Por
Carlos Valdés Martín
El “ir a la raíz” de las cosas resulta un
divisa clave y divertida para pensar. El radicalismo es un estado de ánimo
juvenil o senil, entre los extremos de la vida. A veces se le llama radicalismo
cuando está acompañado de un gesto descuidado y que se saltan etapas, olvidando
las sutilezas. El propio Marx elaboró una frase de contenido filosófico cuando
afirmó: “Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el
hombre, es el hombre mismo."[1].
Ir a la raíz significa
dirigirse hacia las causas y deshacerse de las ilusiones que atan el
pensamiento. El filósofo cínico Diógenes se reía de cualquiera que no
abandonara sus prejuicios, eso le facilitaba habitar dentro de un humilde tonel
y el saltarse las etapas inútiles. Si hay “causa eficiente” que permanezca y
provoque malas consecuencias entonces resulta equivocado enfocarse en las
consecuencias sin atacar la causa del problema. Si unos maniáticos andan
corriendo con una antorcha para iniciar incendios en el bosque y nadie se ocupa
de detenerlos mientras toda la comunidad se apura en apagar los incendios
provocados, entonces siempre habrá incendios… hasta que se acabe el bosque. Hoy
tenemos una mayor conciencia ecológica que nos empuja a preservar el bosque y
toda la naturaleza, pero hay “causas eficientes” que siguen incrementando la
depredación natural y la principal es una combinación de “industrias sucias”,
“urbanización caótica” y “crecimiento desmedido de la población”. A su vez, el
crecimiento desmedido de la población provoca que la urbanización caótica sea
creciente y las industrias sucias se multipliquen; además la población creciente en las zonas rurales suele atacar
desesperadamente su entorno natural, porque no le queda de otra. Las diez mil
campañas de cuidado ecológico son baldes sacados al mar mientras no exista un
poderoso impulso para detener el crecimiento de la población.
Una vez que estamos de
acuerdo en que resulta indispensable acudir a la raíz de las cosas, nos
encontramos que no resulta tan sencillo encontrar cuál es la “verdadera” raíz. Un
exceso de dudas, por el momento, no resulta tan divertido; pero el salto mental
es admirable y relajante; especie del deporte extremo de la mente.
Resulta fácil que nos
enredemos con una falsa raíz, por ejemplo con un pecado original que surja de
suponer que unos míticos Adán y Eva comieron el fruto prohibido, desde entonces
las generaciones están malditas, por tanto, habrá poco o nada qué hacer. Esa es
una variedad de argumento que manda la raíz hacia un “más allá” inaccesible,
por tanto no se alcanzará a determinar nada preciso y quedaremos enredados en
suposiciones.
Otra modalidad para
extraviar el pensamiento es dispersar la raíz para colectivizarla hasta su
disolución en otros niveles, por ejemplo, repartiéndola (la culpa es de los
demás) e incluso difuminándola hacia una sociedad entera (no son las personas
concretas, sino un “sistema social” capitalista o socialista o neoliberal) que
nos tiene atados de manos. Resulta en una justificación fallida o expectativas
globales que no proporcionan acciones claras. Esa disolución y dispersión
parece más vagancia mental, ergo
tampoco aporta diversión.
En lo próximo viene una
explosión que no es juego pirotécnico… así que su diversión explosiva no
funciona.
Se ha cuestionado a
Malthus que la explosión demográfica sea un problema de simple geometría en
condiciones de pobreza, cuando parece más una decisión individual y colectiva
para mantener una procreación desmedida que arrastra los desequilibrios
existentes, para potenciarlos (esos
sí, geométricamente). En este caso, el economista inglés pretendía que la raíz
de la pobreza era la sobrepoblación y a la contra salió Marx planteando que la raíz de esa raíz era el sistema social
que producía pobres. La experiencia ha demostrado que ese contra-argumento de
Marx es parcial,[2]
cierto que una sociedad modificada implica una tasa de natalidad modificada, lo
cual no desanda el argumento que el destino de la humanidad entera depende de
cómo se aborde la natalidad, porque una explosión demográfica[3]
provoca la catástrofe ecológica sin importar que pintemos de azul o de rojo el
régimen político. Al subestimar de plano la
explosión demográfica el marxismo dejó un dolor de cabeza y cuando ha
gobernado terminó tomando medidas inhumanas porque ha preferido cerrar primero
los ojos y, cuando ya es tarde, aplicar un freno extremo. Ante la
sobrepoblación se han tomado medidas como la destrucción de las ciudades y de
la sociedad misma en Camboya, o medidas tiránicas de prohibición de nacimientos
en el periodo más rudo de China roja, incluyendo persecución y cárcel a los
infractores.
La sana preocupación
para solventar la pobreza y otorgar generosos subsidios sociales para aliviar
la miseria extrema suele olvidar que la raíz del empobrecimiento está en la explosión demográfica que sucede
entre poblaciones enteras. La expansión de la miseria aterradora está ligada a
la suma de una mejora súbita del sistema de salud unida a la proliferación de
bocas hambrientas sin educación ni empleos suficientes para enfrentar ese
desequilibrio sistémico.
Si rechazas y combates
a la pobreza resulta inútil tanto esfuerzo cuando no logras detener la
explosión demográfica. Para ser radical debes tomar al hombre como raíz, pero
únicamente terminarás con la miseria cuando clausures la fábrica de la pobreza
que viene junto con la explosión demográfica.
La sobrevivencia del planeta y la existencia divertida… dependen de la separación entre el placer y la procreación.
NOTAS:
[1]
Karl Marx, Crítica de la Filosofía del
Derecho de Hegel (1844), La cita completa comienza con este razonamiento… “"Es
cierto que el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas,
que el poder material tiene que derrocarse por medio del poder material, pero
también la teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de
las masas. Y la teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y
demuestra ad hominem, y argumenta y
demuestra ad hominem cuando se hace
radical. Ser radical…” Curioso que “ad
hominem” es el rótulo de una de las falacias clásicas. ¿Marx pretendió una
falacia de origen para materializar la teoría naciente en el cuerpo de las
masas?
[2]
Siendo más sutiles, ese argumento de Marx se da en el contexto de la teoría de
la sobrepoblación relativa, que él denomina el “ejército industrial de
reserva”, según muestra en El capital.
[3]
Ocurre un salto de calidad con la “cantidad” de gente, pues la población misma
implica un signo de progreso o riqueza, pero su desmedida implica un problema. Este salto hacia el opuesto por la
acumulación de cantidad, aquí ejerce un buen ejemplo.
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