Música


Vistas de página en total

miércoles, 7 de abril de 2021

SIMBOLISMO DEL VELO DE ISIS EN SENTIDO PROFUNDO

 



 

Por Carlos Valdés Martín

 

El velo de Isis se desarrolló como un símbolo del conocimiento místico, religioso o iniciático en la transición entre los cultos politeístas a las diosas egipcias (con Isis reina entre los dioses, la activa consorte y hermana de Osiris), en contacto con la gnosis grecolatina. Al pasar los siglos se recuperó como símbolo adecuado para interpretaciones místicas (iniciáticas, etc.) o para versiones románticas de la aproximación absoluta a la Naturaleza (divinizada) y lo Femenino. De manera breve abordaré el símbolo del velo en general, a la diosa Isis y su “velo de Isis”.

El velo en sí: símbolo de bloqueo, vía de acceso y contacto mediado

A diferencia del sello, el candado y la puerta el velo señala una aproximación de aparente facilidad, por ser un dispositivo suave que delimita un objeto próximo. En especial, el velo se relaciona con el cuerpo y, en particular, con la cara de la mujer, aunque posee otras utilidades. El velo no impide con fuerza el paso y se mantiene como un obstáculo únicamente para el sentido de la vista, sin imaginarse como un obstáculo insalvable. Cualquier definición material del velo implica una materia textil y mejor cuando es ligera y hasta traslúcida. La ligereza y cualidad traslúcida del velo implica una aproximación hacia el objeto que protege, pero dejándolo a una mínima distancia y gesto para “descorrer el velo”. Sin embargo, en la imaginación simbólica un velo puede cubrir por completo la vista y hasta impedir el paso por completo, según muestra alguna leyenda clásica sobre el “Velo de Isis”.

Precisamente, esa proximidad y el estar en contacto íntimo con el objeto que protege hacen del velo un objeto tan asociado al deseo y la tentación. A manera de una puerta, la cual separa y también ofrece el sitio para acceder, también el velo posee una complicidad tremenda con el acceso, por lo tanto, se mira tanto en sentido positivo como negativo. Sin embargo, la costumbre moderna de la satisfacción inmediata y la facilidad para el consumidor impide comprender el sentido positivo del velo como “vía de acceso” a lo importante, lo sagrado y trascendental como se manifiesta en la noción del “Velo de Isis”. De manera semejante ese otro sentido para el velo como un “contacto mediado” desconcierta a la mentalidad moderna, pero sí ayuda a explicar el regreso del velo religioso como bandera de regreso del fundamentalismo islámico.[1] En el caso religioso, colocar el velo sobre la mujer implica que los demás están contenidos por un rito que impide el acceso a la mujer, entonces resulta el mediador de cualquier contacto con la mujer, comenzando con el visual.

La diosa Isis

Esta divinidad fue de gran importancia en el panteón egipcio, representando la parte femenina que complementaba a la trilogía de los grandes dioses, junto con Osiris y Seth. Además, para las narraciones de los habitantes del Nilo, esta diosa mantenía un papel activo en los conflictos, empleando la inteligencia y la audacia para completar su magia, con la cual restauraba el equilibrio de los mundos. Primero, a su hermano dios Osiris lo derrota la maldad de Seth, quien además lo destroza y separa, por lo que la intervención de Isis rescata los fragmentos y recupera la unidad de su amado. En ese tramo de la narración, Isis personifica a una viuda virgen que concibe un hijo,[2] cuando ella logra recomponer a su consorte y con él concibe a Horus, el dios joven, quien restablece el orden perdido. Por su parte, Osiris reina en el inframundo recibiendo a las almas de los muertos. En el reino de los vivos, su esposa concibe a Horus, quien será el campeón que restablece el reino cuando abate a Seth.

Según lo usual en el politeísmo los relatos de Isis poseen variaciones, con énfasis ella acrecentó su papel protagónico como diosa madre, ante la cual se encomendaban los devotos. El múltiple desempeño de la divina Isis (como maga, esposa celestial, madre de dios, restauradora, puente con la otra vida, viuda, la tierra misma…) le confirió un papel preponderante en el Egipto tardío y tendió un lazo de unión con las nuevas creencias que combinaron el misticismo grecolatino y el gnosticismo.

El Velo de Isis en su máxima intensidad

La diosa egipcia por periodos reinó en los cielos y después, ya redimensionada como entidad suprema, ella bendice los tres espacios: cielo, tierra e inframundo. Bajo este aspecto de una divinidad suprema (la cara femenina de la trinidad o la regente del universo desde el lado maternal, la Naturaleza entera) su símbolo del “Velo de Isis” adquirió el significado definitivo. Conforme Isis se volvió la diosa de la Totalidad entonces su rostro estableció el enigma de la Verdad (en el sentido absoluto de la Sabiduría ganada en un “solo golpe” de vista).[3] Conforme desde el siglo XIX se reinterpretaron los cultos egipciacos como “misterios de Isis”, entonces ese Velo adquirió protagonismo y se unió a una visión poética, por ejemplo: “Soy todo lo que fue, todo lo que es y todo lo que será / y mi velo jamás fue corrido por ningún mortal.”

Al colocarse Isis en tal posición, donde su rostro es una refulgente fuente de la sabiduría y la verdad, entonces surge también un problema, semejante a la caverna de Platón.[4] Si los humanos han crecido acostumbrados a las tinieblas, según señala el relato de la caverna, entonces mirar la luz del sol de manera directa les resulta imposible. De ahí se muestra la paradoja romántica que develar el rostro de Isis provoca tal deslumbramiento que quien lo haga está en peligro de muerte, entonces se recomienda multiplicar los velos y avanzar lentamente para no caer fulminado ante el resplandor de la sabiduría.[5] En la tradición islámica sufí, la Verdad divina se esconde detrás de muchos velos, entre 70 y 72,000 velámenes compuestos “de luz y tinieblas” que son indispensables pues esconden la fuente de luz y nos protegen de su fulgor. Curiosamente, la metáfora de la multiplicación de los velos de Isis queda en armonía con el lento avance de la ciencia ante naturaleza, por tanto resulta una armonía entre esa intuición mística y la lenta evolución del pensamiento a escalas históricas.

“Dialéctica de la Ilustración” contra los velos y los ídolos

Haciendo una apretada síntesis: la Ilustración europea cumplió con el mérito de desgarrar los velos que sostenían un periodo oscurantista, incluso tenebroso que afirmaba el dominio de una Iglesia corrompida sobre las sociedades. Sin embargo, el interés por Isis y su velo resulta posterior al periodo de la Ilustración clásica de Europa, a manera de un contraflujo romántico y de interés por el esoterismo y la nueva espiritualidad. Algunos autores han afirmado, con astucia, que la ruta de la Ilustración desembocó en un racionalismo, para algunos “desantropomorfizador”[6] (que se deshace de la figura humana) y para otros hasta nihilista.[7] Bajo cualquiera de las dos vertientes, la ruta terminaría en algún páramo desértico carente de emoción (sin romanticismo)[8] y sin espacio para el propio ser humano. 

El argumento que aquí propongo es que el iluminismo nunca permea en la entera sociedad y, más aún, la crítica racional no implica que otros dos niveles clásicos de la persona estén resueltos, pues ni el espíritu ni el sentimiento se resuelven en el razonamiento. En otras palabras ni el “sentido de la vida” ni la vitalidad de los sentimientos se resuelven con una argumentación fría, por eso Ortega apelaba a una fusión entre raciocinio y vitalismo, en una “razón vital”.[9] Incluso gracias a la propia ilustración, hacia el siglo XVIII se favoreció que Europa conociera más y mejor los cultos orientales, desde los cuales se retomó la fascinación por el antiguo Egipto y las religiones comparadas. Algunos románticos encontraron en la diosa Isis nuevos matices emotivos y grandiosos que no encontraban en el cristianismo predominante. Los heterodoxos de las doctrinas, fueron armando una visión para convertir ese antiguo relato en una nueva metáfora iniciática y de búsqueda de conocimientos esotéricos, por ejemplo, los popularizados por Blavatsky.[10]

Fenomenología ante el “velo en el rostro”

Si bien el objeto que llamamos velo posee diversas utilidades, su intensidad se multiplica cuando descansa sobre un rostro. Velar un rostro implica un programa completo. No es lo mismo velar, por ejemplo, el pubis que el rostro debido al nivel de comunicación interpersonal que implica el rostro. Cualquier rostro concentra una biblioteca entera de mensajes, por la intensidad con la cual comunicamos mediante cientos de diminutos músculos bajo el rostro. Basta un pequeño ajuste en los ojos para revolucionar una expresión. Con esa capacidad tremenda de comunicación del rostro, el acto de taparlo marca el misterio extremo y hasta la despersonalización, pues si no miramos un rostro nuestra mente duda si hay una auténtica persona real.

La fenomenología es el enfoque para comprender las superficies (las apariencias) como lo esencial, de tal manera que los rasgos presentes nunca se deben omitir. La presencia del espejo provocó desconcierto y temblor entre los pueblos primitivos por esa convicción de que devuelve el rostro tal cual es, sin caer en falsas imaginerías. Para la mente, imaginar una persona sin rostro implica un reto mayúsculo, en ese sentido, el velo sobre la cara implica una duda extrema y un desafío. Por eso, en un sentido psicológico, un rostro tras el velo resulta tan atractivo como atemorizante, que se aplica tanto a una prostituta sagrada (la mujer del harem, la vestal) como a un verdugo, aunque con el último se le denomina máscara. La presencia del velo sirve para anunciar un extremo que escapa de la condición normal, ya sea como amenaza, deleite, terror, interrogante, etc. Por lo mismo, la presencia del tapabocas por pandemia provoca tantos reparos y objeciones: porque amenaza con la despersonalización.

Una salida fenomenológica será interpretar los pliegues del velo como un lenguaje completo, así como el rosto ya es una plétora de significados, los consecuentes pliegues de un velo deberían ser una biblioteca entera de significados; esto en el sentido que Novalis interpreta a la naturaleza como una gramática completa, un lenguaje por descubrir bajo el velo sagrado.[11]

Jugando a la fenomenología radicalizada, vale afirmar que el velo ya sustituye al rostro mismo y que detrás del obstáculo hay una nada o huella vacía, pues el velo se convierte en la realidad completa y su soporte resulta una quimera. Sin embargo, esa radicalización al afirmar que tras ese velamen se encuentra una diosa fantasmal, entonces permite que haya un crepitar de posibilidades infinitas, donde el optimista supone la irradiación más portentosa y el pesimista cree que se esconde la más triste nada.

Hipótesis del contacto mediado

Considerándolo con optimismo, el famoso Velo comparte la cualidad de otras prendas, pues la desnudez absoluta resulta trivial o insufrible, mientras que el vestir transmite infinitos mensajes y brinda ventajas prácticas. A su manera claridosa, el filósofo Ortega y Gasset repudia la “acción directa” del anarquismo para elogiar a las “mediaciones” que construyen la cultura y las instituciones políticas. El anarquista pretende saltarse dos mediaciones clave (el Estado y el Capital) para establecer el único contacto que tolera en una fusión (hipotética) entre iguales. Ortega afirma que la “acción directa” implica un gesto contra-natura que abandona más de lo que gana al establecerse. El concepto esotérico de la ruta velada acepta las vías indirectas y termina glorificando a las mediaciones, las cuales —siendo francos— lo abarcan todo, pues el pensamiento y el lenguaje son mediaciones indispensables. Si, como dijera Kant, resulta imposible conocer “la cosa en sí”,[12] entonces hay que transitar por las categorías del pensamiento, es decir, habrá que vivir la mediación de la mejor manera (con la crítica).

La metáfora filosófica para el pensamiento ha usado de la copia y de la cera blanda para reproducir lo más exactamente “la cosa misma”, por esa ruta la sutileza y aproximación del velo también sirven como una excelente metáfora. Conforme el velo reproduce el rostro es otra “cera blanda” que revela mientras esconde al rostro. Además, algún velo también se elabora con una tela traslúcida, entonces cabría aceptarlo como un receptáculo en el camino de la inteligencia y sería un puente más que una barrera.

 

El romanticismo en “Los discípulos de Saïs”

Encontré este interesante pasaje “…Novalis (…) en (…) Uno de sus escritos, que (…) quedó en fragmento, se titula Los discípulos de Saïs. (…) reproduce una vieja leyenda del culto de la diosa Isis en Saïs. Egipto estaba de moda en aquellos años finales de la Ilustración; y ya Schiller había dedicado un poema a La imagen velada de Saïs. En la formulación de Schiller se trata de un joven discípulo del templo de Isis cuyo afán era conocer la verdad, contemplarla, y gozar en esa contemplación de la posesión de todas las cosas. La verdad, le dice su maestro, está en el rostro de la diosa, cuya imagen se encuentra cubierta por un velo que ningún mortal con culpa puede levantar sin morir. La historia termina mal: el joven no pudo refrenar su pasión, y lo encontraron muerto una mañana ante la imagen velada.”[13]

“En su formulación novalisiana, el velo de la diosa es el símbolo poético de la naturaleza misma, como un lenguaje cifrado cuyos trazos, que son sus pliegos, somos incapaces de leer. Levantar el velo quiere decir interpretar ese lenguaje.”[14]

Novalis en la multiplicidad natural intuye una “gramática”, es decir, un lenguaje: “Los hombres ―afirma Novalis― discurren por numerosos caminos. Quien los siga y los compare verá surgir figuras maravillosas; figuras que parecen formar parte de esa gran escritura cifrada que por todas partes se ve: en las alas, en la cáscara del huevo, en las nubes, en la nieve, en la formas cristalinas y pétreas, en las aguas heladas, en el interior y en la corteza de las montañas, de las plantas, de los animales, de los hombres, en las luces de cielo (...), en los haces en torno al imán. En ellas se adivina la clave de esa escritura fantástica, su gramática”[15]

A manera de conclusión

Ahora bien, saltando a una conclusión rápida y hasta precipitada, Hernández-Pacheco afirma que tras el velo de Isis lo que debe aparecer es el Yo, como sujeto único de la razón, para lo cual se catapulta hasta Kant y se desliza por Horkhimer.[16] Afirma que tras el velo está la “apercepción trascendental” (Kant) que es el Yo, hacia el cual se remitirán todos los significados, y terminará la tarea de la razón idealista, pues la idea está en el interior desde el principio.  Entonces, para esta interpretación la diosa Isis es la subjetividad (el Yo) capaz de interpretar el mundo, apoderándose del secreto de la Naturaleza; lo cual no es incoherente, pero lanza un salto que devora el proceso, por eso mismo presenta un resultado “vacío”. El propio exegeta Hernández-Pacheco asume (repitiendo una versión argumental)[17] que ese idealismo lleva en línea recta hacia el nihilismo del apetito insaciable y frustrado. En cambio, la exégesis del romanticismo[18] y otras permiten afirmar que esa ruta no es forzosa, pues no todo camino hacia Isis desemboca en un Yo nihilista, de hecho esa ruta es inusual. Hacia fines del siglo XIX, la metáfora del Velo de Isis regresó con frescura, sirviendo de emblema para una renovada búsqueda esotérica,[19] pero eso ya es otra historia.  

NOTAS

[1] Caso típico en Irán, donde el velo dejó de ser una costumbre de aldeanas para tornarse en una obligación religiosa generalizada, impulsada por el acceso de los dirigentes religiosos al poder del Estado.

[2] Este papel de Isis resulta desconcertante, aunque deberíamos estar acostumbrados a estas paradojas de virginidad-procreación y viudez-matrimonio por la interpretación cristiana sobre la “Inmaculada concepción” y otros relatos bíblicos como la vejez de Sara, la recepción de Ruth, el personaje de Hiram, etc. Con el advenimiento del cristianismo con facilidad de identificó a Isis con la madre de Cristo, facilitando la transición hacia un culto mariano.  

[3] En ese sentido tradicional, la Sabiduría es un don divino que se obtiene súbito y sin el largo recorrido que caracteriza a la Ciencia. El legendario Salomón pide “sabiduría y ciencia” como siendo una única bendición y le es concedida, por lo que no requiere de estudios. 1Reyes, 10:13.

[4] Platón, La República.

[5] El concepto universal de lo sagrado implica la distancia y lo más sagrado deberá ser lo más confinado como el sanctasanctórum, dentro del Templo de Salomón. La Biblia. Reyes y Crónicas. 

[6] Adorno y Horkhaimer, Dialéctica del iluminismo.

[7] Daniel Bell, Las contradicciones culturales del capitalismo.

[8] William Ospina, El año del verano que nunca llegó.

[9] Ortega y Gasset, El tema de nuestro tiempo.

[10] La fortuna del título de Madame Blavatsky es “Isis sin velo”, lo cual resulta perfecto en varias dimensiones.

[11] Javier Hernández-Pacheco, El velo de Isis elementos para una mariología romántica, p. 17.

[12] Kant, Crítica de la razón pura.

[13] Javier Hernández-Pacheco, El velo de Isis elementos para una mariología romántica, Publicado originalmente en: Thémata. Revista de Filosofía. Número 9, 1992, págs. 197-213. Volumen de homenaje a D. Jesús Arellano. El enfoque es curioso pues ““Se preguntará el lector qué tiene esto que ver con la Virgen María. El caso es que Novalis piensa que, en efecto, tiene mucho que ver.”, p. 3.

[14] Javier Hernández-Pacheco, El velo de Isis… p. 4. Los pitagóricos afirmaron que la matemática y geometrías son ese lenguaje absoluto, lo cual retoma Platón para fundar el idealismo filosófico.

[15] Novalis, Die Lehrlinge zu Saïs, pág. 96.

[16] Las simplezas de la “dialéctica de la Ilustración” de Adorno y Horkhimer.

[17] Según señalamos repite a Horkhimer y otros como Bell.

[18] William Opsina, El año del verano que nunca llegó.

[19] Blavatsky, Isis sin velo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tal vez el hablar de un velo de Isis no sea tan práctico como el hablar de una serie de velos de Isis que son como capas de una cebolla. Al ir desarrollándose, el ser humano va quitando una capa (velo) , después otra capa (velo) y otra y otra conforme el desarrollo va dándose y el Observador va observando cada vez desde más cerca al Yo. Y que tal vez el Yo no es otra cosa que El Ser : Lo inefable, La Singularidad ( es decir, ahí donde las leyes "universales y normales" de la Física dejan de regir").