecundas. El poema de Antonio Machado celebra esta maravilla cuando dice: “yo amo los mundos sutiles, / ingrávidos y gentiles, / como pompas de jabón.”  Ahí, el rapsoda les canta más como un adulto intenso, en una edad de madurez nostálgica, anticipando caídas.

Hasta las libélulas y las luciérnagas han sido perseguidas por la gracia de sus reflejos. El propio Shakespeare inmortalizó a las graciosas libélulas, aunque en español las nombraban como “caballitos del diablo”, con una impropiedad pasmosa.

Después de una hora bajo el sol del mediodía viene la sed.

—Un refresco por favor —repiten a coro dos chicos.

Cerca del parque hay una tienda y junto a una galería con vitrinas grandes. En la galería se traslucen caricaturas de Ernesto García Cabral, apodado el Chango.

—A ese señor le dicen el Chango —dice mi madre, para animar hacia la entrada.

Las caras alargadas de las caricaturas causan hilaridad infantil:

—Están como una pompa de jabón grande.

El ingenio del artista de la plástica atraviesa el espectro entero de la sociedad mexicana, saltando entre las regiones populares hasta las élites gobernantes, ironiza las costumbres y los desplantes de los gobernantes. Tantos personajes pretenciosos como irrelevantes quedan reflejados en sus ingeniosas representaciones.

Sin la habilidad para retratar (en el medio que sea), los gestos se disuelven con la rapidez que se estallan las jabonaduras bajo el intenso sol.

 

 

 



domingo, 21 de abril de 2024

EL DIENTE DEL QUIJOTE

 



 

Por Carlos Valdés Martín

 

El rostro es la puerta del alma, pero sin sonrisa está extraviada. El Quijote, derrotado por una borregada, se lamenta de la pérdida de sus dientes y señala que debe estimarse más el diente que al diamante. ¿Lo dice el Quijote enloquecido o el que recobra la razón tras quedar abatido y apaleado?[1] Al parecer, esa opinión está en la luz ambigua, entre el reconocer la evidencia del cuerpo y continuar con el delirio caballeresco. Quizá no existe una respuesta exacta, aunque el autor en otra parte, se lamenta que él sufría por su mala dentadura, con piezas faltantes y molestias[2].

Para Deleuze y Guattari el rostro es desconcertante, por más que resulta tan intenso y deslumbrante, como el imán que atrae hacia su magnetismo. El rostro es la clave de la personificación y, mirando al pasado, dibuja el centro obsesivo de la conquista para la religión medieval. Estos filósofos utilizan un término para definir su cualidad, que llaman la “rostridad”, en el clímax de su tercer libro Mil mesetas[3]. El rostro de Cristo se multiplica en la oleada medieval y alrededor de tal acontecimiento estético-cultural los filósofos construyen una curiosa explicación, sobre un tipo de “máquina” que produce la “rostridad”. Esa multiplicación resulta de una producción, que reconduce hacia el uno, la unificación completa mediante una religiosidad obsesiva, que canaliza todas las tendencias, a manera de una neurosis colectiva. Por lo mismo, la rostridad no es un sujeto puro ni la subjetividad deseada, sino un dispositivo que reúne los estratos y los significantes, como cuando se atrapan peces en la red. Estos autores revelan la importancia del rostro en la construcción de la subjetividad, irradiando hacia los distintos niveles. Aquí únicamente nos detendremos en la boca y su gesto, en relación a los dientes.

Estimar más al diente que al diamante de inmediato nos invita a una reflexión sobre la riqueza, pero en el filo ambiguo entre lo indispensable: el alimento (el diente como símbolo del comer) y el lujo (el diamante como representación de la joya). En el “justo medio”[4], elegimos preguntarnos cómo se observa al diente, entonces emerge la sonrisa. La boca sin un diente frontal queda chimuela, lo cual apunta hacia una desgracia patente. La sonrisa chimuela invita a transitar desde el reír con alguien hasta el reír de alguien, por lo mismo, el emblema de la revista cómica Mad, fue un chimuelo sonriente.

Creemos que la sonrisa es un gesto genuino de alegría, aunque desconocemos si hubo pueblos que ignoraron ese gesto, los registros médicos indican que el feto intrauterino ya sonríe. Dada la lentitud con que creció el arte de la odontología, para los siglos anteriores una sonrisa impecable fue altamente valorada. “Comparables son tus dientes a un rebaño de blancas ovejas recién bañadas y trasquiladas. Todas ellas tienen su pareja; ningún espacio dejan vacío.”[5]

Lo que también sabemos es que hay maneras del sonreír han hecho historia en el arte y su interpretación. La sonrisa de la Gioconda[6] ha forjado una leyenda alrededor del talento de Da Vinci y sus claves misteriosas. Un retrato al óleo de Voltaire advirtió que la filosofía ilustrada es un saber sonriente. En ninguna de esas sonrisas icónicas hay carencia de dientes.

Hay bocas mezcladas con sonrisas extrañas, son bocas de jaguar sobre figuras pétreas de los olmecas de Mesoamérica. ¿Risa de felino? Encontramos que la iconografía de los olmecas estableció un criterio para señalar el predominio de un nuevo tipo de guerreros, llamados los “guerrero-jaguar”.[7] Los ídolos olmecas ostentan bocas extrañas, con indudable estilo de felinos, adornando las caras de guerreros y dirigentes de esas sociedades.

Aunque cuando llegaron los conquistadores españoles se admiraron por la calidad de la dentadura de los nativos, aunque los tratamientos dentales registrados indican que sí hubo caries. Los nobles entre los mayas usaron adornos de jade en sus dientes, mediante orificios y luego incrustaciones. No les ponían diamantes, sino piedra jade —para ellos la joya más valiosa.

En otro periodo, los ricos de occidente emplearon el oro para la reparación de sus dientes. En nuestros días, de modo excepcional, algún deportista y cantante excéntrico ha aplicado la ecuación del lujo, para agregar un diamante a su dentadura. Anoto que se aplican unos diamantes “baratos”, las llamadas circonitas, que son piedras artificiales.  

A estas alturas de los tiempos, la nobleza imaginaria de Don Quijote se podría preguntar: ¿Una sonrisa marcada con lujosas circonitas representa algo más que la excentricidad de un alma vacía?

 

 NOTAS:



[1] Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, capítulo XVIII, p. 67

[2] Prólogo a Novelas ejemplares, “la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros”.

[3] Culminación de la serie empezada por Deleuze y Guattari con El anti-Edipo, seguido por Capitalismo y esquizofrenia.

[4] Como Aristóteles, sin carencia ni exceso, se encuentra el sitio de la justicia, en Ética nicomáquea.

[5] Cantares 4:2.

[6] De la mano de Vasari, el talentoso intérprete del arte renacentista. Giorgio Vasari Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos.

[7] Alguna interpretación impropia los llama ídolos de “caballeros tigre”, que son usuales en varias regiones mesoamericanas.