En lo que sigue comparo las visiones de dos
historiadores importantes sobre el reinado de Luis XIV, que son Ragnhild Hatton y
Perry Anderson, finalizando con una breve reseña de las concepciones de estos
autores a nivel borrador. El personaje y el periodo son importantes pues él fue
el rey absolutista “central” de Francia y en ese periodo se forjó esa nación.
El motivo inicial surge de la eminente calidad del relato de Hatton,[1] quien
desmenuza los diversos aspectos de la historia de Francia y Europa en ese
contexto dinástico, por lo que la autora ha sido elogiada como la mejor intérprete sobre el periodo. El segundo, está en la calidad de la obra y amplio horizonte de
Anderson sobre el Estado absolutista, la cual constituye un hito en la
historiografía europea sobre el devenir de una nueva forma política y que
complementó con una teorización sobre las transiciones entre los modos de
producción.[2] En lo que sigue salté el
panorama general, donde se define la naturaleza del Estado absolutista para dejarlo
en otro escrito, de tal manera que vamos directamente al
aspecto ameno del caso histórico del país y reinado de Luis XIV.[3]
BALANCE ENTRE VISIONES DE ANDERSON Y HATTON SOBRE LUIS XIV Y EL ABSOLUTISMO
Esencia del Estado absolutista y del
modo de producción
El rey y la aristocracia, la institución cortesana de
Versalles. El rey y la burguesía. El rey y el pueblo.
Para Anderson la esencial de clase del Estado absolutista resulta el reto
teórico principal por su interés para demostrar el acierto del marxismo,
aplicado a un periodo previo al capitalismo industrial. Ciertamente el periodo
del Estado absolutista está ligado con al instante previo al nacimiento del periodo
industrial, pues impulsó el desarrollo del mercado y las manufacturas, por
tanto aparece en distintas fases en El
capital. Sin embargo, con sentido rigorista Anderson no da las hipótesis
como demostradas, sino que analiza a detalle el periodo, incluso el tema
económico estricto queda en un segundo plano centrándose en el tema de las
clases dominantes. En esencia, para Anderson esta etapa corresponde al emerger
de un nuevo feudalismo, describiendo un feudalismo
modificado, y bajo tal ambiente crecen las fuerzas del capital a distintos niveles
como la monetización de la vida rural (la conversión de la renta en especie en
la renta dineraria) y expansión de mercados. Esa dimensión del análisis económico
que fundamenta no aparece como un contenido para Hatton, a quien basta con
estimar como un ambiente y cronología, justamente cuando emergen una serie de
hechos, dentro de los cuales no importa una totalización “feudal”. Cuando ella
emplea en término “feudal” no adquiere ese énfasis de modo de producción
esencial ofrecido por Anderson, sino como una descripción del periodo, es
decir, Hatton arranca desde una visión menos estructurada bajo hipótesis, entonces
justamente le resultan mejores “totalizadores” colectivos los pueblos y los
reinados, sin presuponer una legalidad que empuje hacia un sistema nuevo,
entonces la casualidad adquiere redoblada fuerza en los acontecimientos, así los
azares matrimoniales, sentimentales y bélicos deciden los bandos y los
conflictos.
En el tema del cambio de bando por los cabecillas aristócratas lo
refleja Hatton como temas emotivos y de enconos personales, como lo ejemplifica
en las actitudes de los líderes Turena y Condé durante las luchas de la Fronda.[4] Este
tipo de consideraciones tan individualizadas y azarosas no resultan pertinentes
para Anderson, para quien los movimientos de los líderes aristocráticos revela
un carácter clase y “trascendencia encapsulada” (juego con la ambigüedad:
trascender es romper el encapsulado, encapsular significa no trascender) por el
mensaje de clase social contenido en sus actos.
Con tales preámbulos debe aparecer la pregunta clave del periodo ¿quién
es el rey? Porque en la persona del monarca se condensan los temas de la
personificación.[5] Nosotros diríamos (rebasando
a Anderson) que no existirá persona más personificada que un monarca,
como representante del Estado completo y de la aristocracia entera, o hasta de
Dios y la Nación entera, pero luego discutiremos esto. La persona más
determinada por la historia, por la carga del poder, por el fardo de los
intereses creados, por las miradas convergentes de los encumbrados y los
desheredados, únicamente puede ser el rey. Esta sobre-determinación del rey la imaginamos
como el cargamento de cadenas de las determinaciones sociales, económicas,
culturales y políticas de una época en un espacio-tiempo exacto, resulta
enmascarada por el exceso del poder concentrado en unas solas manos. La
superficie luminosa invita a creer en la libertad absoluta del monarca,
mientras sus súbditos yacen cargados con cadenas de opresión. La máscara del
poder absoluto se debe compensar con el estudio detallado de las presiones
sobre el gobernante, las presiones hacia la maquinaria del Estado, y esto se
hace evidente durante los periodos de crisis, cuando se manifiesta también la
fragilidad del imperio monárquico. Afortunadamente la biografía de Luis XIV nos
revela esa fragilidad, en especial, su juventud marcada por la rebelión de los
aristócratas y hasta los burgueses durante la Fronda revela luminosamente las
restricciones y amenazas galopando sobre el monarca. La huida del rey dibuja el
episodio más patético de su fragilidad, y se repite tres veces[6].
Justamente, esa fragilidad revelada se convierte en afán de acrecentar su
poderío, amurallarse contra las desgracias, acrecentar las riendas del poder y
esa voluntad se convierte en el destino de Luis XIV. Por su parte, Anderson se
interesa por el largo plazo, así mira las oscilaciones del ascenso del Estado
de los monarcas franceses, pasando de la crisis a la centralización, como un
episodio de mecánica física del poder, lo cual desde un punto de vista más
general resulta aceptable; de tal manera, para Anderson el caso Luis XIV es un
ejemplo de ascensos monárquicos provenientes desde crisis de separación de
regiones. Así, con Anderson la voluntad centralista del monarca surge como el
despliegue global de la oscilación entre una crisis y una recomposición del
Estado, dejando de lado la voluntad del gobernante, aleccionado por una experiencia
traumática de amenazas aristocráticas y persecuciones por sublevados, y
decidiendo recuperar las riendas del poder completamente, usando la violencia y
la cautela, la riqueza o la legalidad. El segundo aspecto emerge con el relato
de Hatton interesado en la persona del monarca, decidiendo un largo proyecto
político centralizador a partir de sus experiencias directas, y encontrando en
el entorno los elementos utilizables, ya sea en las personas de los burgueses
ministros o contentando a la plebe al repartir pan gratuito durante las
hambrunas[7]. Con
Hatton predomina lo anecdótico y no resulta clara la existencia de una
causalidad, cuando el modelo absolutista se repite, simplemente pareciera
operar una imitación sobre un acontecimiento exitoso. Sin embargo, el grado de
imitación o divergencia sobre la monarquía absoluta sale del rango de las
consideraciones de Hatton, y en ese sentido hasta resulta extraña una
afirmación de Anderson que lo singulariza, indicando que el resultado del gobierno
prolongado de Luis XIV fue un “culto a la autoridad real”[8] sin
comparación en ningún otro reino de Europa durante esa misma época. La
afirmación de Anderson singulariza saliendo de su pauta usual, cuando su
enfoque personifica como ejemplo de una tendencia estructural.
