Por Carlos Valdés Martín
Que el artista
barroco mezcla a la perfección los polos opuestos queda demostrado en esta
creación de Lorenzo Bernini. El arte sacro del periodo barroco tomó consciencia
de cuán erótica resulta la devoción en algunos de sus extremos.[1]
La obra “Éxtasis de Santa Teresa” le arranca al frío mármol la elocuencia para
unir los polos opuestos de Eros y Devoción.
Esta obra
maestra del barroco se confeccionó para dar realce a una capilla mortuoria de
una familia poderosa, llamada Capilla Cornaro[2]
de la Iglesia de Santa María de la Victoria en Roma. El espacio que se dedicó a
la colocación de esta pieza está perfectamente diseñado para realzarla y dar
una magnífica vista de frente, pues está flanqueada de modo intencional, y en
la parte trasera se adornó con una alegoría en bronce para representar unos
rayos luminosos. Esos rayos representan un sol divino para darle más realce y
dramatismo al instante de éxtasis de la Santa Teresa.
La pieza
escultórica “Éxtasis de Santa Teresa” se inspiró en la vida de esta Santa,
particularmente, en un pasaje que se conservó de sus memorias publicadas, que
está plasmado en su biografía. En ese pasaje autobiográfico, ella relata que un
ángel se le apareció en una visión, el cual le atravesó el pecho con una
flecha. Esa circunstancia se interpreta como aparición divina que llenó de
arrebato y devoción al personaje. Según el relato de Santa Teresa de Ávila sucedió
lo siguiente: “"Vi a un ángel junto a mí hacia el lado izquierdo en forma
corporal… No era grande, sino pequeño, muy hermoso, el rostro tan encendido que
parecía de los ángeles más elevados, que parece todos se abrasan[3]…
Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener
un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me
llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba
toda abrasada en amor grande de Dios. El dolor era tan fuerte que me hacía
lanzar gemidos, mas esta pena excesiva estaba tan sobrepasada por la dulzura
que no deseaba que terminara… Es un intercambio amoroso tan dulce el que ahora
tiene lugar entre el alma y Dios, que le pido a Dios en su bondad que haga
experimentarlo a cualquiera que pueda pensar que miento".[4]
Según el canon
para grandes obras en mármol, Bernini trabajó una sola pieza para extraer a los
dos personajes y su circunstancia, unidos en una escena. Del mismo bloque
extrae todas las tonalidades y texturas para obtener los efectos dramáticos,
incluyendo la piel, las telas, las alas y el pelo. Especial mención merece la
complicada trama de ropa que protege a la Santa, dando tanto la sensación de
estarse levitando como pesar sobre el cuerpo.
El personaje
del ángel irradia alegría y travesura infantil mientras mueve su saeta hacia el
corazón, con un gesto delicado a la vez que definido. La figura de la Santa
yace recostada entre gozosa y doliente sin acertar a comprender lo que sucede; por
tanto, para la mirada moderna se describiría lo más próximo al orgasmo, mientras
que para la mentalidad religiosa es un milagro de cercanía divina. Dualidad
fascinante de interpretaciones posibles, para la modernidad evoca el clímax
carnal, para el barroco es cúspide espiritual.
Entre ambos
cuerpos se establece una dinámica de posiciones en diagonal, reposando sobre un
amasijo que supondrían nubes y tierras convertido en vapores para sostenerlos. El
conjunto efectúa la ilusión de una elevación etérea, donde lo corporal se
desprende hacia la luz superior. La maestría de Bernini detiene para la
eternidad un gesto íntimo, fruto de los anhelos femeninos bajo el paradigma de
su religión y muestra completo un ensueño católico de ganar la gloria. La escultura
“Éxtasis de Santa Teresa” desborda cualquier finalidad original y contexto de
su presente, para entregar tal perfección que sigue impresionando a las nuevas
generaciones.
NOTAS:
[1] En otro ejemplo, el amor hacia Dios fue concebido por San Juan de
la Cruz en términos de escape nocturno de la amada con su amado, en “Cántico
espiritual”.
[2] El conjunto de la
Capilla Coronaro es una maravilla de diseño arquitectónico adornada por
notables efectos, que no detallamos aquí.
[4] Libro de la Vida de Santa
Teresa de Jesús, cap. XXIX. Autobiografía fechada entre los años 1562-65.
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