Por Carlos Valdés Martín
La excelente novela de Scott Fitzgerald con sobrada
razón ha recibido tantos elogios y merecido versiones cinematográficas. El aplauso
de la posteridad dirigido a esta obra no es casualidad. La novela El gran Gratsby es una obra de fina
ingeniería literaria con bello estilo y estructura; con planos de acción empalmados
con otros de pasión; mediante tersas anécdotas guiando la trama atadas a una
evocación de mayor altura; simboliza el gran conjunto social y se enamora de
los detalles; utiliza símbolos y evocaciones con puntería; dibuja los
caracteres psicológicos de modo creíble; muestra la verdad paso a paso (el lado
increíble de los antecedentes de Gatsby) manteniendo en interés del lector sin
que decaiga; elabora personajes entrañables y edificados con elementos
contradictorios; su crítica social no es un moralismo simplista; la
adjetivación es afortunada; contiene frases inteligentes; el enredo en la trama
se muestra paso a paso al lector pero mantiene suficiente complicación para
sostener el interés; muestra un ambiente creíble en lo social y el cual enmarca
con soltura la acción. Bajo ese conjunto de aciertos, ofrecer algunas alabanzas
no cuesta ningún esfuerzo y quizá se descubran más tesoros escondido entre
tantos méritos.
Narraciones de amor y
pasiones secundarias
La trama principal es el amor romántico de Gatsby
por Daisy, enredado con las relaciones secundarias del matrimonio de Daisy y
Tom Buchanan, la aventura de Tom con Myrtle, el matrimonio de ésta con Wilson,
y enmarcados por la relación secundaria del protagonista Nick Carraway con
Jordan Baker. En este nivel, la pasión de Gatsby por Daisy es un romance
clásico bloqueado por una trama de impedimentos. En el fondo existe un amor
enorme que remarca el autor: el pasado cristalizó ese amor candoroso e inicial.
El amor juvenil de Gatsby ya ha desaparecido hundido bajo la separación y el
matrimonio de Daisy, de antemano está muerto y es imposible. Él personifica un héroe
necio que decide revivir ese amor y rescatar a su princesa soñada del
dragón-Tom, para eso reinventa su existencia y se coloca como un potentado de
la burguesía. La barrera del foso es también la diferencia de clases sociales,
pues Tom es rico de abolengo, mientras Gatsby es un arribista que utiliza la
corrupción del sistema (el alcohol es ilegal entonces y él es un candoroso capo
de la mafia alcoholera). Gatsby ha atravesado una especie de muerte social y
moral para reinventarse, pero no es el ave que cruzó sin mancha el pantano, por
eso su tentativa termina fracasada. Al inicio Daisy cae en el encanto de Gatsby
y la nostalgia por recuperar un amor romántico y puro, pero termina derrotada
por la sombra ominosa de Gatsby y el interés por conservar a su familia.
El marido Tom juega el papel de un villano, al tiempo
infiel y celoso por su esposa, funciona como un propietario privado sobre su consorte-cosa
bella; así, encarna un tipo de machismo vulgar rodeado y amparado por la
aureola del dinero. La situación de Myrtle marca el hedonismo de una chica
sencilla, que está aburrida de su existencia y desea al rico Tom. El marido
Wilson es la víctima propiciatoria de la ignorancia, redondeando el sacrificio
doble de los personajes proletarios ante la indiferencia de los ricos.
La superficialidad del personaje narrador en su
romance con Jordan es funcional por completo para no enturbiar la intensidad en
la trama principal. Un amorío intenso o problemático entre Nick y Jordan
causaría una complicación que opacaría lo importante, por tanto se mantiene
como una aventura siempre funcional, con un romance que surge y desaparece como
los bailarines comparsa ante los protagónicos.
Todas las muertes trágicas poseen un tono pasional
y, en gran medida, inconsciente. Daisy maneja veloz el auto amarillo y la
infortunada Myrtle se cruza esperando alcanzar a su amado Tom, entonces el
accidente semeja un “acto fallido” de la psicología. El posterior asesinato de
Gatsby sucede porque encubrió a la amada y de ahí un tono de sacrificio noble.
La mecánica de la tragedia desemboca en la venganza pasional del Wilson y su
suicidio bajo el acoso de la culpa. En ese sentido, la trama posee un aire de
tragedia antigua, con rápido desenlace mortal después de los “pecados”
cometidos.
Fascinación por la riqueza
y juicio fulminante
De modo simultáneo, la novela nos muestra la
fascinación de época sobre la riqueza y sus expresiones, con una evaluación de
esa “vanidad de vanidades” que resulta inútil conforme las pasiones
fundamentales del corazón se mantienen insatisfechas. El dinero fracasa ante el
amor y, además, ante el tiempo por la imposibilidad de volver el pasado, entonces
la riqueza es inútil contra una especie de destino. Si bien, la narración no se
entretiene en el tema del “destino”, es claro que la complicada trama de
casualidades refleja esa estructura que poseía el Destino en la tragedia
griega.
La riqueza parece funcionar en cuanto se integra en
la persona misma. El personaje de Daisy posee una identificación con el dinero,
su voz de sirena es también “voz de dinero” con una extraña metáfora. A manera de una aristocracia reciente pero
ufana de su posición, las familias adineradas se sienten superiores a los
demás; en ese sentido Tom Buchanan es clave en su interpretación altanera,
utilitaria y racista. Es interesante que Scott Fitzgerald critica al racismo de
Tom, casi prefigurando el nazismo, al proclamar una batalla
ante las razas no blancas. El personaje de Gatsby señala la movilidad del
dinero y cómo compra una imagen superior. La sociedad de los alrededores se
deslumbra con las fiestas en la mansión de Gatsby, pero manifiesta desconfianza. Ahí, surge la leyenda ambigua de su fama: ¿rico excéntrico o
heredero de algún desfalco? El rico misterioso genera un interés morboso por
descubrir su lado oscuro y antecedente corrupto. En ese sentido, la
presentación paso a paso de la biografía de Gatsby es excelente, pues muestra
una serie de dobleces que mantienen el interés y obligan a oscilar entre
el rechazo y la admiración por el personaje, hasta lograr el balance definitivo. Al
final, resulta un Romeo deshonesto por su pasión obsesiva.
El texto insinúa ampliamente un sustrato corrupto en
la sociedad entera, encarnado por la actividad del Gatsby y su turbio socio,
que ostenta un diente humano como una joya. La identidad entre el diente y la
joya dibuja todo un símbolo sobre la necrofilia social. Queda como un tema
secundario pero es un asunto importante el sostener que la sociedad se alimenta
de su ilegalidad y disimula su corrupción. Son los años de la prohibición del
alcohol cuando se publica esta novela, ahora su equivalente sería discutir el
narcotráfico.
Al mismo tiempo, ofrece la alegoría de una sociedad
muy oprimida a través de una región de cenizas, “una fantástica granja donde
las cenizas crecen como el trigo (…) siluetas de hombres grises que se mueven
apagadamente, desmoronándose a través de la polvorienta atmósfera”
El mismo narrador y los personajes menores, de una u
otra manera, están atrapados por el brillo de la riqueza. Dependen
económicamente o están interesados por mantenerse en su órbita, los asistentes
a las fiestas acuden por diversión y también por otro magnetismo proveniente
del fasto de ese espacio: la mansión festiva. Ante el dinero, representado de
tantas maneras el efecto es ambiguo, a veces es prometedor y también traicionero.
Se podría interpretar que la sociedad entera es decadente por su dependencia
por la riqueza o dejar una respuesta más abierta. Sin embargo, la triple muerte
trae un juicio fulminante y no deja espacio para más especulaciones; ante la
noche eterna el dinero es un equipaje estorboso. La mansión vacía en el sepelio
de Gatsby indica la vanidad de la riqueza, sin un corazón latiendo y alegre el
brillo dorado carece de sentido.
Arquitectura y objetos de
la modernidad
Es relevante la evaluación simbólica, emblemática y
emocional de las construcciones y objetos clave de la trama, como el automóvil
y el faro verde. La mansión de los Buchanan es un objeto descrito con maestría
y cobija a personajes, en especie de mímesis entre el residir y los ricos
habitantes. La describe como una
“alegre mansión georgiana” y por ejemplo, “La fachada rompía su serena
monotonía en una línea de balcones, abiertos de par en par, a la ardiente y
ventosa tarde, cuyos metales, al choque de los rayos solares, brillaban con
destellos de oro.” La
personalidad de la mansión corresponde a la alegre de Daisy, la brillante ama
de casa, cascabel de gozo y confidencias. Y las cortinas bailando, parecen
celebrar una fiesta privada para las residentes en un marco de festejo para
presentar a Daisy y Jordan.
Sobre la mansión de Gatsby no se ofrece con una
descripción contundente de un breve trazo, sino que se va presentando poco a
poco. Es el recinto de la fiestas de antología, el eje de los arribos
extravagantes de alimentos, autos y hasta hidroplanos. En distintos pasajes se
muestra su opulencia, que no es tanto propia del sitio, sino un ímpetu
prestado, pues la algarabía es también un escenario artificial para preparar el
encuentro de Gatsby y Daisy. La mansión cobra más significado al final, justo
cuando queda abandonada y para las honras fúnebres vacía, sin que acudan las
multitudes festivas; el contraste ahí es evidente por su uso alternativo de
celebración y funerario, donde se muestra la inutilidad de modo patético.
Otras arquitecturas también son interesantes,
tenemos el emblemático anuncio de un oculista sobre el único edificio sobre la
zona de la “granja de ceniza”, en ese aspecto, la amarga crítica sobre el
efecto de una fábrica nos recuerda de modo sutil la literatura de intención
socialista. Resulta importante el
espacio de un departamento en Nueva York donde arma su fiesta privada Tom con
la amante y comparte con amistades casuales, como Nick y visitantes. Es el
espacio de la pequeña fiesta de los humildes frente al boato de las fiestas
monumentales de Gatsby.
Entre los objetos de novedad y lujo ocupa un sitio
crucial el automóvil amarillo del accidente. Ahí se condensa el simbolismo de
la modernidad tecnológica con su velocidad y peligro. La movilidad también da
oportunidad para escapar, situación para confundirse e instrumento de muerte.
El tipo de vehículo es una señal de época, una marca que identifica a la
perfección cuándo están sucediendo las cosas: es el siglo de Ford y sus
competidores. El automóvil está rediseñando los panoramas urbanos y es signo
del estatus social, sin duda.
Por último, bastará mencionar al pequeño faro de luz
verde frente a la mansión Buchanan. Ese no es objeto de modernidad, sino un
artificio casi atemporal que pareciera no ser de utilidad sino un signo, más
para marcar la distancia entre Daisy y Gatsby, dándole color de esperanza a
quienes miren desde la otra orilla.
Eficacia de los dos enamorados
La novela depende de que, desde inicio, nos encandilemos
un poco de Daisy y, si no acontece una completa seducción, con esta Julieta
norteamericana, al menos quedemos deslumbrados con su lado positivo: alegre,
emotiva, dispuesta. Ella es una elegida de los dioses para mostrar lo excelsa
que es la existencia, la primavera se ha posado en ella y nunca la abandona.
Estas cualidades no implican acumular perfecciones y ella posee defectos
propios o ajenos. Está sometida a Tom y lo sufre, sin encontrar alternativa al
principio. Frente a su condición desgraciada de esposa engañada, derrocha
encanto y alegría, busca disfrutar de sus días y transmitir felicidad a quienes
la rodean. Aun así, ruega por una dosis mayor de estupidez para no reconocer su
desgracia, por eso desea que su hija sea tonta, para no sufrir: “lo mejor en
este mundo para una chica es ser bonita y tonta”.
