jueves, 22 de septiembre de 2011
LA MOMIA DE LA REVOLUCIÓN
Por Carlos Valdés Martín
La peregrinación interminable. En la imagen final de su experiencia de la revolución rusa Trotsky relata una curiosa costumbre de ciertos peregrinos religiosos. Esos peregrinos, al aproximarse a la iglesia, daban unos pasos adelante y casi los mismos pasos hacia atrás, de tal modo la llegada a la meta se volvía lentísima, como si la conquista de lo anhelado fuera un proceso interminable. Esa imagen desesperante contenía el balance del proceso revolucionario, que había incubado en su seno un proceso de contrarrevolución que retrocedió a la sociedad soviética casi tan atrás como su punto de arranque .
El osado salto hacia el futuro propuesto por la revolución bolchevique se desfiguró en su continuación al mando de Stalin y resultó en un movimiento de terror contrario al cambio iniciado y entonces el Secretario General gobernó y en su auxilio convocó a los fantasmas de lo arcaico. Se evidencia una peculiar oscilación entre cambio y retroceso en este proceso, entre vida y muerte, entre personas y fantasmagorías, entre ateísmo y religión.
La permanencia y el cambio. Existe una relación general entre vida y muerte arraigada en la estructura del proceso de trabajo , que define el horizonte entre la continuidad y el cambio. El trabajo vivo se plasma en productos, los cuales incorporan todo un código de finalidades y éstas últimas habrán de respetarse en el siguiente proceso de trabajo, circulación y consumo (como regla pero en un caso extremo también subvertir). Por ejemplo, una lata de conservas trae inscrito en su cuerpo que está destinada para abrirse, y de hecho arrastra un “estilo de vida”, pues ese producto indica un cocinado más corto, señal de la comida prefabricada. Asimismo, ese estilo de vida supone un tipo de situación económica (un mercado para el producto, una división del trabajo) y de consumidor (de masas, comprando mercancías tipicas…). En especial el código de finalidades previas queda plasmado en el medio de trabajo, que trae inscrita una finalidad . La energía dedicada a producir la existencia también estable los carriles definidos para incitar a una reproducción, que mantenga una fuerte continuidad. En general, toda la vida humana requiere de las premisas del trabajo previo, que establecen los cauces del porvenir y le delimitan el horizonte de posibilidades, dentro de los cuales está la coacción para generar más de lo mismo anterior y, así, a ajustarse dentro de una continuidad.
A un nivel más basto, la sociedad humana misma es el único gran producto del trabajo humano. Cada sociedad y su organización política tienen plasmados un conjunto de condiciones reales y finalidades, que los seres presentes tendrán que asumir para dar continuidad o rechazar para generar su cambio. Pero, incluso el rechazo y el cambio, que siempre es una contribución del trabajo vivo, surge desde las premisas puestas, parte desde los productos de las generaciones pasadas. Por eso, hasta el cambio más acelerado, lo cual podríamos visualizarlo con la imagen de una "revolución permanente", siempre es una partir de premisas anteriores, que sobre un horizonte posible de continuidades y cambios, son los estados alterados los que se vuelven presentes.
Del Estado postrevolucionario al conservador. El Estado que resulta de una revolución o de su aparente continuidad (en una contrarrevolución) no escapa a este sello, pues del rechazo a la situación anterior predominante se puede pasar a la opción contraria. Es una tentación de Estado sacralizar los cambios ocurridos y condenar los que pudieran venir, incluso se llega a creer que las innovaciones han sido demasiadas y que es momento de estabilizarlo. Con curiosa facilidad la política del Estado emanado de una revolución se convierte en la cesación del movimiento. En el México posterior a 1920 el gobierno planteó que debía de "pasar a la etapa constructiva de la revolución"; mientras en Rusia el lema era "avanzar al socialismo con paso de tortuga" o "construir el socialismo en un solo país" . La complejidad radica en que los dirigentes del gobierno emanado de una revolución, casi por reflejo, cuando actúen como conservadores o contrarrevolucionarios deberán encubrir el hecho. Incluso se lo ocultarán ellos mismos. Así, un regreso al pasado puede estarse sirviendo en copa nueva, bajo los lemas de "acercamiento al futuro" .
La momificación como signo. Aunque los protagonistas del proceso pretendan ocultarse a ellos mismos ese salto (que parecía encaminado hacia la noche y resultó al vacío…) desde la fase de cambios hasta la etapa de política conservadora , de cualquier manera se presentan signos, la alteración nunca se oculta por completo: bajo el peso de la propaganda sólo se disimula. El regreso de una práctica faraónica al seno del “comunismo” ha sido un indicio revelador y escandaloso. Desde hace milenios la presencia de la muerte en forma de cadáver es problemática y las culturas ofrecen diversas estratagemas para alejar esa súbita derrota anunciada en cada despojo muerto. Una solución preferida es montar una ceremonia, que salde las deudas de los vivos con los muertos y que congracie a los mortales con la divinidad, para finalmente alejar ese cuerpo, enterrándolo o cremándolo. La práctica de momificar para establecer un culto público del poder se ha presentado en ocasiones, indicando que ciertos cuerpos adquieren y mantienen la majestad del poderío (especialmente en un sentido sacro y adecuado a las aristocracias) hasta la eternidad. Entonces se requirió la inocencia de los protagonistas de la primera gran revolución socialista encabezada por políticos ateos, para que Lenin fuera momificado y su cuerpo inanimado sirviera para un culto estatizado . Los políticos ateos menos perspicaces no creyeron que ese tipo de actos inauguraran una religión de Estado, pero los críticos de la oposición sí lo captaron. El culto al líder encontró su reliquia más preciada en el cuerpo muerto en Lenin y su edificación en un mausoleo . La unidad de un líder muerto a la manera de función exclusiva mantiene una única dirección de Poder hacia un sucesor (el Secretario General en turno) y un espacio detenido (el Estado completo como respuesta a la metáfora del mausoleo). En esas "ceremonias oficiales" se presentaba el regreso de una idea ritual muy arcaica, la idea de que el cadáver de un personaje mantiene el rango semidivino, como un “reliquia”. En las largas filas de visitantes al mausoleo de Lenin se presentaba la admiración, pero también el regreso del mundo mágico donde la gente recibe un efecto bienhechor por mera proximidad; y, cuando terminó el régimen soviético, la asistencia se mantuvo como una gran curiosidad turística, semejante a las tumbas de tantos personajes afamados. Este culto a la personalidad soviético, debemos distinguirlo del “culto a los héroes” patrios y precursores tan generalizado desde el siglo XIX en todo el orbe . Existe un salto cualitativo de ese “culto a la personalidad” pues en el régimen de tipo estalinista es un mecanismo esencial del poder, eje para la justificación de la tiranía, que separa al pueblo llano de los dirigentes.
Ahora bien, la momificación y el culto público del líder no resultan de un capricho , pues deben coincidir situaciones de poder y reconocimiento; dadas las coincidencias, entonces surge una necesidad imperiosa . A pesar de su enorme poder personal, la momificación de Stalin debió cancelarse a los pocos años. Con la caída del sistema unipartidista en Bulgaria, terminó el culto y mausoleo a Gregori Dimitrov, en cambio, se ha mantenido con éxito el mausoleo de Mao y en Argentina en una tumba más discreta yace Eva Perón, luego de que sus restos regresaron de un “exilio” . Para la cristalización de este tipo de culto público se requiere tanto del poder del Estado como un efectivo reconocimiento en un país, no bastan las decisiones dictatoriales para inventar ese “culto”.
El conservadurismo enmascarado. Ese mausoleo de la revolución, con su huésped incluido, representó otra tentativa fallida del “fin de la historia”, y por efecto de los espejos imposibles, se convirtió (hasta el provisional presente) en la vidriera de un turismo, de tipo “darketo” o rojo. La situación se vuelve compleja para un Estado emanado de una revolución, que comenzó comprometido con cambios, si luego se decide (a manera de un evento global y no una elección individual) por el inmovilismo, porque entonces debe operar una alteración embozada, bajo otra modalidad del cambio. Esa extraña característica del cambio contra el cambio para instaurar una sociedad conservadora es lo que sucedió en la Unión Soviética, que a partir de Stalin se convirtió en profundamente conservadora, con un régimen totalitario que perseguía los vientos del progreso . En la economía había movimiento (planes quinquenales, industrialización, alfabetismo, urbanización) pero en la cultura y la política se producía la parálisis. Una congeladora bajo fachada de revolución socialista determinaba una contradicción íntima, que sin embargo, se convirtió en un modelo con algún éxito, pues tuvo sus ecos y se reprodujo durante unas décadas. En el juicio posterior se ha puesto mucho énfasis en el lado totalitario del régimen soviético, pero muy poco en su característico inmovilismo .
