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martes, 28 de abril de 2020

KEYNES CURA EL EFECTO COVID19




Por Carlos Valdés Martín

En el periodo de la posverdad, habrá quienes crean que hay un médico inglés John M. Keynes que encontró la cura para la enfermedad. Lo cierto, en cambio, es que casi hace un siglo encontró la sanación para la enfermedad económica que seguirá al coronavirus, pues las economías pueden entrar en el estado más parecido a la pérdida de la salud.
Sin embargo, duden que este caballero haya curado a la economía enferma y vean el enojo que despertó entre los “enterradores del sistema”. Un crítico lúcido y radical, Trotsky señaló que Keynes estaba haciendo un servicio para salvar al capitalismo, lo cual provocaba su desprecio. Por más que el inglés cuando era joven coqueteó con el socialismo y fue amigo de la naciente URSS, hasta hizo una visita oficial donde se encontraron ambos personajes.[1] Para el caballero inglés los rojos le parecieron demasiado autoritarios y para los comunistas éste demasiado pragmático, dispuesto a salvar el barco del capital, empezando por rescatar a su Isla Británica.   

Una fórmula polémica

El pensamiento innovador y los remedios que propuso Keynes se han sintetizado en una fórmula donde se relaciona la Demanda Agregada con el Consumo, Interés, Gasto del Estado y Exportaciones. A su vez, esta fórmula relaciona el Empleo y la Inflación como polos opuestos, en un juego de políticas económicas sobre cada uno de los cuatro factores. La propuesta de Keynes llamó poderosamente la atención por dos cuestiones separadas, por ofrecer un panorama de una “Teoría general”, que relacionaba factores que no se habían relacionado con consistencia en el periodo previo.[2] Aquí el término “general” posee una fuerza especial, como un parangón cuando Einstein intentó pasar de una teoría física de la relatividad particular a una “teoría general de la relatividad”.

El trasfondo: la crisis de 1929 y la búsqueda del pleno empleo

Y la teoría de Keynes se habría quedado entre las curiosidades de la academia a no ser porque se presentó en un período cuando urgían soluciones. Después de la Primera Guerra Mundial había estallado una tremenda crisis económica, que después de 1919 parecía un fenómeno exterior, en el sentido de secuela de la Guerra, pero hacia 1929 se mostró como una crisis interior al sistema capitalista. En el otro extremo, la URSS revolucionaria ofrecía un sistema económico alternativo y había agitación política entre las masas de las naciones. El bando comunista señalaba que el capitalismo estaba en franca agonía, que los ruidos eran sus campanas de sepultura, sin embargo, también la construcción del comunismo se mostraba difícil y tropezando con  un sinfín de problemas.
En el periodo de auge capitalista había florecido una visión económica que se llamó teoría clásica que afirmaba la perfección del funcionamiento de los mercados, por lo que el Estado lo mejor que hacía era intervenir menos en la economía. Aunque esa teorización de la perfección de los mercados capitalistas era popular en la academia los Estados capitalistas parecían desobedecerla por múltiples factores como las presiones militares (en un periodo ensombrecido por furiosas guerras) y las agitaciones sociales. Sin embargo, también era evidente que los Estados capitalistas intervenían en la economía con suma torpeza, tal cual lo demostraron las coyunturas de las hiperinflaciones en varios países en la posguerra (entre 1919 y 1925). Intentando resumir hacia 1929 el Estado capitalista procuraba intervenir poco en la economía y cuando lo hacía demostraba torpeza y efectos perjudiciales.
En la crisis de 1929 se desataron dos fenómenos conjuntamente. La crisis de la Bolsa que afectó a nivel más financiero fue el detonador de un problema hondo, pues tras el desplome de las acciones también las empresas cerraron por miles y vino una parálisis de los mercados.[3] Con el cierre de empresas se desató una desocupación terrible que implicaba hambre y desamparo para millones de personas, incluso en los países más ricos. Por un lado, había manos sin empleo y del otro había capitales sin empleo productivo, como dos partes de una ecuación rota, separada por una muralla que no servía a nadie.

