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domingo, 14 de febrero de 2021

UN MISTERIO EN IRLANDA LA ESMERALDA DE LOS MARES

 



 

 

 

Por Carlos Valdés Martín

 

 

Irlanda es un país cargado de simbolismo, que con sus misterios ha atraído a propios y extraños. Su nombre proviene del celta “iverio” significa próspero y de “land” que es tierra; así que el término completo es “tierra de prosperidad”. Después de las glaciaciones la isla se volvió accesible para la colonización y desde tiempos neolíticos hay registro de asentamientos.

 

Por su lejanía de la tierra continental se convirtió en el refugio de diversas migraciones. La hermosa orfebrería irlandesa fue un arte temprano, que motivó suposiciones sobre viajes desde la lejana Grecia clásica. Los celtas emigraron y dominaron esas tierras, aunque para efectos de crónica se consideran sus habitantes originarios, que dejaron huellas de su lenguaje.

 

Arquetipo del refugio: el final de un escape

Para nuestra mente el escapar resulta una situación fácil de comprender y (simultáneamente) tan difícil de transitar, que nos dibuja un arquetipo.[1] Sabemos que el llamado “instinto de conservación” es uno de los pilares de la psique; la cual adopta la posición de huida ante lo que considera dañino. Así, un escape es alejamiento o hasta la huida de una fuente del mal o peligro; después ese movimiento con miedo o simple precaución, debe alcanzar un término. La palabra refugio señala el espacio afortunado donde se termina la escapatoria, entonces ese espacio significa el regreso de la tranquilidad y hasta el derecho a habitar (el asilo sagrado). Irlanda fue refugio natural para los perseguidos, por ubicarse en un territorio alejado de los centros del poder material y espiritual de Europa continental.

 

La Esmeralda de los Mares

Con un clima menos hostil que el Norte de la Isla Británica, Irlanda se identifica con el verdor de los prados y la abundancia natural. Por ese medioambiente irlandés templado, esa región se ha simbolizado mediante el color verde. La conversión de la región al cristianismo no fue precedida de guerras como sucedió en América, por lo que la religión arraigó de un modo más orgánico y profundo.

 

La “Esmeralda de los Mares” es un título misterioso que evoca a la sabiduría hermética, por el recuerdo de la “Tabla Esmeralda”. Esa joya verde es apreciada por el esoterismo, pues se afirma que las primeras enseñanzas de Hermes se grabaron en una mítica plancha de ese material.[2]

 

Otra vertiente señala a Irlanda como una zona de intensa evangelización y fuerte influencia monacal, la cual fue dificultada por las invasiones de los fieros vikingos. Gran parte del legado católico a través de la figura de San Patricio y los conventos sigue siendo notorio, marcando a esa región como una mixtura entre lo sacro de los antiguos celtas precristianos y la piedad de las generaciones sucesoras.

 

El sentido nacional de Irlanda

Antecedido por un periodo milenario de dispersión entre tribus, clanes y gobiernos regionales, de manera lenta pero orgánica fue surgiendo un sentido de unidad nacional de Irlanda. Ya hacia el siglo XVII el despertar de un esbozo de nacionalismo irlandés creció por su oposición frente a sus dominadores frecuentes, los gobernantes de la principal isla británica. Además ese proceso se mezcló con un conflicto religioso creciente, pues la mayoría de Irlanda se mantuvo católica mientras Inglaterra se desplazaba hacia creencias cristianas contrarias al papado. Esa oposición entre la próspera y expansionista Inglaterra marcó la identidad y condición vital de Irlanda, impulsada por una serie de traumas colectivos como la hambruna y emigración masiva a América.

 

Un caso antiguo de proto-nacionalismo y orgullo: Juan Escoto Erígena

En el contexto de Europa y como reacción contra las invasiones extranjeras, luego el nacionalismo de Irlanda terminó siendo muy intenso. El deseo por conservar una identidad de la Esmeralda de los Mares y engrandecerla ha sido notorio desde tiempos antiguos. La combinación entre orgullo nacional y sabiduría se cumple en la figura del escolástico Juan Escoto Erígena. Sus apellidos son dos apelativos a Irlanda, uno referente a “Scott” y el otro a “Erin”, que fue el título pre-cristiano de la región. Resulta una misteriosa combinación si desechamos la puerilidad de las repeticiones, según mostraremos el sentido de uno estos términos.

La filosofía de este monje cabe calificarla como una herejía panteísta poco observada, que se paseó bajo la mirada miope de los censores.[3] En vida, el sabio Escoto alcanzó renombre por su erudición y fue agasajado en el corazón del continente europeo, para heredar su huella en los siglos posteriores.

 

El divorcio

Durante siglos las relaciones entre las partes del llamado “Reino Unido” fueron conflictivas, aunque con periodos de unificaciones estrechas. La inflexión hacia la fusión política culminó hacia 1800 con la “Union Act” y desde ahí la tendencia separatista recrudeció. El nivel de encono y oposición de los irlandeses hacia los extranjeros fue creciendo, generando una dualidad comprensible en la distancia, aunque desconcertante para otros participantes. Cuando Inglaterra estaba enfrascada en el esfuerzo de la Primera Guerra Mundial y había movilizado a la opinión pública de sus dominios y colonias para reforzar sus ejércitos, en Irlanda surgió una insurrección separatista en 1916, llamada la Insurrección de Pascua. Para el pueblo inglés resultaba una traición incomprensible que los nacionalistas irlandeses se sublevaran en su contra durante una Gran Guerra, lo cual marcaba esas perspectivas tan encontradas.

