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domingo, 7 de junio de 2020

HÉRCULES VENCIÓ A UNA PLAGA SEMEJANTE AL COVID19




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Por Carlos Valdés Martín

Mirar al pasado con los datos recientes nos obliga a interpretar los mitos de una manera distinta. El héroe más admirado de Grecia se enfrentó a toda clase de retos para cumplir su “manda”, en el sentido de una obligación penosa por sus faltas. Siendo doce los trabajos fabulosos de Hércules, entre sus hazañas no falta algún tipo de bestia que representa una plaga. ¿Cómo representaban a las enfermedades los antiguos pueblos? Las explicaban con entidades sobrenaturales, a manera de bestias o emanaciones fantásticas… procedentes de taras morales o del enojo inexplicable de los dioses.

De sobra conocido el León que azolaba Nemea, que era fogoso y portentoso; la Hidra amenazante que duplicaba sus cabezas ponzoñosas cada vez que se le cortaban; la Cierva elusiva a la cual se prohibía sangrar en su captura… Y así sigue la cacería de animales fantásticos, hasta enfrentar a unos elusivos y lejanos. Los pájaros del lago Estínfalo provocaban un ambiente tóxico y una tristeza extrema en sus víctimas que las hacía vulnerables.  

Siendo que las aves suelen representar mansedumbre y paz, más bien presas de la cadena alimenticia, fueron consideradas de buen augurio. Por lo mismo, enfáticamente por eso mismo— unas cuantas aves marcan los espléndidos límites de lo ilimitado —el cielo mismo, el firmamento celeste inalcanzable a la mano.

Los pájaros fantásticos que debe enfrentar Hércules son un portento inusual: bestias feroces con capacidades para enfermar a distancia. Cual guerreros negros y mágicos esas aves del Estínfalo lanzan un aire sutil que intoxica y provoca la tristeza, los humanos o animales caídos bajo su perímetro van a languidecer. ¿De qué enferman? De tristeza o de algo más, de una toxicidad indefinida, que pronto los agota y deja inermes cual carroña para depredadores. En cierto sentido, estas aves definen un paralelo a los buitres y zopilotes, pues sus víctimas se anticipan a la condición de la carroña. ¿Qué imagina el cazador furtivo que en la distancia mira el vuelo circular de los buitres? Y ¿si un influjo perverso desde las aves aniquiló al animal bajo sus alas?

De cualquier manera a estas criaturas de mito se les atribuye esa fatalidad de enfermar a distancia. Provocan una tristeza irreparable y generan toxicidad en el ambiente, los ingredientes de una doble enfermedad: dañada la psique y lacerado el cuerpo. Remarquemos que ellas provocan una enfermedad doble: el ánima y de la carne. El aspecto del alma (que para Platón era un soplo, de naturaleza aérea)[1] queda afectado con la tristeza, que le quita esa capacidad de ligereza o voladora (en las ideas), para convertirla en pesada, atada a la melancolía. El aspecto del cuerpo también quedaba atacado, mediante una toxicidad indefinida, que se esparcía por los aires, quizá contagiado mediante un aleteo mórbido, quizá complemento de esa manía anímica.

Un cazador hábil las abate con flechas pero es corriente que sean especies que se viajan en grandes parvadas. Contra la multitud de la parvada las flechas resultan inútiles y atraparlas en su vuelo es iluso. Por más fuerte y hábil que sea Hércules las aves inalcanzables resultan un enemigo imbatible con medio usuales.

Ante la misión imposible, el héroe recibe de Atenea un instrumento sonoro de aire (según prefiera el lector cascabel, campana, flauta o trompeta mágicas) que ahuyenta a las aves. Que el sonido derrote a la plaga de fieras aladas equivale a otros relatos donde ángeles con trompetas ahuyentan al mal, atribuyendo una supremacía a las armonías, como si sonaran las notas musicales que rigen las órbitas celestes.

Con el auxilio del sonido se libera a la región de Estínfalo de las funestas aves y esa emancipación de una plaga es definitiva y sin regreso. Gana una “liberación” mayúscula, sin retorno ni condiciones. El héroe no va a exigir nada a cambio, al contrario, sirve mansamente a un rey al que debería detestar. Y en esa región, ya sin tristeza ni enfermedad se restablece su ambiente pacífico. A través de este triunfo la leyenda indica que Hércules se ha convertido en señor de los aires, dominador del elemento aéreo, el que alimenta a los pulmones.

Revelador que la terrible pandemia del Covid19 quede alojada en los pulmones, el órgano donde la tradición asocia la dolencia de la tristeza. La imaginación literaria ha preferido un futuro alegre y exótico, en cambio el estruendo que acompaña al naciente siglo XXI envuelve profunda tristeza del alma. La hipótesis de psicología colectiva implica que bajo el manto multicolor del progreso global repta una honda melancolía, cual insatisfacción soterrada que desemboca en un río de tristeza.[2]

Para animarnos, recordemos que el héroe griego venció en todos sus “trabajo” incluso si parecían imposibles, terminó por descender al mismo Hades donde rescató a Teseo. Esta leyenda significaba que el ciclo de la vida siempre triunfa sobre la adversidad, aunque descienda al negro Tártaro su regreso levanta un portento que se recordará por los siglos de los siglos.

NOTAS:

[1] Platón, Diálogos.
[2] Recordé “el carnaval de la conciencia fetichizada” donde la alegría esconde un pesar casi metafísico que lamenta Lukács en su Significación actual del realismo crítico.

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