Descubriendo un gasto público como remedio

Desde los albores de la humanidad el Estado ha acopiado recursos, los ha concentrado y luego empleado para diferentes motivos, ya sea para hacerle la guerra a sus vecinos o levantar una pirámide majestuosa; pero en el periodo capitalista no estaba tan claro que pudiera contribuir directamente a resolver una honda crisis capitalista. Señalamos que Keynes no inventó la inversión pública pero sí estableció los motivos y parámetros cuantitativos de su eficiencia. Y, claro que no todo salió de su cabeza, pues su visión se apoyó en diversos autores y hasta en el avance de la estadística pública, que permitió hacer mediciones de las intervenciones económicas del Estado.
En especial, Keynes encontró que el Estado podía hacer una gigantesca inversión pública antes de recibir los impuestos equivalentes y en un año fiscal podía gastar más de lo que recibía sin provocar una catástrofe de inflación, siempre que lo hiciera en una medida (establecida por la teoría económica) y volcada en ciertas actividades que ventajas, para multiplicar el beneficio económico. El término del “multiplicador económico” se convirtió en una especie de talismán, pues era el multiplicador la clave para que el Gasto del Estado se volviera un flujo de riqueza, que daba trabajo hasta alcanzar el pleno Empleo, y que favorecía el ciclo de inversión y consumo, para que los capitales privados florecieran hasta se Empleados por completo.[4] De tal manera, que él propuso un método para salir del atolladero mundial tras la crisis de 1929 y comenzó la edificación de lo que después se llamó la “Política Económica” de la mano del “Estado de Bienestar”.  

Desde un periodo turbulento hasta su apoteosis de posguerra

Si bien las innovaciones de Keynes para los países capitalistas empezaron a dar resultados, el contexto internacional resultaba tan complicado que no resultó tan evidente su trascendencia, sino hasta después de finalizada la Segunda Guerra Mundial.
La guerra moderna implica una movilización completa de la sociedad por el Estado nacional (en ocasiones un Imperio multinacional) en un esfuerza extremo y desgastante, el cual desordena el ritmo de la existencia civil. Para las naciones civilizadas de la Europa del siglo XIX, con larga memoria de guerras esta práctica no era extraña, sin embargo, la modernidad implicaba una movilización más completa de la población, mediante un reclutamiento masivo, si se compara contra los ejércitos feudales, más elitistas o de mercenarios. La misma irrupción de una militarización temporal también implicaba una alteración de los factores económicos que parecían haber funcionado durante el siglo anterior en las potencias capitalistas más adelantadas, como Inglaterra, Francia y Alemania.[5]
La teoría económica había florecido en espacio de la Gran Bretaña, con los primeros teóricos clásicos, quienes entendieron que podía funcionar un sistema mercantil capitalista autónomo, sin intervención directa del Estado feudal. El modelo de Adam Smith y David Ricardo alentó la práctica comercial y pronto Inglaterra se convirtió en “el taller del mundo”, ganando una posición de industrialización por encima de las demás naciones. Desde un principio las crisis económicas habían surgido tras los auges capitalistas, sin embargo, no parecían amenazar la continuidad del sistema. ¿Cuándo se entendió que el capitalismo era un Sistema coherente con sus propias reglas? Fue a partir de estos llamados economistas clásicos.
Un Sistema para ser concebido debe mirarse como un conjunto, de tal manera que la economía se observe a manera de un cuadro, que se capte mentalmente en un sentido unificado. La famosa fórmula de Keynes implica que el conjunto se puede sumar como una unidad de Demanda Agregada, que también se define como un “deseo de gasto en bienes y servicios” con poder de compra. Esta “Demanda Agregada” también corresponde con la Oferta Agregada (la producción, luego el PIB) y el Ingreso, así con los niveles de precios, aunque no entraremos en tecnicismos.[6] Aquí, solamente quiero señalar que Demanda Agregada ya es un conjunto superior de todo lo que demanda una nación dada.[7] A su vez, ese conjunto está en equivalencia con cuatro elementos de los cuales únicamente quiero hacer notar que parecen dispares como el conjunto de Bienes Consumo y el conjunto de Bienes de Inversión, que resultan ligados al Interés; todavía se suman (o desagregan) otros dos grupos que son Gastos Público y la Exportación.
Este manejo del conjunto, los subconjuntos (o equivalencias) en el periodo posterior al éxito de Keynes pareció una obviedad porque parecía estar funcionando bien, sin embargo, causó mucho rechazo inmediato. Los economistas clásicos no estaban de acuerdo con tal agregado. Por ejemplo, en un régimen militarizado el Gasto Público se aparece como esfuerzo de guerra y empieza a “comerse” los demás Bienes.

Y = C + I + G + (X – M)

Otra manera de ver la fórmula afín a Keynes, que se aplicó en cuentas nacionales y en múltiples estudios económicos, es la señalada como subtítulo. Quedó integrada dentro de las Cuentas Nacionales como una especie de estadística ordinaria, sin un dispositivo de investigación ni de ciencia aparente, pero sí implica una comprensión. Sucede como el tomar la temperatura del paciente, ya está basado en la suposición de que existe un rango de temperatura normal y la experiencia de que más allá de un valor definido hay una fiebre, usualmente debida a la presencia de la enfermedad. El Producto Interno Bruto es la escala equivalente a un termómetro de la actividad económica y su tendencia sana usual es al crecimiento, entonces el estancamiento y la baja del llamado PIB implica un problema, la “salud” del cuerpo económico indica un problema.
A su vez, esta fórmula está ligada con relaciones adicionales que no están en esa cifra y en primer orden está el empleo. Importa la mano de obra y el empleo de capital, aunque el primero de estos “factores” es el más significativo por las repercusiones humanas, pues el desempleo de los trabajadores es lo que más afecta. Otros factores claves quedan atrás de la visión inmediata pero son integrantes de su sustancia, a manera de un sistema circulatorio, como son la tasa de interés, la inflación y el nivel de impuestos.[8] El balance con el exterior implica que existe una conexión y que por tanto en el horizonte existe un mercado mundial.
Cuando se aplicaron medidas económicas para buscar un pleno empleo y solucionar la crisis y las consecuencias de la Guerra Mundial se estaban aplicando “medidas keynesianas”. Entonces el autor inglés ya se había convertido en una especie de marca registrada a nivel mundial, con un sello de efectividad, eficacia y eficiencia en la intervención económica del Estado, bajo los supuestos de una economía capitalista, pero afín a una fuerte intervención del Estado, que se suele llamar un principio socialista. La sorprendentemente rápida reconstrucción de la posguerra y un periodo de auge económico quedó asociado a ese nombre.

RELATIVIZACIÓN Y MODA “NEOLIBERAL”

A partir de la llamada crisis del petróleo de 1974 se comenzó a señalar que el modelo keynesiano de intervención en la economía no funcionaba lo suficientemente bien y que debería revisarse. La objeción es que provocaba inflación y que había una combinación de crisis económica con aumento de precios. El hecho de que los modelos de Keynes fueran la primera interpretación útil para superar una gran crisis y reconstruir una economía mundial de posguerra no significó que fuera una varita mágica para remediar todos los males y que operara en cualquier contexto. En los siguientes 20 años la popularidad de la corriente keynesiana se sustituyó en las preferencias por la visión llamada neoliberal y el Consenso de Washington mediante el cual se retiraba el intervencionismo del Estado y se privilegiaba la contención de la inflación. Sin embargo, esto resulta también una formación relativa, los déficit fiscales, la deuda externa y la inversión pública masiva no dejaron de existir, y la fórmula de las cuentas nacionales son de tendencia “keynesiana”. Resulta extraño que haya discursos anti-keynesianos que basan su información en las cuentas nacionales keynesianas, pero así sucedió por décadas. Sin embargo, hacia 2008 surgió una gran crisis y la beligerancia del neoliberalismo —versión extrema de la economía clásica, rayana en la religión de mercado— se comenzó a desinflar y volvió el pragmatismo del Estado. Y ese “pragmatismo” de la política económica del Estado se apropia y emplea la herramienta del keynesianismo sin notarlo.
El relativismo suele mirarse a modo de una curva y las curvas del sistema keynesiano suelen volverse líneas y terminar en intersecciones, de tal manera que opera un redondeo con alcance hasta límites definidos. En cierto sentido, las suaves curvas keynesianas de la Demanda agregada y Oferta agregada se convierten en las paredes que encausan los flujos económicos, funcionan cual fronteras y el sistema parece un cuadro, a la manera de una “Tabla económica”,[9] que supere los efluvios de Salomón.
Sin embargo, si empleas la gasolina para pintar la casa dirás que es una mala pintura, si la usas para saciar la sed dirá que es veneno… así utilizar el keynesianismo para justificar cualquier capricho político del Estado o las exigencias de la presión pública resultará en malos resultados. La tendencia hacia una inflación recurrente se atribuyó a los abusos del keynesianismo con los gastos subidos del Estado benefactor, por lo que surgió una moda de recorte de las tareas del Estado, incluso de un desvalijamiento.
La moda de la aplicación económica neoliberal se centró en restringir el déficit público y cuidar al circulante, para que desaparecer la inflación desbocada. La inflación, en efecto, se redujo en los principales países, pero eso no implica el Todo para la vida económica. El Estado de Bienestar también se fue desmontando con la moda neoliberal, sin embargo, la transición entre el final del siglo XX y el principio del XXI parecía que únicamente traía crisis por la esfera financiera, relacionada con especulaciones de empresas tecnológicas o fraudes con las hipotecas convertidas en instrumentos especulativos, pero no había sucedido una crisis de dimensiones desafiantes. Entonces llegó el Covid19 con su parálisis y una problemática muy compleja.

