Por Carlos Valdés Martín
El automovilista, junto con su inseparable “amigo de
metal”, el automotor de combustión, hoy se ha convertido en una especie sometida
al peligro de extinción. Tras la
genuina preocupación por el ambiente ecológico, los gobiernos han buscado un
chivo expiatorio, en vez de presionar de modo efectivo para un salto
tecnológico urgente. Y la víctima es la parte más débil de la cadena: el
ciudadano de clase media, que estima a su modesto vehículo y no encuentra mejor
manera de moverse en la ciudad. Quienes poseen choferes en vehículos de vidrio
oscuro, pueden eludir gran parte de las molestias, pues transfieren la mayoría
de las molestias a sus choferes o viajan en helicóptero y jet.
No imagine el lector que en los lejanos años de
Henri Ford, el automovilista era motivo de mimos y atenciones, desde entonces ya
aparecía algún aviso en su contra. Por ejemplo, con el tema de la licencia de
conductor. ¡Qué diferencia de trato con los jinetes! Los jinetes jamás fueron
cuestionados sobre su pericia para montar a su “amigo fiel”, pero los
conductores siempre han recibido cuestionamientos sobre su capacidad, cuando se
les exige licencias de distinto calibre y costo. Pasen las licencias, si son
para dar un orden y retirar a los gorilas al volante o a los adolescentes
alcoholizados.
Lo que bien se aprende jamás se olvida y así parecería
de suceder con el manejo. No he sabido de casos con súbitas amnesias del
manejo. Me pregunto: ¿desaparece la facultad para manejar cada año? Si no desaparece
¿Por qué otorgan licencias que caducan en un año? Pareciera que contra el
automovilista existe un sesgo en esas licencias que caducan.
El
bache
Avanzando
para encontrar hechos más duros y rudos, nos sorprende la rudeza de un bache; un hoyo inesperado que está
provocando una lastimadura en el coxis o dislocación de cuello. El bache se ha
vuelto un evento cotidiano y tan repetitivo, que dejamos de anotarlo con
alarma. Lo curioso es que con gastos en obras millonarias de viaductos,
periféricos y “segundos pisos” al terminar cada inauguración ya tropezamos con
baches que semejan obras de minería o trincheras militares.
Por si fuera poco, los baches se suma un peligro
adicional: la temporada de lluvias cuando el drenaje de la ciudad resulta
insuficiente y los charcos enmascaran a los baches. ¿El resultado? Es una
trampa que ni los maliciosos cazadores de bestias imaginaron. Vienen luego llantas
reventadas, rines doblados, suspensiones y amortiguadores arruinados. Ante esa
frustración, al automovilista le queda el humor, así llama a una capital de
provincia “Cuernabaches” del estado de “Moreloyos” o se rumora que un
gobernante está buscando un tesoro y por eso fabrica tantos hoyos.
Topes
y más topes
Decían
los mayores, para evitar que nos metiéramos en complicaciones: “¿Para qué tanto
brinco, estando el suelo tan parejo?”. El inventor del tope de tránsito va en
sentido contrario y plantea un obstáculo donde no existía. Debo reconocer, que
en algunas ocasiones y sitios, es indispensable establecer un tope para obligar
a que los conductores acelerados bajen su velocidad; como sucede en las
cercanías de escuelas o en carreteras junto a poblados.
Resulta evidente que los promotores de tope no están
contentos con el criterio racionalista ponen ese obstáculo según capricho. Y lo
caprichoso no lastima tanto como la alevosía
por la falta de señal y de color alguno, de tal modo que desde el
atardecer esos topes son invisibles y motivo de “desnucamiento”. Reitero: son
topes con camuflaje pensados a modo de trampas militares, para detener
tanquetas enemigas, pero no estamos en
guerra. El segundo tema es el diseño, ¿qué debe asemejar un tope al Muro de
Berlín por su altura y dificultad? Algún constructor anónimo de topes decide
que la altura deseable debe superar la altura entre el chasis y el suelo del
auto, de tal modo que siempre rayará el metal en la “panza” de los vehículos. (Continuará...)
1 comentario:
Lo mejor de los topes es cuando son acompañados de un semáforo (rumbo a Tlahuac).
En alguna ocación un ruso se bajo del autobus para tomarle fotos a un tope y me comentó... ¿Cómo es posible que necesiten una piedra para detener el auto, un letrero que diga despacio o de alto no funciona en México? mmm no lo entiendo. Yo solo me quedé sin palabras y no pude decir nada.
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