La relación clave entre el rey y la aristocracia debe demostrar el vínculo efectivo entre la
representación y la clase, para no derrumbar su hipótesis teórica. Anderson se enfrenta a la paradoja de la
representatividad-conflicto-abierto mediante una larga argumentación, en cierto
sentido, su obra entera argumenta la sustentación de su tesis básica: la
monarquía sí representa a la clase
aristocrática aunque lucha encarnizadamente contra ella. Los sangrientos
conflictos entre monarcas y aristócratas cuestionan su argumento crucial, sin
embargo, su revisión de Europa afirma que mantienen un sistema cerrado donde el
monarca enseñorea la cúspide de la aristocracia y ésta se conforma como el
estamento bajo el manto monárquico (por más que se subleve contra un rey en
particular), sin embargo algunos monarcas sí traspasan la frontera de esa
estructura. En el caso de Luis XIV amagó con la amenaza para “deshacerse” de la
aristocracia insumisa, pero el mismo Anderson señala casos cuando la lógica última
del absolutismo (el centralismo jerárquico del Estado), rompe las amarras de su
supuesta lógica social, como indica en su ejemplo de Suecia con el ocaso de
Gustavo III hacia 1792, cuando su autocracia dictatorial impulsó a la nobleza resentida
hacia el ideario republicano y terminó con su asesinato, pero ese salto de
papeles en contra de la hipótesis del predominio de las clases, lo desestima
Anderson como una “infra-determinación” (una menor determinación de la debida)
entonces “Un Estado optativo acabó en una contingencia aparentemente total.”[9] Con
lo cual se violenta la legalidad y la causalidad históricas, creando
excepciones contrapuestas al método que defiende, es decir, su materialismo
unitario.[10]
Nacimiento sincrónico
La matriz del tiempo, le parece a Anderson como únicamente adecuada
cuando se refiere a la creación de los objetos teóricos; llama su atención la
simultaneidad de la emergencia de los despotismos absolutos, es decir, el parto
conjunto de los monarcas absolutos Isabel y Fernando de Castilla y León,
Enrique VII de Londres y Maximiliano de Baviera. Ese tipo de
nacimiento-estructura no parece interesar a Hatton, quien está mirando la
situación personal del monarca, intrigada por la fragilidad de la vida, pues
luego de dos abortos, la reina Ana de Austria parecía condenada a la
esterilidad y Luis XIII le rehuía, sin embargo, lo improbable emerge, para
cimbrar al destino, pues nacería el rey más influyente en la cronología de las
dinastías francesas. La fortaleza descollante emerge desde ese entreverado de
fragilidades personales. Entonces Hatton rescata los eventos con frontera en lo
mítico y nos describe la hazaña de un vástago para salvar a Francia, de la
posibilidad de una emigración dinástica pues se perdería la línea de sangre
real, si fallaba tal eventualidad del nacimiento del delfín. En el caso de
Anderson debe contentarnos la eficacia de la simultaneidad (sombra de la ley
forzosa, que alinea a las casualidades), en Hatton nos sobrecoge el milagro de la singularidad, donde el
tiempo sigue la sencilla línea de la sucesión cruzada con la coordenada de la
sincronía.[11]
Sobre el carácter de las
instituciones absolutistas
Para Hatton no interesa tanto el carácter preciso de la “institución
absolutista” como género, sino las innovaciones aparecidas durante Luis XIV, la
posible generalización emerge sobre el plano de la comparación, y por el acoso
recíproco de Estados en lucha; así, hace suponer que emergen al imitar durante
los conflictos (un sistema de fuerzas antagónicas, en una guerra intermitente).
En otro sentido, el avance singular del Estado de Luis XIV parece nacer de
situaciones únicas (semejante cuando Daniel Cosío Villegas, un historiador
mexicano denominó un “estilo personal de gobernar”)[12] como
el afán centralizador nacido de una preocupación de fragilidad del reinado y
como el esfuerzo de fronteras seguros colocado en una perspectiva defensiva de
estrategia militar, aunado a una especie de racionalismo creciente en la
operación del Estado, sus mejoras continuas en la organización y las medidas
tomadas. Sin embargo, a pesar de un enfoque tan distinto, sobre las
modificaciones en sí, la descripción de Anderson coincide. El fondo de Anderson
siendo generalizador, convierte su descripción en una totalidad de casos que
corresponden con la misma “ley histórica”, una reorganización del aparato
feudal, mediante su centralización, nuevo sistema legal, etc. Pasemos a
observar los diferentes aspectos.
Burocracia
Hatton divide en dos esferas a la burocracia. Una parte es la élite de
grandes burgueses ennoblecidos, arropando al rey, en un consejo de ministros
muy estrecho, pues para efectos de biografía este nivel resulta interesante,
ya que muestra personas, con fortuna y
desgracias, como sucede con el ministro de finanzas condenado a prisión. La
otra parte es la masa, que corresponde con la estructura cambiante del aparato
de Estado, indicando las principales líneas de poder entre el centro y las
provincias, mediante los intendentes y poderes locales. Los llamados “parliaments” (las asambleas con
aristócratas y hasta con burgueses) donde se acudía a negociar el incremento de
impuestos merecen una mención especial; la tendencia fue a convocarlos de
manera puntual por conveniencia del rey, para anularlos cuando se muestran como
una potencia autónoma o hasta rebelde.
En cada caso merece una atención especial la utilización de la venta de
cargos y el impuesto sobre el puesto, en especial de recaudadores de impuestos,
modalidades que resultan desconcertantes en una perspectiva moderna.
Para Anderson, las varias modificaciones avanzan en un único sentido: la
centralización del aparato estatal, pero la conservación de un poder
aristocrático. En particular, le parece que la intervención de la burguesía en
el Estado, como burócratas medios o hasta principales, no cambia la situación
estructural, que no se instaura el nuevo
régimen propio del Estado capitalista.
El tamaño del aparato burocrático de Estado francés comparado con la
modernidad resulta minúsculo, el cuerpo de funcionarios civiles era sumamente
reducido, 1000 responsables contando la corte y las provincias, pero estaban
apoyados sobre el ejército, que para la época fue una impresionante máquina
coactiva, entre 50 mil a 300 mil soldados regulares.
Legislación
Para Hatton el sistema legislativo se moderniza y se racionaliza, como
impulsado por un viento modernizador y por un estilo inteligente del rey sol.
