Música


Vistas de página en total

sábado, 6 de junio de 2020

“EL MITO DE SISIFO” DE CAMUS EXPLICADO




Por Carlos Valdés Martín

Procedimiento

Colocado al final del libro de Albert Camus,[1] el capítulo sobre el mito, titulado como el texto completo “El mito de Sísifo”, se ha convertido en un pequeño clásico, que gravita solitario, separado del libro y suele encargase para leer a manera de conclusión. Y resulta correcto leerlo como una obra que posee la redondez de un cuento, es una pequeña joya que condensa y desborda al libro entero. Para mayor alegría este capítulo logró más éxito que el libro completo, lo cual requiere de alguna explicación. El capítulo sintetiza el relato legendario de un personaje mítico y le otorga un rango filosófico existencial. Al establecer ese análisis, Camus ha destilado el concepto completo de su filosofía del absurdo —variante dolorosa del existencialismo—, trabajada en tres niveles principales: como sentimiento, como razonamiento filosófico y como expresión artística, en especial como novela. Para facilidad del lector he dejado con un color el texto original, las notas al píe con explicaciones son muchas y el texto negro explica lo que requiera aclararse.

Planteamiento: Párrafos 1 y 2

1. Los dioses habían condenado a Sísifo[2] a subir sin cesar una roca hasta la cima de una montaña desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza. El relato filosófico emplea una leyenda griega, un procedimiento tan popular desde Freud, y aquí es la narración de Sísifo. El núcleo para interpretar esta la leyenda se expone en este primer párrafo y la propuesta para que ese tiempo inmemorial interprete a la actualidad.[3] Contiene una evidencia, pero también un elemento desconcertante, pues los antiguos griegos no creían que el Hades fuese un sitio de castigo, pues los dioses politeístas no se cebaban contra las almas, sino que las dejaban tranquilas a sus procesos de reciclado o de olvido. El singular destino de Sísifo, con un castigo eterno y especial en el más allá, prefigura las nociones católicas de la región infernal, que para los griegos fue una rara excepción. El filtro de un Infierno de Dante y la completa tradición cristiana con su más allá de castigos ¿nos prepara para comprender mejor el relato o veda cualquier comprensión? La exégesis de Camus implica que mejora nuestra comprensión del personaje, nuestra distancia se vuelve cercanía. Además el castigo parece un dispositivo laboral que recrea la completa visión de la enajenación y la apoteosis de la explotación del trabajador, aquí coloca Camus un juicio de valor, pues “el castigo más terrible” es el “inútil y sin esperanza”. Surge un segundo filtro, pues el antropólogo o filósofo responderá que las sociedades primitivas no fueron tan adictas a la utilidad, sino que rodeaban de significados sus gestos productivos.[4] A su vez, el siglo XX leyó a Camus mediante un filtro marxista y supone que su tema es social, incluso auténticamente revolucionario, cuando su lectura detallada demuestra que no lo fue de ahí sus desencuentros en particular con Sartre durante su etapa de fusión entre marxismo y existencialismo.[5] Entonces habrá que afirmar que el Camus de este ensayo para nada es marxista, sino existencialista en un sentido más estricto, ocupado por el sentimiento de lo absurdo, ante lo cual la idea de revolución sirve de analgésico, nunca como medicamento.[6]