No por esta afirmación, de que el modelo soviético estalinista era conservador, se debe entender que no tenía ninguna idea del futuro. Imperó fieramente la creencia que el movimiento comunista atrapó el porvenir, mediante la construcción del socialismo-comunismo. La tarea de la “construcción del socialismo” definía un futuro "encapsulado" donde la libertad era un lema vacío, pues todo estaba bajo control del Estado, que se encargaba de "construir la felicidad", agregando tabiques de más de lo mismo. Administrando la escasez y cumpliendo sus propios planes la burocracia se creía justificada y hasta presumía que ella creaba el futuro para la Humanidad entera . Pero un tiempo burocráticamente controlado no posee Futuro, sino que es otra vuelta de tuerca a la dialéctica de predominio del Pasado sobre el Futuro. Cuando el Estado, pretende que consagrando el proyecto de los fundadores del socialismo puede controlar la vida entera de sus ciudadanos, lo que hace es cancelar la vía al cambio social, someter el presente al pasado y condenar la utopía a una vana copia del presente.
Claro que el argumento de la burocracia gobernante se convierte en una larga cadena de equívocos y falacias. La visión de los gobernantes era equívoca, porque en ningún texto de Marx y Lenin se puede encontrar una concepción de dictadura desnuda de partido y Estado totalitarios . El argumento del gobierno estalinista era falaz pues ninguna revolución significa la consagración del origen (falseado), pues esa consagración del origen corresponde al “milenarismo”, que es una visión religiosa .
Bajo estas mascaradas del siglo XX se impuso una cruda realidad de novedades inesperadas: un totalitarismo disfrazado con manto innovador y la conversión de la revolución en conservadurismo. La "peregrinación" hacia una sociedad superior se convertía en un círculo que conducía al atraso. Al final del drama histórico, también el inmovilismo estalinista fue derruido por sus propias contradicciones; sin embargo su duración no fue casual, obtuvo cierta legitimidad y partidarios. La misma visión de los defensores de la U.R.S.S. revela otro aspecto de la paradoja descrita: un gran salto que conduce a la congelación. Tendremos que cuestionar contra ese ánimo ideológico que (quizá) nos anestesiaría hasta creer que basta una gran salto para cesar cualquier brinco y congelar las modificaciones, para extirpar esos agitados episodios (revolucionarios) que se perciben desde hace dos siglos .
NOTAS:
1 TROTSKY, León, La revolución traicionada, Ed. Juan Pablos
2 Una metáfora que interesaba también a Kafka, por ejemplo, en El castillo: “Porque ese camino, esa calle principal de la aldea, no conducía hacia el cerro del castillo: tan sólo se acercaba a él; y luego, como si lo hiciese adrede, doblaba, y si bien no se alejaba del castillo, tampoco llegaba a aproximársele.” Citado en DELEUZE Gilles y GUATTARI, Felix, Kafka, por una literatura menor, p. 18.
3 El mérito de mostrar este proceso está en Marx, proceso revelado y oculto en las densas páginas de El capital.
4 Esto nos lleva al tema tan interesante del "pánico social" que se generó en la imaginación de principios del siglo XIX respecto de las máquinas, donde se captaba como cuerpo metálico de la tiranía. La situación se repite con el "temor y temblor" que ha despertado en la imaginación moderna la irrupción de las computadoras, donde la huella de las intenciones anteriores y la posibilidad de que los humanos queden atrapados en una cadena de obligaciones indeseadas, pero impuestas por decisiones pasadas, es una constante en la ciencia ficción.
Tesis de Nicolai Bujarin sobre las dificultades de la reactivación económica y las políticas hacia el campo.
Esta es la divisa estaliniana, que ocultaba una política profundamente nacionalista y de renuncia al socialismo, en la medida en que tal palabra implicaba justicia y derechos de los trabajadores para decidir sus destinos.
Un ejemplo pertinente es el estudio de Reich sobre la "contrarrevolución" en el terreno de la moral sexual ocurrido durante el periodo estalinista. En los primeros años de la revolución rusa se presentaron importantes cambios que liberalizaron ese terreno, y con el triunfo de Stalin, bajo el pretexto de una "nueva moral comunista" se impuso una persecución sexual al estilo de las instituciones religiosas medievales. Cf. REICH, Wilhelm, La función del orgasmo.
En la dialéctica general del cambio y la conservación, debe considerarse una dialéctica particular en la conciencia. Entre el cambio real y su conciencia se levantan múltiples malentendidos y hasta abismos. En una época de cambios se levanta un peculiar anhelo de estabilidad, un deseo de inmutabilidad peculiar porque se han perdido las bases materiales de esa permanencia. La tragedia ocurre, en el ejemplo que estamos comentando, cuando ese anhelo de eternidad cobra cuerpo en la casta política que gobierna totalitariamente una sociedad cambiante. En las antiguas sociedades de los faraones ese deseo de inmutabilidad podía avenirse bien con una base social que, efectivamente, cambiaba poco, donde predominaba la tradición, como la repetición fatal de más de lo mismo. Pero ese espíritu faraónico renació en un terreno de tragedia, en el terreno de la estabilización de la revolución rusa.
