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sábado, 31 de octubre de 2020

LA MÁQUINA DE DOBLEZ DE NIKLAS

 



 

                                                                                              Por Carlos Valdés Martín

 

 

Los motivos de Niklas

Al principio por contradecir a Leibniz ideó y fabricó su original máquina. Hay personas que prefieren contradecir sin proponer, aunque también una contradicción se puede convertir en una aventura quizá extraña, sin suprimir lo novedoso, la aventura conduce hacia lo inexplorado. Empezamos por contradecir, sin embargo, al persistir tenemos que sostener nuestro argumento. Y al final de cuentas, sostener un argumento es como cuidar una vela durante una tormenta, es riesgoso y requiere de cualidades de mástil: dureza y consistencia. La dureza para oponerse y la consistencia para no desistir. Niklas Krafth poseía ambas cualidades, si es que se les debe llamar cualidades.

 

Resulta que a Niklas le contrariaba el argumento de Leibniz sobre el alma integrada en una mónada, una especie de átomo existencial imposible de partir. Esa pequeñez del alma no le agradaba, y menos, la unidad del alma. Otros han rebatido la extremada pequeñez pero antes nadie renegó tan firmemente de la unidad del alma. En su opinión el alma formaba un conjunto de organillos que generaban respuesta ante estímulos. La unidad del alma le parecía un prejuicio religioso y motor de otras equivocaciones, y se interesaba por combatir esa idea, pero ¿cómo probar que no existía tal unidad del alma? El alma siempre la percibimos adentro de un cuerpo, y el cuerpo basta para ocasionar una ilusión de unidad. Mientras no abramos el abdomen para analizarlo juraremos que esconde un único filtro para producir la orina, pero al abrir encontramos dos riñones. Ciertamente hay órganos unitarios, como hay otros dobles, y mientras no los comprobemos nos semejan tan unitarios como separados. Los sentimientos parecen residir en el cerebro, pero otros los estiman residiendo en el corazón y otros en el estómago o hígado. Por principio se acepta la unidad del alma, pero algunas circunstancias nos invitan a mirar otra posibilidad, por ejemplo, hay personas que cambian demasiado al crecer, y las personas suelen opinar que ya son distintos. Más aún, hay locos que se creen otra persona, o varían su opinión sobre quien son. Aquello creído por el loco, el cuerdo lo sueña y durante los sueños cualquiera se imagina como otro, con distinto nombre y diferentes actitudes.

 

Si los anatomistas no pueden determinar la unidad del alma, porque es demasiado sutil convendría determinar su unidad o pluralidad por algún medio cierto. Y el tema quedaría en una especulación ociosa, si no fuera porque Niklas creó medios para intentar demostrar su opinión.

 

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Ciertamente, en justicia y con entereza, Niklas poseía una dotación de espíritu de investigación y recursos bastantes para prosperar en cualquier profesión, arte o especulación. Dueño de una modesta propiedad y sin ningún atributo de belleza para distraerse en vanos amoríos, carente de afición por los juegos y los entretenimientos, se inclinaba sobre los abismos del conocimiento. Adquiría polvorientos libros y estiraba cuidadosamente cada página, se interrogaba sobre los argumentos, interrogaba al autor, invitaba en su mente a otros autores, conjuntaba sus discusiones, y cavilaba las horas, hasta que la noche profunda lo sorprendía o batía en cansancio.

Contra la unidad de la mónada oponía la dualidad de los ojos. Cada ojo sirve para ver, cierro uno y compruebo que capta su propia imagen, y es la sorprendente coordinación, la cual permite usarlos simultáneamente. Experimentaba para sorprender las variaciones entre un ojo y otro. Le entretenían las personas bizcas, de tal modo elaboró el único catálogo sobre el tipo de doblez en imagen, diferenciando las posiciones ángulos e intensidades de las imágenes dobles. Contrató un hábil artista local para ilustrar las variaciones detectadas en la posición y superposición de imágenes, porque algunos casos de estrabismo crean dobles imágenes perfectamente superpuestas, que se mantienen claramente en la mente, mientras en otros casos no se pueden distinguir sino partes superpuestas. ¿A partir de qué discrepancia entre los ángulos visuales puede perderse la imagen doble? Algunos sujetos con el estrabismo más extremo no perdían la coordinación de imágenes, y hasta expresaban una preferencia por separar los ojos cada vez más, para aclarar su visión. Como algunos animales, con un ojo hacia lados opuestos de la cara, cual caballos, que galopan orientados y sin problemas.

 

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De la dualidad de las miradas estrábicas (bizcas o trasojadas) avanzó al estudio de las actividades dobles y unidas, como el hablar y escuchar. Resulta evidente sumar el escucha con el habla, pero cuando la persona escucha una conversación diferente de la que platica, ya se observa una dualidad como desafiando a la idea de mónada. Si por un lado, alguien escucha la conversación de tu vecina, como las mujeres, y del otro lado platica del tema más serio se cree es una habilidad, pero Niklas la creyó prueba irrefutable, de que son dos unidades diferentes, el sistema del habla y el de escucha, que comúnmente están coordinados, pero cohabitan también separados. ¿Cómo pasar de la simple habilidad a la dualidad radical? ¿Cómo convertir un acontecimiento observable en una demostración de la dualidad o multiplicidad del alma? Una posibilidad consistiría en acentuar esta operación doble hasta hacerla tan evidente, y entonces aparecieran dos almas operando por separado.

 

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Las investigaciones en la escuela Belli

Para ahondar en el tema de la separación entre el hablar y escuchar se dirigió a un amigo, el director de un colegio para jóvenes, el Profesor Belli. Este profesor estaba emocionado con las nuevas aplicaciones de la didáctica, pues un pedagogo difundió un método para memorizar, que unía dibujos a conceptos de tal manera una ilustración contrahecha servía como un elemento auxiliar para una mejor memorización de los alumnos. Estos dibujos de mnemotecnia recuperaban una derivación de la propuesta de Pestalozzi de un abecedario decorado, que ya había ofrecido interesantes resultados.

 

Al frente de la escuela se encontraba un gran roble, en el cual se había construido una pequeña casa de madera, a la cual se accedía solamente mediante una soga anudada. Sin duda resultaba difícil escalar de esa manera, y además era posible retirar la cuerda desde arriba. Ese era un dispositivo especial de estudios reconcentrados. El Profesor Belli estimaba verdad que los alumnos lograban un extraordinario aprovechamiento colocados cerca de un árbol, especialmente contiguos a un ejemplar enorme y añoso, de tronco fuerte. Recordaba la imagen popular de Newton descubriendo la gravedad a la sombra de un árbol, esa anécdota la reconocía falsa, sin embargo el efecto resultaba creíble, un robusto roble aportaba una enorme fuente de inspiración. En medio del patio, dominando la completa extensión, un gran roble central con su casita, se comprometía a prohijar a los alumnos destacados.

Al final del patio el cuerpo de la escuela lo integraba una casa austera con un piso alto, indicando dos salones en el frente, y un discreto campanario como adorno. La campana no le sonaba grata al director, así que evitaba tocarla para los llamados, prefiriendo soplar con un silbato,  para las funciones de prefecto.

 

La intención de Niklas Krafth era desarrollar las habilidades de los jóvenes más capaces para descubrir la dualidad del alma separada entre escucha y habla. Y Belli le sugirió hacer pruebas con los alumnos brillantes, pero no estaba convencido de permitirle a alguien experimentar con la educación, pues el director era el único que debía encausar a sus muchachos.

 

Lo que en las intenciones de Niklas escondía audaz experimentación, para Belli representaba una tentativa de mejorar la educación y elevar el renombre de su mansión escolar, un poco menguado desde la inauguración de un elegante Liceo patrocinado por un aristócrata rival. La sombra de esa competencia había mermado la matrícula escolar, estimada en una décima menos. Esa competencia no le lastimaba por la cantidad de ingresos, sino por la consideración prejuiciosa de que en ese otro Liceo se impartía una elevada instrucción debido al empleo de dos maestros extranjeros. La idea de contratar maestros inmigrantes le rondaba desde hace meses por la cabeza, y no había cumplido su idea por falta de oportunidad, ya que el único extranjero que acudió buscando una plaza le pareció torpe en su hablar y desaliñado en sus ropas. Por lo mismo la propuesta de Niklas se asomaba como un conjuro para deshacerse de una nube negra.

 

De hecho, el mismo Niklas no había armado una idea clara de cómo realizar su experimento cuando platicó con el Profesor, y pretextó que no debía dar detalles adelantados, ya que encerraba un asunto confidencial, y que lo conveniente sería abordarlo durante un paseo campestre, alejados de cualquier oído indiscreto. Entonces concertaron el paseo para el siguiente domingo, después de la misa matinal, para dirigirse al paraje del arroyo pequeño de Walfall.

 

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Una libreta perdida

Esa noche Niklas no pudo conciliar el sueño. Imaginaba dispositivos para incitar más la audición y para adormecerla, suponía situaciones de silencio completo, largas postraciones para evitar la operación auditiva, dibujaba mentalmente tapones perfectos para el oído, rememoraba a los sordos de nacimiento, estimaba el caso de sordos artilleros por explosiones de una granada cercana.

Daba vuelta y vuelta a la cama, sus ideas se deslizaban nerviosas, no lograba concentrarse fijamente en una que le pareciera suficientemente inspirada. Algunas ideas le empezaron a parecer interesantes, por un rato escribió unas notas y volvió a recostarse. Al cabo en alguna anotación creía atrapar una clave, combinando la técnica mecánica y situaciones de la vida real. El asunto concluiría si alcanzaba demostraciones y no solamente casos aislados.

Despertó cansado y buscó sus notas en tinta negra sobre un cuadernillo blanqueado. Le extrañó que no yacían donde creyó dejarlas. Como él nunca había sido olvidadizo el asunto le empezó a inquietar. Revolvió sus papeles y cuadernos, hurgó bajo la cama y los muebles, abrió las gavetas de la casa. Llamó a la cocinera, quien nunca había tocado sus papeles, y la reconvino por si acaso. Desayunó sin ganas, y como no aparecían las notas trataba de acordarse de lo escrito, y sentía una especie de borrón, una barrera entre los momentos de la noche. Por un lado, mantenía la impresión de que la noche entera no durmió y siempre se mantuvo nervioso y alerta, por otro lado sentía cortados y borrados varios momentos, especialmente, el lapso en que escribió su anotaciones. Posiblemente había dormido sin darse cuenta. ¿Y la libreta cómo se extraviaría?

 

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De camino al paseo por el bosque (la aldeana)

Estaba tan fastidiado, le atormentaba su nuca y se alejaba de la concentración para generar su experimento, la propuesta debía nacer redondeada en una semana, ya perfecta para proponérsela a Belli y convencerlo. El tema debía aparecer interesante y novedoso, al tiempo no debía generar ningún peligro a los jóvenes entre los cuales se aplicara.

 

“Perezoso” se dijo a sí mismo Niklas, y decidió caminar por la pequeña ciudad, pues la suya era una ciudad poco poblada, solamente unos pocos miles de almas, aunque con importancia política y comercial. Abrió una puerta de madera crujiente, gastada por los años y las polillas, y respiró una bocanada de polvo. La calle descansaba polvorienta, solamente el camino principal y la plaza central estaban adoquinados, el resto de la urbe tenía calles polvorientas, y durante el verano se volvían lodosas. Por la lluvia se cavaban pequeñas zanjas para que corriera el agua en temporada.

 

“Perezoso” repitió y sintió el sueño de una mala noche, y anheló despejar su cabeza. Con un paseo podría desatascar sus ideas y hasta recordar el cuaderno perdido. Le agradaba caminar veloz, con brío y saludar a la distancia a los vecinos. Ahí se acostumbraban saludar con un gesto cortés y ligero, inclinando un poco el cuerpo hacia delante o moviendo lateralmente una mano.

 

Ya, distraído y entretenido regañándose, casi tropieza con una aldeana desconocida, en efecto, jamás la había mirado. La cara de cada persona del lugar ya le resultaba familiar o conocida. Una joven de graciosos ojos verdes no pasaría desapercibida. Abstraído vio la cercanía de la mujer como a unos treinta centímetros de su mirada y se espantó. El susto del acercamiento de un bulto rápido casi para golpear la cabeza. Entonces brincó hacia atrás, moviendo la pierna izquierda en zigzag. Al caer de pié se torció ligeramente el tobillo y sintió fino polvo levantándose alrededor. Supuso a sus movimientos retorcidos y ridículos, porque su corazón latía espantado. Se apenó por su miedo y porque levantaba el polvo, quizá hasta ensuciando a la muchacha, la cual permanecía sonriéndose. Quizá sonreía porque él parecía un malabarista en desgracia. Por el dolor se agachó en vez de incorporarse y emitió una leve queja, contenida pues le causaba pena mostrar el dolor ante una extraña.

La muchacha empezó a hablar: “¿Está bie…?”

Pero Niklas interrumpió precipitadamente: “Estoy bien, es un accidente, fue por perezoso, perdóneme si la espanté, es que no la vi, y creo que levanté el polvo, la estoy ensuciando, perdón…”

Por la turbación tuvo el impulso de salir corriendo hacia el bosque, por lo que insistió en disculparse ya cortante: “Perdóneme, en verdad discúlpeme, y que tenga un… bonito día”

La chica respondió mientras sonreía: “Gracias y que tenga un buen día”, mientras pensaba que ese ciudadano alejándose aprisa era extraño, que en esa ciudad de Baden las personas se comportan raras, no como en su aldea, tan cercana parece como un país distante.

 

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Bajo el roble sustituto

La vista del bosque alegró a Niklas, donde rengueó hasta la sombra de un roble elevado y frondoso. Siempre el más alto, porque su padre le comentó cuando niño (antes de huir de la aldea natal, motivado por una guerra) que había plantado un roble en la campiña destinado a crecer el más alto, que ese era el “roble de su hijo” y le designó con un nombre el mismo día que bautizó a su hijo, con un nombre secreto que dejó en una carta que incluía su supuesta herencia. Un roble creciendo hasta las nubes alegraba a Niklas en su imaginación infantil. Cuando salieron de la aldea el niño le preguntaba al padre por su árbol y éste le señalaba uno enorme con su índice y le decía “ahora tu árbol es más grande que ese”. Si el niño descubría un roble todavía mayor su padre replicaba: “el tuyo creció más que ese otro también”. Esto le daba una impresión de un tronco creciente, como un volcán elevándose rápido desde una planicie. Algún día su árbol sería el más enorme sobre la tierra y eso reconfortaba su alma desarraigada, porque estuvieron vagabundos por pueblos hostiles, hasta que su padre falleció y tiempo después Niklas alcanzó la edad adulta. Por eso le gustaba la sombra de un roble para calmarse o motivarse, siempre un enorme árbol le traía paz o entusiasmo, según lo requiriera.

 

Por eso bajo el roble, Niklas despejó su cabeza, depuso la vergüenza de tropezar frente a una aldeana desconocida y se tranquilizó por las notas perdidas en la noche. Respiraba más animado para organizar su experimento rebatiendo que la mónada del alma no existía, sino residía en una impresión de la unidad del órgano corporal. Cada vez se fue hundiendo entre sus cavilaciones e ideando procedimientos plausibles para demostrarlas. Al mirar las ramas superiores le parecía que el roble rascaba las nubes. Avanzaba el mediodía y una brisa fresca traía fragancias de hierbas, entonces se propuso distinguir fragancias de florecitas silvestres y aspiró hondamente.

 

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Las nuevas anotaciones del experimento

Ahora traía otro cuaderno y empezó sus notas bajo el árbol, le parecía que la escritura se ramificaba, pues cada punto contenía una derivación interesante, y recordó que las hojas de los cuadernos son vástagos de la pulpa. Sentía una relación filial, tierna, como si el follaje sombrado sonriera a un recién nacido, porque un cuaderno de notas para el tronco nudoso es como un bebé.

 

Animado por la arborescencia olvidó el cansancio, trazando con negra tinta garrapatos alocados, uniendo con flechas partes de arriba y laterales, anotando cuanto se le ocurría. Las ideas fluían y se obligaba a poner iniciales o trozos de palabras, hasta armar esquemas que asomaban el filo de su pensamiento. Produjo cantidad de apuntes, cuando volvió a recordar a la aldeana ante la cual cayó, o mejor expresado, casi tropieza. Detuvo en su mente el cuadro de sus rasgos y no la observó en el momento inicial. Sin duda era joven, no mayor de 20 años, y atractiva, con descuido en su arreglo, resultado de su pobreza o accidentes de la emigración. Las chicas emigrantes usaban míseros atuendos, quizá exclusivamente uno hasta que abrían orificios y rasgaduras, que reparaban con tenacidad. Recordó una abertura en la la falda a la altura del muslo, una ligera rendija que ella disimulaba con la mano encima. Las mujeres burguesas de Baden nunca se atreverían a pasear con tal rotura, signo de miseria o impudicia, pues en la ahí era ley la castidad. Los curas predicadoras levantaban amenazas de infierno contra las damas impúdicas, por lo que exigían ocultar estrictamente la piel de las piernas y brazos. Por su parte, a Niklas no le incumbían las prédicas. Vivía absorto por sus estudios y cavilaciones, persiguiendo una divisa gravada en su mente desde la juventud: “haz las cosas como para no arrepentirte jamás”. No le interesaba casarse ni perseguir doncellas, pero esa aldeana contenía un imán en la mirada de ojos verdes, además de una inquietante y coqueta ranura cerca del muslo. Sin pretenderlo su cabeza divagaba por la aldeana y le sobrevino el cansancio. Se durmió sin darse cuenta, sobre la hierba, antes del atardecer.

 

Posiblemente pasó dormitando una hora y las anotaciones estaban frescas, ahora sí integró una visión de utilidad. El cuaderno de anotaciones lo apretaba bajo el brazo, presionaba contra el costado de las costillas, como deseando extraer el jugo de una naranja.

 

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La buhardilla del modisto

Arriba de la tienda del mejor modisto local se ubicaba un cuartito oscuro y estrecho, bodega donde almacenaba su súbita riqueza consistente en paquetes de pieles finas. Esas pieles eran extremadamente apreciadas y provenientes de una región inaccesible, de los confines de Rusia. Ahí escondía un almacén con pieles de armiños, zorros y nutrias de colores suaves, blancos y agradables al tacto. El modisto local, Heinne, las cosía para las mejores prendas de invierno (abrigos tan apreciados al ventisquear), y exclusivamente las traídas desde París se le comparaban. El alto precio le daba a Niklas un ingreso extraordinario, que le cobijaba con la sensación de un millonario bajo una mascarada. No sumaba una fortuna, pero ese caudal parecía inmenso para alguien acostumbrado a las penalidades del campo y la dureza de una emigración por guerras. Durante años de infancia y juventud vivió vagabundo simplemente atenido a lo poco que obtuviera su padre. Quedó huérfano a los quince años y se hizo cargo de un hermano menor, ahondando las penurias. No alcanzaban a comer diario, cazaban conejos y pájaros en los bosques o se empleaban como mozos ocasionales cuando los aceptaban. Una fiebre repentina le arrebató a su hermano. Tuvo noticias vagas de otros dos hermanos sobreviviendo en una comarca extranjera con sus tíos, quienes huyeron en dirección opuesta, alejándose del país.

 

En la oscuridad de la buhardilla acostumbraba a hacer cuentas con el modisto, un ciudadano galante y pretencioso, hombre de confianza de gobernante local, y sobre todo, de las damas elegantes y fatuas, ya fueran burguesas o aristocráticas. El modisto, llamado Heinne, estaba al tanto de los gustos de comarcas vecinas, y se decía descendiente de nobles franceses. Niklas sospechaba una mentira blanca, pues el modisto gustaba de adornar su biografía con relatos fantasiosos, de encumbramiento y anécdotas de lugares lejanos, incluso resultaba un cautivante conversador. Tenía libros interesantes y Niklas le compraba algunos. Ambos preferían mantener sus negocios discretamente, y las cuentas de sus compras las hacían en la buhardilla. A Heinne le atemorizaba que la gente supiera de sus magníficos negocios y para Niklas su recelo provenía de las pieles mismas, pues no habían sido compradas.

 

En una ciudad cercana, Niklas había jugado a las cartas con un truhan presumido, quien transportaba ese cargamento de pieles. El truhan se alcoholizaba y jugaba cartas, pero resulta que Niklas jugaba excelente con las cartas. Durante una larga noche le ganó completo el dinero al truhan y ese cargamento de pieles. A la mañana siguiente, sospechó que si el truhan había apostado con ligereza un cargamento tan valioso fue porque no le pertenecían sino las transportaba para un comerciante acaudalado. El truhan desapareció sin dejar huellas. Niklas apresuradamente y en sigilo transportó su cargamento y lo ocultó con el modisto en esa bodega secreta. Heinne sin capital suficiente no pagaría el completo ni en tres años, pero con un pacto de discreción evitaría que cualquier competidor ganara ese producto tan fino. Así, se estableció una negociación secreta, donde la buhardilla permanecía como bodega y centro de cambio para ambos.

 

En la buhardilla con una única ventana entreabierta, predominaba la oscuridad y un haz de luz anaranjada se filtraba. El rayo de luz le otorgó una observación a Niklas, por un momento se colocaba en completa oscuridad, luego desplazaba su cabeza para que un ojo fuera tocado por la luz. Un ojo se irritaba y quedaba deslumbrado y el otro permanecía a cubierto, pero parecía sincronizarse y también se intentaba cerrar, como si compartiera el intenso rayo luminoso. Como ese comportamiento estaba en relación con las cavilaciones de su experimento, lo repitió hasta que su otro ojo no reaccionaba al unísono. Reducía la reacción, una variación, aunque en ambos ojos ocurría una dilatación de pupilas, en uno menguaba su reacción.

Salió de la tienda del modisto con el dinero pactado y con ganas de gastar en otro negocio con el librero local.

 

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La librería de Fritz

Entre las frutas que vendía, Fritz colocaba unos estantes con pocos libros. El día a día se lo ganaba con las frutas y verduras de la región, pero los vecinos denominaban el lugar como la “librería”. Era el único ciudadano que osaba vender libros que no fueran de temas religiosos o puro entretenimiento, una persona letrada este Fritz. Presentaba una cara de rústico campesino con las señoras que compraban sus provisiones, y daba una faz de misterioso erudito a los compradores de libros, ante los pocos ciudadanos instruidos librepensadores de la zona.

Pequeño y de nariz aguileña poseía brillo en los ojos, que se incrementaba cuando platicaba de los libros que le gustaban. Su negocio inició por simple afición, cuando joven y fuerte viajó por comarcas vecinas y adquirió muchos ejemplares. Estaba orgulloso de sus adquisiciones, pero empezó a procrear hijos y cesó de viajar como antes. Un día el dinero escaseaba, tuvo que empezar por vender sus queridos libros. Con el tiempo restableció contacto con impresores de lejanas ciudades y obtenía títulos por pedido, y si el cliente no aceptaba el libro, entonces lo colocaba entre los estantes de las frutas. Afirmaba que entre las frutas los textos adquirían un mejor olor y que eran más apreciados por compradores estrafalarios. Decía que un juez adquiría volúmenes olorosos a perón, y un médico prefería libros de alegre olor a manzana.

Niklas abrazó afectuosamente a Fritz, con tres palmadas sonoras. Los vecinos no eran dados a tales efusividades, y pocos de enorme confianza se daban tales abrazos. Después de platicar las trivialidades del clima, Niklas pidió algún texto sobre el funcionamiento del espíritu. Fritz estaba animado, pues precisamente acababa de recibir una obra de René Descartes Sobre las pasiones del alma. Esto caería como anillo al dedo en los intereses de Niklas, por eso su rostro se inflamó, hasta le salieron unas chapas de gusto. La fama de este autor francés era enorme, él ya poseía una obra filosófica que le resultó interesantísima, así con gusto adquirió un cuadernillo proveniente de Holanda.

Al despedirse también se abrazaron, y dijo: “Me has dado una gran alegría, Fritz”

 

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La dualidad del alma: la epidemia y la señora Tuta

Desde esa noche empezó su diseño de una máquina que podría probar la dualidad del alma. Ciertamente, también las opiniones del libro recién adquirido estaban en contra de la dualidad del alma, Descartes era un unitario, quien estimaba que la dualidad de los sentidos se resolvía en el fondo del cerebro, con la alimentación de la pituitaria que coordinaba las impresiones recibidas y las emanaciones activas. La pituitaria, indicaba Descartes, era el asiento del alma y ninguna otra parte del cuerpo, precisamente por ser una entidad única, mientras que el resto del cerebro era de carácter doble.

Ciertamente Niklas admiraba a Descartes y a Leibniz, pero estaba más enamorado de sus propias ideas, como el gran roble nunca se desprende de sus raíces hasta la muerte, las convicciones hondas no debían abandonarse. Si la dualidad del alma era una convicción rotunda, entonces Niklas debería identificarse con su afirmación y demostrarla ante un mundo incrédulo sometido a la falsedad.

 

Esa noche le resultó más claro: su propuesta debería demostrar la dualidad del alma. Si el alma fuera unitaria los seres humanos no sufrirían tanto desgarrados entre contradicciones, ansiando subir al cielo y revolcándose en inmundicias de pecados. Por más que la religión aleccionaba en moral las personas seguían pecando. Los mismos predicadores de la fe redentora se convertían en ambiciosos y promovían el saqueo para apoderarse de las riquezas de los vecinos, y hasta el Papa santificaba las guerras que azolaban las regiones de Alemania. El absurdo del mundo merecía explicarse con principios razonables, y uno de estos principios era la dualidad del alma, idea que radicalizaba la dualidad entre pensamiento e instinto, entre pensamiento y pasión. No estaban dividas solamente las facultades o apetencias del alma, sino el alma misma se dividía naturalmente, pero esta división no quedaba evidente para las mentes torpes, poco acostumbradas al análisis minucioso de la realidad. Él esperaba mostrar algo importante haciendo explícita el alma de dual, pero luego esa dualidad interna debe superarse, mediante acuerdos de armonía, pactos de alianza entre las dos almas dormidas dentro de cada persona. Pero casi nadie establecía acuerdos con sus dos almas pues ignoraban que las albergaba, de forma alternativa hablaba un alma y luego la otra, cuando parecía fluir el mismo discurso, solamente que pasando suavemente de un estado de ánimo a otro, saltando de la indulgencia al coraje, del amor a desapego, etc.

Cuando se adentraba en sus cavilaciones sobre la dualidad del alma, frecuentemente, volvía a su cabeza hacia un evento de la orfandad. En el pueblo de Belcran había corrido el rumor de una epidemia, y ahí residía él, huérfano junto con su hermano menor. En esos días ya tendría trabajando un mes como mozo en un hostal; pernoctaban en un granero y se alimentaban con las sobras; no recibían ningún sueldo fijo. La dueña, señora Tuta, era amable, nunca les pegaba, los regañaba dulcemente y cuando laboraban con esmero hasta les regalaba golosinas, manjar antes desconocido por ellos. Resulta que un predicador del pueblo alborotó a los aldeanos para expulsar los fuereños, pues de ahí vendría la peste, pues el predicador lo había soñado agudamente, alucinando que la hiel del infierno se alojaba entre los excrementos de los extraños. Esto lo platicó el cocinero con sigilo y miedo a los niños, de que algo espantoso fuera a pasar. Recordó Niklas que no era el primer lugar donde los largaban de mala manera, así que no preocupó al hermano, pero puso en un pañuelo sus pocas pertenencias, por si escapaban huyendo del pueblo.

Entonces Niklas se acordó y siguió la línea de su recuerdo: “A la mañana siguiente de la plática del cocinero, llegó la dueña, su apariencia se miraba extraña, parecía que tenía la cara dividida entre dos gestos diferentes. De un lado parecía muy enojada, y del otro triste, hasta una lágrima le corría por el ojo derecho, mientras el izquierdo solamente parecía enrojecido. Nos mandó a llamar con gritos, molesta y grosera. Me empezó a insultar, y levantaba su mano izquierda para maldecirme, al tiempo con la otra mano indicaba negación y perdón. Empezaba una injuria y luego sollozaba, decía que nos amaba como a sus hijitos que no nos fuéramos, y con la izquierda tomaba un palo y nos amenazaba. Entre su ropa sacó unas monedas valiosas de plata, la cuales nunca habíamos poseído y se las arrojó a mi hermano, nos dijo eran un regalo, mientras tomaba el palo y me empezaba a golpear el trasero aunque sin fuerza. Yo me escabullía de sus golpes, la dueña parecía torpe, como si una pierna no pudiera desclavarse del piso. Nos maldecía, y también nos suplicaba nos quedáramos, nos largaba y decía que éramos unos angelitos. Tuvimos miedo de la dueña y salimos rápido del lugar, corrimos por nuestras pocas pertenencias y nunca regresamos. A lo lejos Tuta seguía gritando que éramos apestados pero que regresáramos, y lo suplicaba con quejidos de pena. Antes pensaba que eso fue por los demonios entrando en el cuerpo, pero luego caí en cuenta. Miraba la dualidad del alma, en acción, en ese espantoso espectáculo.”

 

En base a esas cavilaciones fue generando el primer diseño, un esbozo de una máquina que mostraría la separación interior.

 

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El primer diseño: el ejemplo de los bizcos

Niklas se inspiró en una ilustración de una propuesta de curación para bizcos o estrábicos, personas con los ojos desviados de su línea recta normal. Esta técnica se había empleado en Italia con algún éxito, según tenía noticia. La mirada desviada crea una imagen doble que provoca torpeza en las acciones y además causa burla de los demás. El sistema para la curación consiste en dos imágenes iguales colocadas por separado ante cada ojo y que se mueven mediante una regleta, luego se pide al paciente fije la vista iniciando en una posición tal que vea encimadas las dos imágenes para que aparezca una sola. Después se usa la regleta para dirigir los ojos hacia una posición correcta en paralelo horizontal como la vista normal, entonces el paciente observa que se pierde la unidad de la imagen y mueve ligeramente los ojos. El proceso consiste en acostumbrar al paciente a una sola imagen hasta acostumbrarlo como lo correcto y a que dirija su vista hacia un foco, como lo hacen las personas normales, para que vaya corrigiendo la desviación de los ojos. En varios casos se logra éxito en unos pocos meses y en otros jamás.

La idea de Niklas consistía en realizar un proceso inverso, separar la mirada de los dos ojos y esto se podía efectuar con una separación progresiva de la mirada, invirtiendo el proceso convergente, mediante imágenes. Empezaría con una separación de los campos de visión, de tal forma que nunca coincidieran los ojos izquierdo y derecho contemplando lo mismo, y con el tiempo cada ojo se acostumbrara a mirar por separado. Físicamente esto crearía una bizquera. El diseño era consistente, pero Niklas llegó a la conclusión que si creaba personas bizcas esto le traería fuertes problemas, pues la mala impresión estética causada por esa mirada recaería en sus investigaciones, entonces estimó debía seguir un camino más sutil, aunque no descartaba completamente la disociación del campo de visión.

 

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El oído doble

Entonces se decidió por el oído bifurcado, una posibilidad en esencia similar a lo que acontecía con los bizcos. No tenía información de casos naturales del tipo deseado, de personas que escucharan distinto en cada oído, por lo mismo un experimento sería más sensacional. No deseaba caer en una soberbia contra las disposiciones divinas ni intentaba romper con el orden natural, pero estimaba que si la posibilidad existía, entonces la realización  dependía de un criterio divino. El éxito demostraría la medida de una secreta complacencia del más elevado principio, así como una alimentación oculta desde la tierra y el cielo nutre a los frondosos árboles. Mientras nosotros nos enfermamos si comemos directamente de la tierra y nada ganamos si deseamos ser alimentados por el sol, única y exclusivamente el beber agua lo compartimos con las plantas, pues por igual nos beneficia.

 

Algunas personas tienen una habilidad natural para atender en dos pláticas simultáneamente, en especial las mujeres jóvenes manifiestan esa capacidad. Sin embargo, al cabo de la plática si preguntamos sobre lo que resulta a la persona después de escuchar dos conversaciones a ella le parece que su alma sigue siendo única. En cambio, durante momentos de ánimos alterados las personas confiesan sentirse como partidas, en especial algunas gentes de temperamento (denominado ahora de romántico) se dividen en opiniones y afectos muy separados. Tales románticas personas afirman poseer dos corazones, por ejemplo, con uno aman honestamente a una persona, digamos a la pareja del matrimonio y con el otro suspiran apasionadamente por alguna hermosura. Esta dualidad no queda tomada en serio, sino se cree relatar broma o ligereza del corazón, pues no se le acepta ningún sentido demostrativo. Pensaba Niklas que no se había encontrado una forma de ahondar en el tema, para demostrar la existencia de dos almas a partir de esas dualidades emotivas, de estados de ánimo y de facultades simultáneas. Si se lograra platicar con un oído de un tema y con el otro de uno distinto, sin que las pláticas se cruzaran y alcanzaran a asentarse en el fondo de la mente, como una argamasa conjuntada, sino que permanecieran separadas constantemente, de tal modo que una modalidad del alma aprendiera matemáticas y otra esgrima, entonces sería viable la separación temática y de respuestas. Si fuera viable con una práctica consolidada (una educación concienzuda) que una mano tuviera las respuestas que recibió un oído y mientras la boca expresara las charlas del otro oído, pero así la misma persona desatinara en sus respuestas, cuando por un único oído escuchara la preguntara de una situación y no supiera la respuesta, pero luego al ser interrogada mediante el otro lado conociera perfectamente la respuesta. Desde la distancia de la especulación a Niklas le parecía graciosa esa hipótesis, pero de otra manera ya la había observado vivamente en su juventud cuando la dueña del hostal se comportaba de un modo con una mano, lanzando caridades y disculpándose, con la otra mano lanzando un palo, o con un lado de la cara llorando y en la otra mitad amenazando. La boca no la recordaba tan nítidamente, le parecía que alternaba, entre la dulzura del arrepentimiento y la furia, pero la recordó torcida, como si una porción de los músculos faciales tendiera hacia arriba y otra abajo.

 

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Un sombrero pesado con cuernos

A la semana ya había terminado un aparato destinado a su experimento magistral. Debía amplificar el sonido y retenerlo para que cada oído estuviera separado en los sonidos que recibía, el primero objetivo era no mezclar, ni por accidente el sonido recibido desde cada lado. Le parecía a Niklas, que la ligera percepción de ruidos por el lado que recibe menor cantidad de sonido resulta suficiente para que en el alma mezclen los ruidos y se obtenga una impresión única. La tarea crucial era separar los sonidos a nivel de la cabeza, para obtener dos impresiones completamente separadas, sin contaminación sonora. El dispositivo que desarrolló tenía una forma de sombrero con dos conos grandes con orificios, para canalizar perfectamente el sonido hacia cada aurículo separado. Para esto los conos eran de metal, recubierto con corcho blando, piel, telas y goma. Tanto recubrimiento servía para aislar las orejas de los ruidos directos y exclusivamente arribaran por los lugares precisos, justo desde unos cilindros largos. El largo de los cilindros tenía la intención de separar perfectamente las fuentes de sonido, de tal manera solamente con una voz directa sobre la entrada del cilindro proporcionaría una plática.

Los recubrimientos y los cilindros le resultaron exitosos, una plática a la vez se encausaba correctamente hacia cada oreja. La unidad de los dos conos y cilindros se juntaba por obra de un sombrero rígido y los cilindros medían cuatro pies de largo, pues si fueran más largos diluían el efecto y el sonido de la voz se distorsionaba dentro del tubo.

 

A ella, a su cocinera, le pareció como un toro triste y grande, el sombrero con conos le pereció ridículo y extraño, quien lo reconvino de no andar usando esas ridiculeces porque entonces lo sospecharían alquimista o brujo, temas bastante peligrosos en la comarca. Los ciudadanos atendían a las prédicas dominicales y a él no le gustaría aparecer como foco de los comentarios parroquiales, ni quedar sospechoso de brujería, claro, él tenía el aprecio y respaldo de ciudadanos importantes como el modisto y dueño de la escuela, pero convenía mejor andar con tientos en un ambiente rodeado de fanatismo y luego de padecer las experiencias de la guerra.  

 

Hizo algunas pruebas con el sombrero de cuernos y sentía avanzar en el sentido correcto. Ponía la a cocinera y a un mozo de establo de cada lado, para que le platicaran de dos temas distintos. Él mismo no se consideraba el mejor sujeto para su experimento, porque no poseía la espontáneamente la predisposición a la escucha de dos pláticas distintas, y además debía su mejor responsabilidad correspondía a la de director y observador. En la sesión experimental percibió que por más cuidado colocado en la experiencia, sin embargo, de alguna manera, se escapaban sonidos ligeros por las fosas nasales pasando al oído contrario. Además observó a los sonidos demasiado graves colándose por el cuerpo entero. Pidió a un músico vecino propietario de una viola grave que tocara música cerca de él desde un solo lado y el gran sombrero de nada servía para aislar una sensación fuerte que bramaba entre su propio pecho. Este leve bramido en su propio cuerpo al compás de la viola oscilaba, unas notas las sentía más sobre el pecho y otras en el abdomen. Este efecto frustraba su intento, pues así ambos lados de la cabeza percibían el sonido y la vibración.

 

 

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Peña del rayo

Había transcurrido una semana y no lograba afinar su diseño.

Acudió al paseo con Belli con cierta tristeza pues no lograba concretar su idea. Envuelto en sábanas, dentro de una gran cesta transportó el sombrero cornado.

Después de dos horas a caballo Belli lo condujo hacia un paraje desconocido, nombrado como el lugar del rayo, porque en esa peña caían muchos relámpagos durante la temporada lluviosa de noviembre. Ahí nunca antes había paseado. El sitio le pareció hermoso y algo desgarrador por la visión de varios encinos y robles rotos y quemados sobre una peña. La peña se coloreaba gris y jaspeada, no demasiado elevada, con moles de piedra macizas separadas por arrugas verdes, las compactas arrugas de los follajes. Una parte negra semejaba un único ojo, a un costado escurría agua y abajo serpenteaba un arroyo.

 

Observó un encino quemado arrancado por su mitad, ahora asomando un par de ramas reverdeciendo, eso lo reconfortó, pensó en silencio “los árboles anchos se sobreponen a las adversidades”. Entonces Niklas se sintió ancho y viejo, a los 30 años se sentía casi un anciano, a penas las primeras canas, y se percibía milenario, como los robles nudosos que imaginaba desde niño. Quizá él creció demasiado rápidamente, huir cansa, la orfandad cansa, cuidar a un hermano cansa, perder a la familia entera agota. Quizá debía establecer una familia, quizá debía acudir más a la iglesia, o cambiarse de ciudad… Lo reconfortaban las ramas verdes que emergían del encino roto y además la amistad de Belli. El profesor era platicador, un gran conversador, no se cansaba de referir situaciones y opiniones, por eso su vocación resultaba tan clara. Buscaba que las personas de la cuidad fueran cultas, fueran esclarecidas, que la juventud actual amara las letras y no las armas. Su espíritu era pacífico y comunicativo, apreciaba en Niklas una inteligencia cultivada en mitad de la adversidad, casi sin instrucción formal. Apreciaba que Niklas investigaba en autores y acontecimientos, en noticias lejanas y en libros, en opiniones de ancianos y extranjeros, el mundo entero servía de materia para las investigaciones. Para Belli su amigo significaba una joya en bruto apta para pulir con las lecturas y las experiencias, en especial, quería promover su entusiasmo por las investigaciones; estaba convencido de que el entusiasmo entregaba la llave mágica para los grandes espíritus, la fórmula que haría renacer a la castigada y dividida Alemania, ciertamente, castigada por guerras políticas y religiosas, dividida entre infinidad de principados egoístas. Le agradaba la facilidad con la que Niklas había aprendido algunos idiomas extranjeros, algo de italiano y francés, incluso latín para acceder a los mejores escritos. Las lecturas inquietas de Niklas rebasaban lo alcanzado por los monjes benedictinos, los mejores latinistas de la ciudad, y solamente un puñado de burgueses contaba con una perspicacia analítica comparable. Por si fuera poco Niklas era un hombre de habilidades prácticas, por lo que reconstruyó el mecanismo de la fuente de la plaza de la ciudad, estropeada hacía años sin que ningún vecino supera arreglarla, con esa reparación ganó una carta de ciudadanía y aprecio general.

 

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Un ojo de agua

No era la peña del rayo lo que atraía especialmente a Belli sino un nacimiento de agua cristalino manando en un costado discreto, casi al pie del macizo rocoso. Se acercó Niklas y no alcanzó a ver el lugar exacto de donde nacía esa agua, pues provenía desde dentro de una cavernosidad y ahí existía una grieta. Pensó que en algún lugar debía verse un punto preciso desde el cual salía el agua, y se preguntó si la roca o algún tipo de tierra actuaba purificando esas aguas. A Belli le encantaba beber de esta agua, degustando un suave sabor acre, ligeramente le recordaba al carbón. La consideraba la mejor agua del lugar por eso cargaba grandes bidones para acarrearla. A Niklas no le impresionó esta agua, él prefería mezclas de vino con agua corriente, lo llaman escanciado, y así saciar su sed y colmar una alegría ligera, tal como recomendaban los párrocos en cualquier pueblo.

Belli bebió entre las rocas esta agua de manantial con tanta alegría que parecía emborracharse, luego despacio se quitó la ropa y entró en una charca a chapotear. Niklas lo reconvenía en broma, indicándole que hoy no correspondía al aniversario de San Juan para bañarse. El profesor golpeaba con las palmas la superficie para salpicar, lanzaba manotadas con agua para salpicar a un mozo que los acompañaba y a Niklas, hacía buches y lanzaba chorritos desde sus dientes. Se reía y retozaba a gusto, ya creía divisar una rana y la perseguía chapoteando, no agarraba nada y gritaba  “casi atrapo a la rana entre mis manos”. Lo repitió una y otra vez, parecía jugar o simplemente fantasear, hasta que después de meter la cabeza entre la charca sacó una mano al aire y gritó triunfador: “aquí está la rana”. Lo felicitaron, mientras colocaba su trofeo sobre una roca plana, en una orilla asoleada para observarla mejor. Al cabo de uno minutos Belli soltó su trofeo, y la rana escapó de dos brincos.

Por fin Belli salió del agua para comer; traía unas carnes frías y mucho pan, con una botella de vino rojo. Durante la comida le insistió a Niklas para que revelara sus ideas. Niklas expuso sus ideas generales sobre el alma doble y su relación con la educación, tema del interés del profesor. Después de rodeos en la plática, sacó el sombrero cornado de su envoltorio, aclarando que eso no integraba el modelo final, y además debía guardar discreción sobre el avance de sus tareas. Belli quiso probar el sombrero y estuvo de acuerdo en que existía una entrada involuntaria de sonidos, ya sea por las fosas nasales o por las sensaciones corporales, operando como caja de resonancia ante sonidos graves. Belli no estaba efectivamente de acuerdo con la visión de un alma dual, prefería creer en la unidad del alma, pero prefería animar a su amigo que desanimarlo y mientras existiera una duda razonable en un tema merecía un examen detallado. Creía que el tema sí poseía interés científico y educativo. En la plática empezaron, cerca del atardecer, a especular sobre nuevos diseños alternativos enfocados hacia el mismo objetivo.

 

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La idea de un cuarto separado

Con los últimos resplandores del atardecer, mientras el sol convertía en doradas los taludes de montaña, mediante la conversación se fue conformando la idea de un cuarto separado, una habitación dual donde fuera posible separar de manera más completa las dos mitades del cuerpo, no solamente los oídos, con lo cual se reduciría la contaminación sonora, pero también la visión y la percepción de las extremidades se podrían separar. Separar no solamente los oídos, sino también ojos, fosas nasales, y extremidades… La mezcla espontánea de visión, audición, tacto y hasta olor decantada hasta su completa separación en dos campos claramente definidos. La expansión completa del tema le pareció fascinante a Niklas. Quedó extremadamente animado y agradecido con su amigo. Imaginaba un cuarto dividido, con dos habitaciones en una, de tal modo que la dualidad del alma se pudiera manifestar a sus anchas.

 

 

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La casa del árbol blanca y negra

Tardó dos semanas en terminarla, y hubiera sido la mitad de tiempo si no extraviase repetidamente sus planos. Parecía una broma, cada vez que dibujaba en la noche, al amanecer desaparecían los planos y anotaciones. Parecía un acceso de vejez súbita tanta pérdida, antes nunca había perdido nada.

Al menos el diseño resultó esencialmente sencillo. Le agradó la idea de una casita en el árbol, de hecho, un cubo pequeño, simplemente una habitación, donde refugiarse de las sensaciones que distraen. La ubicación no resultaba obligatoria, sino un gusto personal casi extravagante. El agrado por los troncos frondosos indujo a Niklas para colocar el cuarto en un patio discreto, a mitad de un fuerte roble, apoyado sobre una horquilla natural.

El aspecto interior de la construcción mostraba una combinación de aislamiento perfecto aunado a una división de ambientes. El hecho de subir por una escalera de cuerdas ofrecía un cambio de ambiente. Las paredes quedaron también forradas con corteza de alcornoque, una materia porosa y suave, refractaria al sonido, reforzada con una tela gruesa. Sin ventanas y la entrada en el piso, con una trampilla de madera que se cierra perfectamente. Una cama cómoda para recostar a la persona en el centro y una pared divisoria, atravesando el cuarto y respetando la cama central, con el espacio de la figura de un cuerpo recostado. En las proximidades de la cama la pared estaba acolchonada con la corteza de alcornoque y telas, para sellar la separación de dos ambientes diferentes. La pared intermedia también tenía una compuerta plegable para maniobrar entre ambos ambientes. Un lado de cuarto poseía colores blancos y una bombilla luminosa, el otro estaba pintado de negro y oscurecido por la falta de ventanas. Cuando el sujeto se colocaba en la cama dejaba un lado del cuerpo en cada lado, procurando que hasta las fosas nasales estuvieran separadas en cada lado.

No se realizó ceremonia ni aspaviento alguno para empezar las funciones de este cuarto dirigido a esta investigación. Niklas era un hombre práctico y deseaba iniciar sus operaciones cuanto antes.

 

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Los estudiantes del Liceo

Empezó sus pruebas con dos estudiantes del Liceo de Belli. Uno acudía en las mañanas y otro en la tarde. De un lado, actuaba un encargado de enseñar matemáticas y del otro una persona narrando. Durante un par de horas se recibía la lección matemática desde el lado izquierdo blanco mientras en el contrario se recitaban narraciones bíblicas como si fueran cuentos. El primer estudiante captaba las historias bíblicas y no aprendía matemáticas. El segundo no entendía nada de nada, se confundía y acababa dormido.

Posiblemente resultaba cuestión de acostumbrar a los estudiantes, así prosiguieron con las actividades un par de semanas sin resultados notables.

El profesor Belli opinó que esos no parecían los chicos adecuados, propuso mejor buscaran otros muchachos. Pasaron semanas y no obtenían avances notables. El logro fue que algunos chicos repitieran lo que escuchaban de la Biblia, pero no acontecía una actividad dual evidente. Entonces empezó a intentarlo con jovencitas, pero tuvieron que modificar impartiendo clases de bordado en vez de matemáticas. Después de una semana las jovencitas captaban con claridad las dos clases. Este resultado animó a Niklas, no así a Belli quien no le veía utilidad pues no aceptaba mujeres dentro de su escuela. Lo consideraba un avance, pero esto no tenía un carácter probatorio de la dualidad del alma, simplemente indicaba una habilidad de aprendizaje doble y simultáneo. Había una exigencia de plasmar estos resultados junto con una manifestación de la actividad, encontrando la manera de que lo aprendido en un lado únicamente se expresara en el mismo lado del cuerpo, encontrar la forma de que los relatos bíblicos solamente fueran reproducidos en el mismo lado por el estudiante.  Evidentemente los estudiantes cuando hablaban no servían, porque la boca es un instrumento único, así la solución debía corresponder a las manos, por eso sería indispensable conseguir un sujeto ambidiestro en la escritura.

Los requisitos se habían multiplicado, además de necesitar mujeres (quizá habría hombres pero serían ejemplares poco ordinarios) que alcanzaran a comprender dos temas separados y a escribir con dos manos separadas sobre lo aprendido en cada tema. Por esa vía esperaba Niklas descubrir la efectiva dualidad del alma, donde se revelaría la unidad del alma como una ilusión, y que el modelo razonable es su existencia dual, así tal cual: un par de almas en cada cuerpo, como dos manos y dos ojos.

 

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Entidades extrañas: dioses de muchas manos

Conforme avanzaban los experimentos, Belli se mostraba más reticente y estimaba que las indagaciones de Niklas estaban volviéndose una obsesión sin utilidad. Continuamente le sugería tornar hacia una nueva ruta de investigación para favorecer la enseñanza, principalmente.

Aunque ya sentía un logro claro, perfeccionando un dispositivo y una técnica que permitía enseñar dos cosas a la vez, mostrando dos receptáculos de educación en la misma persona Niklas estaba demasiado ansioso, dormía mal. Había visto una limitación por cuanto no mostraba éxito alguno con los varones, y además demostrar establemente la existencia de dos almas requería de sujetos poco ordinarios, ya que el aprendizaje a dos manos sonaba inusitado. En la ciudad solamente encontró a un jovencito que escribía con las dos manos, pero lo hacía torpemente, y además los padres no aceptaron que el muchacho ingresara dentro del cuarto bicolor.

El investigador empezó a padecer pesadillas con personas de dos colores que lo perseguían, con una mitad de piel oscura como el carbón. Lo atrapaban y lo ataban, lo izaban cargando hasta una cueva donde adoraban a un dios plagado de manos y brazos, gran cantidad de extremidades, y ese dios estaba molesto con Niklas. Los seguidores bicolores lo desataban, pedían fuera juzgado y luego comido por ser culpable. Se despertaba asustado antes del juicio sumario. El sueño regresaba con variaciones, como cuando no lo alcanzaban los seguidores del dios subterráneo o cuando encontraba brazos colgados entre los árboles de los suburbios.

 

 

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Choza con tilas

Le contó su sueño al librero Fritz mientras compraba frutas y un nuevo libro, el librero le recomendó que fuera a cierta choza en una aldea vecina, donde vendían una florecilla para los sueños tranquilos. Esa planta se la recomendaba como un somnífero y disipador de pesadillas maravilloso. 

Ese mismo mediodía se encaminó hacia un pequeño caserío distante algunas horas, nunca antes lo había visitado. Era un lugar únicamente habitado por cinco familias, extremadamente pobres, parecían sobrevivir recolectando hierbas y cazando furtivamente conejos y pájaros, actividades que no estaban realmente permitidas por los gobernantes locales y los aristócratas, quienes creían ser dueños de cada palmo de terreno en la comarca, con excepción de la ciudad y sus alrededores. Así, que esos campesinos pobres, sin tierras para cultivar, a penas sobrevivían hurtando frutos del bosque y cazando animales menores, porque mísero de quien fuera atrapado cazando un animal grande como un ciervo o jabalí, pues los castigos eran despiadados.

Un anciano tuerto le indicó a Niklas la choza buscada. La casa a penas se levantaba del suelo, estaba erigida con troncos viejos y adobe, parecía una creación improvisada, no parecía una verdadera casa. La puerta y la ventana indicaban unas aberturas contrahechas donde seguramente se paseaba el frío del invierno, mordiendo sin piedad. Si no defendía del viento, al menos el techo debía proteger contra la lluvia y el sol. 

Saludó Niklas a unos metros de la choza y tras la oscura puerta salió encorvada una joven mujer. Se sorprendió Niklas al mirar a esa misma ante la cual había saltado espantado una tarde en la ciudad. Eso lo alegró, porque le permitía terminar su disculpa inacabada, ahora se sentía en una posición bastante confortable.

“Hola, me ha recomendado el Sr. Fritz”

La joven sonrió: “Hola, soy Petra, ¿qué lo trae por este paraje?”

Niklas respondió “¿No te acuerdas de mí, que casi caí frente a ti en la ciudad hace unos meses?”

“Ah, sí, ya, si. Usted, claro, salió corriendo y rengueando” Se rio ligeramente, y agregó, “saltaba tan gracioso como un conejo perseguido.” Le sonreía con la mirada y Niklas se alegró extraordinariamente de que ahí estuviera el remedio para sus malos sueños.

“No siempre parezco un conejo, verá … a veces soy como un pato” y empezó a caminar con saltitos laterales como los palmípedos.

Ella se rió con más ganas. “Vaya que eres gracioso”

“No soy gracioso, no lo creo, vine porque tengo un gran problema y espero me auxilies, tengo pesadillas”

Ella siguió riendo “Conmigo se acabaron los problemas, te voy a dar el mejor remedio de la comarca. Muchos conocen la tila, pero ninguno sabe pedir permiso a la hierba para recogerla, se busca la plantita temprano, antes de que salga el sol y solamente se debe tomar un puñito de flores” Y siguió explicando el modo de empleo y siguieron platicando como si confiaran mutuamente.

Sin mayores intenciones, Niklas empezó a platicar de su infancia, de las veces que salió de pueblos, de la muerte de su hermanito, de los robles, hasta que atardeció. Se despidió de lo avanzado de la tarde.

Por pago la muchacha solamente pidió un céntimo, una moneda de cobre de la menor denominación. Niklas pensó que por eso estaban tan excesivamente pobres, regalaba sus productos en vez de venderlos. En una rápida maniobra, inundada de gentileza discreta, y en la palma de la mano  de la muchacha puso una moneda de plata en vez del céntimo solicitado. Entonces Niklas se alejó pensando que con eso podría alimentarse perfectamente el mes entero.

 

 

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Encadenado

Se enteró, el pueblo completo lo sabía, y era tomado como espectáculo dominical.  Las familias después de las misas pasaban a ver el caso de un anciano enloquecido y gritaba a ratos, amenazaba y se arrepentía. Era un vagabundo desconocido, que apareció rondando por la plaza principal, pronunciando voces, a ratos decía que era el rey de Portugal, a ratos juraba ser una doncella perdida. El gobernante de la ciudad era un cristiano piadoso, no acostumbraba apalear y expulsar a los vagabundos, ni matar a los lunáticos como en otras comarcas, en lugar de eso pagaba al párroco la manutención de algunos orates y repartía viandas a los vagabundos. En particular este orate lo mostraban encadenado en una caballeriza atrás de la iglesia porque parecía gracioso. A ratos resultaba irascible por eso lo mantenían encadenado, cuando decía ser el rey de Portugal se enojaba y amenazaba con sus puños, indicaba que mataría a los mirones si se reían, cuando decía encarnar una damisela ofrecía hacer bordados hermosos, preparar panecillos, y luego cantaba canciones infantiles con voz aguda.

Los desatinos del anciano los tomó Niklas como caso de estudio, pues daba la impresión de que se habían manifestados las dos almas distintas, en una manera conflictiva. Observaba las mismas incongruencias del rostro, con mitades contrapuestas, al modo de la dueña del hostal.

 

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La clave está en la falta de sueño

La tercera vez que visitó al encadenado cayó en cuenta en el detalle crucial y significativo, pues observó no dormía nunca, al mirarlo tan cansado e inquieto escuchó ese comentario: “Es que jamás duerme, ni por un minuto” En efecto, los personas de la iglesia le corroboraron que a cualquier hora salían ruidos de la rústica prisión, ante el oído atento por alguna seña se adivinaba no reposaba, sino constantemente sonaba el arrastrar de las cadenas o el murmullo durante la madrugada. Didur se alejó del lugar con una nueva tarea, la de investigar el efecto del sueño y su conexión con la dualidad.

En su habitación encontró elementos dispersos, indicaciones en varios libros, en las obras de selectos alquimistas las referencias cruzadas le permitían la conclusión de que las aguas de la luna fluían de manera especial sobre las gentes de insomnio perpetuo. Las referencias sobre el efecto de los eclipses sobre los insomnios prolongados le indicaban que los efluvios lunares al modificarse creaban un estado alterado en la mente, carente del reposo nocturno.

En un par de días, encontró hierbas que ayudaban a mantener despiertas a las personas, pero ninguna suficientemente inocua, y no deseaba lastimar a nadie. Debería general largos periodos de vigilia, mantener a personas despiertas durante varios días seguidos, como un medio para facilitar la dualidad. Ese medio insomne no bastaba, pues él lo debería combinar con su diseño experimental original. La conclusión para mantener despierta a una persona le pareció debía provenir de efectos ruidosos, sin armonía, con cambios de ritmos, y ocasionalmente con luces fuertes, para mejorar el resultado, además de una alimentación rica en elementos de naturaleza fogosa (asociada con el fuego alquímico) como las carnes rojas y las especias.

 

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La verdadera máquina

De inmediato puso manos a la obra para convertir su salón dual, en una verdadera máquina de la dualidad. Aprovechó lo ya logrado y lo perfeccionó. El cuarto en el árbol fue rodeado por una construcción, que permitía una entrada superior de la luz, para alimentar unos espejos que periódicamente inundarían de luz el lado blanco de cuarto. Alrededor una pared ayudaba a separar dos tipos de sonidos, de un lado grave y de otros agudos, y los generaba mediante los sobrantes de un molino de viento, de tal manera que produjera ruidos periódicos hacia el interior del cuarto, proveídos por dos fuentes sonoras independientes, y con variaciones súbitas de tal forma que simultáneamente mantuvieran despierta a la personas y le generaran las dualidad deseada.

Las piezas grandes del molino eran ordinarias, pero Niklas compuso un mecanismo completamente novedoso, que combinaba la relojería con la hidráulica. Del sistema de fuentes ya conocía, como lo mostró con su reparación de la plaza, de la relojería antes nada había mostrado. Admitiremos investigó con relojeros suizos, haciendo un modelo de gran escala. Combinaba la mecánica grande de los molinos con la delicadeza de la relojería, de tal forma los principios del péndulo y del resorte amalgamaban con una ingeniosa disposición de engranes. El arte de los relojeros se dirige a generar una repetición exacta y periódica, por la cual se puede medir el tiempo en horas y fracciones menores, en cambio este dispositivo creaba alteraciones periódicas. El movimiento interno delicadamente distribuido se magnificaba mediante conos, a manera de instrumentos de percusión que producían ruidos entre agudos y graves, separados entre las dos partes de la maquinaria.

Desde el exterior parecía la construcción como una mitad de molino con una cúpula que emanaba sonidos metálicos, variados y sin ritmo fijo, de tal manera que los ciudadanos la identificaron genérica e inmediatamente como la máquina. A lo lejos se imaginaría que era un pequeño taller del dios Vulcano generando su herrería secreta, aunque no tan enorme como un volcán. Los ingenios contenidos en el mecanismo fácilmente habrían conducido al creador como un próspero molinero o mejor un aclamado relojero.

 

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Conjeturas y vacilaciones

A estas alturas con su nueva máquina terminada, Niklas estaba orgulloso de sus avances, aunque discretamente preocupado por el efecto tan potente de esta herramienta dualizadora sobre la mente. Disimulaba su piadoso temor de que el resultado generara adversidad, y le comentó privadamente sus miedos a Belli. El profesor, como razonable persona, le recomendó de plano desechar el proyecto, si estaba temeroso de un efecto perturbador una vez dializada una mente ¿De un jovencito cuerdo emergería un demente o un idiota?. Esa opinión merecía tomarse en cuenta, la pronunciaba uno de los espíritus más claros de la comarca.

Después consultó con Fritz, quien no lo desalentó. Al contrario, lo felicitó vivamente por su osadía y le recomendó un remedio para conjurar la preocupación. Le sugirió usar una especie de conejillo de indias, aplicando su obra sobre una persona estimada de minúscula valía en el lugar. Con tal ardid no estuvo de acuerdo Niklas, ya que estimaba no existían personas de tan escasa valía para arriesgarlas a perder sus facultades mentales.

Ante sus tribulaciones Niklas también consultó al modisto, quien opinaba favorablemente no se debería desaprovechar el invento, pues tantos esfuerzos había realizado, por eso resultaba completamente imposible y hasta inmoral el desistir al final, sin importar la dificultad existente. Opinaba que para conjurar cualquier inconveniencia legal bastaba pagarle suficiente a una persona y así firmara un contrato plasmando un compromiso obligatorio donde aceptaba los riesgos de la máquina.

Todavía Niklas consultó con otras personas sin alcanzar una convicción suficiente ni una solución practicable. Al final se recluyó en el fondo de su conciencia, se puso taciturno y por tres días no habló con nadie del tema, y finalmente caminó hasta el bosque sustituto, donde seguramente recibiría las mejores inspiraciones y consejos del murmullo de las ramas.

 

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La decisión

Bajo la fresca brisa esa tarde avanzaba lentamente, las imágenes de su infancia vagabunda regresaban. Recordó la muerte de su pequeño hermano difunto a los diez años, era tan delgado, como si la comida nunca permaneciera dentro de su cuerpo. Algunas cocineras rollizas le decían que “debían engordarlo o desaparecería”. En ningún momento lograron engordarlo. En una ocasión le dijeron que si comía panes dorados como el sol lograría engordar a su hermanito. Esos panes sabrosos primero se maceran con levadura, un polvo que genera gases desagradables, luego la masa se hincha durante la noche, y a la mañana siguiente se ha inflado cual barriga de cerdo. Por eso Niklas entró a afanar en una panadería, ahí empezaba a trabajar a las 4 de la mañana y vertía la masa hinchada dentro de moldes cuadrados. Lanzaba leños al horno, colocaba los moldes en una gran pala plana, una pala tan pesada que solamente el panadero tenía fuerzas para mover. Con la pala deslizaban los moldes dentro del horno. El horno encendido rugía como un infierno. La panadería generaba un calor seco e insoportable hasta en invierno, en el verano él sudaba demasiado, y los moldes se le alcanzaban a escurrir, vertiendo porciones de masa al suelo. El panadero era muy gruñón, maldecía pues creía que la masa cuando tocaba la tierra se corrompía, y le gritaba constantemente a Niklas. El material caído lo descontaban. A veces, en la paga entregaban hogazas doradas, con olor y sabor deliciosas. En ese tiempo se alimentó con pan su hermanito, pero tampoco engordó con las hogazas doradas, y al año siguiente se quedó dormido, jamás despertó el hermanito.

Cuando el sol se ocultaba alcanzó a entender que el sitio dentro de la máquina estaba reservado exclusivamente para él, pues su obra y su persona estaban unidas por entero, entonces él sería la primera y quizá única persona con derecho a probar la dualidad del alma. Importaba embarcarse, arriesgarse en carne propia, como el marinero Colón decidido a ganar su nueva ruta o quedar en el intento. La brisa entre las ramas cantaba entraba Niklas en un mar de osadías, sin interesar las consecuencias prácticas que esto acarrearía.

 

 

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El testamento

Comunicó su decisión a Belli, quien trató de disuadirlo con muchos argumentos. Sin embargo, en ese momento era imposible disuadirlo con palabras. Ante la terca decisión de Niklas, Belli le suplicó que, al menos, avisaran a un doctor recientemente avecindado en la ciudad, el Dr. Shuem.

La decisión también la objetó Fritz, quien le cuestionaba que solamente Niklas podía hacer la recopilación de las observaciones, manteniéndose como observador y no como experimento. Este aspecto sí hacía dudar a Niklas, pero encontró el subterfugio comprometiendo a Fritz a realizar la narración completa y publicar lo encontrado si él mismo resultara incapacitado por el proceso de dividir el alma.

El modisto no le objeto tanto, pero le requirió un escrito a manera de testamento donde claramente se incluyera el trato del cargamento de pieles que el modisto seguía pagando pieza por pieza. El punto resultaba interesante, porque los parientes cercanos de Niklas estaban perdidos, resultaba ilusorio localizarlos, pensar en los extraviados y el destino de sus posesiones resultaba una distracción inútil.

Después de darle vueltas al asunto también pensó que seguramente no moriría durante la tentativa, y se centró en la eventualidad viable, es decir, temía una desgracia, donde cayera en una especie de locura, motivada por dualidades inmanejables. Entonces, en vez de un testamento, pensó en una boda, porque acumular recursos le impulsaba a dejarlos a una pareja. La única persona que pensó para tal perspectiva de boda fue Petra.

 

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Una boda precipitada

En principio Niklas pensó inadecuado revelarle a Petra el riesgo de su proyecto, la máquina, a su parecer, permanecía como asunto de hombres, y si tomaba una esposa sería para que lo cuidara en caso de recaer en debilidad mental, aunque fuera transitorio, y también heredarle sus modestas posesiones. Pensó que no le agradaría vagar extraviado comportándose entre disparates y lástimas como el anciano encadenado.

Se hizo acompañar por Belli para pedir la mano de Petra. El profesor le argumentaba, con cautela, que casi no conocía de la muchacha, previniéndolo para cerciorarse de que fuese una doncella dulce y entonces, dada la adversidad, entonces sí cuidaría con decoro de su marido. La impresión de Belli fue atroz por la choza que ella habitaba. Ya antes se lo había advertido esto Niklas, y corroborarlo le molestó.

La joven los saludó con alegría, pareció dar un pequeño brinco a ver a Niklas.

Dijo: “Qué gusto que regresaras, dejaste un dinero por error, ya te lo regreso.”

Belli estaba en antecedentes, miró a su amigo, y le dijo al oído “al menos ella es honestísima.”

Niklas dijo: “no vine por el dinero, estoy aquí por ti, por tu causa.”

Ella: “No te entiendo ¿qué me dices?”

Niklas soltó rápidamente: “Estimo que eres hermosa, y si no tienes inconveniente, vengo a solicitarte en matrimonio.”

Ella: “Me lo puedes pedir, y agradezco lo pidas, pero no creo que nadie se quiera casar conmigo porque crío a un pequeño.”

Niklas: “¿Pero no eres casada?”

Ella: “No, no soy casada, ni le importo a nadie.”

Niklas: “Entonces nos podemos casar este domingo, y puede traer a tu niño a vivir a la casa, en la cuidad.”

La muchacha se quedó callada, abrió grandes los ojos, tomó aire y se sentó. Una bandada de pájaros tordos cruzó entre el bosque.

Ella: “No te entiendo.”

Belli: “El señor Niklas la pretende en matrimonio y no le importa nada más, mi amigo es de convicciones firmes. Yo mismo no lo entiendo, pero él le ofrece el santo sacramento del matrimonio, para realizarse en la iglesia, con la solemnidad acostumbrada.”

Ella: “No tengo vestido para casarme.”

Resultaba evidente, tenía solamente un vestido, el que usaba a diario, los remiendos se sobreponían unos a otros.

Dijo Niklas: “Yo compraré tu ropa, te doy para mantenerte, y es más te dejaré dinero bastante. La boda ya deberá cumplirse este domingo.”

 

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Dentro del cuarto dual

Como si fuera la primera vez, así entró dentro del cuarto. Entonces estaba acompañado de dos profesores, uno de matemáticas u otro de religión, y aún así, se encontraba de un ánimo completamente solitario, dispuesto a atravesar un aire denso y concentrado que se respirada dentro de su máquina. Ese lugar era único, no quedaba destinado a nadie más, figuraba cimero como un trono confeccionado para un exclusivo rey, igual al sitial de los simples pollos dentro de su huevo original, jamás tendrían otro. Posiblemente sus emociones propias le generaban una sensación de densidad aérea, de una gelatina en vez de aire normal. El corazón saltaba agitado, le zumbaban hasta los oídos.

Era sábado, destinado como día de pruebas, lo anterior había sido como una larga diversión. Había aprendido a escuchar dos conversaciones como si participara en un juego, en las mismas sesiones de estudio dual con los jóvenes había forjado esa habilidad. A eso debía sumar que él era un ambidiestro natural, cuando buscó ambidiestros en la ciudad le parecía raro que no se les encontrara si él mismo poseía esa habilidad, y no se sentía tan exclusivo. Pero ahora los elementos reunidos deberían decantarse, desembocaba como la precipitación química para convertir líquidos en cristales refulgentes. Ahora sus habilidades duales posiblemente se convertirían en el crisol de dos almas perfectamente diferenciadas para aprender separadas, escribir y hasta hablar separadas.

Al acostarse y acomodarse entre las dos secciones del cuarto imaginó el ritual de las pompas fúnebres donde acuestan con solemnidad, entre terciopelos e inciensos a los príncipes, mientras un obispo pronuncia una larga oración en latín. Alguna vez asistió a un evento de esos y lloró, no supo el motivo de sus lágrimas, ignoraba en ese entonces el idioma latín en que el obispo hablaba.

Tardó en acostumbrarse al lado luminoso y oscuro separados. Empezó el ejercicio didáctico y el mismo Niklas se sorprendió de lo claramente que entendía la narración bíblica y el curso de matemáticas simultáneamente. El relato contaba la parábola del hijo pródigo. En matemáticas comprendía las fórmulas de un poliedro y la manera de calcularlas. Respondió a las preguntas de esa lección escribiendo con una mano diferente cada tema. Se sintió satisfecho pero no percibía todavía esa dualidad específica, esperaba que el fenómeno se mostrara al evitar el sueño durante, al menos, tres noches seguidas.

Al anochecer se encendía la operación maquinal, la cual proporcionaba los ruidos que impedirían el sueño, junto con los alimentos cárnicos y saturados de especias. En ese anochecer comprobó el correcto diseño del lugar, los sonidos manaban completamente distintos en tonos y ritmos; resultaban incómodos sin convertirse en mortificantes, lo suficiente para perder completamente el sueño. Inició animado, imaginando cualquier cantidad de situaciones, y repasando las bases de su teoría, así como efectuando resúmenes mentales de la historia de su inventiva. El sueño no lo visitaba durante las primeras horas de la noche. Avanzaba la madrugada cuando empezó a tener enormes molestias en el cuerpo, la espalda y las piernas le fastidiaban, sentía rígido el cuello y le picaban las manos. No había tomado en cuenta la obligación de mantenerse boca arriba sin moverse durante larguísimas horas para recibir los efectos por completo. Estaría despuntando el alba cuando debió abandonar la posición que se había convertido en insoportable, se giró hacia un lado, colocándose en posición fetal y descansó por unos minutos, evitando con cuidado el dormir. Al rato decidió dar un breve paseo fuera del cuarto y aprovechó para desahogar su vejiga.

Para Niklas la salida parecía una tregua, un cese al fuego dentro de una dolorosa guerra que debía ganar, de hecho ya preveía el interrumpir en momentos por necesidades físicas y de alimentación. Permaneció sentado en el jardín, sobre una pastura seca y en posición cómoda hasta clarear el alba, cuando regresó al interior.

 

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El primer día completo

Una hora después del despuntar del astro rey llegó Petra con el desayuno. Bastaron unos pocos días previos para que se entendieran perfectamente, ella era alegre y paciente, siempre preguntaba por sus tareas de cada jornada y las palabras de Niklas sonaban como órdenes para ella. La mujer había crecido como un animal de granja, acostumbrada a malos tratos y miseria; la comida diaria le resultaba un beneficio inesperado; la textura de una cama la sorprendía pues desconocía el gusto por dormir en un lecho blando.

La comida debía servirse breve y frugal. La instrucción para recibir información durante la estancia en el cuarto era comentar desde un lado y recibir respuestas escritas de ese mismo lado, pero como ella no sabía leer, Niklas accedía a hablar.

Quiso tocarla en la mano, alternativamente desde cada lado. Le parecía algo diferente según en la sección que estuviera, pero no podía fijar o definir esa diferencia, quizá simplemente percibía un matiz y no una señal de la separación del alma interior.

 

Niklas sentía su cuerpo esponjoso y demasiado tiesa la espalda, los músculos como cuerdas estiradas. Pidió hierbas sedantes para aguantar mejor el rato. A la hora de la comida le proporcionaron un compuesto que calmó sus molestias. Luego de tal alivio de nuevo estaba en condiciones de escuchar a los dos maestros. La narración bíblica de la ballena tragándose a Jonás lo impresionó como nunca, jamás había tomado interés por ese pasaje. Ahora el mismo se sentía como tragado por una enorme ballena, una bestia marina bicolor creada por él mismo. Imaginó largamente la sensación de claustrofobia atrapado por un animal enorme, copado por la oscuridad, y por lo mismo perdió el hilo de la lección de matemáticas, pues la escuchaba sin atención.

 

Al despedir a los maestros pidió de favor que trajeran a su mujer sin un motivo específico. Cuando la miró sobre el fondo del lado oscuro del cuarto Niklas se puso a gemir, pues le entró un sentimiento agudo de tristeza y de pena. Ella intentaba consolarlo con palabras suaves y le pedía regresara a casa si estaba acongojado. Por supuesto que Niklas se negó a abandonar su tarea.

 

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Profundidad de la noche

Se dio cuenta desde el principio que esa noche representaba la prueba de resistencia. Ese evento abría su sitial de honor, y se imaginaba con tristeza el no reunir la fuerza para resistirlo. En ese anochecer empezaban a regresar las molestias agudas de la espalda. Al caer la noche incrementaron los ruidos distintos en ambos lados. Un asistente desde el exterior simplemente jalaba una palanca y se desataba un mecanismo complejo, del cual estaba orgulloso Niklas, pues empleaba una aplicación de un mecanismo de relojería. Existía una enorme investigación de fondo, la cual diseñó el soporte de la maquinaria, pues antes era imposible lograr un ruido metálico uniforme que no fuera repetitivo. Si un relojero viera el mecanismo se quedaría sorprendido por la alteración tan creativa de los diseños originales, lo que para un cronómetro es uniformidad, aquí se había convertido en sonidos variables a tiempos discordantes. La divulgación de ese mecanismo de movimientos discordantes habría coronado alguna fama para un inventor de otra disposición.

 

Al acercarse la media noche se incrementaron unas sensaciones acuosas y molestas. El aire se convertía en un líquido y costaba cada vez más la respiración. Niklas sabía que proveía simplemente una sensación ilusoria, resultado de sus músculos mortificados, aunada a la falta de sueño. Posiblemente revelaban las primeras manifestaciones de la disociación. Pensó que al contrariar el efecto de la luna se facilita la separación de las dos almas. El frío nocturno se incrementó entre su carne, eso indicaba una sensación y no un registro del clima. Los sonidos se volvían molestos, en especial los agudos desde el costado. El hombro derecho se le acalambró, por eso volvió a recostarse de lado, perdiendo el efecto perfecto de la separación entre dos secciones del cuarto. El rato colocado de un lado no fue suficiente. Sentía un sueño aplastante, así que encendió una luz adicional del lado blanco, se recostó mirando hacia la luz y así esperaba despejarse. Los párpados pesaban en creciente. La comida ingerida había sido insuficiente. La espalda media le trituraba los riñones, se dio cuenta de sus riñones doliendo con una punzada latiendo al costado.

 

Intentó tranquilizarse y se colocó de nuevo en la posición adecuada, boca arriba en la perfecta mitad. En eso escuchó a alguien llamándolo a desde la oscuridad, afinó su ojo intentando penetrar la penumbra pero nada vio. Estimó esa voz producto de un sueño, se reconvino suponiendo haber estado durmiendo. Movió su mano, la agitó y se sintió despierto. Al detener los movimientos de la  mano, volvió a escuchar la voz desde lo más oscuro, y entonces pensó en el despertar de una voz independiente, que esas palabras desde afuera podían mostrar su alma dualizada.  La saludó con palabras casi imperceptibles y no obtuvo respuesta. La oscuridad permanecía en silencio solamente con los sonidos maquinales, aunque él susurraba palabras invitando a esa voz. Se calmó y divagó, decidió que apenas parecía una ensoñación. Unos minutos después volvió una vocecilla en el trasfondo oscuro de la habitación. Se preocupó primero, luego saludó con palabras claramente audibles pero sin respuesta, sin embargo quedaba un eco grumoso, como una risa bajo los sonidos de la operación mecánica. Bajo la cortina de ruidos mecánicos un murmullo estaba creciendo. Empezó a inquietarse seriamente y a atemorizarse.

 

Despertó nervioso, y eso significaba, “dormido en algún momento”, ni los ruidos ni la luz eran suficiente argucia. Se sintió decepcionado, pero estaba cansadísimo, así que no durmió mucho. De nuevo un murmullo desde lo oscuro, de tal modo era notorio que no había duda, no había sido un simple sueño. El murmullo parecía armado de vocecitas, una especie de letanía religiosa, renuente a responder. Niklas hablaba en voz alta y la letanía bajaba de volumen, casi callaba. Insistió varias veces hasta que escuchó fuerte y claro, sobrepuesto al ruido de la maquinaria: “Sí, siempre he estado aquí, soy el del otro lado, pulpo de la noche…” La voz sonaba clara y metálica, hacia un eco y parecía salir desde su propia cabeza. Reflexionó y creyó que en definitiva la voz salía desde su cabeza, como si atravesara por los músculos y huesos. Tras esa convicción de un coro de vocecillas saliendo desde su interior sintió que la piel se le enchinaba. Una corriente eléctrica recorrió su espalda. Entonces alarmado se imaginó hundiéndose en alguna clase de infierno, incluso, temió que un demonio rondara cerca. El cuerpo le dolía y sentía calor, como si la cama tapara un horno. Intentó levantarse pero sus manos permanecían desmayadas, también sus piernas. Luego del esfuerzo por moverse cuando intentaba hablar ya no articulaba sonidos ni movimientos de la boca. El cuerpo yacía como una goma pesada, que sin reacciones permanecía aplastada por tentáculos invisibles. Miraba el aire y sentía pesadez, como una efectiva plancha corpórea, incluso creía que los pliegues de la ropa dibujaban los tentáculos de un pulpo fantasmal. En su espanto concentró la voluntad para mover una mano, pero la sentía presa de una loza de piedra. La mano no reaccionó. Desistió, y no quiso oír de nueva la voz, pero la voz regresó: “Y ahora no me quieres escuchar, me vas a escuchar, ahora y siempre, el pulpo ha nacido…” El sonido fluía más metálico, con un rebote secundario como el agua golpeada. Otro escalofrío recorrió varias veces su espalda. Le ordenaba a sus manos moverse y apenas sintió que un dedo índice se movía, concentró su atención en ese dedo, le suplicó que se despertara. El dedo se empezó a mover, le insistió a los demás dedos indispuestos. Empezó a mover la cabeza, la volteó  hacia la luz, la cabeza cayó, y al menos los ojos ya le respondían. Siguió intentando moverse y pasó un tiempo aparentemente largo, sin que Niklas lo midiera. Finalmente la opresión de un cuerpo encimado pareció ceder, su mano derecha empezó a responder y jaló las sábanas, el movimiento de la tela lo reconfortó. Un minuto después ya estaba moviendo una mano completa. Ya respiraba sin tanta opresión en el pecho. Aún incapaz de incorporarse, al menos movía la mano intentando contagiar al resto del cuerpo con vitalidad. Luego los brazos respondieron, por lo que jalaba la ropa y tocaba las piernas esperando despertaran. Sin noción del tiempo transcurrido Niklas se logró incorporar.

Alarmado, sin entender, se apresuró y bajó del cuarto y entonces detuvo el mecanismo de la máquina, requería silencio para recuperarse. Calculó las tres de la mañana, no había luces afuera y la luna estaba completamente oculta. Decidió retirarse del sitio para ir a su casita y calmarse, cuando volvió a escuchar la voz metálica proveniente desde lo más oscuro de la noche: “Ahora a escuchar, ya me empiezas escuchar, pronto verás el pulpo…” Se volvió a escalofriar y pronunció una frase a medias (“eso nunca se…” como conjurando un peligro.

 

Pensó en el primer rezo, como si una oración fuera espantar a un diablo. Ignoraba lo que estaba espantando. Empezó a caminar con prima y pronto entró a su casita. Su mujer, hondamente dormida y el niño también. Sin hacer ruido se deslizó a la cama. Pocos días había pernoctado con su mujer, permanecían como dos personas casi desconocidas. Ella, profundamente dormida acunó el cuerpo de Niklas, a su vez, acurrucándose. Él la sintió cálida, como si asiera una balsa caliente en medio de una tormenta gélida. Cerró los ojos asechando cualquier ruido, cualquier señal de una voz hostil y metálica. El calor y la compañía calmaron los ruidos nocturnos, el brillo del amanecer lo calmó y finalmente se quedó dormido.

 

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El furor de los simples

Sin comentarlo con nadie, desde que despertó le daba vueltas a lo sucedido. En su mente no rondaba miedo sino una triste preocupación, ahora se aclaró para él, la dualidad de almas no resultaba olvidada en los estudios de los grandes filósofos por improbable, sino por dañina. Si el cerebro pierde la unidad del alma, siente un desgarro interior, posiblemente se atacan y contradicen las partes bisecadas, como los pueblos guerreros cuando se odian. Desde el punto de vista de la investigación estaba en lo correcto con sus objeciones, pero parecían conducir hacia nada práctico, parecía al tonto del pueblo quien para demostrar que el mosquete está cargado lo dispara sobre su propio pie. Revelar sus investigaciones no lo conduciría sino a un callejón sin salida. Los resultados parciales no parecían útiles para los maestros y su hipótesis esencial no aportaría a los filósofos, pues la dualidad del alma permanecería como un momento enfermizo, una rareza del alma, para colocarse entre los delirios de la naturaleza, igual que los pulpos de las profundidades oceánicas. En ese momento creyó entender por qué sus tormentos adquirieron la figura de un animal de ocho tentáculos… Seguir experimentando le parecía inviable, mientras su deseo (o la continuidad inercial de su búsqueda) se resistía a abandonar el proyecto. Entre agitadas emociones intentaba descubrir una salida.

Apenas disfrutó de medio día para descansar y asentar sus ideas, cuando oyó gritos ante la puerta de su casita. Escuchó unas pedradas azotar el techo y una voz ronca intentando de imponer algún orden. Sacó del cajón una pistola para esconderla bajo el pantalón, por si acaso, y asomó su nariz por la ventana. Una multitud de habitantes, más de cien, alborotando, y cualquier multitud siempre suma de modo diferente a sus partes. Dentro de una muchedumbre resulta casi imposible distinguir a las personas que la integran: las manos se multiplican, los pies azotan, los torsos integrados, ojos en cantidad, cabezas agitadas, un enorme desplazamiento, con ritmo pausado y descompuesto.

Al frente protagonizaba el párroco de la iglesia, Gruffe, levantando las manos y reconviniendo, como quien intenta tomar el control de la situación. El párroco estaba ataviado con una sobria túnica negra, pero sobre su espalda tenía bordado el contorno de un pulpo. Intentaba callar a las personas, como sí él fuera a tomar la palabra, sus ademanes indicaban  autoridad, él debía estar al frente y el grupo quedar atrás. Cada párroco en las ciudades pequeñas ostentaba una gran autoridad, aunque en esos años la soberanía de la cuidad se dividía entre varias iglesias.

Este resultaba el mismo párroco que lo acababa de casar en santo matrimonio. Ciertamente, tuvo un ligero altercado por desacuerdo en cuanto al pago de los servicios, ya que Niklas había solicitado flores, un mantel limpio en el altar, inciensos, una alfombra y los anillos incluidos. En la ceremonia el mantel estaba sucio, faltaron inciensos, no apareció la alfombra y el párroco olvidó los anillos de boda. Esto no fue impedimento para la rápida ceremonia y el sermón fue del gusto del nuevo marido. A la hora de cobrar el señor Gruffe insistía en el pago completo prometiendo entregar luego los anillos, a lo que el esposo se negó, y forzó a un descuento al momento del pago. En principio pensó Niklas que el párroco acudía a exigir su deuda, y quizá sí lo hacía.

Cuando calló a la multitud, el señor Gruffe se dirigió en voz alta hacia la casita:

“Escucha, los ciudadanos consideran impía tu máquina, la quieren quemar inmediatamente, pero yo por prudencia y piedad cristiana los he invitado a que no la destruyan, sino que vengan caritativamente a rogarte la santifiques con agua bendita, y a que la silencies por completo, principalmente en la noche, pues tus vecinos no han podido dormir, dicen sale un ruido infernal que no ha cesado en dos noches. Hermano Niklas confío en tu amor a las sagradas escrituras y entonces por prudencia y caridad…”

Un chimuelo entre la multitud interrumpió “Mejor le sacamos a su diablo con un trinche” agitando su peligrosa pértiga de metro y medio para atravesar el heno. Y la gente alrededor se rio.

El párroco los volvió a callar y puso el ceño fruncido. Ciertamente juzgaba a sus feligreses capaces de trinchar a Niklas, por menos de dos noches de insomnios.

Observaba Niklas por la ventana, dejando asomar su perfil y saludando al párroco. Sintió la gravedad de la situación, los vecinos ya en otras ocasiones habían tomado justicia en su mano, sin hacer caso de razones cuando sentían una ofensa. Un dolor abdominal le invadió cuando observó el dibujo sobre el vestido negro del párroco. Además miró rostros conocidos alterados por la furia, otros simplemente expectantes. Tres meses antes se había juntado una multitud para pillar y apalear a un par de fuereños sospechosos de un robo, uno murió por golpes y otro lo aventaron malherido al borde de la ciudad, amenazado para que no regresara jamás.

Siguió el párroco: “Los queridos vecinos están demasiado molestos, y me he permitido acudir en propósito conciliador, ellos están alarmados porque temen salgan fantasmas de su máquina señor Niklas. Le vengo a suplicar que cumpla con su conciencia y que evite cualquier escándalo. Esta es una ciudad tranquila. Espero con humildad su respuesta señor.”

Desde la cocina se colaba el sonido de un llanto suave, Niklas no distinguió si era el niño o la cocinera. Cubierto por el marco de la ventana, evaluando la gravedad del asunto, respondió: “Su señoría, párroco Gruffe, les suplico me disculpen por las molestias ocasionadas. He comunicado a las autoridades de mis investigaciones, y en ningún momento la máquina acarreará fantasmas, y lamento las molestias de ruidos en las noches, que era mi intención…”

Desde el grupo otro gritó: “Sus ruidos de la noche agitan a los fantasmas…”

El párroco movió la mano en señal de que callara, pero mientras otro agregó: “Y molesta a los vivos y hasta despertaría a los muertos”

El párroco los reconvino: “Demostremos respeto a nuestro conciudadano, no se portan como buenos fieles. Continúe señor Niklas”

La voz le tembló un poco más, observó que el grupo se acercaba como cuando aprieta un ejército enemigo el cerco. La muchedumbre amenazaba ingresar sobre el minúsculo patio al frente de su casa, entonces se apresuró a decir: “Les repito, les repito, haré lo que cristianamente nos recomienda su señoría Gruffe” Se dio cuenta luego, de que habló sin pensar, así estaba echando por la borda lo alcanzado, por su prisa y temor estaba comprometiéndose a silenciar su máquina. Dejó de hablar, esperando que su error no fuera demasiado evidente.

El párroco profundizó el hilo del argumento dirigiéndose a la gente: “Ya ven, que una plática pacífica y cristiana evita desvaríos, el señor Niklas se ha comprometido a deshacerse de su artificio, evitando cualquier ruido y haciéndola bendecir a la brevedad, para que ya no tengan temor de fantasmas ni de ruidos” Y volteó a mirar buscándole los ojos a Niklas para una aprobación completa. A éste la mirada de Gruffe le pareció como un pelotón de fusilamiento para su máquina. Ya estaba atemorizado por el curso de sus experimentos, luego la multitud, ahora el párroco le ganaba sobre sus palabras, y también se obligaría a pagar agua bendita y plegarias adicionales sobre su máquina. Por estos acontecimientos condenada al silencio perpetuo.

Mientras la multitud se agitaba, el corazón derrotado de Niklas recordaba el triste destino de Giordano Bruno, quemado en una hoguera de la Iglesia católica. Escuchó un llanto más fuerte desde la cocina y, con un temblor de la barbilla imperceptible, entonces Niklas dijo: “Ciertamente, vecinos, se hará como su señoría Gruffe indica.” El párroco extendió ambos brazos y los asistentes gritaron en señal de aprobación antes de retirarse…

 

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El testamento de la distancia

Me encargó a mí, el metalúrgico Lugger, a este vecino que mínimamente figuró en esta aventura; sí, Niklas encargó conservar sus anotaciones y desmontar pieza por pieza su máquina. Debo confirmar que él sostuvo su creencia en la dualidad del alma, pero la hundió dentro del pozo de su silencio y creyó preferible evitarla para no sucumbir. Después de la bendición del párroco, yo mismo desmonté todo y guardé piezas útiles como esos engranes, que ofrecían aportaciones ingeniosas para la manufactura de hilos. Abandonadas las ilusiones, Niklas se mudó a un sitio lejano. El agotamiento había sobrepasado sus límites, dijo que se establecería en una diminuta isla en el Mar del Norte, donde la vida resultaba apacible y los barcos anclaban atestados de mercaderías, ahí remataría lo restante de sus valiosas pieles. El filósofo Leibniz no recibió informes del intento por contrariarlo, la idea de la mónada del alma seguiría navegando sin un desafío experimental. Belli lamentó su partida, pero le consiguió un salvoconducto para el Norte del país. Entre el olor de las peras un domingo, Fritz sollozó solitario por la nostalgia del amigo lejano. Heinne lamentó nunca comprar las demás pieles, pero al menos no las obtendrían sus competidores cercanos. Con los años los vecinos olvidaron las molestias de la máquina de Niklas y su recuerdo fue desapareciendo. Los hilanderos de la región nunca sospecharon de dónde provenían esos engranajes. Después de esa separación tampoco recibí más noticias de Petra.