Por
Carlos Valdés Martín
La hermosa Fuente de Salto del Agua adorna
el cruce de dos avenidas muy populosas en la Ciudad de México. Hoy vemos una
reproducción que exhibe una obra bella y funcional construida en 1779, en el
esplendor de la cultura novohispana. En su origen remataba un acueducto que
bajaba agua fresca desde el cerro de Chapultepec y ahí se reunía la población
para obtener el líquido vital.
El estilo barroco de esta Fuente de Salto
del Agua surgió del ingenio de Ignacio Castera y posee muchos detalles
admirables, por eso ese monumento fue uno de los más fotografiados en el siglo
XIX.
Con el tiempo el sitio perdió su función
de proveer agua y permaneció para adorno de la capital. Porque este acueducto
que surgía desde Chapultepec fue una de las obras hidráulicas notables heredadas
desde el periodo prehispánico y modificadas tras la Conquista. Dichos
acueductos originales terminaban en fuentes públicas y esta fue la más notable
por su conservación e historia, aunque ya en el siglo XX estaba muy deteriorada.
Su estilo barroco, el balance de sus
simbolismos y el primor de su confección mantuvieron a la Fuente de Salto del
Agua en la preferencia del público. El estilo irreal de la cara de los peces
concede una personalidad singular a la obra, además sobrecargada con los
infantes, columnas salomónicas, el escudo de armas, el águila, los jarrones y
efigies del español y el indígena.
Destacan las dos columnas salomónicas
aparentes, coronadas con la representación del español y el indígena cual
efectivas columnas de la nación, adivinada antes de la independencia porque la
obra data del periodo virreinal.
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