sábado, 24 de marzo de 2018
VIENE EL LIBRO "LEVITACIÓN INMINENTE"
Ya viene el lanzamiento del libro "Levitación inminente" del autor Carlos Valdés Martín. El libro entrega una serie de relatos en ambientes que funden la estricta cotidianidad con la invención. Bajo las premisas de que “nada es más fantástico que un acontecimiento real, nada más real que una fantasía perseguida rigurosamente” estos cuentos exploran el ambiente de personajes arrinconados o con oportunidad de cambiar sus vidas.
Pronto estará accesible en Amazon y su red de distribución, para la adquisición en papel o medio electrónico.
domingo, 4 de marzo de 2018
RESUMEN DEL CAPÍTULO X DE LA REPÚBLICA DE PLATÓN
Por Carlos Valdés Martín
En
este capítulo final de La República,
Platón trata sobre la estética, el concepto de imitación y el arquetipo, la
recompensa de los justos y la inmortalidad del alma con lo que finaliza su obra. La parte final posee méritos imaginativos y descriptivos, que han deleitado a las generaciones de lectores. Ese modo de concluir genera un vínculo con otro tipo de mentalidades, como las preocupadas por la salvación del alma o las intrigadas por los mitos, que sirvió para que se observara con más detenimiento esta obra.
El arte como imitación es rechazado
Su
modo de abordar al arte resulta curioso porque el filósofo lo expulsa
de la ciudad ideal, tendencia en la cual queda prácticamente solitario
en la trayectoria de las utopías o de la filosofía. El motivo explícito proviene
de su división entre la parte material y el mundo de las ideas, recién
argumentado, donde están las ideas que también se han llamado arquetipos. El tema del Arquetipo recibe repetida atención de Borges: “pasaje
del décimo libro de La República, donde se nos dice que Dios crea el
Arquetipo de la mesa, el carpintero, un simulacro del arquetipo, y el pintor,
un simulacro del simulacro”.[1] El argumento de Platón llamado
de “la caverna”[2]
debiera habernos convencido que lo ideal posee una naturaleza superior y tan
luminosa que produce los objetos reales, que son sus sombras proyectadas.
Este capítulo arranca
considerando la apropiación presente en el arte, con el ejemplo de la
pintura, al señalar que es una mera imitación del modelo real, pero que
resulta muy versátil. Quien fabrica una mesa, debe crearla a partir de un
modelo ideal o quien domina una actividad convertirla en una realidad, en
cambio el pintor imitar con igual precisión una mesa, que a un carpintero
o múltiples escenas, cual si un espejo se girara en muchas direcciones.
Siguiendo
el argumento, Platón concluye que la imitación del pintor o el poeta en nada
aporta al alma; incluso la desprecia pues tal imitación satisface a los
sentidos y apela al lado inferior del alma, pero resulta un alimento de mala
calidad para el alma. Después radicalizando el razonamiento, Platón considera
que algunas manifestaciones de la poética son peores, pues corrompen y se
intoxica mediante emociones indebidas, como sucede con la representación
dramática[3], contra la cual argumenta
que “Sin embargo, no le hemos reprochado lo más grave a la
poesía. Porque también es apta para corromper a los hombres honestos”.[4]
Reforzando sus tesis, Platón arremete contra la comedia y critica la propensión
a la risa que promueve ese arte, “si admites a la Musa divertida, sea épica,
sea lírica, el placer y el dolor reinarán juntos en el Estado, en lugar de la
ley”[5].
Con
certeza su referencia a Homero,[6] —siendo tan admirado por
los todos los griegos— resulta llamativa y su rechazo tan tajante a cualquier
aportación debió ser estridente; mientras elogia a quienes hicieron
constituciones (sistemas de leyes) como Licurgo o a los generales que
condujeron batallas exitosas, aclara que los largos poemas homéricos que deleitan
alrededor de tan variados temas nunca han sido guías a seguir por ninguna
persona y menos por las ciudades. Concluye, de modo terminante que en un Estado
perfecto la imitación del arte en nada
aporta al alma, pero sí complace al vulgo. Si dividimos la manera de
abordar las cosas en sus tres principales modalidades tenemos el hacer,[7] el utilizar y el imitar,
resultando las dos primeras indispensables y la última desechable. La imitación
del arte reproduce y da gusto, pero le parece que nada proporciona como no sea
satisfacción ilusoria.[8]
Recompensa de los justos, el alma y la reencarnación
La
recompensa de los justos no se debe pensar limitada a la existencia en la tierra,
pues para Platón el alma es inmortal y sostiene un principio de justicia
terrenal y hasta divina hacia quienes
se han comportado virtuosamente. Establece una relación entre cada cosa y su
propio mal, que para el cuerpo corresponde el mal de la enfermedad; pero
argumenta que los males del alma (los morales) no logran disolverla, con lo
cual plantea su argumento sobre la inmortalidad del alma. Quienes imaginan que
los males disuelven al alma es porque la confunden con el cuerpo, que si
pudieran verla en su pureza no dudarían en su perpetuidad, para lo cual pone el
ejemplo de un cadáver rescatado de un naufragio que está cubierto “de conchas,
algas y piedrecillas”.[9] Además estima que los
justos son premiados con buena fortuna terrestre y honrados por su reputación.
Para
redondear el tema de la inmortalidad del alma, Platón ocupa la segunda mitad
del capítulo X con un relato que cautivará al periodo cristiano siguiente
(recordemos que el filósofo escribe en el siglo V antes de la Era Cristiana),
sobre las recompensas del más allá, aunque reticente ante sus afirmaciones
sobre la reencarnación. En esta parte dibuja los rasgos de los mitos sobre cielo
e infierno, plasmados desde una visión religiosa anterior al cristianismo. El
autor recurre al relato de Er, un
personaje descrito como un “panfilio” (región al Sur de Anatolia y con la
anotación de hijo de Armenio) que fue sacado entre muchos cadáveres en
descomposición, pero el suyo no daba signos de carne pútrida. Según costumbre
se le preparó para la pira funeraria y un poco antes de ese desenlace el citado
Er regresó de la muerte[10] para contar los prodigios
que observó.
Estando
muerto Er recibió el juicio de las almas,[11] reconoció el camino
dividido según comportamientos, miró los castigos y beneficios recibidos por
las almas, es decir, es un relato sobre cielo e infierno, claro antecedente de la
Divina Comedia de Dante[12]. Expone castigos de diez
años por cada injusticia cometida y a los excedidos de males no se les permitía
renacer en mil años y todavía padecían al ser enviados al Tártaro por hombres
de fuego[13]. Expone
con detalle fantasioso y engalanado, el sitio donde se reúne la diosa Necesidad
con sus hijas las Parcas, elaborando el hilo del Destino mediante uno huso
rodeados de esferas (la traducción usa el término “torteras”) de colores,
transparencias y movimientos diferentes, provocando un espectáculo
singularísimo, aderezado con Sirenas cantarinas y una especie de música de las
esferas[14]. En ese escenario se
genera una especie de magia cósmica, en base a la cual se define una lotería
para la reencarnación, organizada por un Adivino. Los “lotes” son azarosos y
los reciben todas las almas que están en proceso de encarnarse. Lo único que se
reparte es la posición para que cada alma elija libremente el tipo de cuerpo y
existencia que adquirirá. Resulta curioso y hasta desconcertante que en
paralelo, este relato incluya una noción de predestinación, mediante el hilado
de las Parcas, bajo el signo de Necesidad, donde el Destino ya quede
predeterminado; pero, luego aparezca un acto de elección, un instante de libre
albedrío como veremos.
Conforme
se elige después se van acabando las oportunidades, aunque el filósofo insiste
que hasta las opciones últimas son buenas y que la final tocó turno a Odiseo el
más popular héroe griego, quien quedó muy satisfecho[15]. Recibir el sitio primero
no resulta una ventaja, cual le aconteció a un alma que seleccionó a un tirano
destinado a subir y luego caer para devorar a sus hijos[16].
Es
notable que esa elección de cada vida
terrestre será el momento más
trascendente y, digamos, libre para cada alma, por lo mismo Platón se
cuestiona con fuerza sobre la importancia de estar preparados para ese momento
de regreso, donde radica “todo el peligro para el hombre”[17] de acertar o fallar su
nueva existencia.
Es
de recalcar que el momento de la elección es libre y lo decidido no está
limitado, incluso se permite cambiar de especie animal. Tras esa elección
suprema seguía el destino de las personas, pero también de animales mezclados,
por lo que implicaba una palingenesia. Nótese lo opuesto que es este concepto de
transmutación de especies frente al rechazo de la “mezcla de razas” como
decadentes para la ciudad ideal. En el proceso de retorno a la existencia, cada
alma también elige un Hado (guardián de su vida[18]) para acompañarlo en su
existencia terrenal. Luego su destino es tejido por las Parcas para hacerlo
definitivo. Para redondear el proceso de reencarnación, las almas viajan a un
desierto campo del Olvido y tras cruzarlo, acaban su jornada y para saciar su
sed beben aguas del Leteo para borrar recuerdos, y de esa bebida habría una
medida pero algunas se exceden. Platón describe un ciclo de
muerte-preparación-elección-hado-renacimiento, donde el olvido es un elemento
clave para explicar ese regresar sin saber. También ese mismo argumento sirve
para fundamentar el arte pedagógico de la mayéutica, concebido como un parir
las ideas, sacándolas del olvido donde habitan en cada mente. Ese alejamiento
mental que es prerrequisito del renacer para borrar memorias, el texto lo llama
aguas de Despreocupación —en términos budistas sería el paso del desapego
radical.
Pero
Er no tuvo permiso de beber y debió recordar completa su visión del más allá,
con sus nociones celestiales, infernales y de reencarnación. Al final las almas
terminan su preparación y ascienden cual
estrellas, entonces renacen.
No
parece casual que el primer y más famoso texto sobre una utopía política
finalice con el tema de cielo e infierno. La visión de una vida eterna y la
rueda de la existencia es el otro gran “objeto” trascendente y de reflexión que
se enfrenta a la sociedad y su moral. En la reflexión filosófica un extremo
conduce hasta su opuesto, entonces el conjunto material del más acá, implica
elaborar su espejo del más allá. Tocando cielos e infiernos culmina esta
reflexión del filósofo griego, dejándonos con un extraño sabor de boca al
terminar su lectura. ¿Resulta forzoso para la reflexión de la polis perfecta el
acabar en la discusión del más allá? Paradójicamente, esta visión del más allá de
Platón prefigura la teología cristiana que dominó el panorama los siguientes
dos milenios en Occidente[19] y, por si fuera poco, la
activa intervención de la religión y sus conceptos de salvación operó para la
reconfiguración de la sociedad después de la caída de Roma.
Fin
de La República.
Notas:
[1] Llama la atención el
enfoque del par arquetipo-simulacro, de tal manera que posee evocaciones en las
Otras inquisiciones de Borges.
[3] Anotemos que no en
todas las obras de Platón existe un marcado desprecio por el arte, que aquí se
manifiesta por su inutilidad para la república perfecta. Se comprende que este
enfoque además es la antípoda de la corriente romántica, que planteó la
salvación por medio del arte y la pasión que despierta, a manera del sucedáneo
de la religión.
[5] La República, Cap. X. La psicología y hasta el sentido común de los siglos
posteriores rechazan este elogio a la seriedad o la tristeza como una
excentricidad de Platón.
[6] Es el autor al que
se atribuyen la Ilíada y la Odisea, los poemas cruciales en la
formación de la poesía y el arte griego clásico. No se ha podido comprobar su
existencia real y su autoría sigue siendo motivo de controversias.
[7] Recordemos también
que el producir mismo era despreciado por los griegos, ya que muchas
actividades eran relegadas a los esclavos o a clases vistas con desconfianza
como el comercio, quedando delimitada la parte aceptable a lo intelectual,
saludable, administrativo y militar.
[8] Con ironía
observamos que la completa ciudad utópica es un objeto estético, así que el
rechazo de Platón al arte imitativo sirve a un propósito oculto y posterior:
sostener la estética de su proyecto como si no sucediera. Cf. Lógica del sentido de Deleuze.
[9] La República, p. 357.
[10] La hipótesis de
“regresar de la muerte” resultaba muy interesantes para las leyendas griegas,
considerándose un raro privilegio ese volver de entre los muertos, reservado
para algunos héroes o dioses marcados, tal como señalan Hércules, Perseo y
Perséfone.
[11] El tema del “juicio
de las almas” resulta más importante entre la mitología egipcia, donde ante
Osiris, el dios Anubis pesaba en una balanza el corazón que representaba la
trayectoria de vida de los recién muertos. El concepto de “juicio de las almas”
proporciona un sentido racional al pasaje hacia la muerte. A su manera está
presente en la noción cristiana de un Juicio Final, como reinserción de un
sentido al final de los tiempos.
[12] ALIGHIERI, Dante, La divina
comedia. El detalle del sitio indica dos aberturas en el suelo y dos en el
cielo, sirviendo para entrada o salida en exclusiva,
a modo de doble escala que garantiza que la salida sea irreversible, como
señala la leyenda de Cerbero.
[13] “hombres salvajes, y según podía verse, henchidos de fuego”, La República, p. 362.
[14] Ese escenario tan colorido e imaginativo, pareciera ser la
inspiración para la Apocalipsis bíblica.
[15] La República, p. 367,
al ganar la elección de renacer en un hombre ordinario. Lo cual nos señala que
este argumento de la metempsicosis termina siendo de cuño “democrático”, por lo
que balancea las tesis aristocráticas de la ciudad perfecta de Platón.
[16] La República, p. 366.
La leyenda de Atreo citada por Poe en La
carta robada contiene ese trágico argumento, del tirano que, engañado, se merienda
a sus hijos en un banquete.
[17] La República, p. 365.
[18] La República, p. 367,
entregado por la Parca Láquesis, sancionado por Cloto y vuelto irreversible por
Atropos.
[19] En El tema de nuestro tiempo, Ortega y
Gasset afirma que la historia funciona como un profeta volteado en la otra
dirección, por lo que las tendencias mentales de cada época predicen los
acontecimientos del siguiente periodo, pues el pensamiento se mueve adelante
que las otras realidades históricas.
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