LA VELOCIDAD DEL VIEJO DOCTOR

El neoliberal extremo si fuera el capitán de un barco abandonaría el timonel, pues afirmaría que las aguas del mercado se autorregulan, por tanto no hay un verdadero riesgo en la navegación. Mientras se navega por altamar podría olvidarse el timonel, sin embargo cuando los arrecifes están próximos conviene marcar el rumbo para alejarse. El neoliberal extremo dejaría el barco a la deriva para siga el capricho de las corrientes marinas y los vientos. El keynesiano pondrá un rumbo para retirarse de los arrecifes.
Los primeros libros de Keynes sobre economía están por cumplir un siglo y su obra más famosa data de 1936. Resulta sorprendente que su obra sea un referente a la hora de intentar salvar una catástrofe económica. En materia de medicina para grandes males, pareciera que la economía no ha avanzado demasiado: o se deja funcionar solito al sistema o se interviene con fórmulas más o menos keynesianas. La última opción es enterrar al capitalismo al estilo de Marx, con opción a que reviva al estilo 1989, como si debiera empezar el ciclo desde cero. Sin embargo, la crisis significa justamente que el capitalismo no funciona bien solito. Con tal edad, el fantasma de Keynes será el viejo doctor (modelo del patriarca pueblerino) que posee recetas dentro de su maletín, que ha probado repetidas veces desde la juventud.
El viejo doctor estará contento de recetar su medicina, la pregunta es ¿ha avanzado la ciencia económica para medicar otros remedios? Por más que hay retortas nuevas para hervir los viejos caldos, ¿hay nuevos principios activos? La llegada del viejo doctor keynesiano pareciera irrumpir alegre por el mundo, mientras la pandemia paraliza las actividades. La rapidez de su llegada a sorprendido como si fuera un Santa Claus que recorre el planeta en una sola nochebuena. 

NOTAS:

[1] Trotsky, Materialismo dialéctico y ciencia. Ahí relata un detalle de la visita de Keynes a la Rusia revolucionaria, cuando todavía era un desconocido. 1940, febrero.
[2] John Maynard Keynes, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero.
[3] John Kenneth Galbraith, The Great Crash, 1929.
[4] Paul Samuelson, Macroeconomía.
[5] Historia mundial de 1914 a 1968, David Thomson
[6] Keynes, Teoría general…
[7] Esta equivalencia también está presente en Marx como identidad entre producción y consumo mediada por la distribución, ya sea trans-histórica o como ciclo de la mercancía global M-D-M. El capital y la Introducción a la Contribución a la crítica de la economía política.
[8] Existen muchas relaciones claves que enfatizó Keynes como la “propensión marginal al consumo”, la cual revela la tasa de ahorro. Pero este no es un comentario técnico. Branson, Teoría y política macroeconómica.
[9] La economía fisiocrática casi olvidada tuvo esa audacia intelectual de diseñar una primera tabla para mirar en conjunto a la economía nacional que se mueve en una dirección, intercambiando los recursos entre los sectores. Francis Quesnay, Tableau economique, 1758.

viernes, 24 de abril de 2020

POSVERDAD: LAS LEYENDAS DEL REY MIDAS Y EL CABALLO DE TROYA




Por Carlos Valdés Martín

Para comprender cómo nos afecta la posverdad notamos que hay una condición llamada la Verdad (sí con mayúscula al principio) a la cual aspiraron las generaciones previas, pues en ella se educaba a grupos esclarecidos, como en las actividades académica y científica. La posverdad proviene de debilitamiento de la racionalidad,[1] cuando el discurso no requiere de hechos, pues la posverdad se permite afirmaciones cada vez más arbitrarias, que no requieren de comprobarse con la realidad ni contrastarse con la razón. La Verdad es fruto de la unión entre la observación, el rigor y la Razón, donde su mejor modelo es la ciencia natural y se expande a muchos ámbitos de la existencia. La posverdad pertenece a otro ambiente y el meme (caricatura, cartón o viñeta) humorístico es el modelo de este enfoque, con el meme simplemente da un impacto y surge la risa. Imaginemos una escena de un chico cayendo con torpeza y profiriendo tonterías, al cual se le agrega la cara de un personaje político ¿Importa que la cara pegada a uno que se tropieza sea la cara de un Presidente? Para el meme es mejor que haya un personaje conocido del cual burlarse. Nunca sucedió el hecho pero es reflejado en el meme y así resulta mejor. Más precisamente se pegan dos imágenes de hechos (o ficciones) sin relación, la caída graciosa y el personaje. Pero es divertido y se comparte. 
La posverdad se presenta como un relativismo tan extremo de la verdad que termina por disolverla, en un panorama donde una opinión vale tanto como la otra y ninguna de las dos logrará jamás un consenso ni se exigirá comprobarse. Un ejemplo de posverdad peligrosa y decadente es cuando se trata al periodista primero como mentiroso, luego como vendido, después como chayotero, más tarde como pirata y al extremo como sicario… cuando en realidad el gremio periodístico sufre asesinatos por los grupos del “crimen organizado”. En la retórica de la posverdad contra los periodistas se les maltrata como a criminales cuando son las víctimas, tal como sucedía con la cacería de brujas. 
La posverdad se expande por las redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram, Tik Tok...) y bajo el influjo de las luchas políticas. Conforme la impresión domina a la razón y el cotilleo somete a la información verídica, entonces sí que hay un problema, sobre todo, porque en la democracia si el pueblo se alimenta de fantasías y decide su destino en base a caricaturas, entonces no gozará de un destino de bienestar.
Comencemos esta explicación por el principio y la ruta más cierta, cuando la vida era tan sencilla que se explicaba mediante relatos en la plaza pública y al escenario de las decisiones comunes se llamaba el “ágora”. Antes de la posverdad existió la opinión, la cual también se defendía con tozudez, y que los griegos la llamaban “doxa”, de donde viene nuestro vocablo “dogma”, para señalar una tesis arbitraria pero inconmovible. Sin embargo, los griegos fueron encontrando un procedimiento para salir de la simple opinión y alcanzar un saber superior.