 

Complemento entre Irlanda, Escocia e Inglaterra[4]

No siempre la oposición fue tan hostil, ni Irlanda fue considerada un polo débil de la relación frente a la región inglesa. A lo largo de los siglos las ventajas comparativas y el liderazgo fue cambiando de mano. Evitando entrar en detalles, en el periodo más lejano los reinos tuvieron gobiernos separados, pero también durante un periodo legendario, hubo una unidad política de Irlanda y Escocia[5] cuando ambos fueron llamados Scotts. Lo cual revela una línea profunda, pues la principal rama masónica se llama escocesa, pero no en un sentido de región nacional de Escocia, sino retomando ese término místico de Scott. Entonces Rito “Escocés” no significa el perteneciente al reino de los higlands, sino una relación con el trasfondo de los antiguos Scotts, antecedentes de las actuales Escocia e Irlanda. El término de Scott, en ese nivel legendario, queda relacionado con una leyenda post-salomónica de la piedra fundacional del trono del Rey David, para detallar en otra ocasión.

 

Las oposiciones en los sistemas complejos (como son las naciones y Estados) implican otro tipo de relaciones como complementariedades y cambios de las correlaciones de fuerzas, direcciones de flujo que no están en completa divergencia, etc. Hacia el siglo XVIII, cuando surge la masonería moderna en Londres, la preeminencia de la región llamada Inglaterra era un presupuesto; sin embargo, las nuevas ideologías no permitían un sometimiento evidente de una región hacia otra por lo que rápidamente se formaron logias independientes, que sin encajar bajo un signo nacionalista, sí marcaban su celo autonómico. Dentro del filosofismo masónico, existe una enorme valoración por Irlanda y la inteligencia de su pueblo, señalada bajo el rótulo “maestro irlandés”, un sabio que retoma las antiguas tradiciones y aplica su pericia para remediar las miserias del pueblo.

 

 

NOTAS:



[1] Como si el llamado instinto de sobrevivencia nos tuviera predispuestos a la huida, manifiesto en la tendencia de la mente hacia la paranoia. Cf. Ana Freud, El yo y los mecanismos de defensa. 7

[2] El Kybalión. En el cuadrilátero de las piedras preciosas más valoradas, la esmeralda se relaciona con Venus y con la noción de la eterna juventud, por la relación del verde con la vegetación.

[3] Finalmente, sus teorías sí fueron condenadas por la Iglesia católica, por ser un panteísmo, que no se limitaba a repetir la infalibilidad del papado.

[4] Significa Tierra de los Anglos, tribu que colonizó la región después de la salida de los romanos.

[5] Semánticamente Escocia forma su sustantivo con la raíz Scotts, además el término se refiere también a los antiguos habitantes de Irlanda.

 


lunes, 1 de febrero de 2021

MANÁ Y EL ALIMENTO ESPIRITUAL

 



Por Carlos Valdés Martín

 

La huida de Egipto presentaba otro tremendo desafío para los judíos: el desierto. Ese territorio de arena no daba medios para alimentarse y era inminente el riesgo de morir por hambre. La solución de la narración bíblica fue un alimento caído del cielo durante los siguientes 40 años.

Esta interpretación no pregunta si existió un maná físico, sino sobre el sentido simbólico de recibir dones celestes que alimentan. El maná legendario fue una materialización de una presencia divina, de tal manera que no es un “fruto de la tierra” ni del trabajo, sino un mágico “don gratuito”.

Cuando sucede un “don gratuito” tangible, estamos refiriéndonos a la Naturaleza (o la Materia como el ser físico entero), la cual nos colma con su fuente del bienestar.[1] La condensación del rocío posee semejanza con el relato y para la mirada observadora da otra especie de milagro, cuando el aire condensa gotas de agua durante la madrugada.

La palabra “maná” surgió de una pregunta por extrañeza “¿qué es esto?”[2] Jamás nadie más ha reproducido maná en sentido físico; en cambio, la Naturaleza a diario nos da nutrientes con los dones del cielo y el ejemplo emblemático es la respiración que nos nutre del aire.

Existe una interpretación sublime del maná, por ejemplo que el cristianismo lo interpretó así y lo presentó como oportunidad para la salvación.[3] Aunque no consideremos una religión, el espíritu requiere de una alimentación específica, ya sea mediante asimilación intelectual, por emociones gratificantes o significados ético-culturales.[4] Las antiguas escuelas filosóficas tuvieron claridad de que ellas alimentaban a sus adeptos de una manera distinta: compartiendo conceptos, representaciones y simbolismos. La visión del pitagorismo como una secta ascética es una distorsión, pues lo que innovó Pitágoras fue otra alimentación: algo apropiado al intelecto con los números y al espíritu con sus enseñanzas místicas.[5]

Conforme el pensamiento y la cultura proliferan, la alimentación de ese otro maná (el metafórico, no el milagroso) fluye de manera constante. El pensador atento se alimenta de un maná intelectual.



[1] Sin embargo, lo gratuito queda devaluado, mientras lo valioso es difícil, trabajoso o escaso.

[2] Éxodo, 16:13.

[3] En la “Eucaristía” lleva al extremo ese concepto al reinterpretar el maná como el don del pan de Cristo, pues no toda nutrición significa salvación.

[4] Obsérvese que hasta la política manifiesta formas de religiosidad. Véase Jorge Cuesta, Ensayos, Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones.

[5] Véase al romano Porfirio.