De nuevo pareciera obra de la casualidad, que el rey no usara ampliamente el
sello absolutista entonces incrementándose en el Estado. Algunas de las leyes
resultan claramente despóticas, pero Hatton insiste en su no empleo, incluso
argumenta las situaciones donde ofreció el perdón a sus enemigos, promulgando
generosas amnistías.
La importancia del derecho romano reinterpretado corresponde a una
visión de Anderson, donde el “factor Renacimiento” resulta importante para explicar
el avance continuo hasta alcanzar la etapa capitalista.
Impuestos
El tema del crecimiento del Estado en Francia, sin duda proviene del
incremento de ingresos, provenientes tanto de una mejor producción, más población
y mejore procedimientos recaudatorios. En este periodo existen tres tipos de
impuestos, dos tradicionales del feudalismo, tomados directamente por el señor
feudal aristócrata y por la iglesia, luego el propio impuesto cobrado para el
Estado. En el periodo de Luis XIV la toma de tal impuesto estatal resultaba la
punta de lanza del conflicto con la aristocracia, y las subordinadas regiones
subordinadas. En ocasiones los impuestos parecen determinase como simples
saqueos, indicado en la virulencia del diezmo, establecido como una toma del
décimo de los bienes, de manera indiscriminada. Asimismo, la buena acogida monarca
para el comercio y la manufactura se relaciona con la fuente para adquirir
ingresos para el Estado. De nuevo, para Anderson resulta interesante el
crecimiento del Estado y del ejército sostenido por los impuestos, es decir el
perfil global.
Estados políticos en conflicto
La creación del “sistema de Estados” europeos en conflicto con su perfil
preciso, con su esquema de nacionalidades en tensiones, Anderson lo estima como
una innovación venturosa del periodo absolutista. El resultado Hatton lo juzga proveniente
de una oposición de estrategias que conducían hacia un punto de empate final,
pues siempre que un contendiente amenazaba con alcanzar un poderío excesivo (el
imperio universal sobre toda Europa) sufría el contrataque de sus vecinos
celosos, procurando abatirle lo suficiente para frustrar su supremacía
temporal. El resultado funciona por oposiciones, pero también lo considera
Hatton como efecto de una prudencia episódica de los participantes, por
ejemplo, una explícita pauta defensiva de Luis XIV quien sacrificó enormes
derechos de su dinastía, nacidos del testamento del monarca español, con tal de
evitar confrontaciones con vecinos recelosos de su supremacía.[13]
Por su parte, Anderson ofrece una mejor explicación sobre la situación
de guerras permanentes entre los Estados absolutistas. En cambio, Hatton indica
una situación de hecho, donde la inestabilidad ser repite y cada gran acuerdo
de paz contiene semillas de su final, además de la precariedad de las
sucesiones dinásticas y las ambiciones de los monarcas (especialmente Leopoldo
de Austria). En este caso, parece facilitarse una combinación entre la causa
estructural y las contingentes, sin que parezca existir una contradicción
importante.
Únicamente, bastaría considerar que la confrontación entre Francia y las
potencia marítimas, Anderson la estima como un signo de renovación de época,
pues las potencias más netamente capitalistas resultan robustas en su
estructura interna, y capaces de derrotar a Luis XIV, no por coyuntura sino por
esencia. Claro, que para Hatton no existe tal horizonte, y en su relato, las
diferentes guerras de Luis XIV dan la impresión de empates sucesivos,
intercambios de posesiones y territorios, los cuales finalmente permiten la
coherencia territorial anhelada por el rey.
Diplomacia
Para Anderson la diplomacia tiene el aspecto de una institución
renovadora, integradora de las relaciones entre los Estados a un nuevo nivel,
expresión y fuente el nuevo tramado institucional de las relaciones entre los
Estados. Para Hatton las mejoras diplomáticas aparecen como avances de
situación, resultado de una racionalización del Estado y casi un mérito personal
del rey Luis XIV. Resultaría curioso, comparar tales valoraciones con la enorme
estimación concedida por Marx a las maniobras de la diplomacia exterior de
Rusia en su estudio especializado[14].
El ejército y la guerra
Una gran parte de los procesos modernizadores y de cambio social del
periodo están relacionados con los cambios en la técnica militar. Para Hatton
principalmente resulta interesante la profesionalización creciente del ejército
y su nacionalización, además de los grandes proyectos de sistemas de fortalezas
defensivas, ligadas con la casi obsesión estratégica de fronteras defendibles,
planteada por Luis XIV. Anderson plantea el panorama completo de los cambios
del sistema militar y sus dramáticas repercusiones en los equilibrios de
fuerzas.
El tema de la profesionalización y la nacionalización creciente de los
ejércitos aparece en ambos autores, sin embargo, para Anderson tienen un
sentido más trascendente. En principio, Anderson ofrece la explicación
sociológica de la importancia de los mercenarios en el final del feudalismo,
porque establecían una fuerza militar más confiable que los campesinos armados.
Al mismo, tiempo la profesionalización del ejército implicaba una creciente
carga fiscal, imposible antes de la centralización administrativa. La
estimación del ejército francés oscila entre 50 mil a 300 mil soldados, lo cual
era una enorme máquina militar para ese periodo.
Al mismo tiempo, debo comentar que las variaciones de la técnica militar
implicaban una especie de carrera armamentista en ese siglo, pues se competía
por mejores armas y artillería, fuertes mejorados, barcos más veloces y
artillados, etc. Esto generaba constantes conflictos, donde aparecían nuevas
potencias militares en rápida sucesión.
Dinastía o nación
Por otra parte, observo que Hatton no enfatiza la aguda contradicción
entre dinastía y nación, como un tema esencial del periodo del Estado absolutista,
debido a su predilección para quedarse en lo anecdótico. Las dinastías europeas
del periodo emparentaban vía matrimonio y se desplazaban mediante los pactos de
sangre o por la fortuna de las constantes guerras. El desplazamiento
territorial de los nuevos herederos al trono era una costumbre, así no
importaba que Carlos de Habsburgo haya nacido en Flandes y se criara en alemán,
cuando su abuelo Fernando VII lo toma como la mejor sucesión, entonces se
instala en Madrid sin hablar castellano y el nuevo rey Carlos V construye
sistemáticamente el imperio a partir de la península, con lo que se dibujará el
Imperio Español.
La trama del conflicto dinástico, diplomático, militar y proto-nacional entre
París y Madrid es tremendamente compleja, finalmente la dinastía salta las
fronteras en mitad de guerras sucesorias. Anderson muestra más claridad,
indicando el antagonismo esencial entre dinastía y nación, aceptando que casi
es una casualidad que la dinastía parezca nacional, como el apareamiento que
identifica a la casa Borbón y Francia. Conviene estudiar estas situaciones en
detalle, para no pecar de abstracto, y observar cómo emerge, por ejemplo,
Francia nacional moderna paso a paso, y desde qué punto los reyes Borbón la
usan o asumen, considerando la compleja retro-alimentación histórica entre la
persona y su circunstancia, forjadora de las naciones antiguas, a su vez, plataforma
de las naciones modernas.