2. Si se ha de creer a Homero,[7] Sísifo era el más sabio y prudente de los mortales. No obstante, según otra tradición, se inclinaba al oficio de bandido. No veo en ello contradicción.
Entre la posición tradicionalmente más sublime del sabio (sereno, pacífico, en paz consigo mismo) y el oprobio del bandidaje (inquieto, feroz, inmoral, en guerra contra cualquiera) Camus plantea de manera sorprendente su equivalencia, pero ahí ha tendido el lazo de lo absurdo. El absurdo por su rápida síntesis, pero consistencia al comprender su largo argumento de la conquista (el acto del bandidaje bajo un matiz positivo) como un hambre existencial, jamás saciada, que obliga a desplegarse hacia el mundo, ejerciendo una inquieta libertad. El sabio conquista la paz interior, el bandido su botín, para Camus aquí son extremos de un mismo gesto, el apoderarse de algo, lo cual termina por carecer de sentido ante la sombra de la muerte y su Nada.  
Difieren las opiniones sobre los motivos que le llevaron a convertirse en el trabajador inútil de los infiernos. Se le reprocha, ante todo, alguna ligereza con los dioses. Reveló los secretos de éstos.
El pensamiento de Camus es ateo, pero hondo conocedor de las consecuencias emocionales de esa ausencia de Dios, por eso su obra retoma los ecos de Nietzsche y Kierkegaard; pero en este capítulo, el autor juega a que los muchos dioses funcionan (en un teatro mental) y sí provocaron la desgracia de Sísifo. En lo que sigue explora un par de hipótesis de la leyenda. La primera es la ofensa que él cometió contra los dioses, según se observa en seguida.
Egina, hija de Asopo,[8] fue raptada por Júpiter. Al padre le asombró esa desaparición y se quejó a Sísifo. Éste, que conocía el rapto, se ofreció a informar sobre él a Asopo con la condición de que diese agua a la ciudadela de Corinto.[9] Prefirió la bendición del agua a los rayos celestiales. Por ello le castigaron enviándole al infierno.
La leyenda afirma que la doncella Egina fue raptada por Zeus para obtener deleites carnales y Sísifo se prestó a delatar al dios, a cambio de obtener agua. Por eso los dioses griegos castigarían a Sísifo, pero hay otra hipótesis en la leyenda.
Homero nos cuenta también que Sísifo había encadenado a la Muerte. Plutón[10] no pudo soportar el espectáculo de su  imperio desierto y silencioso. Envió al dios de la guerra, quien liberó a la Muerte de las manos de su vencedor.
Bajo esta versión, Sísifo había sido capaz de encadenar a la Muerte y evitar que visitara a los mortales. El dios Plutón reinaba en el Hades, por lo que la falta de almas le enoja, así que envía a la Guerra, para desatar a la muerte, después castigando a Sísifo. Sin embargo, esta versión queda como descartada, porque elevaría al castigado hasta una estatura sobrehumana al estilo de Prometeo, y en esta interpretación se considera espejo de la condición humana.

