Por Carlos Valdés Martín
El promedio del público ignora qué es una estrategia
y, además, la confunde con simples acciones o tácticas. Los medios de
comunicación tampoco están obligados a saber, pero los protagonistas sí obligados
a saber qué es una estrategia contra el crimen, cuando es su responsabilidad
conducirla. Los protagonistas están rigurosamente obligados a conocer sobre
estrategia cuando su tema es eje de la problemática nacional. Una estrategia de
seguridad es el instrumento superior y de excelente calidad
que no debe ser confundido y rebajado a la simple actividad o táctica; claro la
actividad se puede calificar de eficiente o inútil, pero una estrategia ya
debería implicar buena dirección que se demostraría con resultados rápidos y
previsibles. La ausencia de resultados
tangibles indica que no existe una estrategia en sentido estricto, sino simples
acciones masivas sin planes ni sistemas bien estructurados. Cualquier país
exige resultados inmediatos en la lucha anti crimen y ¿cómo se lograrán?
Definiciones
básicas de estrategia
Las definiciones de este concepto más simples y
que ofrecen una base para entendernos provienen del diccionario, y el más
aceptado [1]
nos indica, que la “estrategia” es un sustantivo femenino que proviene del
latín strategĭa, y éste del griego στρατηγία. Los tres significados registrados para
“estrategia” son:
1. “Arte de dirigir las operaciones
militares.”
2. “Arte, traza para dirigir un asunto.”
3. En matemáticas: “En un proceso regulable,
conjunto de las reglas que aseguran una decisión óptima en cada momento.”
La definición nos entrega algunas pistas
interesantes, pues el origen de esta palabra se remonta al perfeccionamiento de
las acciones militares entre los griegos: el primero pueblo de filósofos y
poetas, la cuna del ingenio y el racionalismo más antiguo. Los romanos
heredaron a los griegos su cultura y hasta los sobrepasaron en arte militar y
la elaboración de leyes. Los griegos nos enseñaron a reflexionar sobre los
hechos y no contentarnos con el simple hacer por hacer, pues la actividad
siempre ha existido, pero la reflexión requiere de algo superior: prepararse y
dominar los elementos. Cuando se reflexiona la mente funciona como un espejo,
que recoge los elementos de la realidad y los procesa con ideas, para obtener
mejores conceptos y no contentarse con las primeras impresiones que surgen.
A su vez, en estas definiciones por “arte” se refieren
a una habilidad para hacer algo o un conjunto de reglas para desarrollar una
actividad. Cuando indicamos que alguien posee
el arte de dirigir, esto significa que es hábil como director, pues une
estudios y experiencias sumadas a una buena disposición para dirigir. Cuando
decimos que alguien sigue el arte de la
dirección, señalamos que ejecuta un conjunto de reglas y procedimientos
adecuados a esa actividad, permitiéndole un gran desempeño. Como se observa en
el tema de la dirección, las definiciones 2 y 3 del diccionario, son
complemento estrecho en este ejemplo, pues quien posee el arte de dirigir es porque
también sigue las reglas adecuadas para ser un dirigente.
Diferencia
con la simple intención encaminada a
un objetivo.
A veces se confunde la estrategia con la
simple intensión para lograr una meta. Cuando un enamorado tonto y tímido
cuando es cuestionado sobre su estrategia para enamorar, con candor nos dirá
que en su romántica intensión esperará a que la chica corresponda ante sus
deseos y mientras tanto no dirigirá la palabra. Cuando se le cuestiona con insistencia
ese enamorado tímido responderá que sus acciones estratégicas consisten en
sentarse en su balcón a suspirar y mirar a la luna, con la esperanza de que el
astro lunar se apiade de su romanticismo. Por su parte, un Don Juan
experimentado en seducción nos explicará con detalle cómo se viste para dar una
apariencia encantadora; cómo practica su sonrisa ante el espejo; presumirá sus
frases por si surge un encuentro casual; investigó el domicilio de la
pretendida, y ronda en las cercanías para determinar la mejor oportunidad para
llevarle serenata, etc. Un Don Juan, además de ese inicio de operaciones, posee
un plan para ir venciendo los obstáculos que oponen las damas ante su
aproximación; por lo que está dispuesto a buscarlas y colmarlas con regalos;
que ya tiene pensado granjearse la amistad de pariente de la pretendida, etc. Y
si seguimos preguntando ese Don Juan mostrará que conoce de alternativas
prácticas ante las diferentes dificultades que presenta el iniciar un romance.
El enamorado tímido posee la simple intención de enamorar, el Don Juan posee la
firme intención y capacidad para dirigirse hacia su objetivo, hasta planes
realistas y procedimientos consagrados por la práctica.
Diferencia
de la estrategia con la simple acción encaminada a un objetivo.
Si le preguntamos a un inocente reclutado y
desconocedor del arte militar, sobre si él sigue una estrategia de guerra, nos
dirá que sí. ¿En qué consiste? Y el involucrado que todavía desconoce el tema
nos dirá que la estrategia consiste en juntar un ejército, dirigirlo en contra
del enemigo y conquistar las posiciones para ganar la guerra. En ese caso, el
inocente confunde estrategia con la acción en su sentido más vago, pues
cualquier jefe ignorante junta un ejército y lo lanza contra el enemigo con
esperanza de ganar, esa es una acción militar cualquiera. Pero si preguntamos a
un comandante sobre la estrategia militar para ganar una guerra nos dará muchos
aspectos y explicará la diferencia entre una simple intención, una simple
acción y una estrategia militar. Una buena estrategia necesita de conocer los
factores principales de los asuntos militares (por ejemplo, cómo se arma un
ejército eficiente dada la técnica actual), la naturaleza de la guerra (el
campo de batalla, la potencia de fuego, el uso del armamento, las fases de un
enfrentamiento), la situación de una guerra (si es con objetivos delimitados,
si posee aliados), los factores que se moverán en esa guerra (la moral de las
tropas propias y enemigas, los recursos de reserva para las distintas fases de
la guerra), su situación frente al enemigo (guerra defensiva u ofensiva, si
están en ventaja o desventaja) y los tiempos para lograr sus objetivos (guerra
relámpago, guerra de movimientos masivos, guerra de posiciones a largo plazo).
Dado este argumento, resulta indispensable conocer la naturaleza de los
ejércitos y de la guerra para integrar una estrategia ganadora.
Ahora bien, para redondear esta idea de una
buena estrategia resulta indispensable anotar que requiere de una visión de conjunto, lo que
ahora se llama sistémica. Siendo la guerra una movilización (esfuerzo
supremo) que busca la derrota de un enemigo (someter su voluntad por medio de la
violencia) entonces el resultado final implica una pacificación, una nueva
situación. La lucha es una mutua determinación, una acción recíproca donde las
partes forman un sistema de interacción, cada acto del contrario conlleva a
reacciones y viceversa, cada actividad del protagonista conduce a resistencias
y respuestas del oponente. El proceso debe terminar en una nueva estabilización
tras el conflicto, por tanto debe concluir con un nuevo equilibrio de fuerzas
políticas, por eso la guerra es la continuación de la política por otros
medios. Por tanto, el objetivo final no sólo es ganar sino el establecimiento
de un nuevo sistema de fuerzas, donde las consecuencias del conflicto son el
factor principal. En este aspecto, baste decir que muchas guerras en apariencia
victoriosa no terminan dando una ventaja al aparente ganador.
Una
diferencia con poesía
Hay muchas maneras para diferenciar entre
estos dos conceptos, ya sea que se aplique su origen bélico o algún filtro
filosófico, pero sin duda agradará que un poema de Mario Benedetti ilustra
románticamente la diferencia de significado entre los dos términos:
“Mi táctica es/ mirarte/ aprender como sos /
quererte como sos
mi táctica es /hablarte /y escucharte
/construir con palabras /un puente indestructible
mi táctica es /quedarme en tu recuerdo /no sé
cómo ni sé /con qué pretexto /pero quedarme en vos
mi táctica es /ser franco /y saber que sos
franca /y que no nos vendamos /simulacros
para que entre los dos
no haya telón /ni abismos
mi estrategia es /en cambio /más profunda y
más /simple /mi estrategia es /que un día cualquiera /no sé cómo ni sé /con qué
pretexto /por fin me necesites”[2]
Como se observa, en el poeta las tácticas son
muchas y la estrategia es una, pues precisamente sirve para unificar, pero sin
confundirse con el simple objetivo. El diccionario no ofrece una definición
técnica del tema, pero descubrimos otros autores que han usado una diferencia
tan sutil entre táctica y estrategia como el poeta Benedetti. Por ejemplo,
Lenin como un exitoso teórico de la política, distinguía entre estrategia y
táctica. La táctica quedaba referida a las acciones parciales, por tanto
debería de ser muy flexible: “la necesidad de una flexibilidad máxima en
nuestra táctica”[3] y si
la táctica resulta tan flexible es porque existe un eje y en su caso fue una
teoría social. Pero estamos en otro eje, donde la estrategia sirve de parte
general y mejor definida que la táctica, por cuanto la estrategia ya posee el
conjunto de reglas para la guía correcta, incluye el arte de dirección y las
reglas para decidir en la conducción de un proceso.
Procurando sintetizar: existen autores que
ponen la clara diferencia en el sistema o conjunto, pues la estrategia se
refiere al conjunto de las
operaciones y la táctica se refiere a
las operaciones parciales (agrupadas
en sectores, campañas y sus respectivas operaciones de dirección)[4]
o a su efecto parcial. Por tanto, la diferencia es entre el conjunto y la
parte, la estrategia atiende al conjunto (de la guerra, política o administración)
y la táctica a la parte. Entonces, quien comprende la diferencia entre parte y
todo, será capaz de dirigir el conjunto.
Perfil
global de una estrategia, ejemplo: desgaste y derrocamiento
Un interesante ejemplo de cómo se define el
perfil global de una estrategia lo tenemos en Alemania. El líder y teórico de
la socialdemocracia austriaca a principio del siglo XX: “Karl Kautsky, en una
famosa polémica con Rosa Luxemburg, había argumentado en 1910 que la clase
obrera alemana, en su lucha contra el capital, debía adoptar una Ermattungstrategie –una «estrategia de desgaste».
Había contrapuesto explícitamente este concepto a lo que llamaba una Niederwerfungstrategie –una «estrategia de derrocamiento».
No fue Kautsky quien acuñó estos términos. Los tomó de la terminología del
mayor debate sobre historia militar entonces en curso entre académicos y
militares en la Alemania
de Guillermo. El inventor de la antítesis entre Ermattungstrategie y Niederwerfungstrategie
fue Hans Delbrück, el historiador militar más original de su tiempo.”[5]
Como se observa en estas definiciones, las estrategias globales se definen por
las condiciones de enfrentamiento recíproco entre los contendientes, donde la
velocidad del desenlace y las posibilidades de involucrar medios, marca el tipo
de estrategia a desarrollar. Es decir, resulta lógico elaborar estrategias
militares distintas conforme al tipo de enfrentamiento, y esto implica que “enfrentar con todas las fuerzas
posibles al enemigo” no representa estrategia, sino una simple línea de
conducta y hasta puede esconder la ausencia de una estrategia.
Bases elementales
para una buena estrategia militar
En fin, un verdadero estratega militar toma en
cuenta los elementos para armar una estrategia que acabamos de nombrar. Ahora
bien, si existen dos comandantes inteligentes con elementos para armar su
estrategia, pueden discrepar al preferir una estrategia ofensiva o defensiva.
En este ejemplo, Napoleón fue conocido como un estratega de las ofensivas, que
gustaba de grandes batallas donde su arma clave era la caballería; pero no
siempre la ofensiva entrega triunfos. También existen opciones defensivas que
han sido las típicas de Rusia durante siglos, las cuales son favorecidas por su
misma geografía. De hecho los comandantes rusos derrotaron a Napoleón con una
estrategia defensiva. Además esta
diferencia entre ofensiva y defensiva,
nos dice Clausewitz “impregna todo cuanto hace referencia a la guerra”.[6]
Quien se enfrasca en la estrategia defensiva quizá reduce sus objetivos,
incluso hasta un mínimo de simple resistencia para obtener el desgaste del
enemigo. La elección, entre guerra defensiva y ofensiva, en principio nunca
debe ser arbitraria y se somete a las condiciones de las potencias enfrentadas
y sus ejércitos.
Ahora bien, para preparar una real estrategia
militar debe acumular dos componentes. La visión nos permite preveer el
futuro de las acciones, por tanto es el primer paso pues nos dará la idea de la
estrategia. El primer componente nos indica: es obvio que el arte militar ha
ido cambiando con el tiempo y existe una gran
experiencia acumulada sobre los ejércitos, las guerras y sus estrategias.
Quien pretenda ser un buen estratega del siglo XXI no deberá aplicar los
movimientos de Gengis Khan, sino una actualización. El segundo componente es seguir una estrategia exitosa comprobada para situaciones
parecidas. En cuestiones humanas no existen dos situaciones iguales pero si
existen miles de situaciones parecidas; entonces ya existen experiencia de un camino exitoso para cada circunstancia
militar.
Hacia la
construcción de una estrategia anti “crimen organizado”
Siguiendo este claro argumento, al menos se
requieren de estos elementos para obtener una buena estrategia: basarla en
experiencias acumuladas, que las experiencias sean sobre situaciones semejantes
y de un claro éxito. Las experiencias fallidas y fracasadas de combate al
crimen no merecen ser imitadas, sino estudiadas como el ejemplo de “lo que no
se debe hacer”. Por ejemplo, los repetidos fracasos de las actividades
policíacas en México son el vivo ejemplo de “lo que no se debe hacer” pues no
han abatido la criminalidad pues las cifras son elocuentes, y si existen
algunos ejemplos locales de buen resultado anti crimen se deben estudiar con
detalle. Sin embargo, la estrategia abarca la operación general y no se limita
a acciones puntuales (que es más correcto determinarlas con nombres relativos a
los aspectos parciales: como tácticas, campañas, eventos, operaciones…)
El
principio Ness
Entre las experiencias anti-crimen organizado
para derrotar a una mafia, existe una amplia literatura sobre la prohibición
del alcohol en Chicago. Luego de repetidos fracasos y de la extensión de la
venta ilegal de alcohol, Eliot Ness recibió la encomienda de atacar a esa
mafia. Los ejes conocidos de su “estrategia” fueron: creación de una muy pequeña fuerza policial
incorruptible y el espionaje telefónico. La fuerza de enfrentamiento
resultó tan pequeña como 9 policías, seleccionados entre 300 agentes del Tesoro
Estadounidense. La pequeña cantidad de policías formando la “vanguardia” ya es
un indicativo de un camino distinto al seguido en México por las
administraciones en las últimas décadas. ¿Por qué tan pocos elementos para atacar a la mafia?
Ese tema resulta crucial, y las respuestas posibles de por qué no se requieren
muchos son: 1) tras los pocos policías de vanguardia está el enorme aparato del
Estado; 2) el uso de muchos elementos favorece la corrupción; 3) son más peligrosas
las acciones y peores los resultados cuando participan policías corruptos; 4)
bastan pocas acciones bien dirigidas para obtener resultados espectaculares; 5)
el trabajo de enfrentar a la mafia es difícil y se requiere de elementos de
élite y no policías normales; y 6) las operaciones de ataque a la mafia
requieren de secreto, por tanto la cantidad de involucrados resulta
contraproducente.
El segundo elemento de la estrategia exitosa
de Ness fue la intervención telefónica y su procesamiento. Si recordamos que la
intervención era realizada por un equipo de “telefonistas” de operación manual,
sin medios de grabación ni de reconocimiento de voz, ni bases de datos
sofisticadas, sino simples litas en papel, resulta más sorprendente el buen
éxito que tenía este procedimiento. Esta operación de espionaje resulta
bastante anticuada respecto de la tecnología de vigilancia moderna. Con
recursos gigantescos para intervenir llamadas a distancia o videograbar, y que
de hecho se utilizan para espiar a oponentes políticos (caso Ahumada, etc.)
este recurso debería estar a completa disposición de cualquier Estado que
enfrente un caso grave de delincuencia organizada. En la presunción de la
situación actual de la tecnología, con sistemas sofisticados de rastreo, visión
satelital, intervención telefónica y sistemas de cómputo para registrar datos
por millones al segundo resulta increíble que un Estado aparezca arrodillado
ante al crimen organizado. Por tanto, resulta conducente el manejo del aparato
tecnológico para la detección y armado de los “casos” contra el crimen
organizado.
Si el costoso y modernísimo aparato
tecnológico de investigación resulta inútil para combatir la delincuencia en
México (sexenios 2000-2012), la única explicación está en el equipo humano que
lo utiliza. Para que funcione una operación anti-mafia al modo de Eliot Ness
pareciera que a los gobiernos actuales les hace falta un único ingrediente:
integrar un equipo de policías honrados y respaldarlos verdaderamente con todo
el poder del Estado.
Previsiones
Si la estrategia de seguridad pública se define
como una sabia operación global, al contrastarla con una experiencia exitosa y de estudio obligado, nos encontramos con que
parecieran bastar unos mínimos reajustes
para lograr el éxito en México. El motivo de esta situación radica en que el
Estado posee un poder enorme comparado con la mafia antigua y moderna, pues se impone
una potencia nacional con gigantescos recursos, contra un grupo privado. Desde
el Renacimiento (hace 6 siglos) ningún grupo privado-armado (de mercenarios o
mafias) ha poseído fuerzas suficientes para desafiar a un Estado sólido, aunque
sea el de un país pequeño. En esa desproporción, el grupo mafioso para sobrevivir utiliza tácticas de elusión,
que dependen casi por completo de la corrupción del elemento
policíaco-judicial destinado a combatirlo. Por tanto, quebrarse la cabeza con
una novedosa estrategia para terminar con el crimen organizado, termina
pareciendo un ejercicio casi inútil pues el pasado marca la vía exitosa. Hoy bastaría
repetir la simple táctica de Eliot
Ness de crear pequeños cuerpos de élite incorruptibles para abatir a la mafia, pues
ahora el Estado posee bases tecnológicas y financieras enormes para lograr un
éxito contundente contra la criminalidad.
A
manera de conclusión: diferencia entre estrategia y táctica
En sentido laxo, estas dos palabras poseen un
mismo significado si nos atenemos a la más simple definición de diccionario.
Aunque la táctica viene del griego “τακτικός”,
derivado de “τάσσειν”, que significa poner en orden[7],
Pero conforme buscamos claridad y cuál es la diferencia, entonces la táctica se
refiere más a la operación parcial, y la estrategia al proceso global. Así, las
operaciones tácticas difieren de las estratégicas, en que las primeras son
parciales, mientras las segundas implican un posicionamiento definitivo. La
frase obtener una “posición táctica” difiere de una “posición estratégica” porque
la primera resulta deseable a un objetivo por limitado que sea, y la segunda determina
una victoria que agrupa a los objetivos limitados. La frase tomar una “decisión
táctica” implica que existe un objetivo secundario, mientras tomar una
“decisión estratégica” conlleva que se define el rumbo de la batalla o la guerra.
Otras frases como mejorar la “capacidad táctica” para el combate o mejorar la
capacidad estratégica pueden significa lo mismo. Las diferencias más consistentes se refieren a lo global y/o definitivo como rasgos de la
estrategia mientras que lo táctico indica lo parcial y/o provisional.
NOTAS:
[1] El diccionario de la
Real Academia Española, en su 22ª edición.
[2] BENEDETTI, Mario, Táctica y
estrategia.
[3] LENIN, V. I. Lenin, La
enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, p. 64. De hecho, el
texto se centra en este tema, sobre la importancia de la flexibilidad táctica,
unida a la inflexibilidad de principio para un partido comunista
revolucionario. Por ejemplo: “El lema «¡Adelante sin compromisos, sin apartarse
del camino!» es manifiestamente erróneo (…)Es lo mismo que si 10.000 soldados
se lanzaran al combate contra 50.000 enemigos en el momento en que es preciso
«detenerse», «apartarse del camino» y hasta concertar un «compromiso», aunque
no sea más que para esperar la llegada de un refuerzo prometido de 100.000
hombres, que no pueden entrar inmediatamente en acción. Es una puerilidad…” p.
52.
[4] Esto en teoría de
administración. Administración, parte
"Procesos Administrativos" – Idalberto, Chiavenato. Segunda Edición.
1998.
[5] ANDERSON, Perry, Las antinomias
de Antonio Grasmsci, nos dice: “Delbrück había dado a conocer por primera
vez su teoría de los dos tipos de guerra en 1881, en una lección inaugural para
la Universidad
de Berlín, en la que contrastaba las campañas de Federico II y Napoleón –las
primeras como un ejemplo de la estrategia prolongada de desgaste característica
de los anciens régimes europeos, las
segundas como el prototipo de la estrategia rápida de derrocamiento inaugurada
por los ejércitos populares de masas de la época moderna (110). Contestado
vehemente en los círculos académicos prusianos, para quienes la narración de
Delbrück de las guerras de Federico rayaba en el ultraje, la teoría de las dos
estrategias fue desarrollada por Delbrück en una serie de escritos que
culminaron en su monumental Geschichte
der Kriengskunst im Rahmen der Politischen Geschichte, que abarca la
evolución de la teoría y la práctica militar desde la antigüedad hasta el siglo
XX”, p. 46.
[6] CLAUSEWITZ, Carl, De la guerra,
p. 47.
[7] RAE, Edición 22ª.
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