Por Carlos Valdés Martín
Parménides y la esfera del Ser
Uno de los primeros filósofos griegos afirma con claridad: el único objeto del
conocimiento corresponde al Ser, el cual es único, completo, entero y sin
partes. Al Ser lo define como una esfera
gigante y perfecta. Esta única esfera es la totalidad y no se tocará jamás, solamente se logra
contemplar a la distancia. Una esfera ofrece la mejor metáfora para revelar lo
completo o indicarnos el ejemplo extremo de una totalidad, la cual erige ya una
totalidad total. La esfera perfecta
contiene completamente a sus partes, sin ofrecer fisuras, no permite que nada
escape de su Ser. La esfera simboliza una cerradura geométrica, la cual no está
abierta en ningún sitio, no contiene fisuras, no se le distinguen partes. Esa
esfera perfecta imaginada por Parménides entrega la metáfora apropiada del
universo cerrado. La imagen básica del
universo entre los antiguos no se aleja de esta visión de una esfera, aunque
los demás creían en una articulación de partes llamada “cosmos”. Lo peculiar de
Parménides es su insistencia en el carácter cerrado de la única esfera, una
definición donde el Ser queda ajeno al movimiento y la apertura, así, el
movimiento y su contradicción resultan inaccesibles a esta definición del Ser.
Tanta perfección esférica no facilita las descripciones, y nos mantiene
alejado, simplemente como espectadores incrédulos ante una metáfora redonda.
Teoría del fondo y de la percepción sintética a
priori
Frente a la redondez
esplendorosa del todo esférico, como lo miró Parménides, las partes resultan
una ilusión. Las partes, tan minimizadas, ya no ofrecerían la forma adecuada al
conocimiento mismo. Ahora bien, dejando de lado el argumento de la esfera, diversos pensadores han quedado inquietos
con la “parte” al percibir su carácter limitado. Esta limitación de las partes
para conocerse yace en que cada parte remite a la siguiente y esa remisión a
más partes resulta infinita. Una uña remite al dedo, el dedo lleva a la mano, y la mano regresa a los
cinco dedos, a su vez los dedos remiten a las yemas de los dedos, y éstas
indican las huellas digitales, las cuales se remiten a la identificación de las
personas, etc. Este proceso de remisión continua de partes integra una
propiedad esencial del conocimiento, el cual en cada parte encuentra una
conexión.
Esta remisión a una cadena infinita nos llama la atención por el aspecto del tiempo. El
pensamiento fácilmente se extravía en su sucesión temporal, pensando cuantos
eventos anteceden a cualquier posterior. La cadena de las causas en el tiempo y
en el espacio simplemente nos indica que la parte está remitiendo hacia el todo,
pero como si fuera impotente para alcanzarlo. Bajo esta perspectiva nada se conoce
aislado, pues para conocer verdaderamente una parte el único camino describe el
viaje hacia el todo.
La concepción del “fondo” en la fenomenología de
Sartre[1]
revela la posición frente a la
totalidad, pues cada parte singular adquiere significado por su posición en un
fondo. Por ejemplo, el actor sobre el escenario
declama una línea de Hamlet, y el público permanece callado y expectante. El acto aislado es una serie de frases de una
persona, pero el fondo ya es el escenario, y la existencia de una obra
consagrada desde siglos antes, y también el público que permanece callado, en
complicidad de silencio y admiración para disfrutar de una obra de teatro. El
mismo actor y diciendo lo mismo pero
sin el grupo de espectadores nos revela otra perspectiva, pues describimos ahora
un ensayo y no una representación teatral. Esta diferencia entre el ensayo y la
presentación revela el fondo, la circunstancia completa, aunque el actor y el
párrafo recitado sean idénticos.
Incluso cada concepto aislado ya es un conjunto, que
desde su percepción misma estamos indicándole como integrado. Sin embargo, por
momentos creemos en las partes aisladas, en los hechos cerrados, alejados de la
totalidad, como un absoluto (aunque mínimo). Bien nos podemos imaginar algo funcionando
como un grado cero del conocimiento. La parte aislada que operaría como una
percepción en el aquí y ahora. Este aislamiento del hecho permite un
conocimiento, aunque sea incompleto y sea precisamente parcial. Quizá existe el
error de parcialización, de falta de remisión hacia el conjunto y de ignorancia
de la totalidad. Podría ser un error de apreciación de momento, de provisional
creencia de que una parte subsiste por sí misma, pero igualmente nos
equivocamos cuando levantamos la mirada al fondo. No basta relativizar a la
parte y apelar a un fondo o a una totalidad para alcanzar el saber, el fondo o
impresión de totalidad también resultan engañosos[2].
Es como confiar en el actor representando a Hamlet, cuando hechizados por el
momento, creemos que ese actor es el personaje y que el discurso está naciendo
como inventado de sus hábiles labios.
Para Kant las categorías básicas del pensamiento (espacio
y tiempo) se percibían directamente, sin una remisión infinita pues estaban en
la conciencia sintéticamente y a priori, porque la remisión infinita de
causas y de relaciones materiales (por otro lado evidente) a nada nos llevaría,
sino a un cansancio infinito y a una parálisis, a la manera del ciempiés
racionalista, cuando ya no podía caminar porque antes deseaba saber el
movimiento angular de cada uno de sus múltiples pies.