La verdadera leyenda y su significado. Párrafos 3 y 4.

Aquí Camus relata la versión más aceptada de la leyenda que explica a Sísifo por su muerte y una astucia para superar la fatalidad de la muerte. Recordemos que el pensamiento griego estuvo cruzado de principio a fin por la maravilla ante la astucia, comenzando por el Caballo de Troya y su héroe emblemático es Odiseo, el tramposo.[11] El regreso del Hades al mundo de los vivos podría deberse a una trampa basada en que la reina no realiza las honras fúnebres debidas a un rey, ni siquiera a un simple ciudadano, pero esto lo hace por órdenes del propio Sísifo. Ese desacato a los ritos funerarios da el pretexto para que el recién finado obtenga permiso para regresar de la muerte para corregir la falta.  
3. Se dice también que Sísifo, cuando estaba a punto de morir, quiso imprudentemente poner a prueba el amor de su esposa. Le ordenó que arrojara su cuerpo insepulto en medio de la plaza pública. Sísifo se encontró en los infiernos y allí, irritado por una obediencia tan contraria al amor humano, obtuvo de Plutón el permiso para volver a la tierra con objeto de castigar a su esposa.
Entonces volvió a la vida Sísifo, pero no cumplió su cometido y se aferró con más ímpetu a la existencia recobrada. ¿Cómo se comporta el renacido? Para él su apego a la vida es más fuerte, por eso disfruta con intensidad “la mar brillante y las sonrisas de la tierra”.
Pero cuando volvió a ver el rostro de este mundo, a gustar del agua y del sol, de las piedras cálidas y del mar, ya no quiso volver a la oscuridad infernal.[12] Los llamamientos, las iras y las advertencias no sirvieron de nada. Vivió muchos años más ante la curva del golfo, la mar brillante y las sonrisas de la tierra. Fue necesario un decreto de los dioses.
El renacido Sísifo disfrutó muchos años su condición de renacido, desoyó los reclamos de Plutón y el recordatorio de su promesa de regresar voluntariamente al Hades. Los mensajes de los dioses fueron ignorados, entonces cometiendo perjurio y desacato.
Mercurio bajó a la tierra a coger al audaz por el cuello, le apartó de sus goces y le llevó por la fuerza a los infiernos, donde estaba ya preparada su roca.
Aparece el dios Mercurio (entre los romanos y Hermes entre los griegos) el mensajero, divinidad de los engaños, el comercio y la alquimia para intervenir directamente con un gesto definitivo. El castigo ya estaba preparado en el espacio del Hades, que en sentido estricto jamás equivalen a los infiernos cristianos, pero en el relato se convierten en ello al agregar un castigo eterno.

