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lunes, 31 de mayo de 2021

LA LUZ Y EL PIRAMIDIÓN

 



 

Por Carlos Valdés Martín

 

Desde sus orígenes operativos la masonería ama la luminosidad y la claridad, en eso sigue la costumbre egipcia de colocar un poliedro dorado en la cumbre de las edificaciones, que llamaban “piramidión”.[1] Asimismo, sigue las enseñanzas de René Descartes, tan certeramente llamado “el filósofo de la luz”.[2] Es una afortunada casualidad que la masonería moderna haya prosperado en los siglos que conocieron la iluminación artificial.

No es casualidad que los mitos griegos hicieran coincidir el principio de la civilización con el manejo del fuego como un regalo de un dios generoso. La luz disipa la oscuridad y en los niños aleja sus temores. La luz deslumbrante para el filósofo Platón representó la metáfora propia de la IDEA (con mayúsculas), cuando describe la salida de su metafórica caverna.[3]

Cuando el devoto entra a su templo preferido, su corazón recibe una luz especial, que ilumina su espíritu; cuando el científico se refugia en su laboratorio su mente absorbe una luz capaz de resolver los más profundos enigmas; cuando el exiliado regresa a su patria encuentra un resplandor que disipa su nostalgia; cuando el solitario mira el rostro amado se enciende una luminosidad que no se apaga en la medianoche más oscura.

En el relato del Génesis, cuando la Divinidad decidió ordenar este Universo lo que hizo fue decretar "Hágase la luz” y la luz fue hecha. La visión científica de la cosmogénesis como un Big Bang está en armonía con esa perspectiva de un principio súbito y luminoso. Así, contemplar la aparición de la luz equivale a volver al primer instante de la creación.

Considerando los actos realizados por distinguidos masones del pasado en favor del progreso, entonces su ejemplo irradia luminosidad y semejante a los lejanos astros.

La mejor manera para permanecer siempre cerca de la luz es mantener un pensamiento claro que, como el piramidión bien pulido, amplifique lo luminoso. A esa condición cuando la mente y el espíritu están tan despiertos se le llama percibir una “verdadera luz”.   

NOTAS:



[1] Llamado piramidión o piramidón, era una roca sólida que se recubría de metales preciosos como oro o mezclas refulgentes, para que al recibir luz de sol la reflejara. Esa costumbre de los constructores egipcios resuelve la etimología de la palabra “pirámide”, que se refiere al fuego.

[2] Véase, Watson, Descartes, filósofo de la luz.

[3] Platón, La república.

sábado, 1 de mayo de 2021

“GEOMETRÍA SAGRADA” EN PLATÓN

 



 

“Pero dado que la naturaleza del mundo ideal es sempiterna y esta cualidad no se le puede otorgar completamente a lo generado, procuró realizar una cierta imagen móvil de la eternidad y, al ordenar el cielo, hizo de la eternidad que permanece siempre en un punto una imagen eterna que marchaba según el número, eso que llamamos tiempo.” Platón, Timeo.

 

Por Carlos Valdés Martín

 

La relación de Platón con la Geometría sagrada

Mientras se elogia el papel de Platón como fundador de la filosofía y entonces como un baluarte principal del racionalismo de Occidente, se deja de lado algo sorprendente. Ese lado sorprendente es su pensamiento de las pautas sagradas. Un ejemplo notable es su interpretación de la Geometría, que el filósofo griego relaciona con el ámbito sagrado del Ser, ligada con su concepción de un Hacedor[1] (un Dios primero, cuando el ambiente religioso era politeísta, en donde recibía mayor importancia la “familia de dioses” que el Creador)[2] y con la Armonía del Cosmos, que se manifestaba como fusión de Bello y Bueno (en sentido Absoluto). Durante el periodo medieval, esta relación de Platón con los aspectos sagrados resultaba tan evidente que la Iglesia lo retomó con fascinación, considerándolo un pilar de la religión revelada.  

