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martes, 12 de noviembre de 2024

LA PALANCA ES MÁQUINA MÁS QUE HERRAMIENTA

 



 

Por Carlos Valdés Martín

 

Un concepto erróneo cuando crees que la palanca es una pura herramienta, porque no lo es. La palanca significa más que eso. Entonces ¿qué es? Cierto que las herramientas son medios que potencian la acción humana de una manera directa y eso es muy importante. En eso sí resultan semejantes las herramientas y la palanca, sin embargo, hay algo crucial por aclarar.

La humanidad surgió haciendo herramientas, primero las de piedra tosca (el neolítico) y luego con los metales, éstas marcaron un gigantesco cambio, cuando la sociedad entera estaba “en pañales” como niño. Después de la herramienta surgió algo más potente, un nivel más complejo que ahora llamamos máquina.

La palabra es antigua y relaciona tres elementos curiosamente alejados: el teatro, la presencia divina y los efectos especiales. Los griegos descubrieron cómo hacer máquinas para levantar pesos, que ahora llamamos grúas y tales ingenios sorprendieron a la audiencia del teatro. En mitad de un drama con actores serios, diciendo sus parlamentos, un talento desconocido, decidió que con una grúa descendiera para la presentación de un dios en mitad del escenario[1]. “Un dios baja de la máquina”, se conservó en la frase “Deus ex machina” indicando intervenciones milagrosas o arbitrarias en una trama. 

En un soleado mediodía de la región Ática, de manera sorpresiva Zeus o Apolo descendían en mitad del escenario, dándole más emoción a la representación. La divinidad surge de la máquina, con lo cual, también ese complejo organismo mecánico se asimila al trasmundo.

Aquí lo buscado es definir el papel de la palanca para marcar una nueva categoría, que se diferencia de las herramientas. Resulta famosa la frase de Arquímedes sobre el punto de apoyo que con la palanca movería al mundo; aunque él no explicó el tamaño de la palanca necesaria para desplazar a un planeta y qué tanta resistencia debería poseer el punto de apoyo.

Los ingeniosos griegos juntaron palancas, ruedas, poleas, engranajes y otras piezas para integrarlas en conjuntos eficientes, que transmitían la fuerza de una manera nueva y deslumbrante. Pronto se intentó aplicar la máquina a la producción y a la guerra, además de su efecto teatral, que describimos. El científico alejandrino Herón diseñó ingeniosos juegos y dispositivos mercantiles que permanecieron como curiosidades locales y, más tarde, el viento de los siglos dejó en el olvido. Las máquinas mostraron su utilidad insuperable, aunque tardaron siglos para volverse protagonistas de la economía. Aunque sea válido describir a antiguos ejércitos como una “máquina de guerra”[2], es hasta el siglo XX que se conocen campañas bélicas (blitzkrieg) completamente maquinizadas dominadas con tanques y aviones.

La utilización del principio “maquínico”, por su enorme potencia nos resulta como un efecto milagroso, pues rompe las escalas normales de intervención y es aplicable a las actividades humanas. El uso correcto del crédito se considera el apalancamiento normal en la operación de toda empresa y, además, a la institución empresarial se la observa como una máquina operativa[3], una organización formada de partes separadas, que se integran hacia un movimiento tras la utilidad que pretende ser perpetuo.

Cabe subrayar que el efecto de la máquina profundiza continuamente el ramillete de los principios que se descubrió con la palanca: multiplicación medida de la fuerza; aplicación del movimiento en sentido opuesto al efecto buscado y la integración de diversos elementos en un mecanismo operativo único. La palanca al unir esos principios anuncia la presencia de un “sistema complejo”, que dará entrada a las demás máquinas, en especial, marcadas por la continuidad de un principio motriz para generar un efecto útil de manera continua.


 NOTAS:



[1] Recurso teatral de Sófocles y Eurípides.

[2] Deleuze, Mil mesetas.

