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domingo, 7 de mayo de 2023

RESEÑA “EL VIEJO Y EL MAR” DE HEMINGWAY

 



 

Por Carlos Valdés Martín

 

Despojos del marlín

Este cuento incluye un final prodigioso que reclama un análisis prolijo. La dinámica del trabajo esforzado es llevada en este relato hasta su extremo, el pescador anciano es superado por la adversidad, cuando su pesca es devorada por tiburones oportunistas. Tras una agotadora lucha queda el despojo de su marlín, que sigue siendo un ser impresionante: un esqueleto marino, testigo mudo del esfuerzo.

La belleza está en los ojos de quien la mira, además se permite imprecisiones, cuando el despojo del marlín irradia belleza, por más que sea un raro despojo de espinazo y cola. Una belleza inusual, revelada a la mirada casual, conforme una turista ocasional descubre su majestad escondida en tal despojo del marlín. El mesero que responde sobre ese objeto misterioso y bello, señala anuncia al despojo de “tiburón”; pero eso permite una confusión, donde apunta hacia el rival misterioso del pescador. El tiburón es una amenaza oscura e indefinida, que no logra destruir la belleza de la lucha. Los restos del marlín se convierten en un trofeo imposible de vender y valuar, descansando fuera de cualquier concurso y consideración, en proceso de desaparición en el ocaso junto a la playa.[1] Lo que fue agonía y combate desesperado en el mar junto a la playa se presenta como testimonio misterioso, sin evidencias completas del origen, a menos, que seas un lector y testigo de lo acontecido. En ese sentido, únicamente el muchacho y el lector son cómplices del ciclo completo; el resto del mundo nunca se hará una idea de lo sucedido. La explicación de porqué un despojo resulta tan singular y único,[2] saturado de belleza agónica, tal como de define en lo “sublime”, está demostrado en la narración completa.

 

De la hombría y sus pesares

El relato está saturado de un machismo encantador, fuera de moda y anacrónico ya hace un siglo. El viejo pescador, Santiago, representa el eco de una fortaleza física singular, por eso los suyos “Eran unos hombros extraños, todavía poderosos, aunque muy viejos, y el cuello era también fuerte todavía”[3] Con precisión en el personaje del viejo es una fuerza agónica, una musculatura decadente que se contrapone a la voluntad vigorosa, dispuesta a cumplir proezas.[4] El sistema de jerarquías interpersonales y de valoraciones del relato es complicado. El viejo Santiago está al borde de hundirse, sin embargo, ha estado en la cima, como se muestra en un relato sobre su madurez, cuando lo apodaron el Campeón. En su madurez, él ha sido un portento de fuerza y voluntad, según lo narrado en la lucha de pulsos con el negro de Cienfuegos, la épica batalla donde ambos quedaron trabados en el juego de pulsos, desde el domingo al lunes, una batalla insomne y equilibrada, donde demostró que su voluntad por vencer era sobrehumana. Por ese episodio, Santiago tuvo un tiempo el apodo del Campeón.[5] Eso sucedió hace muchos años, en el presente del relato, el viejo pescador es un eco de esa fortaleza.

Esa potencia física decaída se compara con las fuerzas de la naturaleza, especialmente contra los enormes peces: el marlín y el tiburón. Esos grandes animales son el punto de comparación práctico y vital, porque en bote rudimentario, la pesca que practica Santiago exige un esfuerzo físico enorme, donde el pescador gana la partida contra el animal.

 

De vejez con méritos

Este viejo pescador es un campeón solitario y sin corona, aferrado a una profesión donde subsiste duramente. Su habilidad de pescador es notable, por más que las fuerzas menguan, unido a que sus recursos técnicos son los mínimos. Él es orgulloso y resistente, adaptado al ambiente por décadas de enfrentar al mar y sus peligros. La narración suena a canto de ocaso y miseria, un sonido lastimoso de quien está al borde de su final.

No sólo el viejo Santiago, sino todos los personajes son humildes y algo supersticiosos ante lo impredecible de la pesca. Creen que pasa el tiempo sin obtener una presa importante porque están “salaos”[6].

Ante la falta de medios técnicos, fuerzas físicas y conocimientos es lucha desesperada se eleva como más meritoria, rayando en lo heroica. El personaje Santiago resulta en una especie de héroe envejecido, rayando en Cristo redentor, aunque su causa es la simple travesía marina en busca del sustento en forma de marlín. Ese trabajo duro, además de subsistencia, resulta también un motivo de existir, casi una religión de soledades.

