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domingo, 5 de agosto de 2018

“LA ISLA A MEDIODÍA” RESUMEN Y ANÁLISIS




Por Carlos Valdés Martín

Este cuento de Julio Cortázar se integra al género fantástico, partiendo de un ambiente enteramente realista, al intercalar dos perspectivas para contar la misma historia desde la visión del protagonista. En la narración principal, el personaje Marini trabaja como “steward”[1] (aeromozo, azafato) en una aerolínea comercial en una posición rutinaria. La existencia del protagonista transcurre sin preocupaciones ni sobresaltos hasta cuando mira una isla del Mar Egeo por la ventanilla y queda impresionado.  

Contexto literario
Este cuento “La isla al mediodía” se publicó dentro de la colección Todos los fuegos el fuego en el año 1966. Esta colección surgió en una etapa de plena madurez cuando el argentino había ya producido varios volúmenes como Bestiario, Final del juego y Las armas secretas y, también, su obra cumbre, Rayuela del año 1963, su novela para armar.
Justamente en la década de los sesentas surge el fenómeno de crecimiento del mercado literario y consagración de íconos de la literatura Latinoamericana, llamado el Boom. Sin que sea viable unificar en pocas líneas un gran movimiento literario, la característica fusión de la realidad con la fantasía, aunado al interés por la historia concreta, aparecen en Cortázar, considerado uno de los cuatro grandes autores de ese auge.
Asimismo, Argentina reunía un hervidero de talentosos creadores, de los cuales Julio asimiló perspectivas e intercambió aportaciones. Además, el escritor se embarcó en una emigración voluntaria que lo colocó en el escenario europeo tan proclive a las vanguardias artísticas, que para el cuento “La isla a mediodía” resulta significativo.
La afinidad personal de Julio Cortázar con las literaturas grecolatinas resulta evidente desde su periodo de primeras creaciones, dando frutos como el curioso poema que modifica el mito de Teseo contra el Minotauro sin alterar el resultado, titulado Los reyes, o cuentos de evocación a una anécdota de la Odisea como “Circe”. En este relato la conexión está más en el ambiente y la referencia indirecta hacia las peripecias de naufragios que inspiraron el nacimiento de la poesía homérica.[2]

Ambiente histórico
Si bien para las particularidades de este cuento los ambientes y resonancias sociales y políticas dan referencias discretas,[3] en cambio el contexto de la vida laboral, comercial y cultural sí implica interesantes conexiones. En este cuento, el auge de la aviación comercial y el turismo proporcionan el ambiente para su desarrollo, dando un toque de modernidad, opulencia y situación límite. Con el éxito de la aviación comercial en los principales países, el vuelo turístico o por trabajo se convierte en una realidad cotidiana, pasándose desde la maravilla tecnológica hasta su normalización.
Para el protagonista trabajar en una aeronave resulta bastante rutinario y los compañeros comparten esa perspectiva. La tripulación forma un conjunto enrolado en sus preocupaciones egoístas y que sonríe mecánicamente por compromiso durante los vuelos: “todo un poco borroso, amablemente fácil y cordial y como reemplazando otra cosa, llenando las horas antes o después del vuelo, y en el vuelo todo era también borroso y fácil y estúpido”.[4] Los pasajeros dormitan más interesados en las bebidas alcohólicas que en los paisajes que se divisan desde las alturas y, en ese contexto de indiferencias cotidianas, el protagonista cultiva una mirada maravillada ante una isla singular, llamada Xiros.
La contraparte social son pescadores empobrecidos que siguen viviendo de la misma manera que sus antepasados hace siglos, tejiendo redes y empujando botes rústicos de madera. Sin embargo, este cuento no se interesa demasiado en el detalle de la vida rústica ni en el contraste frente a una clase acomodada. Las situaciones socioeconómicas contrapuestas entre los empleados satisfechos y los rústicos pescadores sirven más como especie de pistas para un encuentro fantástico.

Argumento
El protagonista, Marini se aburre de su cotidianeidad al servicio de una aerolínea cuando descubre un pequeño punto en el océano que le fascina. Pronto la pequeña isla de Xiros se convierte en una obsesión, entonces la repite mentalmente, así como investiga su geografía. Marini luego de una decepción amorosa y tras renunciar a cambiar de ruta aérea, termina decidiendo que visitará esa isla solitaria que no forma parte de las rutas turísticas. Tras un breve viaje o sueño[5] llega a Xiros donde queda fascinado por el ambiente rústico y la naturaleza agreste; rápidamente decide que abandonará su antigua existencia y se quedará ahí para siempre. De inmediato sucede la tragedia, cuando mira al cielo y observa que un avión de la ruta donde ha trabajado cabecea y se precipita en el mar. Sorprendido se lanza a nadar hacia el desastre y descubre una mano agitada, dándose a la tarea desesperada de rescatar a quien parece el único sobreviviente. Jala a un herido y en misión portentosa lo arrastra hasta la orilla, comprobando que agoniza debido a una abertura en la garganta.[6] Al alcanzar la orilla, el viejo patriarca solamente observa un cadáver entre el grupo de isleños y esa tragedia inusual. El final insinúa que la visita a la isla dibujó una ilusión del steward que soñaba antes del accidente.
La peculiaridad fantástica de la trama radica en la hipótesis de una bifurcación del argumento lineal, para que Marini en calidad de visitante en la isla se rescate a sí mismo como náufrago de la tragedia aérea, para depositarse sobre la playa convertido en cadáver. Bajo esa narrativa para que el tiempo se mantenga en su línea de progresión única, mediante el ensueño se divide el personaje tomando dos rutas distintas, que se encuentran en el desenlace trágico.

Personajes
El protagonista Marini[7] es el único descrito a profundidad, mientras los demás son tratados con breves pinceladas, en particular la serie de mujeres: Carla, Tania, Lucía, Felisa… que confirman su rasgo de mujeriego superficial. Él es un joven empleado de línea aérea que sirve en un oficio que no le interesa demasiado, cumple con su cometido funcional hasta que descubre su pasión por ese lejano arrecife. Su indiferencia con las mujeres se acentúa en el alejamiento de Carla, quien revela está embarazada con un hijo suyo pero que prefiere no tenerlo y se casará con otro sujeto. Entre todas ellas señala que quizá Felisa lo comprende un poco. Su relación con los demás empleados es más superficial, aunque sirven para la trama dando informes o abriendo oportunidades. Una vez descubierta su pasión por la localidad Xiros, se dibuja un carácter obsesivo que es tragado progresivamente por su objetivo. En ese punto, transita de la pasividad hacia una decisión firme para viajar al sitio paradisiaco como para identificarse ahí, hasta idear la manera de permanecer mimetizándose y la decisión de rescatar al sobreviviente, que fusiona con su propia llegada fatal a la playa.
La contraparte del protagonista es la “isla”, sobre la cual cabría valorar si alcanza ese estatus de personaje. Por la manera en que la describe con figura de tortuga, atribuyéndole verbos activos, por sus rasgos paradisíacos y huellas del pasado inmemorial,[8] más sus efectos transformadores y míticos sí merece tal categoría. Una naturaleza casi virginal y mitológica transfigura al protagonista para mimetizarlo con la condición de aldeano, mediante gestos rituales como quitarse la ropa y zambullirse a modo de bautismo. El final paradójico nos indica que el sitio permanece inaccesible e imposible la profanación para quienes no sean sus aldeanos.
Entre el conjunto de los isleños destaca el patriarca, Klaios,[9] quien semeja un arquetipo de sencillez y encarna el eje de una envidia naciente. La evocación hacia el modelo del “buen salvaje” resulta patente, al concentrar este grupo cualidades de sencillez y nobleza espontáneas. La visión final del cadáver y la confirmación final por el narrador de la soledad de los isleños frente al mundo, cierra perfectamente la narración: “Pero como siempre estaban solos en la isla, y el cadáver de ojos abiertos era lo único nuevo entre ellos y el mar.”[10]

Símbolos de aislamiento y distancia: islas y aviones
Los vuelos a través de miles de kilómetros también facilitan el establecer grandes distancias en las separaciones. El propio autor se dirigió a Europa descontento con la situación de su país: la velocidad aérea facilita la ampliación de las distancias. Por su parte, la geografía de las pequeñas islas siempre ha simbolizado la separación y el individualismo, tal como nos lo muestran los relatos de náufragos, hasta se acuñó el adjetivo de “robinsoniano”. La teoría social aseveró que la perspectiva del aislamiento individual se consolidó recién hasta la época del capitalismo temprano, pues los antiguos tribus y pueblos parecían incapaces de cultivarse en la soledad extrema.[11]  Así, una isla con forma de tortuga que despunta en la lejanía chispea cual espejo del individuo solitario, el protagonista indiferente ante su propia rutina se la imagina espléndida. Asimismo, un fragmento de tierra rodeado de la inmensidad marina también levanta un emblema de la esperanza, cuando no se posee el alma de marinero; aún diminuta, una porción de tierra concentra las cualidades de refugio y hogar ante las inmensidades azuladas de los mares.
Cabe destacar también la fuerte humanización de la propia isla, que va adquiriendo rasgos de personalidad, en especial por el modo de describirla, mediante verbos activos que le dan categoría de sujeto: “en el óvalo azul de la ventanilla entró el litoral de la isla (…) las colinas que subían hacia la meseta desolada”[12] Este efecto de personalización de la isla resulta consistente desde el punto de vista de una revelación de Deleuze sobre otra novela robinsoniana.[13]
El vuelo y los aviones sirven para simbolizar a la imaginación que despliega alas y se aleja del mundo, aunque con esa superioridad de las alturas suele aparecer el miedo. El relato de Dédalo e Ícaro muestra el arquetipo de los temores ante el vuelo,[14] pues acercarse al Sol nos derrite la cera con que tramamos nuestras aventuras, por lo que una caída suele asociarse con tal escenario. Por más que la aviación comercial logra récords aceptables de seguridad, un artista animoso jamás ignorará ese lejano horizonte fatídico. La presencia de un motivo jerárquico siempre ha indicado que el cielo merece ser la morada de los dioses, por lo que la aviación posee un toque de gesto sacrílego, por tanto, el temor ordinario se duplica.

La indiferencia y el encuentro
Por más que aerotransportándose viajen a velocidades inauditas para acercarse a sus destinos físicos, el ánimo interior resulta refractario antes los sucesivos acercamientos; ocurre una indiferencia que intrigó al existencialismo y, a veces, se denomina “enajenación”. Mientras para el protagonista los encuentros físicos con el sexo opuesto le resultan accesibles, el amor elude a su radar personal. Ninguna lo comprende, quizá un poco lo hace Felisa, pero Carla se aleja embarazada y dispuesta a ligarse con otro. El protagonista se sabe remplazable, por eso cuando afirma que permanecerá en la isla, él: “imaginó a (…) su reemplazante, tal vez Giorgio o alguno nuevo de otra línea, alguien que también estaría sonriendo mientras alcanzaba las botellas de vino o el café.”[15] La línea de la indiferencia crece con rapidez hasta abarcar el planeta con excepción de una pequeña mancha de tierra con forma de tortuga que se llama Xiros, por eso desde la lejanía de una ventanilla de avión el protagonista decide su nuevo hogar.[16]
La indiferencia termina por convertirse en un resorte apretado contra el alma, entonces la escala de la indiferencia se convierte en lo contrario, cuando la borrosa referencia geográfica trasmuta en el deseo de habitar, adquiriendo un sitio propio bajo el sol, aunque sea alejado de cualquier comodidad y civilización. En ese sentido, buscar la isla se convierte en un encuentro amoroso, donde el steward se convierte en el amado que cortejó largamente a la pretendida. La descripción de la llegada a Xiros está plena de contactos físicos como “La piel le quemaba de sol y de viento cuando se desnudó para tirarse al mar desde una roca; el agua estaba fría y le hizo bien (…) Se dejó caer de espaldas entre las piedras calientes, resistió sus aristas y sus lomos encendidos (…) Bajó a toda carrera por la colina, golpeándose en las rocas y desgarrándose un brazo entre las espinas”[17] Los sentidos a plenitud son sacudidos y revitalizados por la naturaleza, de ahí que se convierta en un paraíso comparado con lo que abandona y resulta inevitable la elección de permanecer en ese sitio. De ahí la decisión definitiva: “Supo sin la menor duda que no se iría de la isla, que de alguna manera iba a quedarse para siempre en la isla”[18] El protagonista ha encontrado su paraíso perdido, pero también la nube de la ambigüedad o la tragedia.

Las aguas de la transfiguración y la ambigüedad
En las diferentes tradiciones culturales las aguas proporcionan el marco y la fuerza para transfigurar, ya sea para una regeneración o para un cambio inopinado, ya que el simbolismo propio de las aguas se identifica con la femineidad siempre tan productiva como inesperada.[19] Que una isla permanezca invicta en medio del océano indica también que las facultades generativas de las aguas han de despertar.
La travesía, todavía turística, hacia la Xiros corre con la velocidad de un suspiro: “la escala en Rynos, la negociación interminable con el capitán de la falúa, la noche en el puente, pegado a las estrellas, el sabor del anís y del carnero, el amanecer entre las islas. Desembarcó con las primeras luces, y el capitán lo presentó a un viejo que debía ser el patriarca”[20] Una transportación tan fugaz que hasta resulta casi inverosímil para una embarcación.  Una vez en el destino prometido una zambullida confirma que las aguas limpian y transforman: “la isla lo invadía y lo gozaba con una tal intimidad que no era capaz de pensar o de elegir(…) cuando se desnudó para tirarse al mar desde una roca; el agua estaba fría y le hizo bien; se dejó llevar por corrientes insidiosas hasta la entrada de una gruta, volvió mar afuera, se abandonó de espaldas, lo aceptó todo en un solo acto de conciliación que era también un nombre para el futuro”.[21] La felicidad repentina resultó una tregua breve ante el desenlace con la caída del avión que deja a un náufrago moribundo, para que en una alocada inmersión Marini arrastre al cadáver. Paradójico encuentro, que dramáticamente insinúa el colapso entre dos aspectos del protagonista, el afortunado que renunció al mundo y el desafortunado tripulante que fallece con una herida en la garganta. Las aguas juegan a la confusión, cuando la transfiguración y la fatalidad se aferran de las manos.

Mediodía representado
La hora del mediodía que marca el título del cuento posee una gran carga simbólica, por cuanto la describe el autor como una hora mágica y ambivalente. Esa hora del sol pleno, este relato la relaciona especialmente con la palabra de saludo griego “Kalimera” porque se refiere exclusivamente al día, pues en la mañana y la tarde el saludo es distinto. A diferencia de interpretaciones más literales como una hora de plenitud sin más, este mediodía corresponde a esa curiosa congelación del tiempo por la contraparte de la medianoche de las brujas. Aquí, esa hora es cómplice de un portento en la duplicación del personaje colocado simultáneamente en la isla y en el avión caído, como inyección de fuerza que trastoca los órdenes normales. Semeja al mediodía simbólico de la añeja masonería, donde la hora sin sombras alinea perfectamente a la plomada, para levantar los muros de las catedrales e  impedir su caída.[22] Es el mediodía cuando la falta de evidencias y sombras, para el enceguecido por luz levanta la sospecha suprema. Como sea, de esa manera funciona la literatura, convirtiendo la evidencia trivial en un efecto deslumbrante, para dar claridad a dimensiones insospechadas.

Un sacrificio con sentido
Más allá de la ambigüedad, este relato convierte una existencia trivial en el viaje único de un enamorado para alcanzar a la su amada. Si la opción más obvia nos convence, entonces el empleado sobrevive a la catástrofe pero únicamente lo suficiente para alcanzar la plaza y morir acariciando su tierra adorada. Entonces, el protagonista semeja al soldado de Maratón que corrió el camino para avisar a sus conciudadanos sobre la batalla y, cumplida su misión, desfallece en el umbral.[23] En este cuento, el amante maniático que admiraba el sitio a la distancia recibe la bendición de un accidente aéreo que lo deposita en su “tierra prometida”; la muerte accidental se convierte en el sacrificio buscado y el encuentro perfecto. Si preferimos seguir una de las caras del argumento, sí viajó Marini por su cuenta hasta la isla y su espíritu se ha liberado, el agónico náufrago con la garganta cortada recibe su piedad. Si al final, el patriarca y los isleños ya no lo observan es porque el visitante oculta un designio singular y se ha mimetizado [24]. Como sea, el relato ha proporcionado un sentido singular a una existencia abatida por lo ordinario, dando paso a lo extraordinario.

NOTAS:


[1] Dejar el término en inglés, es una elección deliberada, Julio Cortázar fue un traductor experto, celebrado por su versión de los cuentos de Edgar Allan Poe. La palabra inglesa steward posee más amplitud que lo correspondiente a aeromozo y azafato, siendo utilizada en gran variedad de posiciones, desde administrativas superiores u ordinarias, de vigilancia física y custodia, camareros, representantes, rituales masónicos o eclesiásticos, ayuda doméstica, etc.
[2] Claro que las referencias de la Odisea en este relato permanecen sutiles y más de ambiente.
[3] El simple título y geografía proporciona un sinfín de evocaciones por la referencia a la Cuba revolucionaria como una “isla” material y de excepción política en el contexto latinoamericano, mientras la referencia directa queda en otro cuento de Todos los fuegos el fuego. 
[4] Cortázar, “La isla a mediodía”. También hay distancia y desprecio, incluso a sus espaldas llaman a Marini “el loco de la isla”.
[5] Las hipótesis de que el viaje a la isla resulta un sueño resalta el lado fantástico y le agrega dramatismo al final del relato, siendo la muerte del náufrago Marini el desenlace.
[6] En la anécdota es un accidente, pero en la evocación es un punto de sacrificios (el degüello ritual) y un eje de la comunicación misma, cumpliendo también con un símbolo de castración múltiple: avión caído y herida en garganta, con un cadáver a los pies del patriarca local.
[7] El significado italiano es “marino” en clara evocación a la tragedia y al contexto del cuento.
[8] Destacan los jeroglíficos en dos piedras talladas empleadas como pilotes, que por la situación fronteriza de esa plaza trágica nos evocan a las columnas que flanqueaban el Templo de Salomón.
[9] El significado griego de “klaio” es lamentar o sollozar con fuerza. Esta elección adquiere sentido en la escena final del cuento.
[10] Cortázar, “La isla a mediodía”.
[11] Marx y Engels teorizaron abundantemente alrededor de esa hipótesis sobre la inexistencia de un verdadero individualismo pre-capitalista, por ejemplo, en Engels, Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, y Marx en su Contribución a la crítica de la Economía Política.
[12] Cortázar, “La isla a mediodía”.
[13] Deleuze en Lógica del sentido al analizar la novela de Michel Tournier calibra el efecto de la desaparición del otro, para la eclosión de la isla desierta como un Ello emergente, por tanto eje de otro tipo de placer, diferente al habitual.
[14] Ovidio, Metamorfosis. Otro aspecto refiere al miedo primigenio ante la técnica, de la cual Dédalo representa al iniciador, en Jorge Veraza, Karl Marx y la técnica desde la perspectiva de la vida.
[15] Cortázar, “La isla a mediodía”.
[16] “todo era borroso y fácil y estúpido hasta la hora de ir a inclinarse sobre la ventanilla de la cola” Cortázar, “La isla a mediodía”. El anhelo por habitar crece conforme se ha despojado de un sitio propio para el individuo.
[17] Cortázar, “La isla a mediodía”.
[18] Cortázar, “La isla a mediodía”.
[19] Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones.
[20] Cortázar, “La isla a mediodía”.
[21] Cortázar, “La isla a mediodía”.
[22] Frau Abrines, Diccionario enciclopédico de la masonería.
[23] Carlyle, Los héroes.
[24] Desea aniquilar al patriarca del sitio para ocupar su lugar, el protagonista piensa: “No sería fácil matar al hombre viejo, pero allí en lo alto, tenso de sol y de espacio sintió que la empresa era posible.” La mímesis absoluta se conjetura en otros relatos de Cortázar como Axolotl.

4 comentarios:

Marcos dijo...

Qué querrá decir el autor cuando el protagonista del cuento habla sobre "No sería fácil matar al hombre viejo, pero allí en lo alto, tenso de sol y de espacio, sintió que la empresa era posible."

Yo al principio me he dejado llevar por no sé qué causa que Marini quiere asesinar a Klaios. Después he pensado que en el fondo de lo que se trata es de un intento de rejuvenecimiento por parte de Marini hacia sí mismo, que el mediodía aquí también simboliza el punto vital donde las personas comienzan a dejar de crecer para empezar a envejecer. Esto lo he deducido porque previamente a ese pensamiento del protagonista, Marini consulta su reloj de pulsera y luego lo guarda en su pantalón de baño. Es decir, no puede detener el tiempo, sería absurdo romper el reloj, no tendría sentido, pero si se deja de estar maniáticamente pendiente de la hora es más probable que seamos más felices cada instante. Esto podría ser una hipótesis. No sé, cuantas más veces leo el cuento más puertas se me abren, en lugar de llegar a concretarlo se me desparrama cada vez más en multitud de visiones o interpretaciones.

Anónimo dijo...

Así es, con "matar al hombre viejo" se refiere a la vieja versión de si mismo, su vida antes de llegar a la isla.

Anónimo dijo...

Alguien me podria decir si ¿Segun el cuento y tu persepcion de este: Crees que la Isla fue real o solo imaginacion de Marini?

Anónimo dijo...

Fue real