[3] Aunque de modo preferente se piensa a la empresa como la formación capitalista del viejo taller, que era una integración de trabajos especializados. Véase Adam Smith, La riqueza de las naciones.

martes, 5 de noviembre de 2024

PARA NO CAER EN LA MALEDICENCIA DE LOS NECIOS, SÚPLICA DE UN PENSADOR MEXICANO

 



 

Por Carlos Valdés Martín

 

Resulta divertido el modo que el famoso “Pensador Mexicano” suplica a su público lector, que no o dejen caer en malas manos. Imaginando cómo un autor puede ser atacado, es decir, fingiendo que es la víctima, el ingenioso Joaquín Fernández de Lizardi, presenta una demostración de cómo se lanzaban adjetivo injuriosos en su tiempo. En la versión resumida de su novela picaresca el Periquillo sarniento encontramos a quienes él no acepta que lo lean.

Resulta curioso que algunos términos se conservan y otros muestran cómo han cambiado las relaciones humanas en los últimos 2 siglos:

“Últimamente, os mando y encargo que estos cuadernos no salgan de vuestras manos, porque no se hagan el objeto de la maledicencia de los necios o de los inmorales; pero si tenéis la debilidad de prestarlos alguna vez, os suplico no los prestéis a esos señores, ni a las viejas hipócritas, ni a los curas interesables y que saben hacer negocio con sus feligreses vivos y muertos, ni a los médicos y abogados chapuceros, ni a los escribanos, agentes, relatores y procuradores ladrones, ni a los comerciantes usureros, ni a los albaceas herederos, ni a los padres y madres indolentes en la educación de su familia, ni a las beatas necias y supersticiosas, ni a los jueces venales, ni a los corchetes pícaros, ni a los alcaides tiranos, ni a los poetas y escritores remendones como yo, ni a los oficiales de guerra y soldados fanfarrones y hazañeros, ni a los ricos avaros, necios, soberbios y tiranos de los hombres, ni a los pobres que lo son por flojera, inutilidad o mala conducta, ni a los mendigos fingidos; ni los prestéis tampoco las muchachas que se alquilan, ni a las mozas que se corren, ni a las viejas que se afeitan, ni...; pero va larga esta lista.”[1]

Este listado expone las relaciones humanas y prejuicios, que continúan vigentes bajo nuevas mascaradas. Destacan estas cinco categorías en este lamento:

Incomprensión general: “maledicencia de los necios”. Quien no esté de acuerdo conmigo es maledicente y necio. La comunicación fallando surge con las cuidadas, con las aglomeraciones y la leyenda de Babel lo refleja con claridad.  

Hostilidad generacional: “viejas hipócritas” y “las viejas que se afeitan”. Las generaciones por edad se sienten incomprendidas; la vejez se vuelve un signo de vergüenza.

Opuesto al poder político: “escribanos, agentes, relatores y procuradores ladrones” En esta categoría surgen varias quejas sobre el poder, ya sea como ladrones o perseguidores.  En otra cara de lo mismo “jueces venales”, que se ha conservado como frase hecha.

Traficantes del cielo: “curas interesables” que trafican con las promesas de salvación eterna.

 

“Basta deciros que no los prestéis ni por un minuto a ninguno cuantos advirtiereis que les tocan las generales en lo que leyeren; pues sin embargo de lo que asiento en mi prólogo, al momento que vean sus interiores retratados por mi pluma, y al punto que lean alguna opinión que para ellos sea nueva o no conforme con sus extraviadas o depravadas ideas, a ese mismo instante me calificarán de un necio, harán que se escandalizan de mis discursos, y aun habrá quien pretenda quizá que soy hereje, y tratará de delatarme por tal aunque ya esté convertido en polvo. ¡Tanta es la fuerza de la malicia, de la preocupación o la ignorancia!”[2]

En las actuales redes sociales se ha reinventado la teoría y práctica de la maledicencia, haciendo la observación de que Fernández de Lizardi, era un completo maestro en la retórica cuando se lo compara con las tendencia del presente.

NOTAS:

[1] Joaquín Fernández de Lizardi, El periquillo sarniento.

[2] Joaquín Fernández de Lizardi, El periquillo sarniento.