 

La mar fémina y las irrupciones súbitas

En la perspectiva de un relato entre puros varones, es el océano el elemento femenino constante y eso lo explica con detalle sobre cómo la veía Santiago: “Decía siempre la mar. Así es como le dicen en español cuando la quieren. A veces los que la quieren hablan mal de ella, pero lo hacen siempre como si fuera una mujer (…) Pero el viejo lo concebía siempre como perteneciente al género femenino y como algo que concedía o negaba grandes favores, y si hacía cosas perversas y terribles era porque no podía remediarlo.”[7] En este relato lo peculiar de esa mar femenina es su capacidad para generar súbitos dones, emanaciones extraordinarias de distinto calibre y talante. El gran marlín jala hacia las profundidades, se resiste a salir y quedar expuesto; de repente, cambia de opinión y salta: “Justamente entonces el pez irrumpió en la superficie haciendo un gran desgarrón en el océano y cayendo pesadamente luego. Luego volvió a irrumpir, brincando una y otra vez”[8] Ese tipo de irrupciones de los peces son estallidos terribles o delicisos, un emerger a la vida, el borde de las agonías y de las victorias.[9]

 

Naturaleza hostil

En este relato la naturaleza del mar resulta hostil, aunque no de manera uniforme. Algunos de los peces resultan una especie de amigos o colaboradores, mientras que el tiburón es la contraposición, encarnando a un heraldo de las desgracias. El resultado de esa hostilidad del medioambiente marino son las heridas, los golpes, la sed y el hambre. Además, el fruto del trabajo resulta tan escaso, casi en el límite de lo fantasmal, simbolizado por la cabeza del marlín, como único testigo de una pesca prodigiosa y fracasada. Ahora bien, el mar asoma un potencial de enormes riquezas —aquí representadas por un colosal marlín—, las cuales muestran más acendradamente la dureza de la miseria, cuando por la derrota se desvanecen en ilusiones.

Durante la lucha agónica entre el pescador y su presa el factor representado por el hilo de jalar, simboliza el vínculo indestructible. De tal manera sucede, que el vínculo forma la unidad imposible de romper, son los lazos de un matrimonio sagrado entre el cazador y su presa en el animismo, cuando el cazador también es la presa.[10]

 

Gigantomaquia por el gran pez

A despecho de su debilidad creciente, el viejo Santiago, tiene arrestos y es capaz de ganarle una complicada lucha al descomunal marlín. Se afirma que este pez es el más grande que ha visto en su larga vida y que emplea su tremendo vigor en defenderse. Esa parte también es una lucha de astucia y mañas. En esos forcejeos agónicos evocan el clásico combate por Moby Dick,[11] con su diferencia de matices, pues entre el viejo Santiago y su marlín hay un nivel más parejo, lo llama “hermano” y reconoce que es un duelo a muerte entre iguales.[12]

El viril anciano logra derrotar al enorme pez, sin embargo, por lo reducido de su bote no puede dejarlo arriba y debe atarlo a un costado. Por esa condición de fardo flotando, el cadáver del marlín queda a merced de la “mala suerte” representada por los tiburones. Después, los primeros combates del viejo contra el tiburón terminan con éxito, pero el escualo es como la hidra de nuevas cabezas, por lo que acuden más tiburones para disputar al marlín, devorándolo a pedazos. La fiera del reino submarino, al extenderse en una especie de manada salvaje[13] también se agiganta para abatir al viejo heroico. Ante los repetidos embates, la presa va siendo destrozada. El navegante queda herido y agotado. Al final del viaje ya han devorado la carne completa y queda el espinazo con una bella cola.

 

El candor y la red de jerarquías

El amigo Manolín, que se muestra amable y afectuoso con el viejo es la contraparte perfecta del relato. Pone un vínculo de emoción y fraternidad desinteresada, porque el chico no busca ventajas económicas, sino una combinación de admiración y ánimo protector. Sin embargo, Manolín no es decidido y es refrenado por sus padres, que suponen que otros pescadores sí tienen suerte. La contraposición entre la juventud y la vejez está marcada por la relación entre Manolín y Santiago, para dejar más marcadas las diferencias entre edades distintas. Para redondear la relación, siempre hay una lealtad entre ambos, incluso más notoria en el chico que desafía la obediencia a sus padres, para mantenerse cerca de Santiago.

Resulta compleja la red de jerarquías entre los personajes y sus condiciones que se describen. El protagonista, por ser el eje, siempre es la cúspide, sin embargo, está agonizando, casi a punto de su caída definitivas, simbólicamente es un rey sol del ocaso, preparándose para morir. Incluso la escena de su último sueño representa a su muerte, bajo la mirada del amigo.[14] El marlín más grande visto también es la cúspide de la escala de peces, en cuanto fue el más grande conocido y lleno de vitalidad. Cuando las dos cúspides jerárquicas combaten definen un duelo caballeresco, bajo los más estrictos estándares de la valerosidad y la fatalidad. Curiosamente esa jerarquía es en extremo delgada y agoniza con sus protagonistas; el chico Manolín, sirve como testigo y, de alguna manera, como un posible remplazo de Santiago. El resto del mundo, opera bajo superioridad e incomprensión, en especial, mostrada por quienes miran el cadáver del marlín, que son la turista, su acompañante y el mesero. Ella sí posee una capacidad de admiración peculiar, que permite engancharse a la distancia con la jerarquía agónica del pescador y su triunfo; lo cual evidencia que impera una percepción extraordinaria.    

 

Conclusión

Esta narración se considera alternativamente como un cuento largo o bien una novela corta. El texto queda descrito con máxima austeridad y tono realista, que ahonda en la psicología del personaje principal y de su joven amigo. Al estilo de Hemingway se le ha llamado minimalista por las características de su prosa que eliminan muchos detalles, manteniendo un sentido real. La brevedad del estilo se acompaña con cierta complejidad de las evocaciones y el choque de contrastes, entre la soledad y la amistad, entre la marginación y un heroísmo privado, entre las capacidades portentosas y la inutilidad del esfuerzo, etc. En la narración se entretejen para este relato inolvidable los temas de la soledad; de los miedos ante la enfermedad, vejez y muerte; de la amistad; de la miseria; de la lucha contra la naturaleza y el discreto heroísmo. Obra de madurez de Hemingway, El viejo y el mar se volvió su narración ejemplar por las cualidades que destila.

NOTAS:

[1] La rareza manifiesta del cadáver del marlín flotando junto a la playa adquiere posición de un objeto singular, difícil de clasificar, que no es útil ni inútil, fuera del sistema de valoraciones económica, pero pletórico de significados simbólicos y estéticos. Cf. Baudrillard, El sistema de los objetos.

[2] El mesero confunde señalado que el resto es un tiburón, a lo que la turista replica: “–No sabía que los tiburones tuvieran colas tan hermosas, tan bellamente formadas.” El viejo y el mar, p. 69

[3] El viejo y el mar, p. 8.

[4] Responde el pescador: “–Quizá no esté tan fuerte como creo –dijo el viejo–. Pero conozco muchos trucos y tengo voluntad.” El viejo y el mar, p. 9.

[5] “Después de esto, y por mucho tiempo, todo el mundo le había llamado El Campeón”, El viejo y el mar, p. 37.

[6] Al final el viejo cree que falló por la suerte: “–No. No tengo suerte. Yo ya no tengo suerte.”, El viejo y el mar, p. 68.

[7] El viejo y el mar, p. 14.

[8] El viejo y el mar, p. 44.

[9] “Luego, cuando vio había visto saltar el pez del agua y permanecer inmóvil contra el cielo antes de caer, tuvo la seguridad de que era algo grandemente extraño y no podía creerlo.” El viejo y el mar, p. 53.

[10] La magia primitiva se basa en la simpatía, así en la identidad de las partes. Campbell, El héroe de mil máscaras.

[11] El modelo clásico de las aventuras de pescadores está en el Moby Dick de Melville.

[12] “Me estás matando, pez –pensó el viejo–. Pero tienes derecho. Hermano, jamás en mi vida he visto cosa más grande, ni más hermosa, ni más tranquila, ni más noble que tú. Vamos, ven a matarme. No me importa quién mate a quién.”, El viejo y el mar, p. 50.

[13] La multiplicación de los tiburones contiene algo de pesadilla, de invasión de lo inevitable, más allá del esfuerzo y valentía del individuo; por tanto, apunta hacia su disolución. Deleuzze, Mil mesetas.

[14] Pasaje final del relato: “Allá arriba, junto al camino, en su cabaña, el viejo dormía nuevamente. Todavía dormía de bruces y el muchacho estaba sentado a su lado contemplándolo. El viejo soñaba con los leones marinos.” El viejo y el mar, p. 69. Este último párrafo no dice que el viejo muera, pero después de esa lucha ya no queda nada más qué hacer, ya no hay un mañana mejor, es el completo final.