El acercamiento al personaje Gatsby es pausado y
cauteloso. La presentación es cuidada y lo mantiene en la sombra y el misterio,
cuando lo empieza a presentar lo hace de modo indirecto mediante la mansión,
las fiestas y los rumores sobre él. El camino es indirecto y tortuoso, se van
dando los rasgos. Luego se superponen impresiones contradictorias y versiones
limitadas de su biografía. La primera versión posee bastante de mentira y se
mantiene el interés por develar la verdad. Las versiones iniciales son
suficientes para ganar la confianza del protagonista, pero a cada capítulo se
revela algo más, en el atractivo gradual de la escala, como indicó Descartes
cuando se nombró caballero de la “escala”.
A plenitud el personaje termina luchando por su amor
a brazo partido y parece que triunfará, pero mantiene una falla. En el “juicio
público” ante Tom termina derrotado por su origen de clase y la sombra de
negocios ilegales que le siguen. A final de cuentas, el destino se precipita y
los últimos rasgos terminan por dibujar a este personaje contradictorio, pero
redimido por su pasión sincera ante los ojos del narrador.
De modo antagónico, Daisy pierde algo de su brillo
al caer en la trampa de la situación y conformarse con escapar con Tom. En la
circunstancia queda una denuncia de egoísmo y cobardía, sin embargo, el
personaje nunca se anuncia como valiente sino como encantadora. En la situación
final huyendo con el marido, ya el encanto no importa.
La muerte le otorga una belleza trágica a Gatsby y un
halo de perdón. La presencia del padre dando el saludo final al hijo, tan
lejano y extraño frente al viejo, refuerza ese efecto de perdón que muestra el
narrador. ¿Qué debemos reclamar a los caídos? Nada queda por reclamar, pues como
personaje Gatsby cumple a cabalidad.
Efecto del narrador-personaje
El narrador es un testigo privilegiado, colocado a
la orilla de la narración pero tan cerca
(vecino de Gatsby, primo de Daisy, compañero de parranda de Tom,
asistente a las fiestas) que es convincente en todo momento. Es un narrador
participante con tendencia a ser “omnisciente”, pero sin serlo por completo… En
este relato no debe ser omnisciente por entero ya que la personalidad de Gatsby
es indispensable presentarla paso a paso, como un misterio descubierto por
capas. Otro aspecto importante es que el narrador sea confiable para el lector
y así nos parece Nick, quien siempre procura decir la verdad y ser honesto,
aunque esté envuelto entre las maquinaciones de los personajes y acepte
algunas, en especial, colabore para acercar a Gatsby con su prima. El resultado
es que el narrador se mantiene muy próximo al lector, sugiriéndole que vea y
sienta como uno más de los participantes en los eventos, lo cual logra con
efectividad, pues como lector sí te sientes involucrado en la narrativa.
Estilo emotivo y elegante
La novela posee una adecuada dosificación de
descripciones para lugares y eventos, junto con los diálogos y la acción. El
balance es interesante, siempre parece haber cosas que harán los personajes y
misterios que develarán, nunca queda la narración en el punto muerto donde
pierde eficacia.
Ya comentamos la descripción de sitios y la
complementamos con la descripción emocional de personajes y situaciones. Una
primera pieza clave es Daisy mezcla de encanto, belleza y dependencia (hacia
Tom y las circunstancias), esa típica unidad entre esplendor y fragilidad
otorgan un sentido pleno al personaje. Las cualidades descritas son físicas y
también subjetivas, como la importancia dada a su voz y plática: por eso la
llaman una sirena moderna. “La suya
pertenecía a aquella clase de voces cuyo tono es seguido atentamente por el
oído, como si cada palabra fuera una composición musical que jamás se volviese
a interpretar. Su rostro era triste y hermoso, lleno de encantos; brillantes
pupilas y una fresca y apasionada boca. En su voz latía una excitación que
difícilmente olvidaban los hombres que la habían amado: una cantarina
vibración…”
Como se observa la emociones y los rasgos se colocan con gracia y clara
descripción, nos indica el rasgo junto con el significado emotivo del rasgo.
El novelista utiliza ligeras exageraciones para dar
un toque más emotivo a sus pasajes, sin caer en la caricatura o saltar al
realismo fantástico. A veces ese exceso está en el comentario de un personaje, en
este caso Nick:
“—¿Me echan de menos? —preguntó radiante.
“—Toda la ciudad (se refiere a Chicago) está
desolada. Los coches llevan pintada de negro la rueda de recambio (entonces su
usaba en la parte exterior del vehículo), como si fuera una corona (de muertos),
y por las noches se oye un incesante gemido a lo largo de la orilla norte (la
ciudad de los vientos suele escuchar el murmullo del viento)…” Ahí termina la
pequeña exageración que sirve para contrastar entre la ciudad desconsolada y la
alegría irradiada por Daisy.
Otro rasgo de estilo, es un detalle de la
adjetivación cuando el texto aparea rasgos que no son idénticos y sirven para
definir con elegancia. En el ejemplo anterior el rostro de Daisy es “triste y
hermoso”, la boca es “fresca y apasionada”. La boca de Jordan es “irónica y
atractiva”. Al
cumplir treinta años, Nick piensa que “se extendía el portentoso y amenazador
camino de una nueva década”.
De modo constante se entrelazan las descripciones y
los diálogos variando el predominio sucesivo ente el aspecto hablado y
descriptivo. De modo preciso los diálogos se colocan en nudos de confrontación,
como la lucha entre Tom y Gatsby por la decisión de Daisy, de ese modo, las
confrontaciones son vivaces y con ritmo adecuado.
Personaje central, crítica
y gran perspectiva
Con mesura y de modo claro, el autor nos entrega una
dosis de crítica social y enfoque de perspectivas. Los problemas y sufrimientos
son de personajes singulares sin una aspiración hacia lo grandioso, pero la
obra los coloca para cuestionar la condición humana y el contexto del sueño
americano. Así, se cuestiona de modo claro cuáles son las posibilidades de
las personas en esa América de horizontes. El final es bastante
explícito a ese respecto y se pregunta sobre la ambición humana desde los
lejanos emigrantes, que miran por primera vez una tierra de promesa. También
llega a conclusiones muy críticas sobre la riqueza y la situación de los dueños
de la sociedad, a quienes considera que están pisando al prójimo sin darse
cuenta. El tema de la riqueza, además, mantiene un tono de sospecha, ya sea por su origen o
consecuencias.
Una pieza clave de la narración es la doble imposibilidad:
de salvar el pasado tal cual y la futilidad de saltar la barrera de clase
social. La vuelta al pasado
adquiere el tono de una exageración, pues el objetivo de Gatsby no sólo es
rescatar a la amada, sino borrar su periodo de abandono y restablecer su momento
perfecto: “—¿El pasado no puede volver?—gritó lleno de incredulidad— ¡Claro que
sí!” La diferencia entre la
nostalgia usual y esa extrema ingenuidad de quien pretende derrotar a Cronos,
es clave para anticipar la derrota de Gatsby, quien pretende algo que ningún
humano ha conseguido.
La barrera social felizmente salvada por el amor es el
argumento típico de la novela rosa, precisamente el tono rosa indica que sí es
posible saltar las barreras, mientras el dramático indica la inviabilidad. Bajo
esos supuestos se mantiene la centralidad del personaje Gatsby, quien es
reivindicado como el gran individuo en su fracaso. De modo sincero el
narrador-personaje expone que en su punto de vista final, Gatsby fue el mejor
de todos y su pasión lo salva del ocaso de la mediocridad. ¿Es convincente? Al
menos es necesario para la estructura de la novela, el personaje central está
en claroscuro pero siempre mantiene una vitalidad. ¿Se convierte en un modelo a
repetir? Eso es dudoso, pero ¿los nuevos ricos tras el canto de su sirena no
son nuevos Gatsbys? En ese sentido, aunque ofrece cierta perspectiva crítica,
también embona en una perspectiva encantada con su entorno y presente, existe
cierta oda a la América de los esplendores y decadencias.
Esa crítica no pretende ser grandilocuente y
simplemente saca conclusiones a partir de los hechos de la narración e, incluso,
queda seducida por la belleza de su ambiente. En ese sentido no es radical,
sino compadecida del destino particular de las personas en un contexto adverso
y enamorada de su farol verde siempre encendido en la lejanía romántica.
NOTAS: