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jueves, 16 de mayo de 2024

UCRANIA GENOCIDIO Y NEGACIONISMO

 



 

Por Carlos Valdés Martín

El genocidio intencionado es una afrenta a la humanidad y un caso terrible de acto genocida fue el hambre provocada en Ucrania. Eso lo provocó el régimen de Stalin en su periodo de colectivización forzada del campo. El peor año del hambre fue en 1932, pero no era un hambre provocada por un suelo infértil o por cataclismo naturales que impidieran la agricultura, sino una campaña deliberada para diezmar a los “campesinos ricos” y a una nación orgullosa. La llanura ucraniana es reconocida como el granero de Europa por sus suelos excepcionalmente ricos y la abundancia de sus cosechas de alimentos, por lo mism sus tierras han sido codiciadas por sus vecinos. Durante la construcción del llamado “socialismo en un solo país”, Stalin decidió que controlar por completo la región ucraniana era indispensable para garantizar sus objetivos. Mientras vivió Lenin fue bastante amistoso con los ucranianos para ganarse su confianza, además que muchos comunistas provenía de esa región como Trotsky; pero, al cambiar de mando, Stalin viró y se enfocó de una manera más ruda hacia el campo. Comenzó una etapa de colectivización forzosa para reunión la producción agrícola en granjas propiedad del Estado, lo cual exigía despojar a los agricultores de sus tierras y medios de subsistencia. En el contexto internacional, el gobierno soviético tuvo éxito en que no fueran notables sus crímenes contra la población y que sus atrocidades quedaran bajo el manto de sus intenciones socialistas. Después los acontecimiento de la Segunda Guerra Mundial desdibujaron todas las denuncias anteriores contra la URSS y Occidente tomó una ruta de cooperación, que luego se enfrió por completo. Como fuera, las terribles revelaciones de la hambruna en Ucrania se conservaron bajo el término Holodomor. Después de 1989, el interés de los propios ucranianos por conocer su pasado recibió mayor simpatía en Occidentes, y el asunto adquirió una mayor dimensión tras las invasiones de Putin. Después de años de guerra y de propaganda descarada del régimen ruso, el tema del hambre en Ucrania adquiere más interés por ser revelado.

Argumento negacionista, caso del oscuro sindicalista Tottle

Basado en un activista sindical canadiense, de nombre Tottle, quien no era especialista en Ucrania ni historiador, sino un creyente en las bondades del socialismo soviético, antes de que cayera el muro en 1989. Escribe un libro polémico dedicado de demoler las versiones sobre un genocidio en Ucrania, que se llama Fraude, hambruna y fascismo, el mito del genocidio ucraniano de Hitler a Harvard.

El libro se dedica a relativizar los crímenes soviéticos, por la intención de alcanzar una sociedad mejor (curioso, que eso mismo argumentaba la propaganda de Hitler). El único texto notable de Tottle fue su negación del genocidio ucraniano, pero resulta ser un libro raro que incluía documentación que únicamente poseían los soviéticos y cuya publicidad fue promovida por las embajadas de la URSS. Lo cual mostró que Tottle no investigó por su cuenta, sino que colaboraba con los soviéticos antes de 1989. Una Comisión internacional sobre el genocidio ucraniano lo retó a Tottle para que presentara sus argumentos y fuentes. Pero el canadiense Tottle evadió la discusión, porque la comisión estaba recopilando desde las fuentes originales sobre el genocidio ucraniano y el canadiense estaría en un predicamento, de tener que revelar qué partes de su texto provenían de la propaganda soviética.

El argumento de Tottle es cuestionar toda información desagradable y en especial enfocarse sobre la propaganda nazi contra la URSS que utilizó a Ucrania y le suma ampliamente la pésima calidad del “periodismo” de Hearst. Un magnate del periodismo norteamericano desde fines del siglo XIX, quien lanzó furiosos ataques a la URSS, aprovechando informes vagos e inexactos sobre lo que sucedía en Ucrania, retomando cualquier fuente, incluida la propaganda nazi, para apropiársela. Sin embargo, casi toda la información de Tottle resulta también de mala o pésima calidad al reproducir acríticamente cualquier informe de “amigos de la URSS”, sobre ese régimen o la caza de nazis.