4. Se ha comprendido ya que Sísifo es el héroe absurdo. Lo es tanto por sus pasiones como por su tormento.
Los capítulos del libro, en especial la primera parte, despierta la sensibilidad del absurdo, ese sentimiento de que el sentido se ha vaciado y se pierde en todas direcciones, altitudes y profundidades. Una condición humana absurda que catapulta una actitud de crecimiento, una rebelión heroica, con su “todo o nada” presintiendo que la Nada es el único premio y castigo (que aquí son lo mismo). Lo peculiar es que el héroe en sentido habitual debe serlo por una causa, debe fundar y motivar su lucha,[13] lo contrario sería un jugador (quien actúa sin motivo ulterior). Lo peculiar de Camus consiste en su acento en la fusión de “héroe-absurdo” para sacar todas las consecuencias extremas de la “muerte de Dios” y bajo un materialismo a secas, sin trascendencia efectiva.
Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser se dedica a no acabar nada. Es el precio que hay que pagar por las pasiones de esta tierra.
La explicación implica una gran tensión y una dualidad, pues reconoce que el individuo heroico hace un esfuerzo límite que plasmo entera su existencia en un impulso y su objetivo, mientras que el resulta implica “acabar nada”. Esto no equivale a la maldición bíblica con la expulsión del Edén que obliga al trabajo y al dolor con una perspectiva oculta,[14] sino que Sísifo empuja el destino hacia una nada; más bien, figura una versión extrema del  Eclesiastés, que condena cualquier esfuerzo terrestre como “¡Vanidad de vanidades, —dijo el Predicador— todo es vanidad!”.[15] Para esta agónica filosofía se intercambian el todo del sujeto por la nada del resultado, a manera de gesto comercial, señala Camus que es “el precio” a pagar.  
No se nos dice nada sobre Sísifo en los infiernos. Los mitos están hechos para que la imaginación los anime. Con respecto a éste, lo único que se ve es todo el esfuerzo de un cuerpo tenso para levantar la enorme piedra, hacerla rodar y ayudarla a subir una pendiente cien veces recorrida; se ve el rostro crispado, la mejilla pegada a la piedra, la ayuda de un hombro que recibe la masa cubierta de arcilla, de un pie que la calza, la tensión de los brazos, la seguridad enteramente humana de dos manos llenas de tierra. Al final de ese largo esfuerzo, medido por el espacio sin cielo y el tiempo sin profundidad, se alcanza la meta. Sísifo ve entonces cómo la piedra desciende en algunos instantes hacia ese mundo inferior desde el que habrá de volver a subirla hasta las cimas, y baja de nuevo a la llanura.
El autor aclara que extiende su imaginación hacia el Hades para dibujarnos los detalles del personaje. La piedra de la condena debe ser enorme, debe treparse por una cuesta difícil, tan alta que requiera la jornada completa para alcanzar su cúspide. En el empuje de Sísifo entra en juego el cuerpo completo, complicidad de cada uno de los órganos por entero sometido a la faena. Describe rostro crispado y brazos tensos, ninguna parte del cuerpo debe quedar fuera de esta labor, con esfuerzo extremo, incluso en inglés existe la palabra “toil” para describir ese tipo de trabajo con esfuerzo. Al termina la cuesta, el personaje alcanza su meta obligada y en cuanto termina su jornada la misma piedra se agita para rodarse hasta volver a punto de arranque. El argumento revela una circularidad que tanto interesó a los antiguos y tan poco a los modernos, el filósofo antiguo sospecha un “Eterno retorno”,[16] el moderno hace una mueca y mira al horizonte en dirección del “Progreso” bajo las variaciones de dialéctica, avance, desarrollo, revolución, etc.

El regreso y la conciencia Párrafos 5 y 6.

5. Sísifo me interesa durante ese regreso, esa pausa. Un rostro que sufre tan cerca de las piedras es ya él mismo piedra.
Una tesis muy influyente en ciencias sociales afirma la identidad entre el humano y su producto, bajo muchos aspectos, en especial la primacía de la producción o la definición de un interés de clase. Lo irónico es que esta descripción señala el sufrimiento por la importancia para establecer su producto, pues Sísifo jamás logra que la piedra permanezca en la cumbre, sin embargo, durante el proceso se establece la fusión sujeto-objeto. Curiosamente también a lo largo de la dialéctica aplicada a la subjetividad se ha asumido de alcanzar la identidad sujeto-objeto resulta en el paraíso, por acabar con el proceso de enajenación.[17] Aquí se cumple esa identidad entre Sísifo y su roca, “es ya él mismo piedra”, pero de entrada no pareciera paraíso sino un infierno, cuando al finalizar el capítulo se revelará lo contrario.
Veo a ese hombre volver a bajar con paso lento pero igual hacia el tormento cuyo fin no conocerá jamás. Esta hora que es como una respiración y que vuelve tan seguramente como su desdicha, es la hora de la conciencia. En cada uno de los instantes en que abandona las cimas y se hunde poco a poco en las guaridas de los dioses, es superior a su destino. Es más fuerte que su roca.
Hasta aquí la imaginación del tormento de Sísifo sigue siendo física, una agonía del músculo y la carne, centrada en un subir vacío de finalidad. Recordemos que entre los griegos los mitos del trabajo solían adquirir un tinte negativo, así preferían el engaño sobre el esfuerzo y sus obras no finalizaban con éxito, por tanto amplificaban el sentido negativo del fabricante de laberintos Dédalo, la tragedia de Ícaro, el sentido punitivo de los trabajos para Hércules, las astucias de Odiseo… Esta narración posee el mismo tinte que maldice al trabajo mismo. Aunque en este párrafo, Camus establece una especie de pausa y señala que se abandona el cansancio físico y llega “la hora de la conciencia”, paso de la carne a la reflexión, entonces apunta un logro de Sísifo, pues él se demuestra superior a su castigo y destino. Esta superioridad en parte es física —más fuerte que..— y en parte es ética —de la conciencia—. El relato nos hace pensar que Sísifo no escapa otra vez, como la primera usó un ardid para regresar al aire fresco de su ciudad, sino que ya asume un responsabilidad, tan aplastante que no se permite abandonar su puesto.
6. Si este mito es trágico lo es porque su protagonista tiene conciencia. ¿En qué consistiría, en efecto, su castigo si a cada paso le sostuviera la esperanza de conseguir su propósito?
Aquí Camus nos invita a un ejercicio para centrarnos más en lo emblemático del personaje Sísifo. ¿Quién sería si este relato contuviera una esperanza redentora por subir la piedra? Sería otra clase de personaje, aquí lo describe trágico en el sentido de sometido a un Destino ineludible.
El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo. Pero no es trágico sino en los raros momentos en que se hace consciente. Sísifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde, conoce toda la magnitud de su miserable condición: en ella piensa durante su descenso.
De nuevo Camus nos invita a imaginar un desplazamiento, para comparar al personaje con el proletario normal (en 1940 sujeto de la retórica sobre la explotación y su inmenso sufrimiento, una tendencia que se desvanecería bajo la oleada productivista de las décadas posteriores, donde la queja es que ganta tanto que el proletario europeo se ha aburguesado).[18]
La clarividencia que debía constituir su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no se venza con el desprecio.
Para redondear el argumento Camus, gira la interpretación para descubrir que bajo una resignación que se vuelve eterna, entonces surge un desprecio hacia su castigo, un gesto donde la víctima deja de participar con su castigo. No es una victoria en sentido material, es la victoria poética que conceden los artistas a su lector.

La alegría oculta y su pareja el absurdo. Párrafos 7 y 8

7. Por lo tanto, si el descenso se hace algunos días con dolor, puede hacerse también con alegría. Esta palabra no está de más.
La explicación de Camus, al cambiar de posición hacia la conciencia, agrega un tinte por entero novedoso, donde surge la “alegría”. Si nuestro pensamiento se detuvo en el oprobio de castigo eterno, esta chispa nueva pareciera injustificada. ¿De dónde viene la alegría de Sísifo cuando solamente miramos su tristeza? En lo siguiente, hay una explicación.
Sigo imaginándome a Sísifo volviendo hacia su roca, y el dolor estaba al comienzo. Cuando las imágenes de la tierra se aferran demasiado fuertemente al recuerdo, cuando el llamamiento de la felicidad se hace demasiado apremiante, sucede que la tristeza surge en el corazón del hombre: es la victoria de la roca, la roca misma. La inmensa angustia es demasiado pesada para poder sobrellevarla. Son nuestras noches de Getsemaní.
Camus regresa a justificar la tristeza, cómo ese trabajo está aplastando cada día a Sísifo. Cada día la adversidad le gana, lo ofusca y aplasta. En el siguiente párrafo se ofrecerá una explicación.
Pero las verdades aplastantes perecen de ser reconocidas.
Este párrafo vibrante e intenso refleja al existencialismo francés del siglo XX, que por una parte afirma que el mundo es un gran vaso de veneno, pero al apurarlo disuelve sus efectos. En el intento de desnudar las raíces de la existencia, ese pensamiento ha mostrado una situación aplastante, rodeada de soledad, absurdo y angustia… aun así la claridad misma implica una escapatoria. Aquí afirma que mostrar la verdad aligera la carga, deja de ser “aplastante”, incluso “perece”. ¿Qué perece? Su peso existencial, no físico. Para ilustrarlo emplea la tragedia de Edipo rey.  
Así, Edipo[19] obedece primeramente al destino sin saberlo, pero su tragedia comienza en el momento en que sabe. Pero en el mismo instante, ciego y desesperado, reconoce que el único vínculo que le une al mundo es la mano fresca de una muchacha. Entonces resuena una frase desmesurada: "A pesar de tantas pruebas, mi avanzada edad y la grandeza de mi alma me hacen juzgar que todo está bien". El Edipo de Sófocles,[20] como el Kirilov de Dostoievski,[21] da así la fórmula de la victoria absurda. La sabiduría antigua coincide con el heroísmo moderno.
Al darse cuenta Edipo que él es un criminal e incestuoso ese saber lo aplasta, por eso se arranca los ojos, sin embargo, el proceso trágico se aligera de inmediato y se lanza una especie de manto de inocencia. La frase de Edipo derrotado y dependiendo de la mano de la muchacha como su lazarillo, resuena extraña “juzgar que todo está bien”. Cabría sumir que se libera al espectador de la pena por la tragedia, pero Camus lo toma literal, para definir una “victoria absurda”, lo cual explica en seguida.
8. No se descubre lo absurdo sin sentirse tentado a escribir algún manual de la felicidad. "¡Eh, cómo! ¿Por caminos tan estrechos...?" Pero no hay más que un mundo. La felicidad y lo absurdo son dos hijos de la misma tierra.[22] Son inseparables. Sería un error decir que la dicha nace forzosamente del descubrimiento absurdo. Sucede también que la sensación de lo absurdo nace de la dicha. “Juzgo que todo está bien", dice Edipo, y esta palabra es sagrada.
Con alguna admiración, Camus desliza las palabras la felicidad y dicha (colocándolos a modo de sinónimos con la alegría del párrafo 7) para completar el balance de lo absurdo, colocándolos como una pareja inseparable, codo a codo, la dicha y el absurdo (como amor y locura colocó un clásico).[23] Mientras el libro casi completo pareciera deslizarse por las sinuosidades del suicidio y la desgracia, aquí da un brinco de malabarista y cae de pie para levantarse con la alegría. Ocurre un salto al vacío por el que nacen uno de otro, en un malabarismo que merece denominarse sublime.[24]
Resuena en el universo feroz y limitado del nombre. Enseña que todo no es ni ha sido agotado. Expulsa de este mundo a un dios[25] que había entrado en él con la insatisfacción y la afición a los dolores inútiles. Hace del destino un asunto humano, que debe ser arreglado entre los hombres.
Toda la obra de Camus expresa gran sensibilidad y percepción sobre los dolores y la ferocidad reales, tomándolos en su crudeza para convertirlos en arte y pensamiento. Las heridas le muestran una perspectiva de infinito y refuerzan su argumento ateo. Escandalizado con la presencia del dolor y el mal sinsentido, estima que ese escándalo exige expulsar al dios que lo consienta. Dadas las desgracias, éstas deben quedar en manos exclusivas de los hombres, volteando la cara a los dioses que juega a repetir las pruebas de Job.

El destino del hombre absurdo y su posible felicidad. Párrafos 9 y 10.

9. Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece. Su roca es su cosa.[26]
Siendo Sísifo un derrotado por obligación y repetición eterna, a cambio de ello adquiere una posesión inesperada: adquiere su destino. Aunque la afirmación posee algo de paradoja, la explicación de Camus reside en la identidad del actor y su acción repetitiva, cuando asume su roca cual su cosmos (el texto dice su “cosa”, palabra tan abstracta que refiere a su universo entero: un cosmos encerrado en una canica enorme).   
Del mismo modo, el hombre absurdo, cuando contempla su tormento, hace callar a todos los ídolos. En el universo súbitamente devuelto a su silencio se elevan las mil vocecitas maravilladas de la tierra. Llamamientos inconscientes y secretos, invitaciones de todos los rostros constituyen el reverso necesario y el premio de la victoria. No hay sol sin sombra y es necesario conocer la noche.
En este argumento la pérdida de los dioses y sus cielos se recupera en inmanencia, lo cual implica un argumento poco observado, que existe en algunos pocos “inmanentistas”, quizá un Deleuze o Negri.[27]  
El hombre absurdo dice "sí" y su esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal, no hay un destino superior, o, por lo menos, no hay más que uno al que juzga fatal y despreciable. Por lo demás, sabe que es dueño de sus días.
Aquí reitera el argumento del individuo, que abandonado de los dioses, posee el orgullo de que su vida es su propiedad. Un argumento apreciado desde el romanticismo, sin embargo, vapuleado por las ciencias sociales, que insisten en someter al individuo como apéndice del todo social y algunos estructuralismos que le abaten su orgullo, al colocarlo como derivado de una rejilla lingüística o dictado del inconsciente. Este individuo que imagina Camus representa un dueño absoluto de una arena que se le está escapando entre las manos, es el dueño desesperado, angustiado[28] y orgulloso de la tragedia que lo conduce hacia la muerte definitiva.
En ese instante sutil en que el hombre vuelve sobre su vida, como Sísifo vuelve hacia su roca, en ese ligero giro, contempla esa serie de actos desvinculados que se convierte en su destino, creado por él, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado por su muerte.
En este momento conviene subrayar el sentido posesivo de ese “su roca”, lo cual representa la posesión absoluta, que en derecho y economía se designa bajo el rótulo de “propiedad privada”. Aquí el giro filosófico de esa posesión no deja claras cuáles serán sus implicaciones, pues el espacio metafórico que pone a Sísifo con la piedra parece relacionarse más con la inutilidad, pero ¿qué sucede si la roca se metamorfosea cada anochecer? Entonces el “su” deja su careta legendaria y se devuelve al espacio de los afanes cotidianos. ¿A qué llevaría ese orgullo por el destino de su esfuerzo? Al rótulo de propiedad fiera sobre “lo mío” contra lo de cualquiera, lo más ajeno a los principios solidarios. En el mito, esta vinculación inseparable parece justificada y además no hay opciones, pues el pacto está “sellado por la muerte”.
Así, persuadido del origen enteramente humano de todo lo que es humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha. La roca sigue rodando.
El movimiento de Sísifo de cada amanecer pareciera ser libre, aunque Camus no afirma tal extremo, pero bajo la lógica de lo absurdo, se afirma un imposible del “ciego que desea ver”. Como siempre el deseo implica un desplazamiento, una búsqueda por lo que no se posee, esa ansiedad tan moderno de deseos desatados, aquí reducida a la humilde expresión de un rodar la roca. El gusto por el productivismo moderno, esa ansiedad por tener siempre más dinero y bienes, podría englobarse bajo esta misma metáfora, si se acepta que alcanza una nulidad, un volver al principio; sin embargo, las cuentas bancarias poseen otro diseño, no vuelven a su principio, las cifras suelen terminar siendo distintas. Insistimos que este rodar pareciera ilustrar más el Eterno retorno que una visión moderna.
10. Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas.
El brillante argumento de Camus redondea la ausencia de los dioses, sin embargo, distorsiona el sentido textual del mito. De manera precisa el mito griego señala que Sísifo realiza su proeza inútil por voluntad y obligación de los dioses, sin esos mismos dioses juguetones y misteriosos no existe ese relato. Sin embargo, para Camus la existencia real es una metáfora del mito, pero con ausencia de los dioses, así que él pone el relato de cabeza y todavía la piedra ruda por la cuesta. Coloca el énfasis sobre un levantamiento portentoso, en ese esfuerzo, como si imaginara un atleta sin competencia.
El también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil.
Camus repite el argumento de la extraña conformidad de Edipo con su destino trágico, colocando en labios de Sísifo que “todo está bien”; pues para este argumento basta con la ausencia de Dios, situación que califica como la ausencia del amo. Entonces Sísifo actúa por sí mismo, de tal manera su gesto deja de ser estéril, escurriendo una afirmación contraria a los ríos de tinta en favor de las éticas del para otro; en este argumento el “para sí” llena el espacio completo.
Cada uno de los granos de esta piedra, cada fragmento mineral de esta montaña llena de oscuridad, forma por sí solo un mundo.[29] El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.
El argumento estético convierte a la roca en una colección de granos —fragmentos de mineral— que al reunirlos quedan enormes ya en montaña, de inmediato integran un “mundo”. Esta conversión en un cosmos no sorprende, pues en el párrafo anterior la señalamos, justo en el momento de su preparación. Si el mineral aglutinado ha crecido tanto en la imaginación, ¿qué es ese corazón de que se habla aquí? El receptáculo de las emociones y pensamiento también toma las dimensiones de un mundo, y su vínculo en el esfuerzo también se ha agigantado. Basta centrarse en la dinámica del esfuerzo, quitar los elementos externos para alcanzar la apoteosis. Se cumple la tesis anterior de que el absurdo (ese esfuerzo de sinsentido) se hermana con la alegría, concluyendo Sísifo dichoso.
NOTAS:


