Por
Carlos Valdés Martín
El
más polémico en La República es el Capítulo
V y, debido a esa característica, el autor muestra cautela y perspicacia al
argumentar que los amigos de Sócrates son quienes lo empujan hacia esa discusión.
En esta parte, Platón desarrolla opiniones sobre la posición social de las
mujeres, comunidad de bienes y hembras (comunismo de propiedad y para intercambio
sexual), la eugenesia (manipulación de procreación y nacimiento), empleo de la
guerra, la clase especial de los Guardianes y el famoso tema de los reyes
filósofos. Por más que el texto entero implica una utopía, debe considerarse
que está alimentado por una revisión sobre Esparta, según la constitución
atribuida a Licurgo[1],
es decir, este capítulo se delineó sobre el prestigio del austero régimen
espartano.
Sobre
la mujer propone su integración en todos los oficios, lo cual era un tema
inquietante para la época, ya que la situación social femenina era relegada y
restringida para cumplir funciones hogareñas, siempre alrededor de su papel maternal.
Gran parte del capítulo lo dedica a argumentar en favor de una integración a cualquiera
de las ocupaciones, aunque aceptando como evidente una diferencia de fuerza
entre hombres y mujeres. Con ironía Sócrates sostiene que los varones de
entonces aventajaban a las mujeres en todas
las actividades, excepto en “tejer y hacer pasteles”;[2] sin embargo, eso no es
obstáculo para que ellas queden integradas en todas las actividades, incluso las que exigen fuerza física y, en
especial, las bélicas. Afirma Platón que: “no existe en el regimiento de la
ciudad ninguna ocupación que sea propia de la mujer como tal mujer ni del varón
como tal varón, sino que las dotes naturales están diseminadas indistintamente
en unos y otros seres, de modo que la mujer tiene acceso por su naturaleza a
todas las labores y el hombre también a todas; únicamente que la mujer es en
todo más débil que el varón”[3] De hecho, ridiculiza el
argumento al emplear la diferencia natural entre géneros para asignar las
ocupaciones, mediante una comparación entre peludos y calvos, donde no existe
objeción para que ocupen cualquier labor.
Para
lograr esa integración de las mujeres es requisito que ellas sí participen en la
educación y su fortalecimiento físico en el gimnasio (anotemos que para los
griegos el gimnasio era una actividad nudista), para capacitarlas en tareas vitales
como medicina y hasta la guerra. Sin embargo, insiste en la inferioridad física
de la mujer, pero que no estima un obstáculo absoluto sino motivo para favorecer
sus funciones y participación en la polis.
Para
los guardianes propone que las mujeres e
hijos sean tenidos en común, y que exista favorecimiento de la procreación para
los selectos. Hablando de las “guardianas” estimadas como las más virtuosas y
mejores mujeres, también las recomienda en un estatuto de comunidad para sus hombres: “Esas mujeres serán
todas comunes para todos esos hombres y ninguna cohabitará privadamente con
ninguno de ellos; y los hijos serán asimismo comunes y ni el padre conocerá a
su hijo ni el hijo a su padre.”[4] Asimismo, llama
poderosamente la atención que las restricciones al incesto las considera con
laxitud por la integración de los hijos que se convierten en hermanos
colectivamente, y Platón acepta excepciones al tabú cuando lo señalara el
sorteo o alguna pitonisa, que para esa cultura difundía la voluntad divina.
Especula
sobre la ventaja de un engaño para privar a los defectuosos del reparto de las
mujeres, en cambio premiar al ganador de batallas con más hembras, bajo un
sistema trucado de un sorteo amañado.
Supone
que los niños serían criados en guarderías comunes a cargo de magistrados,
siendo separados de sus madres en la más tierna infancia para el cuidados directo
de ayas. Los niños con defectos físicos de nacimiento serían llevados a un
sitio secreto para deshacerse de ellos, repitiendo la costumbre espartana. El
gran cuidado en la educación será en la preparación de los
guardianes-guerreros, la casta clave para la prosperidad de la polis.
La
función especial de estos guardianes será la guerra, por lo que serán educados
en la valentía y castigados quienes no cumplan su tarea militar. Nótese la
funcionalidad delicada y especial puesta en estos guardianes-guerreros, que
rebasan al simple soldado, para convertirse en mediadores multifuncionales
entre la masa (incluso, el despreciado trabajo manual) y el ideal de la polis,
ellos cumplirían la compleja función asignada al partido revolucionario de
vanguardia por las tesis leninistas.[5]
Para
favorecer la unidad del Estado, deben promoverse las costumbres que favorezcan
la comunidad del placer y el dolor, cuando todos se entristezcan o feliciten
por lo mismo. En ese sentido Platón compara a la polis con la integración de un
individuo que se mueve conjuntamente.