 

Geometría sagrada

La afirmación de que la geometría expresa directamente a la divinidad es un concepto clave entre los griegos, que el pitagorismo ya lo había manifestado. La cultura egipcia, más antigua que la helenística, también estableció esa correlación, aunque una milenaria lejanía de épocas mantuvo a ese pueblo bajo un manto de misterio.[3] Al trazar sus primeras construcciones a estos remotos antepasados les resultó evidente que las proporciones de las figuras geométricas no eran una casualidad. Las regularidades que, además, permitían basar su —entonces naciente— arte de la construcción, les indicaban a los egipcios la supremacía de un principio divino que ordenó al espacio mismo.[4]

 

Idealismo por vía de la matemática

El desarrollo de la numeración y las matemáticas marca la pauta para la concepción de las ideas, conforme lo expresa el filósofo. Explicar las ideas como entidades independientes de la materialidad que poseen una entidad autónoma está ligada con el avance de la geometría y matemática. La idea entendida como un modelo de lo real, que está inmóvil y que marca el comportamiento de las cosas reales (plurales, dispersas y variables) está presente a partir de la operación con números. La atrevida noción de que la idea es superior a las cosas concretas proviene del manejo de los números y las figuras geométricas. El descubrimiento de las relaciones matemáticas y geométricas, presentes en el teorema de Pitágoras y la relación del tamaño de las cuerdas con los sonidos, debió provocar una honda impresión, desde la cual se trazó el idealismo. El nivel de abstracción de las matemáticas es más elevado que otros tipos de concepciones previas y abren el ámbito del idealismo filosófico. Por lo anterior, para la educación implantada en la Academia por Platón resulta requisito indispensable el conocimiento matemático y geométrico.

 

La Geometría basada en un espacio perfecto, en contraste con los abismos

El imaginar un espacio por completo continuo y sin obstáculos no es una condición espontánea de toda mente, la práctica contribuyó pues los desplazamientos en largos viajes están en relación directa con ese concepto. Entre los pueblos antiguos se observó al mar y al cielo como abismos fijos. El griego miró al mar como una barrera que delimita, por lo que su espacio real máximo era una isla enorme y el cielo estrellado otra frontera infranqueable. La esfera pensada representaba en Timeo al límite máximo imaginable,[5] sin embargo, el relato todavía piensa otro espacio mayor desde afuera. Antes de Platón predominaba en la mente de los pueblos un espacio descrito en las leyendas, donde hay una noción de ámbitos rugosos y discontinuos, donde surge un abismo terrible, el cual coloca una barrera o impone un caos de direcciones indefinidas. En las leyendas está presente la noción de caos y laberinto, aunque interpretada como caso sin su opuesto de orden cósmico y mapa, tal como señalan las narraciones griegas sobre la ironía de la técnica en Dédalo levantando un Laberinto, la ruta caótica de Odiseo en el regreso a Ítaca y en Ícaro fracasando con las alas derretidas por el Sol.[6] La leyenda de Atlántida que complementa el relato de Timeo también posee esa característica de territorio fracturado, en ese caso, sellado por un cataclismo y un cambio de épocas sin memoria.

Por más que el Cosmos del Timeo sea una esfera, Platón da un paso adelante dejando en claro que el espacio es una continuidad tersa, perfecta e infinita donde se coloca y transita cualquier figura.[7] Surge un espacio ideal y con una perfección que le da un carácter derivado de un modelo ideal (así, participa de lo sacro).

 

Metáfora de la Caverna: el espacio oscuro e ilusorio, versus el espacio solar

El relato de Ícaro sucede porque el espacio elevado no resulta igual al presente sobre la tierra, ese calor inesperado lo hace radicalmente distinto, pues el calor solar derrite. En el imaginario ese aire elevado resulta como las aguas, donde nadie se comporta igual que en la superficie, así el espacio resulta no equivalente.[8] La narración de la Caverna, la más famosa de Platón, separa en un sentido radical el espacio bajo tierra respecto del superficial, de tal manera, que lo aparentemente ordinario (pisar la tierra en un día soleado) resulte extraordinario.[9] El espacio interior (bajo tierra del relato) resulta opresivo, propio de la inmovilidad y de la ilusión, en una metáfora de la muerte o la agonía. Bajo ese relato de la Caverna, el desplazamiento no surge de un efecto de continuidades, sino de discontinuidad.

Sin embargo, Timeo se ubica en otro punto de vista más radical que la metáfora de la Caverna, pues la tarea es pensar en las continuidades de todos los espacios y de todos los tiempos. ¿Cómo transitar desde el espacio de los dioses (olímpicos sobre la montaña, hiperbóreos sobre el confín del mundo) hasta el de los humanos? La respuesta de Timeo es imaginando ir todavía más lejos, suponiendo a un Hacedor antes de los dioses, un tal principio que nos lleva al Uno antes de la serie numérica. Platón habla de un mundo de la Idea del cual éste es un pálido reflejo, aunque colmado de perfecciones. Para esa operación se requiere de un espacio de continuidades, que fluya como el rayo solar, sin interrupciones.

Llenar el espacio con figuras: horror al vacío

Un tema grecolatino fue el “horror al vacío”, que imaginaba al vacío como una aberración y una evidencia, que en nuestra actual cultura no compartimos. La hipótesis grecolatina es que, en caso de existir, el vacío sería un ente devorador, una especie de torbellino desbocado, que sí existía en el Mediterráneo clásico.[10] Por lo mismo, se requiere pensar una manera donde los objetos se desplacen sin sufrir esa pesadilla del vacío, en ese sentido se imagina un espacio como una facilidad de desplazamiento en cualquier dirección, pero sin quedar en el completo vacío. En el juego mental, el espacio (un éter sutil que permite el pasar)[11] se complementa con los cuatro elementos, y se distingue de su pariente más cercano, el aire. Para una mentalidad diferente, el espacio sería simplemente el aire visto de otra manera más tenue o sutil, pero en Platón ya son por entero distintos, entonces el espacio no es aire, sino una naturaleza más primordial.[12]

 

El espacio como perfección y plenitud

Para el modelo platónico el término de lo “perfecto” es más adecuado que el de “sacro” conforme se distancia del ámbito religioso, para descubrir los fundamentos del pensamiento puro. Desde otra perspectiva, mirar algo como “perfecto” implica tildarlo con tan enorme cualidad que para el espectador la única opción sea reverenciar,[13] de tal manera, que contiene la actitud vital ante lo sagrado.

El espacio puro descrito en el Timeo es una variedad de eternidad, conforme nunca se observa deteriorado ni destructible, por lo que sería un marco pleno y perfecto para la transitoriedad de las cosas terrenas y celestes, en especial, de las biológicas. Los cuerpos se enferman, decaen y mueren sujetos a un ciclo biológico. Debajo de ellos los cuatro elementos están en un ciclo de cambios, pero todavía en un nivel más sutil y perpetuo estará el espacio puro el cual no crece ni decrece, no envejece ni rejuvenece, es una entidad de lo eterno.

Para la física relativista el espacio se curva ante la densidad de la masa, sin embargo, para un idealista como Platón, la esencia primera es un arquetipo que permanece inalterado. Si en el universo material la densidad tremenda del agujero negro tuerce el espacio, para la idea misma de espacio se permite mantenerse como un ser inalterable, donde su vástago mundano queda afectado por esa anomalía del agujero negro. Para Platón la perfección y plenitud está en sus arquetipos, mientas las copias materiales sí son alterables; es más, el espacio existe antes que el universo.[14]  

 

El no material en la noción de Kant como mera forma mental

Este espacio puro, no material (digamos pre-material) y eterno para Platón resulta la condición para que transiten los elementos y se despliegue el tiempo. Esta concepción, muchos siglos después, sirvió para que Emmanuel Kant propusiera la variación en su filosofía crítica, y convierta al espacio como una condición de posibilidad que habita dentro de nuestra mente para que, junto con el tiempo, alcancemos a percibir cualquier objeto. Para Kant resulta una quimera percibir cualquier objeto “en sí mismo” fuera de las categorías de tiempo y espacio que nosotros le aportamos desde nuestro esquema mental. A su vez, Kant fue considerado idealista, pero con tendencia a lo objetivo, sin pretender caer en una especulación sobre la ilusión del mundo.[15]  

 

En el Punto está la no dimensión

Una vez que elevamos a una categoría de importancia tan tremenda al espacio, por lo cual de éste depende la existencia de todos los objetos, como si los sostuviera o posibilitara, entonces cabe buscar una paradoja.

La Geometría comienza con el punto, el cual queda definido como una figura geométrica con posición pero sin dimensión. Este concepto quedó bien asentado desde los geómetras griegos, sin embargo, tardó siglos hasta que Descartes estableciera su referencia o presentar un par de coordenadas, como continuos numéricos con los cuales establecer el punto en el plano.

Sin embargo, la “no dimensión” presenta una paradoja, pues en la experiencia material no encontramos objetos sin dimensión. Cualquier objeto posee alguna dimensión, por pequeño que sea. El concepto de punto está más debajo de lo pequeño, es más ínfimo ante lo ínfimo.  

 

Los Templos son separación

La charla de Sócrates y Platón transcurrió en la discusión pública, entre espacios informales, junto al mercado y en las reuniones de amigos, escapando de la formalidad política y litúrgica, hasta que formalizaría su propio ámbito en una Academia, más concebida como un jardín que como un claustro (palabra que designa lo cerrado). Esto implica que el platonismo es un pensamiento laico, separado de sus rituales religiosos y del sacerdocio, más identificado con su pueblo (una élite de varones libres). Entonces Platón y sus interlocutores eran “profanos” en el sentido que estaban fuera del “templo” y no en un sentido negativo.[16] Sin embargo, una exégesis explica que el pensamiento específico del Timeo incluye una ardua reflexión que retoma al pitagorismo y los “Misterios eleusinos” como su fuente de interpretación.[17]

El concepto mismo de “templo” en su etimología remite a un concepto de separar el espacio, al establecer un área donde lo sagrado se ha de manifestar. Así como el habitar implica separar un área resguardada de una naturaleza potencialmente hostil o desagradable mediante paredes, el espacio religioso también se fundamenta en una separación originaria. Antes de la construcción de templos hubo espacios separados cuando bastó la cumbre de una montaña o promontorio natural, la presencia de una roca especialmente fuerte, el nacimiento de un ojo de agua notoriamente saludable, el hondo de una caverna con presencias misteriosas.

 

Paralelismo con el Templo de Salomón

Se entiende que el Templo de Salomón surge desde una tradición paralela, pero no opuesta a la mentalidad platónica. Para la tradición judeocristiana la visión completa de un templo surge hasta la narración del Tempo de Salomón, donde se establecen una serie de parámetros definitivos para el establecimiento del recinto sagrado. Al parecer, para Platón es la completa ciudad el recinto sacro, tal como insinúa en La República,[18] por lo que no revela un sitio y una geometría específica para un Templo, sin embargo, su concepto de geometría ya posee el concepto sacro.

La exégesis del Templo de Salomón ha mostrado suficientes correlaciones geométricas y matemáticas para interpretar proporciones de las llamadas sacras, como la proporción áurea[19] y escalas pitagóricas. Conforme las medidas bíblicas del Templo de Salomón se dan en cifras redondas, las fracciones que se desprenden con las operaciones de pi y phi quedan en aproximaciones. Anoto que las nociones genéticas del Timeo también están puestas en cifras de números naturales, considerados como series. Al relacionar las cifras redondas obtenemos proximidades, por ejemplo, las medidas del Mar de Bronce marcan una aproximación al número pi.[20]  

En la concepción esotérica resultan cruciales conceptos como su centrado (pues cada recinto de lo sagrado es un Axis Mundi), su proporcionalidad, su separación radical (de ahí sus etapas de separación), etc.

La idea del espacio separado, hasta su extremo: Sancta sanctorum

Mientras el monoteísmo unifica (igual que el Hacer uniendo los órdenes diversos del Cosmos de Timeo), su expresión en un Templo, separa de modo radical. La separación está en la habitación de lo sagrado, mientras el resto del espacio queda como “profano”. Y esto no es tanto un problema, sino una dualidad que encaja en armonía con una religión. Esta separación del Templo se presenta por etapas definidas, como esclusas de un recorrido, que exige detenciones sucesivas en purificaciones a modo de abluciones, para separar al impuro respecto del sacerdocio más santo (Kadosh).

Hay una muralla externa para rodear al templo, luego un gran atrio; las dos columnas salomónicas indicando la ruta; el pórtico, que al traspasar da lugar al salón del Templo; y hasta el fondo el Sanctasanctórum. A su vez, este último espacio, todavía implica una delimitación, donde solamente un sumo sacerdote accede una vez al año, hasta donde está el antecedente del pacto, en el Arca de la Alianza, dentro de la cual todavía están los objetos más sagrados como las Tablas de Moisés.[21] La separación opera, una y otra vez, de una manera que los templos cristianos reproducen sin tal rigor, pues deben mostrarse al creyente en ceremonias periódicas.  

Volviendo a un concepto más platónico: el espacio es capaz de separar tanto como de unir, por lo cual permite tanto el dispositivo de sucesivos encierros, según el modelo de los sólidos platónicos para las órbitas planetarias, así como la conexión del cosmos.

La unidad del acceso el recinto: por una persona, en un único día.

La creación de un Sanctasanctórum dentro del Templo que se abrirá una vez al año a una sola persona, señala el extremo de la unidad: 1 espacio, 1 tiempo, 1 persona.[22] Esa unificación extrema la está trabajando Platón en el Timeo al intentar recorrer las múltiples manifestaciones de lo existente, desde lo más corporal (una rara enfermedad, el humor que se desprende de un órgano) hasta lo más lejano. Ese vincular cada parte está permitido por la idea de espacio que implica desplazamientos sin frontera, de tal manera que sea viable un lejanísimo Hacedor que copia una Idea más allá de lo concebible, donde también lo característico del Hacer es ser Uno, frente a la multiplicidad de dioses. Es claro que con el Timeo de Platón, el proceso de unificación todavía está en proceso, pues la misma Idea perfecta de la cual toma su modelo este Cosmos, queda en un más allá desconocido.

Conclusión

Platón es el progenitor filosófico de la (ahora llamada) Geometría Sagrada al concebir un espacio puro y la proporción como la emanación divina mediante su estudio de espacios puros, triángulos, círculos, sólidos perfectos, etc. El concepto actual de la Geometría Sagrada se nutre desde diversas líneas de pensamiento y el platonismo no es la única. La idea de perfección es un ingrediente clave en el pensamiento de la geometría platónica, y su raíz es la vinculación con un Hacedor único, que está reproduciendo un Modelo Ideal perfecto. En el diálogo Timeo está completa, de pies a cabeza la concepción de una Geometría que revela un diseño divino. Bajo tales premisas, los artistas y arquitectos de la antigüedad con mano firme y espíritu audaz desarrollaban sus propias concepciones para sus propios espacios sagrados.

 

 



[1] El rasgo activo del Hacedor del universo visible en Platón, entonces contrasta con la acusación del joven Lukács contra el platonismo de describir una filosofía esencialmente contemplativa. Esta acusación (de Lukács) es relativa, conforme la aparente pasividad platónica (el observador separado de la materialidad) enmascara al activismo del “pretendiente” (el enamorado activo) según describe Deleuze (Lógica del sentido). El marxista pretende un activismo de individuo presente para impactar su entorno mediante un torbellino revolucionario en un actor colectivo. El antiguo griego genera un torbellino intelectual para modificar su entorno y los siglos postreros, para lo cual debe tomar una posición retirada de su materialidad limitada, refugiándose en su Idea arquetípica del Bien, apelando a un Hacedor, etc. Véase Historia y consciencia de clase.

[2] Para el griego clásico resultaba más significativo Zeus que su padre Cronos, a su vez que Urano el padre de éste y abuelo de Zeus, quedaba rezagado; asimismo antes estaría Gea; pero también podría remitirse a un antes en el Caos y su contraparte. Véase Hesíodo, Teogonía y Los trabajos y los días.

[3] El conocimiento de la escritura de los faraones se perdió durante milenios y hasta después de la conquista napoleónica se redescubrió el instrumento básico para la traducción de sus escrituras jeroglíficas y demóticas.

[4] Aunque cabría aceptar que la estética de la construcción entre los egipcios y los griegos toma rumbos distintos.

[5] “la más perfecta y semejante a sí misma de todas las figuras” Timeo, p. 12.

[6] Son leyendas de humildad: los artífices humanos fracasan, porque su invención falla o porque crean una monstruosidad; la imaginación se coloca en contra del antepasado del científico. Véase Veraza, Marx y la técnica.

[7] Esa tesura del espacio “perfecto” de Platón únicamente será desafiado por la “curvatura” del espacio bajo el efecto relativista, pero esa precisión científica desde Einstein no afecta este concepto.

[8] Sucede la llamada separación entre “reinos”, como Neptuno reina las Aguas, Hades lo subterráneo y Zeus lo Celeste y superficial; sin embargo, la superficie terrestre (hogar de los humanos) se diferencia también de lo Montañoso (el Olimpo) y lo Celeste (pues el rayo transita desde el cielo hasta la tierra, es la manifestación de fuerza de su relación); lo cual quedará más marcado a partir de otras culturas. Porque Dios controlará el Cielo, mientras lo sub-Lunar quedará bajo distinta legalidad, la de su Creación.

[9] Véase La República, el salir de la Caverna implica un deslumbramiento.

[10] Los torbellinos marítimos fueron un fenómeno geográfico registrado por las narraciones, en especial el famoso paso junto a los torbellinos Escila y Caribdis que hacía peligrar el paso de Sicilia. El tema lo revive la astrofísica, aunque por paradoja el “agujero negro” resulta ser lo más lleno de materia y no un ente del vacío.

[11] El planteamiento grecolatino prefiere ver al espacio como una materia sutil, más que como un vacío, así lo señala con más fuerza Aristóteles.

[12] Timeo, p. 25. “Además, hay un tercer género eterno, el del espacio, que no admite destrucción, que proporciona una sede a todo lo que posee un origen.”

[13] Para Descartes la primera emoción es la “admiración”, origen de lo demás, en particular de la admiración reverente. Véase Las pasiones del alma.

[14] Timeo, p. 26.

[15] Crítica de la razón pura.

[16] En el sentido, simple de pro (frente) y fanum (templo), entonces frente al templo.

[17] González Urbaneja, Pedro Miguel - Platón. Matemática en la filosofía y filosofía en la matemática

[18] Esto es más una hipótesis, conforme la polis es la matriz del ciudadano filósofo, sin la cual no se imagina como ser pleno. Notemos cómo el comunismo imaginó una sociedad matriz perfecta para acoger al proletario, creando una visión de una sociedad sagrada. Esto está presente desde Feuerbach, quien en Esencia del cristianismo analizó que la religión cristiana era una proyección de las cualidades personales y sociales.

[19] Platón se refiere a lo mismo cuando define la mejor proporción, pues cuando señala que “El vínculo más bello es aquél que puede lograr que él mismo y los elementos por él vinculados alcancen el mayor grado posible de unidad. La proporción es la que por naturaleza realiza esto de la manera más perfecta. En efecto, cuando de tres números cualesquiera, sean enteros o cuadrados, el término medio es tal que la relación que tiene el primer extremo con él, la tiene él con el segundo, y, a la inversa, la que tiene el segundo extremo con el término medio, la tiene éste con el primero…” Timeo p. 11.

[20] La Biblia dice que su circunferencia medía treinta codos y su diámetro diez codos, de donde se deduce que π debería ser igual a 3, lo cual es una aproximación, pues en esos escritos no se utilizaban cifras decimales, etc. Véase Asimov, Los números.  

[21] Las circunvoluciones rituales representan esta misma separación sucesiva entre el centro sagrado y el avance desde el ámbito ordinario.

[22] Cada persona reproduce pues posee una única conciencia, en único momento y en un solo sitio, entonces ese posicionarse de cada individuo corresponde a la perfección con la unicidad de la religión. Véase Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones.