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miércoles, 1 de mayo de 2019

PRIMER CONCURSO DE BELLEZA EN LA HISTORIA... DIVINA

 



Por Carlos Valdés Martín

 

El concurso de belleza les resultó mal, incluso, en demasía, como si lo hubieran encargado de organizar a una botarga adicta al chipotle (un delicioso chile mexicano). Para juez encargaron a un joven inexperto, aunque obstinado, con nombre de capital galófila. A veces, elegir entre las más hermosas provoca titubeos y hasta ñañaras, más si el juez resulta tan inexperto, carente de prurito.

Esa primera contienda de beldades divinas, resultó descomunal y cargada de funestas consecuencias que desencadenaron una Guerra.[1] Y cómo no iba a terminar mal, si comenzó de improviso y con rivales de alcurnia.

Dicen que el pleito comenzó así, pues Eris[2] no fue invitada a una boda de príncipes. Esta dama, con frecuencia, entraba en modo “conspiranoico”, por lo que tramó revancha y lanzó una manzana con un mensaje envenenado, pues el fruto apetecido contenía una sola palabra, que significaba: “dedicado a la más bella”. Bastó una palabra y una tentadora manzana, para agitar esta intriga. Esa fue la “manzana de la discordia” y tres candidatas se agitaron para reclamar ese título. Fue designado como juez de ese concurso improvisado, al bucólico Paris (luego resultó de estirpe). Él era inexperto y su tarea grata, bastaba colocar una tilde para la mujer más agraciada. La decisión fue adecuada, pues él designó ganadora, como era de suponerse, a la diosa de la Belleza, llamada Afrodita en Grecia y, después, Venus en Roma.

Aunque las perdedoras no quedaron satisfechas y el don que recibió el juez resultó en su perdición, dejemos ese asunto y tomemos un respiro. La Belleza fue simbolizada desde los tiempos antiguos por divinidades indispensables la construcción.[3] Los principales dioses grecolatinos se relacionaban con la Belleza de diferentes maneras y la predilecta era Venus, aventajando a las demás deidades, aunque ella encontraba a rivales.

La Belleza (en términos académicos la Estética) resulta una experiencia tan vital que cruza las edades, siendo interpretada de diferentes maneras según cada etapa. En el fondo humano existe un Eros profundo anclado en las estructuras psíquicas y ahí se originan un sinfín de comportamientos y tendencias.

En la ruta planetaria, la mirada antigua alineaba a Venus, Marte y Júpiter como representaciones de Belleza, Fuerza y la Sabiduría (o Candor en algunas interpretaciones), con una ruta que se sigue evocando. Que la Belleza se tome como paso indispensable para alcanzar la región de la sublime sabiduría se implica que… sin esa dimensión estética la persona se mantiene fuera de su meta.

Para alcanzar un estado mental perfeccionado hay que enrutarse al estado de consciencia que llamamos virtuoso (en el sentido más completo del término). Si la persona carece de la fuerza no está en “modo virtuoso”, si carece de sabiduría tampoco y si carece de Belleza, ni hablar. Por tanto, cuando nos mostramos desaliñados y groseros ante el mundo exterior omitimos u olvidamos los aprendizajes básicos.

Con esta observación no pretendemos permutar la forma externa por el fondo, pues es evidente que a menudo la Belleza superficial es un disfraz o Hipocresía para ocultar algo dañino, como la manzana signada para tentar a las antiguas diosas. Lo importante es alcanzar la doble y completa Belleza: cuando la apariencia encantadora corresponde con un interior virtuoso. Porque hay un encanto interior y más allá de visión, más allá de los colores y las formas, cuando ese encanto se manifiesta en virtudes. Ese interior se manifiesta en pensamientos que son agraciados y salen con palabras que convencen y agradan, llevando bondad hacia el prójimo. Este es justo el criterio de la virtud entre los diálogos platónicos: perfecta armonía entre pensamiento, palabra y obra.[4]

Seamos aliados de la Belleza, no la traicionemos; sigamos esa ruta de unión entre pensamiento, palabra y obra pletóricos de destellos perfectos.  

 



[1] Homero, Ilíada, se refiere a la Guerra de Troya.

[2] Personificación de la Envidia o Discordia.

[3] El máximo teórico de la arquitectura latina, Vitruvio, establece tres criterios: Firmitas, Utilitas, Venustas.

[4] Por más que se buscaba la virtud de fundamentara a la “polis”, según Platón en los Diálogos.