Rey Midas: las manos de oro que causan hambre

De manera provisional daremos una definición de verdad concebida como la afirmación que corresponde con los hechos o realidad, que convence al entendimiento por la razón y su evidencia, para arrastrar a la voluntad. Ahora bien, esa definición la podemos tomar como una plataforma, pues sabemos que resulta fácil cometer equivocaciones y así lo señala el adagio “no todo lo que brilla es oro”. Y vaya que con las cosas más valiosas suele haber un gran interés por lograr colar una trampa.
El rey Midas fue un famoso gobernante de la región Frigia, frecuentada por los griegos quienes difundieron esta leyenda. Su capital fue la ciudad de Gordio, también afamada por el “nudo gordiano”. La narración le atribuye que por buen anfitrión, el dios Dionisos le concedió a Midas el don de que sus manos convirtieran en oro lo que tocaran.[2] Variantes del relato señalan que esa bendición se volvió la fuente de una riqueza incalculable, por lo que su reino prosperó y causó la envidia de sus vecinos. En la continuación dramática ese don se revela como maldito, pues toca a su hija y la mata al convertirla en estatua dorada, o también el propio Midas termina falleciendo de hambre. En una versión menos extrema, el rey después suplica a mismo dios que lo libere de su don, quien accede mediante su limpieza de las manos en cierto río, que deposita unos placeres de arenas auríferas.
En gran medida esta narración está ligada con el surgimiento del dinero metálico en esa región, que fue una de las primeras en utilizarlo. Las primeras monedas hay quienes las han atribuido a la zona limítrofe de Lidia, con mezclas de plata y oro. Ciertamente, que para esos pueblos el tema de la mezcla y adulteración de los metales preciosos pronto resultó un dolor de cabeza para las prácticas comerciales, que no se descifró sino siglos después hasta la observación de Arquímedes sobre el “peso específico”. Como sea, pronto la autoridad de los príncipes se impuso para la acuñación de moneda y los propios gobernantes fueron los primeros adulteradores de moneda, de ahí una fácil asociación con este relato.[3] Como acuñador por derecho propio, un rey convertía una parte discrecional de cobre en oro, pues bastaba el “toque de su mano”, que en este caso es el gesto del poder legal. Y el derecho de agregar discrecionalmente cantidades de cobre al oro y de plomo a la plata implica una alteración práctica de la verdad, generando con ello una “mentira oficial”, el pariente más antiguo de la posverdad.
Que el rey dañe a su familia o a su salud da un toque dramático, incluso agradable al pueblo que reunido escuchaba el relato, entonces qué mejor que Midas se arrepienta de don. Curiosamente, que el “toque de oro” se vuelva en hambre resulta más aplicable a los escenarios modernos cuando el Estado practicó la impresión desmedida de billetes creando la hiperinflación, que llevaba al hambre en los países. La proliferación del oro lo convertiría en una mercadería despreciable, tal cual sucede con la inflación de los billetes. 

La Verdad: como desnuda saliendo del pozo con látigo

Entre los antiguos se concebía a las virtudes y cualidades a manera de divinidades personalizadas, por lo que el panteón politeísta romano se adornaba con muchas Virtudes y Gracias. Entre los romanos Veritas se creía hija de Saturno (Cronos, el tiempo y padre cruel de los dioses olímpicos y titanes) y madre de Virtus (la Virtud en general). Como característica de esta personificación de las Verdad estaban las condiciones de inocencia, desnudez y un espejo en la mano. La referencia del espejo da una noción muy fuerte de la noción de que el pensamiento verdadero es un reflejo exacto de la realidad o el objeto al cual se refiere.
Un aforismo del filósofo Demócrito ha provocado muchas meditaciones, cuando señaló que "De verdad sabemos nada, pues la verdad es un bien encendido... en un pozo abismal."​ Y hay una muy comentada representación de la Verdad cual bella dama escapando del pozo oscuro, dispuesta a castigar a la humanidad con un látigo, de 1896 del artista francés Jean-Léon Gérôme. La fémina saliendo del pozo corresponde a una narración festiva que explica por qué la Mentira se disfraza con los ropajes de la Verdad mientras ésta suele espantar y presentarse sin velos, a la manera de una desnudez que alarma. Que permanezca en un pozo resulta significativo de la dificultad para descubrirla, sin embargo, el detalle del látigo es muy llamativo y no parece forzoso a primera impresión. ¿Para qué carga con un látigo la Verdad si su adquisición es más un premio? La respuesta es que la afición a la Mentira —cuando se extiende y profundiza— entonces termina por provocar tragedias, por tanto la revelación es dolorosa. Y quienes hayan pretendido mantener a la Verdad oculta son los castigados por ese látigo metafórico.
La multitud, el gentío en el mercado popular o cualquier conjunto numeroso de Nietzsche únicamente despiertan su desprecio. En el Zaratustra el pueblo se compara con "Moscas del mercado", que zumban sin cabeza ni motivo, son el desplazamiento atolondrado del ignorante que nunca se inclina ante lo superior, sino que "Posee en cambio gran olfato para todos los actores y comediantes que simulan cosas grandes"[4], pues ese pueblo se agolpa alrededor de comediantes y políticos, para elogiar a quienes deslumbran para despertar la candidez. El acento irónico de Nietzsche aborrece a la masa que condena. "Fuente de alegría es la vida: Mas donde la chusma va a beber, todos los pozos quedan envenenados. (...) Y el bocado más difícil de tragar no es saber que la vida impone hostilidad, y muerte y crucifixión. Sino que una vez pregunté, casi me sofoqué con mi pregunta <¿Cómo? ¿La vida necesita también de la chusma?>"[5]. Para el filósofo la Verdad habita en las alturas y las lejanías, a su manera el pozo de agua cristalina también representa la lejanía, por tanto nunca habita entre las multitudes. ¿Qué debería hacer la Verdad entre las multitudes según tales metáforas de Nietzsche? Sin duda castigarlas para mantenerlas a distancia, en cambio el credo de la Ilustración nos legó una propuesta en sentido contrario: para aliviar los males la tarea clave es educar al pueblo, lograr su redención mediante una educación sistemática y suficiente, que libere a todos de las pesadas cadenas de la ignorancia, pues esa ignorancia es la única cadena radical.
¿Por qué es tan condenada la multitud por el filósofo? La respuesta sencilla contestaría que por un elitismo o individualismo. Pero aquí estamos intentando relacionarlos con la Verdad, que se considera como la “afirmación que corresponde con los hechos o realidad, que convence al entendimiento por la razón y su evidencia, para arrastrar a la voluntad”. Lo primero es que la Verdad implica una afirmación elaborada y sutil, por tanto poderosa, ya que relaciona el pensar con su objeto, encontrando la adecuada correspondencia, lo cual convence a la razón y atina al hecho, de tal manera que la voluntad queda comprometida. Esto implica una cabeza pensante, mientras la multitud es una mera aglomeración que no implica el acto de pensar y tampoco prejuzga sobre calidades. La cuestión simplemente es que la verdad implica una afirmación que está en cada cabeza, con cierta sutileza para que el argumento corresponda al hecho de manera razonable. La masa es simplemente el aglomerarse entre las personas, no implica nada respecto de su nivel mental, más bien tiende a pensarse en un promedio bajo, por el mero acto de convivencia que requiere bajar el nivel para entenderse. Esto no implica que los individuos de la masa sean tontos, sino que el relacionarse implica un acceso al promedio o incluso debajo de lo promedio. Lo que dice Nietzsche es que la masa busca la seducción, al demagogo que los motive, no se interesa por la Verdad, entonces el látigo simbolizaría la separación, el dispersar al tropel.