Algunos de los bolcheviques de entrada ya manifestaban su rechazo a los cultos mortuorios. Por ejemplo se puede ver la opinión de Rhiazanov, importante historiador bolchevique, sobre la decisión afortunada de Engels de que fuera cremado y sus cenizas arrojadas al agua. Cf. RHIAZANOV, David, Curso de marxismo, Ed. Cultura Populares.
Contra la disposición del propio Lenin, quien deseaba ser enterrado, Stalin decide la momificación y exhibición pública.
Claro que el proceso de formación de cultos estatizados es más general y también, aunque no exista cuerpo a la disposición, se convierte a los fundadores del marxismo en seres sagrados y sus textos en biblias, imposibles de tocar pues sería sacrílego. Esa consagración indica, precisamente en lo que queremos mostrar la parálisis en la dialéctica entre lo vivo y lo muerto, donde solamente queda a la humanidad del presente repetir lo del pasado, sacrificarse para cumplir con una misión revelada por los fundadores. Todo lo cual subvierte hasta la raíz las ideas de tales fundadores sobre la libertad.
Este culto a los próceres no parece ofender la inteligencia y más bien pareciera servir de puntal para recordarnos las aportaciones de las generaciones previas. Véase su exaltación al límite en Carlyle, Thomas, Los héroes.
Y como capricho parecería irrelevante la decisión de Stalin de colocarlo en el mausoleo y optar por la momificación, pero no resulta tal capricho sino efecto de una situación más profunda, pues Stalin se alía con el muerto lanzando su culto, y así expropia al personaje a favor del Estado, de Stalin mismo como su personificación.
Esto significa que el culto al líder se necesita para ese sistema soviético y acontece cuando el líder está vivo o cuando se le entierra de una manera más discreta. Claro, los matices son diferentes y en el caso más discreto desaparecería el “culto” para descender hasta una simple “admiración”.
Un exilio metafórico, pues no resulta propio aplicar el término de exilio para los restos del personaje, que debieron salir del país por motivos de la coyuntura política. Quizá esta ha sido la única momia “exiliada” de los tiempos modernos.
Muy pocos autores creyeron que la U.R.S.S. y las sociedades de "modelo soviético" fueran conservadoras. La crítica liberal veía su lado totalitario, pero no el conservador; únicamente una minoría de críticos desde la izquierda, como Sartre o Deutcher, alimentaban esa crítica. Son raras las opiniones perspicaces como la de Toffler, quien ya hace años había detectado que ahí ocurría una "contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción conservadoras". Cf. TOFFLER, Alvin, Avances y perspectivas.
Una mención especial merece Karl Wittfogel con su tesis del despotismo hidráulico, como un sistema de producción despótico, que emparentaba a las sociedades precapitalistas de corte “oriental” con la URSS y China post-revolucionarias. Su obra principal es Despotismo oriental: estudio comparativo del poder totalitario.
Aunque salga un poco del tema la pregunta subyacente de porqué el cambio se convierte en conservadurismo tiene que responderse en términos de la misma sociedad. Una de las razones de evidente importancia era una situación de penuria, donde el Estado administra la miseria y se convierte en "capataz universal" de los obreros, su nuevo patrón.
Claro que este punto se puede someter a los mayores debates porque esa es la interpretación corriente que se le dio al término de "dictadura del proletariado" entendida como "dictadura del partido de Estado sobre el proletariado". El término original únicamente se refería a que se excluye del poder a una minoría de burgueses, pero para la mayoría debería ser la "conquista de la democracia".
20 HOBSBAWM, Eric, Rebeldes primitivos.
21 Si bien, coloca el acento en una “novedad” en cómo se oculta el Estado dictatorial, también debemos recordar que el Estado se disfraza y el Estado dictatorial se disfraza más cómica y trágicamente, porque la forma dictatorial carece de mecanismo para frenar la mentira del Estado. Un Estado que miente en una carrera para incrementar sus mentiras es una comedia montada sobre una tragedia.
22 Cf. BERMAN, Marshall, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La "aceleración del tiempo" se remonta hasta el periodo renacentista, pero la época específicamente capitalista, inaugurada con la revolución industrial, solamente cuenta con dos siglos. Para Berman es Marx quien expone claramente esta paradoja del pensamiento y sensibilidad modernos: entre la vida inmersa en las transformaciones y la alternativa de un futuro que termina con las contradicciones desgarradoras implicadas en tales cambios. Aunque Trotsky suponía que el objetivo era llegar a un ideal distinto, pues se arribaba a una “revolución permanente”.
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