Luego nihilización de los conceptos aislados, por
tanto referencia a la totalidad... siempre
Cada concepto particular debe remitir a otro como su
referente, su parte relativizadora, de tal manera que su aislamiento respecto de una totalidad conceptual es una ilusión. Una de las fórmulas más
antiguas conocidas donde se sistematizó tal conciencia de la mutua
determinación de los conceptos está en la determinación de los opuestos, en la
teoría oriental taoísta, que sistematiza la relación entre antagónicos
aparentes, conformando un sistema en armonía de contrarios. De esta manera,
para la visión taoísta, el día y la noche, el frío y el calor, lo negro y lo
blanco, lo masculino y lo femenino, el ying y el yang son complementos, y no se
pueden entender separados; de hecho el conjunto de los conceptos de tal sistema
taoísta son oposiciones que se complementan y que forman un conjunto polar,
gobernado por la interacción dialéctica entre el ying y el yang, los principios
universales.
El concepto aislado se disuelve progresivamente al carecer de sus referencias, incluso
cualquier concepto científico, como una ley también es su marco de referencia
y/o su condición de posibilidad. La ciencia occidental en principio ha buscado
puntos absolutos por los cuales guiarse, de tal manera, que Newton buscaba una
referencia universal en un espacio para todos los cuerpos y un tiempo para
todos los movimientos. Precisamente el tiempo sería tal absoluto porque la
ausencia de movimiento de los demás cuerpos indicaría que todavía transcurre el
tiempo, sin embargo, esto debió de relativizarse y la física relativista llega
a la conclusión de que el tiempo depende también del movimiento general de los
objetos del universo, pues mientras más rápido es el viaje resulta que el
tiempo avanza más lento. El espacio tampoco está tan quieto, no integra una medida invariable que siempre podamos medir
con ayuda de distancias convenidas, sino que también está moviéndose, como lo
indica la visión de un universo en expansión. En base a lo anterior, las leyes
determinadas como la gravitación que establece una relación constante entre la
masa, la fuerza de atracción y la distancia también debe remitirse a otros
parámetros, no se puede quedar en su aislamiento; para el caso anterior,
depende también de la situación del espacio y del tiempo, y viceversa también
la masa del universo afecta al espacio y al tiempo.
Tratando de sintetizar con radicalismo, debo decir
que el concepto que no se remite hacia su relativización y hacia los
demás conceptos queda anulado por la falta de conexión con la totalidad.
Claro que la conexión de cada concepto con la totalidad no es inmediata, no trae
la gracia del cielo descendiendo, sino una relación particular, de concepto a
concepto en un denso tejido de saberes; por lo mismo, dejó muy claro Hegel el
campo de los conceptos cuando indicó que verdad
es sujeto, el concepto es movimiento
y la verdad es sistema y únicamente
sistema. A primera vista, tales afirmaciones parecen arbitrarias, pero
observándolas detenidamente comprendemos la conexión
sujeto-concepto-verdad-sistema, porque nos describe el camino filosófico para
alcanzar una totalidad de conocimiento.
La paradoja aritmética de la cantidad de variables
necesarias para conocer la totalidad: todos más uno
Existe una paradoja matemática sobre la probable
imposibilidad de conocer la totalidad, en el caso de que el conocimiento se
defina como una variable (un hecho adicional) más del conjunto universal.
Supongamos por un momento (una hipótesis simplificadora y práctica) que la
totalidad por conocer no es infinita, sino posee una naturaleza finita, por ese
lado se podría suponer que para cada hecho exigiría aplicar una variable de conocimiento, así
estableciendo una especie relación de uno a uno en teoría de conjuntos: por
cada hecho una única variable del conocimiento. Dada una totalidad finita entonces
usaríamos conjunto finito de variables para definirla; para proponer un ejemplo
simple ahora suponer que nuestra totalidad la integran siete hechos entonces
necesitamos siete variables para definirlos. Si somos ingenuos con siete
variables creemos que ya conocimos el conjunto, pero entonces surge el efecto
de fuga, porque también el conocimiento agrega un hecho y luego se requiere de
una octava variable-idea para captarlo y agrupar a la totalidad incrementada;
sin embargo, esta octava variable-idea también implica un hecho y entonces para
completar el conocimiento deberemos realizar una siguiente reflexión, generando
una novena variable-idea para conocer a la octava, pero entonces el camino jamás
termina, porque ya se agregó otro hecho al conjunto. Esto encierra una paradoja, mediante la cual cada paso de conocimiento
se queda a un paso del conocimiento del conjunto. Claro, esta paradoja implica
aceptar un modelo del conocimiento, básicamente del tipo analítico-racionalista
al modo de Descartes, el cual sigue un “camino largo” para el conocimiento,
deteniéndose en cada parte para avanzar. Esta visión resulta armónica con las
ciencias naturales que avanzan por medio del estudio de los fenómenos
particulares, donde la experiencia y sus hechos parecen reinar completamente.
Las visiones más organicistas y dialécticas no tomarán demasiado en serio esta
paradoja, porque se arman sobre conjuntos, y pueden creer en el milagro de un
conjunto clave la de totalidad del mundo que se autodefine, como Dios (por
ejemplo Hegel) o el proletariado revolucionario (por ejemplo Marx[3]),y
un conjunto que se autodefine lo podemos denominar como un Absoluto.
La hipótesis de encapsulamiento de Pascal: Dios
conoce todas las variables desde el inicio de los tiempos.