La persona del rey en la casualidad y la causalidad en la historia.
Ahora bien, una ley esencia de la dinastía (justa y exactamente conforme
la persona se identifica con el gobierno absoluto) implica el azar de la vida
individual (su fragilidad, su duración biográfica, su salud y enfermedad, sus
cualidades o torpezas de gobernante), del matrimonio y la herencia (las
alianzas matrimoniales y destino de los reinos en base a nacimientos). Ese
aspecto lo describe ampliamente Hatton, incluso sin insistir demasiado en ello,
porque resulta una evidencia. La misma narrativa del nacimiento del Luis XIV,
después de dos abortos y del conflicto entre su padre y su madre, muestra
completamente la fragilidad del destino del reino en ese punto[15]. De nuevo aparece esta fragilidad en las sucesiones,
con el tema de que un monarca longevo hereda el reino de España a un nieto
suyo, Felipe, y que su propio reino debe saltar una generación para recaer en ese
nieto. Ambos casos indican la fragilidad de la línea sucesoria, mediante el salto
de generaciones. El caso de España resulta más complejo, por los conflictos de
intereses y militares entre los dos reinos, y las posibilidades político-militares
desatadas por la sucesión de un Borbón en España.
Evidentemente, el tema de fondo resulta muy importante en descripción de
la historia. Para la herencia de la materialista marxista, el lado de la
causalidad es más importante y las características de la persona no resultan
tan importante comparadas con las posibilidades de la época. Este punto no lo
hace tan explícito Anderson, pero es la esencia en su método. Para el materialista
marxista la personas es una personificación de las relaciones sociales que
encarna, así el monarca importa como representación de la aristocracia; sin
embargo, en el relato histórico, el mismo choque de fuerzas y su conflicto con
su “clase social madre” implica su mayor juego de libertades, un protagonismo
enorme de los monarcas para el movimiento concreto de la historia. La marxista nos
indicaría, que por muchas variaciones personales de los monarcas, al final de
cuentas el resultado de la evolución histórica será más o menos el mismo, que
el proceso de consolidación de Estado absolutista, terminaría similar si muere
un príncipe brillante y entra uno incapaz. Por el lado de la historia concreto,
esta variación de las personas-personificaciones peca de exceso de
abstracciones y no permite observar lo particular del acontecimiento. La buena
o mala personificación de una relación social no es suficiente, porque la
relación social no contiene todas las determinaciones de la vida misma; creer
que las relaciones sociales contienen todas y cada una de las determinaciones
es fantasear sobre una enajenación absoluta de la historia, un determinismo más
que absoluto. Entonces sí interesa la persona y sus azares, además también
implica las posibilidades concretas de los grupos, como la relación del monarca
con el país, y el perfil de las nuevas naciones y su cultura.
Mercantilismo
Conviene revisar las interpretaciones de Anderson que limitan en
mercantilismo a una expresión de las clases aristocrática que se ha adaptado a
la existencia del mercado y busca beneficiar al Estado. Para Anderson el mercantilismo era la doctrina dominante de la época;
pugnaba por libre comercio interno, alentar la exhortación de bienes y prohibía
la de metales preciosos y moneda, en la creencia de que existía una cantidad fija de riqueza y comercio disponible en el mundo. El Estado era el
sujeto y objeto de la política económica mercantilista. Sus creaciones
características fueron en Francia, las manufacturas reales y los gremios
regulados por el Estado, y en Inglaterra, las compañías privilegiadas. El
mercantilismo antecesor y opuesto al laissez
faire fue una teoría de la intervención coherente del Estado absolutista
sobre el funcionamiento de la economía.
El aspecto ilustrado, avance de
cultura
Desde el punto de vista de Hatton aquí está un resultado evidente e
ineludible del absolutismo. Su línea causal no es demasiado marcada, pero al
encontrarnos en el terreno de la biografía, el apoyo a la cultura del rey
parece resultar de una infancia educada, es decir, la esmerada educación del
rey se convierte en el patrocinio nacional de la educación, cultura, ciencia y
artes para todo el país. Así, emerge una ecuación maravillosa: el individuo
educado se convierte en el educador del país; que siendo el gobernante salta el
terreno arenoso de una paradoja de las Tesis
sobre Feuerbach: el educador debe ser educado[16]. En
este caso, Luis XIV fue educado y su recepción de una cultura universal (aunque
sesgada hacia su encargo, incluso hacia la guerra) permite dispersar sobre el
país entero, una emanación cultural nunca antes vista. En ese sentido, ante la
pregunta de por qué el despotismo de Luis XIV fue ilustrado, la respuesta sería
porque recibió una esmerada educación desde niño y la continuó la vida entera;
entonces esto nos conduce hacia una “educación de príncipes” encierra el
fenómeno de la ilustración y la escuela pública, etc.
Esa entera línea biográfica no contiene ninguna importancia para
Anderson, sino que el fondo opera con el crecimiento del capitalismo dentro del
feudalismo. Conviene revisar su argumento, pero no concuerda con una
interpretación del incremento autónomo del conocimiento muy evidente en
cualquier investigación de la cultura o el fenómeno educativo como eventos
autónomos,[17] aunque el comercio sí
contribuya para su efecto y preservación mediante el “capitalismo impreso”.[18] El
crecimiento del racionalismo filosófico y la expansión del método científico en
el periodo se puede considerar una serie histórica que rodea y fertiliza el
periodo del Rey sol, sobre lo cual adquiere mucho más sentido que impulsara la
educación y las artes, favoreciendo el crecimiento productivo de su país.
El simbolismo de la monarquía, el
código del poder
Final, pero no intrascendente, surge el tema de los símbolos. El símbolo
inicial del Luis XIV ya posee el signo de la grandeza, —como en adivinanza, el
Sol sobresaliendo en los cielos—, advirtiendo que su reinado trascendería el
periodo y lanzaría su modelo por Europa entera. Nos puede desagradar, pero este
reinado luego resultaría ejemplar del despotismo ilustrado para Europa entera,
siendo seguido en los confines, como la lejana Rusia, con su absolutismo
arcaico pero afrancesado, de hecho el francés se convertiría en el idioma
cosmopolita durante el siguiente periodo.
Ahora bien, un símbolo también es un jeroglífico de época y el discurso
de las artes nos debe revelar (lo que para la mirada ignorante simplemente
vela) de tal modo, que esta simbología nos indica las características políticas
del gobierno absoluto. Este tipo de gobierno, aristocrático pero centralista,
gobernando con la aristocracia pero enconado con los nobles, exige un discurso
del poder majestuoso, justamente la majestad (deslumbrar con el lujo, la
teatralidad de la monarquía) es el complemento del derecho divino
(justificación religioso-política) centralizado, de tal modo que Luis XIV fue
un precursor brillante, quien entendió esto: sin brillo el reino se tambalea.
Había vivido la fragilidad de su gobierno mediante las rebeliones de la Fronda,
entonces debía acorazarlo y amurallar la jerarquía de su centro. El complemento
de las fortalezas defensivas en las fronteras lo constituía Versalles (como
palacio y como corte, dos dispositivos esenciales del mando monárquico) y el
retrato de su propia persona, la cual se convertía el sol. Así, el sol debe
deslumbrar para evitar ser alcanzado, Luis XIV resultó un maestro en el arte de
deslumbrar, mediante las obras palaciegas y artísticas, así como la
organización cortesana.
Después del sol como símbolo del rey, vienen las alegorías de Apolo y su
carro de fuego, como vehículo que trae el conocimiento a la humanidad, una plástica
expresión de su lado ilustrado. Finalmente, conviene comentar el gusto por los
símbolos de la abundancia, como las frutas, los niños, las espigas y mazorca,
incluso el afamado cuerno de la abundancia que conservaría ampliamente en la
iconografía francesa. Así, el lenguaje simbólico absolutista indica la
expansión solar y la venida de la abundancia. En este aspecto, las alegorías
van de la mano con la política económica naciente, sustentada por teorías
mercantilistas, la monarquía se ocupa de fomentar el comercio y las
manufacturas, durante un periodo en el que el comercio es un instrumento de
poder. Entonces su gobierno favorece la riqueza del país, y las instituciones
de alivio, como repartir el pan durante las hambres periódicas, cuando un rudo
invierno destruye las cosechas.
Por último, convendría estudiar el paulatino avance del simbolismo
nacional, del conjunto del país emergiendo como una plataforma maternal. Este
punto debe discutirse, porque con la retrospectiva se cree en una Francia
inmortal, plataforma sólida de cualquier gobierno, sin embargo, creo que esa
realidad en el siglo de Luis XIV todavía resultaba frágil. La referencia a la
comunidad imaginada o entidad maternal (proto-patria) complementaba la utilidad
del monarca, y en el relato de Hatton se insiste en la creencia personal del
rey para servir a su país, sin embargo, en ese periodo la mayoría de los príncipes
podían mostrarse como propietarios fríos de los territorios y permutarlos por
una lejana provincia, si las circunstancias y su gusto lo permitían; en ese
sentido no existían las dinastías patrióticas por esencia sino por excepción.
Parece que Luis XIV resulta ejemplar como una excepción, en su voluntad de
aferrarse a un país, y mantenerse seguro dentro de él, perfilando el símbolo de
una tierra-madre con la cual identificarse irremediablemente. Las supuestas
palabras finales del rey Luis XIV también merecen un comentario respecto de la
cuestión nacional, pues se le atribuye en su lecho de muerte “Yo me marcho,
Francia permanece”, sin embargo, esta versión resulta un tanto dudosa para
Hatton, quien indica “según parece”.[19] Con
seguridad una posteridad nacionalista dio tintes más patrióticos a este
emperador, ya que objetivamente contribuyó a la consolidación de Francia, y en
lo que aquí comentamos su periodo también contribuye a la imaginería simbólica
de una comunidad mediante una patria en representación maternal.
LA CONCEPCIÓN DE PERRY ANDERSON SOBRE EL REINADO DE LUIS XIV
Las anotaciones originales conteniendo el tema presentado por Anderson aparecen
en azul, surgieron desde el año 1978, durante un seminario. Conviene refrescar
su lectura inicial para tener la visión completa del objeto teórico.
Perry Anderson, El
Estado absolutista: Capítulo 14.- Francia.
- Antecedentes. Permanencia de la monarquía de los Capeto,
ofrecía una continuidad de la dinastía en un largo plazo (sobre el territorio centrado en París, de tal
manera se generaba una identidad monarcas-territorio, que para el sistema
feudal resulta casual, porque los gobernantes aristócratas se desplazan según
la suerte de la guerra y los destinos sucesorios, por otro lado resulta forzosa
en cuanto ese lazo entre el poseedor y su posesión, vínculo demostrado cuando
se colocaba el nombre del gobernante sobre el territorio conquistado, como se
denomina una provincia como Luisiana desde la costa del Golfo de México hacia
la rivera del Mississippi). Además no existió por
largo tiempo una dinastía rival fuerte, ni las diferencias regionales en la
región francesa resultaban tan marcadas ni conflictivas (por tanto, esta
dinastía tendió a identificarse con la extensión completa del suelo de lo que
llegó a ser Francia).
-En esa época el volumen demográfico de Francia
generaba una dificultad formidable a la unificación administrativa por sus 20
millones de habitantes (pues para
la escala feudal, resultaba demasiado poblado y extenso).
- El progreso de la centralización monárquica de la
región fue convulsivo, mediante “jalones” hacia el centralismo y recaídas en la
“anarquía regionalista”, marcados por las grandes guerras que afectaron
internamente a esta región. Este proceso centralizador se compone de tres
etapas.
-La guerra de los cien años. En fin, esta guerra
solamente terminó ganada abandonando los servicios de caballería, y creando un
ejército regular pagado. Para levantar ese ejército regular se concedió un
impuesto nacional de la monarquía. Pero esas medidas fiscales y administrativas
al comenzar el proceso no opacaban de ninguna manera a los Estados Locales (periodo
de Carlos VII).
Luis XI centralizó más aún el poder, derrotando a los aristócratas
borgoñeses, únicos contendiente de peso regional para ocupar la corona. Pero
París no reina aún un Estado centralizado. Francia quedó dividida en “gobernadurías”,
regidas por príncipes o grandes nobles,
quienes poseían “una amplia gama de derechos reales “, y entonces lograban
actuar como autoridades autónomas, hasta
bien entrado el siglo XVII. Además crecieron en número y en importancia
los parlamentes locales: la dinastía no alcanzaba a imponer un aparato eficaz
de gobierno monárquico “en el marco de una economía sin mercado unificado ni un
moderno sistema de transporte y en lo que aún no se había alcanzado, la
disolución de las relaciones primarias de tipo feudal”[20].
Se intentó construir “”Estados Generales”, la figura
de una especie de democracia aristocrática, pero como en esas reuniones los monarcas
no lograban impuestos (para ellos mismos) se dejaron de convocar.
Periodo de Francisco I y Enrique II. Los funcionarios
jurídicos extendieron gradualmente derechos legales de la monarquía y los parliaments podían ser intimidados por
secciones especiales en presencia del rey. Pero aún no eran reyes autocráticos,
respetaban los tradicionales privilegios nobiliarios.
Guerras civiles y religiosas. La muerte de Enrique II
precipitó cuarenta años de luchas internas. Ahí se sintetizaron todos los
conflictos políticos de esa transición. Originando el conflicto nobiliario,
produjo la radicalización urbana y levantamientos campesinos no religiosos. Eso
reunificó a la clase dominante, ante el peligro la nobleza se reunió en torno
al Estado. Enrique IV sube al trono. A partir de ese momento histórico el
absolutismo se encamina rápidamente a la madurez. En 1604 la venta de cargos se
estabilizó haciéndolos hereditarios a cambio de un pequeño porcentaje anual
sobre su valor de compra. Pero la Guerra de los Treinta Años volvió a
desestabilizar esos sistemas fiscales. A pesar de todo, curiosamente
entrelazado con esa burocracia venial, Richelieu y sus sucesores construían una
maquinaria administrativa racionalizada, que hiciese posible por primera vez el
control y la intervención reales directos en toda Francia. Richelieu aplastó
las conspiraciones aristocráticas, derribó castillos y suprimió los Estados
(asambleas de nobles o provinciales) donde pudo hacerlo. Por encima de todo,
creó el sistema de intendants,
funcionarios enviados con poderes omnímodos a las provincias, nombrados por el
rey, sus cargos eran revocables y no se podían comprar, representaban el poder
del nuevo Estado. Pero coexistían con officers
y palements. La estructura adquiere
una extrema y florida complejidad.
Análisis: dualismo económico, de cargos particulares y
impuestos generales, “esta duplicación se reproducía en las
estructuras del absolutismo francés”[21].
No sólo el Estado absolutista integraba a la nobleza,
la venta generalizada de cargos integró también a la burguesía que tendía a
asimilarse con la aristocracia. Además el Estado absolutista propiciaba
negocios útiles a la clase burgués. El resultado político fue llevar a una vía
muerta la evolución política de la burguesía
francesa durante 150 años.
Desde aquí empieza la parte más directamente
relacionada con Luis XIV.
Fronda: el peso del aparato del Estado cayó sobre los pobres. La guerra de
Treinta Años fue el bautizo de fuego para el Estado absolutista. El éxito de
Francia contra España en esa guerra. Pero las presiones fiscales eran salvajes
contra la población. Llegaron las rebeliones desesperadas de las masas. La
Fronda fue la cresta más alta de la oleada de rebeliones populares “una vez más,
el país pareció caer en pedazos a medida que las provincias se desvinculaban de
París”[22].
Ocurrió la toma popular del poder político en las ciudades de Burdeos y París.
Ante el peligro popular las clases propietarias, luego de tantos conflictos, finalizaron
más unificadas.
Cuando terminó la guerra con España ya estaba preparada
una selecta élite burocrática para el próximo reinado. En adelante la
aristocracia “sentaría cabeza” bajo el absolutismo consumado y solar de Luis
XIV. En 1661, una vez que el poder ejecutivo y la autoridad real se reunieron
el absolutismo alcanzó rápidamente su clímax: los parlamentos fueron
silenciados, los tribunales soberanos fueron reducidos a la obediencia, la
autonomía municipal fue embridada; la nobleza tuvo que residir en Versalles
(1682) y quedó separada del señorío efectivo sobre sus dominios territoriales.
Se reforzó el poder de los llamados intendants,
los representantes locales del Estado. El cuerpo de funcionarios civiles era sumamente
reducido, 1000 responsables contando la corte y las provincias, pero estaban
apoyados sobre una impresionante máquina coactiva (50 mil a 300 mil soldados).
Su cultura francesa se convertirá en un modelo para
las demás noblezas.
El objeto de este Estado absolutista era la expansión
militar. La guerra de la Liga de los Habsburgos alineó a toda Europa occidental
contra de Francia. El resultado de esta guerra fue nulo.
Paradoja: el mayor esplendor y dominio interno del
Estado no coincidió con la mayor expansión. Razón: ahora se enfrentaba (Luis
XIV) a Estados capitalistas, de Inglaterra y Holanda, es decir,
socio-económicamente más potentes. Entonces el éxito del esfuerzo interno
fracasó en el terreno del ámbito externo.
Un resultado del reino prolongado de Luis XIV fue un
“culto a la autoridad real”[23]
sin comparación en ningún otro país de Europa durante esa misma época.
El legado posterior a Luis XIV.
Regencia: La llegada de la Regencia en 1715 anunció la
reacción social ante el fracaso; la alta aristocracia reapareció. El soberano
pasó a manos de los pares. El carácter clasista: se reforzó el carácter noble
(de clase) del Estado absolutista, los altos puestos volvieron a ocuparse
exclusivamente por nobles.
Condición de eficacia como Estado absolutista residía
en la distancia estructural respecto de la clase que defendía.
Después de Luis XIV no aumentó la racionalización del
sistema político, ni tarifa aduanera, ni sistema de impuestos ni código legal
uniforme, ni administración local uniformes.
Contradicciones objetivas del absolutismo: éste exigía
impuestos, pero la aristocracia a cambio exigía controles políticos.
Siglo XVII. Desarrollo burgués. Separación de éstas
respecto del Estado absolutista, prosperaron fuera de éste y ya no hubo
“integraciones”.
Ante la deuda financiera del Estado surgen variados conflictos
entre Estado absolutista y nobleza. Finalmente sobre la estructura de los “Estados
generales”: la misma rigidez del vínculo precipitó la caída de tal forma de
representación, abatida por el Estado absolutista.
RESUMEN DE LA INTERPRETACIÓN DE RAGNHILD HATTON SOBRE LUIS XIV
El texto en verde corresponde a la reseña de las principales
aportaciones de Hatton al tema del rey Luis XIV.
Nace en 1638 y muere en 1715. Su reinado fue muy
largo, heredando el reino a partir de los cinco años, y durante su minoría de
edad la regencia la tuvo su madre, la reina Ana de Austria (en realidad
española de la dinastía Habsburgo), la cual confió el gobierno a Mazarino
(quien adquirió el título de cardenal). Hasta 1661 asumió personalmente el poder
pleno y se convertiría en el prototipo del monarca absoluto, la personificación
de una modalidad de acción política y administración Estatal. También se
caracterizó por su tipo de monarquía ilustrada, mentora del desarrollo
económico y de las ciencias y artes.
Sus ministros fueron principalmente burgueses, que
heredaron hasta sus cargos a los hijos, formando una especie de
aristocratización, comprando matrimonios nobles, pero todo lo debían al rey. En
cambio, a la nobleza la mantenía el rey “alejada de la política”[24]
en el sentido de las altas decisiones, pero integrada en la corte y en el
ejército. De manera más radical existen testimonios de que el rey “había
expresado a menudo su afán de conseguir erradicar la nobleza de Francia, pero
ignoramos si lo consideraba practicable”[25]
Con esto se valdría ahondar en la contradicción entre Estado y aristocracia en
el periodo.
Las continuas guerras del periodo, y las preguntas en
torno a su carácter inevitable.
La anécdota de su nacimiento, después de un matrimonio
muy joven su madre la reina había abortado dos veces. El rey la evitaba, por
temor a nuevas situaciones adversas. En una breve reconciliación de una sola
noche, la reina volvió a quedar embarazada. En esa época resultaba estratégica
la sucesión dinástica, por lo mismo se creó una gran expectativa por el
nacimiento del príncipe, por eso se recibió como asunto de gran importancia. Se
le bautizó públicamente con el título completo de “Louis le Dieu-Donné”, Luis
la donación de Dios; además se le representó simbólicamente como un sol
saliendo detrás de una nube, para indicar el renacimiento de la esperanza tras
el tiempo nublado. Nació con dos dientes ya formados, por lo que se contrataron
ocho nanas para amamantarlo. Luego de dos años, nació el hermano Felipe, con
quien la madre guardó especial cuidado, para evitar una rivalidad peligrosa hacia
la sucesión de la corona.
La educación del rey estuvo centrada en su
capacitación militar y en la cultura general. Aprendió a montar a caballo, se
le inculcaron los juegos de guerra, tuvo al ejército de Francia en miniatura
para su educación y ya mayor usó flotas en miniatura para reproducir las
batallas navales[26], le
enseñaron equitación los mejores maestros, fue un experto tirador. Desde
pequeño le leyeron en voz alta, antes de dormir, capítulos de historia,
considerados más adecuados, resulta prominente una Historia de Francia por Mézeray[27]
(lo cual resulta sumamente interesante por la figuración de la idea nacional
francesa), y durante su vida entera conservó el gusto por escuchar lectura en
voz alta. Desde el punto de vista teórico, alcanzó a dominar el arte de la
guerra, especializándose en el sito y la logística. Las ciencias le agradaron.
La geografía el interesó por el estudio de los mapas. Desde joven aprendió a no
decir demasiado por cuanto representaba un riesgo político. Aprendió el arte de
la política de manos de Mazarino, de quien se afirma le inculcó a Luis XIV la
convicción de que los intereses de Francia estaban “sobre las inclinaciones
personales del rey”[28].
Creyó que debía desligar sus creencias religiosas católicas a favor de mantener
la unidad del Estado[29],
evitando un conflicto mayor con lo protestantes, y aunque abolió el Edicto de
Nantes, bandera de la tolerancia religiosa europea, no lo sustituyó con obligaciones
confesionales y mantuvo libertad religiosa para los protestantes[30],
mientras no atentaran políticamente contra su gobierno.
La Fronda resultó el mayor desafío para el reinado de
Luis XIV significando, el riesgo completo, presentando tanto fases “semirepublicanas”
en Burdeos y Marsella, como una revuelta de la nobleza. El joven rey debió huir
hasta de París por las turbulencias. Una parte de estos episodios giraban en
torno al odio aristocrático y popular contra Mazarino, una especie de xenofobia
contra un extranjero atrás del trono, quien debió retroceder hacia un segundo
plano, dando el protagonismo a un joven rey. En parte la Fronda terminó
mediante delicadas negociaciones y el rey otorgó una amnistía como medio de
conciliación. Temiendo a la nobleza, el rey tuvo como aspiración alcanzar un
gobierno personal que evitara de raíz los conflictos con facciones rebeldes[31].
Hacia 1650-1660 la familia real padecía falta de
dinero.
La enorme actividad como constructor, incluyendo
Versalles y multitud de obras.
Comitivas para promover que el rey fuera visto en la
zona central y otras ciudades[32].
Este aspecto de “mostrar” al rey y su majestad posee otros matices. Por
ejemplo, una “política de puertas abiertas” en Versalles para que los
visitantes acudieran al lugar, con la condición de estar bien vestidos[33].
Claro, la gente común no se podía acercar al rey. En cambio, de manera masiva
la aristocracia concentrada en la corte miraba o vislumbraba constantemente al
rey. Por tanto, apareció una lucrativa actividad de los cortesanos aristócratas
para presentar peticiones de solicitantes dentro del círculo del rey,
ejerciendo una especie de gestoría informal.
Su aprendizaje sobre las finanzas, descubrió que su
primer ministro de finanzas Fouquet se enriquecía a costa del reino, por lo que
lo investigó pacientemente hasta desenmascararlo y arrestarlo en una oscura
fortaleza. Los grandes ministros eran tan influyentes que al rey le pareció
atinado crear oposición entre sus familias. Por el aumento notable de la
burocracia se incrementó el número de ministros hasta alcanzar 16, una cantidad
enorme para entonces. Los intendants
pasaron a convertirse en gobernadores permanentes[34].
Descripción de las actividades del rey, en asuntos de Estado, desvirtúa la imagen de un festival palaciego
permanente; las reuniones eran diarias, con informes detallados y resoluciones
continuas. Reuniones con diplomáticos, y recepción de informes detallados,
preparación de las negociaciones.
Dentro de sus atribuciones este rey absoluto manifestaba
respeto por las leyes, y como ejemplo paradójico pone Hatton el diezmo, el cual
fue consultado con la Facultad de Leyes de la Sorbona antes de aplicarse y se
retiró en cuanto terminó la situación de emergencia extrema. Asimismo, hacia
1680 cesaron los procesos por brujería en el país. Los atributos del rey para
encarcelar no se utilizaron indiscriminadamente[35].
Pero bajo presión de riesgo para su Estado Luis XIV cometió enormes crueldades
como el bombardeo de ciudades indefensas ejemplificado en Génova, arrasar un
territorio cuando se aproximaba el enemigo para evitar su utilización como pasó
con el Palatinado
Como anécdota la llegada de la embajada de Siam (ahora
Tailandia) en 1687 causó revuelo por la lejanía del sitio.
La promoción del rey hacia las manufacturas y
comercio, implicó que los nobles no perdieran su título por dedicarse al
comercio[36], a
diferencia de lo sucedido en otras regiones.
En el periodo se reestructuró al ejército en un
sentido de profesionalismo, para “crear un ejército suficientemente
disciplinado a nivel de oficiales”[37]
Hacia 1660 todavía un tercio de los 120 mil alistados al ejército eran tropas
alquiladas o mercenarias. La tendencia posterior fue a integrar un ejército
compuesto principalmente por franceses. Durante las mayores hostilidades se
integraron hasta 350 mil pero luego se desmovilizaba la mayor parte. Rápido
crecimiento de la marina de guerra, insignificante al inicio del reinado.
Este rey mostró vivo interés en promover la cultura,
ciencias y artes en el país. En 1653 fundaron la Academia Francesa. Hacia 1663
creó la Pequeña Academia de Inscripciones y Medallas, un tanto ridiculizada
después por su empeño tan especializado. Uno de los propósitos fue realzar la
importancia del idioma francés. Existió censura sobre los escritos, pero es
estima que era menos rigurosa de lo que se debería de esperar en un contexto
absolutista. La Academia de Ciencias se creo en 1666 y sus quince miembros
recibían magníficos emolumentos. Además creó otras Academias como la de Pintura
y Escultura (1655) la Francesa en Roma (1666) y de Arquitectura (1671).
Asimismo las enormes labores arquitectónicas y de decoración por parte del
gobierno promovieron empleo para los talentos de las ciencias y artes.
El tema de la política exterior le parece del mayor
interés a Hatton, y la centra en base a un par de ejes estratégicos. El primero es el “cerco Habsburgo”, por cuanto
las dos poderosas dinastías descendientes de la casa Habsburgo flanqueaban al
reino de Luis XIV, si bien con el lado español existía una relación de
parentesco estrecha por el lado materno, el mismo parentesco resultó motivo de
enormes conflictos, justamente por la guerra de Sucesión Española. Bajo ese
contexto del “cerco externo” le parece a este autor la línea de conducta del
rey como orientada completamente para crear fronteras seguras, sobretodo la
oriental[38], moldeando
un territorio viable para la guerra defensiva y un espacio adecuado al
mantenimiento del reino. Sin embargo, también existieron otras consideraciones
(las comerciales[39],
religiosas[40] y
territoriales) porque también este rey lanzó guerras ofensivas.
Ahora bien, a insistencia de alcanzar una coherencia
territorial pareciera en una retrospectiva que se liga con un matiz
nacionalista, pero también resulta viable interpretar en un sentido
completamente contrario, pues las permutas territoriales son un sello de la
nobleza, intercambiando tierras y poblaciones cual si fueran mercaderías
sencillas y no “suelo patrio sagrado”[41].
Obsérvese la febril actividad de intercambio de territorios y tratados donde se
modifican fronteras y soberanías a lo largo de esos años. Las supuestas palabras finales del rey Luis
XIV merecen un comentario respecto de la cuestión nacional, pues se le atribuye
que dijo en su lecho de muerte “Yo me marcho, Francia permanece”, sin embargo,
esta versión resulta dudosa para Hatton, quien indica “según parece”[42].
En su reinado se interesó por dejar un testimonio de
sus obras, comisionando a escritores para realizar la narración histórica, y
también encargó establecer sus memorias, incluyendo sobre las cuestiones
militares. Sin embargo, próximo a la muerte Luis XIV destruyó una parte de sus
archivos con las cuestiones más personales.
El simbolismo de la monarquía ya estaba listo desde el
nacimiento con el sol emergiendo tras la nube. A esto se agregó una colección
de interpretaciones mitológicas, donde el rey se asociaba con Apolo. En el
gusto por las artes creció un neopaganismo de estilo renacentista, adornando
las fuentes de Versalles o los rincones de los palacios, donde el rey aparecía
como emperador romano o dios griego[43].
Existía gusto por los símbolos de la abundancia como mazorcas de maíz, frutas y
niños.
NOTAS:
[5] La hipótesis de
personalización significa que el individuo personifica un papel que le es
impuesto, para el marxismo lo imponen las relaciones de clase basadas en un
fundamento económico, por tanto, inconscientes. Por ejemplo, Marx en El capital o La guerra civil en Francia.
[7] HATTON, R. op. cit., p.
186-187, Ilustra el reparto de pan gratuito en 1662.
[8] ANDERSON, Perry, El Estado absolutista, p.82. Como
historiador que ahonda también en procesos revolucionarios, el parámetro del
culto a la personalidad del líder (religión de Estado), debe ser más vistoso
que al no interesado en tales parámetros. Véase Trotsky, Stalin.
[9]ANDERSON, Perry, El Estado absolutista, p.192. Quizá el ejemplo
de los polacos y su igualitarismo nobiliarios, las muchas islas de democracia
como los cantones suizos y las ligas comerciales, apuntan hacia la ruptura de
la causalidad propia del marxismo. Alrededor de lo cual batalla hábilmente
Anderson para evitar ese colapso teórico, sin traicionar la evidencia empírica.
Lo cual queda más claro en su obra conexa Las transiciones de la antigüedad al
feudalismo.
[10] En sentido opuesto,
algunas variedades de estructuralismo, plantean regiones separadas, ya sean los
cortes horizontales de la arqueología de Foucault (de Las palabras y las cosas) o bien los segmentos separados con
lógicas distintas de Levi-Strauss en muchas obras o Daniel Bell, en Las contradicciones culturales del
capitalismo.
[11] La causalidad de una
línea de hechos como el nacimiento del delfín parecería rigurosa ley, pero que
se cruce con una larga simultaneidad nos hace recordar los azares imposibles,
por tanto hundirse en lo misterioso de la libertad. Véase la introducción de
Sartre en Crítica de la razón dialéctica.
[13] Recuerda la teoría de
juegos de Nash, cuando los participantes cambian de opciones conforme se
modifican las fuerzas relativas y terminan alcanzando un equilibrio.
[14] MARX, Karl, Historia de la diplomacia secreta. La
enorme valoración concedida a la diplomacia está relacionada con su posición
estratégica antagónica con el zarismo ruso.
[15] HATTON, Ragnhild, Luis XIV, p. 30, “Un segundo embarazo, en 1630, acabó
también en aborto y a partir de esa fecha Luis XIII evitó el lecho de su esposa
(…)” Volverían ellos a tener un
encuentro hacia 1637 y entonces fue el embarazo afortunado.
[16] MARX, Karl, Tesis sobre Ludwig Feuerbach. En su
periodo de superación de este filósofo alemán Feuerbach anteriormente aceptado,
Marx escribe estas tesis, afamadas por su prefiguración de una filosofía
radical.
[17] Incluso un estudio
horizontal, como la arqueología epistemológica de Foucault no favorece una
hipótesis lineal entre el conocimiento con el capital mercantil del periodo. Véase
Las palabras y las cosas.
[18] Expresión de Benedict
Anderson para indicar la importancia de la industria edituria para la formación
de la conciencia nacional moderna, en Comunidades
imaginadas.
[25] HATTON, R. op.
cit., p. 185. Con lo cual convendría investigar si
resultaba una consideración de “cruce histórico”, ya que amenazaría la teoría
normal de operación de las clases sociales.
[30] HATTON, R. op.
cit., p.154. Edicto de Fontainebleu donde se respeta
el derecho de conciencia de los hugonotes franceses.
[32] HATTON, R. op. cit., p. 78
“la ruta a París fue elegida expresamente para que el rey pudiera ser ver –y
ser visto” p. 79 “Se puso gran esmero en mostrar al rey aureolado por toda su
autoridad en poblaciones otrora dominadas por los frondeurs”
[39] HATTON, R. op.
cit., p. 145. Aunque reconoce un conflicto de
aranceles entre Francia y la
República Unida (Holanda) como motivo de la guerra, le parece
que el conflicto no resultaba de envergadura.
[40] HATTON, R. op.
cit., p. 142. Luis llegó a apoyar secretamente a los
turcos en contra de Austria, causando remordimientos de conciencia y luego provocando
una operación para “borrar huellas” en el sentido contrario.
[41] HATTON, R. op.
cit., p. 136. En ese sentido, las opiniones de este
historiador resultan ambiguas, ya que cree existía interés por integrar a la
región Lorena para “unirse en cuero y
alma a la nación”, cuando el medio son los intercambios territoriales
continuos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario