Por Carlos Valdés Martín
Esta es la 2a parte de la serie "AUTOMOVILISTAS EN PELIGRO DE EXTINCIÓN" la cual publico, con ánimo dolido tras pasarme varias horas detenido por las fallas del sistema de circulación urbano. El orden no altera este producto: fallas de planeación, caos urbano y tiempo perdido.
Semáforos
enloquecidos
De cuando
en cuando, por arte de magia o por una broma de Anonymus algún semáforo deja de operar correctamente. Reduce el
lapso de luz verde a mínimos segundos, crea un nudo de tráfico; lo que era un
agradable crucero cotidiano se convierte en una tortuosa fila insoportable.
Otros casos más extraños acontecen, hay semáforos que tornan amarillos sin
previo aviso, así, obligando a una precaución perpetua. Y el colmo: luz verde
para ambos bocacalles de un crucero y el resultado es un accidente.
Durante mi infancia, los adultos culpaban de la
falla de semáforos a las operaciones del policía de crucero; luego, la autoridad
reportó que sus guardianes no accederían más a los controles de las luces de
tráfico y la medida pareció ser favorable. Pero en esta época de las
computadores y los controles remotos, las descomposturas deben ser
responsabilidad del mando súpercentralizado,
en un sitio donde las computadoras centrales son más costosas que en filmes
de ciencia ficción. Quedan dos opciones para la falla: o una enfermedad secreta
o la enésima medida discriminatoria para recordarles a los automovilistas su
condición inferior.
Para terminar el panorama, recordemos que cuando
irrumpen los embotellamientos de muchas cuadras, la utilidad del semáforo
termina abatida. En cada lado de un crucero los automóviles traban una pelea
por ganar cada centímetro; los carros “atrasados” tapan el paso de vía mientras
aparece la luz verde; el lado opuesto desespera. Viendo el panorama, un
embotellamiento se extiende calle a calle, provocando inutilidad de los
cruceros y una fila de automóviles atorados impide a los que intentan avanzar por
el lado perpendicular. Deja de ser útil
el paso sucesivo de los colores del semáforo, mientras la masa de vehículos
permanece atorada. En ese sentido, el embotellamiento es la declaración
temporal de inutilidad del semáforo.
Señales
de perdición
Esto
sucede en todo México y hasta en su capital: la señalización para los vehículos
es deplorable. A veces un administrador piadoso, manda a colocar nuevos
anuncios, más grandes en las avenidas o letreros con explicaciones sobre el
prócer que da nombre a una calle. Sin embargo, el promedio de señalización sigue
siendo lamentable. Por ejemplo, si uno avanza por una vía de alta velocidad
encuentra el letrero que le avisa de una salida, por ejemplo muchísimo antes del sitio (lo cual es inútil) y después de que ya pasó la
salida (como segunda inutilidad o
¿burla?). Con esa clase de señales, resulta necesario pasarse de la salida
correcta y después encontrarse con el viacrucis de otras malas señales. Debo
señalar, que esas pésimas señales urbanas se complementan con algunos efectos
de la naturaleza, como árboles que crecen y tapan las señales, o actos del
comercio como carteles espectaculares que bloquean la vista. Y, esos obstáculos
se perdonarían en lo moral (en especial perdonamos a los árboles pues ellos
crecen buscando la luz), pues son sin intención, lo que siempre resulta odioso
por ser “adrede” son los grafitis que eliminan los letreros urbanos. Que los
dueños de bardas privadas argumenten que no tienen dinero para limpiar los
grafitis indeseables... lo entendemos, pero ¿los gobiernos no cuentan con recursos
para rescatar los letreros de vialidad? Así como el petróleo tuvo a su Lázaro
Cárdenas que, con un sencillo decreto, lo mexicanizó completo, todavía estamos
a la espera del prócer que salve a los letreros claros y bien ubicados, los
cuales nos permitan movernos para las ciudades del país sin perdernos.
Tenencias
y otros impuestos especiales
Los automovilistas sufren un régimen fiscal desfavorable, con más
impuestos que al común de contribuyentes; el trato recibido es lo contrario del
privilegio, es discriminación. Durante décadas (antes de la libertad comercial
de importación) existió un costoso impuesto para autos nuevos. Mucho antes se
inventó la “tenencia” hoy desaparecida de varios estados, pero amenazando con
regresar. Además, de cuando en cuando, se inventan re-emplacamiento o tarjetas
de circulación dizque mejoradas. Durante un breve y fallido intento se creó un
registro nacional de automóviles, pero el proyecto abortó porque el encargado
se descubrió ser un delincuente. La obligación de verificación para gases
contaminantes, resulta quizá el único impuesto especial para los vehículos con evidente
sentido ecológico, pero fuera de eso, lo demás son más rayas al tigre de la
“discriminación” contra el automovilista.
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