Si buscáramos una solución teológica a la anterior
paradoja, podríamos suponer que Dios representa la inteligencia conocedora de
todas las variables del universo, y así lo supuso Pascal, quien creía que Dios
conocía el conjunto completo de las variables desde el inicio de los tiempos,
por eso siempre los acontecimientos posteriores eran previamente conocidos
desde antes del principio por la inteligencia divina. Este atributo de conocer
completamente, en cada detalle desde el inicio hasta el final del universo,
solamente se imagina como un atributo divino, y no ofrece una solución a la
paradoja, simplemente, supone no existe tal paradoja para Dios.
El argumento de Pascal es llamado por Hegel la
“hipótesis de encapsulamiento”, la visión de que lo nuevo está completamente
contenido en lo viejo, de tal manera unas premisas contienen enteramente a los
resultados, el resultado no agrega novedad, simplemente sucede después de las
premisas. Esta idea de movimiento encapsulado aparece muy acorde con la física
clásica de la mecánica, la cual supone que el movimiento (y todo lo material)
se conserva íntegramente en una especie de inercia (no creo tan casual que entre
los fundamentos de la física mecánica se encuentre la idea de Galileo de la
inercia: conservación de la cantidad y calidad dirección del movimiento lineal cuando
no encuentra oposición). Mediante la inercia una causa se convierte
completamente en el efecto, la única diferencia reside en el tiempo
transcurrido; así, por mecánica inercial el presente está encerrado completamente
desde el primer momento del universo, y el impulso inicial marca el curso
completo hasta el momento final, el cual no termina porque las causas siempre se
convierten en efectos y éstos también son causas, así en una cadena infinita.
Hegel estaba en contra de la hipótesis de encapsulamiento, aunque quizá la
compartía parcialmente, pues la lógica hegeliana ejemplifica el
desenvolvimiento de la Idea (con mayúscula pues también es Dios) desde su
unidad más simple. El encapsulamiento atrae y repele al pensamiento con la
misma fuerza ¿dónde está la novedad, la existencia del hoy? ¿de esta manera
podemos olvidarnos de la fugacidad y su amenaza, mediante una visión del
encadenamiento infinito?
Comparando la visión de Pascal contra el problema
del autoconocimiento humano: la autodeterminación reflexiva es insuficiente
cuando se radicaliza con la incertidumbre. Para la mentalidad de Pascal, y
en general para la religión, imaginar un Dios conociendo todo de todo, de
principio a final, no produce problemas, porque la definición de Dios no indica
una existencia particular, pero el problema del conocimiento humano sí
representa un saber particular, que brota de personas concretas. La paradoja de
variables conocidas que terminan captadas todas menos una para permanecer a la
orilla del conocimiento completo, incluso dibuja una paradoja bondadosa con la
capacidad humana de conocimiento, porque existen otras fronteras interesantes
al respecto. El conocimiento de algo y el conocimiento del acto del
conocimiento son eventos diferentes, por lo mismo la auto-conciencia no implica
sabiduría. La sabiduría la entendemos en el sentido iluminado: conocimiento
instantáneo de las cosas, cuando la verdad en el momento de invocarse obtenemos.
El conocer emplea como objeto algo externo, el autoconocimiento contiene el
elemento interno, pero el autoconocimiento no abarca su propio acto y seguir
caminando por el mundo, porque eso sería como atrapar la sombra. Por desgracia
nuestro acto de pensamiento solamente cumple con una cosa a la vez, por eso no
conoce y se auto-conoce simultáneamente, no toma conciencia del mundo y de sí
en la misma intensión pensante[4].
Esta afirmación la comprueba radicalmente la teoría física de la incertidumbre.
La visión de la incertidumbre física implica una radicalización: se desconoce
el primer elemento, ni la partícula más ínfima del universo se deja atrapar
por la mente, no se llega al conocimiento “concreto” ni de la partícula más
elemental. La teoría de la incertidumbre física indica que no podemos saber
concreta y simultáneamente la posición y el “momento” (fuerza y movimiento)
de ninguna partícula del universo; entonces sabemos solamente una de las dos cosas (posición
o “momento”). Así, hasta la mínima partícula no se deja definir simultáneamente
en su “aquí y ahora”, su ser particular o concreto escapa a la observación. Por
descuido se puede creer que lo anterior cumple una rareza muy propia de las
partículas elementales, las cuales que por su dimensión tan pequeña permanecen
difíciles de observar, ya que en tamaños tan mínimos una intervención del
observador afecta por su intervención a la partícula. Resulta correcto indicar
que la observación de partículas atómicas hizo evidente que el proceso de
observación afecta al experimento siempre. Pero este resultado se traslada a
cualquier escala: el observador siempre afecta a lo observado. En
una escala mayor se conserva esta regla: observar es afectar. Esto siempre
ocurre pero en escalas mayores de observación por sentido común despreciamos el
efecto del observador, pues no lo notamos o lo ignoramos, y además suponemos
que las cosas del mundo ocurren de igual modo con o sin presencia de los
observadores distantes[5].
Otra manera de introducir la incertidumbre dentro del
terreno del conocimiento, está en el renacimiento de la visión dialéctica entre
el productor y el producto, donde la mutua determinación genera un mayor grado
de incertidumbre posible. En su práctica, el ser humano despliega un doble
movimiento recíproco desde el productor al producto (la cosa terminada, el
hecho, la economía, la institución) y desde el producto al productor[6],
existe mutua determinación, sin embargo, las visiones sociales tienden a establecer
la acción de uno solo de esto polos, preferentemente desde el polo del producto
(la situación terminada, lo hecho, la estructura, el poder, la institución),
pero si ponemos acento en alguno de los polos deberá recaer en el principio
activo, el productor. Sin embargo, el marxismo ha tendido a poner el acento en
el lado estructuralista, el predominio del producto sobre el productor, excepto
en el discurso político práctico, como opción revolucionaria (el productor
proletario) actuando sobre una realidad obsoleta (producto social previo).
El problema del Plan Quinquenal, contra la
paradoja aritmética y el derecho de cada quien a decidir sobre su propia
necesidad.
Ya indicamos que el conocimiento agregado mediante
partes de la totalidad es un imposible debido a una curiosa paradoja
matemática, porque el conocimiento mismo representa un elemento más de la
totalidad, por eso se debe agregar una variable adicional al conjunto de las
variables en el proceso de conocimiento. De por sí ya se representa como una
tarea formidable o infinita el proceso de conocimiento de la totalidad para el
ser humano. Cada acto del conocimiento también es una nueva variable para la
apreciación del conjunto, en especial si tomamos la totalidad como un
conocimiento vivo, con detalles y no como una vaga sombra, entonces cada acto
del saber también agrega un dato nuevo. Al conocimiento de esta pantalla de
computadora frente a mí se debe agregar el mismo hecho de que la conozco,
entonces también debo aumentarle ese saber sobre lo que yo estoy sabiendo de la
pantalla, y también a esa variable reflexiva le tengo que aumentar una
siguiente reflexión, y así estamos operando por un camino de infinitos.
Pero lo que parecería mera paradoja del saber,
también contiene sus implicaciones políticas interesantes, porque la visión
estalinista de un Estado centralizado acaparando la capacidad rectora para
organizar la totalidad de la economía mediante un Plan Quinquenal posee una
clara conexión con la interpretación del saber y su círculo. Esta Plan pilotaba
una línea política de desarrollo económico la cual intentaba integrar a cada
una de las unidades productivas de la nación en base a objetivos específicos y
metas de producción, de tal manera que se generaran los productos suficientes
para cubrir las necesidades de la población y la misma producción. Dentro de
este Plan Quinquenal destinado a procurar esa producción global coordinada se exige
conocer de inicio las condiciones previas de producción y las necesidades
existentes de la población. Pero temas tales como potencias y carencias no contabilizan
meros hechos desnudos, también son valoraciones de los hechos, de tal modo cada
el conocimiento del hecho altera el mismo hecho, además del saber existe ya un
círculo de condiciones, donde el conocimiento del hecho se refuerza con una
valoración del hecho. Para mostrar esta cuestión en su plano más radical,
también debemos considerar que cada “hecho” conocido en este Plan se convertía inmediatamente
en una obligación de la dictadura política; porque lo determinado en el Plan se
obligaba a cumplir inflexiblemente, de tal manera que la producción y
necesidades durante el curso ulterior del Plan debían de adaptarse a los
supuestos originales. Insisto, en condiciones de dictadura el Plan siempre de
cumplía, o al menos así se determinaba en la ficción del discurso político
dictatorial.
En ese sentido el Plan Quinquenal institucionalizaba
una “cama de Procusto”, personaje legendario de los antiguos griegos quien
recibía en su casa a los viajeros del camino, luego los acostaba en una cama y
los amarraba mientras dormían; si la longitud del cuerpo del viajero resultada
larga les cortaba lo que sobraba de sus pies y si la longitud del cuerpo quedaba
corta entonces los estiraba en un potro hasta desmenbrarlos. Una falla lógica nace
de suponer en el Plan que lo conocido inicialmente (por la élite dirigente de
la dictadura) es ya la totalidad real y entonces la realidad en curso se debe
adaptar a un conocimiento suficiente de la misma. Por desgracia el conocimiento
sintético inicial sobre el cual se pudiera establecer en un Plan es
insuficiente, pero la arrogancia de la dictadura supone que posee el
conocimiento de la totalidad económica, al mismo tiempo dicho el Plan Quinquenal
sustituye políticamente a la verdadera totalidad porque la población soviética
(la verdadera totalidad de sujetos vivos) debía de someter sus necesidades y
capacidades a lo predeterminado en el Plan. Además formulado por seres humanos
de capacidades intelectuales limitadas, en caso de una falla conceptual en la
formulación de un Plan (que además falla forzosamente porque no refleja
completamente a la totalidad móvil de una sociedad porque esa es una operación
intelectual de naturaleza infinita), después la falla de política económica
crece hasta ser enorme. La falla inicial se magnifica y queda enorme, porque
viene la justificación del Estado dictatorial, que se impone a sus ciudadanos
en la determinación de sus necesidades vitales. Por ejemplo, el Plan se supone
resultado de la agregación e inclusión del conjunto de las necesidades básicas
de la población, pero cada individuo particular es quien vive su necesidad, y entonces
si el Plan determina que la necesidad de vestirse se satisface con la confección
de chamarras moradas, entonces cada individuo particular debe reprimir su
necesidad particular de vestirse diferente para usar alguna de las chamarras
moradas que fabricaron durante la operación del Plan[7].
El individuo como particularidad es una parte verdadera e irreductible de la
totalidad social, su supresión por medios políticos es una simulación
conceptual y una tragedia política.
La imposibilidad del conocimiento como suma de
variables aisladas: el tema del grano de sal de Sagan.
