Por
Carlos Valdés Martín
Una
segunda fuga del jefe narco más afamado del mundo era inconcebible, pero
sucedió. Esa afrenta desató el nudo de lo imposible, pues la segunda
escapatoria del Chapo Guzmán nos escandalizó y empujó hacia un escepticismo
lodoso.
Construcción de lo imposible
Siendo
muy estrictos resulta temerario abordar lo imposible, porque la condición de
“imposibilidad” evita nuestro horizonte real[1]. Mejor referirse a lo que sólo parece imposible pero sí sucede;
esa barrera entre lo estrictamente no-posible y su cumplimiento siempre resulta
interesante al espectador, en particular, define el género de aventuras con sus
dificultades extremas y además bordea otras imágenes de interés. Casi en automático
las aventuras fílmicas implican protagonistas enfrentando riesgos ante los
cuales su salvación sería quimérica. El melodrama romántico también muestra
barreras infranqueables a la pasión, que terminarán siendo salvadas por un happy ending. Esto implica que como
espectador estás acostumbrado esas escenas: el brinco antes de una explosión,
la puerta providencial que se abre instantes antes de un estallido, etc. Cada
semana los estrenos de Hollywood repiten la fuerza evocadora de fugas y rescates
flanqueados por riesgos.
Un
imposible estricto resulta absurdo
definirlo y es un dolor de cabeza filosófico hasta para el ingenio de Bataille[2]. Para la narrativa
interesa más otro tipo de imposibilidades: las que saltan el lindero para
convertirse en eventos rodeados de formidable dramatismo. Los escapistas y
magos han sido los profesionales para satisfacer esa expectativa. Sin embargo, cuando
descubrimos los resortes y trampillas bajo la mesa del mago, cualquier ambiente
bajo control causa decepción. Lo más emocionante brota cuando lo “imposible”
nos toma por sorpresa.
El personaje outlaw
Sumemos
lo anterior al interés que despiertan en el público los grandes forajidos y bandoleros.
La prepotencia con que se burla la ley y la violencia desplegada provocan un
interés, al menos noticioso, ante el cual el espectador voltea sus ojos
curiosos. Algunos, incluso, truecan la ingenuidad hasta la admiración por los
piratas y gánsteres.
Miles
de forajidos y transgresores desfilan a diario por los medios de comunicación,
sin resultar tan llamativos; pero cuando un líder cimero del lado oscuro se
mantiene durante décadas, entonces surge el perfil del Enemigo Número Uno.
Cuando las noticias se acumulan alrededor de ese enemigo gansteril, brota un
interés extraordinario en sus idas y venidas.
El rigor de la prisión
No
es que los presos jamás escapen de las prisiones, sino que algunas cáceles son
presumidas por su seguridad máxima. El rigor de una prisión mezcla las nociones
de fortaleza y mazmorra, dando una imagen de dureza material y perfil de
armamento colectivo. Cualquier prisión plena de argucias tecnológicas y
barreras materiales provoca una reacción de temor y curiosidad entre el gran
público; por ejemplo, la legendaria penitenciaría de Alcatraz se conserva cual
reliquia al encierro y fuente de curiosidad permanente, especie de museo para ilustrar
sobre reclusiones y escapes extraordinarios.
Del enemigo público número uno
La
fuga del Chapo combina el extraordinario interés colectivo sobre ese personaje,
con esa transgresión de lo que parecía amurallado. El perforar una prisión es
un ensueño con mensajes emotivos, implica el traspasar y liberar en contra de
una tensión insoportable. La representación usual de cárceles tétricas y
hostiles provoca la contrapuesta alegría de su trasgresión. Si percibimos el significado
de la trasgresión, entonces escapar en una prisión de máxima seguridad posee
una valoración simbólica oculta[3]. Cada vez que un gran
personaje logra la fuga siguen carretadas de consecuencias, entre las cuales
está popularizar la palabra “narcotúnel”.
La escapatoria
Esta
clase de noticia genera titulares y los remarca con toda la importancia.
Simultáneamente es una declaración, que por muy fuerte que sea casi no impacta
en la vida cotidiana; por su lejanía frente a lo cotidiano está en la categoría
de “todo un acontecimiento” semejante
a la visita de naves espaciales a los remotos planetas. A largo plazo la sonda
espacial sí reportará un resultado favorable para las investigaciones
científicas; por el contrario, la huida del criminal se mantendrá cual golpe en
el vacío sin contribuir a progreso ninguno.
De
inmediato el prestigio del Estado queda vulnerado por entero y hasta en
ridículo. Basta con que un personaje clave de la criminalidad escape y burle la
acción del Estado, entonces los alcances de acción estatal quedan cuestionados:
el acatamiento de la sociedad entera al imperio de las leyes se convierte en
retórica. Mientras un desafío clave se sustraiga de tales leyes existe la
interrogación.
Herida sobre la seguridad del Estado
La
fisura abierta por la escapatoria del Chapo solamente se cerrará cuando surja
la recaptura; mientras tanto el Estado será tachado de incapaz, pues el
renombre de su enemigo no tiene parangón. Como hoy no existe un enemigo más
famoso que el Chapo, ningún éxito en la captura de otros capos subsanará ese acontecimiento.
La otra opción sería la solución integral de la seguridad, desterrando por
completo al crimen del país, lo cual suena más que utópico.
Escepticismo
El
escepticismo vacuna contra la credulidad y la inocencia, aunque su exceso se
convierte en otro tipo de ignorancia. Cuando se aplican dudas para comenzar un
análisis se está en una pista sana, pero la permanencia y multiplicación de
dudas sin respuesta, indica una especie de pereza mental y hasta un lodoso temor
ante la verdad.
El
escéptico extremo se defiende de las opiniones ajenas, porque las desacredita
de inmediato; pero ¿qué sucede con las propias nociones del escéptico? No le
resulta viable defenderlas, pues también serán derribadas por la avalancha de
sus propias incertidumbres.
La
duda filosófica contrasta con el escepticismo y es más radical, porque ella obliga
a convertir la grieta dudosa en una serie de razonamientos precisos, que
conducen hacia la verdad[4]. La actitud de alguna
opinión pública escéptica al extremo, se aleja de la búsqueda de verdades y
permanece en una especie de pantano, donde se resbala entre rumores y creencias
amorfas. Tal escepticismo crónico es una especie de anemia de la inteligencia,
pues quien se conforma con interrogantes entonces ya no se atreve a conocer, no
alcanza el “sapere aude”[5]
Eso que sí importa
Hay multitud de imposibilidades irrelevantes, pues —con tranquilidad de conciencia— no
te importa ni te interesa que los simios no habiten bajo el mar, que los
delfines no despachen en oficinas… Dejemos
atrás lo irrelevante y surgen otras cuestiones que sí importan, aunque ellas
están coloreadas con la inviabilidad: volver de la muerte o tener resuelto el
propio Destino, con mayúsculas.
Hay imposibilidades que afectan tanto que el pensamiento y el arte se han
dedicado a perseguirlas: obtener el amor de manera definitiva,
superar la barrera de la tumba, garantizar la felicidad en el más allá, lograr
el comportamiento justo en toda circunstancia, superar el sufrimiento y
alcanzar la cumbre de la felicidad.
Por ejemplo escapar de la muerte
Habiendo
tantos imposibles resulta inútil abordarlos todos en un comentario breve, es suficiente con ejemplificar uno solo: eludir la muerte. Bastaría asumir que existe el "más allá" para eludir el tema; pero si nos quedamos con
esta finitud del cuerpo tan temida, entonces encontramos algunas respuestas.
Para
quien no crea en alguna inmortalidad del alma, entonces huir de la tumba
debería ser el tema más fascinante. Vista con detalle esa sería la fuga
imposible por antonomasia, quien burlase a la muerte sería el escapista más
notable. A la fecha, nadie ha burlado a la Parca, aunque la paradoja de los
microbios unicelulares dividiéndose evoque la proximidad entre el amor y la
muerte[6].
Con
humor cáustico, en "El extraño caso del señor Valdemar"[7] no se embellece la
escapatoria, donde el escapista permanece en un estado indefinible, al
contrario ofrece la hipótesis horrible que juega a la temida catalepsia. El
cuento de Allan Poe explica que a un enfermo incurable de tuberculosis se le
aplicó hipnosis (antes llamada mesmerismo) para detenerlo en su trance de
muerte. La experiencia parece obtener resultado, pero hasta el límite de
suspender el proceso, mientras el cuerpo se mantiene en una especie de
prolongada catalepsia. Al final, el experimentador decide reanimar a su sujeto
y el desenlace es un espantoso licuado instantáneo del cadáver. En ese cuento evitar
la muerte e intentar regresar abre un episodio escalofriante, donde la
debilidad de la naturaleza es doblemente desastrosa, así sería mejor jamás
intentar ese escapismo.
Alas que superaron el imposible
La
dramática leyenda de Ícaro perdiendo unas alas mal pegadas con cera y su
trágica caída, representa el largo anhelo de alcanzar los cielos. Durante
milenios el vuelo de las aves fue un sueño frustrado para la humanidad,
atestiguado por múltiples ensueños de antepasados que dibujaron tantos ángeles
y dioses voladores que llenarían muchos volúmenes. Finalmente, paso a paso, en
la época de los inventos se fueron descubriendo los medios y estratagemas para
elevarse por los aires. Al fin los voluminosos globos de Montgolfier y otros
parecidos mostraron que era posible remontarse por los aires. Después, los
motores y la aerodinámica permitieron alcanzar el sueño de imitar a las aves. En ese
anhelo, su lado increíble terminó desvaneciéndose a la luz de la inventiva y la
perseverancia.
Inutilidad de elevar las bardas
Vista
en perspectiva distante, la fuga carcelaria pertenece a la modalidad de los
imposibles casi irrelevantes, pues basta probar su falla para restablecer la
apuesta[8]. Basta comprobar que un
dispositivo de fuga (un túnel excavado a tantos metros, la complicidad de algunos
guardias, etc.) para que la autoridad remiende sus dispositivos mediante bardas
más altas, puertas doblemente blindadas, guardias mejor armados… hasta proponer
su recinto de máxima seguridad. ¿Ocurre un juego de apuestas crecientes entre
un afán carcelario y su contrario escapista? Conforme haya mayores rigores
carcelarios, habrá más renombre para quien supere esa barrera.
¿Es
extraño ese afán de remontar una barrera insalvable? No, al contrario, es un
designio inscrito en la frente de la modernidad. Los retos están hechos para
conquistarse y el anhelo de libertad yace en cualquier corazón, no importa que
sea alguien justa o injustamente encerrado. El interrogante es sobre una
imposibilidad, luego la respuesta se llama superación[9]. La pregunta siguiente es
cuándo construirán la nueva prisión de máxima seguridad y quién se encargará de
burlar ese imposible.
Posdata: el estricto
Quizá,
paciente lector, atesoras una pregunta final, igual que yo lo hice, porque hay fronteras que son de nuestro más íntimo interés. Por motivos egoístas cuestionamos el
destino de nuestra alma eterna o, incluso, temeríamos su mala sustancia que
acabaría fundida, cual lamento del protagonista en Peer Gynt[10].
Por motivaciones altruistas inquirimos por la trascendencia de los seres
queridos o la salvación de la humanidad entera. Por impulsos angélicos
indagamos sobre el sitio sublime de una divinidad tan elevada, que ni siquiera
su nombre verdadero fue otorgado a los cabalistas. Al final, atesoras una
pregunta auténtica que exige una respuesta verdadera del Cíclope guardián de lo
imposible, que esperas se convierta en centinela ligero como velo e ilusorio como
ensoñación.
NOTAS:
[1] Así se inaugura la
filosofía con Parménides quien declara esa frontera: “Pues no conocerías lo no
ente (no es hacedero) ni decirlo podrías
en palabras.” PARMÉNIDES, Poema del ser, Fragmento
2.
[2] Su mejor tentativa
por atrapar lo “imposible” deviene en un dolor de cabeza para sí mismo,
Bataille juega entre el erotismo sin disfrute cachondo, una muerte sin espanto
y una filosofía sin coherencia… al cabo, nos engaña con un juego sin solución.
Casi a modo de confesión dice: “Pero ¿cómo permanecer, disuelto, en el
no-sentido? No se puede. Un no-sentido, sin más, desemboca sobre un sentido
cualquiera… dejando un regusto de cenizas, de demencia”. BATAILLE, Georges, Lo imposible, p. 117.
[3] Romper una
contención excesiva e insalvable donde se libera al cautivo, posee la
estructura de la potencia irrumpiendo. Cf. FROMM, Erich, “Sólo hay una vía para
salvarnos de este infierno: dejar la prisión de nuestro egocentrismo, salir y
unirnos con el mundo.”
[4] El método de
Descartes multiplica las dudas para alcanzar la certeza perfecta de las “ideas
claras y distintas”.
[5] Frase latina “sapere aude” que se remonta al autor
romano Horacio. Una posición opuesta como “quien nada cree, nada sabe” se
emparenta con otras exageraciones, pues también “quien nada espera, no se
decepciona”, “quien nada debe, nada teme”. ¿Cómo se alcanza un escepticismo tan
extremoso que “nada cree”? El escéptico no contestaría, pues ni siquiera se
atreve a esa pregunta, pero sí se encierra en un temor embozado.
[7] En inglés "The Facts in the Case of M. Valdemar" de
Edgar Allan Poe, también ha sido traducido como "La verdad sobre el caso
del señor Valdemar" o "Los hechos en el caso del señor Valdemar".
El relato es sinceramente escalofriante al recordar que la esposa del escritor
sufría una tuberculosis incurable que pronto la condujo al desenlace fatal.
[8] “Naufragando en la
filosofía intento decir en términos posibles lo que sólo tuviera poder de
expresar la poesía, que es el lenguaje de lo imposible.” BATAILLE, Georges, Lo imposible, p. 174.
[9] El término más preciso para la filosofía es “Aufhebung” de G. W. F.
Hegel, pues también la mejor descripción de que la estructura del universo es un ritmo de
continuas superaciones la encontramos en Hegel, desde su obra juvenil, Fenomenología. De otra manera, su suele
hablar de trascendencia, aunque no estaría referida tanto a su manifestación
material.
[10] El Fundidor indica a Peer la orden de Dios: “Comunicarás a Peer
Gynt que habiendo faltado a su destino debe, como producto averiado, ser
fundido de nuevo”. Agrega el Fundidor: “No queda más recurso que arrojarte a la
caja de botones estropeados para que vuelvas a ser derretido en la masa” IBSEN,
Henrik, Peer Gynt.
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