Por Carlos Valdés Martín
Cuando encuentro en las redes sociales elogios a Schopenhauer por sus opiniones hacia las mujeres, mi labio se mueve mostrando un gesto de disgusto: casi es un tic nervioso. Imaginen al pez que descalifica a todas las águilas, porque, para su gusto. no vuelan con suficiente gracia. Esa imagen lastimosa la produce Schopenhauer con sus discursos caducos por “victorianos” (calificativo aplicado a la añeja moralidad estereotípica del siglo de la Reina Victoria de Inglaterra) y misóginos. Suena fuerte el calificativo “misógino”. En vez de ocuparse de pasajes interesantes o brillantes, algún ideólogo anónimo celebra el machismo de Schopenhauer contra las mujeres. Cierto, Schopenhauer es retomado, en especial, por neomachistas que intentan agregar un barniz de mínima cultura a sus disparates. Esta aclaración inicial no significa que se desprecie al pensador Schopenhauer, pues él fue culto e inteligente, un personaje dedicado a las tareas del pensamiento, que perseguía la chispa del genio de manera persistente.
Acepto que el argumento ad hominem contiene una falacia, pero pretender lo absolutamente contrario resulta un absurdo, como si venerásemos al vegetariano como autoridad en churrasquería. Los divulgadores de argumentos débiles de Schopenhauer hacen tales disparates, para engrandecer su tendencia patética cuando éste acusó a las mujeres de provocar las miserias íntimas de los varones, como si ellas fueran las míticas Sirenas que ahogan al marinero.
Para mayor facilidad haré lo mismo que los analistas que citan a este filósofo, basándome en el compendio más directo sobre mujeres titulado “Sobre las mujeres”, que forma parte del afamado Parerga y paralipomena[1], donde Schopenhauer reunió ensayos de su madurez.
Falacia de la "sobregeneralización"
Al oponer dos conjuntos de manera polar estableciendo su antagonismo y purificándolos, Schopenhauer promueve una falacia, que en otros términos repite lo que corresponde al maniqueísmo. De manera sistemática, este pensador coloca al grupo de mujeres dentro de las coordenadas de la inferioridad y, muy en particular, de la falta de razón. Por simple espejeo del argumento, parecería que entonces los hombres fueran siempre seres racionales, voluntariosos y diligentes, en fin, bien dotados de varias cualidades que carecen sus contrarias. Al revisar los otros textos del autor, resulta que la mayoría de la humanidad, incluyendo especialmente a los varones, le parece conformada de lobos y leones que son peligrosos, incapaces de guiarse por la racionalidad, por tanto, deben estar bajo el yugo del Estado y sometidos a la ley contra su voluntad. Puesto Schopenhauer en el trance de las contraposiciones, afirma que hay “una facultad masculina de razonamiento” de la cual no está dotada la mujer. Aunque en esto se contradice un poco pues en el proceso de maduración mental observa: “El hombre alcanza la madurez de sus facultades mentales y de razonamiento apenas antes de los veintiocho años; la mujer, a los dieciocho; pero su razón es de límites muy estrechos”[2]. Afirmar que la mujer entra diez años antes a la edad de la razón para luego minimizar su capacidad, hasta diluirla en una nulidad, también es una finta argumental. Los estudios de psicología modernos aceptan una maduración más rápida de la mujer, aunque ninguna que refleje un lapso con diez años de diferencia.
Para contrarrestar la falla de su generalización, Schopenhauer opera una expansión de geografía y tiempo. Cita referencias de pueblos lejanos, para opinar que los de Oriente, por sus costumbres obtienen una solución mejor, colocando a la mujer en una posición más baja, que sus contemporáneos europeos. De tiempo, cita la antigüedad para sospechar que las instituciones que daban una mayor jerarquía o libertades a las mujeres, estaban equivocadas, facilitando la caída de Esparta o la revolución de Francia. En la antigua Grecia, los espartanos fueron los mejores guerreros, además sus mujeres tuvieron fama de ser las más libres[3]. Los espartanos siempre fueron un pueblo poco poblado, que se sobrepasó en méritos respecto a su demografía. Ningún estudio histórico serio atribuye la caída de Esparta a sus mujeres, pues todos los griegos fueron conquistados por Roma, una pujante fuerza guerrera y colonizadora, que no fue resistida por ningún régimen mediterráneo con éxito. Ese argumento de Schopenhauer no pasa de ser una murmuración maliciosa.
La descabellada suposición francesa
El argumento de la Revolución Francesa merece una reflexión, para empezar porque Schopenhauer la mira como una fuente de maldad en sí, cuando la perspectiva histórica está en un sendero opuesto. Esta generalización insinúa a las francesas fueron de una tal decadencia que promovió el ambiente de la Revolución. Ese argumento visto desde otro siglo representaría una especie de alabanza. De hecho, las historiadoras feministas procuran demostrar más participación de mujeres en cualquier fenómeno social, cuando antes se omitía por entero. El argumento de Schopenhauer sirve como una selección maliciosa, que, si el cambio radical en Francia no le gusta, para el argumento agrega un aroma de mujer. En este caso, Schopenhauer no lanza una afirmación directa, sino una pregunta con insinuación fuerte que se abstiene de responder de manera clara. Veamos lo que plantea: “¿No será acaso la influencia de las mujeres en Francia, que ha ido en aumento desde la época de Luis XIII, la culpable de la corrupción gradual [4] de la corte y el gobierno que condujo a la primera Revolución, de la cual han sido resultado todos los disturbios posteriores?”[5] Esta pregunta no la responde en directo, sino que le sirve para coronar su ensayo y exponer sus señalamientos de que la mujer merece quedar sometida a una autoridad varonil.
Detengámonos en la pregunta misma. Establece una conexión causal sin justificación entre varios elementos y que cada una de las cadenas de causa-efecto debería someterse a una amplia crítica. El autor señala que hubo “influencia de las mujeres en Francia” que aumentó, como un argumento de hecho. ¿Es comprobable? No existe ningún registro ni estadística ni estudio de fondo, simplemente hay una impresión sobre más influencia de mujeres en un país vecino. La referencia a Luis XIII señala al gobierno de los años 1610-1643 en Francia. Para un alemán del principio del siglo XIX, el vecino francés trae los desagradables recuerdos de las invasiones de Napoleón. ¿Atribuir esos episodios políticos a un aumento de la influencia de las mujeres? El argumento resulta insensato, temerario y de suficiente lejanía para desechar una cadena causal, que además supone una mezcla de opuestos. Resulta evidente que la Revolución Francesa fue la explosión que destruyó a las monarquías absolutistas que llevaban continuidad explícita, derrocando al Luis XVI. Y esa Revolución fue la antagonista contra la “corrupción de la corte y el gobierno” del rey Luis. Después de la Revolución Francesa vino Bonaparte, que fue derrotado y luego otras muchas circunstancias. Esa situación posterior Schopenhauer la denomina “los disturbios posteriores” y sobre esto último debería resultar una obviedad para el lector contemporáneo de Schopenhauer, pues para este presente, los disturbios posteriores no tienen sentido.
El argumento es del tipo: Grupo Humano A, provoca un efecto B (malo, aunque pobremente indefinido) en agente G (Gobierno), donde le sucede a G que provoca un efecto NoG (la destrucción del régimen G), que luego el agente G2 (Gobierno revolucionario) provoca un efecto NoG2, que se considera como resultado. En este caso, termina Schopenhauer señalando un efecto “disturbios posteriores”.
Lo sorprendente de esta pregunta-argumento de Schopenhauer radica en que posee la misma estructura que el “análisis de clases sociales” de Marx, que sirvió de instrumento ideológico para las revoluciones del siglo XX y no cesa de provocar efectos[6]. Lo que Schopenhauer atribuye al grupo humano Mujeres, el llamado materialismo histórico lo aplica al grupo humano Burguesía, como encarnación del mal. La cadena de efectos supuestos por el marxismo posee la misma estructura de argumentos endebles, pero totalizadores que descubrimos si sustituimos los elementos del silogismo. Veamos el mismo argumento:
El Grupo Humano A (burguesía), provoca el efecto B (la corrupción o crisis) en el agente G (Gobierno absolutista), emerge un efecto NoG (destruyen la Revolución Burguesa al absolutismo) que luego emerge un agente G2 (Gobiernos burgueses) que provocan el efecto NoG2 (el desorden de los regímenes burgueses) que se asume como el resultado.
Volviendo a la falacia
Recordemos textualmente lo que plantea Schopenhauer: “¿No será acaso la influencia de las mujeres en Francia, que ha ido en aumento desde la época de Luis XIII, la culpable de la corrupción gradual [7] de la corte y el gobierno que condujo a la primera Revolución, de la cual han sido resultado todos los disturbios posteriores?”[8] Cuando se hace una pregunta clave, se espera una respuesta. En este caso, el filósofo pesimista se abstiene de una respuesta directa. ¿Por qué esa cadena de argumentación y se sostiene como una falacia elocuente? Porque los puntos intermedios son fácilmente identificables. ¿Podemos identificar el grupo humano de las Mujeres de Francia bajo Luis XIII? Sí es fácil reunirlas, por más que su unidad sea bastante porosa como un gas poco unificado; tal cual podemos respirar un gas sin cuestionarnos cómo se unen y separan sus partículas diminutas. ¿Podemos agrupar al gobierno de Luis XIII y sus sucesores como una unidad? Sí, son los Monarcas ilustrados, donde hay una continuidad fuerte (Instituciones, Leyes, Herencia). ¿Podemos apuntar hacia una característica negativa del Gobierno de Luis XIII? Sí, eso es fácil y, por costumbre, resulta sencillo adosarle la “corrupción”, un término que sigue de moda con los políticos. ¿Podemos pensar la Revolución Francesa como una unidad que destruye a la Monarquía de los Luises? Sí, es todo un hábito de la historia y de la enseñanza desde niveles básicos. Y, por último, una expresión, como “los disturbios posteriores” para señalar problemas del presente ¿se puede pensar? También es sencillo, sin que requiera especificar nada concreto sobre los males que implican tales disturbios ni señalar a cuáles disturbios concretos se refiere. Esta última parte es muy vaga, especie de caja vacía, para poner lo que gustéis.
Como se observa Schopenhauer en su pregunta integra una larga cadena de falacias para conectar el universal “Mujeres” con los “Disturbios” del presente. Este enfoque contra las mujeres del autor quedó como una curiosidad, sin embargo, el mismo enfoque de Marx se consagró en “ciencia social”, mostrando lo trágico de la falacia en el pensamiento político.
Por si fuera poco: contra la propiedad de la mujer
Para concluir su ensayo, Schopenhauer exige que a las mujeres se les trate como menores de edad restringiendo lo más posible su derecho a la propiedad privada. Se queja de las consecuencias del comportamiento infantil que atribuye a las mujeres. Cito en extenso su opinión: “En casi todas las naciones, tanto del Nuevo como del Viejo Mundo, e incluso entre los hotentotes[9], la propiedad se hereda únicamente por los descendientes varones; solo en Europa se ha abandonado esta práctica. Que la propiedad que los hombres han adquirido con dificultad mediante un largo y continuo esfuerzo y trabajo duro pase después a manos de las mujeres, quienes, en su insensatez, la malgastan en poco tiempo o la malgastan de otras maneras, es una injusticia tan grande como común, y debería evitarse limitando el derecho de las mujeres a heredar.”[10] El tipo de limitación que pide es quitarles su derecho a heredar lo que sea una propiedad o un capital, únicamente, permitiendo que reciban una pensión, bajo el argumento de que ellas lo malgastarían.
Cabe señalar que despojar de toda propiedad implica dejar indefensa a la persona y en condición de miseria. Despojar por completo a una persona de propiedad implica colocarlo en completa dependencia ante quien se haya apoderado de toda la propiedad. Eso es lo mismo que denunció la vieja izquierda europea como condición proletaria, por la cual se obliga a encadenarse a un empleo mal remunerado (incluso pésimamente remunerado)[11]. Dejar a todas las mujeres condenadas a la absoluta falta de propiedad implica, sin más, establecer una condición rigurosa de inferioridad y sujeción económica. Eso es lo que propone Schopenhauer, bajo sus elegantes falacias. En su época (principios del siglo XIX) esa falta absoluta de propiedades y recursos económicos, ya no se observaba como una situación normal, en las mujeres o en los pobres. La irrupción de la revolución industrial y un cambio de paradigmas generalizados, estaban abriendo puertas para que la población tuviera derecho a la propiedad y acceso a bienestar básico, como educación elemental, sanidad, leyes protectoras del salario y de la mujer. A ese cambio, Schopenhauer lo llama el desorden de su tiempo presente.
NOTAS:
[1] Parerga: Proviene del griego, y es el plural de "parergon", que significa "obras accesoria o secundaria". En la obra de Schopenhauer, corresponde a seis ensayos extensos que complementan su pensamiento principal.
Paralipomena, palabra griega, que significa "cosas omitidas" En Schopenhauer, se refiere a elaboraciones breves divididas por temas y subtítulos.
[2] Sobre las mujeres.
[3] Las opiniones de Platón en la República son un indicador de la opinión usual sobre las mujeres espartanas.
Una versión de pecado original, que la omite, pero la termina culpando de los males sociales; en especial, ligados a la Revolución Francesa.
[5] Sobre las mujeres.
[6] Considero que es viable teoriza sobre clases sociales, es válido siempre que no se mantenga el sobredimensionar y su ensamble en una visión de la economía equivocada. Aquí, argumenté el exagerar sus consecuencias. Por ejemplo, el “clasismo” es inventar una categoría moral sobre hipótesis falaces de las clases sociales. Véase la crítica de Antonio Escohotado sobre la indefinición final de Marx sobre clases sociales.
Una versión de pecado original, que la omite, pero la termina culpando de los males sociales; en especial, ligados a la Revolución Francesa.
[8] Sobre las mujeres.
[9] Nota CVM: Primero falacia de apelar a las mayorías, seguida de un prejuicio racial del hotentote, para llegar el argumento al extremo.
[10] Schopenhauer, Sobre las mujeres, en PyP.
[11] Por ejemplo, los ensayos clásicos de Marshal Berman y otros muchos, muestran cómo la mentalidad de la época victoriana (siglo XIX) dejó de mirar la miseria y la exclusión de las mujeres como algo natural. La tendencia dominante fue combatir la pobreza, lograr mejores condiciones y emancipar la condición femenina. En ese sentido, Schopenhauer resulta un nostálgico de la vieja opresión feudal y su sujeción de la mujer.