[1] Escritor nacido en Argelia (n. 1913, m. 1960), reconocido por sus obras de literatura y ensayos, premio Nobel de Literatura en 1956.
[2] Personaje mitológico entre los griegos, según se detalla adelante. Debe enfatizarse que fue el fundador mítico de la ciudad de Corinto.
[3] Este doble movimiento lo interpreta el Foucault de Las palabras y las cosas, por más que afirma que él no utiliza ese método, pues él propone la arqueología, pero entre las líneas de la modernidad señala la contradicción entre historicidad y “vuelta a los orígenes”, siendo esto último un dínamo de curvatura de los tiempos. Aquí Camus nos lanza a esa época nebulosa y legendaria para explicar lo absurdo para el contemporáneo francés del año 1942.
[4] Baudrillard en El espejo de la producción. Levi-Strauss El pensamiento salvaje.
[5] La biografía intelectual de Sartre implica un tema muy amplio.
[6] En el capítulo “Una libertad absurda”, señala la relatividad de la revolución como una vana expectativa ante la muerte cierta: “La muerte aparece como la única realidad. Después de ella ya no hay nada que hacer. Ya no tengo la libertad de perpetuarme, sino que soy esclavo, y sobre todo, esclavo sin esperanza de revolución eterna, sin que pueda recurrir al desprecio. ¿Y quién puede seguir siendo esclavo sin revolución y sin desprecio? ¿Qué libertad en su pleno sentido puede existir sin seguridad de eternidad?”
[7] Legendario fundador de la literatura griega, se le atribuyen la Ilíada y la Odisea. En esta última aparece la primera referencia al personaje Sísifo.
[8] Personaje mitológico o divinidad de los griegos que se identificaba con los ríos, en especial uno que conservó ese nombre. En los relatos varias de sus hijas eran raptadas, en especial, aquí se señala a Egina, robada por Zeus.
[9] Porque Asopo era también el río y una afluente o manantial abastecía la ciudad griega de Corinto. En la antigüedad, por periodos alcanzó a predominar dentro de la península helénica, rivalizando con Atenas.
[10] Dios regente del reino de los muertos, llamado el Hades.
[11] Los dioses principales también son tramposos de prosapia, Zeus vence a Cronos gracias a la trampa de su madre Rea quien le entrega una piedra envuelta en pañales en lugar del hijo, etc. Asimismo, hay alguna versión de que Sísifo sería el padre o antepasado de Odiseo.
[12] Varias leyendas griegas tratan de quienes escapan de la muerte o regresan para contar cómo es su inframundo, como Hércules desafiando al Cancerbero, Odiseo rescatando a Eurídice y al final de la República de Platón, un armenio de nombre Er recuerda cómo rencarnan las almas.
[13] Las clásicas definiciones de Carlyle en su obra clave Los héroes, que se complementa con la descripción arqueológica y psicológica de Campbell en El héroe de las mil caras, psicoanálisis del mito.
[14] “Luego dijo Jehová Dios: <El hombre ha venido a ser como uno de nosotros…>” Génesis, 3:22.
[15] Eclesiastés, 12:8.
[16] Nietzsche es la excepción, sin embargo, nunca queda claro si él considera el Eterno retorno algo más que un desafío intelectual y la manera de zaherir la conciencia de sus contemporáneos.
[17] Esta teoría de que el volver al paraíso implica la identidad sujeto-objeto, quizá a primera vista suena arbitraria y ajena a un concepto de altas metas, sin embargo, está bien fundamentada a lo largo de la filosofía. Con esto de señalar su fundamento no implica que sea correcta, por ejemplo, para Lukács la identidad sujeto-objeto es el fundamento último del marxismo, su sentido más hondo. Véase, Historia y consciencia de clase.
[18] Véase Benjamin Coriat El taller y el robot.
[19] Es el trágico rey tebano que mató a su padre y desposó a su madre sin saberlo, se arranca los ojos por la desesperación. Según la leyenda fue guiado en su vejez por la mano de su hija, Electra.
[20] El griego Sófocles escribió el drama de Edipo más admirado. En este párrafo señala las conclusiones el personaje tras el drama.
[21] El personaje Krilov de la novela Endemoniados de Dostoievski se propone demostrar su superioridad mediante el suicidio, ejemplo del absurdo.
[22] El énfasis de Camus sobre la importancia del absurdo, lleva a considerar que su modalidad de filosofía existencial se considere “Absurdismo”, dentro de lo cual las afirmaciones de este ensayo resultan claves.
[23] Señalando del Elogio a la locura de Erasmo, con muchos antecedentes.
[24] Como estética este argumento entra dentro del espíritu romántico que expresó Kant al analizar el sentido de lo sublime, donde el mismo desbordamiento o hasta el horror de lo que abruma generan un gozo estético, mediante sentimientos que están al límite. En Immanuel Kant De lo bello y lo sublime.
[25] Aquí presenta una argumentación tradicional del ateísmo, al descubrir la presencia del sufrimiento y del mal, por tanto rechaza la noción de una divinidad, aquí por la presencia del sinsentido.
[26] La fase de roca se mantiene sin forma, el tiempo no la altera, ni la alisa; así que si esta piedra representa el interior, entonces el ser humano se mantiene inalterado a pesar de cualquier trabajo y esfuerzo.
[27] En Deleuze su Lógica del sentido, en Hardt y Negri su La labor de Dionisos, que corresponde con algunas fenomenologías que resaltan la importancia de lo superficial como el nuevo todo y recuperando el pacto de Nietzsche sobre la alegría.
[28] Para el existencialismo de Kierkegaard y Sartre, el término angustia posee más densidad, pues es el estado de ánimo auténtico al reconocer la finitud, que su existencia desemboca en la Nada. Véase de Sartre, El ser y la nada.
[29] La apropiación del absurdo señala en sentido opuesto a la teoría de la enajenación de Marx de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, pues la pérdida se fusiona con la apropiación misma.

No hay comentarios: