Por Carlos Valdés Martín
En esta parte, Platón cambia de enfoque
para centrarse de nuevo en el individuo y regresa al tema inicial de la
justicia, respecto de los cuales se había alejado y cambiado de escala para
considerar al Estado. Sin embargo, el Estado tiránico es adecuado al individuo
tiránico, por tanto la escala debe empequeñecerse para descubrir la psicología
individual y comprender esa moral de la polis,
de ahí también la dificultad del análisis. Por tanto, los psicólogos se
fascinan con Platón y encuentran pautas afines a Freud.
Habrá que centrarse en el individuo tiránico (por cuanto define
al enemigo por antonomasia[1])
¿De dónde surge el individuo tiránico? El tema presupone analizar los deseos
insaciables y a distinguir los deseos en necesarios, innecesarios y los que
surgen del sueño. En ocasiones el sueño es desbocado y hasta bestial, por tanto
debe procurar prevenirse tales fantaseos. El primer origen está en el niño, que
en Las leyes incluso lo considera de
naturaleza bestial, de tal modo que se emparenta con la psicología freudiana[2]
y abre espacio a consideraciones muy interesantes, pues el problema de la
filosofía política es ¿en qué naturaleza humana se sustenta la sociedad? Si el
ladrillo ya está podrido y el individuo es malo por naturaleza, entonces la
tarea será casi imposible o utópica. El planteamiento de Platón está a medio
camino: existe el mal de origen, pero también están los remedios, mediante la
corrección desde el niño hasta el ciudadano, aunque un cariz pesimista lleva hasta
planteos extremos, como uno de vaciar la ciudad de mayores de diez años, para
empezar una educación utópica.
El problema político de fondo es
controlar las pasiones desbordadas, ante las cuales el individuo tiránico cede
y se enfrasca en satisfacerlas sin encontrar jamás contento, convertido en
“borracho, erótico o tiránico”, empujado por las malas compañías. Considera al deseo la nodriza del tirano, con lo
cual antagoniza con las teorías hedonistas, en especial cierto freudomarxismo
que afirma a la represión sexual como la cuna de la tiranía, en especial con el
interesante argumento iniciado con Reich[3]
y seguido por Marcuse[4].
Para explicar la tarea nefanda de Eros[5],
Platón usa la metáfora de un zángano
enorme que clava el aguijón en el interior del individuo y se apodera de él,
sometiéndolo a la locura amorosa; aunque sus apetitos directos pueden venir por
“borracho, enamorado o loco”[6]
Tal individuo para satisfacerse quedará
convertido en ladrón, comenzando por sus padres (donde Platón subraya la vileza
originaria del tirano[7]),
y siguiendo hacia cualquier clase de tropelías privadas y públicas. Si el
pueblo se rebela contra el orden social es fácil que tales individuos se
coloquen a la cabeza, y ya dueños del poder golpearán y robarán a todos
traicionando a “la patria o matria como dicen los cretenses”[8].
Tal individuo tiránico en el poder se rodeará de esclavos y de aduladores, pues
a los libres y honestos detestará. El adulador queda como peldaño del tirano,
pudiendo ser él mismo un adulador que se “arrastra a sus pies”[9].
Así, el tirano rompe con el modelo de
igualdad y amistad, para ser “siempre déspotas de alguno o esclavos de otros”.
A semejanza del individuo tirano, el
Estado tiránico también será defectuoso y problemático provocando la mayoría
infeliz.
Platón se esfuerza en demostrar que el
individuo tiránico también es el más infeliz, aunque le sonría la fortuna
aparente. Es infeliz porque los demás le odian y entonces deberá siempre tener
miedo y precaverse contra todos[10].
Se tiraniza a sí mismo, creyéndose afortunado al gozar excesos que lo llevan a
la intranquilidad y enfermedad, por eso en opinión de Platón, “el auténtico tirano
resulta ser el auténtico esclavo”[11]
En esta parte, expone con claridad su división de ser humano en tres campos,
los cuales son base de su clasificación del Estado y el individuo político:
inteligencia-filosofía-rey, ira[12]-honorabilidad-timocrático
y concupiscencia-apetito-tirano. Cada uno es un tipo de placer (mental,
emotivo, físico) que sirve para comprender la polis y su evolución, según esta
visión de Platón, y donde el individuo democrático (modelo avaro) sería una
variedad menos agresiva de la concupiscencia que la del tirano. Es evidente,
que el modo de vida del filósofo que busca la verdad le parece el mejor a
Platón, por tanto obtiene un placer más deleitoso, pues es perpetuo. En esta
parte, emplea con elegancia la metáfora
de tres escalones, donde el individuo se mueve entre ellos, pero sin
alcanzar la cima, por el tipo de placeres limitados que se procura[13].
Con este argumento, Platón insiste en la calidad superior de la realidad
encontrada por el pensamiento del filósofo, por tanto su placer más duradero y
verdadero, que los del cuerpo[14].
El tirano al amar los placeres inferiores
desconoce los goces del honor y, más todavía, los de la inteligencia que son
los mejores, así que se atascará en su entorno de apetitos materiales.
Argumenta que el exceso de placeres lleva hacia una resaca (o enfermedad) y de regreso, que un punto intermedio lo
llamamos placer y al otro dolor (la curación), lo cual posee su ficción. Ese
exceso de placeres lo compara desfavorablemente con los placeres de la
inteligencia que no tiene ningún regreso doloroso, por lo que utiliza una
fórmula pitagórica para compararlos de 9 al cubo[15].
Para reforzar su argumento del tirano
infeliz, emplea otra famosa metáfora de
la bestia interior[16]
que martiriza a un metafórico hombre interior más pequeño, cuando la bestia es
fortalecida con las pasiones (lujo, molicie, irascibilidad, prepotencia…).
Al notar esta contradicción interior, Platón recurre a un argumento aristocrático,
al encontrar ahí que por eso se vitupera al artesano y operario, pues son gente
incapaz de gobernar a la bestia interior, así que deben ser gobernados por
otros. Este último argumento resulta cuestionable en la actualidad, claro que
proviene de prejuicios sociales contra el trabajador manual y el esclavo.
Esta serie de principios, marcan el
camino para que el individuo actúe en su ciudad interior, pero “no querrá
actuar en política”[17],
sino en su individualidad, lo que en otros términos es su templo íntimo.
NOTAS:
[1] Contra el tirano se canaliza el furor político de la corriente
democrática y, se metamorfosea, en el rey santificado por el conservadurismo
eclesiástico-aristocrático. Estudiando esta misma figura, de príncipe tiránico,
hasta el Renacimiento se emancipa la ciencia política de la ética para
configurarse más estrictamente como ciencia a partir de Maquiavelo.
[2] Considerando el sueño del incesto y la bestialidad como presentes
y motivo de censura. “imaginación del intento de cohabitar con la propia madre
o cualquier otro ser, humano, divino o bestial” La república, p. 307. Resulta
significativo que también el contacto con lo divino esté presente en ese mundo
onírico, por tanto, dando todos los colores de la escala valorativa y
emocional.
[3] REICH, Wilhelm, La función
del orgasmo y La psicología de masas
del fascismo. Argumentos de especial interés, elaborados en el campo
experimental del ascenso de Hitler, done se interpreta que una represión sexual
de las masas (an-orgásmica) permite la manipulación política.
[4] Saliéndose un poco del plano de la psicología estricta le otorga
una categoría social a la represión sicológica de las tendencias del ello. Cf.
Marcuse, Herbert, El hombre
unidimensional.
[5] Eros también es “llamado tirano” en el diálogo, La república, p. 309.
[6] La república, p. 311.
Aunque en nuestra cultura de Occidente, el amor suele disculpar los excesos,
pero no en la opinión de Platón.
[7] “pretende sobreponerse a su padre y a su madre, quitándoles lo
que tienen” La república, p. 310.
[8] Curioso rescate del término “matria” es un audaz acierto de los
traductores, que indican el carácter materno del vínculo patriótico. La república, p. 313.
[9] La república, p. 313.
[10] “así vive la mayor parte del tiempo metido en su casa como una
mujer” La república, p. 315.
[11] La república, p. 317.
[12] Estima Platón que a ira conlleva el camino del mando y buscar la
victoria, p. 320. Sin embargo, este desprendimiento valiente de la ira ¿no
ocurre también en el amor sublime? En ese sentido, la función de la emoción es
mucho más amplia a la signada en La
república.
[13] La república, p.
325-326.
[14] La república, p. 327, “¿Así
pues, en general, las especies de cosas que atañen al servicio del cuerpo
participan menos de la verdad y de la realidad de las que atañen al servicio
del alma? —Mucho menos”.
[15] Según esa cuenta es setecientas veintinueve veces más placentero
el saber que lo corpóreo, La república,
p. 330.
[16] Como la Quimera o el Cerbero en unidad de distintas figuras, La república, p. 331.
[17] P. 335.
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