Por Carlos Valdés Martín
Un concepto erróneo cuando crees que la palanca es una pura herramienta, porque no lo es. La palanca significa más que eso. Entonces ¿qué es? Cierto que las herramientas son medios que potencian la acción humana de una manera directa y eso es muy importante. En eso sí resultan semejantes las herramientas y la palanca, sin embargo, hay algo crucial por aclarar.
La humanidad surgió haciendo herramientas, primero las de piedra tosca (el neolítico) y luego con los metales, éstas marcaron un gigantesco cambio, cuando la sociedad entera estaba “en pañales” como niño. Después de la herramienta surgió algo más potente, un nivel más complejo que ahora llamamos máquina.
La palabra es antigua y relaciona tres elementos curiosamente alejados: el teatro, la presencia divina y los efectos especiales. Los griegos descubrieron cómo hacer máquinas para levantar pesos, que ahora llamamos grúas y tales ingenios sorprendieron a la audiencia del teatro. En mitad de un drama con actores serios, diciendo sus parlamentos, un talento desconocido, decidió que con una grúa descendiera para la presentación de un dios en mitad del escenario[1]. “Un dios baja de la máquina”, se conservó en la frase “Deus ex machina” indicando intervenciones milagrosas o arbitrarias en una trama.
En un soleado mediodía de la región Ática, de manera sorpresiva Zeus o Apolo descendían en mitad del escenario, dándole más emoción a la representación. La divinidad surge de la máquina, con lo cual, también ese complejo organismo mecánico se asimila al trasmundo.
Aquí lo buscado es definir el papel de la palanca para marcar una nueva categoría, que se diferencia de las herramientas. Resulta famosa la frase de Arquímedes sobre el punto de apoyo que con la palanca movería al mundo; aunque él no explicó el tamaño de la palanca necesaria para desplazar a un planeta y qué tanta resistencia debería poseer el punto de apoyo.
Los ingeniosos griegos juntaron palancas, ruedas, poleas, engranajes y otras piezas para integrarlas en conjuntos eficientes, que transmitían la fuerza de una manera nueva y deslumbrante. Pronto se intentó aplicar la máquina a la producción y a la guerra, además de su efecto teatral, que describimos. El científico alejandrino Herón diseñó ingeniosos juegos y dispositivos mercantiles que permanecieron como curiosidades locales y, más tarde, el viento de los siglos dejó en el olvido. Las máquinas mostraron su utilidad insuperable, aunque tardaron siglos para volverse protagonistas de la economía. Aunque sea válido describir a antiguos ejércitos como una “máquina de guerra”[2], es hasta el siglo XX que se conocen campañas bélicas (blitzkrieg) completamente maquinizadas dominadas con tanques y aviones.
La utilización del principio “maquínico”, por su enorme potencia nos resulta como un efecto milagroso, pues rompe las escalas normales de intervención y es aplicable a las actividades humanas. El uso correcto del crédito se considera el apalancamiento normal en la operación de toda empresa y, además, a la institución empresarial se la observa como una máquina operativa[3], una organización formada de partes separadas, que se integran hacia un movimiento tras la utilidad que pretende ser perpetuo.
Cabe subrayar que el efecto de la máquina profundiza continuamente el ramillete de los principios que se descubrió con la palanca: multiplicación medida de la fuerza; aplicación del movimiento en sentido opuesto al efecto buscado y la integración de diversos elementos en un mecanismo operativo único. La palanca al unir esos principios anuncia la presencia de un “sistema complejo”, que dará entrada a las demás máquinas, en especial, marcadas por la continuidad de un principio motriz para generar un efecto útil de manera continua.
NOTAS: