Por Carlos Valdés Martín
Resulta divertido el modo que el famoso “Pensador Mexicano” suplica a su público lector, que no o dejen caer en malas manos. Imaginando cómo un autor puede ser atacado, es decir, fingiendo que es la víctima, el ingenioso Joaquín Fernández de Lizardi, presenta una demostración de cómo se lanzaban adjetivo injuriosos en su tiempo. En la versión resumida de su novela picaresca el Periquillo sarniento encontramos a quienes él no acepta que lo lean.
Resulta curioso que algunos términos se conservan y otros muestran cómo han cambiado las relaciones humanas en los últimos 2 siglos:
“Últimamente, os mando y encargo que estos cuadernos no salgan de vuestras manos, porque no se hagan el objeto de la maledicencia de los necios o de los inmorales; pero si tenéis la debilidad de prestarlos alguna vez, os suplico no los prestéis a esos señores, ni a las viejas hipócritas, ni a los curas interesables y que saben hacer negocio con sus feligreses vivos y muertos, ni a los médicos y abogados chapuceros, ni a los escribanos, agentes, relatores y procuradores ladrones, ni a los comerciantes usureros, ni a los albaceas herederos, ni a los padres y madres indolentes en la educación de su familia, ni a las beatas necias y supersticiosas, ni a los jueces venales, ni a los corchetes pícaros, ni a los alcaides tiranos, ni a los poetas y escritores remendones como yo, ni a los oficiales de guerra y soldados fanfarrones y hazañeros, ni a los ricos avaros, necios, soberbios y tiranos de los hombres, ni a los pobres que lo son por flojera, inutilidad o mala conducta, ni a los mendigos fingidos; ni los prestéis tampoco las muchachas que se alquilan, ni a las mozas que se corren, ni a las viejas que se afeitan, ni...; pero va larga esta lista.”[1]
Este listado expone las relaciones humanas y prejuicios, que continúan vigentes bajo nuevas mascaradas. Destacan estas cinco categorías en este lamento:
Incomprensión general: “maledicencia de los necios”. Quien no esté de acuerdo conmigo es maledicente y necio. La comunicación fallando surge con las cuidadas, con las aglomeraciones y la leyenda de Babel lo refleja con claridad.
Hostilidad generacional: “viejas hipócritas” y “las viejas que se afeitan”. Las generaciones por edad se sienten incomprendidas; la vejez se vuelve un signo de vergüenza.
Opuesto al poder político: “escribanos, agentes, relatores y procuradores ladrones” En esta categoría surgen varias quejas sobre el poder, ya sea como ladrones o perseguidores. En otra cara de lo mismo “jueces venales”, que se ha conservado como frase hecha.
Traficantes del cielo: “curas interesables” que trafican con las promesas de salvación eterna.
“Basta deciros que no los prestéis ni por un minuto a ninguno cuantos advirtiereis que les tocan las generales en lo que leyeren; pues sin embargo de lo que asiento en mi prólogo, al momento que vean sus interiores retratados por mi pluma, y al punto que lean alguna opinión que para ellos sea nueva o no conforme con sus extraviadas o depravadas ideas, a ese mismo instante me calificarán de un necio, harán que se escandalizan de mis discursos, y aun habrá quien pretenda quizá que soy hereje, y tratará de delatarme por tal aunque ya esté convertido en polvo. ¡Tanta es la fuerza de la malicia, de la preocupación o la ignorancia!”[2]
En las actuales redes sociales se ha reinventado la teoría y práctica de la maledicencia, haciendo la observación de que Fernández de Lizardi, era un completo maestro en la retórica cuando se lo compara con las tendencia del presente.
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