En
su aspecto económico, recomienda la desaparición de la propiedad privada[6] para que nadie envidie ni
sea envidiado. Eso implicaría una comunidad de bienes, donde se garantizaría el
acceso universal de “los libres” sobre las condiciones de su mantenimiento.
Sabemos que esos “libres” representarían una comunidad, que privilegia la
actividad bélica y desprecia al trabajo manual. Se justifica la esclavitud como
recompensa de la guerra, pero no hacia los vecinos griegos, con vistas a una
reconciliación entre las polis; de
tal modo, que la base económica de este Estado sería esclavizar a los
extranjeros bárbaros perfilando el modelo imperial de Roma.[7]
El
conjunto resulta una utópica situación, pues Platón reconoce lo difícil para
cumplir sus planteamientos y que en ningún sitio se ha aterrizado su esquema
completo. Para alcanzarlo se debería lograr que los filósofos fueran reyes o los reyes se volviesen filósofos,
con el objetivo de que la polis sea
guiada por la sabiduría. Este requisito corona su sistema completo, pues el
matiz idealista exige una cabeza perfecta, para encarnar la sabiduría. Tal
tesis del gobernante sublime prefigura las ideas ilustradas y socialistas de
una élite de saber, aunque con marcadas diferencias; en cuanto dichos “aristoi”[8] guíen a la comunidad y
garanticen que el proyecto superior funcione, por difícil que pareciera.
Para
cerrar este Capítulo V se enfoca Sócrates en la diferencia entre el conocer y
el opinar, dándole a esto último el sesgo de debilidad en el pensamiento.
Discutiendo específicamente el tema de lo “bello en sí” que él defiende, pero
quien “opina” lo rechaza, para ubicarse en un espacio medio, que únicamente lo
acepta en casos particulares. Dentro de la refutación, alude a una conocida
charada infantil, sobre un eunuco y un murciélago. Dicha adivinanza se usó para
ejercitar la lógica entre los estoicos: “se cuenta que un hombre que no era
hombre, viendo a un pájaro que no era pájaro posado en un palo que no era palo,
le tiró y no le tiró una piedra que no era piedra”. La solución es esta: “un
eunuco, viendo a un murciélago posado en una caña, le tiró una piedra pómez y
no le dio”. A su manera, el texto platónico prepara la solución intelectual,
que presenta con la visión del idealismo, para argumentar que lo bello y lo
bueno sí son existencias plenas que capta el filósofo, que el ignorante jamás percibe
y quien opina (doxa) se queda a medio
tramo entre ser y no ser.
NOTAS:
[1] En las Vidas paralelas de Plutarco aparecen
todas las instituciones de Esparta sobre las que especula este Capítulo V, con
excepción del “rey filósofo”, en cambio retrata el elogio del Senado y el
cuestionamiento de los jueces Éforos.
[2] El argumento de la
ventaja masculina le parece tan evidente a Sócrates que no requiere sino
preguntarlo para dejarlo asentado. “—¿Y conoces algún oficio ejercido por seres
humanos en el cual no aventaje en todos esos aspectos el sexo de los hombres al
de las mujeres? ¿O vamos a extendernos hablando de la tejeduría y del cuidado
de los pasteles y guisos, menesteres para los cuales parece valer algo el sexo
femenino y en los que la derrota de éste sería cosa ridícula cual ninguna otra?
—Tienes razón —dijo—; un sexo es ampliamente aventajado por el otro en todos o
casi todos los aspectos. Cierto que hay muchas mujeres que superan a muchos
hombres en muchas cosas; pero en general ocurre como tú dices.” La República, 455b.
[3] La República,
456b.
[4] La República, 460b y
siguientes.
[6] “que tales hombres
no debían tener casa ni tierra ni posesión alguna propia, sino que, tomando de
los demás su sustento como pago de su vigilancia, tienen que hacer sus gastos
en común si han de ser verdaderos guardianes.” La República, 464b.
[7] En Grundrisse se muestra que Roma funciona
como una comunidad bélica, que su base de propiedad privada individual es
imperfecta, por tanto la gestión del Estado representa a los amos al repartir
el pan y circo.
[8] El término “aristoi”
que da origen al castellano de
“aristocracia” posee una raíz positiva de “los mejores”, conforme lo señala
Ortega y Gasset en El tema de nuestro
tiempo y otros ensayos; pero, en el feudalismo tal ventaja de la élite, se
desvía hacia un privilegio de sangre.
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