Por Carlos Valdés Martín
En una primera definición, cabría señalar que la magia es lo único que existe en el mundo, pues es lo que destaca como sorprendente o cautivador. Sin esas percepciones, emociones o nociones mágicas la mente queda adormecida, como una especie de catalepsia, entendida como el estado donde faltan manifestaciones vitales.
Al mismo tiempo, cuando alza la voz un aparente mago ofreciendo prodigios, por regla general, muy rápido termina desenmascarado por ser un charlatán. Houdini ofrecía una recompensa millonaria para cualquier médium que lo comunicara con su madre muerta, y recibió montones de propuestas. Los charlatanes malversaron su oportunidad, pues terminaron expuestos al ridículo, cuando el ilusionista más famoso del mundo (1876-1926) demostró que las sesiones espiritistas a las que asistió no eran mágicas y sobrenaturales sino fraudes elaborados. Dado lo anterior, la magia es imposible que exista. El concepto de “magia” en sus extremos cristaliza las creencias infantiles de la humanidad, la colección de las confusiones y las mixtificaciones. Visto en estos extremos hay un problema; al juntar las dos afirmaciones contrarias, entonces resulta un dilema: ¿la magia es lo único que existe o es un bote lleno de fantasías? Empecemos analizando sobre la personificación de acto mágico.
¿Existen los “abracadabras”?
Definiendo al mago como alguien que domina a voluntad la presencia sobrenatural o mística, entonces no hay ninguna prueba de que haya realizado algo serio, importante y bien comprobado con su embrujo. Los abundantes relatos antiguos sobre magos no tienen ninguna comprobación rigurosa y los modernos, hasta donde las pruebas alcanzan, fueron charlatanes y vendehúmos, como Aleister Crowley. Cualquier revisión histórica indica que destacan los charlatanes e ilusionistas astutos, entonces, si alguno pretende ser un auténtico mago deberá comprobarlo, logrando lo que ninguno antes. Tenemos numerosas pruebas de charlatanes, engañabobos y excéntricos que clamaban poseer una capacidad sobrenatural para generar efectos mágicos a voluntad, en cambio, no hay reporte documentado de que ningún mago hiciera algo notable.
De la “magia natural”
Descartado el sentido duro del “mago”, surge la pregunta ¿existe otra clase de actos verificables que se hayan querido atribuir? Durante milenios la búsqueda para obtener efectos útiles con rapidez o espectacularidad se realizó por muchos medios. En ese sentido, no había diferencia entre un practicante de saberes (ciencia, ingeniería, espectáculos) y un mago. A los rudimentos de ciencias se les llamaba “magia natural” y cumplían su función práctica. Los alquimistas antiguos buscaron encontrar tanto las salamandras que resistan al fuego como el fabricar oro sin lograrlo, además de encontrar productos útiles. Hubo logros prácticos de los viejos alquimistas, después los químicos pusieron en bancarrota a los alquimistas, pues conocer los elementos resultó más eficaz que dividir la materia según sus humores con palabras raras de “albedo y rubedo”[1]. Existen astutos y ladinos que fingen prodigios, bajo procesos amañados, pretendiendo una alquimia de ficción. Conforme crecieron la ciencia y la ingeniería ilustradas, el concepto de la “magia natural” fue desapareciendo en la práctica y quedando arrinconado tras ruidos de borborigmos. Desde hace tiempo, a la ciencia le pedimos lo mismo que antes se rogaba a los magos: remedios rápidos, instantáneos e infalibles, sustituyendo a la agitación de la varita mágica por una pantalla electrónica. Al científico le pedimos convertir lo improbable (incluso, lo imposible) en un efecto práctico al alcance de la mano.
Hay efectos mágicos registrado y probados
Resulta sencillo comprobar -a lo largo de la historia y en el presente-, que sí han sucedido situaciones que indican fenómenos que se consideran magia: telepatía, premoniciones, curaciones milagrosas, etc. Esos hechos mágicos ya están bajo la experimentación y hay abundante material sobre ellos, por lo que los acepto sin mayor problema. Entonces asumo sin problema que hay “efectos mágicos”, que merecen el estudiarse. Ahora es famoso, casi leyenda, el caso del científico Jacobo Grinberg, que estudiaba la telepatía y el chamanismo, cuando desapareció trágica y misteriosamente.
Aquí surge una paradoja, pues están probados los frutos mágicos (escasos, excepcionales), pero no existe el árbol de la magia ni su representante oficial (el mago Merlín en persona). Metafóricamente están presentes las manzanas de las Hespéridas, pero no hay árbol ni jardín. De nuevo surge la ambigüedad: sí hay magia, pero no. Afuera del jardín debería estar rotulado en rojo: “Bienvenidas las manzanas mágicas, cuidado con los charlatanes”.
Sin percepción de lo mágico no existen
El otro sentido de lo que es magia resulta indispensable, sin el cual nada se alcanzaría a percibir con vitalidad. Si en la hoja blanca no hay ningún punto oscuro para diferenciarlo nuestra mente divaga y se pierde, por eso inventaron unas celdas blancas sin contrastes, que son como tortura. Una de las representaciones más sencilla de la divinidad es un punto sobre un fondo blanco, basta con mostrar ese punto para desplegar una metáfora interesante del surgimiento de Todo y de sus maravillas. Cuando sobre una continuidad causal, que repite siempre lo mismo, se desata un cambio y se rompe la cadena de repeticiones, entonces hay algo que observar, que llama la atención y hasta hace vibrar la emoción. Ese es el sentido emotivo de la magia, la mente completa está ávida de que suceda algo extraordinario, que rompa la cadena causal y permita escapar de lo ordinario… Eso es difícil pero sí surge, lo extraordinario sucede, basta con estar atentos.
Algunas corrientes de pensamiento, señalan que acceder a esta magia es indispensable y vital. El carecer de esta magia[2] (emotiva) implica una forma de depresión emocional, a veces, disfrazada de racionalismo y seriedad. Resulta atinado el apelar al contacto con nuestro niño interior, la época donde sentimos la magia de vivir.
La confusión y el despertar
Poseemos diferentes facultades y cada una sirve en su campo, por lo que sustituir el pensamiento racional por la fantasía no conduce a resultados y viceversa. El sentimiento del vivir y los efectos mágicos poseen su territorio, donde la razón y los procesos lógicos reducen su utilidad. Asimismo, pretender anular los caminos de la lógica con argumentos ingenuos genera problemas y se atora en callejones sin salida. El problema es que, con las redes sociales, mucha gente comparte una simulación de efectos para campañas comerciales y la agitación política. En lugar de esa sana emoción recibimos el carbohidrato y la grasa de falsas maravillas y abracadabras fake. Los memes fake y las animaciones de IA producen falsos resultados mágicos[3]. Mirar directamente el amanecer con una mente serena y llena de ánimo produce un efecto mágico de optimismo y ganas de vivir; en lugar de eso, alguien mira con avidez una web conspiranoica que le anuncia “el gran reseteo” y le ofrece despertar de todas las mentiras del mundo mundial, distrayéndose con un video anónimo. El humo del internet en la imaginación no es mágico, aunque simula cuestiones entretenidas. Para acceder a la magia, un paso clave es aprender a mirar el interior y a mantener un rato la mente en calma. La tranquilidad del espíritu es el primer paso para despertar al niño interior. No es necesario esforzarse mucho, cada madrugada el conjuro del amanecer llega puntual. Basta despertar con atención para que el primer rayo del sol haga su magia.
NOTAS:
[1] Fases de la Magnus Opus, repetida por muchos como John Dee, Paracelso y Alberto Magno.
[2] La Programación neurolingüística agrega otro sentido, que nombra magia a la operación rápida de procedimientos psicológicos, que logran resultados rápidos que parecen mágicos. Seymour y O’Connor, Introducción a la PNL.
[3] La divinidad menor de los antiguos griegos, Proteo, representa a la imaginación inquieta, siempre cambiando, a manera de un apetito insaciable de portentos ilusorios.
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