A final de cuentas, Tottle no logra disipar la gigantesca masacre cometida contra los ucranianos por el régimen soviético, sino simplemente poner en duda su cantidad, sus fuentes, sus montos, sus motivaciones… de tal manera que él promueve un escepticismo total[1]. Uno de sus mayores esfuerzos para justificar, es la llegada de una epidemia de tifus, y diluir la responsabilidad de los gobernantes con la enfermedad que contribuyó a diezmar a la población hambrienta.

Además, Tottle procura justificar las violaciones sistemáticas de todo derecho bajo los lemas de la propaganda usual, como la búsqueda de una sociedad mejor, la industrialización acelerada, las ventajas del progreso impuesto a la fuerza, etc. Por ejemplo, con alegría o casi euforia señala: “Los logros de la construcción socialista son aún más notables a la luz de los problemas y dificultades muy reales de la década de 1930. Casi en sí mismos mienten a las acusaciones de 7 a 15 (millones de) muertes por hambre masiva que habían ocurrido solo seis a siete años antes”[2] En el año, 1984 de publicación del libro de Tottle, era natural que un activista sindical creyera en la propaganda soviética, que decía ellos eran ya la Gran Potencia Socialista, que estaba a punto de rebasar al occidente decadente por sus enormes progresos, pero no tardó en derrumbarse la fantasía.

La Comisión internacional de 1990

Debido a que en Norteamérica existía emigración ucraniana, el tema de la hambruna y la represión durante el periodo soviético despertó un renovado interés. Hubo una Comisión Internacional formada por juristas reconocidos para estudiar el tema, que culminó su informe. El activista Tottle fue invitado a presentar su posición antagónica, pero nunca acudió. Esta Comisión confirmó la opinión de que sí hubo un ominoso crimen del Estado soviético donde murieron millones de personas. La cifra exacta era imposible de precisar y a la fecha sigue habiendo fuertes dudas, que paulatinamente están siendo disipadas por los historiadores ucranianos. De esa Comisión la cifra de muertes directas por el hambre está en 3 millones de fallecimientos directos, y otros 3 millones como baja de la población estimada.

La Comisión Internacional de 1990 siguió varias líneas de investigación, dilucidando el origen del problema y el tipo de intervención de las autoridades soviéticas, como generadoras del problema y cómplices para encubrirlo. El contexto fue un salto en las políticas colectivizadoras del campo de Stalin, integradas con sus ambiciosos planes de industrialización forzosa, como se verá adelante. El tema se mezcla con un giro en la política de nacionalidades, pues mientras Lenin y el primer periodo soviético es muy permisivo al favorecer que las nacionalidades no sean oprimidas por el “nacionalismo gran ruso”[3], como el marxista lo llamaba. Pero Stalin no estaba interesado en favorecer al nacionalismo ucranianos, sino que modificó esa línea, para volver a privilegiar al ruso.

La colectivización forzada y el hambre para el control político

La colectivización forzada de las tierras por el Estado soviético significaba que a los campesinos se les despojaba de toda propiedad productiva, incluyendo alimentos, y se les reubicaba en granjas colectivas recién instaladas. Hay que señalar que los despojos eran actos de política forzosa decididos desde Moscú y que eran de completa obligatoriedad, entonces quien se resistiera a la colectivización se volvía en automático kulak, enemigo del Estado y un “contrarrevolucionario burgués” sin derecho alguna. Contra los opositores se aplicaban cualquier medida represiva que se considerara más efectiva: deportaciones a gulags en Siberia, fusilamiento, encarcelamiento, reubicación, etc. “En febrero de 1930, en muchas partes de Ucrania -como en algunas otras regiones de la URSS-, algunas de las acciones contra las granjas colectivas comenzaron a convertirse en acciones contra el poder soviético23. De hecho, Ucrania lideró las revueltas, con unos 2.945 incidentes sólo en marzo de 1930[4]

El gran problema se centró en la colectivización forzada y el afán soviético para destruir a los “campesinos ricos” llamados kulaks, sin embargo, el gobierno estalinista consideró a cualquiera que poseyera un par de vacas, como kulak, para reprimirlos y obligarlos a despojarse de todo, reubicándolos en granjas colectivas.  El resultado fue una gran catástrofe surgida de la persecución y los conflictos surgidos. La ironía radica en que las tierras ucranianas son consideradas las más ricas y productivas de Europa para producir trigo y otros alimentos.

La rigurosidad de los castigos por los estalinistas resulta asombrosa vista a la distancia. Por ejemplo, la llamada “’Ley de las 5 Espigas’. En otras palabras, el robo de cantidades ínfimas de alimentos se podría castigar con diez años en un campo de trabajo forzosos o con la muerte”[5] El robo podía ser real o imaginado, pues que el campesino poseyera alimentos o animales ya era prueba de delito, por más que ellos los hubieran criado, pues ya el Estado se consideraba dueño de todo lo que tuvieran los kulaks y cualquier campesino que tuviera alimentos era considerado kulaks. Esto significo el apresamiento y la muerte de los campesinos que intentaban evadir el hambre, ya que poseer comida era un delito. Además, los estalinistas impusieron un pasaporte interior para los campesinos ucranianos[6], de tal manera que tenían prohibido salir de su localidad o acudir a las ciudades vecinas para adquirir alimentos o cualquier producto.

Hacia 1933 las políticas estalinistas llegaban a su clímax, mandando brigadas armadas para requisar a los campesinos todo el alimento que encontraran, incluso lo que estuvieran en ese momento comiendo: “Se soltaron por todas partes y se llevaron todo, hasta el último grano. Corrieron por el pueblo “como la muerte negra” gritando “Campesino, ¿dónde está tu grano? ¡Confiesa!”. Las brigadas se llevaron todo lo que se parecía a la comida, incluida la cena de la estufa, que se comieron ellos mismos”[7]

“De este modo, la hambruna ucraniana alcanzó su apogeo en la primavera de 1933”[8]. Sin embargo, el objetivo del régimen soviético no era desaparecer a todos los agricultores, sino obligarlos a servir al régimen. Conforme la catástrofe del hambre en el año 1933 era insostenible, hubo decretos para dar más comida a los campesinos ucranianos. Al año siguiente, 1934 volvió la tensión de nuevas requisiciones, más hambruna y un poco de aflojamientos de la presión soviética.

La caracterización de ese mecanismo de la hambruna es que “Stalin usó el hambre para forzar la colectivización en las gargantas de los campesinos que de inmediato lo percibieron como una ‘segunda servidumbre’”[9] Ahora bien, el periodo del hambre en Ucrania se considera que terminó hasta 1939, cuando estalla la Guerra Mundial y la relación del régimen soviético con su población también da un gran vuelco, caracterizado por el esfuerzo militar. Mientras en Ucrania, la invasión alemana implica un capítulo especial de estudio.

 

Noticas del Holodomor bloqueadas en el extranjero

El desarrollo del fenómeno de la URSS de manera espontánea proporcionaba barreras a la comunicación exterior (hostilidad política, idioma, propaganda, totalitarismo del Estado). En la década de los años 1930 el país vecino con más lazos entre la población Ucrania era Polonia; sin embargo, durante esa década, el gobierno polaco tuvo un enorme interés por pactar con la URSS. El gobierno polaco, en efecto, sí pactó en 1932, por lo que evitó cuestionar de modo oficial a las políticas estalinistas[10].  Por lo mismo, fueron grupos privados polacos quienes se ocuparon de denunciar la hambruna en Ucrania. “En 1933 los ucranianos de Galitzia —territorio en este momento de Polonia—, dirigidos por Milena Rudnytska, formaron el Comité Comunitario Ucraniano para el Rescate de Ucrania. Esta mujer, activista que defendía la nacionalidad ucraniana dentro del Estado polaco, fue una de las principales figuras encargadas de dar a conocer al mundo el Holodomor.” Esta denuncia llegó a la Sociedad de Naciones, pero no alcanzó mayores efectos prácticos ni encontró muchos medios de difusión.

Desde tiempos de Lenin el régimen soviético tuvo un enorme aprecio por la propaganda y Stalin siguió invirtiendo recursos para obtener espacio político internacional, tanto gestionando la “vanguardia proletaria” mediante la Tercera Internacional Comunista. Además de la propaganda por una revolución comunista mundial, el gobierno de Stalin estuvo oscilando con acuerdos y promesas con todos los grupos burgueses del mundo, incluyendo sus escandalosos acuerdos con Hitler. En particular, escandalosos para los propios comunistas occidentales que eran víctimas del nazismo y el fascismo[11]. Durante el periodo de la hambruna, las agencias de propaganda y los partidos comunistas occidentales se esforzaron en ocultar y desvirtuar la hambruna en Ucrania y otras regiones, utilizando los variados recursos que acostumbraban: informes amañados, visitas de distracción, propaganda directa, etc. Un ejemplo excelente de ese tipo de propaganda “fue el caso de la visita durante unos días en agosto de 1933 del antiguo Primer Ministro de Francia, Edouard Herriot. Quien afirmó que los informes de hambruna en Ucrania eran burdas calumnias y denunció todo lo que se hablaba de la ella como propaganda nazi.”[12] Este ejemplo, resulta interesante, pues décadas después el esfuerzo de Tottle para desvirtuar la historia real del hambre en Ucrania, repite los mismos argumentos de la vieja propaganda soviética[13]. Otro ejemplo, de la propaganda defensora del régimen soviético, fue el corresponsal del New York Times, Walter Duranty.[14]

A pesar de los gastos en propaganda y la publicidad de sus militantes pro-soviéticos, algunos periodistas serios lograron difundir reportes amplios sobre esta hambruna en Ucrania. Casos notorios de denuncia y relatos informados fueron la canadiense Rhyea Clyman en 1932 expulsada de la URSS[15], el inglés Garret Johnes[16] y el también inglés Malcom Muggeridge [17]

Huellas censales y otras fuentes sobre el hambre ucraniana

En la medida que la actividad económica y evolución poblacional se registraban en la URSS, la catástrofe debió reflejarse y también denotar su ocultamiento. “Los inspectores de la Dirección Central de Economía Nacional y Contabilidad, que abarcaba toda la URSS, reclasificaron sistemáticamente las muertes catalogadas inicialmente como “por inanición” en la categoría de “causa de muerte desconocida” o “por agotamiento”.”[18] El procedimiento de alteración burocrática de la realidad política fue el procedimiento sistemático del régimen estalinista y su continuación oficial. Hasta la caída del régimen cambió el ambiente, asimismo, la independencia de Ucrania, generó un nuevo campo para los estudios.

Debido a que los datos de origen están alterados, desplazando los datos de muerte por hambre (la inanición) a una generalidad indefinida, entonces la investigación de las cifras se ha vuelto ardua y objeto de discusiones. La mayoría de estudios estadísticos estima los muertos de inanición por hambre entre 3 y 6 millones; siendo que la cifra más aceptada son 4 millones de fallecimientos. “La mayor parte del resto de investigaciones oscilan entre las cifras dadas por este autor, aunque durante los últimos años la cifra que más consenso reúne es de alrededor de unos 4 millones de decesos directos por el Holodomor.”[19]

Un aspecto importante es que el hambre se extendió a otras provincias rusas que no se consideran parte de Ucrania, muchas de las cuales, por considerarse parte de Rusia no han mostrado la misma motivación para investigar los crímenes del pasado estalinista.

Conclusiones

Tras la invasión de Rusia, el tema de Ucrania subió al escenario internacional. Quizá jamás en la historia este del Este de Europa tuvo suficiente atención en las reuniones mundiales. Desde antes del siglo XIX a Ucrania se le miró como ligada a Rusia, basada en las conquistas territoriales zaristas y a la integración de una parte de la élite local ucraniana, destacando muchos talentosos ucranianos. Nacieron o se criaron en Ucrania algunos de los líderes políticos de la Revolución Rusa, como Trotski, y de la URSS clásica, como Nikita Khrushchev y Leonid Brezhnev, lo cual dificultó comprender la diferencia nacional y el antagonismo entre estas poblaciones. Tras la invasión de 2022, los temas de las heridas históricas en Ucrania adquirieron una nueva dimensión y se han convertido en una explicación para la feroz resistencia nacional de los ucranianos.

Mientras crece el conocimiento internacional de lo que sucede en Ucrania y la importancia de su historia, al mismo tiempo, la propaganda del Kremlin se esfuerza en desvirtuar y atacar a todo lo que huele a ucraniano. Los propagandistas favorables a Putin, se vuelven negacionistas de la hambruna ucraniana de la década del treinta, cumpliendo una tarea inmoral y contraria a la investigación científica. De hecho, el viejo texto de Tottle resulta un clásico de la propaganda anti ucraniana por la ligereza de sus argumentos y su enfoque para calumniar en diferentes acontecimientos, cuando intenta reducir la realidad de millones de muertos de inanición para caricaturizarlos como una irrelevante propaganda nazi.

El hambre masiva, cuando resultó de políticas deliberadas sí es un objeto de actualidad y gran interés. ¿Cómo una política pública basada en el ideal de una sociedad superior se convierte en una masacre despiadada que arrasa con los hipotéticos beneficiarios? La muerte masiva por hambre no es una anécdota sino un crimen de lesa humanidad, por lo que jamás debe tratarse de manera ligera.

 

 

 

 

 



[1] Cuando Tottle intenta burlarse del nacionalismo ucraniano, sin darse cuenta desnuda que la hambruna soviética afectó a campesinos de mucha nacionalidades, por ejemplo “Según los nacionalistas ucranianos, la hambruna se vio afectada, o más bien fue dirigida conscientemente, casi exclusivamente contra los ucranianos étnicos. De hecho, The Black Deeds of the Kremlin lo afirma abiertamente, y (…)  chauvinísticamente restringido, distorsionado y manipulado políticamente. Otras nacionalidades que sufrieron (rusos, turcomanos, kazajos, grupos del Cáucaso) suelen ser ignoradas”

[2] Tottle, Fraude, hambruna y fascismo: el mito del genocidio ucraniano desde Hitler hasta Harvard.

[3] Lenin, El derecho de las naciones a la autodeterminación.

[4] CÉSAR GARCÍA ANDRÉS, Holodomor (1932-1993): una revisión de los acontecimientos que el Gobierno de Stalin quiso ocultar.

[5] CÉSAR GARCÍA ANDRÉS, Holodomor (1932-1993)… “el 7 de agosto de ese mismo año (1932) un nuevo decreto realizado por Stalin: “Sobre la salvaguarda de la propiedad de las empresas estatales, granjas colectivas y cooperativas y el fortalecimiento de la propiedad pública –socialista-”, también conocido como “Ley de las 5 Espigas”.

[6] CÉSAR GARCÍA ANDRÉS, Holodomor (1932-1993)… “Los pasaportes se entregaron a la mayoría de las personas que vivían en las ciudades, pero no se les dieron pasaportes a los campesinos. De este modo, se suspendió el tránsito de población y los habitantes del mundo rural no podían permanecer en las ciudades”

[7] Snyder, SNYDER, Timothy, Bloodlands. Europe between Hitler and Stalin.

[8] CÉSAR GARCÍA ANDRÉS, Holodomor (1932-1993)…

[9] GRAZIOSI, Andrea, “The Great Famine of 1932-1933: consequences and implications”, en Harvard Ukrainian Studies, 25/3-4 (2001), pp. 157-165, p. 162, citada por CÉSAR GARCÍA ANDRÉS, Holodomor (1932-1993)…

[10] “Polonia y la URSS se encontraban en negociaciones para llegar a un pacto de no agresión que finalmente se firmó en julio de 1932, y entró en vigor a finales de ese mismo año.” CÉSAR GARCÍA ANDRÉS, Holodomor (1932-1993)… Difícil imaginar el nivel de trauma colectivo tras la siguiente traición de Stalin, invadiendo Polonia en 1934.

[11] Fernando Claudín, La crisis del movimiento comunista, en 2 tomos. La Internacional Comunista fue disuelta en 1943, bajo la presión de una alianza más estrecha de Stalin con las potencias occidentales, lideradas por Estados Unidos y Gran Bretaña.

[12] CÉSAR GARCÍA ANDRÉS, Holodomor (1932-1993)…

[13] Tottle, Fraude, hambruna y fascismo: el mito del genocidio ucraniano desde Hitler hasta Harvard.

[14] “el jefe de la oficina del New York Times en Moscú, Walter Duranty, es recordado como uno de los periodistas más notorios en impulsar la propaganda soviética “«no hay hambruna ni hambre real, ni es probable que la haya»” CÉSAR GARCÍA ANDRÉS, Holodomor (1932-1993)…

[15] “de las primeras en dar a conocer esta situación fue la periodista canadiense Rhea Clyman, que, tras su salida obligada de la URSS, el 28 de septiembre de 1932 informó” CÉSAR GARCÍA ANDRÉS, Holodomor (1932-1993)…

[16] “el inglés Gareth Jones, tras pasar un periodo de tiempo durante 1933 viajando por la URSS conociendo la realidad de la hambruna ucraniana, sacó a la luz todo lo que estaba pasando en ese territorio” CÉSAR GARCÍA ANDRÉS, Holodomor (1932-1993)…

[17] “Malcolm Muggeridge estuvo allí ese terrible invierno y primavera de 1933, como corresponsal del Manchester Guardian en Moscú.” CÉSAR GARCÍA ANDRÉS, Holodomor (1932-1993)…

[18] CÉSAR GARCÍA ANDRÉS, Holodomor (1932-1993)… cita el estudio de VALLIN, Jacques et al.: “La crise des annés 1930”, en MESLÉ, France y VALLIN, Jacques (eds.): Mortalité et causes de décès en Ukraine au XXe siècle, París, Cahier 152 INED (2003), pp. 15-38, pp. 15-16.

[19] CÉSAR GARCÍA ANDRÉS, Holodomor (1932-1993)…

sábado, 4 de mayo de 2024

ATENTADO CONTRA EL DOCTOR ARTURO MÉNDEZ (CONSTITUCIONALISTA)

 



 

Por Carlos Valdés Martín

 

 

Durante los años de la guerra Cristera, el fanatismo alcanzó a la región de San Luis Potosí, donde Arturo Méndez de la Garza, ejercía como médico. El dinámico Arturo Méndez hizo carrera de doctor, pero también de apasionado político revolucionario, militante maderista y participante en la redacción de la Constitución de 1917. De vuelta a su actividad como médico con alto sentido altruista, enfrentó un atentado que no culminó, de cual hago una versión libre. 

 

El consultorio del Dr. Arturo Méndez de la Garza estaba en la zona popular y atendía a mucha gente, incluso de manera gratuita. En esa época no había muchos médicos en el país y el consultorio colocado en una zona popular era una referencia fácilmente conocida. Como señalamos, la guerra Cristera levantó el fanatismo de los católicos y la sed de venganza de grupos descontrolados. En la ciudad donde estaba el consultorio del Dr. Arturo no había guerra, pero sí se dejaban sentir los efectos de las refriegas.

En una tarde primaveral, el Dr. Arturo recibía a pacientes y mientas uno hacía consulta, siempre había personas esperando. Había señoras con niños en brazos, ancianos temblorosos ayudados por un bastón y mujeres embarazadas.

Entró un joven con ropas de campesino, aunque vistiendo zapatos de ciudad. El joven era Pascacio Hernández, pero a nadie le dijo su nombre. El sudor perlaba su frente y traía un bulto bajo el brazo. Empujó la puerta del consultorio sin anunciarse y avanzó unas zancadas grandes para colocarse al centro del lugar. El joven miró alrededor y con nerviosismo, soltó una frase que sonaba a queja:

—Busco al doctor Méndez.

Una señora embarazada lo reconvino:

—Debe esperar su turno, el doctor está atendiendo a un enfermo y señaló una puerta blanca.

El joven Pascacio no contestó y cubrió el espacio que lo separaba. Empujó la puerta y la dejó abierta de par en par.

El doctor estaba revisando la condición de una mujer embarazada, que sentía dolores de parto.

El Dr. Méndez acostumbraba a sonreír y mirar a la cara, aunque la persona fuera inoportuna:

—Si aguarda un poco, con gusto le atenderé, joven. Hoy no ha venido mi asistente y hay muchos enfermos.

—Me dijeron que es ateo y no respeta a Cristo.

—Le han dado informes muy erróneos, soy un doctor que comulga los domingos.

La embarazada, con una mirada orgullosa:

—Va a recibir a mi bebé. Dicen que es una eminencia.

El joven nervioso, descubrió una pistola que traía escondida en el bulto. De inmediato, desde las bocas de los paciente, se levantó murmullo a coro. El doctor miró con más fijeza al desconocido, tratando de adivinar si era un emisario de la muerte o no había llegado su hora. Notó que el joven estaba alterado. Habló con lentitud, intentando tranquilizarlo:

—Espero que entienda que estoy desarmado, mire…

Levantó con lentitud las manos abiertas. Las mostró y las giró con suavidad:

—Espero comprenda que estos pacientes están en una situación delicada.  

Una anciana con rebozo y pelo blanco se arrodillo y con voz entrecortada, suplicó directamente:

—Usted no puede detener al doctor, que él va a salvar a mi hija. Ya se murieron antes tres de mis niñas en el parto y únicamente de la mano del doctor se han salvado…

El joven abrió más grandes los ojos y sin notarlo movió la mano empistolada señalando a la anciana. Al mirarla con más detenimiento comprendió que era una campesina con la vejez anticipada, por tanta hambre y abandono. La boca de la mujer sin varios dientes, ejercía un efecto desmoralizado en el joven.

—La niña María Dolores murió en el parto, pero el doctor Méndez salvó a María Encarnación…

El joven objetó:

—Dicen que el señor es un ateo, masón y juarista.

Otra paciente, con voz de campana respondió:

—Este doctor es un santo, les cobra solamente a los ricos y nos regala todo a los pobres. El que te haya aconsejado matar a este santo doctor es un Judas, te ha engañado.

Pascacio bajó la pistola y puso cara de tristeza. Pensó que lo habían engañado, que el capellán le había jugado una broma macabra o que lo estaba tentando un demonio, en lugar de purgar sus culpas para ganarse el cielo, estaba resbalando hacia un túnel oscuro. Fue agachando la cabeza, mientras escuchaba las voces que seguían la defensa del doctor. Guardó lentamente la pistola en su bulto y dio pasos hacia atrás.

El doctor Méndez no dejaba de observarlo fijamente:

—Su tía María Eduviges está en tratamiento, tiene cita el día de mañana. Vaya tranquilo que a ella no le diré de su comportamiento.

El joven balbuceó un “gracias”, imperceptible y se santiguó antes de retirarse. Al salir pronunció un tímido:

—Ustedes disculpen.

En la puerta intercepta al joven pistolero una señora enojada, que se acerca con confianza porque lo ha reconocido y le habla en voz baja, como susurrando, mientras aproxima la cara:

—Ese doctor que amenazaste es el mismo que salvó a tu madrina, la que te cuidó y espera seas un hombre de bien.

—¿Cómo dice…? —baja la voz y la mirada, mientras entiende que lo engañaron de un modo horrible. Por la mente del joven atraviesan mil imágenes de calderos infernales y almas en el purgatorio.

La mujer comienza explicarle cómo fue que la madrina vivió para contarlo y que ese “santo doctor” no le cobró y hasta le regaló un caballito para su hijo. Como la madrina Encarnación no tuvo hijos le regaló el juguete al ahijado, ahora convertido en un joven confundido.

En el lento y tortuoso sendero interior hacia el infierno de sus motivaciones, Pascasio soltó un disparo. La mayoría en el pueblo cree que fue un suicidio, la madrina Encarnación afirma que fue un accidente.