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lunes, 30 de mayo de 2022

RESEÑA DEL “ELOGIO DE LA LOCURA” (ESTULTICIA O NECEDAD)

 



Por Carlos Valdés Martín

Aquí ofrecemos una breve reseña por capítulos del Elogio de la Locura (en español, usualmente se tituló así, aunque el término más propio sea Elogio de la Estulticia o Necedad) de Erasmo de Rotterdam. El autor fue un reconocido humanista holandés que amplió el horizonte intelectual de Europa tras el Renacimiento. Esta breve sátira fue escrita por completo y dedicada en el año 1509, pero por cautela, tardó en ser publicada hasta el año 1511. El texto posee una enorme potencia de crítica y sarcasmo que colocó este escrito como un clásico de la literatura, modelo de sátira sin miramientos y de jocosas derivaciones, donde demuestra la erudición de Erasmo y su capacidad para abordar cualquier temática.

 

Prólogos

Traducida como "Locura" en su primera versión, el término original en latín es Stultitia, que significa la Estulticia, y otra traducción castellana muy próxima es la Necedad, aunque existen otros sinónimos como Simplicidad, que no aluden a la demencia. Fue la obra más popular de Erasmo de Rotterdam, un afamado erudito renacentista.[1]

Dedicatoria a Tomás Moro

En donde Erasmo hace una broma señalando que el apellido del personaje inglés le inspiró la obra pues se parece mucho a la Necedad en griego. “la idea me la inspiró tu apellido, tan parecido a la palabra moria (en griego, necedad)”[2] Y lo elogia por sonreír y portarse como Demócrito, de quien se decía siempre sacaba el lado amable en todo.

En su defensa, para justificar el abordar su tema, Erasmo recuerda a los clásicos que interpretaron temas cómicos y triviales: “Homero cantó las guerras de las ranas y de los ratones en la Batracomiomaquia; Virgilio, a los mosquitos y al almodrote; Ovidio, a las nueces; Polícatro hizo el elogio de Busiris, e Isócrates lo fustigo; Glauco celebro la injusticia; Favorino, a Tersites y las cuartanas; Sinesio, la calvicie; Luciano, las moscas y los parásitos; Seneca escribió la apoteosis de Claudio; Plutarco, el diálogo de Grillo con Ulises; Luciano y Apuleyo, el asno; y no sé quién, el testamento del cochinillo Grunio Corocota, de que hace mención San Jerónimo.[3]

Elogio de la Locura

Cap. 1. Esta sátira comienza en primera persona, con la justificación y presentación, de la Estulticia convertida en un personaje parlanchín, criticón y erudito, que se dedica a halagarse por los abundantes beneficios que dispensa; mientras argumenta que ella es poco comprendida y hasta maltratada sin apreciar sus beneficios. La Estulticia o Necedad provoca alegría con su sola presencia, distrayendo a hombres y dioses; ese hecho de causar regocijo al presentarse, ya lo defiende como su gran logro.

Cap. 2. Pide la atención del lector, pero una atención divertida, tal cual se prodiga a los bufones y juglares, no la aburrida escucha dedicada a los oradores.

Recuerda que los sofistas se aplicaban a los elogios de dioses y poderosos, pero Estulticia anuncia un elogio en beneficio propio.

Cap. 3. Encuentra una ironía entre quienes “creen que alabarse a sí mismos es la mayor de las necedades”[4] pero si el discurso es de la Necedad, entonces qué le importa. Cuestiona a quienes contratan aduladores, capaces de volver a una mosca en elefante. Anota que antes nadie hizo ese discurso alabando a la Necedad, así que será nuevo y hasta espontáneo.

Cap. 4. Advierte que su discurso no está preparado, pues ella suelta lo primero que le viene a la boca. Se presenta como Stultitia (Estulticia o Necedad) en latín o Moria en griego.

Cap. 5. Aquí ella se jacta de su sinceridad, y que sus amigos (los necios) se avergüencen de ella, negándola, para fingir que ellos no tienen tratos con la Estulticia. Afirma su unidad, pues “soy siempre y en todas partes idéntica a mí misma”.

Inventa para sus vergonzantes partidarios el término, proponiendo que los “llamásemos morósofos, es decir, sabios-necios”[5]

Cap. 6. Advierte que se portará como los Retóricos, encajando algún término griego entre el discurso latino, pues sus partidarios se emocionan y aceptan mejor cuando consideran que las cosas vienen de más lejos (semejantes a globalistas o malinchistas desde hace tantos siglos). [6]

Cap. 7. Revela su genealogía, diciendo que es hija de Pluto, padre de dioses y hombres. A quien atribuye preponderancia sobre Júpiter y Cronos, pues sin él ningún dios comería caliente. La madre es Hebe, la ninfa de la juventud. Además, señala que no se confunda la imagen decadente de Pluto viejo, pues su padre fue el dios durante la juventud. Asimismo, afirma que la unión para concebirla fue de amor apasionado.

Cap. 8. La patria originaria de Estulticia fue en las Islas Afortunadas, donde todo crece en abundancia y sin esfuerzo.

La alimentaron generosas deidades menores, “me dieron el jugo de sus pechos dos graciosísimas ninfas: la Embriaguez, hija de Baco, y la Impericia, hija de Pan”[7]

Cap. 9. Presenta a su Séquito de servidores, donde la única tristeza es que la descripción sea breve, comenzando por sus ninfas y culminando con dos dioses; entonces conforman esta lista:  

Amor propio: “de aire tan arrogante es el Amor Propio (Filaucía)”[8]

Adulación: “esta de risueños ojos y cuyas manos están siempre dispuestas al aplauso, se llama la Adulación (Ko-lakía)”

Olvido: “esta que está como aletargada y que parece dormir, se llama el Olvido (Lhj )”

Pereza: “esta otra que se apoya sobre sus dos codos y está de brazos cruzados es la Pereza (Misoponía);

Voluptuosidad: “esta coronada con una guirnalda de rosas e impregnada de perfumes es la Voluptuosidad (Hedon)”

Demencia: “esta de aire indeciso y de extraviada mirada es la Demencia (Anoia)”

Molicie: “esta de nítido cutis y de cuerpo gentil y bien cuidado es la Molicie (Truf ).”

Aparecen divinidades en el séquito el llamado Con (dios de los Banquetes): “uno se llama Con (Kómos),[9] genio de los banquetes”

Morfeo o Modorra: “el otro, Morfeo (Greton Upnon) o Sublime Modorra, genio del sueño.”

Cap. 10. Los favores que dispensa, Estulticia afirma son tantos y tan benéficos que merece ser considerada entre los dioses.

Cap. 11. Explica que toda la reproducción humana se debe a ella. Primero porque el órgano de reproducción es motivo de risa. Luego porque para casarse hay que caer en Demencia. Y para volver a parir, la mujer debe transitar por el Olvido.

Cap. 12. Afirma que el placer es un bien supremo, que cuando los estoicos hablan contra éste, es por un doblez, pues es “sólo con el objeto de apartar a los demás del pastel y gustarlo ellos después a todo su sabor.”[10]

Cap. 13. El agrado generalizado por los niños radica en su cualidad de necios (inocentes), que motiva a quererlos.

La vejez refunfuñadora mediante el olvido (chochez) se vuelve una segunda infancia; donde señala la afinidad entre niños y viejos, donde su encanto también es motivado por Estulticia.

Cap. 14. De manera jocosa defiende que la necedad conserva la juventud. Señala que en la nación Brabante ríen mucho y envejecen menos.

Cap. 15. Elogia a los dioses de manifiesta necedad y jovialidad, como son Baco (hay un proverbio griego cuando se dice de él que es más necio que una cabeza pintarrajeada con heces,)[11]; Cupido insensato; Mercurio engañador; Vulcano jugando al ridículo, y Pan de canción estúpida.

Recuerda la imprudencia de Momo (Momus) quien criticaba a los demás dioses, por lo que terminó expulsado del Olimpo.

Cap. 16. Los estoicos señalan que superar a la necedad es seguir la razón, ante lo cual ella explica que Júpiter puso más pasión que razón en las personas. En específico, agrega que la Ira del corazón y la Concupiscencia de las vísceras se sublevan contra la razón, le gritan y la sobrepasan hasta cansarla.

Cap. 17. Dedicado a la mujer como la extrema necedad con dulzura, la cual presiona al hombre para no seguir la razón sino al capricho.  “Si, por ventura, alguna mujer quisiera sentar plaza de sabia, no conseguiría sino ser dos veces necia; es como si, a despecho de Minerva, se enviara un buey al gimnasio”[12]

Cap. 18. En los banquetes resulta indispensable la necedad: por ello se contratan bufones y saltimbanquis, para reforzar la presencia de la Necedad. La Necedad se atribuye los brindis y el compartir la mesa para beneficio del género humano.

Cap. 19. La necedad establece la base de la amistad, comenzando por agradarse mutuamente con tonterías. Mientras los sabios son selectos en sus relaciones, los necios son amigables.

Cap. 20. El matrimonio se sostiene y mantiene por la Necedad, la cual les envía a sus servidores, como la Adulación y el Engaño, para sostener esa institución.

Cap. 21. La necedad es el vínculo principal de la sociedad política. Pues sin Necedad el pueblo se alejaría de sus gobernantes.

Cap. 22. Papel de la Filaucia (amor propio). Encomia la importancia de este egoísmo, para sostener el ánimo y cualquier obra humana.

Cap. 23. La Necedad también es causa de la guerra; la cual luego es la fuente de la épica, los hechos heroicos y la grandeza, así que resulta un beneficio. Pone el ejemplo de Demóstenes que lanzó sus armas por temor, pero resultó luego un excelente orador entre los griegos.

Cap. 24. Los sabios resultan demasiado amargados.

Se burla del concepto de Platón de que los reyes deben ser filósofos, mostrando el ejemplo de malos gobernantes que presumían de sabios. Solamente concede que quizá Marco Aurelio fue filósofo y buen rey, pero los emperadores sucesores le salieron pésimos.

También se burla de que los sabios no tienen hijos o no los engendran con intelecto notorio, por lo cual elogia a la naturaleza, donde el sabio engendra al necio.

Cap. 25. Señala lo mal que se la pasa en compañía de los sabios, quienes amargan los banquetes y su acompañamiento llena de pesares el ánimo; por lo que les recomienda a los sabiondos el alejarse al desierto, como hizo Timón.

Cap. 26. Explica la participación de Estulticia en la política. Recuerda las fábulas del zorro y el erizo (Temístocles, aunque también hay una de Esopo); fábula de la sierva de Sertorio, y de los perros de Licurgo.

Cap. 27. La vida es necedad. Sigue explicando la necedad de la política. Por ejemplo, ilustra: “que nada hay más necio que un candidato que halaga al pueblo para obtener sus votos, comprar con prodigalidades sus favores, andar a caza de los aplausos de los tontos, complacerse con las aclamaciones, ser llevado en triunfo como una bandera, y hacerse levantar una estatua de bronce”[13]

Y concluye que la Necedad es positiva pues “y ella es la que engendra las naciones, conserva los imperios, las leyes, la religión, las asambleas y los tribunales, porque la vida humana no es otra cosa que un juego de necios.”[14]

Cap. 28. Señala que el motivo del ingenio surge por una “sed de gloria”, que con ironía la señala como la “vanagloria” (Amor propio o egolatría del vanidoso) que resulta ser uno de sus servidores.

Cap. 29. Aquí la Prudencia se debe a la Necedad, apuntando a una paradoja como las “Silenas de Alcibíades”. Pues la sabiduría recibida en directo suele ser molesta, así que conviene administrarla con su contraparte la Necedad.

Cap. 30. La condición de los sabios resulta intolerable, así que mejor hacerlos pasar mediante la Necedad. Rechaza y caricaturiza la pretensión de Séneca y los estoicos de que el sabio se aleje de las pasiones, pues se vuelve una estatua insensible, ajena a lo humano.

Cap. 31. Las necedades de la vejez, una vez satirizadas, las considera una gran ventaja. “¿Qué os importa a vosotros de que todo el mundo os silbe, con tal que vosotros mismos os aplaudáis? Pues bien: solamente la Necedad permite hacer estas cosas.”[15]

Cap. 32. La ignorancia generalizada de lejanos tiempos es descrita como una edad de oro, luego interrumpida por las ciencias.

Cap. 33. Hay ciencias que son harto necias, en particular, señala que la medicina se contenta en agradar al enfermo, cual retórica aduladora del auditorio.

Cap. 34. Los animales son más felices: pues carecen de entendimiento y, así, son favoritos de la necedad.

Ilustra su tema con el cuento del gallo de Luciano, el cual se convirtió en muchos animales, incluido el hombre, y concluyó que éste era el más desgraciado de los vivientes, por pretender rebasar sus límites.

Cap. 35. Donde afirma la ventaja de los necios sobre los sabios. Pone el ejemplo de Ulises, que siendo tan astuto y aventajado, pasó vencedor por encima de todas las infelicidades.

Cap. 36. Sigue con el tema anterior señalando más ventajas de los necios. Los reyes requieren de bufones para no alejarse de la necedad.

Cap. 37. Continua argumentando la felicidad de los necios y fatuos que viven despreocupados.

Cap. 38. Hay necedad de los dioses. Comienza rebatiendo a los estoicos que detestan la locura y al identifican con necedad. Aquí, Erasmo separa esto en dos diferentes aspectos. Hay una locura con sufrimiento, pero la locura con estulticia la defiende como benéfica, casi bendita.

Cap. 39. Maneras curiosas de la necedad humana las descubre en las siguientes actividades: la caza, la monomanía de edificar, la alquimia y el juego.

En esta parte se burla de esas cuatro aficiones, aunque las de en medio sean rarezas, que tengan relación con condiciones poco comunes y merezcan una revisión.

Cap. 40. La superstición se revela como necedad… Comienza con el recuento sobre quienes se deleitan por las narraciones de milagros, duendes, espectros y fantasmas. Luego salta hacia la típica devoción por santos a los que se les encarga toda suerte de proezas, como salvar al vida (San Cristóbal) o hacerse rico (San Erasmo). Ironiza la demagogia de quien mide la duración del Purgatorio con un reloj (clepsidra). Reprende la costumbre de dar diezmos para quienes sienten que así limpian de pecado sus fechorías para, después, continuar haciéndolas. Se ríe de que cada región posea su propio santo patrono y las cualidades especializadas que les atribuyen o sus servicios universales, tal como se reivindica de la Virgen María.

Cap. 41. Continúa regocijando con las supersticiones, comenzando una parte muy divertida sobre los exvotos, señalando que ninguno hay donde se agradezca haber dejado de ser necio o adquirido sabiduría, sino los beneficios en situaciones usuales (curaciones, peligros) y escenas cómicas, como un soldado que huye “con tanta fortuna como valor”.

Propone imaginar que acude un sabio y cómo sus recomendaciones amargarían a los necios que disfrutan de tales supersticiones. Por último, ironiza la necedad de quien organiza anticipadamente sus funerales ostentosos.

Cap. 42. Comienza con la filaucia aplicada al amor a los antepasados, burlándose de los humildes que adoran a sus antepasados y quedan orgullosos de sus blasones; a quienes compara con estatuas. Luego se regodea con los ególatras que siendo defectuosos se creen perfectos en aquello que les falta como feos que se sienten hermosos, pésimos cantantes que se imaginan melodiosos, artistas que son pésimos, sin embargo, la filaucia les genera un gran aprecio de sí mismos. Además el mal artista, tan echado para adelante, logra el aplauso, el texto termina con una gran ironía, sobre la conveniencia de no escapar de la Estulticia: “más. Por consiguiente, si los imbéciles son los más satisfechos de sí mismos y los más admirados por todos, ¿quién será el necio que prefiera la verdadera sabiduría, que tanto trabajo nos cuesta adquirir, nos vuelve tímidos y vergonzosos, y, por último, encuentra tan pocos apreciadores?”[16]

Cap. 43. Importancia de la filaucia (amor propio) de los pueblos, resulta interesante como el catálogo de los principales pueblos (naciones) y capitales principales que se destacan por sus orgullos (el catálogo de las necedades colectivas típicas). Algunos orgullos de ese siglo XVI sorprenden: los parisinos destacando como teólogos y los alemanes corpulentos poseedores de ciencias ocultas. Otras conservadas como prejuicio popular como la religión de los turcos y anexas, que sigue siendo blasón de fanatismo. Unas más ya aparecen obsoletas, aunque de gran interés para el corte contemporáneo como los escoceses que creen en sus blasones nobiliarios y su “sutileza en la dialéctica”; los italianos centro de literatura y elocuencia; etc.

Cap. 44. Dedicado a la adulación. Dice que en su época la lisonja evidente está desprestigiada, aunque provoca felicidad, al sobar el “lomo” ajeno, tal como el acariciarse a sí provoca un gusto. Utiliza una curiosa imagen de dos mulos rascándose mutuamente para agradarse.

Cap. 45. Aquí afirma que la felicidad depende de la opinión de los otros, por lo que se aplica la tontería para agradarlos y agradarse.

Divertida fábula del marido que regalo joyas falsas a la esposa, la cual, con estulticia, le vivió eternamente agradecida. Esta anécdota favorece a la tontería, que conforma al ingenuo con engaños, mejor que con frutos sabios. “pregunto: ¿Qué le importaba a la joven el engaño, si aquellos pedacitos de vidrio encantaban sus ojos y su espíritu, y ella los guardaba cuidadosamente como un riquísimo tesoro?”[17] Este argumento se eleva a los filosófico, para semejar con la caverna del Platón, donde señala una equivalencia entre los prisioneros que se contentan con las falsas sombras y el sabio que escapa hacia la luz, logrando ver el deslumbrante mediodía.

Cap. 46. La liberalidad de la necedad se argumenta, pues en toda la Grecia antigua había únicamente siete sabios, y sobre esa cifra aún la pone en duda; en cambio, los necios se distribuyen ampliamente por el planeta, sin faltar en ningún rincón. En ese sentido, presume Estulticia que es generosa y liberal en repartir sus dones.

Cap. 47. La Necedad se compara favorablemente con los dioses celosos, pues para su adoración no existen sacrificios ni gastos en imágenes idolátricas.

Cap. 48. Se burla de las formas vulgares que adquiere la necedad, por ejemplo, quien muere de amor por una mujerzuela (un tema de comedia amorosa), vivir como mendigo para enriquecer herederos. Señala a los comerciantes como los más mezquino y necios. Burlase de los ricos, que se reparten entre derrochadores y los avaros.

Cap. 49. Formas elevadas de necedad. Los gramáticos coleccionando palabras y modalidades inútilmente le parece un encumbrar la necedad.

Cuando los gramáticos tienen pares amistosos son zalameros, pero cuando se molestan son maestros del insulto.  

Cap. 50. De poetas, retóricos y escritores como variedad de necios.

Los variados literatos y declamadores esperan que prodigando cuentecillos ridículos obtener el derecho a la inmortalidad.

Quintiliano príncipe de los retóricos, se prodigó escribiendo sobre la risa, lo cual muestra lo simplón que él mismo resultaba.

Cap. 51. La estulticia de jurisconsultos y dialécticos.

A los jurisconsultos los compara con Sísifos esforzados en no llegar a nada, empujando una pesada carga de leyes que se deshacen con prontitud.

A los dialécticos los ridiculiza por pretender discutir todo con unos cuantos silogismos en la cabeza.

Cap. 52. A los filósofos los cuestiona por tan pretenciosos: “hacen como si fueran los secretarios del arquitecto del mundo, o como si acabaran de llegar del Consejo de los dioses.”[18] Hay quienes afirman leer los astros (astrólogos) y vaticinadores del futuro (adivinos, profetas).

Cap. 53. Ante los teólogos finge humildad, por ser temibles, y que le obligarían al arrepentimiento forzado, la “palinodia”. Señala las sutilezas teológicas como archi-sutiles que resultan escolásticas y cuestiones inútiles, donde la moralidad termina torcida. Señala las interpretaciones absurdas de las Escrituras.

Anota las vanidades de los teólogos como exigir ser llamados “MAGISTER NOSTER”,[19] y otras pretensiones que se repiten en varios ambientes. Manejan el fanatismo por las palabras, mediante el Tetragrammaton y los usos de YHVH, que en este enfoque se presentan como palabras-fetiches.

Cap. 54. Sigue con los religiosos, en el sentido de una sátira, contra las costumbres. Ridículo contraste entre el silicio y el encaje para adornar al sacerdocio.

En este capítulo apunta a la risible proliferación de santos, dando una referencia a los 365 cielos de Basílides (una de las antiguas herejías griegas).[20] Cuestiona el adorno escolástico mediante la “cuadratura del círculo”[21], donde resulta curioso que haya temas afines a la masonería filosófica entre las texturas de este clásico.

Cap. 55. De los reyes y príncipes, señala la condición de que sus tonterías son expansivas: “en cambio, si un rey comete el más ligero extravío, en el mismo instante, por la posición que ocupa, se generaliza, así como la peste, el contagio.”[22]

Cap. 56. Los cortesanos se caracterizan por pretender ser los primeros en todo.

Cap. 57. Los obispos: de ellos poco comenta.

Cap. 58. Los cardenales también los elude.

Cap. 59. Los Papas: en especial cuestiona el ánimo militarista de la cabeza de la Iglesia. Señala con ironía, que si el Nazareno reapareciera con sus prédicas y milagros, los Papas se verían obligados a condenarlo por el bien de la iglesia.

Cap. 60. Los obispos germánicos merecen una burla específica: “¡Qué vista de águila demuestran cuando se trata de descubrir en un viejo pergamino una cosa que pueda aterrar a las gentes sencillas y convencerlas de que deben pagar algo más que los diezmos!”[23]

Cap. 61. La diosa Fortuna favorece a los necios. Afirma que los audaces necios ven que les sonríe la Fortuna. Los filósofos estoicos (del Pórtico) estaban de acuerdo que al filósofo le toca el sufrimiento y la adversidad, en correspondencia con las tribulaciones de los santos cristianos.

Cap. 62. En favor de la necedad recuerda a los clásicos: Horacio, Homero, Cicerón.

La Ilíada de Homero es señalada como la epopeya de reyes y pueblos estultos.

El poeta Horacio recomienda la estridencia de la tontería que no la tibieza del sabio, pues “es preferible pasar por extravagante y por menguado, que no por sabio desabrido”.[24]

Para concluir este capítulo Cicerón, afirmó que “el mundo está lleno de necios”, lo cual complace a la Necedad por estar tan acompañada.

Cap. 63. Las Sagradas Escrituras a favor de la necedad. Encuentra “en el Eclesiastés, capítulo I: “Infinito es el número de los necios.”[25] Y además en ese mismo texto clásico: “cuando se exclama: “Vanidad de vanidades y todo vanidad”, se da un espaldarazo a ver todo como necedad. “Salomón de semejante sobrenombre al llamarse a sí mismo, en el capítulo XXX de los Proverbios, “el más necio de los hombres” Y retomando esa humildad San Pablo acepta con gusto el título de necio al decir “que hablaba como el mayor de los necios”.

Cap. 64. Los falsos intérpretes de las Sagradas Escrituras… Ejemplifica que Cristo envió a los apóstoles a predicar sin herramientas: “los había enviado a predicar el Evangelio, tan sin ningún viático, que ni los proveyó de calzado contra las espinas”[26]

Cap. 65. Elogios de San Pablo a la necedad, por ejemplo, cuando es divina.

“Por el mismo motivo, Dios, gran arquitecto del Universo, prohibió que se gustase del árbol de la Ciencia”[27] Sorprende, el término tan masónico para referirse a la divinidad.

El perdón de Cristo en la cruz es por la ignorancia: ““¡Padre mío, perdónalos!”, no alegó mejor excusa que su ignorancia al añadir: “porque no saben lo que hacen””.[28]

Cap. 66. Afirma la afinidad entre la religión cristiana y la Necedad misma.

Cap. 67. La suprema felicidad es una especie de locura (necedad) según enseña el misticismo. El arrebato místico es una especie de locura temporal, gozando del futuro deleite celestial.

Cap. 68. Epílogo. La propia Estulticia se burla de quien pretendiera que esto sea un resumen de lo dicho, pues ella afirma que se ha olvidado de lo que ha dicho, pues hasta le resulta odioso quien se acuerde de todo.

 

 NOTAS:



[1] Este resumen está agradecido a Horacio de Freitas @deFreitasJH quien lideró la lectura del Elogio de la Locura en el tuit durante el año 2022, al rescatar este importante clásico de la literatura.

[2] Erasmo, Elogio…, p. 26.

[3] Erasmo, Elogio…, pp. 27-28.

[4] Erasmo, Elogio…, p. 39.

[5] Erasmo, Elogio…, p. 46.

[6] “mis fieles aceptan una cosa tanto mejor cuanto de más lejos viene” p. 48.

[7] Erasmo, Elogio…, p. 54.

[8] Erasmo, Elogio…, p. 57.

[9] Investigando un poco, este dios “Con” (“Komos”) está relacionado con la “comedia”, derivada de los grupos de “comos” que eran hombres en procesiones o bailes rituales, que resultaban en festivales o bacanales.

[10] Erasmo, Elogio…, p. 65

[11] Erasmo, Elogio…, p. 77.

[12] Erasmo, Elogio…, p. 85.

[13] Erasmo, Elogio…, p. 114.

[14] Erasmo, Elogio…, p. 115.

[15] Erasmo, Elogio…, p. 134.

[16] Erasmo, Elogio…, p. 178. Divertido este argumento.

[17] Erasmo, Elogio…, p. 190.

[18] Erasmo, Elogio…, p. 222.

[19] Gestos de exceso cómico entre el grupo teológico, que resurgen en el exceso de la masonería.

[20] Erasmo, Elogio…, p. 249.

[21] Erasmo, Elogio…, p. 251.

[22] Erasmo, Elogio…, p. 262.

[23] Erasmo, Elogio…, p. 286.

[24] Erasmo, Elogio…, p. 298.

[25] Erasmo, Elogio…, p. 303. Para mayor ironía, Eclesiastés se atribuye a Salomón, el prototipo del sabio entre los antiguos judíos.

[26] Erasmo, Elogio…, p. 315.

[27] Erasmo, Elogio…, p. 329.

[28] Erasmo, Elogio…, p. 331.

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