El conocimiento vivo, hasta donde sabemos solamente
se presenta en la cabeza de personas vivas, pero la suma de variables durante
el pensamiento es limitada aunque sea muy grande, mientras el cúmulo del
universo se nos ofrece como un infinito. Incluso si deseásemos conocer
completamente conjuntos más acotados como la historia de un país también
estaríamos antes cúmulos de información tan grandes que los estimaríamos
infinitos. Por fortuna existen elementos de generalización o de síntesis integrando
el conocimiento que nos permite abarcar mucho aunque no apretemos tanto. Para recibir
un concepto adecuado del átomo no es indispensable conocer todos y cada uno
de los átomos existentes en el universo en su particularidad; para integrar tal
concepto del átomo hacemos una serie de generalizaciones, que nos permiten establecer
la interpretación más próxima a su comportamiento íntimo. El conocimiento
humano por la vía de la suma de las particularidades aisladas es sencillamente
imposible, y Carl Sagan[8]
presentó una sencilla metáfora, mediante la cual nos dice que el número de átomos
enlazados de cloro y sodio en un grano de sal es semejante a la cantidad de
conexiones neuronales del cerebro, base fisiológica posible de la cantidad
máxima de información que pudiésemos procesar, por lo tanto se requeriría del
cerebro completo para “conocer” un grano de sal, átomo por átomo. Esto
significa que un método ingenuo de simple agregación de información nunca
alcanzará para conocer ni siquiera un grano de sal. Afortunadamente existe la
capacidad de síntesis y para nuestra interpretación del universo nos basta una
definición más lejana de un grano de sal, sin incluir cada una de sus
conexiones internas, por lo eso nos conformamos satisfechos con saber sobre el
tipo de átomos que lo conforman (cloro y sodio), cómo operan sus enlaces
químicos, sus propiedades químicas básicas (se disuelve en el agua), sus
cualidades gastronómicas como saborizante (agregar una pizca en los alimentos),
su efecto en el cuerpo humano (no excederse en el consumo de sal), una
descripción de su forma, su situación en el mundo (el grano está en el salero),
su situación económica (se produce en tales lugares, cuesta tanto), su utilidad
posible (usos industriales), etc. El conjunto de informaciones relativas
pertinentes o interesantes (lo que nos podría interesar) no resultan
abrumadoras ni infinitas, la síntesis resulta viable, incluso el mismo término
“sal” fue empleado como sinónimo de la esencia[9],
entonces que el grano de sal nos sirva como recordatorio para alcanzar lo
esencial.
Sin embargo, el grano de sal ejemplifica a un objeto
externo el cual no nos interesa tan radicalmente como otros argumentos, por lo
que la interpretación no exige tanta minuciosidad y especificación. Una
sugestión indica: el salto de la cantidad a la calidad están en la
interioridad, porque cada enlace entre el cloro y el sodio a nuestra distancia
exterior humana nos parece idéntico, pero esa identidad indiferente no se
aplicaría a un matrimonio. Mientras con el cloro y el sodio nos parece que “en
la noche todos los gatos son pardos” bastándonos saber lo básico, resultando
indiferente si este o aquel átomo de cloro se juntó con este o aquel átomo de
sodio. En temas cercanos no aceptamos el mismo criterio para la relación
marital. Para uno mismo jamás concluye el mismo desenlace con esta o aquella pareja.
Además no nos parecería suficiente para la vida de pareja saber lo relativo a
los enlaces químicos, las propiedades atómicas, y demás. El conocimiento relevante
de la sal y el conocimiento de una pareja son de naturaleza completamente
distinta. A partir de la “interioridad”, de nuestro involucramiento en el
conocimiento, cualquier detalle se va a convertir en lo más significativo.
Para el conocimiento externo del tipo “grano de sal”
podemos “ahorrar variables” y nos basta con un conocimiento externo para estar
satisfechos con la captación del fenómeno. El resultado del “efecto paradoja”
donde el conocimiento humano agrega una variable más al conocimiento será poco
relevante para este tipo de saber. El efecto de la incertidumbre, mediante el
cual la existencia del observador afecta al objeto, también nos parece poco
relevante para el grano de sal, y aunque sea muy significativo este efecto lo dejamos
como suspendido, como entre paréntesis, porque estamos demasiado acostumbrados
a ese efecto del observador.
La totalidad concreta como ideal de método. La
paradoja de la incertidumbre interroga este ideal. Pero la totalidad es clave
de la existencia material: casos de partículas polares y de inercia.
Ahora bien, recordando lo mejor de la teoría de la “totalidad
concreta” tal como la expone la versión elegante de Karel Kosik[10],
la interpretación de la exigencia intelectual de la “totalidad concreta” no es pretender
un conocimiento de la suma de todas las partes, o sea, no implica saber “todo
de todo”, porque eso ya constituye una imposibilidad. Precisamente, uno de los
temas favoritos es la existencia de la totalidad misma como perspectiva
diferente de la suma de las partes, y esto porque (tal como se comentó desde el
inicio de este escrito) siempre se piensa mediante conjuntos, y por lo mismo el
saber suena a cáscara vacía si ignoramos el conjunto, donde radica la vitalidad
el horizonte completo. Este asunto del conjunto también se presta a paradojas,
porque el conjunto sin parte es nulo, es ficción y por ello Kosik debate en
contra de la falsa totalidad, la totalidad “hipostasiada” supuestamente a la
manera de Hegel (aunque el filósofo alemán no pertenece estrictamente a tal
definición), porque la totalidad ahí se opone a las partes como su condición
absoluta, a la manera de un Espíritu Absoluto opuesto a sus partes. En este
sentido la “totalidad concreta” aporta más que un dato adicional a la colección
de datos del saber, sino que ofrece su clave de interpretación, porque la
“totalidad concreta” incluye una generalidad articuladora de las partes,
digamos cartesianamente: emana la luz de la razón. En sí la integración de la
“totalidad concreta” es un conjunto articulado de conocimiento de la realidad,
que permite enfocar “concretando” a las partes; esa es la armonía conceptual
ofrecida a las partes, su hogar auténtico. A la vez, que la “totalidad
concreta” parecería proporcionar una solución a la paradoja del “dato
adicional” también es un reforzamiento de la misma paradoja, pues si para saber
concretamente debo de articular una totalidad, esta articulación ya de suyo parece
una tarea prácticamente infinita. Es una tarea infinita, porque el saber de las
partes altera el marco total, y exige una labor deductiva; después el camino
inverso también se presenta como infinito porque después estamos interpretando
a las partes desde el universo para formar la “totalidad concreta”. Entonces al
reconstruir los segmentos desde el conjunto resulta que también estamos en otro
camino infinito, pero luego se debe reciclar este camino circular, al menos,
por cada reconsideración de partes significativas que agreguen densidad relevante
al campo del saber.
Bajo tales consideraciones el camino del saber parece
un infinito, pero falta todavía agregar el elemento final disolvente. Si las
particularidades fueran una colección de cosas claras y distintas que conocemos
precisamente aunque su número sea enorme de cualquier manera el desafío para la
interpretación es simplemente un asunto de cantidad. Ahora bien, la partícula
elemental del lado “concreto” de la “totalidad concreta” es demasiado huidiza;
el tema de la incertidumbre, agrega una limitación al saber muy peculiar, vale
decir, hasta una limitación radical. La incertidumbre física sobre la
determinación “concreta” de cada partícula agrega un grado de
indeterminación tan radical, que concluye en este callejón de
indefiniciones: cada partícula puede hacer “casi cualquier cosa”, incluso alcanza
a desaparecer brevemente del universo conocido y reaparecer desde la nada.
En ese sentido la existencia particular de cada fracción infinitesimal de la
materia, se ahoga en una indefinición, por eso el saber del mundo material ya
no inicia desde algo “concreto”, sino como una aproximación hacia un enjambre
incierto basado en las impresiones. Además la partícula no existe ahí bajo la
vista y permaneciendo indiferente a la existencia del observador, porque su
comportamiento de partícula será radicalmente diferente según quede observada o
pierda esa mirada externa. Si la partícula misma no existe estable y definida
en el fondo material, la construcción de una “realidad objetiva” resulta una
ilusión peculiar, que defino así: la ilusión de creer que lo visto permanece como
realidad cuando deja de mirarse. Bajo esta definición, materialismo-realismo significa
confianza en la conservación del entorno; materialismo consiste en la fe de que
mientras dormimos el universo espera plácidamente e inalterado hasta nuestro
despertar, y materialismo es creer que al morir las estrellas conservan íntegra
su trayectoria luminosa hacia el lugar donde estuvieron abiertos nuestros ojos.
Dadas las anteriores consideraciones, la
“totalidad concreta” indica más una intención científica que la estructura del
mundo, porque la presuposición de objetos reales inalterados, trabados
establemente en su conjunto total no resulta tan cierta. Sin embargo, posee un
curioso mérito, porque la integración total del mundo existe más arraigada que
lo indicado por las visiones empiristas; por eso la teoría de la “totalidad
concreta” indica una línea crucial de investigación. Para una interpretación
más empirista solamente se enlaza lo que efectivamente se toca y así obtiene
una interrelación efectiva. Sin embargo, la materia del universo “sabe” de
la existencia del resto del universo, de una forma que parece
desconcertante. Esto lo encuentro argumentado por el libro de Gribbin[11]
en dos pasajes interesantes. En el primer pasaje, está una revelación de una
propiedad sorprendente de los fotones, que cuando nacen en pares polarizados y
se lanzan a distancias, la pareja reacciona a los cambios enormemente distantes
de su par; esta propiedad de la operación de los fotones nacidos en par,
implica una conexión constante a la distancia que supera la velocidad de la
luz, el límite teórico de interrelación particular en el universo. En suma una
partícula puede quedar conectada a distancia con otra por medio de un mecanismo
que desconocemos completamente y cuya interpretación desafía las visiones de
conexión mecánica. El segundo, se encuentra en una reflexión de sorpresa
respecto de una de las primeras y más viejas leyes físicas, la inercia anunciada
por Galileo, quien asentó que una fuerza aplicada a una materia tenderá a mantenerse
en un movimiento rectilíneo si no encuentra fuerzas opuestas que alteren su camino.
Siendo esta afirmación la más próxima a la evidencia inmediata de los impulsos
inerciales como los movimientos de proyectiles luego no cuestionamos que la
inercia marque una relación extraña, precisamente, porque al moverse en
línea recta inercial la materia “sabe” cuál es la posición del resto del
universo, como si tuviera determinado un espacio absoluto, cuando sabemos
que el conjunto de sus marcos de referencia materiales, como son las masas
gravitatorias de los planetas, sistemas solares y galaxias están en un continuo
movimiento curvo por el universo. También en este caso la partícula
material está percibiendo su relación con el universo, aquí respecto del
espacio absoluto circundando su entorno.
En estos dos ejemplos de la física destaca la importancia
enorme de la relación del conjunto respecto de las partes, donde el
comportamiento particular, empíricamente concreto, parece absolutamente
inexistente sin su relación con el conjunto, su determinación de la totalidad.