El Caballo de Troya y las Fake News

Desde los tiempos más antiguos los filósofos se ocuparon de desvelar la falsa apariencia, así comienza el pensamiento racional a desconfiar de los sentidos. Para cuando Platón elaborara la metáfora de la Caverna ya habían transcurrido siglos desde que el pensamiento pitagórico había opuesto al número puro contra la percepción sensorial, maravillándose de que la numeración sirviera para comprender la geometría o las notas musicales. Ahora bien, la falsa apariencia está presente desde siempre, pero cuando surge la intención de confundir a otra persona mediante una falsificación ocurre un fenómeno nuevo. Desde siempre la difracción del agua creaba una ilusión cuando se introduce un palo semejando que se hubiera quebrado, eso no lo inventó nadie; sin embargo, desde épocas remotas también existió el engaño intencionado entre las personas. Ese engañarse mutuamente también fascinó a los grecolatinos, tanto para descubrir los engaños como para aplicarlos contra sus enemigos. El Caballo de Troya demuestra que el engaño —en una figura, que es una mentira convertida en artefacto— significaba la diferencia entre la vida y la muerte de una ciudad. A su manera, el Caballo de Troya fue la primera Fake News importante en el Occidente, porque con esa ofrenda los habitantes de Ilión creyeron que sus enemigos se daban por vencidos y les ofrendaban.
Los antiguos desconfiaban de los artefactos como resalta la sombra de la leyenda de Dédalo y su hijo Ícaro; las alas fracasadas y el peligroso laberinto poseen más rasgos en común. Los primeros griegos desconfiaban de los objetos fabricados que expresaban un “exceso de ambición”… ¿Imitar a los pájaros? Era temeridad. ¿Fabricar un laberinto? Era tenebroso. En muchos aspectos la leyenda de Dédalo confirma una condena moral contra las pretensiones de la tecnología y sus aplicaciones, como señalando un engaño diseñado.
Grecia era la tierra del ingenio engañoso, representado por su primer aventurero de la literatura, el marinero Odiseo, que representa la aplicación del ingenio y el engaño, donde la destreza se convierte en trampa. Y los dioses griegos parecían también gozar de las trampas entre ellos (como el divino Hermes resultaba patrono de los ladrones, además de un prócer de la medicina y el esoterismo), engañar a los humanos (con cantos de Sirenas, flores venenosas, etc.) y éstos jugar a las trampas mutuas. ¿Y cómo distinguir los engaños y escapar de las trampas? La única salida es agudizar la inteligencia, más que en los amuletos. Entre otros motivos, por eso florece la filosofía en las plazas de Grecia, para investigar y descubrir los discursos verdaderos y desechar los falaces. Y con la filosofía se desarrolló la Lógica con su capacidad para distinguir las falacias, que son modalidades de los errores del pensamiento y fuentes de las mentiras.   
Sin embargo, como la historia no suele avanzar de manera lineal, después de la Gracia clásica en Roma floreció la Retórica, que era el arte de convencer mediante palabras y ese arte fue indispensable para la conducción de los asuntos públicos. Conforme la ciudad de Roma creció, en algún momento se requirió de institucionalizar el liderazgo, por lo que al jefe de las antiguas tribus se le denominaba tribuno, y más específicamente para defender los asuntos de la plebe (el pueblo sin recursos) se estableció uno especializado. Siendo una actividad tan importante el defender al pueblo, en ocasiones se desvirtuó y a esa actividad se la catalogó de demagogia, en el sentido de una táctica para ganar adeptos sin escrúpulos y alcanzar más poder. El abuso de la Retórica entre los romanos era el antecedente de esa falsificación de la verdad manejada mediante falacias.
Por cierto, la cultura griega florece en guiada por un evidente elogio al engaño, que se perfecciona en la Retórica, el arte por excelencia que cimentó la gloriosa Roma. Así como la fantasía alimenta el arte, también una dosis de engaños nutre la convivencia civilizada entre los grecolatinos; sin embargo, en las sociedades y los cuerpos la  medida sí importa. En cuanto la medida del engaño se agiganta, entonces se vuelve el enemigo, el gigantismo no es una ventaja, sino el camino a la decadencia. El triunfo de Alejandro Magno abrió el abismo que opacó a la Grecia clásica, el extendido imperium de Roma se tragó a la república y sus costumbres virtuosas; la desmedida del engaño alimentó a la vanidad del Poder y llegó la decadencia. En la actualidad sucede algo parecido con el engaño público mediante la posverdad y los excesos de la mercadotecnia.
Ahora bien, conforme mejoran los medios técnicos de comunicación también proliferan los mensajes. Hubo grandes cimas en el avance como la invención de la escritura fonética, el texto impreso, la imprenta, el periódico… Ya Hegel anotó un salto clave,[6] señalando que su periodo contemporáneo parecía obsesionado por interpretar, dando un discurso sobre lo que acontecía sin que esto implicara un análisis riguroso. El siglo XX tendió a monopolizar el discurso mediante los medios masivos de comunicación —primero impresos, luego radiofónicos y finalmente televisivos—, sin embargo hacia el final del siglo empezó una proliferación de medios y el arribo de las redes sociales.[7] En el siglo XXI continúa la avalancha de las redes sociales y la tendencia novedosa, dentro de lo cual se inscribe la moda de la posverdad.

Posverdad: un retorno a los orígenes

Las triquiñuelas, falsificaciones, mentiras y alteraciones no son nuevas… incluso los periodos legendarios de la humanidad nos remiten a ello. La manzana de Eva y el Caballo de Troya se incluyen junto con el Laberinto de Dédalo (o Minos) forman parte de esa larga cadena de engaños, mentiras, demagogias o propagandas.
Aunque el término posverdad es muy novedoso su realidad no es muy distinto de la propaganda política que se desarrolló en el siglo XX para impulsar regímenes políticos, sobre todo, en los extremos. El término posverdad designa la alteración de los hechos mediante un discurso emocional, de tal manera que la verdad carezca de importancia pero se convenza al auditorio o electorado mediante una fuerte apelación a las emotividades. Con este tipo de discurso se empuja que la irracionalidad predomine sobre el aspecto racional en el discurso, con efectos en el ambiente político. El término posverdad se comenzó a utilizar en los noventas pero adquirió más relevancia y notoriedad en el siglo XXI con las campañas políticas y el empleo de las redes sociales para influir en la opinión pública. ¿Esa popularización y potenciación de la alteración de la realidad por las redes sociales es una novedad o un regreso al periodo de las leyendas alrededor de la fogata? Cuando la tribu escuchaba sobre las sirenas en acantilados que nunca visitaría o de los gigantes en montañas que jamás alcanzaría, de los ángeles tocando trompetas en valles que nunca alcanzaría, del paraíso que nunca conocería, de la legendaria Troya que había desaparecido ¿qué les importaba comprobar los hechos del relato nunca se podía comprobar? La posverdad amada en redes sociales posee mucho del regreso a la inocencia y eso no suele ser tan positivo.
Claro que no todo en la vida es Verdad y ciencias exactas, por lo que hay espacio para la comedia y el meme, que el chisme y lo irrelevante poseen su discreto sitial entre los gustos culposos. Sin embargo, los papeles se han invertido, los ciudadanos votan guiados por la posverdad y deciden sus compras por otra especie de ficción que se maneja en la mercadotecnia.
En nuestras manos el acceso a las redes sociales se convierte en una especie de rey Midas fabricando oro ilusorio con simples chistes y opiniones, o más bien, da una relevancia fantasiosa a esa tendencia por compartir cosas que no nos interesan mucho ni son ciertas, pero sí que nos gustan o alarman. En simples actos, cual leyenda repartimos tantos miedos y sensacionalismos sin una referencia real cuando se difunden por nuestras manos a golpe de celular. Somos como nuevos rey Midas repartiendo diminutos Caballos de Troya que no sabemos para qué guerra están destinados. Sabemos que ese rey mítico terminó suplicando perder su don de convertir lo que tocara en oro, pues descubrió que su toque resultaba más una maldición. La comunicación rápida es indispensable y no se detendrá, pero hay que usarla con prudencia, aprovechando lo bueno y evitando su Caballo de Troya ¿Controlaremos a nuestro “toque de Midas” antes de que lo lamentemos?

NOTAS:

[1] Se suele relacionar con la famosa tesis de que “la verdad es relativa”, que suele malentenderse como si la verdad no existiera, sino solamente “puntos de vista” indefinidos y volátiles, que son lo típico de la “opinión”.  
[2] Aunque la interpretación que sigue se centra en la naturaleza del dinero, también cabría dar una versión hacia el efecto de la embriaguez que resulta un “oro ficticio” que termina por desolar a quien se deslumbra con su iluminación. La muerte de Orfeo señala la crueldad del culto de Dionisios. En Shuré, Los grandes iniciados.
[3] John K. Galbraith. El dinero. De dónde vino y adónde fue.
[4]Nietzsche, Así habló Zaratustra, p. 70. Este fragmento está acorde con una visión teatral de la política, donde la farsa de los comediantes políticos, atrapa al pueblo. La virtud de los comediantes políticos es hacer que el pueblo crea en ellos, pero esa creencia es volátil. "Mañana tendrá una nueva fe, y pasado mañana otra nueva. Al igual que el pueblo, el comediante tiene sentidos rápidos y presentimientos mudables. Derribar.- A eso llama demostrar. Enloquecer a las gentes: a eso llama convencer. Y la sangre es, para él, el mejor de los argumentos". Sobrecogedoramente, esto prefigura una sátira del fascismo y su mecánica política.
[5]Nietzsche, Así habló Zaratustra, p. 116.
[6] Hegel en su Introducción a la Filosofía de la historia.
[7] Mattelart, La comunicación-mundo.