Por Carlos Valdés Martín
Resulta
interesante revisar lo sucedido con la masonería de antes y hacerlo justo en
estos tiempos de rápidos cambios. Ahí está nuestra herencia común y, aunque el
siglo XIX parecería lejano, todavía continuamos el aliento político y social
que nos dejaron el sistema republicano liberal y la economía de mercado. Hoy hay
cambios e, incluso, transitamos hacia un periodo de innovaciones. De todas
maneras, las grandes instituciones e ideales del periodo previo siguen
gravitando y pesan más cuando permanecemos inconscientes de lo que representó esa
herencia.
Curiosidad para interpretar a la masonería y al
individuo
El interés del
público por la masonería va de la mano con una dificultad para estudiarla con
objetividad. La organización masónica al ser sociedad discreta —por tramos,
hasta estrictamente prohibida y secreta— presenta barreras para su
estudio. Los historiadores serios que desconocen sobre esta sociedad no captan
quiénes son los personajes masones ni las fronteras de esas organizaciones
masónicas, por lo que suelen atribuir carácter de masón a quienes no lo son o
ignorar la contribución de quienes sí lo son. En México se ha tendido a
sobredimensionar la participación de la masonería en el ámbito político,
incluso levantando la fantasía de que “todos los Presidentes de México han sido
masones”, con lo cual se exageran los hechos y se teje una ficción que
identifica al Poder público con la masonería, cuando ésta en esencia no es una organización política. Cometido ese primer
desacierto además se confunde a los masones imaginando que son una agrupación
homogénea y sometida a un ideario fijo, el cual debe de seguir lineamientos
repetitivos, luego de ahí se inventa una especie de “conspiración masónica para
tomar el poder”. Destrabar ese mito resulta más difícil porque abundan los
masones políticos y líderes de primer nivel en las Independencias de América y después
la lista de Presidentes es larga. A la mayoría de los historiadores no les
interesa dedicar demasiado tiempo para desentrañar si los personajes
investigados son o no masones, y esto sólo se encuentra en biografías
individuales donde se ilustra esa filiación; sin embargo, quien ha conocido de
cerca la masonería sí siente interés y escrúpulo para determinar la verdadera
filiación de cada protagonista. Por fortuna, Mauricio Leyva sí tiene el interés
y la paciencia para despejar el camino y establecer la identidad de los
personajes. No se piense que esa labor resulta sencilla pues requiere de laboriosas
investigaciones.
Una segunda
dificultad para la investigación histórica está en la funcionalidad temprana de
las organizaciones masónicas en América. En el contexto de la dictadura
colonial, cualquier participación de ideas o política estaba por completo
prohibida y la Corona española contaba con el auxilio incondicional de la
Inquisición católica para perseguir cualquier disidencia. La primera masonería
americana creció bajo el signo de la persecución y por eso fue una agrupación por entero secreta. Los primero testimonios de
masones en la Nueva España corresponden a documentos de persecución contra sus
partidarios. En esa situación por entero difícil y escasamente documentada se
formó la primera masonería hispanoamericana que no contaba con los medios para
hacer labor sistemática. Comenzados ya los movimientos de Independencia pronto
la masonería adquirió enorme importancia y la persecución previa significó una
rápida ganancia de adeptos en el continente. Sin embargo, ante la falta de
instituciones locales pronto la sociedad de ideas masónica fue confundida y fundida con organizaciones
políticas. Esto es importante, porque por su constitución esencial la
masonería moderna jamás debe ser una organización partidaria, pues sus
estatutos la establecen en una escuela
filosófica mediante simbolismos, que agrupa a ciudadanos libres para
practicar principios morales e intercambiar ideas. La masonería moderna se ha
formado tolerante ante las ideas religiosas y políticas de sus congéneres, por
lo que no ha establecido una línea de pensamiento político único, por más que
históricamente se aproxima a los principios liberales. Sin embargo, bajo
condiciones de opresión política extrema los masones del siglo XVIII y XIX
crearon organizaciones dedicadas a la
política que se confundieron con la misma masonería, así surgieron también
organizaciones del tipo la Joven Italia de Mazzini o la politización de las
logias en América como sucedió con los Caballeros Racionales de Miranda. Así,
vale aclarar que el contexto histórico presionó para esa “sobre-politización”
de las logias del siglo XIX mexicano y, desde entonces, se ha mantenido esa
imagen errónea de la equivalencia entre masonería y Poder político.
Debido a lo
anterior resultará muy interesante al público la lectura de los dos primeros
capítulos del libro, que con brevedad definen las características de la
masonería organizada y del masón como individuo. La masonería es una sociedad
de ideas que estableció sus fundamentos modernos, buscando una educación
filosófica para sus miembros. Entre los principios típicos, resultará de
interés del lector la creencia básica en un dios como supremo rector y el uso
de la Biblia. Esta aclaración surge porque autores facciosos o desinformados
han difundido calumnias de que la masonería es una agrupación de ateos o
satanistas. Al leer la historia se verá con claridad cómo la masonería ha
sobrepasado a sus detractores y superado con facilidad esa clase de calumnias. Algo
parecido resulta con el masón individual, donde el público se pregunta con
curiosidad el por qué han existido tantos personajes destacados identificados
como masones. Las claves para que tantos masones resulten destacados en la vida
pública o intelectual de los países sorprenden por lo sencillo de sus bases,
pues “la educación masónica le enseña a ejercer con responsabilidad e
integridad el importante oficio de pensar y razonar, le instruye de las formas
y el método con el que ha de ir descifrando la vida y su vida, su compromisos
para con Dios, con los suyos y con los semejantes, reconociendo la fundamental
importancia de su patria, su familia y sus hermanos.”[1] Lo cual resulta fácil de
decir pero muy difícil de cumplir.
Primera masonería en Nueva España y la Independencia
Mientras en
Norteamérica y algunas posesiones inglesas la masonería se extendía libremente,
los territorios bajo la Corona española se mantenían bajo una estricta
prohibición y se perseguía a cualquiera que no siguiera los dictados del rey y
la iglesia católica. En ese ambiente tan hostil, los rastros de masonería en
Nueva España son chispazos en una caverna oscura, como el reporte de un libro
de masonería incautado en 1762 tras un naufragio inglés o el juicio
inquisitorial contra Juan Lausel cocinero del Virrey[2]. De mayor relevancia es la
filiación masónica de Miguel Hidalgo, la cual todavía está en espera de
reforzarse con mayores investigaciones documentales[3], siendo que por la postura
ideológica sí fue afín a la corriente masónica en formación bajo el “subsuelo”
de la sociedad colonial. Claro que esta historia no ha de referirse a un
personaje único, sino a una corriente de ideas que se agitaban en el espacio
cambiante de la Colonia y que estalló a raíz de la ocupación de la Península
Ibérica por Napoleón. Tras la ocupación del trono por José Bonaparte se
desataron acontecimientos en serie, una especie de terremoto político en las
colonias americanas, cuando una tras otra fueron cayendo en inquietud, rebeldía
y, al final, en separación. En la Nueva España el primer gran sobresalto fue el
derrocamiento del virrey para imponer otro afín al bando de los “peninsulares”.
Iniciadas las agitaciones resultará imposible exponer en detalle el hilo de los
acontecimientos, contentándonos con colocar algunas pinceladas sobre ese
suceder. Tras esa primera agitación, la vida civil se vio trastornada y las
primeras logias interrumpieron sus trabajos, dispersando sus miembros y
posiblemente nutriendo a las sociedades secretas de ese periodo como los
Guadalupes y Serpentones.
Un personaje
precursor de la Independencia es Servando Teresa de Mier, quien fue encarcelado
y exiliado de estas tierras antes de la agitación de Independencia. De su
rastro biográfico ya se ha logrado sacar en claro algunos de sus vínculos con
masones europeos y que para viajar resultaba indispensable el respaldo de esa
organización[4].
Siendo escasos
en número los masones en la lucha de Independencia, resulta del mayor interés
las definiciones ideológicas, porque en ese principio del siglo XIX, las ideas
de libertad y republicanismo resultaban novedad. En todo Europa dominaban los
reyes y sus imperios, para esos años las Revoluciones Francesa y Norteamericana
parecían excepciones poco comprendidas y amenazadas con desaparecer, por sus
contradicciones internas, como el desvarío imperial de Napoleón o por una
reconquista militar. En ese sentido, los masones metidos a la vida social eran
amantes de la liberad pública, pero poco comprendidos y ordinariamente
perseguidos; sin embargo, los tiempo maduraban con rapidez y las ideas
liberales fructificaban con velocidad sorprendente. Así, los acontecimientos de
España: conforme la resistencia contra los franceses desembocó en el gobierno
de las Cortes de Cádiz y un gobierno liberal moderado fue también un hito que
cimbró a las colonias. Si algunos independentistas americanos no manifestaban
tendencia política clara, con la presentación de una Constitución liberal para
regirlos cambió las perspectivas. A partir de entonces, los americanos no se
quedarían atrás en su percepción y aspiraciones políticas.
José María Morelos
Además de los
muchos éxitos militares de campaña, cumplidos por Morelos merece destacarse su
impulso para dotar de una estructura política y un marco de leyes defensoras de
las libertades básicas. Resulta comprensible que en un movimiento insurgente
dominado por la urgencia de desplazamientos militares, el tema de la
organización política quede relegado; por eso es más notable el esfuerzo de
Morelos para dotar a la insurgencia de una estructura de gobierno y proponer
órganos de representación. Aunque las acciones militares cuentan con fortuna
variada y el centro realista domina casi todo el país, el grupo de Morelos se
mantiene muy activo. Las proezas militares de Morelos tomando plazas clave como
Acapulco y Oaxaca ya quedan para la posteridad, los actos heroicos como el
sitio de Cuautla y la generosidad para perdonar prisioneros hacen más
interesantes los relatos.
Conforme pasa
el tiempo, además de la resistencia militar ante las adversidades se va abriendo
paso la importancia de aclarar el ideario de la Independencia. En el año de
1813 es cuando van madurando en el grupo de Morelos esas necesidades y, como
ejemplo, de eso se decreta la abolición de la esclavitud y también se
radicaliza la exigencia de autonomía política al publicarse una Acta Solemne de
la Declaración de Independencia de la América Septentrional. Un sitio especial
merece el afamado documento Los
sentimientos de la nación[5],
donde se plantea de manera concisa y ambiciosa un primer proyecto de identidad
y libertades para los nativos de la patria. Luego de años combatiendo se
perfila ese ideario donde se proclama la igualdad fundamental del hombre en
suelo americano y su igualdad ante la ley, abatiendo la ideología del
privilegio de sangre y la desigualdad consagrada por religión. En esas jornadas
se levanta el Primer Congreso Constituyente en Chilpancingo, la cual merece ser
señalada como la cabecera de la nación independiente, y meses después en
Apatzingán se declara la primera Constitución. En esas jornadas se va armando
la trama política e ideológica de la nueva nación, aunque todavía acotada por
fuerzas militares superiores en número. El
giro de los acontecimientos en España reforzó al bando realista y el final del
año fue de adversidades militares, terminando luego con la detención del jefe
militar indiscutido y la dispersión de los insurgentes. José María Morelos fue
juzgado sumariamente, en las dos fases previsibles, siendo primero condenado y
degradado por la autoridad católica y luego sentenciado por los realistas. Acusado,
acosado, martirizado y fusilado finalmente el 22 de diciembre de 1815.
Vicente Guerrero
Fuerzas
rebeldes sostuvieron una fiera resistencia en distintos rincones del país, y
entre todas destacó la agrupación de Vicente Guerrero. Mientras en España se
restauraba la monarquía de Fernando VII y se perseguía a los liberales,
incluida la masonería peninsular, en las colonias se repetía la dosis de
persecución. Durante ese periodo, en Europa entera la reacción política
levantaba cabeza derrotando a los grupos democráticos, y los monarcas trataban
de aplastar las semillas de libertad surgidas con la Revolución Francesa.
Cabe destacar
la generosidad de algunos liberales españoles, que ante la restauración
monárquica en Europa, comprendieron la urgencia de acelerar la liberación de la
América colonial. En este caso destaca la aventura de Javier Mina y una
expedición nutrida con unos 300 hombres, “miembros todos de la confraternidad
universal”[6] llamada masonería. Resulta
conocido que la campaña de Javier Mina terminó en una rápida derrota, que él pagó
con su vida, siendo fusilado el 11 de noviembre de 1817.
Durante
algunos años, en la Nueva España el gobierno colonial se aplicó para aniquilar
a los grupos rebeldes, utilizando tácticas de tierra arrasada y provocando
terror entre la población. Además de Vicente Guerrero, la historia nos menciona
a otros líderes osados que arriesgaron su existencia manteniendo sus ideales en
pro de un país propio y justo. De esos enfrentamientos aislados y de
escapatorias venturosas ante fuerzas superiores en armas y número, se cuentan
muchas anécdotas entretenidas de la insurgencia mexicana. Tampoco se piense que
el bando colonialista integraba una unidad monolítica, a su interior existían
también inquietudes y defecciones.
La situación
volvió a cambiar dramáticamente en la Península Ibérica con la Revolución de
Riego en 1820, cuando se impuso un régimen liberal que sometió al monarca
español bajo una Constitución. Mientras tanto en Sudamérica había triunfado el
independentismo en la Nueva Granada y el Mar de Plata. En esa situación
cambiante, la resistencia dispersa tomó nuevos bríos, mientras el bando
conservador local tramó otro golpe de timón. Sin embargo, el conocido desenlace
cuando pactan Guerrero e Iturbide para consumar la Independencia no fue
sencillo. La insurgencia había recuperado ímpetu y la última campaña de
Iturbide para aplacar a los insurgentes le resultó en varias derrotas y
contratiempos[7].
En esta interpretación, sin los fuertes reveses sufridos por el bando realista
a manos de la insurgencia hubiera sido imposible el famoso pacto de los bandos
opuestos para desembocar en la Independencia.
Resulta
bastante conocida la conspiración conservadora llamada de la Profesa que
impulsó el cambio de la élite realista, empujando el giro en las acciones de
Iturbide, el militar realista que inclinó la balanza al pactar con Guerrero. Lo que no suele considerarse en la narrativa,
es que desde antes Guerrero en persona intentó atraerse a líderes militares del
bando español para sumarlos a su causa[8]. La omisión de este
detalles se liga a otro descuido sobre las capacidades intelectuales del
insurgente, sobre quien se ha prejuiciado, por sus orígenes humildes, sin
embargo, las cartas así como su desempeño siguiente, muestran las dotes
intelectuales de Vicente Guerrero y su capacidad política. Al respecto, también
es importante señalar que en las negociaciones entre Iturbide y Guerrero, fue
el insurgente quien impuso como criterio fundamental que el acuerdo daría la
independencia del país y no contentarse con un cambio de casa gobernante como
aspiraba el bando conservador que apoyaba a Iturbide.
NOTAS:
[1]
LEYVA, Mauricio, La masonería en el siglo XIX en México.
[2]
LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 35-37.
[3]
Con escrúpulo histórico el
libro nos señala, que la fuente de esta afirmación es José María Mateos, con su
historia primera del tema elaborada durante el mismo siglo XIX. LEYVA, Mauricio,
op. cit., p. 37.
[4]
Cita a DOMÍNGUEZ MICHAEL,
Christopher, Vida de Fray Servando.
[5]
LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 70-75.
[6]
LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 90.
[7]
“Pedro Ascencio derrotó
por cuarta vez a Iturbide, la batalla de la Cueva del Diablo derrumbó por
completo los planes del jefe realista”, LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 104.
[8]
Guerrero conmina al jefe
militar realista Moya para sumarse a la causa independentista en varias
misivas, LEYVA, Mauricio, op. cit.,
p. 97-100.
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