En ese sentido, claro que soy un partidario espontáneo de la referencia a la
“totalidad concreta”, y que se mantenga un ideal científico de comprensión de
los conjuntos, pero eso también exige definir la relatividad de los conceptos
que suponemos integran la totalidad misma. La interpretación radical de la
incertidumbre ataca más duramente al “principio de realidad” que al de
totalidad, pero de alguna manera ambos principios han crecido históricamente
juntos, y en la intuición los mantenemos unidos.
Lukács ataca a la totalidad hegeliana ¿pero la
suya supera la totalidad hipostática? La paradoja del espejo-libro de Ende
El objetivo de adquirir el punto de vista de la “totalidad
concreta” resulta plausible, pero su enunciado tan pretencioso puede ahogar el
pensamiento, como lo demuestra el mismo Lukács, en sus interpretaciones de la
literatura de vanguardia, cuando pretende criticar y desacreditar a los autores
de la llamada vanguardia literaria como Kafka y Musil, oponiéndolos al estilo
del realismo crítico de Thomas Mann. A Lukács la vanguardia literaria le parece
personificando simplemente un “carnaval de la consciencia fetichizada”, y en
ese gran saco de papas mete a una abigarrada colección de autores sin
afinidades recíprocas, ni visos mínimos de integrar una unidad literaria. En el
término “vanguardia” notamos que ahí se reunía una colección variada de nuevos
estilos, rupturas formales, nuevas preocupaciones, paradigmas de un
individualismo sicológico más radicalizado, ataques de incoherencia, rebeldía
ante lo establecido, contestatarios con imaginación, etc. En general, a Lukács
le parece que el denominador común de la “vanguardia” literaria es un
individualismo que se desgarra de su contexto y ese desgarrón respecto del
contexto lo traslada de las categorías filosóficas (escapar de las exigencias
de la “totalidad concreta”) hasta los criterios estéticos; él solamente acepta (como
estética y políticamente correcto) al individuo ubicado en su contexto, para
dibujar su libertad como “posibilidad concreta”, para lo cual el individuo se debe
mantener dentro del horizonte de una totalidad realista, manteniendo una
función cognoscitiva de la estética (una literatura que conoce lo real). Así,
para Lukács, únicamente, es válida la literatura cuando mantiene al personaje
realista engarzado claramente en su contexto, de tal manera establece el canon
de la percepción de lo real, una imagen viva y refleja de lo que el científico
social procura hacer con la “totalidad concreta”. El análisis de Lukács no
solamente es infortunado por su fusión y confusión entre saber teórico y
literatura. Además también implicó una ausencia de sensibilidad ante las
contribuciones críticas de un autor notable como Kafka, quien le parece a
Lukács encerrado en el pobre horizonte de lo particular, por la imposibilidad
de integración de una “totalidad concreta”. En la preocupación de Lukács gravitaba
una consideración política, pues le parecía que el individuo aislado se
condenaba a la impotencia, por tanto también planteaba la exigencia de
integrarlo en una totalidad, su engarce en lo concreto.
Dando uno salto hacia lo biográfico, recordamos con
Mészaros, que la totalidad de la historia no se aferra directamente y así el
individuo recurre a una mediación, y esa mediación se convierte en su
representación por excelencia de la totalidad. Reitero, para el individuo
histórico una “mediación” (término en el que puede caber un partido, una
iglesia, un lider, un Estado, un país…) le parece como la encarnación directa
de la totalidad. Recordemos que en su vida Georg Lukács, repetidamente, tuvo
que luchar primero y adaptarse luego al estalinismo, someterse a ridículas
autocríticas por la radicalidad de sus ideas filosóficas, adaptarse a un
entorno político “comunista” que él creía representante único de la totalidad
en curso (la llegada del socialismo proletario). La paradoja teórica implica
que Lukács se somete a la totalidad hipostasiada por excelencia, al Estado
dictatorial, cuando pretende que su método filosófico marxista ha superado esta
antinomia hegeliana. Por desgracia, en la práctica, él se demuestra más
“hegeliano que Hegel” en su sometimiento a una totalidad cosificada, bajo la
figura del Estado cosificado sustituyendo al proletariado revolucionario. Dada
la brillantez de Lukács debemos acotar la facilidad con la que la exigencia
de una “totalidad concreta” se convierte en su contrario directo: la totalidad
hipostasiada, donde una falsificación del Todo somete a lo particular, y
esto ocurre en muchas dimensiones: Estado somete a individuo, pasado somete a
presente y este presente somete a futuro, relación cosificada somete a praxis
histórica, ley somete a ímpetu revolucionario, etc.
Sin embargo, la paralización de la vida por medio de
una totalidad preconcebida del Estado también cae en una empresa absurda, por
la misma operación intrínseca de delimitación de la totalidad, porque se debe
constituir un círculo para atraparse la cola. Si el estalinismo en nombre del
futuro libre se dedicaba a esclavizar el presente, su operación conservadora (o
reaccionaria) no poseía la sencillez de las sociedades agrícolas conservadoras,
sino que tenía el problema profundo de la detención de un ímpetu indetenible,
porque la operación misma de frenado ya es un movimiento hacia adelante. En
términos marxistas la dictadura estalinista es una operación de freno de las
fuerzas productivas en curso, pero de tal manera baldada para paralizar
completamente el curso, so pena de su aniquilación. Una metáfora literaria
refleja este tipo de imposibilidades, cuando en la Historia sin fin de
Michael Ende describe el encuentro del personaje con un libro mágico, que le
indicaba en su lectura que el personaje leía su lectura en un libro que
describía su asombro por estar siendo leído en un libro que describía su
asombro... y así continuada describe el reflejo de espejos cuando regresan las
imágenes. En cierto sentido, la empresa política de capturar la totalidad, de
antemano está destinada al fracaso porque la totalidad no se deja atrapar por
una parte, especialmente, por una minúscula camarilla política encumbrada. La
captura de la totalidad implica la empresa dictatorial, y por cada medida
dictatorial también está obligada a reforzarla, por lo que su cadena nunca
encuentra término, sino que termina siempre en su propia aniquilación por la
totalidad viva (los ciudadanos vivos, ansiosos de más libertad) la cual no se
deja atrapar jamás.
Conclusiones
El conocimiento no puede avanzar sin la existencia de
problemas, porque el pensamiento se paraliza sin el desafío del misterio y de
lo desconocido. El descubrimiento de la importancia de la referencia constante
hacia la totalidad es una aportación crucial de la filosofía, y ha tenido una
significación especial en las obras filosóficas cumbre del marxismo. Será de
gran importancia reexaminar a filósofos como Hegel y Lukács. Sin embargo, la
importancia de un tema no permite la paralización dentro de resultados
agradables y herencias de abolengo. En lo precedente he querido jugar al ácido
corrosivo de los problemas. Espero que haya quedado suficientemente claro la
importancia metodológica de las interpretaciones de la totalidad concreta, y la
sofisticación de su interpretación. Pero el materialismo en general y la
interpretación de la totalidad concreta en especial merecen ser desafiadas a
duelo por algunos problemas intelectuales.
El efecto de la paradoja donde el conocimiento humano
agrega un elemento más es importante en ciertos campos, sobre todo, cuando se
pretende cerrar el conocimiento y la acción. El caso del Plan Quinquenal es el
tipo de caso donde es completamente relevante, por cuanto el conocimiento de
elementos adicionales a un plan total puede alterar radicalmente el horizonte y
hacer fallar el sentido mismo del plan. La paradoja de un elemento más exigiría
que se contara con un Plan del Plan, y después con un Plan de Plan del Plan.
El tema más desconcertante es el cuestionamiento al
“principio de realidad” implicado en la incertidumbre y en la cuántica emanadas
de la microfísica. Como el tema ataca demasiado las convicciones ordinarias se
corre el riesgo de caer en demasiados tecnicismos explicativos. La
incertidumbre cuestiona ciertos supuestos de materialismo espontáneo, y en esa
medida, cuestiona a la “totalidad concreta”.
La unidad del efecto paradoja y de la incertidumbre
implica una acotación de límites a la certeza intelectual, pero también creo
que son un importante estímulo para el desarrollo de las investigaciones,
precisamente, para revelar la naturaleza general del conocimiento humano y las
posibilidades del método.
[1] SARTRE,
Jean Paul, El ser y la nada.
[2] KOSIK,
Karen, Dialéctica de lo concreto. No
basta una percepción de totalidad, además hay que perfeccionarla y realizar una
investigación correcta de cada parte.
[3] Las
consecuencias filosóficas puras las extrae Lúkacs en su visión de que el
marxismo establece la identidad del sujeto-objeto con el proletariado
revolucionario. Cf. Historia y conciencia
de clase.
[4] De forma
lateral, por efecto de las referencias y del no-aislamiento de las ideas, sí
hay tal relación, cuando conoces afuera encuentras lo de adentro, el
autoconocimiento, y viceversa. En ciertos campos, como en la sicología, cuando
el Dr. Freud analiza a Ana, descubre algo valedero consigo mismo, y viceversa.
Pero no confundamos los momentos.
[5]Estas
aseveraciones permiten alcanzar hasta interpretaciones tan fuertes como negar
la “hipótesis realista” de la estructura del mundo. De tal modo, sin la
existencia de observadores no se obtiene ninguna conclusión sobre la estructura
del mundo. Cf. GRIBBIN, John, En busca del gato de Schröedinger.
[6] KOSIK,
Karel, Dialéctica de lo concreto, p. 75
[7]Solamente,
se puede suponer una forma de operación racional de un Plan económico del
conjunto de una sociedad, a condición de contar con mecanismos de corrección
constantes, que respondan a los movimientos de la población que aplica ese
Plan, es decir, solamente puede haber un Plan económico racional a condición de
que existe una enorme y efectiva democracia, que puede integrar el conocimiento
desde las partes.
[8] SAGAN,
Carl, Cosmos.
[9]
BACHELARD, Gastón, La tierra y los
ensueños de la voluntad. . Incluso los alquimistas identifican la sal con
la quintaesencia, creen que la esencia misma posee naturaleza salina. Paracelso
la ubica como el principio de cohesión, los lazos del cuerpo. La sal fue
reputada como el centro de la materia, igual a lo esencial. Además representa también
lo infinitamente pequeño, una esencia minúscula que rige cada cuerpo. La sal alquímica
es un principio de purificación, o principio de conservación (asociado a la sal
como medio de conservación práctico). Imaginada como la esencia, entonces privar
a la tierra de su sal implicaría hacerla tan ligera que “el viento más leve la
arrasaría como polvo”, p. 296.
[10]KOSIK,
Karel, Dialéctica de lo concreto.
[11]GRIBBIN,
John, En busca del gato de Schröedinger.
No hay comentarios:
Publicar un comentario